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Morbilidades ocultas

Morbilidad oculta es un término descrito en 1975 desde la psiquiatría por Bollerup (34) que se refiere a las enfermedades mentales que presentan los pacientes pero que no se consultan a los profesionales de la salud por temor a ser etiquetados como enfermos mentales psiquiátricos y ser institucionalizados; Haggerty (35) en 1975 acuñó el término morbilidad oculta para aquella patología psiquiátrica que no llega a la consulta especializada por ser tratada por los médicos generales. Para 1989 se incorpora la perspectiva epidemiológica de este tipo de morbilidades por Stinson et al.(36) quienes la definen como la presencia de dos tipos de condiciones: la primera, una patología que ocurre en la población general pero que no es lo suficientemente grave como para que requerir una hospitalización; la segunda, aquella que es diagnosticada en un paciente hospitalizado sin que previamente haya presentado sintomatología.

Las morbilidades ocultas continuaron en el terreno de la psiquiatría y de allí llegaron a la pediatría en el estudio sobre morbilidades ocultas psiquiátricas en pediatría realizado por Bernal (37), pero fue en India, cuando se realizó un estudio sobre las morbilidades psiquiátricas ocultas y estado de salud en hombres que tienen sexo con hombres (38), que finalmente se contempló este término relacionado con la salud sexual, porque además de abordar los síntomas de ansiedad, depresión, desordenes psicóticos y tendencias suicidas, se mostraba la mayor vulnerabilidad de este grupo poblacional y el riesgo para la transmisión de las Infecciones de Transmisión Sexual como el VIH derivado de la ignorancia y el miedo a consultar por la generación de estigma social.

En 2013 Armstrong (39) analizó las morbilidades ocultas desde el campo de la epidemiología cuestionando el por qué algunos pacientes consultan y otros no lo hacen; basándose en los estudios de la Unidad de investigación en medicina social de Inglaterra encontró una gran cantidad de enfermedades no detectadas en los registros médicos de consulta, la mayor parte de ellas de tipo crónico; la presencia de estas morbilidades ocultas se debía en este estudio a que los pacientes optaron por no visitar al médico al no considerar como importantes las enfermedades o porque los síntomas no eran lo suficientemente molestos. Para este autor los profesionales de salud deberían estar mirando “bajo el agua”, es decir preguntando y buscando activamente aquellas patologías ocultas como un mecanismo para mejorar la práctica clínica y de salud pública.

Siguiendo en el terreno de la epidemiología en 2013 Last (40) comparó las morbilidades ocultas con la base de un iceberg; estas no se ven pero están ahí causando muertes y discapacidades, enfermedades como la diabetes, glaucoma, tuberculosis, infecciones urinarias, anemias, cáncer cervicouterino, de seno, de recto y de próstata que son detectables tempranamente, pero que depende exclusivamente de la asistencia de las personas a los servicios de salud para su detección, por lo que propone realizar la búsqueda activa de estas patologías cuando un paciente acude a la consulta.

Para Gadamer (41) la percepción de la salud está conectada con la experiencia individual, en una perspectiva subjetiva del mundo de la vida, en donde la enfermedad se manifiesta como una perturbación del bienestar, por lo que la experiencia de la enfermedad es también individualizada y única, entonces el arte de la curación comienza con identificar la subjetividad del padecimiento y debe ir más allá de la dimensión biológica y la atención basada en el protocolo, la guía y el instrumento. De acuerdo con esta visión el lenguaje y el diálogo con el otro debe orientar y permitir la posibilidad para que el paciente exprese aquellas morbilidades que por sus propias razones ocultas no lo hace, para lograr el restablecimiento del equilibrio de la salud y devolver su condición de bienestar, para relacionarse, ser feliz y trabajar para el autocuidado y el de los demás.

