Kitabı oku: «Orígenes sociales de los derechos humanos», sayfa 6
Conquistadores, colonos y capitalistas
La historia temprana del valle ribereño conocido actualmente como el Magdalena Medio fue una de poblaciones indígenas dispersas y escasos asentamientos españoles. En las crónicas de la era colonial, la región aparece a duras penas como un pie de página. El Magdalena Medio tomaría forma progresivamente a causa de las fuerzas de inversión tanto privadas como públicas. En el siglo XIX, trabajadores mestizos y colonos atraídos a la zona por las bonanzas de exportación de productos forestales dieron origen a un crecimiento en la agricultura campesina tanto a lo largo del río Magdalena como en las tierras altas en las montañas de Santander y Boyacá. En consecuencia, un puñado de pequeñas poblaciones emergió como bases comerciales, incluida Barrancabermeja. Los pobladores, los inversionistas y la Iglesia católica pidieron cada vez más ayuda a las autoridades de los gobiernos nacional y regional para que mediaran en disputas por tierras, controlaran el orden público y a la población nativa.8 Posteriormente, el Magdalena Medio proporcionaría refugio a los liberales derrotados en el conflicto civil más letal de Colombia en el siglo XIX, la Guerra de los Mil Días (1899-1902). Al comienzo del siglo XX, la zona alrededor de Barrancabermeja seguía siendo una región relativamente aislada, aunque disputada.
En abril de 1536, Gonzalo Jiménez de Quesada, un abogado andaluz sin ninguna experiencia militar, lideró una ambiciosa expedición aguas arriba por el río Magdalena. Inspirado por la reciente conquista de la capital inca del Cuzco realizada por Francisco Pizarro, el gobernador de las islas Canarias, Pedro Fernández de Lugo, financió personalmente un plan militar para explorar y reclamar nuevo territorio en lo que era entonces conocido como el Reino de la Nueva Granada. Jiménez de Quesada, teniente general de una fuerza grande y bien equipada, salió de Santa Cruz de Tenerife en noviembre de 1535 y llegó a la ciudad portuaria de Santa Marta, en la costa caribeña de la Nueva Granada, en enero de 1536. Tres meses más tarde, Jiménez de Quesada se embarcaría por el río Grande de la Magdalena en busca de oro, territorio e indios a los cuales usurpar.
El viaje de la conquista de Jiménez de Quesada demostró ser bastante costoso. Su fuerza expedicionaria consistía de 800 españoles y 100 esclavos africanos e indígenas.9 Unos 500 hombres viajaron por tierra, a pie y a caballo, desde Santa Marta. Otros 400 hombres se embarcaron y remaron río arriba en cinco bergantines construidos expresamente para el viaje. Las tropas de infantería partieron primero, cargadas de pesadas armas y suministros, seguidas por los barcos dos semanas después. El primer intento de Jiménez de Quesada de navegar por el río Magdalena fue echado a perder por una tormenta que los azotó justamente cuando su flota de embarcaciones de poco calado se acercaba a la desembocadura del río.10 Dos barcos se hundieron, tres resultaron dañados y muchos de los sobrevivientes desertaron. Jiménez de Quesada fue forzado a regresar a Santa Marta para reagruparse, adquirir nuevos barcos y reclutar más hombres. Seis meses más tarde estuvo listo para continuar y, eventualmente, se encontró con las fuerzas que venían por tierra en una ubicación antes acordada, aproximadamente 50 leguas aguas arriba.11 Dos meses después, Jiménez de Quesada y sus tropas arribaron a un pequeño asentamiento nativo al que se refirieron como Barrancas Bermejas, debido a las tierras rojizas que le dan color a la ribera.12 Desde que salieron por primera vez de Santa Marta más de 200 hombres habían muerto, la mayoría enfermos, agotados o ahogados.
