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Transmitir emociones

En otras especialidades de la fotografía social, como pueden ser las bodas, hay ocasiones donde el protagonismo en la imagen lo lleva el escenario o la relevancia del hecho fotografiado, por ejemplo la fotografía del intercambio de los anillos. Sin embargo, a medida que avance en su aprendizaje de fotografía de niños observará que las imágenes que más le gustarán, a usted como fotógrafo y a sus clientes, son aquellas donde logre que el espectador se detenga y sea partícipe de la emoción que reflejan. Son tantas las situaciones donde un pequeño puede enternecernos: la mirada de cariño abrazando a un nuevo hermano recién llegado, su expresión boquiabierta de sorpresa ante unas pompas de jabón o los movimientos entusiasmados con que imita a los héroes de sus películas con una toalla como capa.

Con los niños resulta mucho más fácil que con los mayores, pues hasta la preadolescencia no suelen tener demasiada consciencia de sí mismos y no se avergüenzan por nada, así que no les preocupa disfrazarse, pintarse la cara o gesticular abiertamente. Acostúmbrese a observar a sus hijos y a otros niños en todo tipo de situaciones, no solamente cuando los está fotografiando. Muy probablemente encontrará muchos momentos mágicos cargados de emociones. Anote la situación en su cuaderno de ideas para que pueda servirle de inspiración para una sesión posterior. En la sesión fotográfica no trate de reconstruir ese momento concreto, eso resulta casi imposible y rara vez funciona, en cambio sí puede generar una atmósfera similar donde seguro que algo va a suceder. En la siguiente sección le indico en una breve lista algunos de esos momentos mágicos que puede empezar a observar.

EXPRESIONES Y GESTOS

Si en el mundo adulto suele decirse que la cara es el espejo del alma, más aún sucede en los pequeños que todavía no han aprendido a expresarse con el lenguaje verbal, pues dependen de los gestos y expresiones de su cara, así como de sus movimientos corporales, para que los adultos les podamos entender. El lenguaje verbal requiere un largo proceso de aprendizaje que no se culminará hasta los seis o siete años. Sin embargo, incluso los más pequeños cuando todavía no saben hablar ya son capaces de comunicar muchas emociones y deseos con sus expresiones faciales, gestos y lenguaje corporal.

Madres y padres suelen entrar al estudio fotográfico con una idea prefijada: el fotógrafo recogerá la felicidad de sus hijos. Sin embargo, esa obsesión por una imagen tipificada no facilita las mejores imágenes. Por ello muchos fotógrafos especializados prefieren que los familiares no se encuentren directamente en el plató del estudio, al objeto de que el niño pueda sentirse más tranquilo y con menos presión de los adultos, lo que les facilita recoger otros estados de ánimo. Considere la siguiente lista de actitudes y estados de ánimo para intentar capturarlos en sus fotografías y reflejar de un modo más completo y auténtico la personalidad del niño.

• Curioso, observador, concentrado, ensimismado.

• Entusiasmado, sorprendido, alerta.

• Activo, juguetón.

• Relajado, meditativo, somnoliento.

• Alegre, placentero, gozoso.

• Tierno, cariñoso, apegado.

• Triste, apenado, frustrado.

• Desilusionado, decepcionado.

• Enfadado, enrabiado.

Trácese un esquema mental de la sesión que le facilite registrar al niño en tres tipos de actitudes como mínimo. Muchos fotógrafos, como Alba Soler, prefieren no estimular en exceso a los niños al comienzo de las sesiones porque tienden a ser más monótonas en sus resultados. Piense que si implica al niño en una fuerte dinámica de juego en exteriores, será complicado detenerlo hasta que se encuentre cansado. Lo ideal es averiguar el ritmo adecuado para cada niño. Con el tranquilo puede empezar con las actitudes más reposadas y posteriormente ir activándolo mediante juegos para fotografiarlo en las más dinámicas; mientras que con el hiperactivo conviene ir al revés, primero dejarle que juegue hasta que se empiece a cansar; entonces es el momento para acercarlo a algún muñeco u objeto de su interés y pedirle que se concentre en hablarle o expresarle su cariño.

