Kitabı oku: «Tras La Caída », sayfa 3
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Un torrente de emociones recorrió a Lash al ver a Jeremy entrar en la habitación. Respiró profundamente, recordándose a sí mismo que se trataba de su hermano y mejor amigo de toda la vida.
Un recuerdo se había estado reproduciendo una y otra vez en su cabeza, incluso después de que Jeremy se fuera de "descanso" y Lash se mudara con Naomi a su casa en la montaña. Era el recuerdo de Jeremy dándole el anillo de boda al padre de Naomi, un símbolo de los viejos tiempos, cuando el primogénito de la familia mostraba sus intenciones de matrimonio directamente al padre de la chica. Raphael no le había negado que eso era un recuerdo.
¿Y Jeremy? Él no tenía nada que decir; la mirada de su rostro lo decía todo. Lash recordó la expresión de su cara la primera vez que puso los ojos en Naomi. No podía sacárselo de la cabeza. Ahora él estaba allí, actuando como si nada hubiese cambiado.
Incluso aunque Naomi le había insistido en que todos sus recuerdos eran sobre él, no podía evitar preguntarse si en el pasado, un pasado que ella no podía recordar, había amado a Jeremy. ¿Cambiaría eso ahora que Jeremy había vuelto y podría conocerle mejor? Parecía que todo el mundo le quería, incluso Gabrielle.
No. Tenía que creer que Naomi le sería fiel, pasase lo que pasase.
Justo cuando estaba a punto de hablar, Raphael atravesó la puerta flotando con una sonrisa que desapareció al ver la expresión en el rostro de Lash.
—¿Venimos en mal momento?
«Se podría decir que sí», pensó Lash. Sus ojos siguieron a Jeremy mientras el ángel de pelo dorado caminaba hacia la única persona que quería mantener solamente para él. Cuando Naomi le sonrió, luchó contra el instinto de agarrarla y llevársela lo más lejos posible de su hermano.
—Claro que no —le dijo Naomi y después se giró hacia Jeremy—. Venga, muéstramelas.
Jeremy empalideció y una expresión de extrañeza apareció en su rostro. —Eh, ¿Que te muestre qué?
—Las botas. Rachel dijo que tenías unas —dijo mirando hacia abajo expectante.
Jeremy dejó escapar un suspiro y su perpetua sonrisa volvió. —¡Faltaría más! —Saco un pie—. No me digas que estas botas no son la leche.
Ella se echó a reír. —Está claro que has hecho algunos cambios mientras has estado ausente. Echo de menos tus trajes, aunque me encanta la chupa de cuero. ¿Por eso has desaparecido durante tanto tiempo? ¿Te has ido de compras?
—¿Por qué? ¿Me has echado de menos? —Jeremy le guiñó.
Lash dio un paso al frente. No le gustaba hacia dónde iba todo esto... en absoluto.
Raphael se puso inmediatamente delante de Lash, bloqueándole el paso. —Todos te hemos echado de menos, Jeremiel —dijo.
—Te fuiste tan rápido al día siguiente de que tú y Lash... —Naomi se mordió el labio y miró nerviosamente a Lash—. Bueno, esperaba que hablarais de ello.
—Es por eso que estamos aquí —dijo Raphael—. Me han dado permiso para revelaros cierta información sobre nuestro pasado. ¿Nos sentamos?
Cuando se reunieron en el salón, Lash colocó con decisión la mano de Naomi sobre la suya. Miró a Jeremy, que se había sentado frente a ellos junto a Raphael. Había algo raro en él. Aunque estaba sonriendo, no parecía feliz. Esa chispa especial que atraía a todo el mundo había desaparecido. En todos los años que llevaba conociéndole, Jeremy nunca había estado como ahora. Siempre había sido al revés; él era el taciturno y Jeremy el que estaba a su lado, distrayéndole de sus preocupaciones. Lash luchó contra el deseo de consolar a su viejo amigo y el de estar enfadado con él.
Vio cómo los ojos de Jeremy se centraron en la mano de Naomi cuando esta tomó la suya, y después rápidamente los apartó cuando lo cogió mirando.
«Es más fácil estar enfadado», pensó.
—Antes de que Jeremiel dejara su —Raphael miró a Jeremy y se aclaró la garganta— larga asignación, compartí con él la información que previamente había compartido contigo, Lahash.
