Kitabı oku: «El vagabundo»
El vagabundo
El vagabundo (1932) Gibran Khalil Gibran
Editorial Cõ
Leemos Contigo Editorial S.A.S. de C.V.
edicion@editorialco.com
Edición: Diciembre 2021
Imagen de portada: Pixnio
Traducción: Benito Romero
Prohibida la reproducción parcial o total sin la autorización escrita del editor.
Índice
1 El Vagabundo
2 Vestiduras
3 Canción de amor
4 Lágrimas y risas
5 En la feria
6 Las dos princesas
7 El relámpago
8 El ermitaño
9 Dos seres iguales
10 La perla
11 Cuerpo y alma
12 El rey
13 Sobre la arena
14 Tres regalos
15 Paz y guerra
16 La bailarina
17 Los dos ángeles
18 La estatua
19 El trueque
20 Amor y odio
21 Sueños
22 El loco
23 Las ranas
24 Las leyes
25 Ayer, hoy y mañana
26 El filósofo y el remendón
27 Los constructores
28 La tierra de Zaad
29 El oro
30 La tierra roja
31 La luna llena
32 El profeta ermitaño
33 Aquel viejo, viejo vino
34 Dos poemas
35 Lady Ruth
36 El gato y el ratón
37 El río
38 Los dos cazadores
39 El otro vagabundo
El Vagabundo
Lo encontré en la encrucijada de dos caminos. El hombre con apenas un bastón. Cubría sus ropas con una capa y su rostro con un velo de tristeza.
Nos saludamos el uno al otro y yo le dije:
—Ven a mi casa y sé mi huésped.
Y él, vino.
Mi mujer y mis hijos nos esperaban en la puerta de la casa y él les sonrió y ellos estuvieron contentos de su llegada. Después nos sentamos a la mesa. Y todos nos sentimos felices, con el hombre y con el halo de silencio y de misterio que lo envolvía.
Y, luego de cenar, nos reunimos frente al fuego y yo lo interrogué acerca de sus peregrinaciones. Y nos contó muchas historias durante aquella noche. Y también al día siguiente.
Las historias, que yo he registrado aquí, son fruto de la amargura de sus días, aunque él nunca se mostró amargado. Y están escritas con el polvo del camino.
Cuando nos dejó, tres días después, no lo sentíamos ya como un huésped que había partido sino, más bien, como uno de nosotros, que estaba en el jardín y que aún no había entrado.
Vestiduras
Cierto día, Belleza y Fealdad se encontraron a orillas del mar. Y se dijeron:
—Bañémonos en el mar.
Entonces se desvistieron y nadaron en las aguas. Instantes más tarde, Fealdad regresó a la costa y se vistió con las ropas de Belleza, y luego partió.
Belleza también salió del mar, pero no halló sus vestiduras, y era demasiado tímida para quedarse desnuda, así que se vistió con las ropas de Fealdad. Y Belleza también siguió su camino.
Y hasta hoy en día, hombres y mujeres confunden una con la otra.
Sin embargo, algunos hay que contemplan el rostro de Belleza y saben que no lleva sus vestiduras. Y algunos otros que conocen el rostro de Fealdad, y sus ropas, no lo ocultan a sus ojos.
Canción de amor
Cierta vez, un poeta, escribió una hermosa canción de amor. E hizo muchas copias y las envió a sus amigos y conocidos; hombres y mujeres y, también, a una joven que había visto, tan sólo una vez y que vivía más allá de las montañas. Y, cuando pasaron dos o tres días, vino un mensajero de parte de la joven, trayendo una carta. Y la carta decía:
“Déjame decirte que estoy profundamente conmovida por la canción de amor que escribiste para mí. Ven pronto y habla con mis padres para tratar los preparativos de la boda”.
Y el poeta respondió, diciendo en su carta:
“Amiga mía, la canción que le envié no era sino una canción de amor brotada del corazón de un poeta, cantada por todo hombre y a toda mujer”.
Y ella le escribió a su vez, diciendo:
“¡Hipócrita y mentiroso! ¡Desde hoy, hasta el día en que me entierren, odiaré a todos los poetas por su causa!”.
Lágrimas y risas
Una noche, a orillas del Nilo, una hiena se encontró con un cocodrilo. Ambos se detuvieron y se saludaron. La hiena dijo:
—¿Cómo vas pasando el día, Señor?
—Muy mal —respondió el cocodrilo—. A veces, en mi dolor y tristeza, lloro. Y entonces las criaturas dicen: “son lágrimas de cocodrilo”. Y eso me hiere mucho más de lo que podría contar.
Entonces la hiena dijo:
—Hablas de tu dolor y de tu tristeza, pero, piensa por un momento en mí. Contemplo la belleza del mundo, sus maravillas y sus milagros y, llena de alegría, río, como ríen los días. Y los pobladores de la selva dicen: “no es sino la risa de una hiena”.
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