Morbilidades ocultas y salud sexual

Carme Valls-Llobet (42) en su libro Mujeres invisibles expone que los aspectos concernientes a la sexualidad femenina se han mantenido invisibles, sujetos a normas sociales y culturales, mundo que los explica, reprime o estimula, para adaptarlos al “mundo social”. Para esta autora durante el siglo XIX las mujeres fueron alejadas sistemáticamente de sus cuerpos y sus vivencias por parte de la “medicina oficial” para la que era imposible entender los síntomas y malestares de las mujeres. Esta situación llevó a las mujeres a callar sus deseos, su sexualidad y las problemáticas que padecían porque los profesionales de la salud no las escuchaban.

Las enfermedades que afectan el funcionamiento sexual femenino según esta autora (43) están relacionadas con enfermedades de tipo sistémico y con aquellas que producen dolor, entre las enfermedades que producen dispareunia están las vaginosis bacterianas, endometriosis y bartholinitis. Estas patologías deben ser abordadas en forma pluridimensional donde se abarquen los aspectos biológicos, ambientales, culturales y sociales propios de la vivencia de la sexualidad para, a futuro, desarrollar un estudio de una morbilidad sexual femenina diferencial (44). Concluye Valls-Llobet que la mayoría de las problemáticas en la salud femenina se pueden evitar eliminando la discriminación cultural en torno a la mujer y luchando contra las epidemias silenciosas de tuberculosis, malaria y sida; así como estar actualizados frente a los nuevos factores de riesgo para cánceres ginecológicos, de mama y colón.

Las morbilidades invisibles están íntimamente relacionadas con los síntomas invisibles que, para Valls-Llobet (45), son aquellos por los cuales no pregunta el profesional de salud, o aquellos que padece la mujer y que por falta de información, vergüenza o tabúes culturales no comunica. Estas problemáticas se han sufrido en silencio o han sido infravaloradas; las estrategias médicas no se han enfocado en la salud integral de la mujer, la mujer es invisible a la medicina y se ha convertido en la parte sometida del acto médico; para esta autora existe una gran falta de investigación e información sobre las enfermedades padecidas por las mujeres, sus causas, cómo se viven y la forma de prevenirlas; insiste en que se debe partir de la identificación de estas problemáticas por parte de las afectadas.

Bird et al. (46) exponen que la mayoría de las investigaciones biomédicas están basadas en la experiencia masculina, dejando el estudio de la salud sexual femenina reducido a los aspectos específicos de la ginecología. La salud de la mujer como lo refiere Valls-Llobet (47) se convirtió en el manejo de los síntomas y enfermedades ginecológicas: flujos vaginales, dolores, tumores, bochornos, palpitaciones; esta situación ha impedido atender la salud de la mujer de una manera integral, además, está influenciada por el hecho de que las morbilidades femeninas se manejan con terapéuticas desarrolladas por las multinacionales farmacéuticas y con grandes campañas publicitarias, como se ve en los anuncios en diferentes medios de productos para los flujos vaginales, síntomas de la menopausia y el manejo higiénico de la menstruación.

Para contrarrestar dichas campañas de la industria farmacéutica, en 1997 en Estados Unidos se creó Women’s Health Initiative (48) que durante cinco años fue muy relevante en la investigación médica por ser dirigido específicamente hacia las mujeres y contar con más de cien mil mujeres-pacientes; esta iniciativa marcó un avance muy importante al proponer desarrollar la ciencia médica a partir de las problemáticas e intereses de las mujeres que hasta ese momento habían sido olvidados e ignorados; además de investigar los efectos de la terapia de supresión hormonal también se hicieron estudios enfocados en las enfermedades cardiovasculares, que hasta ese momento solo habían sido estudiadas en la población masculina (49). Según Emslie et al. la concepción de que mujeres y hombres presentan la misma sintomatología y evolución en una determinada enfermedad ha sido una de las principales causas por las cuales las mujeres continúan siendo invisibles para la ciencia médica. La ausencia de investigaciones específicas sobre la forma en la que enferman las mujeres, así como el tratamiento y prevención de sus problemas de salud deben ser examinados desde las percepciones y vivencias propias.