—¡Hermano! —Jeremy tendió un puño hacia él, sonriendo—. No me dejes colgado, tío.
Lash sintió que Naomi le golpeaba en las costillas. ¿Cómo podía tener un codo tan puntiagudo?
Suspiró y estiró el brazo para chocarle el puño.
Naomi sonrió. —Eso explicaría por qué vosotros dos fuisteis tan amigos durante tantos años.
—Fuimos —farfulló Lash entre dientes.
Jeremy frunció el ceño levemente al volverse a sentar en su asiento. —Tú sabes que te habría hablado sobre mi asignación si me lo hubieran permitido.
—Sí, seguramente. Lo que tú digas.
—Lash —le reprendió Naomi.
Él le soltó la mano con mala cara. —Pensaba que no confiabas en él y ahora estáis todos en plan "familia feliz". No sé. Tal vez estaría mejor si no recordara el pasado.
—¿Cómo va a ser mejor no tener recuerdos de tu propia familia? Es parte de lo que eres —señaló ella.
—Sabias palabras, Naomi —dijo Raphael en voz baja y con autoridad. Este se giró hacia Lash y le miró fijamente a los ojos—. Hoy en día eres quien eres gracias a quien fuiste en el ayer. Tu pasado influye en tu presente, y es la familia quien determina cómo creces.
—¿Ves?, eso es exactamente a lo que me refiero. Todos sabemos que soy un desastre. —Lash se levantó y se paseó por la habitación—. Ojalá solamente tuviera un par de recuerdos que fueran suficientes para mí, para darme cuenta de que incluso en el pasado yo era el segundo para ti — dijo señalando a Jeremy.
—Lahash —Raphael se puso en pie y le colocó una mano sobre el hombro—. Lucifer solamente te mostró lo que le beneficiaba a él.
Lash se alejó. —No, Raphael. Fue algo más que eso. Lo sentí incluso antes de los recuerdos. Sé que estabas decepcionado conmigo cuando era serafín y disciplinado con casi todas las asignaciones. Jeremy y yo empezamos ambos como serafines y al año siguiente le dieron el puesto de arcángel. Y yo, bueno...
—Sé justo, Lash —dijo Jeremy—. Contrariaste a Gabrielle desde el principio.
Lash se giró. —¡Tú, cállate!
Naomi se quedó boquiabierta. —¡Lash!
—No, Naomi. Tú no estuviste allí y no lo sabes. —Respiró con fuerza. Estaba cansado de que todo el mundo se pusiera de parte de Jeremy—. En ese momento no lo veía. Pero ahora sí. Me cuestionaban por cada paso que daba. ¿Y a Jeremy? Nunca. Hacíamos las mismas cosas, pero Jeremy siempre quedaba libre de culpa ¿y yo? Yo era el único que se metía en problemas. Era como si él nunca pudiera hacer nada malo.
—¡Eso no es cierto! —Jeremy se levantó de un salto.
—Puede que tengas razón —dijo Raphael con suavidad.
Jeremy se quedó petrificado y Lash se quedó con la boca abierta.
Durante un momento se produjo un tenso silencio en la habitación antes de que Raphael continuara. —Por favor, sentaos y dejad que me explique.
Naomi dio un tirón del brazo a Lash. Él echó un vistazo a las lágrimas que relucían en sus ojos y se derritió. No era su intención ponerla furiosa. —Lo siento. Perdóname.
Ella asintió.
Una vez sentado a su lado, la rodeó con un brazo y volvió a centrar su atención en Raphael.
—Como ya sabes, Jeremiel es tu hermano mayor. Como era costumbre en aquella época, el primogénito tenía ciertos derechos sobre los demás de la familia. Era el heredero de todo lo que nuestra familia poseía. Con su derecho como primogénito, tenía que casarse antes que Lahash y es aquí cuando tu familia entró en juego —dijo mirando a Naomi.
Ella se llevó una mano al pecho. —¿Mi familia?
—Naomi.—Raphael extendió el brazo y le tomó la mano—. Tu primera familia es de la Ciudad de Ai. Tu padre tenía una posada y era un exitoso hombre de negocios. Era un líder reconocido en toda la ciudad. —Le soltó la mano y miró a Jeremy y a Lash—. Vosotros dos sois hijos de una madre humana y de un padre ángel.
