Kitabı oku: «Arena Dos », sayfa 3
TRES
“¡BAJA TU ARMA!”, grita Rupert. “¡YA!”.
Logan está a unos metros de distancia, levanta su pistola, apuntando a mi cabeza. La sostiene y veo que delibera acerca de dispararle a este hombre. Veo que quiere hacerlo, pero le preocupa herirme.
Ahora me doy cuenta de lo tonta que fui al recoger a esta persona. Logan había estado en lo cierto. Yo debería hacerle hecho caso. Rupert nos estuvo usando todo el tiempo, quería tomar nuestra lancha y alimentos y suministros y quedarse con todo. Está totalmente desesperado. Me doy cuenta de repente de que seguramente va a matarme. No tengo duda de ello.
“¡Dispara!”, le digo gritando a Logan. “¡Hazlo!”.
Confío en Logan—sé que es un gran tirador. Pero Rupert me sostiene fuertemente y veo a Logan indeciso, inseguro. Es en ese momento que veo en los ojos de Logan el miedo que tiene de perderme. Se preocupa, después de todo. Realmente le importa.
Lentamente, Logan tiende la pistola, con la mano abierta, después la coloca suavemente en la nieve. Me siento descorazonada.
“¡Suéltala!”, le ordena.
“¡La comida!”, responde Rupert, siento su aliento caliente en mis oídos. “¡Esos sacos! ¡Tráemelos! ¡Ahora!”.
Logan camina lentamente hacia la parte trasera del camión, extiende la mano y toma los cuatro pesados sacos, y camina hacia el hombre.
“¡Ponlos en el suelo!”, grita Rupert. “¡Lentamente!”
Poco a poco, Logan los pone en el suelo.
A lo lejos, oigo el zumbido de los motores de los tratantes de esclavos, acercándose. No puedo creer lo tonta que fui. Todo se está derrumbando ante mis ojos.
Bree baja del camión.
“¡Suelta a mi hermana!”, le dice gritando.
Es entonces cuando veo el futuro desentrañándose ante mis ojos. Veo lo que pasará. Rupert me cortará el cuello, después le quitará el arma a Logan y lo matará a él y a Bree. Después, a Ben y a Rose. Nos robará la comida y la lancha y se irá.
Que me mate es una cosa. Pero latimar a Bree, es diferente. Es algo que no puedo permitir.
De pronto, reacciono. Vienen a mi memoria imágenes de mi papá, de su rudeza, de los movimientos de combate cuerpo a cuerpo que me enseñó. De los puntos de presión. De los golpes. Llaves. De cómo salir casi de cualquier cosa. De cómo hacer que un hombre caiga de rodillas con un solo dedo. Y de cómo quitar un cuchillo del cuello.
Evoco algunos reflejos antiguos y dejo que mi cuerpo se haga cargo. Levanto la parte interna de mi codo quince centímetros, y lo llevo hacia atrás, apuntando a su plexo solar.
Doy un fuerte golpe, donde quería. Su cuchillo se clava un poco más en mi cuello, arañándolo, y me duele.
Pero al mismo tiempo, lo escucho resollar, y me doy cuenta de que mi golpe funcionó.
Doy un paso hacia adelante, alejo su brazo de mi garganta y doy una patada hacia atrás, golpeándolo con fuerza entre las piernas.
Él tropieza de espaldas unos centímetros y se derrumba en la nieve.
Respiro profundamente, jadeando, mi garganta me está matando. Logan va por su pistola.
Me doy vuelta y veo a Rupert salir corriendo hacia nuestra lancha. Da tres grandes pasos y salta directamente al centro de ésta. Con ese mismo movimiento, estira la mano y corta la cuerda que sostiene a la lancha a la orilla. Todo ocurre en un abrir y cerrar de ojos; no puedo creer lo rápido que lo hace.
Ben está ahí parado, aturdido y confundido, sin saber cómo reaccionar. Rupert, por otro lado, no vacila: él salta hacia Ben y lo golpea con fuerza en la cara con la mano que tiene libre.
Ben tambalea y cae y es derribado, y antes de que se pueda levantar, Rupert lo sujeta por detrás con una llave, y pone el cuchillo en su cuello.
