Kitabı oku: «El botón que enciende las palabras», sayfa 2
Prólogo de
María José García Sanchís
Soy asidua lectora de poesía. Me entretiene, me gusta, me relaja, me hace pensar, me sorprende…
Pues bien, todo esto encontrará el lector en la poesía de Esther Ruiz Fuentes: una escritura fresca, sencilla, directa, pero a la vez profunda y sabia.
A veces
nacen flores en el infierno,
ponen patas arriba lo aprendido
y hacen pedazos el marco de las cosas.
El malo se sale del cuadro
y nos trae el mejor de los regalos.
Y con una manera de hablar «antigua», con toda la belleza que ello conlleva, y un gran amor por la naturaleza, lo rural, la vida sencilla.
Hay que abrir las jaulas
donde encerramos el trino
para aprender de los pájaros
cómo hacer nuestras casas.
Hay también en la escritura de Esther Ruiz un deseo reivindicativo envuelto en preciosos versos y, repito, llenos de sabiduría. Y amor, mucho amor hacia las personas que forman parte de su vida, hacia la naturaleza y, muy especialmente, hacia los animales; seres que forman parte de su existencia y con los que comparte casa y cama.
Las patas que habitan nuestra casa
nos ganan por goleada.
Para despertar no nos hace falta reloj ni
gallo.
Y el poema titulado «Hermano animal»:
Cuando te miro veo agua,
veo un oscuro estanque cuajado de luces,
la tibieza de tu alma animal
y el amor con que me envuelves.
Versos bellísimos que dedica Esther al mundo de los animales. Una escritora que utiliza los recursos de la madre naturaleza para transportarnos al mundo de la poesía: ríos, árboles, campo, savia, brisa, frutos, barro, esparto y mucho más de todo lo que rodea la vida, la naturaleza, los orígenes en el pueblo. Así abre el poema «Minúsculos»:
Confieso que soy una enamorada de la tierra…
Y el amor, la pareja, la vida en común. Precioso el poema titulado «Aniversario», en el que encontramos lo que veíamos antes: el sentimiento amoroso, pero envuelto en ramas, hojas secas, nidos, trigo o arcoíris.
… fuimos agua,
y para el hambre de nuestros cuerpos
fuimos trigo,
y sembramos de arcoíris
nuestro huerto…
O el magnífico poema:
Hoy he visto el sitio donde habitan las hadas,
donde beben los duendes,
donde duermen los sueños.
Es, en definitiva, este libro la puerta para conocer una nueva voz, clara y hermosa, con un lenguaje sencillo pero sugerente que no nos podemos perder.
POEMARIO
ALGO QUE VER CON LA POESÍA
Empiezo a creer
que tengo algo que ver con la poesía.
Pasó cerca de mí
cuando, atada al árbol del silencio,
la soledad y la pena me azotaban;
las obligó a desatarme,
a pedirme perdón
y a reparar el daño.
Le dio cuerdas vocales a mi llanto,
pinchó el globo de mis temores
y, a partir de entonces,
todo lo que creía grande
fue encogiendo
y todo lo pequeño
engrandeció.
Mis penas y yo
rodamos río abajo por su cauce,
me abrió la niebla de los paisajes
y, una vez vacía de mi nombre,
todo lo bueno… sucedió.
A VECES CALLAMOS
A veces callamos
porque nada de lo que escuchamos
se parece
a lo que queremos oír;
porque las preguntas de los demás
se dan por vencidas;
porque creemos que nuestra opinión
no va a interesar.
A veces callamos
porque tenemos el cuerpo en el presente
y la cabeza en otro tiempo
o en otro lugar.
Callamos
porque tenemos mucho que decir
y nos perdemos
buscando la punta de la hebra
que necesitamos
para empezar a tirar.
A veces
acumulamos tantas sílabas sin unir
que el peso de arrastrarlas
nos explota
y abre agujeros de cañón
en el pecho.
Esta boca,
que es amiga del secreto,
sabe que negó la vida
a todas las cosas
que pudo y debió contar.
El silencio puede ocupar su lugar
y la voz, su asiento.
Ahora vais a escuchar
todo lo que el silencio calló
y la voz no supo explicar.
Atento todo el mundo:
la poesía va a comenzar.
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