La meta de los españoles era hacer la travesía hasta las tierras altas del interior, donde esperaban encontrar algo valioso para reclamar como propiedad. Aunque la mayoría de las tropas sobrevivientes permanecieron en Barrancas Bermejas esperando el temporal de lluvias torrenciales, Jiménez de Quesada envió pequeños grupos de hombres río arriba en busca de un paso que lo conectara con las montañas. Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, historiador oficial de las Indias, escribiría posteriormente sobre los triunfos y peculiaridades de la expedición. Él escribiría un pasaje sobre un alquitrán negro y espeso que “hervía y salía de la tierra”, que los indígenas lugareños usaban con fines medicinales y los españoles para reparar sus barcas.13 Las patrullas delanteras despachadas por Jiménez de Quesada regresaron después de tres meses con unas cuántas bolsas de sal y una pequeña cantidad de oro. Pero lo más importante de todo es que trajeron noticias de que, efectivamente, había prósperos asentamientos indígenas hacia el sur, localizados en una meseta de clima templado. Esto fue suficiente incentivo para que la exploración continuara. Jiménez de Quesada se marchó de Barrancas Bermejas en enero de 1537. Para entonces, de más de 900 hombres solo quedaban 179. Jiménez de Quesada persistió hasta el 27 de abril de 1537, cuando alcanzó la ciudad muisca a la que llamó Santafé de Bogotá.14 Expediciones rivales encabezadas por veteranos de las campañas de conquista en Venezuela y Perú se apresuraron a competir con Jiménez de Quesada por el derecho a gobernar el nuevo territorio. En últimas, los contendores tendrían que viajar a España para defender sus razones ante el rey Carlos V. Deseando evitar una guerra civil como la que se había desatado entre los conquistadores en Perú, la corona española resolvió la disputa a favor del más experimentado, Sebastián de Belalcázar.15 Los conflictos entre oficiales de la colonia retrasarían los asentamientos en el interior de Colombia por las décadas siguientes.
La integración económica y política de Colombia desde el período colonial hasta el presente ha dependido de la conquista de zonas remotas por la colaboración público-privada. El único puesto de la corona española en el Magdalena Medio era el centro minero de cuarzo y oro de Simití, ubicado aproximadamente a 100 kilómetros al norte de Barrancabermeja. Los científicos José Celestino Mutis y Alexander von Humboldt fueron los primeros europeos reconocidos por su trabajo comprehensivo de exploración de las tierras de la cuenca del río Magdalena, realizado a finales del siglo XVIII y principios del XIX. La región fue abierta gradualmente al mundo exterior como resultado del comercio internacional de quina, tagua, caucho, añil y carbón vegetal.16 El interés en los recursos naturales de Colombia creció tras el desarrollo exitoso de economías similares en la cuenca del río Amazonas, igualmente considerada remota. Tras su regreso de Brasil, el británico coleccionista de plantas John Weir exploró el río Magdalena y sus tributarios en enero de 1864. En un boletín de la expedición a miembros de la Sociedad Real de Horticultura, Weir reflexionaba sobre el agotador camino que había emprendido hacia las montañas del país, al oriente del río Magdalena, en busca de muestras de orquídeas para enviarlas a los Reales Jardines Botánicos de Kew: “La navegación del río Sogamoso no sólo es difícil sino peligrosa. Por unas 17 leguas desde su confluencia con el Magdalena, sigue un curso relativamente plano y densamente boscoso, y es navegable en canoas. Pero más arriba, fluye en medio de un cañón montañoso, profundo y estrecho, y está lleno de rápidos y rocas. Desde este punto hasta Bucaramanga son tres días de viaje a lomo de mula”.17 Desde la perspectiva del gobierno en Bogotá, carente de capital y bastante aislado, las zonas remotas como el Magdalena Medio eran un dilema. Aunque rica en recursos naturales, y sin duda atractiva para los extranjeros, eran de muy difícil acceso y casi imposibles de gobernar. Tal como escribe Frank Safford, en un “país descapitalizado y poco poblado” como lo es Colombia, el comercio de productos forestales “tenía sentido”.18
