Kitabı oku: «Las nueve marcas de la iglesia sana», sayfa 3
Finalmente, la novena marca se enfoca en la necesidad de recuperar una comprensión bíblica del liderazgo eclesial. El liderazgo de la iglesia no debe ser otorgado en respuesta a las capacidades o posición seculares, a las relaciones familiares, o en reconocimiento por el tiempo de servicio a la iglesia. El liderazgo de la iglesia debe ser encargado a aquellos que evidencian en sus propias vidas, y que son capaces de promover en la vida de la congregación, la obra edificante y santificadora del Espíritu Santo.
El fin y propósito de todo esto es glorificar a Dios mientras hacemos que Él sea conocido. A través de la historia, Dios ha deseado darse a conocer. Por eso Él liberó a Israel de Egipto en el éxodo, y por eso volvió a liberarlos del exilio babilónico. Muchos pasajes en la Escritura hablan del deseo de Dios de darse a conocer (por ejemplo, Éxodo 7:5; Deuteronomio 4:34–35; Job 37:6–7; Salmos 22:21–22; 106:8; Isaías 49:22–23; 64:4; Ezequiel 20:34–38; 28:25–26; 36:11; 37:6; Juan 17:26). Él creó el mundo y ha hecho todo lo que ha hecho para Su propia gloria. Y es bueno y correcto que así lo haga.
Calvino solía referirse a este mundo como el teatro del esplendor de Dios. Otros se han referido a la historia como el gran desfile que culmina en la gloria de Dios. Mark Ross lo expresó de esta manera:
Somos una de las principales piezas de evidencia de Dios […] La mayor preocupación de Pablo [en Efesios 4:1–16] es que la iglesia manifieste y despliegue la gloria de Dios, vindicando así el carácter de Dios ante toda la calumnia del reino demoníaco, la calumnia de que no vale la pena vivir para Dios […] Dios ha confiado a Su Iglesia la gloria de Su propio nombre18.
Todos —los que son líderes eclesiales y los que no— hemos sido creados a imagen de Dios. Debemos ser retratos andantes de la naturaleza moral y el carácter justo de Dios, reflejándolo en el universo para que todos lo vean —especialmente en nuestra unión con Dios a través de Cristo. Esto es a lo que Dios nos llama y la razón por la cual nos llama. Nos llama a unirnos a Él, y a unirnos en nuestras congregaciones, no para nuestra gloria sino para Su gloria.
ESTE LIBRO
Este libro se basa en una serie de sermones. De acuerdo con George Barna, los sermones deberían ser más fáciles de entender, menos abstractos, más espontáneos, más cortos, incluir más historias de la experiencia personal del predicador e incluso deberían permitir la participación de la audiencia19. Barna no es el único que sugiere que hagamos algo para mitigar el carácter unilateral y la mera apelación a la razón que caracteriza gran parte de la predicación, particularmente la predicación expositiva. David Hilborn, en su libro Picking Up the Pieces [Recogiendo los pedazos], ha sugerido lo mismo20. Permíteme indicar que la unilateralidad de la predicación no solamente es excusable, sino que de hecho es importante. Si cuando predicamos nos paramos en lugar de Dios, dando Su Palabra en el poder de Su Espíritu a Su pueblo, entonces ciertamente es apropiado que esto sea algo unilateral —no unilateral en términos de nunca cuestionar a quien predica; sino que en el momento de la predicación, el carácter unívoco de la Palabra de Dios nos llega como un monólogo, no esperando suscitar interés y participación sino más bien exigiendo que respondamos. Algo de este carácter debe ser preservado. Esto no significa que el sermón deba ser deliberadamente aburrido, oscuro o abstracto. Yo espero que estos sermones disfrazados de capítulos puedan transmitir una consideración seria de las grandes verdades de la Biblia y del contexto actual.
OTROS RECURSOS
• Para estudio grupal: Edificados sobre la Roca: La Iglesia, un estudio bíblico inductivo de siete semanas de 9Marcas.
