Kitabı oku: «Poder blando y diplomacia cultural»

PODER BLANDO Y DIPLOMACIA CULTURAL
ELEMENTOS CLAVE DE POLÍTICAS EXTERIORES EN TRANSFORMACIONES
Poder blando y diplomacia cultural. Elementos clave de políticas exteriores en transformaciones / Mauricio Jaramillo Jassir (editor académico) – Ricardo Alberto Baquero Hernández y otros autores. – Bogotá : Editorial Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno, y de Relaciones Internacionales, 2015.
xiv, 141 páginas. – (Colección Textos de Ciencia Política y Gobierno, y de Relaciones Internacionales)
Incluye referencias bibliográficas.
ISBN: 978-958-738-696-7 (impreso)
ISBN: 978-958-738-697-4 (digital)
Relaciones internacionales y cultura / Diplomacia / Países del BRIC – Relaciones culturales / I. Jaramillo Jassir, Mauricio / II. Universidad del Rosario. Facultad de Ciencia Política y Gobierno / III. Universidad del Rosario. Facultad de Relaciones Internacionales / IV. Título
327.2 SCDD 20
Catalogación en la fuente – Universidad del Rosario. Biblioteca
jda Septiembre 7 de 2015
Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995
PODER BLANDO Y DIPLOMACIA CULTURAL
ELEMENTOS CLAVE DE POLÍTICAS EXTERIORES EN TRANSFORMACIONES
Mauricio Jaramillo Jassir
–Editor académico—

Facultades de Ciencia Política y Gobierno, y de Relaciones Internacionales
© Editorial Universidad del Rosario
© Universidad del Rosario, Facultades de Ciencias Políticas y Gobierno y de Relaciones Internacionales
© Varios autores
Editorial Universidad del Rosario
Carrera 7 No. 12B-41, of. 501 • Tel: 2970200 Ext. 7724
editorial.urosario.edu.co
Primera edición: Bogotá, D.C., noviembre de 2015
ISBN: 978-958-738-697-4 (digital)
Coordinación editorial: Editorial Universidad del Rosario
Corrección de estilo: Sebastián Montero Vallejo
Producción de ePub v2.0: Martha Echeverry
Montaje de cubierta: Kelly Narváez
Fecha de evaluación: 28 de octubre de 2014
Fecha de aceptación: 1º de junio de 2015
Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo escrito de la Editorial Universidad del Rosario
Contenido
Prólogo
Poder blando y diplomacia cultural, una dinámica reemergente en las relaciones internacionales
Mauricio Jaramillo Jassir
Introducción
La irrupción de la cultura en las relaciones internacionales
La respuesta al choque: el diálogo de civilizaciones
La diplomacia cultural: ¿una forma de diálogo entre civilizaciones?
Referencias
Encuentros y desencuentros de los estados BRIC y el empleo del poder blando
Juan Nicolás Garzón Acosta
Introducción
Los BRIC: la unión y la heterogeneidad
Del crecimiento económico a la redefinición del orden mundial
Conclusiones
Referencias
Bases de datos
Migraciones internacionales y poder blando: posibles aportes de la comunidad colombo-árabe
Massimo Di Ricco
Introducción
Poder blando, migraciones, marca país y diplomacia de nicho
La comunidad colombo-árabe y la región Caribe de Colombia: el proceso de integración árabe en la sociedad costeña
La diplomacia cultural colombiana y las relaciones entre Colombia y el mundo árabe
Chile y Brasil: las comunidades árabes y la relación con los países de origen
Colombia, la región Caribe y la comunidad colombo-árabe: poder blando y diplomacia de nicho
Conclusión
Referencias
La política exterior de Turquía en el siglo XXI: la diplomacia cultural y el poder blando
Mehmet Ozkan
Introducción
¿Cómo analizar a Turquía en el siglo XXI?
