Kitabı oku: «Ladrones de Sueños», sayfa 2

Yazı tipi:

Londres, 15 de abril de 2008.

— ¿Wyn, cariño, tienes tus maletas?

— Sí papá, pero ¿por qué tenemos que irnos de esta casa?

— Esta casa ya no es para nosotros mi niña.

— Pero mamá hubiera querido que nos quedáramos.

— Sí, pero ¿sabes qué? Nos vamos a vivir a una casa enorme que parece un castillo, y a mamá le encantaban los castillos ¿verdad?

— ¡Es verdad! — dijo la pequeña con una sonrisa en la cara.

4. LO PROHIBIDO

¿Sabía yo lo qué es amor? — Ojos jurad que no. Porque nunca había visto una belleza así. — William Shakespeare — Romeo y Julieta

— ¿Walter relájate quieres?

— Bosco…

— ¿Qué ha pasado exactamente?

— La he besado, la he besado. — No paraba de repetir esas palabras — Y luego... la empujé y cerré la puerta en sus narices. Esto no me lo perdonará nunca.

— ¿Estás seguro? — Walter fulminó con la mirada a Bosco y empezó a dar vueltas por la habitación, pero de repente paró en seco.

— ¿Sabes? En unos días es su cumpleaños.

— No pensarás... — Empezó Bosco con tono de advertencia.

— Tengo que intentarlo. — Y antes de que Bosco pudiera replicar, Walter se escabulló por la puerta y salió corriendo hacia el pueblo.

***

Había llegado el día, era el cumpleaños de Wyn y Walter se encontraba inmóvil en la puerta de su casa, reuniendo valor para llamar al timbre. Inspiró fuertemente y pulsó el timbre, haciendo sonar una melodía alegre a pesar de su estridencia, que le puso los pelos de punta. Vio asomar por la puerta un zapato rosa y contuvo la respiración.

— Oh, ¿qué quieres? — dijo ella indiferente.

— ¿Feliz cumpleaños? — le dijo, intentando formar una sonrisa no muy convincente — Vete a la mierda. –Cuando iba a cerrar la puerta, Walter puso un pie en medio, impidiendo que la cerrase.

— Wyn espera... lo siento. Siento haberte besado, siento haberte echado de la caseta, lo siento, no era mi intención...

Wyn le miraba con tanta ira en los ojos, que no sabía si le iba a matar allí mismo. Sin embargo, un rasgo común entre las personas es que cometían muchísimas estupideces, y él lo estaba reconociendo y pidiendo perdón por ello, rasgo ya no tan común.

— Disculpas aceptadas. — le dijo finalmente sin mucho entusiasmo — ¿Eso es un regalo? — El chico, confuso pero aliviado a la vez, le tendió la cajita que llevaba en las manos.

— Feliz cumpleaños Wyn.

Aceptó el regalo intrigada. La cajita contenía una fina cadena de plata y un colgante de plata en forma de media luna; le pareció el colgante más bonito del mundo. Miró a Walter, que tenía sus preciosos ojos verdes llenos de arrepentimiento, y pensó que a su manera, también era una de las cosas más bonitas que había visto nunca.

— ¿Quieres pasar? — le dijo finalmente, confirmando que le había perdonado por completo.

— No estaría mal — dijo él con un toque de alivio en la voz — ¿Te ha gustado el regalo? Mi hermana me ayudó a escogerlo.

— Es perfecto.

***

— Y bien — Comenzó Walter, apoyando en la mesita la taza de té que Wyn le había ofrecido. Lo había preparado minutos antes de que él llamara al timbre, así que todavía seguía caliente, y finas volutas de vapor ascendían de la taza hasta desaparecer — ¿Qué hay que saber sobre Wyn Emerson?

— No mucho más de lo que ya sabes. Vivo con mi padre, aunque me paso la mayor parte del tiempo sola, ya que él viaja mucho por su trabajo. También estudio en casa por lo que no conozco a mucha gente, aunque llevamos viviendo aquí bastante tiempo.

— No te pierdes mucho. La mayoría de la gente del instituto no es que tenga muchas luces.

— Tú entre ellos — bromeó Wyn después de darle un sorbo al té.