Él se vuelve frente anosotros, usando a Ben como escudo humano. En el interior de la lancha, Rose se encoge de miedo y grita, y Penélope ladra como loca.
“¡Si me disparan, también morirá él!”, grita Rupert.
Logan recupera su arma y está ahí parado, apuntando. Pero no es un tiro fácil. La lancha se desplaza lejos de la orilla, a unos catorce metros de distancia, balanceándose salvajemente con la marea. Logan tiene casi cinco centímetros de alcance para sacarlo, sin matar a Ben. Logan vacila y puedo ver que no quiere arriesgarse a matar a Ben, ni siquiera para que sobrevivamos. Es la característica que lo redime.
“¡Las llaves!”, dice Rupert gritando a Ben.
Ben, en su haber, por lo menos ha hecho algo bueno: debe haber escondido las llaves en algún lugar cuando vio acercarse a Rupert. Fue un movimiento inteligente.
A lo lejos, de repente veo a los tratantes de esclavos salir a la luz, mientras el zumbido de sus motores se hace más fuerte. Tengo un creciente sentido de temor, de desamparo. De impotencia. No sé qué hacer. Nuestra lancha está muy lejos de la orilla para llegar a ella—y aunque pudiéramos hacerlo, Rupert podría matar a Ben en el proceso.
Penélope ladra y salta de las manos de Rose, corre por la lancha, y clava sus dientes en la pantorrilla de Rupert.
Él grita y momentáneamente suelta a Ben.
Resuena un disparo. Logan encontró su oportunidad y no perdió el tiempo.
Es un tiro limpio, justo entre los ojos. Rupert nos mira por un momento, mientras la bala entra en su cerebro, y tiene los ojos abiertos de par en par. Luego cae de espaldas, en el borde de la lancha, como si fuera a sentarse, cae hacia atrás, aterrizando en el agua con un chapoteo.
Todo acabó.
“¡Acerca la lancha a la orilla!”, grita Logan a Ben. “¡AHORA!”
Ben, todavía aturdido, entra en acción. Él pesca las llaves de su bolsillo, enciende la lancha, y se dirige a la orilla. Tomo dos sacos de comida y Logan sujeta los otros y los lanzamos a la lancha en cuanto llega a la orilla. Tomo a Bree y la subo a la lancha, después regreso corriendo al camión. Y Logan toma los suministros rescatados y yo tomo a Sasha. Después, recordando, corro al camión y tomo el arco y flechas de Rupert. Habiendo metido todos, salto a la lancha y empieza a alejarse. Logan se hace cargo del timón, pisa el acelerador y nos saca del pequeño canal.
Vamos rápidamente hacia la entrada del Hudson, unos cientos de metros adelante. En el horizonte, la lancha de los tratantes de esclavos—elegante, negra, amenazante—corre hacia nosotros, tal vez a ochocientos metros de distancia. Será difícil. Parece que a duras penas saldremos del canal a tiempo, y apenas tenemos oportunidad de escapar. Van a estar justo detrás de nosotros.
Vamos en el río Hudson y justo cuando oscurece, los tratantes de esclavos están a plena vista. Están escasamente a noventa metros de nosotros y se acercan rápídamente. Atrás de ellos, en el horizonte, también veo otra lancha, aunque ésa está a kilómetro y medio de distancia.
Estoy segura de que si tuviéramos más tiempo, Logan me diría: te lo dije. Y tendría razón.
Al tener estos pensamientos, de repente se oyen disparos. Las balas pasan zumbando por nosotros, y una se impacta en un costado de nuestra lancha, destrozando la madera; Rose y Bree gritan.
“¡Agáchense!”, grito.
Me lanzo sobre Bree y Rose, las sujeto y las tiro al suelo. Logan, en su haber, no se inmuta y continúa conduciendo la lancha. Se desvía un poco, pero no pierde el control. Se agacha mientras conduce, tratando de evitar las balas, mientras también trata de evitar los grandes pedazos de hielo que se empiezan a formar.
Me arrodillo en la parte trasera de la embarcación, levantando mi cabeza solamente lo necesario, y apunto, al estilo militar, con mi pistola. Mi objetivo es el conductor y disparo varios tiros.