Detectar su personalidad le ayudará también al planteamiento técnico de la sesión. Por ejemplo, para un niño hiperactivo Pepa Valero sugiere “trabajar con luces muy abiertas, difusas y amplias, para poder dejarlo que se mueva más libremente en el plató. No es aconsejable trabajar con luces muy cerradas porque es imposible mantenerlo quieto y en una postura determinada. Dicho esto, es maravilloso trabajar con ese tipo de niños porque las expresiones son muy bonitas y supernaturales”.

Para la mayoría de los niños hasta los ocho años, Manuel González recomienda “sesiones de no más de una hora porque después empiezan a perder energía y a decaer su interés. Lo primero que hago es jugar con ellos para tomar planos largos y medios; después en la segunda mitad de la sesión cuando va bajando su ritmo y está más tranquilo, ya no le importa que me acerque e invada su espacio, entonces empiezo con planos más cortos. Busco crear dinámicas de acción y reacción, donde le indico al niño algo para provocarle que reaccione. Si es más tranquilo, empiezo por poses más paradas, después cuando he conectado con él ya puedo empezar los juegos de acción y reacción. Si es más hiperactivo, le dejo que se mueva por el estudio y que se canse para posteriormente empezar, o simplemente dejo fluir la sesión mientras voy disparando”.


En esta fotografía Manuel González usó la estrategia de acción y reacción que le funciona muy bien con niños hasta los 6 años. Encendió el Baby Shusher –un aparato para dormir bebés que genera ruido blanco– después se puso el dedo en la boca haciendo el gesto de callar al aparato, inmediatamente el niño también empezó a imitarlo y solo tuvo que realizar tres o cuatro disparos de su cámara para captar esta expresión tan genuina y auténtica.

Canon 5D Mark III, Canon 85 mm f/1,2, ISO 200, f/3,2, 1/160 s.

Tenga en cuenta que el rostro, pero sobre todo los ojos y la boca son los órganos con mayor control de movimientos y, por tanto, los más importantes a la hora de comunicar emociones. Incluso podríamos imaginar un retrato donde no se incluyera la boca, pero sería imposible sin recoger los ojos del niño. Estos transmiten la vida interior y mucho de lo sentido en cada momento. Y para captar esa vida es fundamental que los ojos estén bien iluminados. Modifique la posición de sus luces o simplemente pida al niño que gire la cabeza o suba ligeramente la barbilla hasta que observe los reflejos de las luces en sus ojos (a menudo denominados también catchlights en inglés).

A veces los niños se tapan la cara o parte de los ojos; eso es normal y forma parte de sus mecanismos de protección cuando no se encuentran seguros. No se preocupe porque es una fase que suele durar poco tiempo. Aproveche para tomar algunas fotografías donde el niño juegue a taparse parcialmente un ojo o la boca… o incluso a agarrar algún objeto y esconderse un poco detrás de él. Algunas de estas fotografías pueden ser muy entrañables y expresar la personalidad del niño o las peculiaridades de la edad en que se encontraba.


Pepa Valero acostumbra a embarcar a sus niños en una fuerte dinámica de juegos durante las sesiones. No obstante siempre está muy atenta a los momentos de relajación de los pequeños, en los que suele acercarse para tomar primeros planos porque sus expresiones son muy naturales y emotivas. Para que el niño pudiera moverse sin problemas, en esta ocasión usó una ventana grande situada bastante frontal para que los ojos siempre estuvieran muy iluminados y acentuar la suavidad de su piel. En postproducción mejoró todavía algo más los ojos, incrementando luminosidad y contraste del iris y ajustando ligeramente el tono de azul.

Nikon D750, Nikkor 85 mm f/1,8, ISO 160, f/4, 1/200.

Alba Soler usa un truco muy sencillo cuando el niño tiene una sonrisa forzada: “Hay que evitar decirle ‘no pongas esa cara’ porque entonces pensará que está haciendo algo mal y debemos evitar pensamientos negativos tanto en los niños como en los adultos. Continúo haciéndoles fotos y les digo que miren hacia abajo o hacia el cielo, inmediatamente les indico que miren a cámara y justo en ese momento disparo. El niño se habrá relajado cuando mira hacia otros sitios y así conseguimos que tenga una cara nueva en el momento que le indiquemos que nos mire”.

