Kitabı oku: «Poemas desenfocados», sayfa 2

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Amantes


Peña de los Enamorados (Antequera)

No puedo decir que no

cuando tus pupilas traspasan las mías,

como un túnel sin fin hacia la nada.

No puedo decir que no

cuando tus manos dibujan caricias sublimes,

como un artista que busca la línea perfecta.

No quiero decir que no

cuando me buscas en la noche,

como un niño temeroso de la oscuridad.

Miradas (i)


Tu mirada no me conoce

porque no sabe de mí,

tu mirada no me reconoce

porque nunca hizo por verme.

Paso, constantemente,

invisible ante tus ojos.

Tu mirada me habla de incertidumbre,

provocada por la ignorancia.

¿Me temes? Me evitas

en un terror hacia lo desconocido,

hacia lo diferente.

Mírame desde dentro,

no somos tan distintos,

guardamos el mismo miedo.

Palabras


Me brotan las palabras a veces sin sentido;

las libero sin pensarlo dos veces,

como un autómata, en un impulso loco y fecundo.

Es un borboteo silábico

efervescente,

que fluye, no se sabe de dónde ni hacia dónde.

Se escapan, se escurren en tropel incesante.

Se mezclan, se confunden, se fusionan y,

otras veces, eclosionan

en un verso blanco,

como en un gran orgasmo lingüístico,

para terminar en un suspiro profundo y placentero.

Encina


Un árbol solo

mira la inmensidad,

la tarde verde.

Centenaria en tu soledad,

el cielo te acoge en sagrado,

vigía sobre un verde mar,

con olas de fresca hierba

que mece una brisa estática.

Paisaje artificial de cuento

con final feliz.

En ti comienza y acaba el paisaje onírico,

bella, soleada, lejana.

¿Dónde fueron los pájaros y los niños?

Se olvidaron de ti,

te dejaron sola en la inmensidad del campo.

Amapolas


Puntos rojos marcados en un papel

sobre minúsculas líneas verticales verdes.

Lápiz carmesí, de punta roma

por la contundencia del trazo.

¡Nunca soñé un paisaje infantil sin ellas!

Campo tupido de amapolas.

Hermosos labios que besan en silencio

los verdes prados: amapolas.

Encarnado cuadro de vital color.

Rojo, fuego de la pasión desterrada.

Rojo, sin connotación política, o con ella.

Rojo, sangre del campo que exhala sudor y vida.

Mar


En el azul marino de las profundidades,

donde duermen los sueños enroscados en las algas;

allí, donde la luz apenas se abre paso

y las rocas engullen sus misterios,

descansan los besos perdidos.

Campo rectilíneo


Naturaleza artificial, geométrica,

como un gran juego de mesa.

Las piezas colocadas en perfecta armonía

en un campo segado y ocre.

El tiempo se ha parado,

la partida aún no ha comenzado.

Pero a lo lejos la vida sigue

en su continuo ajetreo.

Nana del mar


El vaivén de tus olas me acunan

en una húmeda nana.

El ruido del mar me canta

canciones de marineros,

y tu espuma me acaricia

en un sensual recuerdo.

¡Madre, déjame ver el mar,

que quiero verlo!

¡Madre, llévame a ver el mar,

para cogerlo

y guardarlo en cofre de oro

junto a mis sueños!

El tren


En minutos te has perdido,

te tragó el horizonte

en un adiós inexpresivo.

Rostros anónimos,

apenas dibujados tras un cristal,

unidos por igual destino,

convergiendo en un punto del plano.

Fuera, el campo se estremece

aún después de tu ausencia,

y, como un diapasón,

vibra el mudo y férreo sendero.

Un grano


Un grano,

todo se reduce a un grano,

un grano en un granero.

Una pequeña meta,

una pequeña ilusión,

un pequeño avance,

un gesto, una sonrisa,

una lágrima.

La vida en un segundo,

un grano en un reloj de arena,

un breve instante de felicidad o tristeza.

Sol de infancia


Recuerdo tu sol,

diferente a otros soles.

Sol de tarde de domingo,

sol de infancia en la huerta de algodón.

Las caras como rojas manzanitas,

la risa sonora,

algarabía de niños.

Y las madres oteaban el horizonte,

mientras tejían, al sol,

sus sueños de juventud.

