Kitabı oku: «Hábitat»
Hábitat
Milagros Abalo
© Editorial Hueders
© Milagros Abalo
Primera edición: noviembre de 2018
Registro de propiedad intelectual N° 298.286
ISBN edición impresa 978-956-365-110-2
ISBN edición digital 978-956-365-161-4
Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida sin la autorización de los editores.
Diseño de portada: Inés Picchetti
Diseño de interior: Luis Henríquez
HUEDERS
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Santiago de chile
Diagramación digital: ebooks Patagonia
Para Manuela, Antonio y José,
en el nido de los días.
Los poemas son momentos. Anotaciones.
Rafael Cadenas
Desierto
Vine de abajo a esta cima
de arenas donde sólo la huella
infinita del viento me salva.
Otras han andado por aquí
bellas compañeras ahora entiendo
el rumor de sus pasos.
No veo orillas
todo es un resplandor de arenas blancas.
Quién escucha
quién entonces si atrás
quedan los que florecen en vida.
Perdí de noche un día el camino
trazado con tanto esmero de manos
para llegar a este desierto que
encandilada me trajo.
La buganvilla comenzó a languidecer
Un día que nadie la esté mirando, ¿resucitará?
¿Su muerte es tan larga como la nuestra?
Una planta que muere en la tierra
debe quedarse ahí, fundirse en ella
así nosotros deberíamos morir
en casa nunca en desconocidos hospitales.
Sigue regándola
no la saques todavía
deja que caiga
que llene el suelo de hojas secas
aunque ya no adorne y ocupe
demasiado lugar para estos tiempos
de lugares estrechos
deja que muera
que termine de morir en sus raíces
y muerta viva un rato en esta tierra.
Espino
Habla de nosotros espino
de nuestra madeja en delirio de cuerpos
de nuestro grito antes de nacer
habla de ese grito
y del miedo a la noche.
Esqueleto en riguroso silencio
de mujer, de hombre o de niño.
Habla de nosotros
de los amores que se enredan
trajinándose en sus espinas blancas
o de los amores que brotan
cuando creemos que están secos
pequeñas granadas verdes
en un octubre de estambres amarillos.
Habla de nosotros espino
di
cuántos latidos escuchas
en el corazón de un hombre
oscuro y transparente
como tus ramas de nidos sin pájaros.
No olvides decir
que la baya es una canoa a río abierta
una casa
donde duermen en su funda de blanco terciopelo
semillas como fetos.
Palomas
Una paloma da vueltas alrededor
del cuerpo de otra paloma que tiene
la cabeza hundida en el frío cemento
de la noche. Basta verla, no es ella sino
su arrullo ahogado de paloma
su no saber
la porfía de sus patas arriba del cuerpo
igual a manos empuñadas contra un pecho
no se conforman
otros pasan, siguen
y a picotazos levanta
sacude el cuello tornasol que cae con su luz opaca
cae sobre sí
cae a sus pies
cae como caen las partes de un cuerpo
cuando ya todo se ha ido
y de nada sirve llorar.
Un campo de trigo
Si un día ardiera
harto del mundo
de cada estación
de ser contemplado
en el resplandor de la tarde
harto del cielo que siempre está ahí
indiferente
en medio de la nada
de la boca de la noche
del sol que brilla en sus ojos de trigo
de las nubes que atrapan el otoño
la primavera esconde en sus brotes
el vacío
harto de lo que hay detrás de sus alambres
orillas de animales cansados
árboles al viento cansados
palas cansadas de cavar y cavar
harto de los pájaros que salen del aire
asustan
como las voces que se levantan afuera
en la procesión de un mundo que arranca
del suelo sus huesos
harto de ser una mancha que se mueve
en los ojos cerrados de alguien.
Después de una muerte
sacudida por el fuego
no queda marca
queda
lo que vuelve a nacer
vuelve a susurrar
en la voz tibia de la ceniza.
El asilo de los pelícanos
Una roca se levanta como negra caverna
donde reposan los viejos señores o anidan
en silencio buscan calentar sus pies
detenidos en el tiempo contra un viento
que ha tallado un liso horizonte en su cara
todo parece tan quieto salvo los ojos
que miran
miran y piensan en antepasados
en un plato de comida que a veces el mar esquiva
en el vuelo, el pesado vuelo de la noche
sin mover ala
sin tener que hablar
sin precisión piensan los viejos señores
dejando caer la cabeza
sobre el pecho
brillante del mar.
Hábitat
Frágil a la compañía que permanece
se retira a sus adentros, su cueva de otoño
donde crecen y caen las hojas para volver
a respirar el silencio que alimenta sus días.
Cueva, camino, rincón: asegura las condiciones
y volverá. Puede incluso que te siga.
La lluvia enciende
La lluvia espanta cualquier encuentro, enciende, se adentra en su cueva de luz en la esquina de una mesa todo se va mojando y al mojarse oscurece. Las gotas mueven el agua de las pozas donde se mueve nuestro reflejo a diario, cuándo dejamos de vernos. Se apaga el murmullo de la ciudad, la carne se asma, se amansa y viaja a través del tiempo, en cada gota escuchamos un corazón de infancia que late, escucha el viejo tema de los pájaros como esa vieja que muerde en silencio un fragmento del día, ha venido, la estábamos esperando cuando todo comienza a secarse amarillo, dicen que los girasoles de Van Gogh también se marchitan. Lava mi cara, lava mi cuerpo, lava estas hojas donde se escriben las voces de un amanecer lejano, lava mis ojos, lávalos de todas sus pesadillas y sacude el polvo de tierras antiguas, donde el cielo permanece estáticamente rojo y no hay sombra, sacude el polvo de estas palabras, moja mis raíces.
Lección de poda
Ni pasarse. Ni quedarse.
Lo justo para mantener su naturaleza.
Lo necesario para hacerla crecer.
Sobre un cementerio de pueblo
*
Una desconocida sube apenas la escalera de piedra y polvo
recolecta con su mano al paso la vieja esperma de una vela
(alguien saca sigilosamente una patilla)
regresa los ojos a la tierra de una tumba oxidada
dos nombres, nada más cabe o todo en ese desorden de pajaritos
nido
remolinos que giran al viento, plantas crecen con la garúa
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