Además, puede aprovechar para tomar algunas fotografías mientras dirigen la mirada al suelo o al cielo. Cuando los niños no miran directamente a la cámara evocan muchas emociones: observación, ensoñación, sorpresa… Sus ojos están concentrados y abiertos; los reflejos en ellos logran captar la atención del espectador y transmitirle la emoción que embarga al pequeño. En esos casos procure dejar siempre bastante área libre en su encuadre en la zona hacia donde se dirige la mirada. También cuide que su punto de vista no sea demasiado bajo ni la postura de la cabeza sea excesivamente erguida porque puede resultar demasiado esnob o petulante.

Tampoco tenga miedo a captarlo con los ojos cerrados o semicerrados, porque de ese modo puede sugerir silencio, relajación, concentración o inspiración…Cuidado si lo asocia a otros gestos, como la boca abierta gritando, porque puede transmitir dolor, rabia o terror. Considere que los niños pasan mucho tiempo durmiendo o soñando, así que siempre les atrae la propuesta de cerrar sus ojos y pensar en su personaje favorito de dibujos animados, permitiéndole conseguir unas expresiones relajadas y muy atractivas en sus retratos. Para evitar una imagen excesivamente estática, busque que sus manos y brazos tengan una posición que indique alguna acción del sujeto, por ejemplo: levantar una flor para olerla o colocarse unos auriculares para escuchar música. Un consejo importante: Procure evitar los puntos de vista excesivamente frontales al sujeto si lo fotografía con los ojos cerrados, porque suelen asociarse con los antiguos retratos de niños fallecidos muy habituales en los comienzos de la fotografía.


“En esta sesión empecé haciendo fotos más estáticas y después fuimos incorporando más movimiento. Esta imagen la realicé en varias tomas, iluminando con una sola luz de un flash con ventana y panel de abeja y rellenando con un reflector lateral. Primero le indiqué a la niña que cerrara sus ojos e imaginara que volaba, ‘Cuando yo diga 1,2 y 3, sueltas las hojas hacia arriba’. Lo que me gusta de esta fotografía es la actitud corporal de la niña, el movimiento y la emoción que expresa. Después en la postproducción incrementé la sensación de hojas volando, montando más hojas y clonando otras para rellenar las zonas más vacías de la imagen”. Para dar variedad a su reportajes, Pepa Valero busca siempre algunas imágenes donde lo evocado por la postura o el gesto del niño sea más importante que la descripción detallada de sus rasgos, que ya se encontrarán en los retratos en primeros planos.

Nikon D800, Sigma 50 mm f/1,4, ISO 200, f/3,2, 1/160 s.

CONSEJO
ABANDONE LA SONRISA ‘PATATA’

Aléjese de la obligación de tomar fotografías mirando a cámara, con una sonrisa forzada y poco auténtica. El niño se pondrá mucho más nervioso si el fotógrafo o la familia intenta conseguir de él una actitud forzada ante la cámara porque los pequeños no entienden qué les quieren decir y son muy sensibles al estrés de los mayores junto a ellos. Además, la sonrisa ‘patata’ no siempre consigue una buena iluminación en la parte más importante de su retrato: los ojos. Cuando el niño está sonriendo tiende a cerrar los párpados provocando que haya mucha menos superficie para los reflejos en sus ojos y haciendo que a menudo la mayor parte del ojo quede bastante oscuro.

A lo largo de este libro observará que hay infinidad de ejemplos en los que aparecen observando, jugando, pensando… con una actitud relajada y transmitiendo mucho más de su mundo interior que lo que hubiera conseguido con una sonrisa ‘patata’. Relájese, no se obsesione con que el niño ponga una cara determinada y notará inmediatamente cómo el pequeño se relajará también.


Una vez haya confirmado que la iluminación y la exposición que ha fijado en su cámara son correctas, concéntrese en no perder ningún gesto de los niños, sobre todo en los más pequeños. No se preocupe en exceso de que miren a la cámara, sino de que se encuentren cómodos y relajados. Aunque esta niña no mire directamente, su gesto espontáneo de taparse la boca y la mirada pícara hacia un lado son suficientes para generar en el espectador una sonrisa y evocar la atmósfera de juego que Pepa Valero crea durante la sesión fotográfica.

