Kitabı oku: «Los misterios del Noisy»
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Los misterios del Noisy
Primera edición:Septiembre 2020
©De esta edición, Luna Nueva Ediciones. S.L
© Del texto 2020, Kharla Vera
© Diseño de Portada: Orly Vallejo
©Edición. Kerly Palacio
©Diseño de página y Maquetación: Gabriel Solorzano
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Luna Nueva Ediciones.
Guayas, Durán MZ G2 SL.13
ISBN: 978-9942-8987-5-3
Inspirado en el fabuloso Noisy...
Prólogo
Entre la espesa neblina se esconde. Entre la espesa neblina se esconde, rodeado de un mundo natural, frágil y estático, donde la inocente manifestación de la vida crece y se desarrolla, mientras es observada por tan viejo admirador, a punto de morir.
Su solemne silencio lo encierra en el misterio, pero su historia lo convierte en leyenda...
Sus largos pasillos están vacíos y el eco de innumerables correteos quedó atrapado en el tiempo. Lánguidas luces medievales se asoman entre las hendijas y la luz de la luna no evita que sus noches sean menos oscuras.
Lejos, existe un pequeño pueblo, donde la monotonía de los días ha apagado toda esperanza de cambiar la rutina, las personas prestan atención a rumores, los que corren con fuerza y la verdad tras de ella se desvanece a causa de su imparable marcha.
El pueblo, atribuyéndole historias sobrenaturales, ha causado que este lugar sea magníficamente temido y sumido a un mutismo impenetrable, donde ajeno a todo, simplemente es lo que es.
Epílogo
El eco de sus apresurados pasos apenas se escuchaba entre el estrépito estallido de las llamas que, despiadadamente amenazaban con consumir todo en el camino, incluso las aterradoras historias transcurridas en este peculiar mundo. Con desesperación corrió por los estrechos pasillos con el afán de salvarse, pues ¿a quién le gustaría morir calcinado?
Las llamas se levantaban ululantes, y cada vez más aviesas. Las galerías ardían, no tenía salida y en aquel instante el niño recordó con más fuerza y como un golpe en el fondo del estómago, lo que era ser huérfano. Estaba solo e indefenso.
Con unas pequeñas lágrimas, observaba el cuadro que tenía en frente, era el del Coronel, el que las monjas siempre le habían ordenado, “mirar y no tocar” (porque no era propiedad de la institución).
“El coronel”, así le titulaba el autor de la pintura, ésta reflejaba la imagen de un veterano de guerra, en su uniforme relucían doradas medallas y con su mano derecha levantaba una afilada espada de acero, y aquella actitud altiva y rebelde, sucumbió ante la nefasta hoguera que alrededor se formaba.
Después de ver como la obra de arte se convertía en un garabato diabólico, corrió del lugar asustado. Entre los pocos boquetes se escabulló y llegó hasta una esquina, aparentemente a salvo. Sabía que era cuestión de minutos para que el fuego lo alcanzara, intentó salir pero una zancada de vigas ardientes cayó del tejado bloqueando su paso. El castillo se venía a pedazos. Estaba acorralado, su respiración se aceleraba y el humo se la dificultaba. Al parecer, resignarse y morir era la única opción que tenía. La idea le aterraba, pero solo un milagro le salvaría. O era su suerte y tenía que aceptarla.
Sabía que en un determinado momento… todo pasaría.
En cuestión de segundos, del otro lado de las llamas un ser de aspecto espeluznante lo miraba fulminantemente, «La muerte» pensó él. Estaba de pie y llevaba una vestidura oscura y harapienta que no dejaba ver su rostro, solo sus ojos rojos y amenazantes sobresalían. Su sola presencia le aterraba y todo lo que aquella aparición representaba.
Pensó ¿Era real? ¿Era su imaginación? o ¿Uno de esos fantasmas que sus compañeros decían ver todo el tiempo? La fuerza del ente no le permitió moverse, todo su cuerpo se paralizó. Vio a los ojos macabros de su atacante, sabía que estaba a punto de acometer de alguna forma, se lanzó contra él, como la fiera que atrapa a su presa. El niño gritó desgarradamente…
Sin poder moverse y sentir la cercanía del ente, cerró sus ojos mientras lloraba y deseaba más en el mundo que todo acabara. El ente habló tan cerca de su oído que sintió como su aliento llegaba hasta su cerebro. La voz de aquel, no era única, eran varias y pronunciaban una especie de oración extraña, en un idioma desconocido, pero él sentía que querían decirle algo como “Haz perdido, tu fin ha llegado”.