Fallo todos, pero logro hacer que cambien de dirección la lancha.
“¡Toma el timón!”, le grita Logan a Ben.
Ben, en su haber, no vacila. Se apresura a ir al frente y toma el timón, la lancha cambia de dirección.
Logan se apresura a venir a mi lado, arrodillándose junto a mí.
Él dispara y sus balas fallan, rozando su lancha. Ellos contraatacan, y una bala no alcanza mi cabeza por unos centímetros. Se están acercando rápidamente.
Otra bala destroza una gran parte de la madera, de la parte posterior de nuestra lancha.
“¡Van a disparar a nuestro tanque de combustible!”, grita Logan. “¡Dispara al de ellos!”
“¿Dónde está?”, grito por encima del rugido del motor y las balas que vuelan.
“¡Está atrás de la lancha, en el costado izquierdo!”, grita él.
“No puedo atinarle”, le digo. “No mientras estén frente a nosotros”.
De repente, se me ocurre una idea.
“¡Ben!”, digo gritando. “Haz que se den la vuelta. ¡Necesitamos apuntar al tanque de combustible!”
Ben no vacila; apenas termino de pronunciar las palabras cuando gira bruscamente el timón, y la fuerza me lanza a un costado de la lancha.
Los tratantes de esclavos giran, también, tratando de seguirnos. Y eso expone el costado de su embarcación.
Me arrodillo, igual que Logan, y disparamos varias veces.
Al principio, nuestra descarga falla.
Vamos. ¡Vamos!
Pienso en mi papá. Mantengo firme mi muñeca, respiro profundo, y disparo una vez más.
Para mi sorpresa, hago un disparo directo.
La lancha de los tratantes de esclavos estalla de repente. Media docena de ellos explota en llamas, gritando, mientras la embarcación acelera fuera de control. Segundos después, se estrella de cabeza en la costa.
Otra enorme explosión. Su barco se hunde rápidamente, y si alguien sobrevivió, seguramente se está ahogando en el río Hudson.
Ben nos lleva río arriba, manteniéndonos avanzando en línea recta, lentamente; me levanto y respiro profundo. Casi no puedo creerlo. Los matamos.
“Buen tiro”, dice Logan.
Pero no es hora de dormir en nuestros laureles. En el horizonte, otra lancha se está acercando. Dudo que tengamos suerte una segunda vez.
“Ya no tengo municiones”, digo.
“Yo casi no tengo”, dice Logan.
“No podemos confrontar a la siguiente embarcación”, digo. “Y no somos lo suficientemente rápidos para aventajarlos”.
“¿Qué sugieres?”, pregunta él.
“Tenemos que escondernos”.
Volteo a ver a Ben.
“Busca un refugio. Hazlo ahora. Tenemos que ocultar esta lancha. ¡AHORA!”
Ben acelera y yo corro al frente, y me detengo junto a él, explorando el río por si hay algún posible escondite. Tal vez, si tenemos suerte, pasarán corriendo frente a nosotros.
Pero posiblemente eso no ocurrirá.
CUATRO
Todos exploramos el horizonte desesperadamente, y por último, a la derecha, vemos una ensenada estrecha. Nos lleva a una estructura oxidada de una vieja embarcación. “¡Ahí, a la derecha!”, le digo a Ben.
“¿Y si nos ven?”, pregunta él. “No hay salida. Estaremos atorados. Nos matarán”.
“Es un riesgo que tenemos que correr”, le digo.
Ben gana velocidad, haciendo un giro brusco a la ensenada estrecha. Corremos más allá de las puertas oxidadas, la angosta entrada de un viejo y oxidado almacén. Al pasar, él apaga el motor, después gira a la izquierda, escondiéndonos detrás de la costa, mientras flotamos en el agua. Miro la estela que dejamos a la luz de la luna, y ruego para que se calme lo suficiente para que tratantes de esclavos no nos sigan la pista.
Todos nos sentamos ansiosamente en silencio, flotando en el agua, observando, esperando. El rugido del motor de los tratantes de esclavos se hace más fuerte y contengo la respiración.
Por favor, Dios. Haz que sigan de frente.