Nikon D800, Nikkor 24-70 mm f/2,8 @ 70 mm, ISO 500, f/4,5, 1/125 s.

Acérquese o mejor coloque su teleobjetivo y no tenga miedo a recoger su rostro en primeros planos que ocupen todo su encuadre. Sobre todo en los niños de uno a dos años podrá concentrar la atención en sus gestos, que a menudo son muy divertidos y espontáneos, porque justo en esas edades empiezan a controlar sus movimientos, mientras que más tarde no es tan fácil captarlos de forma natural.

Una técnica que puede probar consiste en indicarle que cierre sus ojos y se imagine algo que le guste, ya sean flores, helados o su peluche; después dígale que los abra cuando cuente hasta tres. Tenga la cámara preparada de antemano, porque muy probablemente la expresión durará muy poco, pero seguro que será auténtica e inolvidable. Pepa Valero sugiere el juego como su técnica más efectiva. “Un niño puede tener mucha vergüenza, pero si empieza a entrar contigo en una dinámica de juegos, de bromas, esa sonrisa no aparece porque el niño está entretenido y se olvida que le están haciendo fotos y salen imágenes mucho más naturales”.

Actualmente la fotografía digital facilita reflejar los gestos de los niños al no tener que preocuparse del coste de la película como ocurría con la fotografía química. Además, puede verificar inmediatamente si ha logrado captar la atmósfera de la escena y la esencia del momento tal como los imaginaba. Lo fundamental es no quebrar la atmósfera de confianza entre el fotógrafo y el niño. Sobre sus estrategias para lograrlo, Alba Soler resalta como “es muy importante que los niños no perciban negatividad, que no se les diga continuamente ‘eso no’, porque si empiezan a tener la sensación de que lo están haciendo todo mal resulta más complicado sacarlos después de esa sensación. Es más fácil hacer esas fotografías que no nos servirán y seguir con la sesión sin que ellos aprecien que no nos ha gustado, buscando que focalicen su atención en otras cosas: ‘mira esa falda que hemos traído’ o ‘acaricia el osito’. Esa sonrisa va a desaparecer en algún momento y después, si deseas que tenga una sonrisa, ya le provocarás con algo que le haga reír”.

LENGUAJE CORPORAL

El lenguaje corporal estudia el significado expresivo, apelativo o comunicativo de los movimientos corporales y de los gestos aprendidos. Durante sus sesiones fotográficas, y fuera de ellas, aprenda observando a los niños. Apreciará cómo apoyan la cabeza sobre sus dos manos cuando están atentos o ladean la cabeza cuando buscan la aceptación de los mayores, si saben que han hecho algo distinto y puede que no esté bien.

Procure que las posturas del niño no solo sean atractivas desde el punto de vista de la composición de la imagen, sino también que comuniquen sus emociones e intereses. Alba Soler destaca que no se trata de buscar la perfección de las poses por sí mismas, “cuando hablamos de posturas, de que todo esté muy bien situado, parece que estamos centrando todo en aspectos muy materiales, muy estéticos, pero es todo lo contrario. Cuando no hay ningún elemento que te distrae, ningún brazo en tensión, ningún pie doblado de forma extraña, entonces es cuando de verdad estás leyendo el sentimiento de la foto. En realidad estamos mejorando la percepción de la emoción que deseamos captar con la fotografía, porque de ese modo evitamos distracciones con elementos que alteran la percepción de lo más importante de la fotografía que es nuestro personaje. Es necesario que esté todo perfecto y que sea creíble; tú no vas a pensar en qué siente ese personaje o que te está transmitiendo, si le ves que tiene un dedo levantado del pie porque le da asco el suelo”.

Hay cuatro partes claves que analizar rápidamente en cada nueva situación que fotografíe: cabeza, brazos, cuerpo y piernas. Acostúmbrese a realizar un breve análisis de ellas al cambiar de escena o situar al niño en otra actividad.

