Kitabı oku: «¿Podemos adelantar la Segunda Venida?», sayfa 3

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La batalla por el trono y el gran día “V”

Durante el siglo XX, dos guerras devastaron el planeta. Debido a la cantidad de países involucrados y los millones de muertes que generaron, fueron llamadas “Guerras Mundiales”. La Primera y la Segunda Guerra Mundial fueron quizá los conflictos más terribles en la historia humana. Sin embargo, existe una guerra todavía más abarcadora que esas. Por su magnitud, debería ser llamada “la guerra universal”. ¿Cuándo comenzó esta guerra y qué está en juego?

La Biblia nos revela que esta guerra comenzó en cielo, cuando Satanás quiso tomar el lugar de Dios (Eze. 28:14; Isa. 14:13, 14). Desde entonces, el Universo se encuentra en medio del gran conflicto entre Cristo y Satanás. El capítulo 12 del libro de Apocalipsis resume el comienzo de esa controversia y aporta otro dato revelador: ese conflicto, que comenzó en cielo, se trasladó aquí a la Tierra (Apoc. 12:7-9).

Somos un pueblo que espera, apresura, anuncia y proclama la Segunda Venida. Un pueblo que se santifica cada día y que muestra el gran amor de Dios en cada interacción con sus semejantes. Eso es creer y vivir la Segunda Venida.

Esto nos lleva al relato del Génesis, que narra el comienzo de la humanidad. Allí, se nos dice que Dios creó un mundo perfecto, sin sufrimiento ni dolor, pero sobre todo sin muerte. Sin embargo, “la serpiente antigua” de la que habla el Apocalipsis logró convencer a Eva, y luego a Adán, de que se uniera en su rebelión contra Dios, desconfiando de su carácter y sus intenciones (Gén. 3:1-8). Así, el ser humano pecó, y las consecuencias no tardaron en ser anunciadas. La muerte ahora entraba en el horizonte de la humanidad. Y ese conflicto, que ingresó primeramente en el corazón del hombre y el de la mujer, se extendió a todo el mundo, con graves consecuencias ecológicas.

Sin embargo, junto con la descripción del campo de batalla, Dios también hizo una promesa. Él le dijo a la serpiente: “Yo pondré enemistad entre la mujer y tú, y entre su descendencia y tu descendencia; ella te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón” (Gén. 3:15). Esa descendencia de la mujer, que finalmente terminaría aplastando la cabeza de la serpiente, era el Mesías prometido, nada más y nada menos que Cristo, el Hijo de Dios. Aquí es donde Dios contraataca el asalto de Satanás, pero no con su poderío bélico, sino con una demostración de su verdadero carácter.

El 6 de junio de 1944, desembarcaron en la costa de Normandía diez divisiones estadounidenses, británicas y canadienses. Pese a la resistencia del ejército alemán, instalaron sólidas cabezas de playa en las que, a lo largo de los siguientes días, desembarcaron 250.000 hombres y 50.000 vehículos. A pesar del tiempo transcurrido, el desembarco de Normandía continúa siendo la mayor operación de invasión por mar de la historia, ya que casi tres millones de soldados cruzaron el canal de la Mancha desde Gran Bretaña a la región de Normandía, en la Francia ocupada. El 6 de junio llegó a ser conocido como el “Día D” (por “desembarco”), y fue el comienzo del fin del Tercer Reich y de la Segunda Guerra Mundial.

La primera venida de Cristo aquí a la Tierra podría ser considerada como el “Día D” del Gran Conflicto. En su ministerio, Cristo sanó a los enfermos, expulsó demonios y predicó la llegada de un nuevo reino. Cristo mismo expresó: “Si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a ustedes” (Luc. 11:20). Todos los milagros y las señales que acompañaron el ministerio de Cristo eran una evidencia de que había llegado para liberar el mundo de las manos de su usurpador, Satanás, que es llamado “el príncipe de este mundo” (Juan 12:31, RVR). Jesús mismo comenzó su ministerio anunciando: “¡Por fin ha llegado el tiempo prometido por Dios! —anunciaba—. ¡El reino de Dios está cerca!” (Mar. 1:15).