Los segundos parecen durar horas.
Finalmente, su embarcación pasa zumbando por delante de nosotros, sin frenar ni por un segundo.
Contengo la respiración diez segundos más, mientras el ruido del motor de su lancha se hace imperceptible, y rezo para que no regresen por nuestro camino.
No vuelven. Funcionó.
*
Ha pasado casi una hora desde que nos detuvimos aquí, y estamos todos apiñados juntos, anonadados, en nuestra lancha. Apenas nos movemos por miedo a ser detectados. Pero no he oído un sonido desde entonaces, y no hemos detectado ninguna acción desde que su embarcación pasó cerca de nosotros. Me pregunto a dónde habrán ido. ¿Siguen corriendo por el Hudson, yendo al norte, en la oscuridad, pensando que estamos cerca? ¿O se espabilaron y están regresando, peinando la costa, buscándnos? No puedo evitar sentir que sólo será cuestión de tiempo para que regresen por aquí.
Pero, mientras me estiro en la lancha, pienso que todos estamos empezando a sentirnos más relajados, un poco menos cautelosos. Aquí estamos bien escondidos, dentro de esta estructura oxidada, y aunque regresaran, no veo cómo puedan detectarnos los tratantes de esclavos.
Mis piernas y pies están están acalambrados de estar sentados; está haciendo más frío y me estoy congelando. Noto por los dientes de Bree y de Rose que castañean, que también están congeladas. Quisiera tener mantas o ropa para darles, o algún tipo de calor. Me gustaría poder hacer una fogata—no solo para calentarlos, sino para poder vernos entre nosotros, para confortarnos viéndonos a la cara. Pero sé que eso es imposible. Sería demasiado arriesgado.
Veo a Ben sentado ahí, apiñado, temblando y recuerdo los pantalones que rescaté. Me levanto, y la lancha se balancea, y me acerco a mi saco y busco adentro y los saco. Los lanzo a Ben.
Caen sobre su pecho, mientras me mira, confundido.
“Deben caberte”, le digo. “Prúebatelos”.
Él lleva unos pantaones vaqueros andrajosos, llenos de agujeros, son demasiados delgados y están mojados. Lentamente, se inclina y se quita las botas, después se pone los pantalones de cuero sobre los suyos. Se ven graciosos en él, son los pantalones militares del tratante de esclavos—pero como sospechaba, le quedan perfectamente. Sube la cremallera sin hablar, mientras se inclina hacia atrás, y puedo ver el agradeciiento en sus ojos.
Siento que Logan me mira y siento que está celoso de mi amistad con Ben. Él ha estado así desde que vio a Ben besarme en la Estación Penn. Es incómodo, pero no puedo hacer nada al respecto. Me agradan los dos, de diferentes maneras. Nunca había conocido a dos personas más distintas entre sí—sin embargo, les encuentro parecido.
Me acerco a Bree, que sigue temblando, acurrucada con Rose; Penélope en su regazo, y me siento junto a ella, pongo mi brazo sobre ella y la beso en la frente. Ella apoya su cabeza en mi hombro.
“No te preocupes Bree”, le digo.
“Tengo hambre”, dice en voz baja.
“Yo también”, repite Rose.
Penélope lloriquea suavemente, y puedo notar que ella también tiene hambre. Ella es más lista que cualquier otro perro que he conocido. Y valiente, pese a estar temblando. Es increíble que haya mordido a Rupert cuando lo hizo, y si no hubiera sido por ella, tal vez ninguno de nosotros estaríamos aquí. Me inclino para acariciar su cabeza y ella me lame la mano nuevamente.
Ahora que mencionan la comida, me doy cuenta de que es una buena idea. He estado intentando reprimir mis ataques de hambre demasiado tiempo.
“Tienes razón”, le digo. “Vamos a comer”.
Las dos me ven con los ojos abiertos de par en par con esperanza y expectativa. Me levanto, cruzo la lancha y alcanzo uno de los sacos. Saco dos grandes frascos de mermelada de frambuesa y le doy uno a Bree, desenroscándoselo.
“Compartan este frasco”, les digo a ellos. “Nosotras tres compartiremos el otro”.
