Kitabı oku: «¿Te va a sustituir un algoritmo?»
Título:
¿Te va a sustituir un algoritmo? El futuro del trabajo en España
© Lucía Velasco, 2021
De esta edición:
© Turner Publicaciones SL, 2021
Diego de León, 30
28006 Madrid
Primera edición: noviembre de 2021
Ilustración de cubierta:
Carácter cúbico (detalle) © iStock
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).
ISBN: 978-84-18895-05-0
eISBN: 978-84-18895-81-4
DL: M-27681-2021
Impreso en España
La editorial agradece todos los comentarios y observaciones:
turner@turnerlibros.com
ÍNDICE
prefacio. La promesa del futuro
i ¿De qué hablamos cuando hablamos de digitalización?
ii El mercado laboral global está cambiando
iii La pandemia
iv El nuevo mercado laboral
v Los derechos laborales del futuro
vi ¿Qué debería estudiar?
vii El futuro del trabajo para las mujeres
viii Caja de herramientas para gobernantes
Y llegamos al final
prefacio
La promesa del futuro
Te levantas y consultas tus redes sociales. Miras el tiempo en el móvil para decidir la ropa que te pones. En enero de 2021 había 42,54 millones de internautas en España.1 Hay más móviles que personas. Las noticias las lees en la tableta. Si eres de radio, igual la escuchas a la carta mientras desayunas o te pones un podcast de tu programa favorito. Antes de la pandemia probablemente buscaras en alguna aplicación de mapas el transporte público o la ruta más corta para llegar a tu trabajo. En el mundo pandémico, si estudias te conectarás a la plataforma de clases, y si trabajas, tu día será una sucesión de videoconferencias. Llegarás incluso a tener agotamiento por zooms. Si por desgracia estás en un ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) o en el paro, pedirás tu subsidio por la web oficial de turno. Te habrás vacunado pidiendo cita online. Igual encargas algo de comer por una aplicación o haces la compra. Tu día incluye gestiones con el banco, pagar alguna multa, reservar para cenar en un restaurante o en la peluquería. Si tu hijo se encuentra mal puede que hagas uso de la telemedicina. A lo largo de las horas que estés despierta consultarás Instagram, Youtube, LinkedIn o Facebook, que en total suman más de sesenta millones de usuarios en España. Puede que te conectes a alguna aplicación de fitness por la tarde y si no te cuelgas en Whatsapp seguramente te dé tiempo a ver algún contenido en cualquiera de las plataformas que hay en el mercado (HBO, Netflix, Filmin…). Cuando Luna estudiaba periodismo todavía no existía Gmail ni Youtube ni Twitter y ahora no se imagina lo que sería un día sin ellos. La tecnología está cada vez más presente en nuestras vidas, es indudable. Y lo que parecía algo trivial está provocando un cambio profundo.
En un minuto de internet ocurren muchas cosas. Se envían, navegan y reciben millones de mensajes, correos electrónicos y fotos. Solo en Instagram hay veinte millones de personas. Se consumen cientos de miles de horas de contenidos. Una parte importante de nuestra vida ya se desarrolla en esa red. De hecho, en España casi un cuarto de la población pasa entre dos y cuatro horas diarias conectada a través de sus teléfonos inteligentes.2 Hay dos millones que lo hacen más de ocho horas. Pensemos que hace tres décadas apenas usábamos ordenadores. Ahora todo está digitalizado, todo está conectado a la red, todo se ha hecho móvil. Y claro, esto ha creado extraordinarias oportunidades para innovar, para llegar a los consumidores de todo el mundo. Ya no hay forma de vivir de espaldas a la realidad digital.
Estamos en un momento crítico. Tan importante como fue la era atómica. No lo digo yo, lo dice Naciones Unidas.3 Este cambio profundo del que hablamos lleva sucediendo bastantes años, aunque, como siempre, no nos damos cuenta de los cambios mientras pasan. Lo que al principio fueron unas pocas herramientas para mejorar la comunicación global han acabado siendo el elemento central de nuestro desarrollo tecnológico, afectando a nuestra economía y por supuesto, a nuestra sociedad. Estos grandes movimientos que se están produciendo, de manera similar a las placas tectónicas, en algún momento nos harán sentir que el suelo se mueve bajo nuestros pies. Y para en- tonces debemos tener un plan.