En la Cruz, Cristo derrotó definitivamente a Satanás. Sus últimas palabras en la Cruz fueron: “Consumado es” (Juan 19:30, RVR), indicando que la victoria estaba ganada. Cristo tomó nuestro lugar en la Cruz, y padeció la muerte que nosotros merecíamos, para que nosotros pudiéramos obtener la vida eterna que él merecía.

La Biblia menciona que este gran conflicto entre Cristo y Satanás no durará por siempre. No estamos condenados a vivir en un eterno campo de batalla. Pronto, el “Día V” de la victoria llegará (Juan 14:1-3). Cuando él venga, pondrá un punto final a este gran conflicto, haciendo desaparecer a Satanás, el dolor, el sufrimiento y la muerte.

En esa gloriosa Segunda Venida, Cristo se llevará a los que vencieron en este gran conflicto gracias a su muerte en la Cruz. Y entonces la armonía será restaurada en una Tierra nueva. El Apocalipsis describe cómo será la vida después del fin del conflicto: “Vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir… Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir” (Apoc. 21:1-4).

La gran pregunta es: ¿De qué lado deseas estar en esta “guerra universal”? Dios te invita a disfrutar de ese nuevo mundo sin muerte ni dolor. La decisión está en tus manos.

La necesidad de estar listos

Luego de dar las señales que indicarían la cercanía de su regreso, Jesús pronunció la parábola de las diez vírgenes con el fin de ilustrar la experiencia de la iglesia de los últimos días. Las dos clases de vírgenes representan las dos clases de creyentes que profesan estar esperando a su Señor. Se las llama vírgenes porque profesan una fe pura. Sus lámparas representan la Palabra de Dios, y el aceite simboliza al Espíritu Santo.

Analizados superficialmente, parece que estos dos grupos fueran semejantes; ambos salen al encuentro del Novio; los dos tienen aceite en sus lámparas y su comportamiento no parece ser distinto uno de otro. Todos han oído el mensaje de la pronta venida de Cristo, y lo esperan. Luego viene una aparente demora; su fe debe ser probada.

De pronto, a la medianoche, en la hora más tenebrosa de la historia del mundo, escuchan un grito: “¡Aquí viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!” (Mat. 25:6). Ahora se hace evidente la diferencia entre los dos grupos: los que componen uno de ellos no están listos para encontrarse con el Esposo. Estas vírgenes “necias” no son hipócritas; respetan la verdad, la Palabra de Dios, pero les falta el aceite: no han sido selladas por el Espíritu Santo (ver Apoc. 7:1-3). Se han contentado con una obra superficial, no han cultivado una relación profunda y personal con Cristo.

En la parábola, cuando viene el esposo, únicamente los que están listos entran con él a la celebración de la fiesta de bodas, y la puerta se cierra. Oportunamente, las vírgenes necias, que habían ido a comprar más aceite, vuelven y llaman: “¡Señor, señor! ¡Ábrenos la puerta!”. Pero el esposo responde: “Créanme, ¡no las conozco!” (Mat. 25:11, 12).

Cuando se baje el telón de la historia de este mundo, solo habrá dos clases de personas. Lo único que importará, en ese momento, será la clase de relación que hayamos cultivado con Jesús.

A comienzos del siglo XX, el escritor y predicador inglés G. Campbell Morgan expresó su esperanza en el regreso de Jesús con estas palabras: “Para mí, la segunda venida es como una luz perpetua que ilumina la senda de esta vida y la hace soportable. Cada noche, cuando pongo mi cabeza en la almohada, lo hago pensando que quizás antes de que rompa el alba amanezca la última mañana. Y jamás comienzo una tarea sin dejar de pensar que quizá el Señor interrumpa mi tarea para comenzar la suya. Ahora, estas son las palabras que [Jesús] dirige a todas las personas que creen en él, hasta que vuelva”.7 Este autor dejaba así en evidencia que la esperanza bienaventurada de la Segunda Venida debe abarcar toda nuestra vida y dirigir todos nuestros emprendimientos.