• Para aplicación pastoral: La iglesia deliberante, por Mark Dever y Paul Alexander.
• Para compartir con los miembros de la iglesia: ¿Qué es una iglesia sana?, por Mark Dever.
LO QUE VIENE
Primera marca: predicación expositiva
• Predicación expositiva
• El papel central de la Palabra de Dios
El papel de la Palabra de Dios al producir vida
El papel de la Palabra de Dios en la predicación
El papel de la Palabra de Dios en la santificación
El papel del predicador de la Palabra de Dios
PRIMERA MARCA
Predicación expositiva
Así comencé mi sermón un domingo por la mañana en enero, no hace mucho tiempo:
¿Cómo estás? ¿Dormiste bien anoche? ¿Fue difícil encontrar dónde estacionar tu vehículo esta mañana? ¿La información en las entradas de la iglesia era clara para saber a dónde dirigirte? ¿Te dieron la bienvenida cuando entraste? ¿Estaba el edificio ordenado y limpio? Me pregunto si el nombre de la iglesia te hizo más difícil la decisión de entrar. ¿O tal vez fue parte de la razón por la cual viniste?
Y cuando entraste, ¿fuiste recibido por personas amigables y cálidas? ¿Tuviste algún problema al dejar a tus hijos en sus salones de clase? ¿Qué opinas de los vitrales? Sé que se aprecian mejor desde donde yo estoy, pero son bonitos, ¿verdad? Bueno, tal vez sean muy tradicionales para ti.
¿Son cómodas las bancas? ¿Tienes una buena vista de todas las actividades desde donde estás sentado? ¿Puedes ver claramente? ¿Puedes escuchar bien? ¿Está bien la temperatura ahora mismo? ¿Te sientes cómodo?
Y ¿qué opinas del boletín? Es bonito, claro, simple y directo, ¿no crees? Sin complicaciones. Tal vez es muy formal. ¿Observaste todos los anuncios? ¿Viste todos los programas mencionados en la tarjeta de la iglesia? Son muchos, ¿verdad? Probablemente más de los que esperabas. Por supuesto, es fácil de leer, pero creo que la letra es muy pequeña, ¿no es así? Y no tiene imágenes. Me refiero a que tiene demasiado texto. Eso probablemente te dice mucho acerca de la iglesia, ¿verdad? Piensas que es el tipo de iglesia donde prefieren usar mil palabras en lugar de una imagen, ¿cierto?
Y ¿qué de aquellos que están sentados cerca de ti? ¿Son el tipo de personas con quienes te gusta ir a la iglesia? Sí, sé que estás demasiado nervioso como para mirar a tu alrededor, pero sabes quienes son. ¿Qué piensas? ¿Tienen la edad correcta? ¿Son de la raza correcta? ¿Pertenecen a la clase social correcta? ¿Son como tú?
Y ¿qué tal el servicio hasta el momento? Quiero decir, ¿fue muy difícil pasar de un himnario al otro? Como sabes, la mayoría de las iglesias solo usan uno y aquí tenemos dos; tienes que usar el verde y a veces tienes que usar el beige. ¿Sabe el líder de lo que está hablando, pero sin mostrarse como un sabelotodo? ¿Es competente pero sin ser autoritario? No hubo demasiados anuncios en el servicio, ¿o sí? No creo que hayan sido muchos esta mañana. ¿Te has sentido integrado en las oraciones? ¿Han conectado con tu mente y tu corazón?
Es un poco inusual leer porciones tan largas de la Escritura en la iglesia, ¿no es cierto? No es una práctica común en nuestros días.
Y, por supuesto, no podemos obviar la música. Como puedes ver, todavía estamos tratando de decidir entre estilos —música contemporánea o tradicional, clásica o más moderna, litúrgica o más informal. Así como en las demás iglesias de los Estados Unidos, probablemente hay personas que han asistido a esta congregación en el pasado y ahora están buscando otras iglesias porque quieren una experiencia musical diferente. Y probablemente algunas de las personas que siguen aquí continúan asistiendo, en parte, porque les gusta esta experiencia musical.