Da igual dónde hayas nacido, porque el sistema está pensado para que tengas una oportunidad. Tendrás que estudiar y esforzarte, eso sí. Probablemente más que otros que partan de situaciones familiares con más privilegios, pero podríais llegar al mismo sitio. Los primeros años en el mercado laboral tendrás trabajos peor pagados y te tocará empezar desde abajo, pero irás progresando y podrás llegar, si quieres, hasta lo más alto de lo que sea que hayas elegido. La educación y el trabajo nos igualan para que podamos conseguir aquello que nos propongamos. No hay nada que te impida llegar. Este es el pacto.
Esa historia que se va interiorizando a medida que uno crece ha sido más o menos real en los países con economías desarrolladas hasta la gran crisis de 2008. A partir de ahí la cosa cambió. Por aquel entonces Luna estaba estudiando periodismo. Sabía que solo con la carrera no era suficiente porque nadie miraba un curriculum vitae (CV) que no tuviera un máster. Somos un país con demasiados estudios universitarios y hay que buscar la forma de diferenciarse. Convenció a sus padres para seguir yendo a clase durante otro año y hacerse el máster de turno, previo paso por caja. Su madre es funcionaria del cuerpo administrativo y su padre se dedica al sector inmobiliario. Luna tiene dos hermanos más pequeños. No fue un tiempo fácil para la familia. Cada vez los sueldos dan para menos y mantener a una estudiante de veintipico años suponía hacer sacrificios. Aun así, los hacían porque sabían que pronto despegaría, entraría a trabajar en alguna empresa y a partir de ahí le esperaba una carrera profesional lineal que le permitiría ir construyendo su vida.
Desgraciadamente no fue así. España durante los diez años posteriores a aquella crisis no ha levantado la cabeza y esa generación que nació a lo largo de los ochenta ya no conocería lo que es la estabilidad. Pero no son solo ellos los que ven cómo el suelo del mercado laboral se mueve bajo sus pies. Las cosas están cambiando de manera sigilosa desde hace tiempo y la pan- demia no ha hecho más que acelerarlas.
Antes de que el coronavirus generara un shock en todos los ámbitos de nuestras vidas, la economía mundial sufría fuertes turbulencias que auguraban un cambio relevante en el mercado de trabajo. Las previsiones de crecimiento eran frágiles. Los países con economías más maduras no terminaban de encontrar una fórmula para recuperar un pasado con más y mejor empleo. Había ya tensiones sociales por la creciente desigualdad. Aumentaban las protestas de una ciudadanía cada vez más consciente de las grietas del sistema. Cada día de la semana se manifestaba un colectivo diferente pidiendo que no se desmantelara su parte del Estado del bienestar. Al mismo tiempo, la política se polarizaba y aparecían los partidos populistas que prometían soluciones fáciles a los problemas ordinarios de la sociedad. Los niveles de incertidumbre eran ya, en aquel momento, elevados. España lideraba el consumo de ansiolíticos y antidepresivos.4
las cuatro d, los cambios vienen por varios frentes
Aunque la pandemia llegará a su fin más pronto que tarde, no volveremos a la antigua normalidad. Seguiremos sometidos a una serie de megafuerzas que condicionan el desarrollo de sociedades occidentales como la nuestra. Son los motores de cambio. Las podemos resumir en cuatro D: demografía, descarbonización, desglobalización y digitalización.