— Disculpa, pero yo soy el responsable de que la media académica sea tan alta. Yo y mis amigos — Como Wyn se quedó en silencio, prosiguió — Los amigos son la gente con la que te juntas y con la que te diviertes cuando sales de casa.

— Así que crees que no tengo amigos. — dijo Wyn con indiferencia.

— Bueno, creo que los imaginarios no cuentan — le respondió Walter riéndose — Vamos a ir mañana al cine, por si quieres venir — Después de sopesarlo unos segundos, Wyn decidió aceptar y olvidar la discusión con su padre — Podemos ir en mi moto si quieres — dijo mientras se levantaba para irse — Pasaré a por ti a las ocho. ¿Wyn?

— ¿Si, Walter?

— Me alegro de que me hayas perdonado.

***

— ¡Señorita Emerson, no! Es del todo inaceptable.

— Profesor, ¡lo hago lo mejor que puedo!

— Estoy seguro de que no. ¡Un ser con sus habilidades no puede hacer un trabajo tan chapucero y horrible!

— Ya nadie dice chapucero, profesor. Se está quedando anticuado — dijo murmurando.

Wyn y su profesor se encontraban en la sala de ensayos, su sala preferida de la casa. El viejo parqué había sido tapado con unas colchonetas verde oscuro para amortiguar los

golpes. En las paredes no había ventanas, y dos de ellas estaban cubiertas de paneles de hierro con cientos de armas relucientes colgando: espadas de doble filo, dagas, cimitarras, arcos... las otras dos, contenían extraños objetos mágicos: varitas, anillos teletransportadores, lectores de mentes, etc. Su tarea consistía en levantar una flecha con la mente y clavarla en el centro del pecho de un muñeco que había al final de la clase. Era fácil, pero realmente agotador, y siempre se le desviaba la flecha en el último instante, clavándose fuertemente en la pared de detrás tirando algunas armas.

— Muy bien Emerson, daremos por acabada la clase de hoy, no vaya a ser que la flecha que está lanzando termine por darme a mí.

A pesar del desdén en la voz del profesor, Wyn se sintió aliviada por haber terminado. No le entusiasmaban demasiado las clases de magia, ya que no le veía sentido a tener que aprender a lanzar una flecha, o luchar con espada. Hacía siglos que ese tipo de lucha había remitido, y si alguien iba a atacarla no veía por qué iban a hacerlo con espadas y arcos de madera en vez de con armas de última generación. Sin embargo, esos pensamientos también era fruto de la frustración que sentía cada vez que fallaba un lanzamiento o acababa golpeándose contra el suelo. De todos modos, su padre insistía en que era imprescindible que aprendiese a dominar sus poderes, cosa en la que, sorprendentemente, estaban de acuerdo.

Todavía no habían encontrado a nadie que pudiese decirles en qué consistían los poderes de Wyn. A lo largo de cientos de visitas de brujos, videntes y extraños doctores, la única conclusión que extrajeron fue que debía de aprender a dominar sus poderes cuanto antes, debido a la magnitud de los mismos. Por ello, lo mejor para todos era que Wyn no interaccionase con mucha gente, ya que a medida que la joven crecía, sus poderes crecían con ella.

5. FALSAS ESPERANZAS

La princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. — Pablo Darío, Sonatina

Se puso delante del espejo y se miró de arriba abajo; no sabía cómo debía ir una vestida a un encuentro con su nuevo vecino y sus amigos, pero tampoco creía andar desencaminada con su minifalda vaquera negra y su camiseta gris de un grupo poco conocido que su padre le trajo de uno de sus viajes a España. El sonido estridente del timbre la sobresaltó y una ligera sensación de nervios la invadió al saber que era Walter quien le esperaba al otro lado de la puerta.

— ¿Wyn estás lista? — Wyn no sabía si Walter llegaba antes de lo previsto o si a ella se le había echado el tiempo encima.

— ¡Sí, un minuto! ¡Está abierto! — gritó escaleras abajo mientras cogía una chaqueta rápidamente y se apresuraba a bajar. Walter ya había entrado y la esperaba pacientemente en el rellano.

El chico reconoció el nerviosismo en su voz, lo que le hizo gracia y le provocó una oleada de afecto por ella mientras la observaba bajando las escaleras.