La presencia del Estado en el Magdalena Medio aumentaría gradualmente a medida que la economía regional continuó creciendo y diversificándose en la segunda mitad del siglo XIX. Lo que a veces se pierde de vista es el alcance hasta el cual han sido indispensables las autoridades en ese proceso, especialmente tratándose del transporte.19 El río Magdalena fue conectado en 1582 a la ciudad portuaria de Cartagena de Indias por medio del canal del Dique, de 118 kilómetros de longitud. Pero la falta de recursos para darle mantenimiento causó que el proyecto, financiado públicamente, se deteriorara.20 El asentamiento de gente no indígena a todo lo largo del río Magdalena solo pudo darse cuando el gobierno colombiano, independiente desde poco tiempo atrás, le otorgó un monopolio de transporte fluvial a una empresa alemana en 1824. En 1824, al inversionista alemán Johan Bernard Elbers le fue otorgado un monopolio de 20 años para la navegación a vapor.21 El primer camino de herradura permanente que conectaba las tierras bajas y altas en Santander fue abierto por comerciantes de productos forestales a mediados del siglo XIX con el respaldo financiero de Bogotá.22
La integración económica y política de unos cuantos de los asentamientos más grandes construidos en el área sería iniciada por las autoridades regionales. Un censo realizado por el gobierno colombiano en 1864 contó 85 residentes en Barrancabermeja, la mayoría de ellos hombres adultos que trabajaban en transporte.23 Aunque pequeña en tamaño, Barranca fue un núcleo establecido para el transporte de mercancías hacia la costa.24 La población de Barranca consistía en un pequeño grupo de casas de madera con techos de palma levantadas sobre una ribera fangosa, detrás de la cual había una vasta extensión de pantanos, zanjas y hondonadas. El lugar estaba ubicado en la confluencia de dos importantes tributarios navegables del río Magdalena: el río Sogamoso y el río Opón. En 1868, Barrancabermeja fue rebautizada Puerto Santander. Dos años después, el gobierno regional, bajo el liderazgo de José Pacífico Solón Wilches, comenzó la construcción de un ferrocarril entre Bucaramanga y la población portuaria de Bocas del Rosario, justo al norte de Barranca. En 1882, los trenes comenzaron a hacer entrega de madera en Bocas del Rosario y, en 1887, fue creado el municipio de Puerto Wilches. Entretanto, Barranca continuaba creciendo paulatinamente. La población del pueblo aumentó con el desarrollo de plantaciones de café en las laderas de las montañas cercanas. Barranca sería designada corregimiento en 1881, bajo la jurisdicción del boyante municipio agrícola de San Vicente de Chucurí, donde se estaban produciendo cacao, tabaco y frutas para mercados internacionales y domésticos. En este período, Santander era la región cafetera líder en Colombia y produciría más del 60 % del total de las exportaciones hasta finales del siglo.25
A medida que el comercio a lo largo del río Magdalena se estabilizó hasta finales del siglo XIX, los inversionistas privados acudieron al gobierno para que les proporcionara seguridad.26 Entre las principales preocupaciones de los capitalistas estaba la protección contra la amenaza de asaltos de los guerreros yareguíes. Los comerciantes no indígenas reportaron ser emboscados a lo largo de los senderos que conectaban a Barranca con las tierras altas.27 Aunque no existen datos confiables del censo de la población indígena, el número total de yareguíes hablantes de lengua caribe que vivían en los departamentos de Santander, Cundinamarca y Boyacá, en ese tiempo puede haber sido más de 5000.28 Los yareguíes eran divididos en cinco cacicazgos. La historia de un gran cacique yareguíe, llamado Pipatón, que, se decía, había repelido a los primeros invasores españoles perduró, y contribuyó a que aumentaran las ansiedades de los colonizadores. Hasta el final del período colonial hubo batallas periódicas entre las fuerzas españolas con sede en las tierras altas de Santander y los yareguíes.29 Los enfrentamientos militares esporádicos sirvieron para mantener a los indígenas y a los españoles a distancia el uno del otro a lo largo de la columna vertebral de la cordillera Central. La política oficial con respecto a los yareguíes cambiaría, del confinamiento a la ‘reducción y civilización’, a medida que aumentaba el volumen de mercancías transportadas por el río Magdalena.30 Algunos viajeros que reportaron las condiciones del territorio yareguíe comparaban a los indígenas con los mosquitos transmisores de enfermedades y con animales salvajes.31 Muchos inversionistas hacían énfasis en la reputada ferocidad de los pueblos indígenas y, en consecuencia, justificaban que fueran sometidos. Entre 1866 y 1918, el gobierno de Santander emitió seis leyes diferentes ordenando la reubicación de los yareguíes a reducciones manejadas por la Iglesia católica.