El niño supo que no era la muerte o un fantasma, era aún algo más siniestro. Intentó recordar las oraciones que le enseñaron las monjas, pero apenas comenzaba una línea olvidaba la siguiente. Desesperado solo pudo exclamar ¡Dios ayúdame! y en ese instante despertó.
Asustado y con la respiración agitada, sintió como si su corazón estuviera a punto de salir de su tórax, miró la hora, y notó que ya era de mañana, recobró el sentido de la realidad. Se recuesta de nuevo para recuperarse, gotas frías de sudor chorreaban por su frente. Se da cuenta que ha tenido otra de sus temibles pesadillas.
Imágenes de las escenas de su sueño regresan como intentando descifrar el significado del sueño, pero mejor se permite pensar en algo más agradable. Su mano cae de un lado de la cama y ve el espacio vacío. De hecho, toda la habitación tiene un aire solitario, un absoluto silencio, como si estuviera en la nada, en una isla desierta. El amplio estante donde coloca sus libros se extiende por toda la pared, la reluciente madera labrada de la que está hecha toda la casa da la sensación de estar en una rústica casa de campo. La habitación es mediana, perfectamente ordenada y tapizada, tiene un aire tranquilo y acogedor. La casa no está en medio de la nada sino en un lujoso barrio privado, donde las medidas de seguridad y comodidad son la regla. Habitualmente aquí viven personas que desean tener más tranquilidad sin perder la ostentosidad.
En ese momento se escuchan pequeños y garrudos pasos. Su mano al aire, es colmada por una lluvia de lamidas caninas.
«Ya sé, ya sé, es hora» dice, mientras su perro se lanza a él indiscriminadamente, para después ocupar un lado entero de la cama, no deja de agitar su cola alegremente. Ahora recibe lamidas en todo su rostro. Decide mejor levantarse, ante la insistencia de su can. Se dirige hasta la puerta, su mascota le sigue. Nota que hay correspondencia que leer, las toma y las mira de reojo.
Más tarde, encuentra una del Banco Internacional de Bélgica, el texto reza lo siguiente: “TÍTULO DE PROPIEDAD”, lo abre apresuradamente, y adentro una nota que dice:
Para: Joseph Van Haley
Amigo disfruta tu compra, no fue fácil tramitarla, pero si es tu deseo, aquí está.
Ab. Logan Gozmer
Gerente General B.I.B.
Leyó el resto de la documentación. Al terminar, una sonrisa se dibujó en su rostro. Observó a su perro, quien a su lado sentado, jadeando, ajeno a lo que pasaba, era parte importante de su vida.
Se quedó pensativo por un momento y al final se dijo: «Es hora».
Una mañana mientras jugábamos y nos hundíamos en los entrañables pasajes del bosque, lo vimos llegar. La imaginación era nuestra única aliada y sumidos a su efecto, divertidos corríamos entre los árboles. El castillo era solo un viejo espectador que en sus años nos acompañaba.
Bajo la neblina nuestros ojos siguieron cada uno de sus movimientos. Para no ser vistos, nos escondimos entre los árboles, aquellos eran muy altos y sus troncos viejos y gruesos, así que nos bastó uno para ocultarnos. Nos callamos como el mismo bosque, donde cada vez descendía más neblina, lo que nos provocaba mucho frío. El silencio que encerraba el lugar conciliaba con el sentencioso castillo.
Ahora todo se veía terrorífico.
No había nadie más con él, solo un enorme labrador que le seguía entusiasmado moviendo su cola. Había llegado en un auto negro que le dejó frente al portón del castillo y se marchó de inmediato. Aquel sonido del motor nos advirtió.
Abrió el viejo portón, el cual estaba ubicado a unos cien metros del castillo, entre dos pequeñas torres, las bisagras rechinaron por lo oxidadas que estaban.
El hombre vestía de negro y sus movimientos eran algo rígidos, pero cautos a la vez. Se veía refinado. Se me ocurrió entonces que podría ser uno de esos agentes que había visto en las películas. Era alto, y al parecer de cabellos largos pero lo llevaba recogido. La mañana tenía cierta opacidad, que su rostro se transformaba a momentos en otros, lo cual le daba un aspecto fantasmal, además llevaba lentes oscuros más la neblina no distinguíamos bien quién era.
Los árboles ensombrecían la entrada donde estaba el portón, pero más adelante se visualizaba despejado.
Se sintió observado, miró a su alrededor con desconfianza, desde donde lo vigilábamos, nos echamos hacia atrás, entre los árboles para evitar ser descubiertos. Contuvimos la respiración; luego, aquel hombre siguió su marcha hasta el vestíbulo, en la torre del reloj.