— ¿Nos vamos? — carraspeó un poco al empezar a hablar, intentando disimular su asombro sin éxito.

— Por supuesto — contestó Wyn saliendo por la puerta con decisión. Al llegar al porche se paró en seco perpleja — No me acordaba de que íbamos a ir en moto.

— Si no te parece mal, sí.

— No, es genial. Solo que debería haberme puesto pantalones.

— Entonces suba señorita, su limusina acaba de llegar — le dijo él imitando a un torpe galán.

Wyn disfrutaba cada segundo del trayecto. Notaba como el viento pasaba junto a su cara, acariciándola. Se sentía libre, pero a la vez sus brazos alrededor de Walter le daban seguridad.

Finalmente llegaron a su destino. En la entrada del cine había un grupo formado por dos chicos y una chica. El primero al que vio era Bosco, con su habitual pelo despeinado y ropa cómoda con un toque de elegancia. A su derecha había un chico que debía tener la misma edad que Walter. Era pelirrojo y de aspecto tímido, pero sus ojos azules emanaban seguridad y confianza.

Al lado del joven se encontraba una chica también de pelo rojo y con sus mismos ojos, pero al contrario que a él, se la veía seria y no parecía tener muchas ganas de estar allí. Walter la ayudó a bajar de la moto y se dirigieron hacia ellos.

— Wyn, ya conoces a Bosco, y estos son Caiden y Clariany, son gemelos.

— Gracias Walter, era necesario aclararlo — le dijo Clariany con desdén en la voz.

— Sé amable — le regañó Caiden. Un instante después se dirigió hacia Wyn con una sonrisa encantadora — Encantado Wyn, tendrás que disculpar a mi hermana, tiene un mal día. — Clariany fingió que se molestaba y miró hacia otro lado.

— ¿Entramos? — dijo ella impaciente.

A Wyn todo aquello le parecía mágico. La película, el ambiente, Walter observándola y ella fingiendo no verlo que lo hacía. Todo. Un escalofrío le recorrió de arriba a abajo al notar que la mano de Walter rozaba la suya. Sus miradas se encontraron, y sus ojos, más fascinantes aún a causa del desfile de luces proveniente de la gran pantalla, lanzaban destellos mientras se iba acercando a su rostro… y de repente, oscuridad.

***

“Wyn, Wyn despierta, despierta mi reina, reina de los cielos y el infierno… despierta princesa…” Una voz familiar flotaba en la mente de Wyn, y la visión de unos ojos se le desvanecía a causa de la luz del día. En ocasiones le parecía escuchar otras voces, como la de su padre y la de Walter.

— Alejaos de ella Walter, es la última vez que os lo digo. La próxima no seré tan amable.

— No pretendemos hacerle ningún daño señor, pero no puede protegerse sola. –Por eso la protejo yo.

— Escuche, puede que mi clan tenga otra idea sobre ella, pero yo he tenido la oportunidad de conocerla un poco y creo comprenderla. Deje que le ayude. –Está bien chico, te mantendrás cerca solo porque pareces hacerla feliz. Pero voy a estar atento y como algo le pase otra vez, no quedará en pie ni uno de tu maldito clan, ¿estamos?

— Sí, señor.

Wyn se acabó de despertar cuando oyó unos pasos que subían hacia su habitación.

— ¿Papá, qué ha pasado, dónde estoy?

— Tranquila, cariño, estás en casa. No pasa nada, pero ya hablaremos sobre eso de irte de casa sin avisarme y no decirme donde vas a ir... — Walter carraspeó al fondo de la habitación. Su padre puso los ojos en blanco e hizo un esfuerzo por no sonar muy borde — Wyn, tienes visita, pero luego hablaremos sobre esto.

— ¿Walter, qué haces aquí? — se levantó de la cama apresuradamente, lo que le llevó a marearse y caer en los brazos de Walter, como ya había pasado en repetidas ocasiones.

— ¿Estás bien Wyn? — se le veía preocupado y con cara de no haber dormido mucho.

— La verdad es que no me acuerdo de mucho.

— Hacia el final de la película te desmayaste de repente, y entre Caiden y yo te trajimos a casa. Tu padre llamó a tu médico, y dormías hasta hace unos cinco minutos. — Wyn asentía y procesaba toda la información cuando se sonrojó de repente.