El incremento de las exportaciones de especies forestales tropicales y agrícolas le dio forma a la demografía y la política de las zonas fronterizas de Colombia, pero así mismo lo hizo el conflicto armado. Las primeras oleadas de colombianos no indígenas que llegaron a colonizar las zonas rurales y la vecindad de Barranca fueron soldados liberales y sus familias desplazados durante la Guerra de los Mil Días (1898-1902).32 Muchas batallas importantes de las últimas guerras partidistas ocurridas en Colombia en el siglo XIX habían sido libradas en el departamento de Santander.33 El incidente más importante de la guerra fue la Batalla de Palonegro, que tuvo lugar en las proximidades al occidente de la ciudad de Bucaramanga, en mayo de 1900. La batalla entre liberales y conservadores duró dos semanas y cobró aproximadamente entre 2500 y 4000 vidas. Palonegro marcó la derrota del Partido Liberal unificado, dando lugar a un período de lucha guerrillera llevada a cabo por pequeñas bandas de combatientes independientes en la región. Los refugiados fueron atraídos al Magdalena Medio por la disponibilidad de tierras cultivables aún no reclamadas y por la protección natural ofrecida por una compleja topografía de montañas y desfiladeros. Su visión de la política era tercamente antiautoritaria. Ellos eran los herederos de una clase progresista del liberalismo con raíces en Santander. La persistencia de una ética de ‘autodefensa’ entre los colonos le ganó a la región la reputación de ‘zona roja’ o de ser un área habitada por políticos radicales.34 De hecho, estos nuevos colonos entendieron que sus intereses estaban siendo amenazados por la presencia de inversionistas ausentes.
La gente que vino a vivir a lo largo del río navegable más importante de Colombia, entre Puerto Boyacá en el sur y Morales en el norte, luego experimentó procesos de conflicto social y político relacionados con la competencia por los recursos.35 Aunque algunos colonos estaban armados con fines de defensa personal, también persiguieron estrategias legales para reclamar sus derechos a la tierra. Los intereses externos han estado presentes en la región desde los días de la bonanza de la tagua, pero hasta entonces los asentamientos permanentes eran pocos, no existía ningún incentivo para adquirir títulos de tierras y había poco conflicto. En la zona alrededor de Barrancabermeja, en la primera década del siglo XX, varios colonos reportaron ser obligados a firmar contratos con la poderosa compañía maderera registrada en Barranquilla, Ogliastri y Martínez, si no querían ser desalojados o ir a prisión.36 Los colonos pelearon una larga disputa legal con el representante de la compañía y empresario de Bucaramanga, Víctor Manuel Ogliastri. En 1911, el gobierno nacional inicialmente resolvió la disputa de Ogliastri y Martínez a favor de los colonos. Los colonos celebraron su victoria apedreando las oficinas de la compañía y amenazando a un gerente local. Pero esta fue una victoria pírrica. En 1913, la Compañía Comercial Magdalena, un conglomerado de exportación de propiedad de Estados Unidos, adquirió un extenso tramo de terreno de Ogliastri y Martínez que incluía la parcela disputada. Así se estableció entonces la primera presencia moderna de una corporación multinacional en la zona.37
La región del Magdalena Medio no era una tabula rasa antes de la bonanza petrolera de la década de los veinte. La actividad económica en la región en el siglo XIX fue a veces rápida, pero desigual. El gobierno departamental en Bucaramanga ayudó a financiar la expansión de las rutas de transporte y la Iglesia católica facilitó la pacificación de los pueblos indígenas yareguíes. Las autoridades nacionales intervinieron para resolver las disputas de los colonos con los inversionistas en café, madera y cacao. Sin embargo, en las tierras bajas, no existía una presencia permanente del Estado que pudiera mencionarse. A pesar de todo, el Magdalena Medio fue formado y transformado durante estos años. Para principios del siglo XX, la mayoría de indígenas yareguíes habían sido exterminados o asimilados.38 Aunque la región seguía poco poblada, era un santuario bien conocido para colonos, refugiados del interior del país y otros inconformistas. Muchos de los procesos del conflicto social y político, ya en curso a principios del siglo XX, se intensificarían durante la era de la Tropical Oil Company. Con la llegada de la Troco las preocupaciones económicas del país fueron motivo más que suficiente de atención y el Estado central se convirtió en un actor político de primer orden en la región, junto con sus contrapartes regionales. Las peticiones de que Bogotá defendiera, por un lado, los reclamos de los inversionistas y, por el otro, los derechos de los trabajadores aumentaron. Entretanto, llegaban al área numerosos migrantes en busca de trabajo y nuevos horizontes.
