Kitabı oku: «Todos somos humanos... pero unos somos más humanos que otros»

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Todos somos humanos... pero unos somos más humanos que otros


© Luis Felipe Calderón, 2006

© Universidad ESAN, 2006

Av. Alonso de Molina 1652, Surco, Lima-Perú

www.esan.edu.pe

esanediciones@esan.edu.pe

Primera edición: mayo del 2017

ISBN: 978-612-4110-69-6

Digitalizado y Distribuido por Saxo.com Perú S.A.C.


http://yopublico.saxo.com

Telf: 51 1 221 9998

Dirección: Calle Dos de Mayo 534 Of. 304,

Miraflores - Lima - Perú

Cuidado de edición

Ada Ampuero

Carmen Santisteban

Diseño de carátula

Manuel Figari

Intervención gráfica en “La familia de Carlos IV”,

obra de Francisco de Goya.

Corrección

Anselmo Escobar

Diseño de interiores y diagramación

Blanca Peirano

“El enemigo es la mano

de Dios guiándote”.

Arthur Koestler

A Joaquín Calderón G., a Joaquín

Moncloa V. y a Joaquín Moncloa O.,

allá tan lejos y aquí tan cerca.

A Grethel, por volver visible lo invisible.

Al Absoluto, por todo.

Al maestro Enrique Valdez,

reiterándole lo prometido.

A Diana, Claudia, Nadia, Muriel, Xavier,

Natalia y Joaquín, mis hijos. Y a Brida y

los demás que vendrán.

Y muy especialmente:

A los mediocres, por servirme de

estímulo inagotable y de perpetua

fuente de inspiración y de diversión.

Contenido

Presentación

Prólogo

Introducción

Juguemos al juego de no estar jugando un juego

Gerencia minimalista, gerencia maximalista

Cinco cabezas torpes

¿Quién cambió: Miguel Ángel o yo?

Cinco maravillosos principios para comunicarse

Administrar es ejecutar un presupuesto

Lasciate ogni speranza voi ch’entrate

La empresa esquizofrénica

Clonación gerencial

“Amor, tú llevas los pantalones… que yo te elijo”

Como si habláramos en serio

¿Estamos midiendo la calidad educativa?

Monopolio: si alguien puede abusar, abusará

¿Responsabilidad social de la empresa?

Calidad de la gestión educativa versus calidad educativa

¿Promocionar el consumo de lo nuestro?

Después de todo… los vendedores también son seres humanos

Información y conocimiento: ¿claves para la competitividad?

La computadora: ¿totem o tabú?

La papa a la huancaína versus McDonald’s o en busca del gerente global

No todo es negociable

La cara que oculta la luna

A cargo sí, nunca en control

Downsiziando la empresa

Qué decepción, nosotros que nos creíamos los líderes mundiales de la corrupción

Esquizofrenia y pseudovalores

Agendas ocultas

Cuidado con la luz al final del túnel

Aprovecha la crisis para destruir tu empresa

La negociación que nunca tuvo lugar... pero perdí

WIIFM

Ventanas y espejos

Un poquito de esperanza

El tigre y el perro chino

No sabía que no se podía

Contraten a contreras

¿Cielo o infierno? Las empresas familiares en el Perú

“Soy consciente de que no soy consciente de todo lo que soy”

No toda repetición es una ofensa

Recetas de éxito para el gerente egoísta

La gestión de las emociones

No líder, liderazgo

Podéis ir en paz, dos más dos ya no son cuatro

Otra tonta recetita para gerenciar

A guisa de epílogo

¿Quiere saber qué es la patafísica?

Presentación

Este nuevo libro de Luis Felipe Calderón sigue el mismo formato de su predecesor Después de todo, solo somos seres humanos; sin embargo, creo que su reflexión se vuelve más incisiva e irónica, lo cual permite al lector deslizarse a través de sus páginas no sólo para aprender algo puntual y concreto, sino para cuestionarse sobre lo que uno pensó que era lógico y racional.

