Kitabı oku: «Antología de María Teresa Andruetto», sayfa 2

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Entre tus fauces

Río de lomo azul donde navego

con la cabeza otra vez contra

la orilla, devuélveme el resuello

y el talle que he tenido entre tus fauces;

y esta memoria que se lo come todo,

llévatela. Aquella niña calando

sandía en el patio y los amargos

granados abiertos, diamantes

de azúcar, llévatelos. Llévate también

a ese hombre de cejas espesas

y mirada viva que me ha mirado tanto.

Llévate los días, y el recuerdo

de los días, y la tarde en que se fueron,

y el abrazo. Muchas veces Caronte

me pidió que entregara la dádiva,

y yo la di, y los subí a la barca,

y los empujé hacia el agua

que hace sombra. Vuelve siempre

un camino de cipreses y el crujido

de mis pasos en la arena. Vuelven

los que trazan la huella de los días

y reclaman: Mira hacia arriba.

Y yo por el cielo, huérfana, buscando

el Caprino, los Gemelos, un recuerdo

de agua azul sin alimañas. Mira

hacia arriba, dicen, y yo en tus fauces

otra vez, contra la orilla.

Dos versiones de un poema a Pavese

Se parece a mí, que me buscoel trabajo en el corazón

C. P. 12 de setiembre de 1942

Diario

Pavese

Entre mujeres solas hemos hablado de él

uno de estos días de marzo,

y de la tarde en que mi padre lo vio

pasando la caserma. Dos perros

lo arrastraban y esa tristeza

que no ha vencido nadie. Il diavolo

sulle coline acecha. Es el 45 y la guerra

cansa. Están en Piazza Cavour

o en Superga. En Torino, no en Le Langhe.

Mi padre muerto parece que me dice

al oído “he pasado Stupinigi

hacia mi pueblo”. El otro se llama Cesare

y escribe en plenitud acerca de esas cosas

pequeñas que nos suceden a todos

y de volver y no encontrar ya nada.

Mi padre es partisano, un partisano

de Ghio, y ha cumplido veintitrés. Antes

que cante el gallo me dará esas voces

que se oyen desde lejos, el eco

en la colina. Están cerca las tierras

fértiles, el cuerno de oro devastado,

y la ciudad que es gris, no tiene

cielo. Alguna vez dirá no escribo más,

el lápiz cruzado sobre el diario. No habrá

qué hacer en la ciudad vacía sino esperar

y esperarás que llegue. Por esta calle hasta

el hotel mañana, vendrá la muerte y tendrá

tus ojos.

Nada. Tengo un carbón en el cuerpo,brasas bajo las cenizas. Oh C., ¿porqué, por qué?

C. P. 27 de marzo de 1950 (noche)

Diario

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