Y ¿cómo te has sentido con la ofrenda? ¿Puedes creerlo? ¡Se recogió una ofrenda en público y con visitantes presentes! Es el tipo de cosas que, según enseñan en el seminario, no deberían hacerse. ¿Cómo te sentiste? ¿Sentiste que la iglesia está llena de un montón de avaros que solamente quieren aprovecharse de ti cuando vienes?
¿Qué haces aquí? Tal vez has asistido a esta iglesia durante cincuenta años o este es tu primer domingo —¿por qué vienes?
Y ahora, por supuesto, ya sabes lo que viene. O tal vez ya comenzó: ¡el sermón! Para algunos, esto es lo que tienen que soportar antes de llegar a lo bueno —cantar un poco más tal vez o encontrarse con otras personas para charlar al terminar el servicio.
El predicador tiene un trabajo difícil, ¿no es así? Él debe ser una persona con quien te puedas relacionar, a quien le puedas hablar, con quien te puedas sentir cómodo o a quien le puedas tener cierto nivel de confianza. Pero también debe parecer santo. Aunque no demasiado santo. Debe estar informado, pero no demasiado informado. Debe ser seguro de sí mismo, pero no demasiado seguro de sí mismo. Debe ser compasivo, pero no demasiado compasivo. Y su sermón debe ser suficientemente bueno, suficientemente relevante, suficientemente entretenido e interesante, y ciertamente corto.
Hay mucho por considerar cuando estás evaluando una iglesia, ¿no es así? ¿Te has detenido a pensar acerca de eso? Hay muchas cosas que considerar y, así como los estadounidenses nos mudamos con frecuencia, también tenemos que evaluar iglesias con frecuencia. Esto sucede todo el tiempo. Tenemos que preguntarnos qué hace que una iglesia sea realmente buena.
En mi biblioteca tengo montones y montones de libros que tratan de responder esta pregunta: ¿qué es lo que realmente hace a una iglesia buena? Y te sorprenderías ante la gran variedad de respuestas. Algunos piensan que la clave está en la hospitalidad, otros la ven en la planificación financiera, otros en baños impecables, otros en un entorno agradable, otros en música dinámica, otros en la sensibilidad hacia los visitantes, otros en tener suficiente estacionamiento, otros en programas emocionantes para los niños, otros en elaboradas opciones de escuela dominical, otros en el software correcto, otros en señalización clara, otros en tener congregaciones homogéneas. Tú puedes encontrar libros que abogan por alguna de esas cosas como la clave para tener una buena iglesia.
Entonces, ¿qué piensas? ¿Qué se necesita para tener una iglesia sana? Tienes que saber eso. Si estás visitándonos hoy y estás buscando una iglesia donde congregarte regularmente y con la cual te puedas comprometer, debes considerar esta pregunta. Incluso si ya eres miembro aquí, debes considerar esta pregunta —porque podrías mudarte a otra ciudad. E incluso si nunca te mudas, debes saber qué hace a una iglesia sana. Si vas a quedarte en la iglesia y participar en su crecimiento y edificación, ¿consideras importante saber qué estás intentando edificar? ¿Cómo quieres que luzca esa iglesia? ¿Cuál es tu meta? ¿Qué cosas deberían ser primordiales?
Sé muy cuidadoso en cómo respondes estas preguntas. Como dije, encontrarás expertos que te darán toda clase de respuestas. Algunos afirmarán que la clave es eliminar todo lenguaje religioso, otros dirán que la clave es hacer invisibles los requisitos para la membresía.
Entonces, ¿qué piensas? ¿Crees que tener guarderías seguras y baños impecables, música emocionante y miembros que se parezcan unos a otros es el camino hacia el crecimiento y la salud de la iglesia? ¿Es eso realmente lo que hace a una iglesia buena?