Luis Felipe Calderón encarna el antisistema cuando escribe, sin dejar de ser respetuoso de las creencias y de los paradigmas de los demás. Esto origina que al leer su libro uno se sienta a veces sacudido, otras desorientado, quizá escéptico, para concluir finalmente que no le falta razón en lo que afirma.

Algo importante que se percibe también en cada artículo es que el protagonista del mismo es normalmente una víctima intelectual de las estructuras, de los jefes, de los que gobiernan, sin plantearse que él mismo es parte de un sistema cuestionado y que su comportamiento lo lleva a reforzarlo y perpetuarlo.

Otra de las virtudes del libro es que lleva al lector de mente abierta a cuestionarse positivamente aquello que nunca puso en tela de juicio, generando un eclecticismo que muchas veces nos hace falta para ser más humanos parafraseando el título de esta obra.

La lectura de Todos somos humanos… pero unos somos más humanos que otros es una excelente oportunidad para reflexionar sobre uno mismo, sobre las estructuras de las organizaciones, sobre el entorno y por qué no decirlo, para entretenerse y sentir que se ha enriquecido el espíritu con un alimento sabroso y saludable.

Cuando Luis Felipe me pidió que prologara su obra, acepté el encargo con mucho entusiasmo. Luego de leerlo, lo único que me propuse al escribir este prólogo es animar a quien tenga el libro en sus manos a leerlo y releerlo más de una vez, por todas las razones expresadas en sus páginas.

Alberto Zapater C.

Decano

ESAN

Prólogo

Todos somos seres humanos… sí, claro… pero unos somos más humanos que otros. Leer el título de este libro de Luis Felipe generó en mí tremendas reflexiones, dudas, emociones y sentimientos. Imagino que el lector habrá experimentado, o lo estará haciendo en este preciso instante, algunas de ellas al igual que yo.

Este libro empieza con un impacto que pocos libros pueden reclamar. Mi Dios, todos somos seres humanos pero algunos de ellos resultan ser más humanos que otros. ¿Qué significará pertenecer a semejante categoría? “Ser humanos”. ¿Qué significará ser menos humano?

Sólo reflexionando en el título pasé horas tratando de prepararme para esta aventura y es que Luis Felipe nos tiene acostumbrados a viajes intelectuales que desafían las más elementales creencias y las más comúnmente aceptadas verdades de nuestros tiempos. Vale la pena recordar que el mundo de las organizaciones nos obsequia cantidades inaudiotas de material para explorar el significado de la naturaleza humana (en esta última oración no hay ningún error ortográfico).

Al comentar su anterior libro, “Después de todo, sólo somos seres humanos”, me atreví a desafiarlo a escribir un libro académico que incorpore toda esa investigación y reflexión que lo inspira de manera tan espec-tacular. Claro, no me hizo ni el menor caso. Ingenuo yo. Como si Luis Felipe fuera a escucharme y seguir mis consejos.

En esta ocasión tenemos ante nosotros una obra más que inunda las librerías y las mentes de manera fantástica. Muchos lectores quedarán impactados por las denuncias acuciosas, sarcásticas y, a veces demoledoras, que Luis Felipe hace de la actividad organizacional y de la práctica gerencial. Muchos también se sentirán identificados con estas demandas que claman por humanidad y justicia en la vida organizacional. Otros se sentirán inspirados por sus ambiciosos desafíos. Algunos más aprovecharán sin descanso las ingeniosas propuestas y guías que se ofrecen a lo largo del libro.

Si tuviera que resumir las principales contribuciones de este libro, empezaría diciendo que se nos entrega una obra llena de humor que facilita la lectura y la reflexión de temas duros y hasta dolorosos, y lo hace mostrando un profundo agradecimiento por sus alumnos –que tanto le enseñan día a día–, un profundo agradecimiento también por sus maestros –como es el caso especial y particular del maestro Enrique Valdez, quien lo inspiró tanto–. Encontramos también su profundo agradecimiento a colegas y amigos que lo hemos acompañado por los entrañables mundos de la empresa y la academia.