Cabeza y mirada:

Posiblemente la cabeza y la mirada son los elementos más importantes a la hora de transmitir un determinado estado de ánimo. Si la cabeza se encuentra erguida y la barbilla hacia adelante, el espectador percibirá al niño como interesado y atento. Puede acentuar ese sentimiento colocando la cabeza apoyada sobre las manos. Cuando levanta un poco la barbilla evidencia una cierta autosuficiencia y orgullo, pero atención a no exagerar porque puede denotar chulería y agresividad.

En cambio si la cabeza está inclinada hacia abajo, se identifica al niño como concentrado y atento a algo, aunque no conviene exagerar mucho la inclinación porque indicaría sumisión o miedo a una reacción de sus padres. Si lo que desea es expresar candidez e inocencia, procure que incline lateralmente la cara mientras mira hacia la cámara. Cuando en esta postura se le suma que mire hacia otro lado, puede indicar una búsqueda de aceptación de algo que el niño cree que no ha hecho bien.

Alba Soler procura “que el plano de la cara se encuentre paralelo al de la cámara. Si la cara está inclinada hacia arriba, me situaré con la cámara por encima del sujeto y apuntando hacia abajo para que los dos planos, el de la cara y la cámara estén casi paralelos. Hacia donde miran viene dictado por el encuadre y por la posición de los brazos y el cuerpo… pero no hay una receta. Lo importante es que la pose tenga sentido, que no parezca falsa y esté bien compuesta; y sobre todo que sea coherente; se debe evitar que la cara exprese una cosa y las manos digan otra”.

Además de los recursos de postproducción digital, busque ya desde la toma atenuar la presencia de rasgos faciales problemáticos. Manuel González destaca “los recursos ópticos, de iluminación y de poses que debemos usar los fotógrafos para mejorar los retratos. Por ejemplo, en los críos con orejillas despegadas, aparte del licuar –que es una buena herramienta de posproducción– también debemos saber que óptica utilizar y cómo usar diafragmas muy abiertos para que las orejillas estén más desenfocadas y no resalten. Obviamente, a un niño con una nariz aguileña no le voy a hacer un perfil, sino enfocarle de frente, pero además seleccionar la óptica también ayuda. No puedo usar un 35 mm con una nariz pronunciada porque exagera las perspectivas y aumenta el tamaño de las partes del rostro más próximas a la cámara. Casi siempre uso en estudio el 85 mm porque es el que favorece más los primeros planos que me gustan. Además, consigo otro beneficio adicional, porque al retirarme más con el 85 mm consigo no ‘invadir’ tanto la intimidad del propio crío”. En definitiva, tener en cuenta que las ópticas angulares exageran las perspectivas y los teleobjetivos comprimen.


Alba Soler lleva en su equipo para exteriores algunos pequeños animales y muñecos que son muy útiles para concentrar la atención del niño. Fíjese en la postura de la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo y con la mirada dirigida hacia el muñeco, de forma que el espectador percibe la observación concentrada del pequeño. Imagínese que el niño mirara hacia la cámara, seguro que le parecería que el niño tiene ya desconectada su atención del juguete y no le transmitiría la sensación de juego.

Canon 5D Mark III, Canon 135 mm f/1,4, ISO 400, f/2,8, 1/200 s.

Otro punto importante a considerar es el pelo, Alba y Pepa comentan cómo “da lo mismo que el niño salga guapísimo pero si aparece con el pelo revuelto a la madre no le va a gustar. Antes de disparar la foto es conveniente revisar que el pelo luzca bien, y en el caso de las niñas tener mucho cuidado de que algún pelo largo no le cruce la cara o los ojos, sobre todo porque luego lleva mucho tiempo retocarlos. Después habrá que comprobar que el pelo esté bien colocado, porque si es muy largo se puede enganchar en muchos sitios y aparecer de forma rara. Si es una fotografía tumbada en el suelo, disponer bien el pelo para que quede bonito. En función de la iluminación también es necesario valorar el efecto; por ejemplo, en los contraluces no conviene que haya mucho pelo suelto volando porque después brillará y quedará extraño”. Después de tomar las fotografías que les gustan a las mamás –por regla general les gustan los críos muy peinaditos– Manuel González aconseja cambiarles un poco, agitarles el pelo y volverlo a peinar de un modo más suelto para que esté más desenfadado, más tieso, y el niño parezca más travieso.

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