La demografía es una ciencia a la que prestamos menos atención de la que deberíamos, especialmente aquí, pero nuestra pensión sí nos preocupa y ambas están muy relacionadas. Europa es el continente más envejecido del mundo, lo que significa que va a haber muchas personas recibiendo una pensión, necesitando atención sanitaria y dependiendo del sistema. Para mantener este nivel de gasto público va a ser necesario recaudar en consecuencia. No hay suficientes jóvenes, ni tienen empleos de calidad para que sus cotizaciones paguen las pensiones de sus abuelos. Esto va a provocar que las economías se abran a la inmigración, que primordialmente será africana por cercanía y porque su población se va a duplicar. Hace falta mano de obra y hacen falta personas que coticen. La clave es comprender que del tipo de mercado laboral que se tenga dependerá lo que se pueda recaudar en impuestos. Es decir, si los salarios no evolucionan al alza y el empleo se sigue precarizando será difícil pagar las pensiones con estos mismos salarios. ¿De dónde saldrán los impuestos entonces?
Seguro que el nombre de Greta Thunberg nos conecta con el activismo climático y con la revolución de los jóvenes que en 2019 se lanzaron a las calles para exigir que nos tomáramos en se- rio el futuro al que les estábamos abocando. No es ninguna broma. El cambio climático es la mayor amenaza para la salud mundial en el siglo xxi. La Unión Europea (UE, en adelante) se ha puesto manos a la obra y con el Green New Deal pretende descarbonizar la economía para que sea neutra en términos climáticos de cara al año 2050. En España somos especialmente vulnerables a la amenaza climática porque, entre otras cosas, impacta en los sectores de los que dependemos: turismo, agricultura y ganadería. Adaptarnos a esta nueva realidad y descarbonizar nuestras economías va a implicar una transformación en los sectores más tradicionales y en los empleos, que cambiarán por otros más verdes. Aquellos que trabajaban en la minería o en la industria petroquímica tendrán que ir formándose en biocombustibles o en energías renovables. Los mecánicos deberán aprender electrónica para poder arreglar coches eléctricos, y así tantos otros.
Por un lado, la globalización hace tiempo que se está ralentizando. Aunque hay poca evidencia per se, indicadores como el nivel de inversión, los flujos comerciales o el tamaño de las cadenas de valor nos avisan de una progresiva desglobalización. Varios factores han influido en ello. Por un lado, las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China de la era Trump, pero también el Brexit o el debilitamiento de la Organización Internacional del Comercio avanzaban una necesidad de reducir la dependencia exterior porque las normas no estaban claras y el tiempo de la paz arancelaria parecía terminarse. Nadie quiere que otro país tenga poder sobre él. En un mundo en el que aumenta la polarización, donde neodictadores toman el control de países, las alianzas son inciertas y la cooperación internacional está ausente, parece evidente apostar por reducir la interdependencia económica.
Por otro lado, están las cadenas de suministros globales, alejadas de los países donde se comercializan los productos y vulnerables a distintos shocks (comercial, climático o pandémico) que han puesto en jaque a los países con bienes de primera necesidad durante este tiempo. Seguro que recordamos durante la pandemia cómo algunos Estados interceptaban cargamen- tos de respiradores o mascarillas, al más puro estilo de las películas de piratas. Otro ejemplo es la industria de los semiconductores. Se trata de un bien estratégico en las economías más avanzadas porque se usa para casi todo: desde los coches hasta los electrodomésticos. La escasez de semiconductores se está produciendo porque hay más demanda de productos electrónicos, pero también por la guerra comercial entre China y Estados Unidos, y está obligando a las empresas automovilísticas a dejar de fabricar en todo el mundo. Hay una gran parte del planeta que está sintiendo mucha incomodidad con esa globalización que llevó a depender de la voluntad de Oriente y ahora se vuelve en contra. De hecho, China ha impuesto un boicot digital a H&M porque no están dispuestos a abastecerse de algodón procedente de Sinkiang, donde el Partido Comunista encierra a la minoría de los uigures obligándolos a realizar trabajos forzados en las plantaciones, según numerosas denuncias internacionales.
Los problemas de seguridad nacional y de salud pública han proporcionado nuevas razones para esa desglobalización que recuerda a una especie de proteccionismo moderno, especialmente en lo que respecta a los temas vitales: equipos médicos y alimentos, por ejemplo, haciendo hincapié en la importancia del abastecimiento nacional. Europa ya ha comenzado a hablar de la autonomía estratégica y empieza a escucharse un creciente discurso a favor de lo “de aquí” como medida para mejorar las condiciones salariales nacionales y reducir la desigualdad que tenemos en nuestras propias calles.