—Rebecca —señaló Lash.
Raphael asintió al mismo tiempo que se entristeció al escuchar ese nombre.
—Entonces somos Nefilim —dijo Jeremy, volviéndose a sentar.
—¿Qué? —dijo Naomi atónita—. ¿Los Nefilim no son gigantes malignos?
—Algunas de las historias que llevan contándose desde hace años no son del todo precisas —aclaró Raphael—. Así como hay personas malvadas, también había Nefilim que se aprovecharon de su herencia. En cuanto a mis hijos, les inculqué la humildad y el respeto por aquellos que les rodean. Y, por entonces, ellos no sabían que eran mitad ángeles.
—Tenía entendido que todos los Nefilim fueron eliminados —dijo Naomi.
Raphael sonrió. —Conoces muy bien las Sagradas Escrituras.
—Las clases de catequesis de los miércoles. Me salté una clase una vez, pero Chuy se chivó a Welita. No pude sentarme durante una semana. —Naomi suspiró con una sonrisa al recordarlo.
Raphael respiró profundamente, como si fuera a decir algo difícil. —Entre los humanos, los Nefilim destacaban por su belleza y su fuerza. Mucha gente en la ciudad los veneraba como si fueran dioses. Jeremiel —le lanzó una mirada precavida a Lash—fue favorecido por encima de todos, tanto humanos como Nefilim, por su habilidad y su fuerza. Había muchas familias que deseaban desposar a sus hijas con él, incluyendo a tu familia, Naomi.
—Como no —farfulló Lash.
Naomi le acarició la pierna. —Eso es el pasado. Ahora estoy aquí contigo.
Levantando la mirada hacia ella, Lash acarició con el dedo su mejilla. —Sí, lo estás. —Él se volvió de nuevo hacia Raphael y vio otra vez esa extraña expresión en el rostro de Jeremy. Lo ignoró, ya que no quería que Naomi se volviese a molestar.
—No se trataba de que tú no fueras habilidoso o que carecieses de fuerza, hijo mío. Me temo que es probable que yo haya fomentado que la gente prestara más atención a Jeremiel que a ti. Desde el día en que vosotros os conocisteis, estaba claro que Naomi te quería solamente a ti. Y yo —tragó saliva con dificultad— hice todo lo que estuvo a mi alcance para alejar a Naomi de ti.
Miró a Lash con ojos atormentados. —Ese es un recuerdo que desearía poder olvidar. Créeme cuando te digo, Lahash, que no hay día que pase sin que me arrepienta de mis acciones.
—¿Por qué harías tal cosa? —preguntó Naomi con dolor en su voz—. ¿Por qué habrías querido herir a tu propio hijo de esa forma?
Raphael lanzó una mirada a Jeremy y a continuación la miró a ella. —Porque yo... yo favorecí a Jeremiel. —Hizo una pausa, ancló los ojos al suelo y las palabras aparecieron lenta y cuidadosamente—. Y él te favorecía a... ti.
Lash se levantó de un salto y le gritó a Jeremy. ¡Lárgate!
—Venga, Lash —dijo Jeremy con un tono de voz suave, levantando la mirada hacia él—. Eso fue hace mucho tiempo.
Lash dio un paso amenazante hacia él mirando al ángel dorado que amenazaba con apartar de él a todos los que amaba. Ya lo había hecho en el pasado. ¿Acaso eso iba a evitar que lo volviera a hacer otra vez? —Has estado actuando de una forma muy rara desde que entraste en esta casa. ¿Por qué?
Jeremy tragó saliva. —No quedamos lo que se dice bien la última vez que nos vimos. No estaba seguro de qué esperar.
Sus ojos miraban fijamente a Lash como si tratara de convencerlo.
Lash intentó leer su rostro. Jeremy estaba usando su cara de póquer. «¡Maldita sea! Está ocultando algo».
—¿Qué es lo que no estás diciéndome?
—Por favor, Lash. Eso ya no importa. —Las suaves manos de Naomi tocaron su tenso brazo e hicieron que se girase hacia ella cara a cara—. Durante todo el tiempo que llevas conociendo a Jeremy, o que tú puedas recordar, ¿alguna vez ha intentado quitarte algo?
—Sí. Te dejó morir. Él pudo haberte salvado.