La diplomacia cultural en la política exterior turca
Instituciones clave en la diplomacia cultural de Turquía
Becas del Gobierno turco y YTB
Sociedad civil: IHH y Tuskon
Otros elementos
Conclusión
Referencias
Poder blando en China y Japón: entre una estrategia multidimensional y una aproximación cultural-empresarial
Ricardo Alberto Baquero Hernández
China y su aplicación del poder blando
Los institutos Confucio: la punta de lanza
El poder de los medios de la información
El magnetismo de las figuras y los eventos públicos
La inversión china como herramienta de poder blando
Problemas y críticas al poder blando chino
Japón y su aplicación del poder blando
Cooperación internacional japonesa como herramienta de poder blando
El poder blando de las marcas
El papel doble de los productos de contenido cultural
Frenos al poder blando y al efecto de los productos culturales de Japón
Conclusiones
Referencias
Volver al pasado: geopolítica popular y medios masivos del entretenimiento en los Estados Unidos pos 9/11
Mario Iván Urueña Sánchez
Introducción
Marco analítico: la geopolítica crítica
La geopolítica popular estadounidense del pos 11 de septiembre
Conclusión
Referencias
Capítulos de libro
La Hélade entre el ayer y el hoy
Georgia Kaltsidou
Referencias
Brasil es parte del caribe cultural. La literatura del nordeste y la tropicología de Gilberto Freyre
Alessandro Candeas
Referencia
Los autores
Prólogo
¿De qué forma se puede evaluar el poder de los actores más influyentes del sistema internacional en plena globalización y cuando la unipolaridad y el militarismo extremos parecen haber quedado atrás? Se trata de una de las preguntas más relevantes de las últimas décadas para la comprensión de la disciplina de las relaciones internacionales.
En el pasado, el sistema internacional estaba condicionado por la bipolaridad, es decir, por una distribución de poder que favorecía la coexistencia competitiva entre dos grandes potencias, la Unión Soviética y Estados Unidos. Sin embargo, con la disolución de la primera, se allanó el camino para que nuevos poderes emergieran, y nuevos recursos disociables de lo militar se hicieron más evidentes.
Con la globalización ganó vigencia el poder blando como recurso de incidencia efectiva, desafiando la tenencia de recursos de poder militar como principal insumo para una reputación en el ambiente global. De esta forma, se empezó a generar una consciencia sobre la necesidad de ejercer influencia por las posibilidades de atracción de las que un Estado o una nación puedan disponer, y no tanto por la capacidad de imponerse sobre otro.
Este cambio sobre la forma de percibir el poder fue el resultado de errores crasos cometidos tanto por Estados Unidos como por la Unión Soviética. La paranoia absurda del conflicto bipolar los llevó a intervenciones militares que hicieron mella en su imagen y pusieron en tela de juicio la viabilidad del liberalismo y del capitalismo. En la versión más radical de cada uno de esos sistemas se negaban rasgos culturales que debían ser removidos en pro del funcionamiento de un sistema valores con aspiraciones universales.
En contraste, el entorno de la globalización ha abierto las puertas para que surjan temas como los derechos humanos, el ambiente, las migraciones, las cuestiones de género, y un campo inabarcable que refleja el interés de este libro: la cultura. Esta se ha convertido en los últimos años en un insumo de política exterior de los Estados, y es difícil encontrar un régimen que no trate de aprovechar algunos de sus rasgos culturales con el fin de promover sus intereses nacionales.
Ahora bien, uno de los propósitos de este libro consiste también en complejizar el tema, evitando las percepciones simplistas de nociones como poder blando, smart power o diplomacia cultural. Por ende, se parte de la base de que su puesta en práctica no es fácil y que, por el contrario, su aplicación no está exenta de múltiples dificultades y que acarrea debates éticos.
El propio Joseph Nye Jr. (quien acuñó el término poder blando) reconoce al menos dos dificultades protuberantes para incluir el concepto en una estrategia de política exterior. Primero, los resultados de un plan de este tipo solo se observan en el largo plazo, pues la imagen de una nación difícilmente puede ser cambiada en un periodo de tiempo corto.