— Un momento, ¿Quién me ha puesto el pijama? — Walter se echó a reír tan fuerte que Wyn se quedó cortada y avergonzada hasta que este consiguió redimir la risa.

— Increíble... te desmayas en una sala llena de gente y lo único que te preocupa es quién te ha... — Wyn le fulminó con la mirada mientras él intentaba sin mucho éxito recobrar la seriedad– Clariany.

— Uf, mucho más tranquila. Dale las gracias de mi parte, y a Caiden también.

— La verdad es que los chicos estaban bastante preocupados, así que si te encuentras mejor puedes pasarte a verlos esta tarde. Ahora tengo que irme — le dijo guiñándole un ojo y cerrando la puerta tras de sí.

Londres, 20 de agosto de 2006

En el umbral de la puerta se encontraba un niño de unos nueve años mirando atentamente como una niña jugaba con sus muñecas.

— Hola, Wyn.

— Hola ¿tú quién eres? — preguntó ella con curiosidad.

— Soy Morfeo, y mi misión es cuidar de ti.

— ¿Cómo vas a cuidar de mí? Eres pequeño.

— Pero puedo enseñarte muchas cosas sobre tus poderes.

— ¿Sabes lo de mis poderes? — dijo sorprendida.

— Claro que sí, y te prometo que los dominarás por completo. Los que me envían dicen que eres muy importante y que eres una princesa.

— Eso lo dirán porque vivo en una casa que parece un castillo.

— Da lo mismo. Yo te enseñaré y te protegeré siempre, princesa. Lo prometo.

6. SUCESOS INESPERADOS

Soñaba el ciego que veía, y soñaba lo que quería.

— ¿Hola? — Wyn entró con timidez a casa de Walter. Quería disculparse con sus amigos por el numerito del cine, así que entró directamente, ya que la puerta estaba abierta. En el salón se encontró a Clariany con su portátil, y a Bosco barajando unas cartas con expresión de aburrimiento.

— ¡Wyn! Qué alegría verte, ¿juegas a las cartas? — Al verla un atisbo de desesperación le cruzó la mirada, lo que hizo más visible aún su evidente estado de aburrimiento.

— En realidad solo venía a disculparme por lo que pasó el otro día en el cine.

— Tranquila, la película era bastante aburrida, me hiciste la noche más interesante — dijo Clariany sin quitar ni por un segundo la vista de su portátil — No tienes de qué preocuparte. — Acto seguido, se incorporó y se fue escaleras arriba, dejando a Wyn solo en compañía de Bosco. Wyn se quedó en silencio, cortada por la respuesta de Clariany, cuando Bosco volvió a insistir:

— Entonces... ¿juegas? — le dijo con una mirada insistente.

— Porque no — suspiró.

***

— ¡Ey! ¡Has hecho trampas! — Eran los dos tan competitivos que se habían pasado toda la tarde jugando.

— De eso nada. Soy un maestro del póquer, admítelo pequeña.

— Estoy segura de haberte visto una carta en la manga — replicó Wyn decidida a descubrirle — ¡Aquí está!

Hacía ya varias partidas que Wyn sospechaba de Bosco, ya que le ganaba en experiencia y todavía no había conseguido ganar una partida. Al intentar coger la carta que su adversario escondía en la manga perdió el equilibrio, agarrándose del brazo de Bosco para no caerse, pero acabaron cayendo los dos. Wyn se golpeó la cabeza contra el suelo provocándole una punzada de dolor en la nuca, pero eso lo olvidó en cuanto vio a Bosco encima de ella. Sus caras estaban a centímetros de distancia. Los dos intentaron levantarse al mismo tiempo, lo que hizo que se tropezaran de nuevo, pero esta vez los centímetros que salvaban la distancia se esfumaron; sus labios se juntaron, haciendo saltar pequeñas chispas de las manos de Wyn.

Cuando abrió los ojos vio a Walter en la entrada del saloncito, con una mirada atónita. Bosco se levantó y empezó a tartamudear cosas sin sentido, mientras veía a Walter subir la escalera hacia su habitación. Wyn, aún en shock, se levantó y salió de la casa lo más rápido que pudo.