—Eso fue diferente. Su trabajo era traerme aquí. Cuando lo conocí, me dijiste que era tu amigo. Y por si no lo recuerdas, yo quería darle con una llave de cruz.
Lash sonrió. —Aquellos eran buenos tiempos.
Naomi lo miró expectante.
Él sonrió. —Oh, está bien. No, Jeremy nunca me ha quitado nada.
—¿Y?
—Y siempre estuvo junto a mí.
—Entonces, ¿por qué esperas que ahora sea diferente?
Ella estaba siendo muy coherente y a él no le gustaba. Con recuerdos o sin ellos, sencillamente no podía deshacerse de la sensación de que Jeremy aún la quería. Miró los claros ojos azules de Naomi, enmarcados por espesas pestañas negras.
—Tienes razón. Supongo que estoy siendo un paranoico.
Ella besó ligeramente su mejilla y seguidamente se giró hacia Raphael. —Yo no recuerdo nada de todo esto, y lo que parecen ser pequeños fogonazos de recuerdos, siempre han sido sobre Lash y ahora entiendo por qué. Lo amo y nada, ni nadie, podrá acabar jamás con mi amor por él. Por esa razón nos uniremos tan pronto como pueda realizar todos los arreglos necesarios.
El rostro de Raphael se iluminó. —¡Qué maravillosa noticia!
—¿Te alegras por ello? —preguntó Lash.
—Naturalmente. No soy la persona que Lucifer te mostró. Puede que haya tenido que perderos a ti y a Jeremiel para darme cuenta lo equivocado que estaba entonces. ¿Puedes perdonarme por mi pasado, por mi incapacidad para ser un buen padre para ti?
Lash miró los ojos de súplica de Raphael. En todo el tiempo que llevaba conociéndolo, o al menos en el tiempo que podía recordar, Raphael siempre había estado a su lado, guiándole, ayudándole. Incluso cuando hizo todo lo que pudo por alejarlo de él, éste nunca le dejó. Y ahora sabía por qué. Raphael estaba haciendo todo lo posible para compensarle, para ser un mejor padre. —Sí... Padre.
El rostro de Raphael se iluminó. —Estoy orgulloso de ambos.
Se puso en pie y tomó a Lash entre sus brazos. Sorprendido, Lash miró a Naomi. Las lágrimas brillaron en sus ojos al verlos.
—Abrázalo —vocalizó en silencio ella.
Él asintió y puso una mano en la espalda a Raphael, dándole un suave apretón. Sintió una calidez propagándose por su cuerpo, una paz que no había sentido en mucho tiempo.
—Iré contigo a ver a Michael —dijo Raphael al separarse de él—. Por fin vuelvo a tener a mi familia conmigo. Qué ocasión tan dichosa. ¿No es así, Jeremiel?
Jeremy se levantó y se acercó a Lash, tendiéndole la mano. —Enhorabuena. Os deseo a ambos una felicidad eterna.
Lash miró su mano y seguidamente lo miró a la cara. Lo único que vio fue sinceridad en sus ojos. Estaba verdaderamente feliz por él.
Cogió la mano de Jeremy y, por un momento, sintió que tal vez, solo tal vez, su viejo amigo había regresado.
Después observó cómo Jeremy se giraba hacia Naomi. Apenas fue capaz de mirarla mientras entre dientes la felicitaba y la llamaba hermana.
5
—¿Estás seguro de esto? —Naomi examinó la zona que rodeaba el arroyo para asegurarse de que nadie les veía a ella y a Lash subiendo al puente. Su corazón palpitaba de la emoción al pensar que iba a volver a ver a Welita y a Chuy, aunque habría deseado que Lash la hubiese dejado hacer esto sola. Si la pillaban desobedeciendo las órdenes de Gabrielle, puede que a ella se lo dejaran pasar porque era nueva. Pero si pillaban a Lash, probablemente se metería en problemas por ayudarla.
—Completamente. —La tomó de la mano mientras iban hacia la parte central del puente—. Yo vigilaré.
Naomi se mordió el labio. Solo estaba a unos segundos de ver a Welita después de varias semanas. ¿Por qué de repente sentía miedo de mirar?
—¿Qué ocurre?