Y así comencé la serie de sermones que llegó a convertirse en este libro —Las nueve marcas de la iglesia sana. El propósito de este libro es responder la siguiente pregunta: ¿qué es lo que realmente caracteriza a una iglesia muy buena?
Yo sugiero nueve marcas distintivas de una iglesia sana. Puedes encontrarlas enumeradas en la página de contenidos. Estas nueve marcas ciertamente no son los únicos atributos de una iglesia sana. Ni siquiera son necesariamente las cosas más importantes que pueden decirse de una iglesia. Por ejemplo, aunque el bautismo y la Santa Cena son aspectos esenciales de una iglesia bíblica, ordenados por Cristo mismo, yo solo los menciono brevemente. Este libro no es una eclesiología completa. En cambio, se enfoca en ciertos aspectos cruciales de la vida de una iglesia sana que parecen no estar presentes en muchas de las iglesias actuales. Si bien el bautismo y la Santa Cena a menudo se entienden de forma errada, estos no han desaparecido de la mayoría de las iglesias; sin embargo, muchos de los atributos que consideraremos en estas páginas han desaparecido de muchas iglesias.
Por supuesto, no existe la iglesia perfecta, y ciertamente no estoy sugiriendo que una iglesia que me tenga a mí como pastor llegará a ser perfecta. Pero eso no significa que nuestras iglesias no puedan ser más sanas. Mi objetivo es servir de apoyo para que esa salud sea experimentada en las iglesias locales.
PREDICACIÓN EXPOSITIVA
La primera marca de una iglesia sana es la predicación expositiva. No solamente es la primera marca; es sin duda la más importante de todas porque, si está presente, todas las demás deberían derivarse de esta. Este capítulo te ayudará a entender a qué deben dedicarse los pastores, y qué deben exigir de ellos las congregaciones. Mi papel principal, y el papel principal de todo pastor, es predicar expositivamente.
Esta marca es tan importante que si la pasas por alto y consigues tener las otras ocho en su lugar, de cierta manera las habrías obtenido por accidente. Sería una casualidad. Posiblemente estarían distorsionadas, porque no habrían surgido de la Palabra y no estarían siendo continuamente reformadas y refrescadas por ella. Pero si estableces la prioridad de la Palabra, entonces tendrás el aspecto más importante de la vida de la iglesia en su lugar, y una salud creciente estará prácticamente garantizada, porque Dios ha decidido actuar por Su Espíritu a través de Su Palabra.
Entonces, ¿qué es esta cosa tan importante llamada predicación expositiva? Usualmente es contrastada con la predicación temática. Un sermón temático se parece a este capítulo —toma un tema y habla acerca de él, en lugar de tomar un pasaje particular de la Biblia como su tema. El sermón temático comienza con un asunto en particular del cual el predicador desea predicar. El tema podría ser la oración o la justicia o la paternidad o la santidad o incluso la predicación expositiva. Habiendo establecido el tema, el predicador recopila varios textos de varias partes de la Biblia y los combina con historias y anécdotas ilustrativas. El material es integrado y entrelazado en torno a ese tema. El sermón temático no es desarrollado en torno a un texto de la Escritura, sino en torno a una temática o idea en particular.
Un sermón temático puede ser expositivo. Yo podría decidir predicar acerca de un tema y escoger un pasaje de la Escritura que aborde exactamente ese asunto. O podría predicar usando varios textos que aborden ese mismo tema. Pero en ese caso sería un sermón temático, porque el predicador sabe lo que quiere decir y va a la Biblia con el propósito de ver qué puede encontrar para hablar acerca de ese tema. Por ejemplo, cuando prediqué el contenido de este capítulo, ya sabía en gran medida lo que quería decir al momento de comenzar a preparar el sermón. Cuando predico expositivamente, por lo general no es así. Al preparar un sermón expositivo normal, a menudo me sorprendo por las cosas que encuentro en el pasaje mientras lo estudio. Generalmente, no elijo series de sermones expositivos con base en temas particulares que pienso que la iglesia necesita escuchar. En cambio, asumo que toda la Biblia es relevante para nosotros todo el tiempo. Ahora bien, yo confío en que Dios puede dirigirme a algunos libros en particular, pero a menudo cuando estoy trabajando en un texto y leyéndolo durante mis tiempos devocionales la semana antes de predicar, y mientras me decido a estudiarlo con gran atención el viernes, encuentro cosas que no esperaba encontrar en absoluto. A veces me sorprendo por el punto central del pasaje y, en consecuencia, por lo que debe ser el punto central de mi mensaje.