Frente a él, se detuvo un instante a observar. Después abrió la ancha puerta, notamos que era algo pesada y vimos que entró junto a su perro. El eco que se produjo al cerrar recorrió todo el castillo hasta llegar a nuestros oídos.
Nos miramos con Jack. Quedamos atónitos por el poco común episodio que habíamos presenciado. Nunca hemos visto entrar a alguien al castillo, es más, creo que nadie lo ha hecho desde hace mucho tiempo. El Noisy es un lugar temido, y teníamos prohibido acercarnos a él.
Algo intrigada le pregunté a Jack, susurrando.
—¿Lo viste?
Era obvio que sí, pero estaba asombrada.
—¡Claro, no estoy ciego! —Le miré con sentencia.
—¿Quién es él? —musitó ahora Jack.
—No sé —le contesté. —Supongo que un curioso o un explorador, ¿aunque no parece?
Le miré a Jack.
—¿Quisieras ir a averiguar? —le pregunté sabiendo con anticipación su respuesta.
—No, Sam… sabes que está prohibido. Mejor vayámonos de aquí —dijo.
— ¿Tienes miedo? —le pregunté «disfrutando de su expresión atemorizada».
— ¡No, qué va! Mi abuelita siempre me dice que, no debo acercarme aquí, por mucha curiosidad que tenga…
—No seas tonto Jack, nunca le haces caso ¿por qué lo harías ahora? —le interrumpí.
—Eso no quiere decir que tenga que ir a husmear.
—No es husmear Jack es… ¡simple curiosidad!
— ¿Simple curiosidad? No es la primera vez que escucho eso.
—No es eso, solo mira. El castillo Noisy siempre es tan restringido y... si, tienes razón, mejor vámonos.
—Entre risas sarcásticas, es fácil convencerte. —dijo Jack.—Mejor regresemos a casa, ya tengo hambre.
Ambos volvieron a mirar el castillo. Jack notó la mirada perdida de Samantha, hacia el esplendoroso Noisy.
— ¿No te da miedo? —preguntó a su amiga.
—¿De qué? —contestó.
—Del castillo
—No… claro que no.
Continuó mirando lo que para ella, era un deslumbrante y antiguo hogar de reyes y princesas, su imaginación volaba cuando le veía. ¡Era un castillo de verdad!
Suspiró con profundidad como queriendo absorberlo, hasta sus pulmones.
—Vamos a casa —dijo finalmente Sam.
—Sí, ya era hora –dijo Jack aliviado.— Tenemos toda la mañana en el bosque y hace mucho frío.
Teníamos que estar listos para la cena, y también para asistir a las ferias que organizaban, esas que organizaban las voluntarias de la iglesia para recaudar fondos. Doña Elisa era la coordinadora, se encargaba de hacer todo, y cuando digo todo, eso incluía desde preparar los postres hasta guiar las novenas que daban inicio a las festividades. Y su esposo dirigía el programa musical, todo esto se realizaba en casa de ella, porque la iglesia estaba en reconstrucción.
Habíamos paseado toda la mañana en el bosque, esto había dejado nuestras tripas vacías. Mi mamá nos había encargado unas compras pero, como siempre solíamos observar al Noisy antes de irnos, perdimos la noción del tiempo y lo olvidamos.
En los años, de nuestras cortas vidas, nunca habíamos visto alguna persona entrar en el castillo, pues estaba en total abandono. Solo las historias sobre fantasmas giraban en torno al Noisy. Además se hablaba de extraños sucesos, pero nosotros nunca habíamos visto u oído nada. Empezábamos a entender que eran puras mentiras para alejar a los niños del pueblo que querían jugar allá o para asustar a los exploradores, porque nunca nos había ocurrido nada.
Los viejos del pueblo contaban que cuando eran jóvenes no podían pasar cerca de aquel lugar porque se escuchaban silbidos o llantos que espantaban. Se aparecían seres que después se esfumaban. Era escalofriante escuchar sus relatos.
Mi abuelo Tircio nos contaba muchas historias, aunque se me ponía la piel de gallina, cuando estaba frente al Noisy no tenía el mismo efecto. Quizás porque el lugar era tan tranquilo, como dije, nunca habíamos visto u oído nada.
El Castell Noisy, fue construido hace más de un siglo. —dijo él alguna vez; antes nos llenaba de historias, pero ahora estaba muy delicado de salud y casi no sale de su habitación, mi abuelo ya no es el mismo de antes.