Ella miró sus hermosos ojos color miel. ¿Cómo podría tener miedo con él a su lado? Estaba siendo una tonta. —Nada. Lo haré muy rápido.
Se dirigió al lugar donde sabía que podía tener las mejores vistas de la casa de Welita. Puso la mano sobre la conocida barandilla. Una vez más, su corazón se aceleró ante la expectativa.
«Basta», se dijo a sí misma. «Deja de hacer una montaña de todo esto. Has estado en casa de Welita montones de veces».
Respirando profundamente, se asomó por la barandilla. El agua estaba tranquila. Era como si mirase a través de un cristal. Durante un momento, no vio nada más que el agua cristalina. Después, lentamente, la pequeña casa blanca apareció.
El corazón le latía con fuerza en el pecho. Algo iba mal. Había algo raro.
El césped, que solía ser abundante y solía estar perfectamente cuidado, estaba lleno de malas hierbas que llegaban hasta las rodillas. El parterre que Welita solía cuidar meticulosamente, su orgullo y alegría, estaba invadido por las malas hierbas y lleno de latas de cerveza.
Cerró los ojos con fuerza. Esa no podía ser la casa de Welita. Respiró profundamente, intentando calmarse. Que no cunda el pánico.
Obviamente estaba mirando en la dirección equivocada. Solo tenía que esmerarse un poco más.
Cuando abrió los ojos lentamente, vio la misma casa pequeña en el mismo lugar. Gimió.
Es la casa de Welita.
Cristales rotos cubrían el porche de la entrada y la puerta mosquitera daba golpes a causa del viento. Lo peor de todo era que todas las ventanas estaban rotas.
¿Qué había ocurrido? Welita y Chuy jamás dejarían la casa así, a no ser que la casa estuviera vacía.
—¡No! —Chilló mientras se echaba contra la barandilla, inclinándose todo lo que pudo. La casa era el orgullo y la alegría de Welita. Ella nunca la dejaría. Su padre creció en esa casa. Algo tenía que haber ocurrido... algo tan terrible que Welita no tuviera más remedio que irse de allí.
El miedo se ancló en su garganta al pensar en la única cosa que podría apartar a su obstinada abuela de su casa.
¡No! ¡Ni pensarlo! Welita no estaba muerta. De ninguna manera eso podría suceder. La salud de Welita estaba perfectamente la última vez que la vio hacía unas semanas. Tenía que ser otra cosa. Tenía que ser así.
Frenética, corrió por el puente intentando conseguir una mejor vista del vecindario, desesperada por encontrar una pista, algo que explicase lo que les había pasado a Welita y a Chuy.
—¿Qué pasa? —Lash fue detrás de ella.
—Welita se ha ido —sollozó.
Miró las casas cercanas a la de Welita. Todas tenían el mismo aspecto deteriorado. Era como si todo el vecindario hubiera sido abandonado. —¡Se han ido todos!
—¿Qué? ¿Estás segura? —Él se asomó por la barandilla y miró fijamente al agua.
—Yo-yo no lo entiendo. Solamente han pasado unas semanas desde la última vez que la vi. Todo parecía normal. Había coches aparcados en la calle. Los niños del barrio estaban jugando al baloncesto. Todo parecía estar exactamente igual que siempre cuando me fui.
—Han pasado unas semanas —murmuró él.
—Sí, todo un vecindario no puede simplemente desaparecer en un par de semanas, ¿verdad? Me refiero a que mira la hierba. ¡Llega casi a las rodillas!
Él se pellizcó el puente de la nariz y apretó los dientes. —Unas semanas —repitió.
—¿Por qué no dejas de decir eso?
Él gimió y después golpeó la mano contra la barandilla. —¡Mierda!
—¿Qué? ¿Qué pasa?
Él caminó a lo largo del puente, pasándose las manos por el pelo y maldiciendo entre dientes.
—No pensaba que algo así pasaría —farfulló mientras se metía la cabeza entre las manos—. ¡Estúpido, estúpido, estúpido!
—Lash, por favor cuéntamelo. Tú sabes algo. —Su voz era cada vez más fuerte con cada palabra que decía. Lo agarró por los hombros al ver que no contestaba, zarandeándolo—. ¡Cuéntamelo!
Unos ojos atormentados se encontraron con los suyos. —Han sido unas semanas... para ti.
