Kitabı oku: «De nadadores y piscinas»
Edición en formato digital: julio de 2020
© 2020, Manuel Moranta
© 2020, Trampa ediciones, S. L.
Vilamarí 81, 08015 Barcelona
© 2020, Juan Sebastián Rodríguez Moranta, por el prólogo
© 2020, de las traducciones:
Rebecca Gale, Mathias Énard, Umberto Cacchione, Anna Amat
Diseño de cubierta: Edimac
Trampa ediciones apoya la protección del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.
ISBN: 978-84-121677-2-6
Composición digital: Edimac
Prólogo
Desnúdate
El bañador no te va a hacer falta en esta piscina: el lector, mejor desnudo. Si has llegado hasta aquí es que Manuel Moranta te ha entregado las llaves de esta propiedad. Miras alrededor, no hay ningún mirón a la vista. Te lo quitas todo. Ahora estás como Dios te trajo al mundo. Sientes la brisa en los cabellos y en la piel. Esta piscina es tuya, para siempre.
El lugar te produce curiosidad. En la finca hay una casa de ladrillo rojo en forma de ele con una cubierta de teja árabe. El jardín lo delimita un perímetro de cipreses, en un extremo se alza un gran algarrobo, y no muy lejos, divisas la caseta de un perro, sin perro. Oyes ladridos de otra época, de otro libro. Sin embargo, estás seguro de que el sonido proviene de la piscina. Te invade un alud de recuerdos y sensaciones extrañas. De repente sientes una molestia en la nalga derecha, el recuerdo vago de una mordedura. Es como si alguna vez te hubiera mordido un perro.
Oyes también el eco de un puñado de niños revoltosos que chapotean y sientes la presencia de un matrimonio joven. Son los padres de Manuel. Están en medio de una conversación. Ella le habla con acento mallorquín. Le explica que ha soñado con la infancia. Y en el sueño una frase flexible se ha juntado por los extremos y ha formado un tiovivo, luego ha pagado una peseta para subirse a lomos de una palabra, y allí, tan contenta, se ha pasado la tarde entera. Él sonríe con acento canario y cambia de tema. Le acaban de avisar por teléfono del hospital. Es una urgencia. Ella arruga la nariz. Una filóloga y un cirujano. Mallorca y Tenerife. La isla al cuadrado. Es curioso, una isla es una piscina al revés. Oyes otras voces que emergen de todos los ángulos de la piscina, centenares de ellas, generaciones de ancestros familiares que precipitan sus aventuras y sus anhelos en forma de ondas de agua. Estás fascinado. La de Manuel es una piscina que habla.
No te despistes. Estás desnuda, o desnudo, y has venido a bañarte. No ha sido fácil encontrar un hueco en tu apretada agenda. Nadar te sentará bien. La historia de la natación se remonta a la Prehistoria. Se han descubierto pinturas sobre natación de la Edad de Piedra de hace 7.500 años y las primeras referencias escritas datan del 2.000 a. C. Entre los antiguos griegos, la natación era tan popular que para indicar que alguien era un analfabeto, se decía despectivamente de él: «no sabe ni leer ni nadar». A ti, por suerte, te encanta leer y nadar.
Mientras piensas en el momento del chapuzón, te llega el aroma de las rosas, del césped recién cortado, y el olor a una antigua paella de marisco. Caminas meditabundo alrededor de la piscina. Te acercas al borde. Te arrodillas y miras el fondo. Descubres que el agua está plagada de formas vivas, no son peces ni vegetación. Son palabras y signos que mutan continuamente en otras palabras y en otros signos. No te asustes, se llaman «dibujofrases». Es esta la sorpresa que te aguardaba. Manuel lleva años acumulando notas, apuntes en trozos de papel, en libretas, en cantos rodados, en troncos, en muros. A partir de esas observaciones, ha creado un lenguaje propio, entre la poesía y la filosofía. Un sistema que atrapa sucesos que pocas veces las lenguas y los dibujos han conseguido cifrar. Lo insignificante, lo fragmentario y la bruma. El humor y el amor. El acceso a esta lengua inexplicable es el motivo de que estés aquí. Por eso habla tanta gente de esta piscina. El libro-piscina de Manuel es una oda a lo pequeño, como el instante en que un aspersor de jardín se queda en silencio, el cambio de lado de la línea que divide y organiza tus cabellos, o la simple constatación del paso de los días.
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