Sí, la Segunda Venida es esa luz en el horizonte que ilumina nuestro presente, marcándonos el camino hacia ese futuro glorioso, ese momento que inaugurará una era donde ya “no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más” (Apoc. 21:4).

6 https://population.un.org/wup/

7 Citado en Spiros Zodhiates, The Behavior of Belief (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1959), p. 87.

Capítulo 2
Énfasis en la actividad humana

Una joven se esmeró preparándose para una cita a ciegas. No se trataba solo de una simple comida y una película. Lejos de eso, había planeado cenar en un exclusivo restaurante del centro de la ciudad, con música en vivo y baile. Queriendo causar una buena primera impresión, se había tomado el día libre del trabajo. Ella limpió su departamento; salió esa tarde para arreglarse el cabello y hacerse manicura. Cuando llegó a casa, se maquilló, se puso su mejor vestido y estaba lista para la llegada de su cita. La hora prevista ya había pasado, pero ella siguió esperando pacientemente. Finalmente, después de esperar casi dos horas, decidió que la habían dejado plantada. Así que, se quitó el vestido, se colocó el pijama, buscó toda su comida chatarra favorita y se sentó a mirar televisión con su perro. Minutos después, llamaron a la puerta. ¡Era su cita! Él la miró sorprendido y dijo: “¡Te di dos horas más y todavía no estás lista!”

La Iglesia Adventista surgió como un movimiento escatológico, con un énfasis claro en la Segunda Venida.8 Incluso más, la doctrina de la segunda venida de Cristo constituye un eje axiomático alrededor del cual la Iglesia Adventista construye su teología y su misión.9 Sin embargo, a más de 150 años de haber proclamado la inminente venida de Jesús, seguimos esperando ese acontecimiento.

Para responder a esta aparente demora, se han ofrecido varias repuestas.10 Algunos creen que Jesús no ha venido todavía porque está esperando que su pueblo es el responsable de la demora. En este sentido, Herbert Douglass considera que la demora en la “cosecha” de este mundo no ha sido causada por un cambio de planes por parte de Dios. Por el contrario, si fuera por Dios, la cosecha ya se habría producido décadas atrás. Según Douglass, la demora se ha dado porque el fruto, el testimonio personal que reproduce el carácter de Jesús en el pueblo de Dios, aún no ha madurado.11

La cosecha de este mundo y el carácter del cristiano

Si bien no fue el originador de estas ideas, Herbert Douglass es el abanderado moderno de los autores adventistas que enfatizan la actividad humana en relación con el momento de la Segunda Venida; posición que ha contado con un fuerte apoyo dentro de ciertos teólogos adventistas.12 Él considera que, verdaderamente, ha habido una demora. Esta demora en la “cosecha” de este mundo no ha sido causada por un cambio de planes por parte de Dios.13 Por el contrario, si fuera por Dios, la cosecha ya se habría producido décadas atrás. La demora se ha dado porque el fruto en la vida del cristiano, el testimonio personal que reproduce el carácter de Jesús en el pueblo de Dios, aún no ha madurado.14 Esta posición se fundamenta en esta cita de Elena de White: “Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos”.15

Algunos creen que Jesús no ha venido todavía porque está esperando que su pueblo se consagre y testifique diligentemente; es decir, creen que su pueblo es el responsable de la demora porque su testimonio personal no reproduce el carácter de Jesús.