Pero si hay algo que está marcando este siglo es la cuarta D: la digitalización. Nunca nuestra dependencia global de la tecnología había afectado a todos los aspectos de la vida. Desde la educación hasta la sanidad. El teletrabajo, la formación online, el comercio electrónico o la telemedicina han aumentado en los países más avanzados que conforman el grupo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Lo mismo ha sucedido con la adopción de herramientas digitales en las empresas. La digitalización no solo contribuye a la productividad y la eficiencia, sino también a un desarrollo socioeconómico más amplio y justo. Debemos saber entender su importancia.
La penetración de la inteligencia artificial es imparable. La fuerza de trabajo se está automatizando con mayor rapidez de la esperada. Hay estimaciones que hablan de ochenta y cinco millones de empleos desplazados en los próximos cinco años. No todo son malas noticias, también se crearán nuevos. Noventa y siete millones concretamente. Esto supone un cambio profundo. ¿Qué pasará si tu trabajo es uno de los que están en la estadística de los “desplazados”?
Estas son las nuevas fuerzas que están transformando el mundo del trabajo: digitalización, descarbonización, desglobalización y demografía. Asistimos a cuatro transiciones que impactarán de lleno en la vida de las personas porque van a transformar el eje clave en el desarrollo de nuestra identidad individual y colectiva: el trabajo. Por eso mismo se necesita una acción decisiva que nos permita aprovechar el momento en nuestro favor.
1 KEMP, Simon (2021): Digital 2021: Spain, Datareportal (web). Disponible en https://datareportal.com/reports/digital-2021-spain?rq=spain [consultado el 30/09/21]
2 Datos de España de una encuenta online de la AIMC del 20 de octubre al 13 de diciembre de 2020; 24.401 encuestados de catorce años o más y usuarios de smartphones.
3 Naciones Unidas (2018): “Estrategia del secretario general de Naciones Unidas” [informe]. Disponible en https://www.un.org/en/newtechnologies/images/pdf/SGs-Strategy-on-New-Technologies-ES.pdf [consultado el 30/09/21].
4 Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (2020): “Informe 2019”, Naciones Unidas. Disponible en https://www.incb.org/documents/Publications/AnnualReports/AR2019/Annual_Report/Spanish_ebook_AR2019.pdf [consultado el 30/09/21].
i
¿De qué hablamos cuando hablamos de digitalización?
Cuando Luna estudió periodismo y su correspondiente máster, creyó hacer una apuesta que le daría estabilidad para toda la vida. Con una madre funcionaria, en su casa siempre le habían inculcado la importancia del trabajo seguro. A lo largo de los años no han sido pocas las veces que se ha preguntado cuáles fueron las razones que le llevaron a tomar aquella decisión. Recordaba las conversaciones interiores que tenía antes de marcar la casilla que te hacía elegir tu futuro.
La información es un pilar fundamental de la democracia. No puede dejar de existir. Muchos son los que llaman a los medios de comunicación el cuarto poder. Siempre harán falta profesionales que nos cuenten lo que está pasando. Todos los periodistas más mayores que conozco tienen buenos sueldos. Además, es una profesión muy alejada de la automatización esa que dicen que va a pasar en las fábricas, ¿verdad?
Lo que es verdad es que empezó haciendo unas prácticas después del máster en el periódico que lo patrocinaba. Al tiempo le ofrecieron un contrato con un salario bajo. Al poco, le dijeron que para continuar debía darse de alta como autónoma. Falsa autónoma más bien. El periodismo ya empezaba a notar los efectos de la digitalización en sus primeros años. A esto se le añadía una la crisis económica larga, con drásticos recortes en publicidad, que provocaron que el periódico se viera obligado a hacer un ERE (Expediente de Regulación de Empleo). De ahí saltó a uno de los diarios “digitales” –que no publicaban en papel y que se nutrían en sus orígenes principalmente mediante colaboraciones–. Eran los únicos que crecían y que contrataban gente. Siguió siendo autónoma y siguió ganando poco. Escribe sobre varios temas, pero habitualmente le toca economía, industria y, ahora bastante, digitalización. Está de moda. Además, como su periódico es digital y siempre está en la pelea por sobrevivir, hace un poco de todo. Ahora están probando un programa de inteligencia artificial que se ha hecho popular en Reuters para escribir noticias. Según el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo,1 los medios ven a la inteligencia artificial como la tecnología más poderosa para el periodismo en los próximos años.