Alguna vez nos relató:
“Los más crédulos piensan que se construyó ese castillo para venerar a dioses místicos. Antiguamente se creía que los miembros de una oscura secta lo usaban para realizar sus rituales. Y otros contaban que fue escenario de una gran matanza en una guerra. Todas esas cosas fueron historias que me contaron en mi infancia. Así que en mi opinión, no creo que tenga algo de misterioso, aunque…tal vez si existan almas en pena… Almas que se llevó el viento.”
— ¿Incendio? —Preguntaba yo.
—Sí, aún no nacías. —Dijo con una voz cansada.
—Hace años el castillo era un orfanato, muchos niños vivían en él y un trágico día hubo un incendio. Ese fue el fin del castillo, desde aquel entonces está abandonado y se dice que muchos niños no sobrevivieron.
Se notaba una profunda tristeza en su voz. Era la primera vez que escuchaba sobre ese terrible suceso.
El Noisy está a un kilómetro del pueblo y es separado por un bosque, al que llamamos en juego “El Bosque Oscuro”, constantemente podemos ver leñadores y cazadores en los oscuros rincones del lugar, deambulando en silencio para no espantar a los venados ni a los patos silvestres que ellos comúnmente cazan. Por esa razón, debemos caminar con mucho cuidado, para que no nos confundan con un inocente venado o un trozo de leña. Mientras tanto, los animales pequeños se ocultan en sus madrigueras, y las aves trinan briosas entre las ramas de los árboles.
Existe un sendero hecho por ellos mismos, que lleva directo al castillo. Resulta increíble atravesar aquel camino lleno de árboles, y aparecer de pronto frente a la enorme silueta del Noisy.
El bosque es nuestro mundo, y el castillo también, aunque su parte sea siempre la de hacernos compañía. No hemos entrado en él, pero al menos yo tengo una gran curiosidad por conocerlo. Solemos imaginarnos historias de la época medieval porque el castillo evoca esos aires antiguos, tal vez estuvo habitado por princesas, príncipes y reyes, tal vez hay mucha historia por contar, pero no hay quien lo haga. Tendríamos que viajar en el tiempo para entender un poco más.
El castillo tiene un total de 550 ventanas las que hemos contado personalmente con Jack, y siempre admiramos la gran Torre del Reloj, la estructura más alta que tiene y mide unos 45 metros, y en el centro está el reloj que no da la hora. Se quedó paralizado marcando las tres.
A veces me pregunto: ¿que habrá sucedido en aquel mismo instante cuando se detuvo?, ¿qué año, día habrá sido?, ¿marcaba la mañana o la tarde? Mamá dice que el número tres es un número mítico. Fue venerado por muchos sabios, filósofos, científicos desde hace siglos por su increíble influencia en muchos campos. La filosofía de Platón lo consideraba como la imagen del ser supremo en sus tres personalidades: material, espiritual e intelectual. Este número no pierde valor en muchas operaciones aritméticas, también representa la santa trinidad, Jesús murió a las tres de la tarde y resucitó al tercer día. El tiempo está compuesto por el pasado, presente y futuro, toda cosa material y espiritual tiene principio, medio y fin, los colores primarios son tres, amarillo, azul y rojo, en la música se distinguen tres sonidos: agudo, medio y grave, sus claves son DO, SOL, FA; en física, el agua se compone de dos elementos de hidrógeno y uno de oxigeno; el aire: de oxígeno, hidrógeno y azoe; en geometría los cuerpos se distinguen por su forma, densidad y color; el triángulo tiene tres ángulos, recto, agudo y obtuso y existen tres clases de triángulos, equilátero, isósceles y escaleno… En fin es considerado, un número perfecto.
Por eso ella concuerda en decir que muchas cosas no suceden por casualidad, más claro nada sucede por casualidad, porque el mundo está relacionado entre sí. Ella me cuenta estas cosas porque dice que son parte de las verdades universales del mundo. Algunas noches nos quedamos hasta muy tarde charlando sobre temas como éstos, miramos las estrellas y divagamos sobre mundos de mundos que, podrían existir más allá de ellas.
Al llegar a casa mamá exclamó...
—Samantha Poper, ¿qué hora son estas de llegar?
— ¿Dónde estabas? —reclamó mi madre enojada «y sí que estaba enojada»
—¿Y ahora qué digo? —pensé. Pero mamá me conocía muy bien para ya saber esa respuesta. Aun así, tenía que salir de mi boca.
Tomé un poco de aire.
—Mamá, si te digo o no. Igual me vas a castigar
—Pero dime ¿dónde estabas?
—Ya sabes…
—Dime
—En… el bosque —respondí con temor.