La predicación expositiva no es simplemente producir un comentario verbal de un pasaje de la Escritura. En cambio, la predicación expositiva es la predicación que toma como punto del sermón el punto de un pasaje particular de la Escritura. Eso es todo. El predicador abre la Palabra y la despliega ante el pueblo de Dios. Eso no es lo que estoy haciendo en este capítulo, pero es lo que normalmente procuro hacer cuando me paro en el púlpito el domingo21.
La predicación expositiva es predicación en función de la Palabra. Esta presupone una creencia en la autoridad de la Escritura —que la Biblia es de hecho la Palabra de Dios; pero es mucho más que eso. Comprometerse a predicar expositivamente es comprometerse a oír la Palabra de Dios —no solamente a afirmar que es la Palabra de Dios sino a someterse realmente a ella. Los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles del Nuevo Testamento no recibieron una comisión personal para ir y hablar, sino un mensaje específico que entregar. De la misma manera, los predicadores cristianos hoy tienen autoridad para hablar de parte de Dios siempre y cuando hablen el mensaje de Dios y desplieguen Sus palabras. Aunque algunos predicadores sean muy locuaces, ellos no han recibido el mandato de simplemente ir y predicar. Ellos han recibido el mandato específico de ir y predicar la Palabra.
Muchos pastores aceptan alegremente la autoridad de la Palabra de Dios y profesan creer en la inerrancia de la Biblia; sin embargo, si ellos no predican expositivamente de manera regular, estoy convencido de que nunca predicarán más de lo que ya sabían cuando comenzaron su labor. Un predicador puede tomar una porción de la Escritura y exhortar a la congregación en cuanto a cierto tema importante, pero ese no es realmente el punto de ese pasaje en particular. Puedes tomar tu Biblia ahora mismo, cerrar tus ojos, abrirla en cualquier lugar, poner tu dedo sobre un versículo, abrir tus ojos y leer ese versículo, y puedes encontrar grandes bendiciones para tu alma —pero es posible que aún no sepas lo que Dios quería decir a través de ese pasaje. Lo más importante en el mercado inmobiliario es lo más importante para entender la Biblia: ubicación, ubicación, ubicación. Entiendes un texto de la Escritura según el lugar donde está. Lo entiendes en el contexto en el cual fue inspirado.
Un predicador debería procurar que su mente sea moldeada cada vez más por la Escritura. Él no debería usar la Escritura como una excusa para decir aquello que él quiere decir. Cuando alguien predica regularmente de manera no expositiva, los sermones tienden a ser solamente acerca de los temas que le interesan al predicador. El resultado es que el predicador y la congregación solo escuchan de la Escritura lo que ya sabían antes de venir al texto. No hay nada nuevo que se esté añadiendo a sus mentes. No están siendo continuamente desafiados por la Biblia.