Segundo, los recursos e instrumentos del poder blando no dependen de los gobiernos, y en ocasiones quienes terminan manejando este tipo de mecanismos no son actores gubernamentales, sino privados cuyos intereses no siempre coinciden con aquellos de los Estados. Además, cuando un Gobierno intenta hacer uso de las tecnologías de la información en pro de su imagen, esto se puede interpretar como una forma de manipulación o, en otros escenarios, de limitación de las libertades de los medios de comunicación, como ocurre a menudo con gobiernos autoritarios que los usan para favorecer su popularidad.
A estas dificultades se debe añadir un dilema ético sobre la cultura y la política exterior. Como es de suponer existe un complejo debate sobre la instrumentalización de la cultura en aras de una política estatal o gubernamental. ¿Es legítimo asumir la cultura como un medio de política exterior? ¿Significa un retroceso que la cultura no sea un fin que se deba defender, mantener y promocionar, sino que se convierta en medio? ¿Qué tanto puede cambiar la cultura desde la política? ¿La diplomacia cultural apoya, promueve y favorece el exotismo?
Se trata de cuestionamientos fundamentales, cuya respuesta excede las posibilidades reales de este libro. El presente documento pretende tan solo introducir el tema con algunos ejemplos concretos, obtenidos de casos de política exterior en los que han sido observables tanto el poder blando como la diplomacia cultural.
Esto supone dejar en libertad al lector para que emita un juicio acerca de la inquietante pregunta sobre la viabilidad ética de percibir a la cultura como medio de política exterior. Los casos que aquí se presentan reflejan una diversidad de aplicaciones tanto del poder blando como de la diplomacia cultural, en distintas zonas del mundo y con alcances dispares.
Entre los autores también se aprecia una diversidad de testimonios sobre la cultura y la política exterior. Mauricio Jaramillo introduce el tema desde dos ángulos, el histórico y el conceptual, con ejemplos que ilustran la irrupción de la cultura como tema de peso en la agenda internacional, en contraste con el papel secundario que llegó a representar. Se trata de un capítulo introductorio que ubica al lector en el contexto, para luego ver los casos específicos que son abordados por el resto de autores.
Juan Nicolás Garzón Acosta presenta un estudio revelador sobre las proyecciones de los BRIC, que configuran un actor que en el último tiempo se ha convertido en agente de multipolaridad. El caso revela con precisión la manera como la economía y los intercambios constituyen un poderoso instrumento de persuasión que ha permitido al mencionado bloque condicionar temas vitales de la agenda global.
Massimo Di Ricco, por su parte, nos presenta los resultados de un proyecto de investigación que muestra con un nivel apreciable de concreción el sincretismo cultural que ha venido teniendo lugar en Colombia. Para ello recrea el escenario particular de la comunidad colombo-árabe, uno de los ejemplos más representativos del diálogo de culturas en América Latina.
Mehmet Özkan pone en evidencia el alcance y las posibilidades del poder blando y de la diplomacia cultural en Turquía. Se trata de un caso apasionante, pues es una de las naciones con mayor proyección en el último tiempo. Los datos y el análisis de Özkan facilitan una comprensión cabal de la política exterior turca en las últimas décadas, desde una óptica poco tratada en estas latitudes.
Ricardo Baquero introduce el tema asiático con un análisis de China y Japón, y muestra con un volumen significativo de evidencia empírica uno de los casos más paradigmáticos en cuanto a poder blando se refiere. El trabajo de campo y el conocimiento que por años el autor ha acumulado son notables.
Mario Urueña Sánchez contribuye original y pertinentemente al explicar el uso de la cultura a partir de la geopolítica. Su capítulo invita a una reflexión genuina acerca de las posibilidades de la geopolítica popular para explicar el tema del poder blando.
El texto cierra con dos contribuciones escritas en un tono más ligado a la cultura que a las relaciones internacionales o a la ciencia política. Es, en últimas, un tributo —distanciado sanamente de ambas disciplinas— a la cultura caribeña y a la contribución de Gilberto Freyre, y a la cultura griega desde la Hélade. Alessandro Candeas y Georgia Kaltsidou muestran la riqueza indiscutible de la cultura, más allá de su legítima o ilegítima instrumentalización para la política exterior.