Motivos


¿Se tienen motivos para morir?

La muerte nos atrapa sin más.

No avisa y, si lo hace,

no nos damos por avisados.

Siempre dejando cosas inacabadas,

cabos sueltos.

Se quedan tantas palabras sin decir,

tantos labios sin besar,

tanta gente sin conocer,

tanto por hacer...

La muerte quiebra, sin piedad, la frágil armonía

que la vida ha ido construyendo poco a poco.

¿Hay algo más absurdo que la propia muerte?

¿Se tienen motivos para vivir?

Una lista ilimitada de pequeñas cosas forma una vida:

la sonrisa de un niño,

un gesto amable,

el trabajo bien hecho,

una mano amiga,

el amor incondicional...

Una canción,

una caricia,

un proyecto,

una ilusión,

los atardeceres...

Miradas (ii)


Solo cuando me hables,

creeré en tu mirada,

solo cuando me mires,

creeré en tus palabras.

Y cuando me sonrías,

estaré viendo tu alma.

Chumbera


Árida se pinta tu estampa,

aunque en flor de primavera,

hueles a verano, a sol seco,

a pregón y a espinas,

a viento, a feria.

¿Cómo una penca otorga un fruto tan dulce?

¿Cómo una penca soporta una biznaga?

Hay que conocer tu esencia y comprenderte.

—Mamá, ¿las pepitas de los chumbos se tragan?

El viaje


Emprendí el viaje antes de saber andar,

y nunca pensé que, al cabo del tiempo,

volvería a encontrarme conmigo misma.

Solitaria, fui llenando mi mochila de vivencias.

Algunas me hicieron aferrarme a lo imposible.

Anduve tantos caminos, viví tantas vidas,

crucé tantos destinos...

A cada paso, el equipaje se volvía más pesado.

En un recodo me encontré y reconocí,

y en conversación profunda

me fui despojando de tantas y tantas cosas...

Hoy, casi desnuda, continúo mi viaje,

pero no por ello me siento vulnerable,

aunque a veces tirite de frío.

Sin medida


Rehúso la rima fácil

que encorseta la poesía,

prefiero el ritmo, la cadencia,

la metáfora, la melodía,

la expresión, el sentimiento

que despierta el gesto humano,

los pájaros, la mañana,

la flor, lo profano...

Inspiración disparada

sin borrones en el papel,

impulso que brota del alma

mostrándola tal como es,

sin rectificar una coma,

pura, como expresión infantil,

inocente, fresca, sencilla,

natural como el vivir.

Dolor


La noche se viste de mil navajas,

el dolor se apodera de tu ser,

no acepta una rendición

y libras una batalla

perdida de antemano.

El dolor siempre vence,

porque la desesperación se alía con él

y te anula, te aniquila.

La oscuridad golpea tu sien

como un tambor insolente,

las lágrimas se derraman

y recorren tu impotencia:

te ha vencido,

y deseas con toda tu alma

que llegue la mañana o el sueño.

Deseos


Dime que me amas una y mil veces,

no basta con saberlo, quiero escucharlo.

Méceme, acúname en tus brazos

como el viento a las espigas,

acompasado, despacio.

Bésame en los labios como la primera vez,

quiero sentirme tierra virgen.

Explórame, descúbreme de nuevo,

que tus manos no recuerden nada de mí,

que se acerquen temblando de excitación

y miedo ante lo desconocido.

Que tus ojos me miren y me penetren

y me hagan pensar tus pensamientos.

Quiero que tu sonrisa me transporte

a lugares lejanos

donde nadie nos conozca.

Deseo sentirme viva:

¿no ves que me muero por dentro?

Laberinto


Me pierdo en un bosque

de ideas contrapuestas,

de sentimientos encontrados.

La incertidumbre me aterra,

la inseguridad me acompaña.

Me he sumergido en tu laberinto.

Miro a través de tus delgados troncos,

de tus rectilíneos cuerpos,

y busco entre ellos

el sendero perdido.

A la orilla del camino


A la orilla del camino,

te vi pasar aquel día,

moreno de piel cetrina,

silbando una melodía,

y me enamoró tu pelo,

tu aire... mi fantasía.

A las flores del camino

susurré esta poesía,

y un pajarillo cantor

me dijo que me querías.

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