Abro el otro frasco y lo paso a Logan, y él mete su dedo, toma una gran cantidad y la pone en su boca. Respira profundamente lleno de satisfacción—debe haber estado hambriento.
Se lo entrega a Ben, quien toma una también, después yo meto el dedo y tomo un puñado y lo pongo en mi lengua. Siento el subidón de azúcar, mientras la frambuesa satisface mis sentidos, y probablemente es la mejor que he probado. Sé que no es una comida, pero es como si lo fuera.
Parece que soy la encargada de la comida, así que nuevamente me acerco a las bolsas y tomo lo que queda de nuestras galletas y le doy una a cada persona, incluyéndome a mí misma. Miro a Bree y a Rose comiendo alegremente la mermelada, y con cada puñado, le dan uno a Penélope. Ella lame sus dedos como loca, lloriqueando al hacerlo. La pobre debe estar tan hambrienta como nosotras.
“Regresarán, ¿saben?”, se oye una voz de mal agüero, junto a mí.
Volteo y veo a Logan sentándose, limpiando su arma, mirándome.
“¿Lo sabes, verdad?”, dice presionándome. “Estando aquí, somos presa fácil”.
“¿Qué propones?”, le pregunto.
Se encoge de hombros y aparta la mirada, decepcionado.
“Nunca debimos habernos detenido. Deberíamos haber seguido avanzando, como dije”.
“Pues, ya es tarde ahora”, le digo, molesta. “Deja de quejarte”.
Me estoy cansando de su pesimismo a cada paso, me estoy hartando de nuestra lucha por el poder. Me molesta tenerlo cerca, aunque al mismo tiempo, le estoy agradecida.
“Ninguna de nuestras opciones son buenas”, dice él. “Si vamos río arriba esta noche, podríamos encontrarlos. Podría arruinarse la lancha. Podríamos toparnos con el hielo que flota, o alguna otra cosa. O peor, podrían atraparnos. Si nos vamos en la mañana, pueden vernos en la luz. Podríamos navegar, pero podrían estarnos esperando”.
“Entonces vámonos en la mañana”, le digo. “Al amanecer. Iremos al norte y esperemos que ellos regresen hacia el sur”.
“¿Y si no lo hicieran?”, pregunta él.
“¿Tienes alguna idea mejor? Tenemos que alejarnos de la ciudad, no ir hacia ella. Además, Canadá está al norte, ¿no es así?”
Da media vuelta y mira hacia otro lado, suspirando.
“Podríamos quedarnos aquí”, dice él. “Esperar algunos días. Para asegurarnos que nos pasen primero”.
“¿Con este clima? Si no conseguimos un refugio, moriremos de frío. Y se nos habrá terminado la comida para entonces. No podemos quedarnos aquí. Tenemos que seguir adelante”.
“¿Ah, ahora quieres seguir adelante?”. pregunta.
Lo miro fijamente—está empezando a sacarme de quicio.
“Está bien”, dice él. “Nos iremos al amanecer. Mientras tanto, si vamos a pasar la noche aquí, tenemos que hacer guardia. En turnos. Yo empezaré, después tú, y luego Ben. Duerman ustedes ahora. Ninguno de nosotros hemos dormido y lo necesitamos. ¿De acuerdo?”, pregunta, primero me mira a mí y después a Ben.
“De acuerdo”, respondo. Él tiene razón.
Ben no responde, sigue con la mirada perdida, perdido en su propio mundo.
“Oye”, dice Logan con rudeza, echándose hacia atrás y pateando su pie. “Te estoy hablando. ¿Trato hecho?”
Ben gira lentamente y lo mira, aún sin concentrarse, y luego asiente con la cabeza. Pero no sé si realmente lo escuchó. Me siento mal por Ben; es como si no estuviera aquí realmente. Claramente, el dolor y la culpa por su hermano lo consumen. No imagino por lo que está pasando.
“Bien”, dice Logan. Revisa sus municiones, amartilla su arma, y salta de la lancha al muelle que está junto a nosotros. La embarcación se mece, pero no se aleja. Logan se para en el muelle seco, examinando el entorno. Se sienta en un poste de madera y mira en la oscuridad, con el arma sobre su regazo.