El libro no tiene una ambición distinta a la de estimular una reflexión sobre el alcance de la cultura en la política exterior de los Estados. Se sabe que la diplomacia y la política exterior constituyen un campo de estudio de las relaciones internacionales en constante expansión e imposible de agotar en un solo sentido o un una sola lectura. En consecuencia, el libro pretende constituir un insumo en la comprensión de una temática delimitada y particular. El lector que opte por adentrase en el fascinante tema de la cultura y de la gestión de la política exterior, encontrará preguntas y algunas respuestas que le permitirán entender en su real dimensión la forma como los atributos que definen a las potencias y a los actores influyentes del sistema internacional han venido transformándose con el paso de los años. Se trata de un cambio que no debe pasar inadvertido para aquellos interesados en la cultura y en la política exterior.
Finalmente, vale la pena subrayar el interés del Centro de Estudios Políticos e Internacionales (CEPI) de la Universidad del Rosario por participar activamente de reflexiones sobre dinámicas que afecten el curso de las relaciones internacionales y de la política exterior colombiana. El libro es el resultado del proyecto de investigación sobre el poder blando y la diplomacia cultural de Turquía y sus lecciones para Colombia, financiado por el Fondo de Investigaciones de la Universidad del Rosario (FIUR) entre 2013 y 2014. Para su ejecución no solo se contó con los recursos importantes de ese fondo, sino con el apoyo logístico del CEPI, que con este documento corrobora una vocación investigativa y de difusión de resultados.
Poder blando y diplomacia cultural, una dinámica reemergente en las relaciones internacionales
Mauricio Jaramillo Jassir1
Introducción
El propósito central de este texto consiste en analizar desde varios planos la manera como la cultura se ha venido convirtiendo en un tema central en la agenda exterior de los Estados. Desde hace varias décadas, la evolución de los atributos de poder en la vida internacional constituye una tendencia difícilmente refutable, y con la aparición de conceptos como poder blando y diplomacia cultural ha quedado en evidencia la fuerza que han adquirido los recursos intangibles en la proyección de los Estados.
Es tal la propagación de la cultura a través de nuevas formas de comunicación que sobrepasan los canales diplomáticos de las naciones, que dichos vínculos salen del control del Estado y pueden ser un medio de mayor alcance que la propia diplomacia.
La globalización ha acelerado este proceso, y ha favorecido a la cultura como insumo de la política exterior, desatando con ello un debate sobre su instrumentalización en favor de los intereses de un Estado. A pesar de que se insista en que la cultura sirve para unir a las naciones, es evidente que el mundo aún está lejos de haber alcanzado semejante nivel de entendimiento.
Más allá del alcance real de la cultura, este texto aspira a presentar de manera reseñada la forma como el tema no solo se insertó en las dinámicas de las relaciones internacionales en el contexto de la posguerra Fría y de la globalización, sino los debates y dilemas que la utilización de la cultura ha suscitado.
Para ello, el documento está dividido en tres secciones. En la primera se observa la manera en que la cultura como asunto fue incorporada a la agenda global en medio del debate sobre el polémico y rebatido trabajo de Samuel Huntington sobre el choque de civilizaciones y el también controvertido artículo de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia con la desaparición de la Unión Soviética. En la crítica a ambos documentos, reposan las bases de quienes reivindican una comunidad internacional multicultural donde no prevalezca Occidente como un sistema de valores superior. En la segunda sección, se introduce la idea de diálogo de civilizaciones como respuesta a la tesis de Huntington y se describen de manera sucinta las bases del debate sobre universalismo, cosmopolitismo y uniformidad. En esta parte se combinan las alusiones al estoicismo como principio del cosmopolitismo y al idealismo kantiano como sustento de este, con la evidencia histórica que muestra la dificultad de establecer valores de aplicación universal. En esa discusión también se apela a François Jullien, quien explora el debate e introduce elementos de análisis. Finalmente, se aborda la diplomacia cultural desde un ángulo crítico, insistiendo en la polémica que su aplicación genera al someter los valores culturales a los intereses políticos. Con casos concretos se busca introducir al lector en la complejidad que entraña la diplomacia cultural pero que no es visible en el discurso oficial que manejan los Estados cuando acuden a ella como insumo de su política exterior.