Pero Luis Felipe, luego de agradecernos, nos aporrea duramente y de manera merecida sin duda. El conocimiento organizacional hegemónico, las recetitas gerenciales de éxito absoluto en cinco pes, ¿cuatro? No importa… a fin de cuentas sólo somos seres humanos y algunos ni tanto.

¿Cómo puede alguien denunciarte, confrontarte, desafiarte y todavía serte agradecido? Bueno, si no te lo imaginas sólo lee este libro que trae con humildad una sabiduría propia de quienes dedican importantes espacios de su tiempo a la reflexión. Sabiduría que emana de un corazón arrebatado y enternecido. Sabiduría que emana de un soñador dedicado a las trivialidades de este mundo con tanto ahínco como a las más profundas preocupaciones históricas.

¿Demasiado ácido? ¿Demasiado sarcástico? Sí. Mucho, en demasía; pero con una amplitud que no permite distracción y con una precisión y relevancia que atrapa al lector. En este libro encontré firmes denuncias a la lógica de superioridad que reina en algunas empresas y organizaciones donde las autoridades parecen creer que sus subalternos jerárquicos son seres inferiores, humanoides sin alma ni sentimientos. En esta misma línea encontramos denuncias precisas al colonialismo del siglo XXI que pretende establecer su hegemonía disfrazando sus ofensas con supuestas verdades inevitables.

Luis Felipe denuncia la manera como se enmarcan condiciones de dominación y explotación a través de la manipulación del conocimiento. Esta manipulación la encontramos desnudada en artículos como “A cargo sí, nunca en control”, o en “¿Cielo o infierno? Las empresas familiares en el Perú”. También podemos encontrar trazos de esta denuncia en “Cinco cabezas torpes” y en “¿Promocionar el consumo de lo nuestro?” y en “Aprovecha la crisis para destruir tu empresa”.

Así como las denuncias saltan por todo el libro, los desafíos no son escasos. Se nos desafía a emprender el aprendizaje necesario, aunque resulte doloroso. Somos invitados a rompernos la cabeza tratando de lograr la justicia a través de una discriminación que evita e impide la exclusión (“El tigre y el perro chino”). Leyen-do estas páginas nos vemos desafiados a procurar la autonomía… nuestra y de nuestros congéneres (“Monopolio: si alguien puede abusar, abusará”, “No sabía que no se podía”, “No líder, liderazgo”). Nos compromete esta lectura a abandonar un provincialismo perde-dor (“¿Promocionar el consumo de lo nuestro?”) y a adoptar una valiente y competente internacionalización sobre la base de un liderazgo de servicio y de una gran dotación de fe (“La negociación que nunca tuvo lugar… pero perdí”, “Contraten a contreras”).

Muchos dicen que si no eres parte de la solución, eres parte del problema. La verdad es que yo no comparto semejante afirmación. Los artífices de los problemas, de los abusos, de las iniquidades, pretenden con semejante afirmación debilitar las críticas y a los críticos. No obstante, Luis Felipe, sin caer en semejante trampa, va más allá de las denuncias y desafíos y aventura una variedad de propuestas. Nos vemos invitados a asumir una especie de auto-empowerment (“A cargo sí, nunca en control”), somos requeridos a integrarnos a una disidencia optimista y proactiva (“No sabía que no se podía”), se nos llama a lograr el éxito y la trascendencia, y a hacerlo a través de un liderazgo empoderante.

Las propuestas que encontramos aquí van más allá aun, nos comprometen con la conciencia crítica (“Esquizofrenia y pseudovalores”, “Cinco maravillosos principios para comunicarse”, “Agendas ocultas”) al tiempo que nos demandan asumir valientemente la ambigüedad y la paradoja con realismo (“Recetas de éxito para el gerente egoísta”, “La gestión de las emociones”, “No líder, liderazgo”). Se nos urge por una transformación (“Cinco cabezas torpes”) basada en sueños inspiradores compartidos por una comunicación y una coo-peración auténticas.