Me instalo junto a Bree, poniendo mi brazo alrededor de ella. Rose también se inclina, y envuelvo mi brazo alrededor de las dos.
“Descansen un poco. Nos espera un largo día mañana”, digo, preguntándome en secreto si ésta será nuestra última noche en la Tierra. Preguntándome si habrá un mañana.
“No hasta que me encargue de Sasha”, dice Bree.
Sasha. Casi la olvido.
Veo el cadáver congelado de nuestra perrita, a un costado de la lancha. Me cuesta trabajo creer que la trajimos aquí. Bree es una ama fiel.
Bree se levanta, cruza la embarcación en silencio y se pone de pie ante Sasha. Se arrodilla y le acaricia la cabeza. Sus ojos se iluminan con la luz de la luna.
Me acerco y me arrodillo a su lado. También acaricio a Sasha, por siempre agradecida con ella por protegernos.
“¿Te ayudo a enterrarla?”, le pregunto.
Bree asiente con la cabeza, mirando hacia abajo, mientras cae una lágrima.
Juntas bajamos las manos para recoger a Sasha, y nos inclinamos hacia adelante con ella, por el costado de la embarcación. Ambas la sujetamos, ninguna de las dos queremos soltarla. Miro hacia abajo, en el agua oscura y congelada, del río Hudson que está abajo, con las olas flotando.
“¿Quieres decir algo?”, le pregunto, “Antes de soltarla”.
Bree mira hacia abajo, parpadeando para contener las lágrimas, con su rostro iluminado por la luz de la luna. Se ve angelical.
“Ella fue una buena perrita. Me salvó la vida. Espero que esté ahora en un lugar mejor. Y espero que la vuelva a ver”, dice con la voz entrecortada.
Nos estiramos todo lo que podemos y colocamos dentro a Sasha. Con una ligera salpicadura, su cadáver cae al agua. Flota uno o dos segundos y empieza a hundirse. Las olas del río Hudson son fuertes y rápidamente tiran de ella, hacia mar abierto. Vemos cómo flota, medio sumergida, a la luz de la luna, yendo a la deriva, cada vez más lejos. Siento que se me rompe el corazón. Me recuerda lo cerca que estuvo de que me quitaran a Bree para siempre, de ser arrastrada por el río Hudson, igual que Sasha.
*
No sé cuántas horas han pasado. Ya es de noche, y estoy ahí acostada en la lancha, hecha un ovillo alrededor de Bree y de Rose, pensando, sin poder dormir. Ninguno de nosotros ha dicho una palabra desde que enterramos a Sasha en el agua. Todos estamos ahí sentados, en un silencio sombrío, la lancha meciéndose suavemente. A pocos pies de nosotros está Ben sentado, perdido en su mundo. Parece más muerto que vivo; a veces, cuando lo miro, siento que estoy viendo a un fantasma caminando. Es extraño: estamos todos ahí sentados, pero cada quien está en su mundo.
Logan está a nuevemetros, vigilando el muelle, con el arma en la mano, mirando el entorno. Lo imagino como soldado. Me da gusto que nos proteja en el primer turno. Estoy agotada, mis huesos están cansados, y no tengo ganas de tomar el siguiente turno. Sé que debería estar durmiendo, pero no puedo. Tumbada ahí, con Bree en mis brazos, mi mente vuela.
Pienso en lo loco, loco, que es el mundo ahora. Me cuesta trabajo creer que todo esto sea real. Es como una larga pesadilla que no termina. Cada vez que siento que estoy a salvo, algo sucede. Pensándolo bien, casi no puedo creer lo cerca que he estado de perder la vida a manos de Rupert. Fue muy tonto de mi parte tener piedad de él, dejarlo venir con nosotros. Todavía no puedo entender por qué se asustó. ¿Qué esperaba ganar? ¿Estaba tan desesperado que iba a matarnos a todos, tomar nuestra embarcación y desaparecer—sólo para tener más comida para él? ¿Y a dónde la habría llevado? ¿Solamente era una mala persona? ¿Era un psicópata? ¿O era un buen hombre y llevaba tantos años solo y hambriento y congelado que lo hicieron colapsar?