Como muchos jóvenes, se siente a menudo harta y frustrada con la falta de avance en su vida. Para colmo ahora hay veces que a sus preocupaciones habituales se le añade la pregunta del millón: ¿acabaré siendo sustituida por un algoritmo?
Sustituir es una palabra muy grande. Aunque es lógico e incluso conveniente hacerse esta pregunta. Nadie tiene la bola de cristal, pero seguramente las máquinas harán algunas de las tareas que Luna o que muchas de nosotras hacemos. Empezaremos a relacionarnos con ellas en el entorno laboral, de la misma manera que llevan años relacionándose los operarios de las fábricas con los robots. Estoy convencida de que habéis visto fotos de cómo son las cadenas de montaje de los automóviles o de cómo pequeños robots mueven palés en los almacenes de los grandes centros logísticos. Lo que pasa es que la incorporación de la tecnología a la oficina no se verá tanto, será por así decirlo, “menos aparatosa”.
No va a ser una convivencia complicada, no vais a tener que daros los buenos días o pelearos por la silla, porque eso que llamamos “las máquinas” no se ven, son principalmente programas informáticos. Las películas han hecho mucho daño a nuestro imaginario robótico. Los sistemas se irán incorporando a nuestros trabajos de forma progresiva, pero también, imparable. Según el Foro Económico Mundial (FEM), se prevé que en 2025 los humanos y las máquinas dediquen el mismo tiempo a las tareas en el trabajo. Dependiendo del tipo de trabajo que tengas, las máquinas podrán hacer una determinada parte de tus funciones diarias, que será mayor cuanto más rutinarias y simples sean estas.
Si lo vemos con perspectiva, es probable que hagan las tareas que menos nos gusten o las más duras. ¡Habrá que empezar a pensar en cómo ocuparemos el tiempo que nos liberan! Bien gestionado es una oportunidad para vivir mejor, para que millones de personas que están alejadas de los grandes núcleos urbanos tengan acceso a las mismas oportunidades profesionales o para mejorar las condiciones laborales. El trabajo es un eje fundamental para casi todas nosotras, es ese sitio en el que pasamos gran parte de las horas de nuestro día y, por tanto, de nuestra existencia. El 30% aproximadamente. Lo que sí me interesa que interioricemos es que la incorporación de la tecnología no será para todos igual, ni se hará a la misma velocidad, por eso, voy a dedicar todo un capítulo a interpretar lo que está pasando y cómo podemos prepararnos para ello.
estamos en un momento crítico
La digitalización y la tecnología provocan transformaciones en muchos ámbitos. Y lo hacen con intención de ser positivas, vienen con la esperanza de inmensos beneficios para mejorar a la humanidad. Cuando nos cuentan cómo será el futuro transformado por la inteligencia artificial, nos hablan de los genomas editados para prevenir enfermedades, los vehículos autónomos que reduzcan la contaminación y optimicen el tráfico, las monedas sin Estado y los viajes espaciales privados para cambiar de aires. Es indudable que existe un enorme potencial para el bienestar humano. ¿Os imagináis cuántas espaldas sanas habría si tuviéramos robots que levantaran todos los pesos que millones de trabajadores levantan cada día?, ¿o cuidadoras de mayores que se sirvieran de máquinas para dejar de subir a pulso a los ancianos cuando los tienen que duchar? ¿Cómo sería la vida de un taxista si tuviera una flota de coches autónomos y no tuviera que conducir horas y horas? Sin embargo, nada de lo anterior está exento de incertidumbre. Y eso nos genera ansiedad. También miedo. La automatización, la inteligencia artificial y la robótica prometen un mayor crecimiento económico, pero también pueden incrementar la desigualdad en y entre las naciones.