Esta comprensión se basa en el principio de la condicionalidad de la profecía. Según este principio, todas las promesas están condicionadas a que se cumplan ciertas cláusulas, aun cuando no estén explícitamente declaradas, tal como sucedió en el incidente de la predicación de Jonás en Nínive. En este sentido, Dios esperará hasta que se manifieste la madurez del carácter cristiano en un buen número de personas. Esta es la gran condición que determina los eventos que desencadenarán la Segunda Venida. El esjatón estaría condicionado por el estado de la iglesia.16

Claramente, el énfasis está puesto aquí en la acción humana:17 “Dios espera la perfección de carácter en su pueblo: una demostración de lo que alguna generación de cristianos de los últimos días revelará antes del regreso de Cristo”.18 Es más, llega a decir que “el fin del mundo, la terminación de la comisión evangélica, el regreso de Jesús, todo depende” de que la última generación demuestre fielmente el carácter de Cristo en su vida.19

Cristología y la última generación

¿Cuáles son las presuposiciones teológicas que llevan a Douglass a elaborar su posición acerca de la demora? En realidad, todo el sistema teológico de Douglass está íntimamente relacionado con su antropología, cristología y soteriología.20 Estas doctrinas llevan a elaborar el centro de su pensamiento: la humanidad de Jesús.21 De allí desprende la idea de que el ser humano puede llegar a ser perfecto, tal como lo fue él. En este sentido, Dios esperará hasta que un considerable número de cristianos llegue a desarrollar un carácter igual al de Cristo. A ese concepto, se lo dio en llamar el de “la última generación”, 22 porque será la generación de cristianos vivos cuando se produzca la parousía (término griego que significa “advenimiento” o “llegada” y del cual se deriva la palabra española “parusía”). Este concepto está basado, según él, en la Biblia y en Elena de White. Douglass lo subraya de esta manera: “Dios esperará la maduración del carácter cristiano en un significativo número de personas como la principal condición determinante de aquellos eventos que afectarán el tiempo cuando la prueba para el mundo finalizará, y entonces el tiempo del Advenimiento vendrá”.23

Evaluación

Douglass se basa en la perfección del carácter cristiano como una de las condiciones para que se produzca la parusía. Considera que ha habido una demora. Esta demora en la “cosecha” de este mundo no ha sido causada por un cambio de planes por parte de Dios. Por el contrario, la demora se ha dado porque el fruto en la vida del cristiano, el testimonio personal que reproduce el carácter de Jesús en el pueblo de Dios, aún no ha madurado. Toda su posición se sustenta en esta cita: “Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos”.24

No obstante, algunos han criticado a Douglass por elaborar toda su teología a partir de la cristología, la antropología y la soteriología.25 Al tener como centro de su pensamiento la humanidad de Jesús, y considerar que el ser humano puede llegar a ser perfecto como Jesús, Douglass llega a la escatología: Dios esperará hasta que un considerable número de cristianos llegue a desarrollar un carácter igual al de Cristo antes de venir por segunda vez. Justamente, su posición cristológica y soteriológica condiciona su visión escatológica.

Más allá de que varios teólogos han reconocido la falta de apoyo bíblico para las teorías de la naturaleza caída de Cristo y de la perfección humana sin pecado,26 al saltar de la cristología y la soteriología a la escatología, Douglass pareciera no tener en cuenta toda la dimensión bíblica de la providencia.27 Branson señala que la posición de Douglass se basa en la perfección del carácter cristiano como la gran condición para que se produzca la parusía.28 En este sentido, Douglass parece desestimar todo los demás factores que deben darse en forma concomitante antes de la Segunda Venida. Así, Douglass pareciera tener una visión monocondicional de la providencia.

Así, para Douglass, el único detonante de la Segunda Venida es el pueblo de Dios, cuando refleje fielmente el carácter de Cristo. No tiene una visión integral de la providencia divina, sino que enfatiza solo lo que atañe al pueblo de Dios. Incluso llega a afirmar que la purificación que Cristo está haciendo en el Santuario solo terminará cuando el pueblo de Dios en el tiempo del fin alcance el estado de perfección a semejanza de Cristo.29 Esto lleva a una visión perfeccionista de la salvación, y hace depender de esta perfección impecable no solo la Segunda Venida, sino también la salvación personal.

Para Douglass, el único detonante de la Segunda Venida es el pueblo de Dios, cuando refleje fielmente el carácter de Cristo. No tiene una visión integral de la providencia divina, sino que enfatiza solo lo que atañe al pueblo de Dios.