La irrupción de la cultura en las relaciones internacionales
En las relaciones internacionales contemporáneas los conceptos de poder blando y diplomacia cultural han venido ganando terreno. Con el fin de la Guerra Fría se dio una época de optimismo global que para algunos analistas debía redundar en la pacificación del mundo. De todos los autores que veían tal posibilidad, tal vez quien más ha sobresalido ha sido Francis Fukuyama, quien en su polémico ensayo sobre el fin de la historia, sugiere la expansión global de valores liberales que debían redundar en una época de paz y armonía a escala mundial.
El triunfo de Occidente, de la “idea” occidental, es evidente, en primer lugar, en el total agotamiento de sistemáticas alternativas viables al liberalismo occidental. En la década pasada ha habido cambios inequívocos en el clima intelectual de los dos países comunistas más grandes del mundo, y en ambos se han iniciado significativos movimientos reformistas. Pero este fenómeno se extiende más allá de la alta política, y puede observársele también en la propagación inevitable de la cultura de consumo occidental en contextos tan diversos como los mercados campesinos y los televisores en colores, ahora omnipresentes en toda China; en los restaurantes cooperativos y las tiendas de vestuario que se abrieron el año pasado en Moscú; en la música de Beethoven que se transmite de fondo en las tiendas japonesas, y en la música rock que se disfruta igual en Praga, Rangún y Teherán. Lo que podríamos estar presenciando no solo es el fin de la Guerra Fría, o la culminación de un periodo específico de la historia de la posguerra, sino el fin de la historia como tal: esto es, el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano (Fukuyama, 1988).
Inmediatamente la idea de Fukuyama fue refutada, no solo por escépticos que veían poco probable la profusión de la democracia, sino por el propio curso de la historia, en el sur de Europa y en el África de los Grandes Lagos. Ambas regiones fueron escenario de conflictos cuya envergadura, y especialmente el costo humanitario, testimoniaban hasta qué punto el mundo estaba lejos de una pacificación global.
Una vez colapsada la Unión Soviética, en los Balcanes occidentales surgieron las tensiones entre Serbia, de un lado, y Eslovenia, Croacia y Bosnia Herzegovina, por otro, quienes perseguían el ideal de la autonomía y luego de la independencia. Aquello derivó en una guerra civil que tuvo como paroxismo el genocidio de Srebrenica en 1995, donde murieron más de 8000 refugiados bosnios a manos de paramilitares serbios (Traynor, 2010).
Paralelamente, en Ruanda el genocidio en contra de la población tutsi luego de la muerte del presidente Juvénal Habyarimana puso al descubierto las tensiones entre varios Estados de la zona que habían estallado como consecuencia de la caída del dictador Mobutu Sese Seko y que estaban dormidas en la lógica de la Guerra Fría.
Con estas tragedias humanitarias, quedó poco espacio para el optimismo y, en contraste, la polémica y rebatida idea de “un choque de civilizaciones” tal como lo planteó Samuel Huntington se vigorizó. La idea del norteamericano era simple y esquemática. Así como en el pasado, el móvil de las guerras había sido lo ideológico, como en Afganistán, Biafra, Corea y Vietnam, en adelante el motivo de los conflictos armados sería otro:
It is my hypothesis that the fundamental source of conflict in this new world will not be primarily ideological or primarily economic. The great divisions among humankind and the dominating source of conflict will be cultural. Nation states will remain the most powerful actors in world affairs, but the principal conflicts of global politics will occur between nations and groups of different civilizations. The clash of civilizations will dominate global politics. The fault lines between civilizations will be the battle lines of the future (Huntington, 1993, p. 22).