***

— ¡La has besado! — No paraba de repetirle Walter a Bosco, mientras él le intentaba calmar.

— Walter ¡me caí encima de ella! Por muy poco creíble que suene, fue un accidente.

— Pero ha sido tan extraño... no el veros juntos,si no mi reacción, lo que he... sentido.

— ¿Y qué has sentido? — dijo Bosco cautelosamente.

— No lo sé. Celos, quizás. — Una amplia sonrisa apareció en el rostro de su amigo, que estaba a punto de echarse a reír.

— Vaya con el señorito, resulta que se ha enamorado de…

— ¡Yo no me he enamorado! — Walter le cortó en seco y salió apresuradamente del cuarto de Bosco, ligeramente sonrojado por lo que le acababa de decir, y marcando en su móvil el número de Wyn.

— Wyn, solo quería pedirte disculpas por mi reacción de antes. Bosco me lo ha explicado todo, espero que no estés molesta conmigo. — Después de varias llamadas sin respuesta, Walter decidió dejarle un mensaje en el buzón de voz.

***

Wyn no daba crédito a lo que acababa de pasar. Ella besando a Bosco, Walter y su mirada clavada en ella.

Llegó a casa con tiempo antes del entreno, pero le vino bien empezar con antelación para quitarse toda la tensión que se le había acumulado esa tarde. El entrenamiento le salió bordado. Tenía la adrenalina por las nubes, así que fijó con más precisión sus objetivos y consiguió una certeza absoluta al lanzar los cuchillos.

Después de darse una ducha, recibió una llamada perdida de Walter y un mensaje de voz: quería que se pasara por su casa, y así lo hizo.

— ¡Walter ya estoy aquí! — Pasó al salón, recordando lo que había pasado horas atrás, y se sentó en una vieja butaca aguardando a ver a Walter bajar las escaleras.

— ¿Wyn qué tal? ¿Todo bien? Me alegro.

— ¿Te pasa algo Walter? Te noto nervioso.

A Wyn le hizo cierta gracia ver a su vecino tan agitado y despojado de su usual fachada chulesca. Notó que se había arreglado más de lo normal; olía diferente, se le veía cambiado y con brillo en los ojos.

— La verdad — dijo llevándose una mano a la cabeza y pasándose el pelo entre los dedos — , es que quería comentarte algo Wyn. Durante este corto periodo de tiempo me he dado cuenta de que eres una persona muy especial, y quería decirte que me... bueno que...

Un estallido le impidió escuchar las últimas palabras de Walter. Se apresuraron a salir a la calle y a Wyn se le encogió el estómago. El coche de su padre yacía con el morro hundido contra una farola enfrente de la casa. Un denso humo blanco se escapaba entre los huecos del capó, que la farola había comprimido y levantado casi sin provocar daños en la misma, como si de papel se tratase. Un brazo asomaba por la puerta semiabierta del conductor. Wyn se abalanzó sobre el coche, pero Walter la asió del antebrazo y la abrazó contra él fuertemente.

Lo que pasó a continuación estaba bastante borroso para Wyn. Un equipo de paramédicos sacó al herido con éxito y lo trasladaron al hospital urgentemente dado su grave estado. Walter y su hermana la metieron en el coche y la llevaron al hospital detrás de la ambulancia. No recordaba haber mantenido ninguna conversación durante el trayecto; tampoco haber gritado o llorado, solo recordaba un confuso y largo silencio.

Al llegar al hospital y ver a su padre tendido en la camilla, donde parecía frágil e indefenso, se quedó helada. El médico les explicó que todo indicaba a que se había quedado dormido mientras conducía, debido al largo trayecto que había realizado; estaba en un coma temporal, pero estaba estable.

Wyn le pidió a Walter que la llevase a casa a por algunas de sus pertenencias. Quería pasar la noche a la vera de su padre, pero sabía que él nunca se hubiese quedado dormido en la carretera, al igual que sabía que sus viajes no siempre eran de trabajo. Desde que su esposa murió, la mayor preocupación de Noah Emerson era averiguar más sobre los poderes de su pequeña. Por ello, realizaba innumerables viajes e investigaciones, para conocer a los seres más extravagantes y peligrosos, que tal vez le proporcionarían respuestas. Al llegar, Walter la aguardó en el coche mientras ella recogía algunas de sus pertenencias. Después de coger algunas prendas para su padre y para ella, consultó un libro llamado Sanación de heridos a través de la magia interna, y lo ocultó bajo la ropa.