Las problemáticas en salud sexual, como lo afirma French (50) son un tema tabú, silenciado, invisible y definitivamente no considerado como algo de lo que la gente “decente” habla. Los pacientes a menudo esconden los problemas sexuales; esto hace que los profesionales sanitarios consideren incómodo el tema y no pregunten por algún “otro” problema. Para esta autora existen razones por las cuales el tema de la salud sexual debería abordarse con los pacientes durante una consulta; por ejemplo, la clamidia que afecta a hombres y mujeres es la infección de trasmisión sexual bacteriana más común en jóvenes menores de 25 años en el Reino Unido, esta es una patología silenciosa y asintomática, situación que aumenta el riesgo de contagio al compañero; algunas mujeres presentan sangrado intermitente, que puede ser en ocasiones un síntoma de vaginosis bacteriana, esta sintomatología tampoco se tiene en cuenta por el personal de salud.

El concepto de las morbilidades ocultas, como la base de un iceberg se incorporó a la salud sexual por Susila et al.(51) en 2014, en un estudio que exploró las morbilidades ginecológicas ocultas en mujeres posmenopaúsicas en población rural; para estos autores el fenómeno global del envejecimiento de las mujeres merece una especial atención ya que ellas tienen las mayores sobrevidas; esta longevidad las hace vulnerables a patologías relacionadas con sus órganos sexuales y reproductivos porque permanecen ocultas o no consideradas por la “cultura del silencio” que rodea la vida de las mujeres. Patologías como infecciones, prolapsos, cánceres no son consultadas activamente por las mujeres; este estudió encontró que el 44 % de las mujeres que participaron tuvieron alguna morbilidad de tipo ginecológico y que a medida que aumentaba la edad la posibilidad de que las mujeres consultaran era menor por dificultades de movilización o pérdida de facultades mentales.

En España Cortés-Gálvez et al. (52) exploraron la incontinencia urinaria como morbilidad oculta en un estudio realizado en 58 hombres y 145 mujeres, con un promedio de edad de 66 años. El 15,5 % de la población masculina presentó incontinencia urinaria y en la femenina esta cifra se elevó al 60 %. Ambas poblaciones manifestaron alteraciones en su calidad de vida y problemas asociados como infecciones urinarias, alteraciones dermatológicos y del sueño; para estos autores los pacientes tienen miedo a consultar por esta patología y se hace necesario buscar activamente este tipo de morbilidades para mejorar la calidad de vida y prevenir complicaciones asociadas. Resultados similares reportan Martínez et al. (53) y Martínez et al. (54).

Continuando con el tema de las morbilidades ocultas en salud sexual relacionadas con el envejecimiento en hombres, Ribeiro (55) expone que los hombres ancianos presentan condiciones emocionales y sociales marcadas por la pérdida de las funciones productivas y sociales, la viudez, actitudes de pasividad y depresión que hacen que este grupo poblacional no consulte por problemas relacionados con esta dimensión vital; sumado esto a la toma de medicamentos para patologías comunes de la edad madura y que afectan la salud sexual. La idea del hombre como fuerte, productivo, capaz de combatir en guerras y penetrar el cuerpo de una mujer ha estado arraigada a través de la historia; el hombre es el sujeto sexual activo y la mujer el objeto sexual pasivo (56). En esta línea, Calasanti et al. (57) presentan cómo el ser hombre está íntimamente relacionado con la capacidad sexual, que representa juventud y fuerza; en cualquier edad y más evidente en la edad madura, el aceptar que se tiene algún tipo de problema relacionado con la salud sexual es aceptar que ya no se es hombre.

En la población masculina Springer et al. (58) sugieren que los hombres tienden a evitar la atención de su salud y la consulta a profesionales sanitarios por el ideal masculino relacionado con la virilidad, lo que hace que sus dolencias se oculten para no poner en cuestionamiento su masculinidad y no pedir ayuda se convierte en una manera de expresar invulnerabilidad. Según estos autores las mujeres son más propensas a las acciones preventivas de salud, mientras que para los hombres es más común consultar cuando ya se ha presentado la enfermedad y lo hacen “para arreglar el problema”.