Paradójicamente, y aunque lo expuesto por Huntington es bastante refutable, como se verá, aquello mostraba en detalle la importancia que la cultura iba a tener durante la década de los noventa y en lo transcurrido del siglo XXI.
Vale decir, que el esquema propuesto por el autor estadounidense fue atractivo, pues parecía dar cuenta de lo que ocurría en el mundo, especialmente por lo ocurrido en los Balcanes y en África. Es más, se podría decir por la envergadura de lo sucedido que aquello parecía otorgarle razón a los argumentos de Huntington.
Si esto resulta cierto, ¿por qué lo expuesto por el autor de “Choque de civilizaciones” recibió críticas tan duras? El argumento al que más se alude para fustigar ese texto consiste en las generalizaciones sobre las civilizaciones y las culturas. Ciertamente, se podría llegar a la conclusión de que la lluvia de críticas y de contraargumentos al artículo aparecido en Foreign Affairs en septiembre de 1993 testimonia una apropiación de la cultura por parte de académicos de varias disciplinas, que veían en la posición de Huntington un simplismo inexcusable para quien pretendía entender el devenir global en la posguerra Fría. La denuncia de este vicio presente en la tesis de Huntington sugería la forma como los estudiosos de las relaciones internacionales carecían de conocimientos básicos sobre el tema cultural.
He aquí uno de los apartes más controvertidos del célebre artículo de Foreign Affairs:
Civilization identity will be increasingly important in the future, and the world will be shaped in large measure by the interactions among seven or eight major civilizations. These include Western, Confucian, Japanese, Islamic, Hindu, Slavic-Orthodox, Latin American and possibly African civilization. The most important conflicts of the future will occur along the cultural fault lines separating these civilizations from one another (Huntington, 1993, p. 25).
En este apartado, se puede ver con claridad que Huntington aglomera a segmentos del mundo que aunque culturalmente parecen homogéneos distan de tal uniformidad. Tal vez el caso más visible sea el del mundo musulmán, cuya división entre chiitas y sunnitas ha provocado conflictos y guerras en la región del Medio Oriente. A su vez, asumir el universo ortodoxo como una generalidad también denota una imprecisión inmensa para quien pretende entender el funcionamiento del mundo a partir de la idiosincrasia de las naciones.
A pesar de ello, el texto de Huntington tiene un valor para las relaciones internacionales, porque suscitó un interés vivo por comprender algunas de las culturas de Oriente que en el pasado se veían con los simplismos a los que aludió el autor. Por ejemplo, las aseveraciones de autores como Fukuyama y Huntington provocaron que la obra de Edward Said, que proclamaba ideas antagónicas a las ellos, se difundiera.
Said era uno de los intelectuales palestinos más connotados en la academia estadounidense (Columbia, Harvard, Stanford). En 1978, había publicado Orientalismo, un ensayo muy crítico sobre la forma en que algunas naciones de Occidente habían creado a través de una narrativa el simplismo de Oriente.
[…] puede decirse que Occidente, durante los siglos XIX y XX, asumió que Oriente —y todo lo que en él había—, si bien no era manifiestamente inferior a Occidente, sí necesitaba ser estudiado y rectificado por él. Oriente se examinaba enmarcado en un aula, un tribunal, una prisión o un manual ilustrado, y el orientalismo era, por tanto, una ciencia sobre Oriente que situaba los asuntos orientales en una clase, un tribunal, una prisión o un manual para analizarlos, estudiarlos, juzgarlos, corregirlos y gobernarlos (Said, 1990, p. 64).
Este tipo de críticas promovió un enfoque más objetivo y menos sesgado a la hora de abordar la cultura, e hizo que se empezara a sobrepasar la idea de un sistema de valores occidental superior al de otras culturas. Ahora bien, no se puede desconocer que el debate sigue vigente y por la conducta de algunos Estados, la idea de una superioridad occidental en materia de valores sigue guardando vigencia en algunos contextos.