Al estar comprometidos a predicar un pasaje de la Escritura en su contexto, expositivamente —es decir, tomando como punto del mensaje el punto del pasaje— deberíamos escuchar de Dios cosas que no teníamos la intención de escuchar cuando nos dispusimos a estudiar el pasaje. Dios nos sorprende a veces. En eso consiste precisamente la vida cristiana, desde tu arrepentimiento y conversión hasta lo más reciente que el Espíritu Santo te haya estado enseñando. ¿No te pasa que Dios te desafía y te hace ver tu pecado en áreas de tu vida que nunca hubieras considerado hace un año, a medida que comienza a revelarte la verdadera condición de tu corazón y la verdad de Su Palabra? Encargar la supervisión espiritual de una iglesia a alguien que no está comprometido a escuchar y enseñar la Palabra de Dios es obstaculizar el crecimiento de la iglesia, permitiendo básicamente que la iglesia crezca solo hasta el nivel del pastor. La iglesia será conformada lentamente a la mente del pastor en lugar de ser conformada a la mente de Dios. Y lo que nosotros deseamos, lo que ansiamos como cristianos, es la Palabra de Dios. Deseamos oír y conocer en nuestras almas lo que Él ha dicho.
EL PAPEL CENTRAL DE LA PALABRA DE DIOS
La predicación debería ser siempre (o casi siempre) expositiva porque la Palabra de Dios debería estar siempre en el centro, dirigiéndola. De hecho, las iglesias deberían tener la Palabra en el centro, dirigiéndolas. Dios ha decidido usar Su Palabra para dar vida. Ese es el patrón que vemos en la Escritura y en la historia.
En una reunión social a la cual asistí alguna vez, terminamos hablando acerca de un libro que había sido publicado recientemente. Yo lo había leído porque estaba a punto de dar un discurso acerca del tema del libro. Mi anfitrión, un católico romano, también lo había leído —porque estaba escribiendo una reseña de ese libro. Le pregunté qué pensaba.
«Ah, el libro es muy bueno», dijo, «lo único que lo estropea es que el autor reproduce el antiguo error protestante de afirmar que la Biblia creó la Iglesia cuando en realidad todos sabemos que la Iglesia creó la Biblia».
Bueno, yo estaba en un dilema. Él era el organizador del evento y yo era un invitado. ¿Qué debía decir? ¡Vi pasar toda la Reforma protestante como un relámpago enfrente de mis ojos!
Decidí que si él podía ser tan abiertamente despectivo de una manera cortés, entonces yo podía ser tan directo y honesto como quisiera. Así que fui directo y dije: «¡Eso es ridículo!». Tratando de contradecirlo de la forma más agradable posible, añadí: «El pueblo de Dios nunca ha creado la Palabra de Dios. ¡Desde el principio mismo la Palabra de Dios siempre ha creado al pueblo de Dios! En Génesis 1, Dios literalmente crea todo lo que existe, incluyendo a Su pueblo, por Su Palabra; en Génesis 12, Dios llama a Abraham de Ur por la palabra de Su promesa; en Ezequiel 37, Dios le da a Ezequiel una visión para que la comparta con los israelitas exiliados en Babilonia acerca de la gran resurrección que sucedería por la Palabra de Dios; el mensaje supremo de la Palabra de Dios es Cristo Jesús, el Verbo hecho carne; en Romanos 10, leemos que la vida espiritual viene por la Palabra —Dios siempre ha creado a Su pueblo por Su Palabra. Nunca ha sido al revés. El pueblo de Dios nunca ha creado la Palabra de Dios».
Ahora bien, no recuerdo exactamente cómo fue el resto de la conversación, pero recuerdo esa parte muy claramente porque ayudó a cristalizar en mi mente la absoluta centralidad de la Palabra.
Sigamos este camino a través de las Escrituras y veamos lo que nos dice acerca de la centralidad de la Palabra de Dios en nuestras vidas, y luego consideremos cómo eso nos muestra la naturaleza e importancia de la predicación en nuestras iglesias. Quiero enfocarme en cuatro puntos: el papel de la Palabra al darnos vida, el papel de la Palabra de Dios en la predicación, el papel de la Palabra en nuestra santificación y, como consecuencia, el papel que un predicador de la Palabra de Dios debería tener en la iglesia.