La llegada de los petroleros
En 1905, el ingeniero colombiano nacido en Francia Roberto de Mares se aventuró en la región del Magdalena Medio en busca de caucho.39 Aunque los mercados internacionales de la quina y la tagua habían cesado hacía ya tiempo, el negocio del caucho se estaba expandiendo, estimulado por la producción masiva de llantas neumáticas. La Hevea brasiliensis no cultivada ya estaba siendo explotada a gran escala en las disputadas selvas surorientales del Putumayo colombiano y, a pequeña escala, en el valle del río Magdalena. Durante su estadía en la zona, Mares conoció al empresario cundinamarquense José Joaquín Bohórquez, quien le explicó que aunque los árboles de caucho eran escasos en la zona, era tal la abundancia de petróleo que literalmente brotaba de la tierra y formaba grandes piscinas negras.40 Sin embargo, el petróleo siguió sin ser tocado desde que los primeros hombres de Jiménez de Quesada comentaron sobre él 400 años antes. Junto con Bohórquez y una firma inversionista con sede en Barranquilla, Roberto de Mares decidió adquirir del gobierno nacional los derechos de explotación de los recursos petroleros dentro de una extensión de 6000 kilómetros cuadrados por un período de 30 años.41
El petróleo le ha garantizado a Barrancabermeja y su región del Magdalena Medio un lugar prominente en la historia colombiana. La industria petrolera proporcionó un marco a la expansión económica privada y el ensanchamiento estatal en una región de frontera vasta y remota, con Barrancabermeja como su capital natural.42 El petróleo también estimuló procesos de formación social. El desarrollo del Magdalena Medio, con Barrancabermeja en su centro, conectó a distintas poblaciones, incluyendo a trabajadores industriales, agricultores campesinos, comerciantes, élites provinciales y activistas políticos. Muchos residentes de Barrancabermeja, tanto quienes trabajaban en la industria petrolera como aquellos que lo hacían en sectores de servicios, llegarían a percibir a la empresa extranjera como antagónica para sus intereses. Los residentes de la zona desconfiaban de los políticos de Bogotá, aunque les pedían intervenir para que protegieran los derechos laborales. El primer sindicato industrial fue formado en Barranca durante una serie de huelgas en los años 1920 que vincularon las cuestiones laborales y la justicia social con el nacionalismo económico. Entretanto, los funcionarios de la Tropical Oil se veían a sí mismos como peleando no solo en contra de un entorno natural implacable, sino de trabajadores ingratos, nativos hostiles y un Estado caprichoso. En informes de la Standard Oil a sus inversionistas, el desarrollo de Barrancabermeja fue celebrado como nada menos que la conquista de una tierra salvaje.43
Bogotá estaba dispuesta a aprovechar el potencial del petróleo como parte de un proyecto modernizador del Estado. El presidente conservador, general Rafael Reyes, amigo y padrino de matrimonio de Mares, aprobó la concesión por decreto, invocando medidas de emergencia para evitar el proceso de consulta regular al Congreso.44 Desde 1904 hasta 1909, el presidente Reyes gobernó una Colombia políticamente dividida y económicamente arruinada. Reyes había ascendido en la jerarquía del Partido Conservador durante la Guerra de los Mil Días, que había devastado al país entre 1898 y 1902. La pérdida de Panamá en 1903, tras el motín —respaldado por Estados Unidos— de las élites descontentas en el istmo ubicado en el noroccidente de Colombia, profundizó la crisis.45 El presidente Reyes creía que el Estado debía tener un papel más destacado en el fomento del desarrollo de las industrias de exportación.46 Él emprendió reformas fiscales para incrementar los ingresos del Estado, pagar la deuda externa, subsidiar nuevas industrias, construir ferrocarriles y fomentar la inversión extranjera.47 El país estaba experimentando una bonanza de exportación de café, pero los beneficios no eran distribuidos de manera uniforme en el territorio nacional ni las ganancias estaban siendo capturadas de manera efectiva por el Estado central. Se necesitaba hacer más. Colombia estaba rezagada con relación a la mayoría de países latinoamericanos en términos del rendimiento económico per capita y del desarrollo infraestructural. El presidente Reyes estaba entonces decidido a explotar los recursos naturales de Colombia, y el desarrollo de la industria petrolera caía bien dentro de su plan.