Ella parpadeó, confundida. —¿Para mí? ¿Qué quieres decir con para mí?
—Bueno, para los dos, en realidad. —Giró la cabeza, incapaz de mirarla—. No puedo creer que no te lo haya dicho.
Ella puso una mano bajo su barbilla y la dirigió hacia ella. —Dime, ¿qué es?
Él inhaló bruscamente y aguantó la respiración antes de dejarlo salir de un golpe. —El tiempo aquí es distinto al de la Tierra.
—¿Qué significa eso? ¿El tiempo es distinto? ¿Cómo de distinto?
Se le puso el corazón en la boca. ¡Oh, Dios! Tal vez están todos muertos.
Ella empezó a ver el rostro de Lash desenfocado hasta que sintió que se caía.
—¡Naomi! —gritó él cogiéndola.
—¿Cuánto tiempo? —Su voz era suave, temerosa.
—Estás en shock. Volvamos a casa. Siento muchísimo haber olvidado contártelo. Te lo explicaré todo y después podemos averiguar...
—No. —Ella respiró hondo y se forzó así misma a ponerse en pie. Ahora no era el momento de ser débil. Era el momento de ser el arcángel que se esperaba que fuera. Cogiendo aire reconfortante de nuevo, dijo: —Dime, ¿cuánto tiempo ha pasado?
—En realidad nunca suelo prestar mucha atención al tiempo. Nosotros no medimos el tiempo aquí como en la Tierra. Diría que tal vez —tragó saliva y la miró con preocupación— un año.
—¡Un año! ¿Llevo ausente un año?
—Quizás menos —dijo él frenéticamente.
Ella dejó escapar un suspiro. Debería estar agradecida de que solo fuera un año. Se dio la vuelta y se quedó mirando la casa de Welita. Había planeado escaparse sin que nadie se diera cuenta y visitarla cuando le dieran su primera asignación. Quería darle a Welita algún tipo de señal de que aún seguía con ella. Aunque esta no pudiera verla, sabía que su abuela sabría que era ella. Había planeado incluso ir ver a Chuy, ya que este había empezado a creer que los ángeles existían. Pero ahora se habían ido.
Una idea repentina la golpeó. —Los arcángeles tienen poderes. Pueden hacer casi cualquier cosa, ¿verdad?
—Yo no diría cualquier cosa, pero, sí, tienen dones poderosos.
—Puedo encontrarlos.
—No podrás bajar a la Tierra a no ser que te den una asignación o uno de los arcángeles te dé permiso.
—Pero, yo soy un arcángel.
—Técnicamente, sí, eres un arcángel, pero estás en formación. Todavía necesitas la aprobación de Michael o de Gabrielle, y ellos nunca te la darán a menos que sea para servir a algún propósito superior.
Le cambió el semblante. ¿De qué le servía ser un arcángel con poderes si no podía utilizarlos? ¿Qué iba a hacer ahora? Las lágrimas se deslizaron por su rostro. —Pensaba que el Cielo sería un lugar de felicidad.
Él la tomó entre sus brazos. —Naomi, por favor, no llores.
No podía evitarlo. Quería ser valiente; ser el poderoso arcángel que todos esperaban que fuera. Pero no podía. Era duro, muy duro dejar atrás una parte de ella, la parte que la hacía ser quien era. Su familia: Welita, Chuy, sus padres. Teniéndolos a ellos sentía que podía hacer cualquier cosa. Cuando sus padres murieron, sintió como si hubiera perdido parte de ese sentimiento. Y ahora que Welita y Chuy se habían ido, sentía un gran vacío en el pecho.
Lash colocó un dedo bajo su barbilla y le levantó la cabeza hasta que sus ojos se encontraron. —Te llevaré a buscar a Welita.
—¿Cómo? —resolló ella—. No sabes dónde están.
—Tengo un plan. Vuelve a casa y cuando regrese, tendré el permiso que necesitamos para bajar a la Tierra.
Ella abrió los ojos de par en par. —No quiero que hagas nada por lo que te puedan echar. No puedo perderte a ti también. —Ella quería encontrar a su familia desesperadamente, pero no a su costa.
—Es completamente legal. Te lo prometo. No puedo contártelo ahora. Solo sé que lo conseguiré para ti. ¿Confías en mí?