EL PAPEL DE LA PALABRA DE DIOS AL PRODUCIR VIDA
Comencemos por el principio, donde la Biblia comienza. En Génesis 1, vemos que Dios creó el mundo y toda la vida por Su Palabra. Él habló y fue así. En Génesis 3, vemos la historia nefasta de lo que sucedió después: la caída. Ahí vemos que nuestros primeros padres pecaron, y que cuando pecaron fueron echados de la presencia de Dios. Ellos literalmente perdieron de vista a Dios. Pero por la maravillosa gracia de Dios ellos no perdieron toda la esperanza. Aunque Dios había desaparecido de su vista, Él les envió de forma misericordiosa Su voz para que escucharan la palabra de promesa. En Génesis 3:14–15, Dios maldijo a la serpiente. Le advirtió que la simiente de la mujer la destruiría. Esa es la primera palabra de esperanza que Adán y Eva recibieron después de su propio pecado.
En Génesis 12, vemos que fue por la Palabra de Dios que Abraham fue llamado a salir de Ur de los caldeos. La palabra de la promesa de Dios, registrada en los primeros versículos de Génesis 12, fue la fuerza de atracción, la promesa que sacó a Abraham, literalmente llamándolo fuera de Ur para seguir a Dios. El pueblo de Dios fue creado —adquirió visibilidad como grupo— al escuchar esa palabra de promesa y al responder a ella, al salir tras ella. El pueblo de Dios fue creado por la Palabra de Dios.
Abraham nunca organizó un comité para elaborar la Palabra de Dios. No, él fue hecho padre del pueblo de Dios porque la Palabra de Dios vino especialmente a él y él la creyó. Él confió en lo que Dios decía. Luego leemos acerca de cómo los hijos de Abraham aumentaron en la Tierra Prometida, y después fueron a Egipto, donde eventualmente cayeron en esclavitud y sufrieron durante siglos. Y cuando parecía que ese yugo era permanente, ¿qué hizo Dios? Él envió Su Palabra. En Éxodo 3:4, Dios comenzó con Moisés, hablándole a él. Ver una zarza ardiendo era algo extraordinario, pero solo una zarza en llamas no le comunicaba nada a Moisés. Aun los más estudiados eruditos no se ponen de acuerdo acerca del simbolismo de la zarza ardiendo. La clave es que Dios habló desde la zarza. Él dio Sus palabras a Moisés. Él lo llamó por medio de Su Palabra. La Palabra de Dios no solamente vino a Moisés y a sus descendientes, sino que también vino a toda la nación de Israel, llamándolos a ser Su pueblo.
En Éxodo 20, vemos que Dios dio Su ley a Su pueblo, y que al aceptar la ley de Dios ellos llegaron a ser Su pueblo. Fue por la Palabra de Dios que el pueblo de Israel fue constituido como el pueblo especial de Dios.
Continuando a través del Antiguo Testamento, vemos que la Palabra de Dios juega un papel tanto formativo como discriminatorio, pues algunas personas escuchan esa palabra y otras rehúsan escucharla. Considera, por ejemplo, la historia de Elías en 1 Reyes 18: «Y sucedió que después de muchos días, la palabra del SEÑOR vino a Elías […] diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y enviaré lluvia sobre la faz de la tierra» (v. 1 LBLA). La frase «la palabra del Señor vino» o sus equivalentes aparecen más de 3 800 veces en el Antiguo Testamento. La Palabra del Señor venía para crear y dirigir a Su pueblo. El pueblo de Dios eran aquellas personas que escuchaban las palabras de promesa de Dios y respondían en fe. En el Antiguo Testamento, la palabra de Dios siempre venía como un medio de fe. Esta era, en un sentido, un objeto secundario de fe. Dios, por supuesto, siempre es el objeto primario de nuestra fe —nosotros creemos en Dios— pero eso no significa mucho si ese objeto no es definido. Y ¿cómo definimos Quién es Dios y qué nos llama a hacer? Podríamos inventar nuestras propias ideas, o nuestro Dios puede comunicarnos la verdad. Nosotros creemos lo que Dios nos ha dicho. Nosotros creemos que de verdad Dios mismo ha hablado. Debemos confiar en Su Palabra y descansar en ella con toda la fe que pondríamos en Dios mismo.