La competencia por el petróleo en el Magdalena Medio agravó el patrón de conflicto por la tierra entre los colonos locales y los inversionistas forasteros, e involucró gradualmente cada vez más al Estado nacional en los asuntos regionales. Los colonos locales enviaron peticiones por escrito a las autoridades del gobierno en Bogotá para protestar la usurpación de sus propiedades por parte de especuladores. Tras la adquisición de la concesión de Mares, decenas de empresas colombianas y extranjeras presentaron solicitudes que buscaban derechos para explorar el valle del río Magdalena. El Ministro de Minas y Energía recibió licitaciones que abarcaban los municipios adyacentes de Simití, Puerto Wilches, Lebrija, El Carmen, Simacota, Puerto Berrío, Casabe y otros.48 Aunque otras de las licitaciones eran por terrenos en las regiones incluso más remotas del Urabá y el Casanare, el mayor interés se centraba en las vecindades de la concesión de Mares. Durante este mismo período, el Ministro de Minas y Energía recibió decenas de informes de lugareños sobre exploración petrolera realizada sin autorización.49 En 1918, un grupo de colonos en el área de Barranca presentó quejas con relación a terrenos baldíos que estaban siendo cercados por especuladores. Los colonos que vivían cerca a la concesión de Mares le enviaron quejas también al Ministro de Agricultura, acusando a la Tropical Oil de usar matones para que arrasaran sus viviendas.
La primera fiebre mundial del petróleo, que comenzó durante la Primera Guerra Mundial —combinada con un deseo de asegurar nuevas fuentes de producción más allá de la revolucionaria nación mexicana—, llevó a las compañías británicas y estadounidenses a buscar oportunidades en Suramérica.50 La Standard Oil de Nueva Jersey comenzó a explorar sus opciones en Colombia, al igual que el industrial inglés Weetman Pearson. Dueño de una empresa firmemente aliada del recién destituido presidente mexicano, Porfirio Díaz, Pearson presentó una licitación para adquirir los derechos de prospección petrolífera en un área que abarcaba la mitad de Colombia. Como respuesta, la Standard Oil de Nueva Jersey envió representantes de una de sus subsidiarias a persuadir al gobierno colombiano en contra de la propuesta.51 Entretanto, Roberto de Mares buscaba capital para poder demostrar el potencial de su propiedad. Los primeros socios internacionales de Mares fueron J. S. Weller y John W. Leonard, petroleros experimentados con sede en la próspera ciudad productora de acero, Pittsburgh, en Pensilvania. Junto con Mares, ellos recaudaron dos millones de dólares para la creación de la Tropical Oil Company, constituida en 1916. Para 1917, el nuevo gobierno de México había proclamado todo el subsuelo como propiedad del Estado mexicano. Al corriente de la propuesta de Pearson, los directores de la Standard Oil de Nueva Jersey centraron entonces su atención en Colombia, de manera definitiva.