Ella miró su glorioso rostro, y él la miró fijamente con ternura. Suspiró, esperanzada. Con Lash a su lado, ambos podrían hacer cualquier cosa.
—Sí.

Lash caminaba arduamente por un sendero desgastado junto al arroyo; un sendero que había tomado cientos de veces a lo largo de los años. «No puedo creer que de verdad esté haciendo esto».
Le había prometido a Naomi que conseguiría que pudiera bajar a la Tierra para encontrar a Welita y a Chuy. Pensando que ellos seguramente empatizarían con la situación de Naomi, su primer pensamiento fue pedirles permiso a Rachel o a Uri. Desechó esa idea cuando recordó que ambos habían pasado siglos separados el uno del otro. No sería justo pedírselo a ellos, no fuera a ser que se metieran en problemas. Los arcángeles no estaban a salvo de ser castigados. Raphael podía dar fe de ello.
Solo le quedaba una persona que pudiera ayudarle y le irritaba infinitamente tener que pedirle ayuda.
Anduvo con pesadumbre por el sendero con flores alineadas a los lados hasta llegar a la puerta de Jeremy. Jeremy vivía en una pequeña casa de campo de una habitación junto al arroyo, a unos tres kilómetros del puente, la puerta de entrada a la Tierra. Al igual que su ropa, Jeremy mantenía su vivienda impoluta, algo que era difícil, especialmente después de una noche de póquer. Pese a que Lash ofrecía su casa, Jeremy siempre lo rechazaba, argumentando que nadie podría atravesar la puerta principal debido a la montaña de desorden.
Jeremy realizaba su trabajo de la misma forma que llevaba su vida. Todo tenía su lugar y su propósito. Aunque últimamente no parecía ser el mismo de siempre.
Lash intentó apartar a un lado la forma en la que Jeremy había actuado con Naomi la noche anterior. En el fondo sabía que estaba verdaderamente feliz por él y por su unión con Naomi. Entonces, ¿por qué sentía como si no pudiera confiar en Jeremy cuando se trataba de ella?
Eso no le ayudaba nada, especialmente cuando tenía que pedirle un favor. Antes no le habría importado, pero ahora las cosas eran diferentes.
Sabía que Jeremy tenía ganas de demostrarle que era un buen amigo y un buen hermano para él, así que estaba seguro de que se le diría que sí. Y ese era el problema. Él quería ser quien le diera a Naomi lo que necesitaba para ser feliz. No Jeremy.
Estaba a punto de llamar a la puerta de la casa de campo cuando escuchó un silbido a lo lejos, seguido de un fuerte salpicón en el agua. Eso solamente significaba una cosa: Jeremy estaba nadando.
Cuando se acercó al arroyo, se detuvo y se apoyó contra un árbol a observar a Jeremy nadar. Recordó lo que Raphael le había contado sobre él, que siempre había sido favorecido por los demás. Ahora lo veía con otros ojos.
El cuerpo de Jeremy estaba bronceado por los rayos del sol, mientras que Lash estaba pálido en comparación con él. Los gruesos brazos de Jeremy se movían con facilidad por el agua y Lash apretó los dientes al darse cuenta del tamaño de estos. Si Lash era alto y ágil, Jeremy era enorme y musculado. En todos los años que llevaba conociéndolo, nunca se había fijado ni le había importado. Entonces, ¿por qué ahora sí?
—¡Lash! —gritó Jeremy al verlo—. ¿Qué te trae por aquí?
A Lash se le retorció el estómago de la envidia al ver a Jeremy salir del arroyo y dirigirse hacia él con una sonrisa, mostrando sus perfectos dientes blancos. Era más alto, más fuerte, y adorado por todos los ángeles. Lash nunca podría competir con él y, durante un breve instante, se preguntó qué habría visto Naomi en él. ¿Habría Naomi enterrado sus sentimientos junto con sus recuerdos? ¿Y qué pasaría si volvían?
«¡Basta ya! Naomi no es así. Ella me ama». Él sentía su amor cada vez que ella le miraba. Eso nunca cambiaría.
¿Y Jeremy? Tenía que creer que Jeremy nunca haría nada que pudiera herirlo a él o a Naomi.
Centró sus pensamientos en Naomi. Sus necesidades eran lo primero. Tragándose su orgullo, forzó una sonrisa y le dijo: —Necesito un favor.
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