Ella me miró seria. «Ahora sí creo había abusado de la confianza que me tenía.»
—Bien… —dijo con un respiro. Su mano derecha sostenía una cuchareta embarrada de salsa roja y llevaba encima un mandil, la observé y admiré su seriedad que contrastaba con su aún lozanía.
—¡Ve a tu cuarto!, —corrí de inmediato subiendo por las escaleras—¡te dejaré cinco días sin comer!
—¡Mamá! —reclamé—, sabía que ahora bromeaba, ese comportamiento era normal en nosotras ¿piensa que de esa manera me va a educar?
—Solo te digo que tengas cuidado, el bosque puede ser un lugar engañoso.
Me regresé y le dije: lo sé madre lo bueno es que, tú me entiendes.
En la cena papá preguntó sobre nuestro día, le conté erróneamente sobre el sujeto que vimos llegar al Noisy y con sorpresa preguntó si sabíamos de quien se trataba, pero obviamente no sabíamos; además me recalcó que no tenía nada que hacer tan cerca del castillo. Era un hombre muy estricto, eso le valía de mucho por el puesto que tenía en el pueblo, pero no en su hogar. No recuerdo bien hacia cuantos años le habían elegido alcalde, pero aquello implicaba ciertos privilegios que muchas veces mamá y yo siempre ignorábamos, ella no se complicaba y se dedicaba a su hogar abnegadamente. Supongo que su autosuficiencia es lo que había conquistado el corazón de mi padre a pesar de su edad, bueno no es que fuera viejo pero si un poco mayor para ella.
Concluida la cena toda la familia asistió a la feria. Había llegado un parque temático al pueblo, con stands donde vendían todo tipo de cosas: postres, manualidades, estampas, juguetes de madera, y muchas cosas más. Mi padre como dirigente debía estar allí, observé que Jack había asistido con su abuela, de seguro le había mandado de mala gana vestirse para que viniera.
Unas cuantas personas del pueblo se reunieron a conversar con mi padre y hablaron de temas políticos, sobre convenios, fondos, economía, etc. ¿Novedades?, y hablando de novedades mi padre recordó mi comentario del hombre que llegó al castillo aquella misma tarde. Todos se quedaron asombrados, una mezcla de temor se les dibujaba en la cara. Entonces me interrogaron…de nuevo. Y al pobre Jack también lo llamaron e inquirieron sobre lo que habíamos visto. Noté el disgusto de su abuela por desobedecer sus órdenes y adentrarse al bosque sin precaución.
Gracias a ella se recordó el acuerdo. Nadie absolutamente nadie podía acercarse al castillo a husmear ni ninguna cosa, por las continuas apariciones y sucesos extraños que sucedían cerca de él. Habían puesto su atención hacia al hombre del castillo que, casi olvidaron castigarnos.
Llegando a casa ya bien tarde, casi a media noche, fui a mi recámara a dormir, me preguntaba si a Jack lo habían azotado o algo así. Su abuela solía ser muy cruel con él y le golpeaba cuando se portaba mal con látigos, correas o lo que encontrara a la mano, cosa que mi padre siempre intentaba a mala gana evitar y bajo insistencia mía y de mi madre se interponía o intimidaba a la pobre señora advirtiéndole que, podría ser encarcelada por eso. A él le importaba un comino, pero sabía que tenía parte en eso. Pero bueno me dormí de inmediato con mi corazón atormentado de que algo malo le ocurriera. Jack era como mi hermano menor y siempre me acompañaba en mis locas ideas. Cuando él llegó al pueblo era muy pequeño, tenía apenas tres años algo así, su madre le dejó con su abuela porque ella trabajaba en otra ciudad, pero casi nunca venía a verlo o visitarlo.
Jack sufría mucho su ausencia y yo siempre trababa de hacerle olvidar su tristeza, por eso nunca le dejaba solo, a excepción de cuando ya estábamos en la escuela. De allí siempre pasábamos juntos.
Esa noche soñé con el castillo.
En mis sueños lo veo, vacío, oscuro casi como un lugar terrorífico pero esplendoroso, invadido por una soledad inconmovible. Se siente un aura de historia...de antigüedad, como si antes hubiera estado allí. De repente una espesa neblina comienza a cubrirlo trayendo consigo un frío espantoso y sepulcral. Sé que solo es un sueño pero temo entrar a sus entrañas y encontrarme con lo peor. Un fantasma o un alma en pena.
No entiendo lo que evoca en mi, miedo, admiración, emoción, terror a la vez. Pero en realidad lo único que quiero es admirarlo.
Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.