El desarrollo de la industria petrolera en Colombia era espectacular durante los primeros años. La joven Tropical Oil Company agotó su capital demostrando la viabilidad de la propiedad, y el petróleo muy pronto fluiría profusamente desde el Magdalena Medio. Tres pozos perforados en 1919 demostraron ser productivos inmediatamente.52 La International Petroleum, una subsidiaria de la Standard Oil de Nueva Jersey registrada en Canadá, acordó comprar la Tropical Oil en agosto de 1920 por 33 millones de dólares.53 La compañía pronto estableció seis estaciones de almacenamiento y cuatro centros de distribución para enviar el petróleo a los principales mercados domésticos. La producción anual se disparó de 66 750 barriles en 1921 a 322 786 barriles en 1922. Para mediados de los años 1920, la Tropical Oil era propietaria de la flota de comercio naviero más grande en Colombia, que incluía seis barcos a vapor y una docena de barcazas. Tal como lo decía orgulloso el Ministro de Industria colombiano, para 1924, la producción de Barranca era equivalente a la mitad de lo producido en el rico estado petrolero de California.54 La Tropical Oil continuó creciendo a un ritmo acelerado y, para 1925, la producción excedió los 6 millones de barriles. Para 1926, culminó la construcción de un oleoducto de 560 kilómetros entre Barranca y Cartagena. Antes de finalizar los años 1920, las ganancias anuales del petróleo en Colombia superaban las de los metales preciosos y el banano. Para 1930, la producción anual de petróleo excedía los 20 millones de barriles.55 Barranca era el mayor proyecto de la Standard Oil de Nueva Jersey en el extranjero.56
La ampliación de la infraestructura para la explotación petrolera por parte del personal de la Tropical Oil era un trabajo arduo y costoso que requería espectaculares hazañas de ingeniería y de resistencia humana. Todo el equipo utilizado por la Troco para construir las torres de perforación, que pronto poblaron los campos, era importado. Sin embargo, para entregarlo, hacerlo funcionar y darle mantenimiento, la compañía dependía de mano de obra local. Aunque navegable por unos 1000 kilómetros desde Honda, en el departamento del Tolima, hasta Bocas de Ceniza, en el mar Caribe, el río Magdalena es poco profundo y está sujeto a constantes cambios de canales, excesiva vegetación e inundaciones. Los historiadores de la Standard Oil George S. Gibb y Evelyn H. Knowlton escriben sobre los primeros trabajos de la Tropical Oil en términos que evocan el viaje de la conquista de Jiménez de Quesada, varios siglos antes: “La expedición fue una de las mayores épicas de la industria petrolera. La misma concesión de Mares era una tierra salvaje; una tierra de temperaturas infernales, cascadas increíbles y tribus nativas poco amigables. Los medios de transporte consistían en barcos ribereños y canoas, y los caprichos del Magdalena dificultaban la navegación”.57 El equipo pesado para construir carreteras y perforar pozos fue transportado desde Norteamérica hasta Barranca y, de allí, hasta los pozos petroleros ubicados tierra adentro, en cargueros, trenes, barcazas y fuerza bruta. La desembocadura del río Magdalena, cerca de la ciudad portuaria de Barranquilla, era impasable por buques debido a los bancos de arena formados por el sedimento traído por cientos de kilómetros desde los Andes. El equipo, una vez entregado en la costa caribeña colombiana, tenía que ser desarmado, transportado por un ferrocarril de vía estrecha por terreno sinuoso y desnivelado, y, luego, cargado en balsas de fondo plano y movimiento lento que surcaban las aguas río arriba. Después de llegar a Barranca, el equipo debía ser arrastrado por barrancos profundos, arroyos y pantanos.
El temprano triunfo de la Tropical Oil Company después de 1920 daría lugar a un aumento de solicitudes de derechos de exploración y extracción petrolera. Esta fue una oportunidad para que el gobierno nacional en Bogotá extendiera su influencia a otras zonas fronterizas. Para 1923, Colombia había recibido 674 solicitudes de contratos petroleros de inversionistas nacionales e internacionales.58 La mayoría de las propuestas cubrían vastas extensiones de terrenos inexplorados donde el Estado colombiano tenía muy poca o ninguna presencia. Las más importantes, en términos de su impacto en la región del Magdalena Medio, serían las concesiones otorgadas en la zona al sur de Barranca, conocida como Territorio Vásquez. En 1926 serían unificadas bajo el control de la Texas Petroleum Company y se convertirían en un importante polo secundario de desarrollo económico y organización popular en la zona. En la siguiente década, la Royal Dutch Shell de Holanda descubriría petróleo frente a Barranca, al otro lado del río, en una esquina despoblada del departamento de Antioquia. El impulso para aumentar la perforación en los campos petroleros establecidos en las vecindades de Barrancabermeja motivó al Ministerio de Industria a elaborar mapas del río Magdalena. Otros proyectos de cartografía fueron emprendidos por Bogotá en respuesta directa a solicitudes de derechos petroleros en el departamento de Bolívar, el Urabá y en los Llanos Orientales de Putumayo y Caquetá.59