Así que, vemos en el Antiguo Testamento que Dios dirigió a Su pueblo por Su Palabra.
¿Puedes ver por qué la Palabra de Dios es esencial como instrumento creador de fe? Nos presenta a Dios y Sus promesas —incluyendo todas las promesas individuales del Antiguo Testamento y del Nuevo, hasta llegar a la gran promesa, la gran esperanza, el gran objeto de nuestra fe, Cristo mismo. La Palabra nos muestra lo que debemos creer.
Para el cristiano, la velocidad del sonido (la Palabra que escuchamos) es en cierto sentido mayor que la velocidad de la luz (las cosas que podemos ver). Por así decirlo, en este mundo caído percibimos el futuro por nuestros oídos antes que por nuestros ojos.
En la gran visión de Ezequiel 37, vemos de manera extraordinaria que la vida viene al escuchar la Palabra de Dios:
La mano del SEÑOR vino sobre mí, y me sacó en el Espíritu del SEÑOR, y me puso en medio del valle que estaba lleno de huesos. Y él me hizo pasar en derredor de ellos, y he aquí, eran muchísimos sobre la superficie del valle; y he aquí, estaban muy secos. Y él me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y yo respondí: Señor DIOS, tú lo sabes. Entonces me dijo: Profetiza sobre estos huesos, y diles: «Huesos secos, oíd la palabra del SEÑOR. Así dice el Señor DIOS a estos huesos: “He aquí, haré entrar en vosotros espíritu, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, haré crecer carne sobre vosotros, os cubriré de piel y pondré espíritu en vosotros, y viviréis; y sabréis que yo soy el SEÑOR”» (v. 1–6 LBLA).
¡Esta es una visión alentadora! Si alguna vez has sido llamado a pastorear una iglesia que parece estar en sus últimos días, o si puedes recordar el sentimiento de desesperanza espiritual antes de que encontraras la salvación, entonces puedes ver por qué este es un gran pasaje de esperanza.
En los versículos 7–10 vemos lo que sucede cuando Ezequiel responde en obediencia a la visión:
Profeticé, pues, como me fue mandado; y mientras yo profetizaba hubo un ruido, y luego un estremecimiento, y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí, había tendones sobre ellos, creció la carne y la piel los cubrió, pero no había espíritu en ellos. Entonces él me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: «Así dice el Señor Dios: “Ven de los cuatro vientos, oh espíritu, y sopla sobre estos muertos, y vivirán”». Y profeticé como él me había ordenado, y el espíritu entró en ellos, y vivieron y se pusieron en pie, un enorme e inmenso ejército.
Luego Dios le da a Ezequiel la interpretación de esta visión. Él dice que estos huesos representan a toda la casa de Israel, quienes dicen: «nuestra esperanza ha perecido» (v. 11). La respuesta de Dios a Israel, igual que con los huesos secos, es esta: «Pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis» (v. 14). Y ¿cómo lo hace? Él lo hace por medio de Su Palabra. Para dejar el punto totalmente claro, Dios ordena a Ezequiel que empiece a predicar a este montón de huesos secos, y a través de esa predicación de la Palabra Dios trae vida a los huesos. Dios hace que Ezequiel les hable Su Palabra mientras están muertos, y cuando el profeta lo hace, ¡ellos son vivificados!
La visión de los huesos secos refleja la manera en que Dios llamó a Ezequiel a hablar a una nación que no le escucharía. También refleja la forma en que Dios mismo habló al vacío y creó Su mundo —por el poder de Su Palabra. Nos recuerda, además, lo que sucedió cuando el Verbo de Dios vino al mundo en la persona de Cristo: «En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció» (Juan 1:10). Sin embargo, a través de ese Verbo, a través del Señor Jesús, Dios ha comenzado a crear Su nueva sociedad en la tierra.