Los lectores deberán tomar sus precauciones con esta obra que resulta altamente peligrosa para los “creyentes” en verdades simples y fáciles. Este libro es una amenaza para los académicos de cartón que se empapan de libros de divulgación best-sellers que luego reproducen como si fuera palabra divina. Esta publicación constituye un riesgo estratégico para los ejecutivos y los gerentes elitistas y autoritarios que han pasado desapercibidos por la literatura y la educación gerencial peruana; sus subalternos ya pueden leer sobre ellos y sus estrategias de dominación, sus subalternos aprenderán a lidiar con ejecutivos inconsistentes e inhumanos y, si no cambian, los vencerán en buena lid.

No me cabe duda de que muchos lectores encontrarán en estas páginas reflexiones que los acompañarán cada noche. Este libro ocupará una posición en la mesa de noche y en el escritorio, estará a la mano para consultas inmediatas, ágiles, inspiradoras y desafiantes.

Tal vez Luis Felipe no nos obsequie nunca una obra de estilo académico. Lo voy a extrañar. Pero no tengo duda de que pronto seguirá ofreciéndonos más de su visión, agilidad y agudeza.

Gracias, Luis Felipe.

Pedro Castellano Masías

Director del Área de Dirección Estratégica del Factor Humano

Escuela de Posgrado

Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas

Laureate Internacional Universities

Introducción

El título de esta obra comenzó como una broma. Estábamos en los preparativos para la primera edición de mi primer libro (Después de todo, sólo somos seres humanos) cuando recordé el viejo dicho “Todos somos iguales... pero algunos somos más iguales que otros”.

Para hacerle una broma al editor, David Suárez, le dije que ya estaba listo mi segundo libro y que se llamaría “Todos somos humanos... pero unos somos más humanos que otros”. Por supuesto, su reacción fue negativa y me contestó que ese título era muy agresivo.

Como todos saben, David es muy correcto, serio y profesional, por lo que su reacción probablemente nos previene de cuál sería la reacción de la gente correcta y normal ante un libro con tal título. Eso aumentó mi entusiasmo con el título y decidí confrontarlo con otros amigos, tanto o más desquiciados que el autor. Y ellos quedaron encantados.

Ahora, en esta introducción, me siento en el deber de justificar el título puesto que la norma es que el título refleja el contenido de un libro. Pero en este caso no. De hecho no hay gente más humana que otra, aunque pensándolo bien, por el contrario, hay gente que se considera menos humana que otra, al sentirse superior o al pretender que está por encima de las emociones, impulsos y debilidades humanas.

Pero incluso esa tonta pretensión de estar por encima o por fuera de lo humano es una característica muy humana. Y aterrizamos en la paradoja de que quienes se pretenden menos humanos son los más humanos de todos.

Insinuamos reiteradamente que reconciliándonos con nuestra tontera, nuestras debilidades, nuestras obsesiones, tal vez, a la larga, llegaremos a gerenciarnos un poquito mejor.

Esta recopilación de artículos, escritos entre el 2002 y el 2006 –con el añadido de algunos más antiguos– tiene por finalidad, pretenciosamente, ser una guía de sobrevivencia en la organización. Estos artículos intentan mostrar lo que muchos gerentes conocidos tratan desesperadamente de ignorar: nuestra humanidad, nuestra sensibilidad, nuestra necedad, nuestras emociones. Y lo hacen creyendo, tontamente, que al rechazar estas características humanas las superan. Es gran error, porque reconociendo nuestras limitaciones, nuestra complejidad y nuestras incoherencias somos más humanos y podemos tener un poco de mayor manejo sobre nosotros.

Juguemos al juego de no estar jugando un juego

El título de esta sección se inspiró en el poema:

“They are playing a game. They are playing at not playing a game...”. Ronald D. Laing. Knots. New York: Vintage Books, 1970. Pág. 1.