— Ya podemos irnos Walter –dijo mientras cerraba la puerta de su casa y se subía al coche.

— Ah, ¿qué es lo que me querías decir antes?

— Nada — le respondió Walter sonriendo, recordando su fallida declaración de amor — Puede esperar, tranquila — se dirigieron de vuelta al hospital, en silencio.

***

Esa noche, cuando Wyn se quedó a solas con su padre, abrió el libro y consultó los remedios. Tardó lo que le pareció una eternidad, pero al final encontró el adecuado. Hacía falta mucha energía para realizar ese hechizo, pero tenía que intentarlo; sabía que la medicina tradicional no le salvaría, y que sin su ayuda no saldría del coma. Le cogió la mano a su padre y concentró toda su energía en un punto de su mente; cuando pudo ver una zona luminosa, la hizo salir hacia el brazo, pasando así por el de su padre. Pudo ver cómo se le iluminaban las venas por un momento; al instante siguiente se desmayó y su cabeza dio contra el suelo.

— Buenos días, pequeña. — Walter la observaba desde el sillón azul grisáceo que había junto a la cama — Parece que le estás cogiendo el gusto a eso de desmayarte ¿Te encuentras bien? — le preguntó mientras se acercaba y le apartaba unos mechones de pelo de la frente, lo que hizo que Wyn se estremeciera por dentro. A pesar del tono irónico en su voz, Walter parecía realmente preocupado por ella — Tu padre enseguida viene.

— ¿Mi padre ya se ha recuperado? — dijo incorporándose tan rápido que trastabilló, y Walter preocupado la sujetó del brazo y la ayudó a sentarse otra vez en la camilla.

— Walter estoy bien, déjame.

— Pero el médico ha dicho... — Wyn dejó de prestar atención a las advertencias de Walter, y le ignoró mientras rebuscaba en su bolsa la ropa que había traído, comprobando que su padre había vuelto a esconder el grimorio.

— Aquí está mi hijita. Vaya susto nos has dado. — Noah apareció por la puerta ya vestido con la ropa que Wyn le había traído, y mientras la abrazaba le susurró al oído — No sé cómo lo habrás hecho. Gracias por todo, pero no quiero que arriesgues tu vida por mí.

— Yo tampoco quiero que lo hagas por mí — le respondió ella.

— El médico me ha dicho que solo has tenido una bajada de tensión. Por otra parte, está impresionado con mi rápida sanación, y no se explica por qué ya no me queda ni un rasguño, cuando ayer parecía una acelga. — A Noah se le escapó una leve risa — En cuanto te den el alta, vete a casa. Tengo que rellenar unos impresos, pero nos reuniremos allí en cuanto acabe — le dio a su hija un beso en la frente y se dirigió hacia recepción.

***

Llegaron al porche de su casa al atardecer; Walter apagó el motor y dudó un momento, pero al cabo de un instante empezó a hablar.

— Oye Wyn, sé que han pasado muchas cosas en los últimos días, pero necesito que sepas una cosa. Ya sabes que te dije que eras una persona muy especial, y además he tenido la oportunidad de conocerte…

— Walter ¿qué es lo quieres decirme? — Wyn comenzaba a impacientarse. Seguía cansada después del esfuerzo del hechizo, y solo tenía ganas de llegar a casa y descansar un poco; pero al cabo de unos segundos de silencio, Walter dijo algo que le dejó sin aliento.

— Me gustas Wyn. Estás en mi cabeza a todas horas. Solo puedo pensar en cuando nos volveremos a ver, y cuando te vi el otro día con Bosco yo...

Wyn nunca estará segura de si fue por la tensión acumulada de los días anteriores, o el tiempo que había esperado ese momento; no sabía lo que le impulsó a hacerlo, pero se inclinó y lo besó. Fue el mejor beso de la historia, de su historia.

Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.

₺215,84

Türler ve etiketler

Yaş sınırı:
0+
Hacim:
151 s. 3 illüstrasyon
ISBN:
9788418910555
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi:
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre