Kitabı oku: «Curistorias de la Segunda Guerra Mundial», sayfa 2

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Personajes

El general MacArthur vuelve a Filipinas

El general estadounidense Douglas MacArthur es uno de los tipos más peculiares de la Segunda Guerra Mundial. Sus acciones y mando en el Pacífico fueron claves en el desarrollo del conflicto. Cuando las cosas no iban demasiado bien para Estados Unidos en aquella zona, allá por 1942, MacArthur tuvo que salir de las islas Filipinas debido a la inminente caída de estas en manos japonesas. Antes de salir dijo: “Volveré”. Sí, dijo lo mismo que Terminator en la comisaría antes de destrozarla.

Y volvió un par de años después, en octubre de 1944. La foto de MacArthur desembarcando en Filipinas con su uniforme, andando por la playa, mojándose los pies, con sus gafas de sol y su aire de solvencia y seguridad, es una de las más famosas de la Segunda Guerra Mundial y, por supuesto, también del personaje. Aquel día cumplió su promesa.

MacArthur también fue el encargado de representar a Estados Unidos en la ceremonia de rendición de Japón el 2 de septiembre de 1945 a bordo del USS Missouri en la bahía de Tokio. Cuando volvió, como vemos, lo hizo de verdad, con todas las consecuencias y dispuesto a dejar su impronta.

Jack Mallory, el dentista de Hideki Tojo

Que el ataque a Pearl Harbor dejó marcados a los estadounidenses es algo que pocos dudan. Pero el hecho también dejó marcas en el bando japonés, muchas, de un modo u otro y no todas inmediatamente. Por ejemplo, la que se encargó de dejar un dentista americano llamado Jack Mallory cuando tuvo que curar un dolor de muelas al general japonés Hideki Tojo, prisionero de guerra tiempo después del ataque por sorpresa japonés a la base hawaiana. Tojo había sido juzgado y condenado en noviembre de 1948 por un tribunal militar durante el proceso de Tokio, y acabaría por ser ejecutado antes de finalizar ese año, concretamente el 23 de diciembre.

Antes, el dentista de la prisión de Sugamo, estadounidense, grabó en miniatura en los dientes de Tojo: “Recuerda Pearl Harbor”; usando el código morse:

.-. . -- . -- -... . .-. (Remember)

.--. . .- .-. .-.. (Pearl)

.... .- .-. -... --- .-. (Harbor)

David Currie

En agosto de 1944 un comandante canadiense llamado David Currie, tras comprobar que todos sus oficiales estaban muertos o heridos, decidió tomar personalmente el mando de los carros de combate y soldados de sus dotaciones.

Después de tres días de lucha en Saint-Lambert-sur-Dives, él y sus ciento setenta y cinco hombres habían matado o herido a ochocientos alemanes y habían tomado más de mil prisioneros. Por esta acción le condecoraron con la Cruz Victoria, y en la mención que se realizó para solicitar esta medalla se expuso lo siguiente: “Cuando por fin su fuerza fue relevada y quedó conforme de que la entrega hubiese acabado, se quedó dormido de pie y se desplomó”.

Una buena muestra de cómo, bajo ciertas condiciones, la resistencia humana llega hasta niveles insospechados. Historias parecidas a esta debe haber por centenas en batallas, asedios y marchas militares.

George H. W. Bush en la Segunda Guerra Mundial

George H. W. Bush, presidente de Estados Unidos entre 1989 y 1993 y padre de otro presidente norteamericano, participó el 2 de septiembre de 1944 en las operaciones en el Pacífico atacando a los japoneses en las islas Bonin. En una acción contra las instalaciones japonesas en Chichi Jima, pilotando un avión, su aparato fue alcanzado por fuego antiaéreo enemigo y comenzó a arder. Con el avión tocado y en llamas, el futuro presidente finalizó el ataque bombardeando el objetivo. Bush alejó su avión unas cuantas millas de la isla para no caer sobre territorio japonés y saltó de la nave junto con otro superviviente de la tripulación. Finalmente, sólo sobrevivió Bush. Fue rescatado por un submarino americano, el USS Finback. Por esta acción el futuro presidente recibió una medalla, en concreto, la Cruz de Vuelo Distinguido. En total, el número de operaciones de combate en las que participó fue de cincuenta y ocho.

Shoichi Yokoi nunca se rindió

El 7 de febrero de 1972 la revista Newsweek informaba sobre el descubrimiento –si me permiten la palabra– en las selvas de Guam de un sargento japonés llamado Shoichi Yokoi. Habían pasado veintiocho años desde que este militar se escondiera en el bosque para evitar la terrible vergüenza de la rendición. La vergüenza que quería evitar Shoichi Yokoi era la derivada de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Sí, y la noticia es de 1972, han leído bien.

Con otros dos soldados, el sargento Yokoi se había ocultado de día en una cueva, saliendo por la noche en busca de mangos, nueces, caracoles, palomas o ratas para alimentarse. Sus compañeros de fuga habían muerto en 1964, y en ese mismo año, nuestro hombre se había enterado por un viejo papel de que la guerra había acabado diecinueve años antes.

De todos modos, su determinación a no rendirse le hizo resistir otros ocho años más, según él mismo: “vivo por el emperador y por el espíritu de Japón”.

La historia de William (Billy) Meade Fiske III

En 1939 se alistó el primer estadounidense en la RAF, la fuerza aérea británica. Este hombre fue William Fiske, que además era una estrella olímpica con dos medallas de oro. Nacido en 1911 en Nueva York, vivió en Francia, pasando ciertas temporadas en Biarritz y Saint Moritz, donde aprendió a esquiar. Con sólo dieciséis años ya estaba en el equipo olímpico de bobsleigh de Estados Unidos y en 1928 fue el hombre más joven en conseguir una medalla de oro en unos Juegos de Invierno. Hasta 1992 este récord no fue batido, y cuando la marca fue superada por el finlandés Nieminen, éste sólo tenía un día menos que Fiske.

Después de dominar el bobsleigh se interesó por el vuelo y comenzó a pilotar aviones mientras seguía consiguiendo éxitos deportivos. Su afición creció y acabó convirtiéndose en un gran piloto. Antes de que la Segunda Guerra Mundial comenzara, Fiske comentó a sus amigos pilotos británicos: “Cuando empiece la guerra estaré con vosotros desde el principio”. Tenía claro su bando, pero debido a las leyes de neutralidad no pudo volar en la RAF al comienzo del conflicto, aunque finalmente se saltó las reglas y lo hizo durante la llamada batalla de Inglaterra.

La historia de Fiske en la RAF es tan rápida como exitosa y fúnebre. Formó parte del Escuadrón 601, llamado “el de los millonarios”, por el dinero que tenían sus componentes. Llegó a ser subteniente y lamentablemente murió debido a las heridas sufridas en un combate aéreo; eso sí, después de llevar de nuevo su avión a la base.

Galland y su dolor de garganta

El gran piloto alemán Adolf Galland fue miembro de la Legión Cóndor durante la Guerra Civil española. Realizó multitud de operaciones de combate en la península Ibérica y, en muchas de ellas, según parece, únicamente llevaba puesto el traje de baño.

También por aquel tiempo se empezó a comentar el terrible dolor de garganta de Galland. En la Luftwaffe, el ejército del aire alemán, se designaba así a la ambición excesiva por llevar cada vez una condecoración más importante en el cuello: Cruz de Caballero, Cruz de Caballero con Hojas de Roble... y así llegar finalmente a la Cruz de Caballero con Hojas de Roble, Espadas y Brillantes.

Galland combatió con ese objetivo y, efectivamente, aquel joven con dolor de garganta en España durante la Guerra Civil, consiguió finalmente la Cruz de Caballero con Hojas de Roble, Espadas y Diamantes. Fue uno de los pocos, veintisiete en total, que lo lograron.

El último vuelo de Helmut Wick

El 25 de noviembre de 1940, cuando Helmut Wick volvió de una misión aérea, su personal de tierra corrió a felicitarlo; lo había conseguido, había derribado cincuenta y cinco enemigos. Esta cifra le convertía en el número uno entre los número uno (aces) de la Luftwaffe, igualando en aviones abatidos a Adolf Galland. Unos días antes, Werner Mölders, otro as del aire, había llegado a cincuenta y cuatro derribos, pero Wick había tenido unos vuelos “afortunados” derribando hasta ocho aviones en dos días. El 17 de noviembre, una semana antes, Adolf Galland, el tercero en discordia, había llegado a los cincuenta y cinco derribos y se había puesto por delante de los otros dos rivales en esta extraña carrera, pero como ya hemos dicho, el día 25 Wick le alcanzó. La clasificación estaba reñida y el primer puesto muy disputado.

El invierno comenzaba a reinar y se rumoreaba que estaba cerca la retirada a Alemania de los pilotos, desde las bases en Francia y los Países Bajos cercanas al canal de la Mancha, por lo que quedaba poco tiempo para avanzar en la carrera por el número de enemigos derribados. Wick deseaba volar todo lo posible para ser el primero en la lista y seguir añadiendo marcas blancas al ala de cola de su Messerschmitt, que usaba como contador de victorias.

A las 15:20 de la tarde de aquel día 25 de noviembre sonó el teléfono. Malas noticias para Wick, Galland acababa de abatir un Hurricane británico y deshacía el empate a cincuenta y cinco derribos que había entre ellos. Wick ordenó cargar combustible en su aparato y salió de cacería, había que aprovechar la tarde.

Pero una orden llegó a la base mientras él volaba: Wick no debía volver a volar. Era una figura pública, había sido portada del último número de Berliner Illustrierte y Alemania no podía permitir que lo abatiera la RAF. Sería un duro golpe para la ya dañada moral germana, después de haber fracasado en el objetivo de vencer de manera rápida en la batalla de Inglaterra. No se había conseguido acabar con las fuerzas aéreas británicas y habían pasado varios meses desde los días de agosto en los que la operación “Día del Águila” pusiera en movimiento mil bombarderos y setecientos cazas alemanes, sin éxito definitivo.

Wick logró un derribo en aquel vuelo vespertino volviéndose a poner en cabeza, empatado con Galland. Pero aquella tarde, también el piloto Johnny Dundas, de la RAF británica, tuvo una suerte relativa y alcanzó el avión de Wick, que saltó en paracaídas. Y digo que tuvo suerte relativa porque, inmediatamente, después resultó asimismo alcanzado. Este fue el fin para los dos. Nunca más se supo del alemán Wick ni del británico Dundas.

Pocos días más duró la batalla de Inglaterra, pero Galland alcanzó el número de cincuenta y siete derribos. Esto le convirtió en el número uno de los pilotos alemanes en aquella batalla. Mölders, el tercero en discordia en esta historia, se quedó a tres enemigos abatidos.

Jaime Galiana Garmilla

El teniente Galiana, Jaime Galiana Garmilla para ser más exactos, fue uno de los españoles que se enroló en la División Azul para luchar contra el comunismo. En el mes de octubre de 1941 estaba en el frente ruso combatiendo junto a los alemanes. Antes de comenzar el asalto a una posición soviética el 22 de aquel mes, y después de comulgar, le comentó al capellán del 2º Batallón del 269º Regimiento: “¡Qué limpio está hoy el cielo! ¡Qué buen día para morir!”.

Efectivamente, el teniente Galiana murió en aquella acción de combate. Una vez más queda patente que en la guerra siempre ronda la muerte y que uno ha de ser cauteloso con lo que dice, para no acabar su vida con un cierto aire cómico.

Hans von Luck

Esta historia parece sacada de La vaquilla, la genial película de Berlanga, o de la famosa historia del ejército y el enemigo de Gila, pero es real. El coronel alemán Hans von Luck estuvo al mando de un batallón blindado en la guerra en el norte de África durante la Segunda Guerra Mundial, al servicio de Rommel. Sus labores eran de reconocimiento y esto le confería cierta capacidad de maniobra e independencia. Von Luck llegó a un acuerdo con su homólogo británico, de tal forma que todos los días a las cinco de la tarde los combates cesaban. Un cuarto de hora después de este fin de jornada, el comandante británico y el alemán hablaban por radio y hacían comentarios como: “Hoy hemos capturado al soldado XXX y está bien”.

En una ocasión, Von Luck se enteró de que los británicos habían recibido un suministro de cigarrillos importante que les daría para todo un mes de vicio. El alemán ofreció cambiar a un oficial capturado por un millón de cigarros. Los británicos dijeron que esa cifra era muy alta y que el cambio se haría por seiscientos mil cigarros. Von Luck aceptó esta oferta y ello causó que el preso intercambiado protestara enérgicamente pues consideraba que el rescate era “poca cosa” para su valor. De hecho, protestó y se negó en principio a ser cambiado por aquella cantidad de cigarros. Por cierto, y para añadir más detalles curiosos a todo esto, resultó que el preso era el heredero del imperio Players, una compañía tabaquera inglesa que en la actualidad forma parte de Imperial Tobacco Group. Insisto, todo esto es real.

Una noche comunicaron a Von Luck, sus propios hombres, que se había capturado un camión británico con comida. Esta acción había tenido lugar más allá de las cinco de la tarde y Von Luck se las apañó para hacer llegar a los británicos, de forma más o menos disimulada, dos camiones con provisiones en compensación por aquel incumplimiento de horarios.

Salvar al soldado Sullivan

Aquellos de ustedes que hayan visto la película Salvar al soldado Ryan encontrarán esta curistoria ligeramente familiar. Y aquellos que no la hayan visto, harían bien en invertir un poco de su precioso tiempo en ponerle solución al error… por supuesto, después de leer esta entrada sobre los hermanos Sullivan, que no los hermanos Ryan.

El señor y la señora Sullivan vivían en Waterloo, en el estado de Iowa, en Estados Unidos. Tenían cinco hijos enrolados en el ejército de Estados Unidos y en 1942 todos ellos estaban a bordo del USS Juneau, lo que en principio podría parecer bueno. De hecho, es posible que ellos mismos hubieran solicitado servir juntos. Contar con tus hermanos a bordo siempre ayuda, supongo. Pero cuando se ponen todos los huevos en la misma cesta y ésta se pierde... se pierden todos los huevos. Y así, el 14 de noviembre de aquel año el USS Juneau se fue al fondo del océano durante la batalla de Guadalcanal, con las vidas de los cinco hermanos.

La muerte de George Thomas (27 años), Francis Frank Henry (26 años), Joseph Joe Eugene (24 años), Madison Matt Abel (23 años) y Albert Al Leo (20 años) provocó que Estados Unidos implantara una política para evitar en la medida de lo posible que varios miembros de la misma familia combatieran juntos, su nombre era Sole Survivor Policy, y no correr así el riesgo de que murieran todos en el mismo momento. Desde entonces, parece ser que más o menos se respeta esta idea.

La película Salvar al soldado Ryan está ambientada en el desembarco de Normandía, es decir, en 1944, así que es posible que el argumento de la película tenga su origen en aquella directiva del ejército de Estados Unidos causada por la muerte de los hermanos Sullivan.

Cocinero de tercera clase Doris Miller

La película Pearl Harbor, de 2001, dirigida por Michael Bay y protagonizada por Ben Affleck y Josh Hartnett, entre otros, está ambientada en el ataque japonés a la flota estadounidense mezclando la ficción con la historia. Uno de esos otros que aparecen en la película es Cuba Gooding Jr., que interpreta a un marinero negro. Su personaje está basado en hechos reales, en concreto, en la historia del cocinero de tercera clase Doris Miller. También en la película de 1970 Tora! Tora! Tora! aparece este personaje, interpretado por Elven Havard en este caso.

Nacido en 1919, el 7 de diciembre de 1941, día del ataque a Pearl Harbor, el marinero Miller tenía veintidós años y estaba a bordo del USS West Virginia, en el que era un campeón del boxeo. Las acciones heroicas que protagonizó aquel día se relatan bien en la película de 2001. Socorrió a algún oficial y combatió a los aviones japoneses con un arma antiaérea, para el manejo de la cual no había recibido ningún entrenamiento. Agotó la munición y finalmente abandonó el barco.

Fue el primer afroamericano en recibir la Cruz de la Marina y también fue el protagonista de un póster destinado a promover el reclutamiento. El eslogan de este póster encajaba perfectamente con la actitud de Miller: “Por encima y más allá del deber” (“Above and beyond the call of duty”). El 7 de diciembre de 1943, dos años después de Pearl Harbor, los padres de Doris Miller recibieron una triste noticia: “Caído en combate”. Un torpedo japonés había hundido su nave y no había sobrevivido.

Leer mucho le sirvió de poco a Hitler

Timothy W. Ryback publicó un ensayo sobre los libros que tenía Hitler titulado La biblioteca privada de Hitler. El líder nazi era un buen aficionado a la lectura, aunque sólo le interesaban obras que ahondaran en su misma línea y reforzaran sus propias ideas. Dieciséis mil obras formaron la extensa colección. Tenía títulos como El arte de convertirse en orador en pocas horas, obra a la que sin duda le sacó un buen rendimiento.

Pero si le sacó partido al ensayo sobre cómo hacerse un gran orador, no hizo lo propio con otros volúmenes. Tenía una biografía sobre el conde Alfred von Schlieffen, un brillante militar alemán que llegó a general a comienzos del siglo XX. No sólo leyó sino que llegó a subrayar algunos de sus pasajes. Una de las partes subrayadas comentaba lo peligroso que sería para Alemania luchar en dos frentes simultáneamente. Y digo que no le sirvió de mucho porque a pesar de leerlo y subrayarlo, Hitler acabó abriendo dos frentes simultáneos en la Segunda Guerra Mundial, con el desastroso resultado para Alemania que todos conocemos. Luchar en el este y en el oeste fue algo insostenible.

Ya lo decían en la escuela los maestros: sirve de poco leer si uno no comprende aquello que lee. Esa vez Hitler no hizo los deberes y aquel curso no se podía repetir.

Mad Jack, un arco en la Segunda Guerra Mundial

El teniente coronel Jack Malcolm Thorpe Fleming Churchill, también conocido como “el guerrero Jack Churchill” o simplemente como “Jack el Loco” (Mad Jack), fue un británico que combatió en la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué tenía este tipo de peculiar? Pues nada más y nada menos que utilizar, en pleno siglo XX, el arco, las fechas y un mandoble como armas, además de otras más modernas, claro está. Llamaba mucho la atención verlo con su uniforme, sus armas reglamentarias, y el arco y el mandoble a la espalda.

Parece sacado de otra época. En una ocasión comentó: “ningún oficial irá propiamente vestido al entrar en acción si no lleva su espada”. En la Segunda Guerra Mundial se presentó voluntario para formar parte de algunos de los comandos del ejército británico, sencillamente porque luchar en ellos “sonaba peligroso”. Esto fue después de combatir en Francia y ser evacuado de Dunkerque. Entonces, antes de ser evacuado, luchando contra el ejército nazi, contra las mejores armas del momento, nuestro Churchill acopló sus armas a la acción. Por cierto, era tan bueno con el arco que formó parte de la selección británica de tiro con arco.

Era 1940, en Francia, tenía que emboscar una patrulla alemana. Preparados para la acción, la señal de ataque la dio Mad Jack. ¿Cómo? Disparando con su arco contra el sargento de la patrulla enemiga.

En 1941, en Noruega, dirigió las acciones de la operación “tiro con arco”. Sin duda, el nombre de la operación no es casual. En este caso, Jack Churchill hizo uso de otra de sus aficiones, la gaita. Entró en acción tocando The March of the Cameron Men con su gaita, antes de lanzar unas granadas y echar a correr.

Hay muchas más historias sorprendentes de nuestro amigo Churchill a lo largo de su carrera como soldado de comando británico. Un tipo peculiar, valiente y decidido. Por ejemplo, por citar otro caso, en 1944, en Yugoslavia, quedó aislado con seis de sus hombres en el ataque a una posición alemana. Todos fueron finalmente heridos menos Mad Jack, que, consciente de lo delicado del momento, cogió su gaita y comenzó a tocar una canción titulada “¿No volverás?”. Mientras tocaba, una granada lo dejó inconsciente y, cuando se despertó, era prisionero alemán. Fue llevado a Berlín para ser interrogado e internado en el campo de concentración de Sachsenhausen.

Unos meses después consiguió escapar del campo, pero fue capturado de nuevo antes de abandonar territorio alemán. Fue trasladado de campo y finalmente, aprovechando un apagón de luz, en 1945 se fugó de nuevo, en este caso en Italia. Después de caminar un par de centenares de kilómetros alimentándose de lo que iba encontrando, se topó con el ejército estadounidense.

La guerra en Europa había acabado, pero en el Pacífico no. ¿Saben ustedes quién cruzó el mundo para seguir luchando? ¡Correcto! Lamentablemente para él, cuando llegó a su destino la guerra había finalizado por completo. En cualquier caso, todavía intervino en algunas acciones en Palestina en los años siguientes.

Desde luego, una historia y una vida de cine. Literalmente, porque nuestro amigo Churchill también hizo sus pinitos en el mundo del celuloide. En películas como Ivanhoe o El ladrón de Bagdad, verdaderos clásicos.

La fascinante historia de Eugene Bullard

Ya saben ustedes que las conversaciones de ascensor suelen ser insulsas, cortas y poco concretas. El tiempo, el tráfico y cuestiones similares son los asuntos habituales, todo por no hablar con los acompañantes de algo más profundo. Esto nos hace muchas veces perdernos buenas charlas y no conocer más profundamente a nuestros compañeros de “cajón”, cuando son gente realmente interesante. Y no me estoy refiriéndose a ese vecino o vecina que... bueno, ya me entienden. No.

Me refiero, por ejemplo, a Eugene Bullard. Un tipo de color que fue “piloto” de ascensores en Nueva York en el siglo pasado. Y digo piloto con toda la intención. Bullard era nieto de un esclavo y con sólo cinco años, a comienzos del siglo XX, tomó un barco para dejar Estados Unidos, donde había nacido, con destino a Europa. Allí empezó a boxear siendo apenas un adolescente y así pasó el tiempo hasta que estalló la Primera Guerra Mundial. Se decidió a combatir y se alistó en la unidad de infantería conocida como los “tragadores de muerte”, perteneciente a la Legión Extranjera Francesa.

En la batalla de Verdún fue gravemente herido y durante su recuperación decidió cambiar de unidad. Pidió y logró ser trasladado al ejército del aire. Así, en 1917 se convirtió en el primer piloto de combate negro. De ahí que yo le confiera el título de piloto de ascensores. Al fin y al cabo, un piloto es un piloto.

Finalizada la guerra, fue batería de un grupo de jazz que solía tocar en un bar del mítico barrio parisino de Montmartre. Hasta aquí una vida que daría para una gran película. Pero hay más. En 1939 fue reclutado por el servicio de inteligencia francés y un año más tarde, cuando los alemanes llegaron a París, el bueno de Bullard les combatió con tanto ahínco como mala fortuna, ya que resultó gravemente herido. Fue llevado de vuelta a Estados Unidos, vía España, por cierto.

Después de todas estas hazañas y con más de quince medallas por sus acciones por Francia, en 1954 tuvo el honor de ser uno de los tres hombres que encendieron la llama en la Tumba al Soldado Desconocido en el Arco del Triunfo de París. Todo un honor que supone un colofón perfecto para una vida llena de aventura.

Esto que les he contado yo de mala manera, se lo podría haber contado de primera mano y con todo lujo de detalles un simple “piloto de ascensores” allá por la década de 1960 en el edificio del Rockefeller Center. ¿Cuántas grandes personas dejamos pasar a nuestro lado sin escucharlas como se merecen?

La mujer con las piernas del millón de dólares

En estos tiempos en los que vivimos, cuando se pagan más de cien millones de euros por un jugador de futbol, no es extraño que se aseguren esas piernas tan valiosas por una gran cantidad. Pero esto no es algo nuevo, de hecho, hay una mujer conocida como “la mujer de las piernas del millón de dólares”. Esta bella dama no era otra que Betty Grable.

Grable es una de las diosas de ese mundo tan atractivo y artístico que es el de las pinup. Comenzó en el mundo del cine como una de las bailarinas y actrices que lucían palmito y estilo en las películas de los años 40 y 50 del siglo pasado. Según parece, era tan buena en este tipo de actuaciones que llegó a ser la mejor pagada de todas ellas.

Del cine pasó a la fotografía y también fue una cotizada modelo. Estas fotos de Grable, pinup, fueron admiradas con gran deleite por los soldados de la Segunda Guerra Mundial. En 1943 posó para la foto que le daría más fama como pinup y que es un hito en el género. El autor de la imagen fue Frank Powolny y los soldados le estuvieron agradecidos por aquel trabajo durante las largas noches de guerra (intuyo). Después de esto, sus piernas fueron aseguradas por valor de un millón de dólares de la época y comenzó a conocerse como “La mujer con las piernas del millón de dólares”. Por cierto, la aseguradora fue Lloyd’s. Seguramente lo valían.

Los chalecos Mae West

Mae West era una actriz originaria de Estados Unidos que alcanzó gran fama en su tiempo y que fue un importante icono sexual. Al parecer, de ella es la famosa frase: “¿Tienes una pistola en el bolsillo o es que te alegras de verme?”. Sus generosos pechos eran todo un reclamo y dieron nombre a los chalecos salvavidas que usaban los pilotos de la RAF durante la Segunda Guerra Mundial.

Estos chalecos se colocaban de tal manera que la parte que reposaba sobre el pecho era realmente voluminosa y de ahí que se les asociara también con los voluminosos pechos de West. Sencilla asociación que generaría más de una broma entre los pilotos, apuesto por ello.

Audie Leon Murphy, el estadounidense más condecorado

Audie Leon Murphy fue un militar nacido en Estados Unidos en 1924 que murió en 1971, en un accidente de avión. Con apenas dieciocho años se enroló en el ejército. Había sido rechazado por la infantería de marina y por los paracaidistas, debido a su escasa estatura y peso, pero finalmente logró ingresar. Luchó en la Segunda Guerra Mundial en los escenarios de África, Sicilia, Italia, Francia y Alemania.

En una ocasión saltó sobre un tanque en llamas para ametrallar al enemigo. Una escena digna de película, como luego veremos. Mató a casi doscientos cincuenta enemigos, incluso estando herido, y capturó a otros muchos.

Fue el soldado estadounidense más condecorado de la Segunda Guerra Mundial, y prueba de ello es el listado de condecoraciones, que incluye la Medalla de Honor, la Cruz de Servicios Distinguidos, la Legión al Mérito, el Corazón Púrpura con Hojas de Roble o la Legión de Honor Francesa en Grado de caballero. Poseía todas las condecoraciones al valor del ejército de Estados Unidos.

Su heroicidad le llevó al mundo del cine y protagonizó treinta y tres películas, interviniendo como actor en un total de cuarenta y cuatro. Entre las que protagonizó, To Hell and Back, titulada Regreso del infierno en España, que narra su propia historia. ¿Les parece poco? Bien, pues compuso algunas canciones country, algo muy acorde con el papel que solía interpretar en las películas, que no era militar sino cowboy.

Si han visto la película Malditos bastardos, hay un personaje, en este caso alemán, que también se hace famoso como militar y pasa al mundo del cine, rodando además sus hazañas. Una vez más, la realidad supera a la ficción.

Manoli Glazos, décadas combatiendo el fascismo

Manoli Glazos (o Glezos, según he leído en alguna fuente), protagonista de esta curistoria, es un griego nacido en 1922 que luchó en su momento contra el fascismo, en la Segunda Guerra Mundial, pero no paró ahí. Ha estado condenado a muerte tres veces, ha pasado doce años preso y ha vivido en exilio, siempre por luchar contra los fascismos: el nazi, el italiano, el griego; y también contra el régimen totalitario de los coroneles.

En 1939 ya participaba en una organización antifascista juvenil, protestando contra la ocupación italiana del Dodecaneso. Pocos meses después, cuando Italia invadió Grecia ya en plena guerra mundial, nuestro hombre solicitó luchar en el frente contra el enemigo, pero no pudo ser debido a su juventud. Cuando fueron los nazis los que ocuparon Grecia, trabajó en la Cruz Roja y en el municipio de Atenas, mientras luchaba como parte de la resistencia.

En mayo de 1941, junto con un amigo, subió a la Acrópolis y arrancó la bandera con la esvástica que allí ondeaba. Capturado en 1942 por los alemanes, fue torturado, pero se libró de males mayores al caer gravemente enfermo. No sería esta su primera detención. Realmente estuvo entrando y saliendo de la cárcel durante toda la guerra, hasta la liberación de Grecia. Más tarde sería la Guerra Civil griega la que le llevaría a pasar malos momentos y también el régimen totalitario de los coroneles.

Resumiendo, este hombre, que acabó siendo político, pasó décadas de penurias y torturas, fue condenado a muerte y tuvo que exiliarse, siempre por luchar contra el mismo perro con diferentes collares. En el año 2009 volvió a ser noticia al criticar al gobierno griego durante los terribles incendios que asolaron aquel país. Me gustaría saber cómo se libra un hombre de la muerte después de ser condenado tres veces a la pena capital. Finalmente va a ser un tipo con suerte a pesar de todo.

Churchill y la cocina española

Durante la Segunda Guerra Mundial, como saben, España estuvo más bien del lado alemán dentro de su neutralidad. Esto no fue impedimento para que Winston Churchill fuera un asiduo visitante del embajador español en Reino Unido. Ahora veremos por qué.

El embajador español allí era Jacobo Fitz-James Stuart, decimoséptimo duque de Alba y duque de Berwick, entre otros títulos. Como vemos, la familia Alba siempre ha estado unida a la historia de España. Las cenas con Churchill solían ser relativamente habituales, eso sí, a menudo en la Embajada española. ¿La razón? La cocina y la bodega. Tanto uno como otro, el embajador español y el líder británico, eran aficionados al buen comer y al mejor beber y en la Embajada nunca faltaba de nada a pesar de los duros momentos debidos a la guerra.

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