De este modo, pareciera que M. L. Andreasen, principal arquitecto de la Teología de la Última Generación, desplaza el carácter de Dios del centro del Gran Conflicto hacia la posibilidad o no de poder guardar la Ley. En otras palabras, Andreasen desplaza la gran pregunta del Gran Conflicto: “¿Es Dios un Dios de amor?”, y la reemplaza por la pregunta: “¿Es posible guardar perfectamente la Ley de Dios?”30 En este sentido, desplaza a Dios del foco para centrarse, en este caso, en el ser humano. Este desplazamiento del eje central tiene profundas consecuencias teológicas, y el perfeccionismo es solo una de ellas.

La pregunta es: ¿No podría haber otra serie de factores que intervengan en la decisión de Dios de poner un punto final a la historia de este mundo? La Segunda Venida ¿depende únicamente de que el pueblo de Dios decida reflejar fielmente el carácter de Cristo? Pareciera que existen otros factores que intervienen en los eventos que anteceden a la Segunda Venida. Aun cuando la decisión del pueblo de Dios de reflejar fielmente el carácter de Cristo sea un evento fundamental, los demás eventos del tiempo del fin ¿no podrían de alguna manera impactar en la condición del pueblo de Dios, sin que esto necesariamente implique que Dios coarte la libertad del ser humano?

La visión de monocondicionalidad del concepto de la providencia lleva a Douglass a hacer depender todos los eventos del tiempo del fin únicamente del carácter del pueblo de Dios. Llega a decir que “el fin del mundo, la terminación de la comisión evangélica, el regreso de Jesús, todo depende” de que la última generación demuestre fielmente el carácter de Cristo en su vida.31

De esta manera, podría decirse que, si bien Douglass trabaja con el presupuesto bíblico de la providencia divina como marco de referencia, pareciera no elaborar su posición acerca de la demora a partir de este presupuesto bíblico. En lugar de ello, hace un salto desde el ámbito de la cristología y la soteriología al de la escatología. En lugar de elaborar su posición escatológica acerca de la Segunda Venida a partir del presupuesto bíblico de la providencia –además de otros presupuestos bíblicos necesarios para tal construcción–, pasa de la cristología y la soteriología a la escatología.

En este sentido, Douglass no sigue el carácter sistemático del conocimiento. Este exige coherencia entre los contenidos. Tal como se ha planteado, las construcciones teológicas no funcionan sin presuposiciones. Ahora, a partir de ellas, la razón extrae en forma consecuente nuevos conocimientos. Las presuposiciones guían y fundamentan toda la actividad racional teológica. Y la razón se encarga de que todos los nuevos conocimientos que se van obteniendo sean consecuentes con las presuposiciones y con el conjunto de conocimientos que se posee. En otras palabras, la razón exige que, en todas las áreas, las nuevas posiciones teológicas no estén en contradicción con las premisas fundamentales teológicas que ya se han adoptado. Esto significa que el conocimiento humano es una estructura sistemática formada por presuposiciones y consecuencias derivadas de ellas en forma coherente.32

Como se mencionó, Douglass no sigue el carácter sistemático del conocimiento. En lugar de plantear los presupuestos bíblicos para una correcta comprensión de la escatología, sustenta su posición acerca de la demora en la Segunda Venida únicamente en sus presuposiciones cristológicas, antropológicas y soteriológicas, pero no tiene en cuenta todas las dimensiones de la providencia divina.

Es más, no solo no las tiene en cuenta, sino tampoco se percata de que el tema de la demora pertenece al nivel de la providencia, no al de la cristología, antropología o soteriología; todas se incluyen dentro del marco general de la providencia. Tiene el presupuesto bíblico de la providencia divina como marco de referencia, pero no elabora su posición a partir de ella siguiendo el carácter sistemático del conocimiento, y por lo tanto deja en el camino aspectos importantes de la providencia divina que desempeñan un papel trascendente en el tiempo del fin, en relación con el tema de la Segunda Venida que está abordando.

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