muchas vidas laborales
Es probable que la madre de Luna, que es administrativa, vea en el futuro casi todas sus tareas realizadas por una máquina. Le pasará a ella y a muchas otras personas que tienen poca cualificación profesional. Ella podría terminar siendo expulsada del mercado laboral o en su caso, como es funcionaria, condenada al ostracismo hasta que se jubile. Y si por si acaso estáis pensando –ojalá tuviera yo un trabajo en el que me pagaran por no hacer nada– os recomiendo el libro de David Graeber Trabajos de Mierda, donde explica lo desalentador que es. Esto es algo que podría sucederle a millones de personas si no se actúa a tiempo. ¿A cuántas? Depende de a quién se consulte.
La cantidad de puestos de trabajo afectados puede estar entre el 12% y el 47%, según los expertos a los que se escuche. El siguiente gráfico resume las conclusiones de los estudios más fiables al respecto.
Podrías ser la madre de Luna o podrías ser una de muchas otras que verán completamente alteradas sus condiciones laborales, convirtiéndose en trabajadores en remoto que hacen tareas de gig workers o microtareas, sin un empleo fijo ni posibilidad de decidir con tranquilidad su futuro. ¿Habéis oído hablar del crowdworking? Es el más puro de todos los mercados. Lanzas una tarea a un montón de personas dadas de alta en una determinada plataforma –que no en la seguridad social–, ellas compiten por hacerlo lo más rápido y lo más barato posible (pensemos en que quieres etiquetar imágenes para una investigación que estás haciendo o que quieres transcribir una entrevista de un programa de radio. Lo mandas a esta plataforma y habrá una carrera para que uno de esos trabajadores, que tienen que estar siempre conectados y atentos, responda lo antes posible para llevarse el gig).
Proporción de trabajos con riesgo de automatización en España. Fuente: Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia del Gobierno de España (coord.) (2021): “España 2050. Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo”, Madrid, Ministerio de la Presidencia, p. 303
la digitalización es un ‘must’
Lo que es evidente es que la digitalización es necesaria. Y las empresas lo tienen claro. A nivel mundial, entre 2020 y 2024, las inversiones directas en transformación digital van a alcanzar cifras que rondan los ocho mil millones de euros.2 Un ejemplo que todos conocemos es ZARA, que ha apostado por la digitalización y ha impulsado su tienda virtual como alternativa a la tradicional. Es decir, ha evolucionado su negocio de la tienda física al comercio en línea 24/7. Haber estado trabajando este ámbito desde hace años les ha permitido mantener gran parte de sus ventas durante la pandemia cuando sus tiendas estuvieron cerradas y no despedir así a la plantilla. ¿Cómo hacerlo bien? Para tener una buena tienda online no solo hace falta crear una web, sino digitalizar los procesos para, por ejemplo, conocer mejor a tus clientes. En el caso del departamento de diseño de ZARA, se sigue lo que compran los clientes para hacer nuevos diseños que se parezcan a los que más éxito tienen. Así, se puede diseñar, producir y entregar productos con mayor probabilidad de ser comprados, lo que reduce el almacenamiento y la obsolescencia de las prendas.
En general todos los sectores van a tener que acelerar su digitalización adoptando tecnología para subir datos a la nube, usar más herramientas para la colaboración, apoyar sus decisiones en datos o implantar la tan temida automatización de procesos. Va a pasar.
BBVA es otro ejemplo de empresa tradicional que comenzó a digitalizarse impulsando la interacción con los clientes a través de una aplicación móvil que ha llegado a convertirse en la número uno del sector bancario porque usa inteligencia artificial para ofrecer mejores soluciones a sus clientes. Tienes a una persona al otro lado de la aplicación que está a tu disposición durante el horario laboral y la mayoría de los trámites los haces directamente tú porque es muy intuitiva. Se han automatizado los procesos que antes te hacía una persona en la ventanilla del banco. Como contraposición no ves a la persona casi nunca, ni vas a la oficina y, por supuesto, necesitas habilidades digitales para navegar en este espacio de banco virtual.