Si bien las mujeres parecen implementar en mayor medida la prevención, el estudio realizado en México por Hernández et al. (59) expone las razones por las cuales ellas no consultan sus enfermedades: primera, porque el malestar hace parte de la vida diaria y no se percibe como un cambio que requiera acudir a un profesional; segunda, la postergación de la salud personal por estar dedicadas al cuidado de los otros, esto hace que la percepción de estar enferma se haga tardíamente y, consecuentemente, su consulta, las mujeres cumplen con su función social de madres-esposas y les asignan a este rol la prioridad antes que a su propia salud; la última es la relación de poder-subordinación con el sistema de salud, cuando las mujeres deciden asistir a los servicios de salud la consulta es vivida como estresante para ellas y encuentran una mala relación con el profesional quien las juzga negativamente y, además, les ofrecen poca información de lo que sucede en su cuerpo; por último existe una resistencia de las mujeres al poder médico y una tendencia a buscar su propia autocuración extensiva al uso de medicamentos y tratamientos.

Ragúz (60) considera como un problema relacionado con la salud sexual las relaciones de género y la violencia contra la mujer en el contexto de la atención en salud, en lo que respecta a las relaciones verticales de poder por la posición de paciente frente a “autoridades” médicas y personal de salud. En este sentido la mujer-paciente establece una relación de poder con el personal de salud, en la que el objetivo es favorecer la autonomía y fomentar el autocuidado que puede traducirse en una mejor calidad de vida para las mujeres. Esta situación según Vanegas (61) hace que los profesionales de la salud tengan una responsabilidad y desarrollen un compromiso social para que tengan una atención en salud más equitativa en virtud de las diferencias basadas en el sexo y construidas socialmente en el género.

Conclusión

El cuerpo humano es un sistema complejo, desde la biología incluye aspectos anatómicos, fisiológicos, hormonales y patológicos propios de cada sexo; desde la cultura se expresa en las interacciones sociales, en normas y jerarquías de una sociedad en momentos históricos y geográficos específicos, lo cual implica la necesidad de reconocer la importancia de las identidades y las relaciones entre los géneros para abarcar una perspectiva en temas de salud que abarque todos estos factores.

La atención en salud diferenciada por género es un tema que ha tenido un gran desarrollo en salud pública contemporánea, las posiciones de Verbrugge (20), Doyal (21), Ruiz Cantero (27) y Valls-Llobet (pp. 43, 44) plantean que existe una diferencia biológica evidente entre hombres y mujeres que está influenciada por las relaciones de poder, así como en los constructos sociales, culturales e históricos y que, además, hombres y mujeres están expuestos a diferentes riesgos en salud relacionados con factores ambientales y laborales.

Las morbilidades invisibles descritas originalmente en psiquiatría hacen referencia a que los pacientes no consultan sus problemas de salud por temor a la discriminación, la aplicación de este concepto se extiende a la salud sexual por cuanto alrededor de ella existe tabú, vergüenza y pudor tanto en los pacientes como en los profesionales que los atienden; las molestias en salud sexual de no ser atendidas prontamente se transforman en enfermedades crónicas.

La propuesta Género y morbilidades ocultas en salud sexual plantea el reconocimiento de la salud sexual y cómo esta se ve afectada por el silencio, el tabú y la discriminación que hace que tanto hombres como mujeres no consulten sus síntomas oportunamente y los profesionales de la salud no aborden cómodamente estos temas, en asociación con las construcciones de género presentes en la sociedad. Generar en los profesionales de atención en salud reflexiones en torno al tema es un camino para buscar cambios culturales que incidan en el mejoramiento de la salud y estado de bienestar general de las personas.

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Türler ve etiketler

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Hacim:
222 s. 5 illüstrasyon
ISBN:
9789587391145
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