GERENCIA MINIMALISTA, GERENCIA MAXIMALISTA*

Les propongo un experimento: busquen en su experiencia un solo caso de un gerente que, por iniciativa propia y sin que medie ninguna crisis, haya propuesto a su empresa: “Para el próximo año necesito menos presupuesto”, o “necesito menos personal” o menos lo que sea.

No niego que el caso pueda existir, pero es dificilísimo encontrarlo. De hecho, si conocen alguno me avisan porque por más que he tratado yo no lo he encontrado hasta ahora... y sigo buscando.

Ningún gerente dirá, por más que la racionalidad lo indicara, que es conveniente minimizar su propia gerencia y porque ello significará un incremento del valor de la empresa para los accionistas.

¿Y saben por qué casi nadie minimiza su gerencia? Porque nadie está guiado prioritariamente por la racionalidad. Claro que todos tenemos racionalidad y que la usamos, pero la racionalidad es una herramienta, no es la que fija los objetivos por maximizar. En realidad, lo que guía a todos los humanos, especialmente a los gerentes, es su necesidad de poder y su necesidad de autosatisfacer su ego.

Cierto que somos racionales, algunas veces, secundariamente y en parte. Por supuesto, con cierta frecuencia usamos nuestra racionalidad, pero ella está al servicio de nuestros fines, propósitos, necesidades y urgencias, los que prioritariamente son no conscientes y no racionales.

Esto es algo que la mayoría de gerentes y académicos ignoran, pues prefieren continuar tapando el sol con un dedo y siguen jugando a considerar la gerencia y la educación gerencial como un asunto racional y de aprendizaje de herramientas racionales.

Pero si alguien se da el trabajo de observar a los gerentes en su día a día, se daría cuenta de que rara vez usan las herramientas como la teoría recomienda.

Tomemos, a modo de ilustración, un ejemplo antiguo. Todo sucedió a fines de los años ochenta e inicios de los noventa. Un gerente dirigió dos instituciones financieras que crecieron espectacularmente y quebraron con el mismo estruendo. En ambos casos el patrón fue idéntico: crecimiento brutal, gran notoriedad pública, artículos en los periódicos mencionando el milagro de cómo ambas instituciones habían crecido, rápida declinación y fulgurante muerte.

Lo que muchos no se percataron fue que en ambos casos las instituciones habían crecido pero no se habían desarrollado, es decir, se inauguraban agencias cada semana pero sin que la mayoría tuviera línea telefónica, ni computadoras, ni los demás recursos esenciales. ¿Qué explicaría entonces está tendencia maximalista cuando el más mínimo análisis racional hubiese indicado que era necesaria una actitud minimalista para no crecer caóticamente, sino esperar a tener los recursos para un desarrollo sólido?

En realidad, ese gerente hizo quebrar las dos instituciones financieras porque sus afanes de grandiosidad le exigían gerenciar una organización cada vez más grande. La necesidad de satisfacer su ego era, como es usual en todos los humanos, mayor que su racionalidad.

Lo mismo explicaría por qué las personas aceptan cargos para los que no están capacitados. ¿Por qué? Porque es rico el ascenso en sí: toda la familia, amigos y tal vez hasta la prensa hablarán más de uno. Además, por supuesto, está también el dinero que conlleva y, sobre todo, el prestigio y poder.

Idéntica situación se produce en la empresa familiar, donde he visto a personas de abolengo destruir el patrimonio heredado de muchas generaciones por priorizar las torpes urgencias de sus sobrevaluados egos antes que preferir la simple y racional rentabilidad de sus empresas.

Pero volviendo al tema y para terminar, preguntemos de qué nos puede servir todo esto de la gerencia minimalista y maximalista.

Creo que es hora de poner la racionalidad en su correcta perspectiva. El asunto no radica en estar en contra o a favor de ella, se trata de entender que es sólo una herramienta subalterna, que será aplicada al servicio de los objetivos mayormente inconscientes que el usuario de la herramienta quiera.

En conclusión, el ego es maximalista, aun cuando la racionalidad diga que, en muchos casos, debieras ser minimalista. Y debemos tener muy claro quién predominará siempre ante dicha contradicción.