Algunos lo llaman la cuarta revolución industrial o revolución digital. Da igual el nombre. Es necesario entender lo que implica. Es un proceso tan dinámico que hace que modifiquemos nuestros hábitos de consumo y a la vez modifica la economía, el mercado de trabajo y la sociedad en su conjunto. De hecho, se podría decir que desdibuja las líneas entre las personas y la tecnología; fusiona mundo físico, digital y biológico.
aceleración digital
Cada vez se usan más las tecnologías digitales. Hablamos de la nube, de algoritmos, automatización, robótica, o dataficación, pero sobre todo de la adopción de la inteligencia artificial.3
La inteligencia artificial4 es una de las tecnologías basadas en datos más populares y de mayor crecimiento que se utilizan en todo el mundo. Según la consultora Gartner, el número de empresas que aplican la inteligencia artificial creció el 270% en los últimos cuatro años. El mercado es muy apetecible porque promete grandes beneficios. Por hacernos una idea, en 2019 su tamaño era de veintisiete mil millones de dólares. Se prevé que alcance los doscientos setenta mil millones en 2027, lo que supone un aumento de casi diez veces en solo ocho años. Como hay una batalla por personalizarlo todo para ganar clientes, las empresas están incorporando masivamente estos sistemas y así ser más competitivas.
No es algo del futuro, la inteligencia artificial ya está presente en nuestras vidas. A veces hace cosas que hacían persona como, por ejemplo, cuando hablamos con chatbots de atención al cliente; otras veces, se ocupa de lo que antes no hacíamos porque no existía –recomendarte una peli–. En realidad, está por todos lados: los asistentes virtuales, la domótica, los mapas que te dicen el estado del tráfico o la sugerencia de una canción. Quiero decir con esto que también ha traído a nuestras vidas nuevos usos sin por ello sustituir a nadie. Incluso ha generado nuevos trabajos como por ejemplo el de la persona que genera las listas de Spotify que después el algoritmo te recomienda. Sabemos que va a seguir creciendo porque nueve de cada diez empresas tienen previsto invertir en esta tecnología. Parece ser que es muy rentable porque la mitad de los negocios que la han incorporado, han sido más productivos. Es tal el éxito que está teniendo que va a revolucionar los entornos laborales por completo. Recordemos que, dicho de manera muy simple, la inteligencia artificial es “la capacidad de un ordenador de hacer tareas que antes hacían seres inteligentes”. Y que hasta donde yo sé esos seres inteligentes somos nosotros, los humanos. Tengo que reconocer que me ha despistado un poco el concepto.
¿Habéis pasado por un Decathlon recientemente? Cuando vas a la caja solo tienes que dejar lo que vayas a comprar encima de un contendor y te dice cuánto es. Sin moverlo. Gracias a unos chips pequeños, como pegatinas, que van en la ropa, se conectan con el receptor y listo. Seguramente la cajera esté ahora recibiendo a los clientes o solucionando dudas. Este es un ejemplo de cómo la automatización de una tarea hace que una persona, en este caso, una cajera, vea desplazado su trabajo porque hay una máquina que hace esa función. No está en la calle, está haciendo otras funciones. Digo cajeras porque según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en España, más del 80% son mujeres.
No son pocas las tecnologías que ya permiten sustituir el trabajo humano mejorando la eficiencia y la precisión de los procesos. Esto pasa en las tiendas, pero también pasa en muchos servicios de atención telefónica donde acabamos gritándole al teléfono porque la máquina no deja de repetir “Lo siento pero no le he entendido”. ¿Te suena? Antes, ahí había una persona. Una mujer probablemente. También pasa en los gimnasios low cost donde ahora te da las clases un profesor en una pantalla en lugar de un monitor de carne y hueso. Dicen que algún día llegarán los camiones autónomos y los camioneros dejarán de poner su vida en peligro conduciendo miles de kilómetros. Lo veremos.