Kitabı oku: «El camino del deseo», sayfa 2
1. Matoaka,
te llevo conmigo
I
Viajero
Tu camino está
en la Eternidad que buscas
y de la que eres parte,
una eternidad que captas en el movimiento,
en la vibración misma del Ser,
en los acordes rotos
a los que das forma
a tu paso.
II
Jyotir
Tus abrazos están hechos de Luz,
de esa otra luz del Universo,
de luz cálida:
De la luz a la que regresamos
en el morir,
de la que nos hemos olvidado
en el vivir.
De la luz que nos engendra
y nos hace personas,
de la que a todos nos hace Uno
en el vivir y en el morir.
III
Con la mirada
intacta para mí.
Con tus manos,
para mí, intactas.
Con tu deseo de hombre y tu nombre,
por primera vez, sobre mis labios.
IV
Te acercas
a mí…
con la sabiduría
del descubrimiento.
Despacio.
Manos, boca, labios
que no conocen.
Lentamente conociendo.
Tu cuerpo junto a mi cuerpo.
¡Descubrimiento!
Manos que enseñan, que aprenden,
manos detenidas, entregadas,
que me atan
y desatan.
¡Descubrimiento!
Tu pecho sobre mi pecho.
¡Descubrimiento!
Tu sexo, mi sexo.
¡Tuya en el descubrimiento!
V
¡Corta los hilos
que me tienen atada
a los extremos
y colócame en tu centro:
¡Bajo tu cuerpo!
VI
Te abrazo con mis piernas
mientras el Universo
se cierne en un punto sobre nosotros
y nos hace sus dueños.
VII
Nacimiento
Me traes a la vida
con la boca,
con las manos,
con tu sexo,
en nacimiento puro,
en puro descubrimiento
de la mujer
que soy en ti.
VIII
Cuando te nombro y me nombras:
En mi boca y en tu boca.
Cuando vienes a mí,
colmado hasta mi.
Cuando me balanceas
entre tus piernas abiertas y las mías.
Cuando…, cuando…
¡Hombros, cumbre en la cumbre!
¡Vientre, palomas libres!
¡Cadera, ancla en tu ancla!
¡Tuya!
Tuya…
cuando me retiro un instante
para mirarte a los ojos,
para encontrarte y encontrarme yo,
para saber
quién soy…
en tu cuerpo.
IX
¡Niña, Niña, dime dónde!
Entre tanto…
Pongo mi dedo corazón en tu boca,
lo lleno de tu saliva
y lo dejo en mi sexo abierto,
y te siento
en cada vibración de mi cuerpo,
en los arcos de mis caderas,
en la fuerza de mis hombros sobre la almohada,
en tus manos sobre mi vientre y sobre mi boca,
en el impulso de mi pecho,
en cada elevación de deseo,
en el compás de tu cuerpo sobre el mío
mientras me dices niña,
en la calma de las manos enlazadas,
de los cuerpos en reposo,
en la risa que ilumina mi rostro,
en tus brazos,
que me rodean
en la quietud compartida.
X
Me quedo quieta por un momento,
al amparo de tus brazos,
a la espera de tus besos.
Como una niña.
XI
El pijama rojo
En la quietud del silencio
colocas mi mano izquierda
bajo tu mano derecha.
¡En la suavidad del aire me sostienes!
Subimos despacio, muy despacio,
por tu vientre,
por tu pecho.
¡Me has sujetado a ti!
Tumbada. Quieta.
Recorres mi cuerpo palmo a palmo
sin tocarme.
¡A diez centímetros de mí!
Mis tobillos, mis rodillas
se elevan…
y tú los recuestas.
¡En puro impulso te sigo!
Estás llevándome al Espacio
de la Calma,
en el que vas a reunirnos.
“¡Ni te lo imaginas!” –decías.
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