Quiero pensar que fue lo último, que en el fondo era un buen hombre que enloqueció por las circunstancias. Eso espero. Pero nunca lo sabré.
Cierro mis ojos y pienso en lo cerca que estuve de ser asesinada, en cómo sentí el frío metal de su cuchillo contra mi cuello. La próxima vez, no confiaré en nadie. No me detendré por nadie. No le creeré a nadie. Haré todo lo que pueda para asegurarme que Bree y Rose y yo y los demás sobrevivamos. No me arriesgaré más. No tomaré más riesgos. Si esto significa volverme insensible, pues así será.
En retrospectiva, creo que cada hora en el Hudson ha sido una batalla de vida o muerte. No sé cómo podremos llegar a Canadá. Me sorprenderá poder sobrevivir los próximos días, o incluso los siguientes kilómetros en el agua. Sé que no tenemos muchas posibilidades. Abrazo fuerte a Bree, sabiendo que ésta puede ser nuestra última noche juntas. Por lo menos moriremos luchando, sobre nuestros pies, y no como esclavas o prisioneras.
“Tuve mucho miedo”, dice Bree.
Su voz me asusta en la oscuridad. Es tan suave, Primero me asombré de que hablara. Llevaba horas sin decier nada y pensé que estaba dormida.
Volteo a verla y sus ojos están abiertos, mirando con miedo.
“¿Qué te dio miedo, Bree?”.
Ella mueva su cabeza y espera varios segundos antes de hablar. Me doy cuenta de que está recordando.
“Ellos me secuestraron. Yo estaba sola. Después me subieron a un autobús y me llevaron en una embarcación. Todas estábamos encadenadas. Hacía mucho frío, todas teníamos mucho miedo. Me metieron a esa casa y no creerías las cosas que vi. Lo que le hacían a esas otras chicas. Todavía escucho sus gritos. No puedo sacarlos de mi mente”.
Su rostro se arruga y empieza a llorar.
Mi corazón se rompe en mil pedazos. No puedo ni imaginar lo que ha pasado. No quiero que piense en ello. Siento que quedará marcada para siempre y que es mi culpa.
La abrazo con fuerza y le doy un beso en la frente.
“Shhh”, susurro. “Tranquila. Eso ya quedó en el pasado. Ya no pienses más en eso”.
Pero aún así, sigue llorando.
Bree entierra su cara en mi pecho. La arrullo mientras llora y llora.
“Lo siento mucho, mi amor”, le digo. “Lo lamento mucho”.
Quisiera poder borrar todo eso de su mente. Pero no puedo. Ahora forma parte de ella. Siempre quise protegerla, cuidarla de todo. Y ahora su corazón está lleno de cosas horribles.
Mientras la mezo, quisiera que pudiéramos estar en cualquier otro lugar y no aquí. Quisiera que las cosas fueran como antes. Regresar el tiempo. Volver a cuando el mundo era bueno. Volver a cuando teníamos a nuestros padres. Pero no podemos. Estamos aquí.
Y siento un desazón – estoy preocupada, sintiendo que las cosas empeorarán.
*
Me despierto y me doy cuenta que es de día. No sé cómo puede ser tan tarde, ni cómo dormí tanto tiempo. Veo alrededor de la lancha y estoy totalmente desorientada. No entiendo qué es lo que está pasando. Nuestra embarcación está flotando a la deriva, en el Hudson, en medio del enorme río. Bree y yo estamos solas en la lancha. No sé dónde están los demás y no puedo entender cómo llegamos aquí.
La dos estamos en el borde de la lancha, mirando al horizonte, y veo que tres embarcaciones de los tratantes de esclavos vienen corriendo hacia nosotras.
Trato de entrar en acción, pero siento que me atan los brazos por detrás. Volteo a ver a varios tratantes de esclavos en la lancha, y noto que me han esposado por detrás, y me sostienen por atrás. Lucho con todas mis fuerzas, no puedo hacer nada.
Se detiene una lancha de los tratantes de esclavos y uno de ellos baja, una máscara cubre su rostro, sube a nuestra embarcación, se agacha y sujeta a Bree. Ella se retuerce, pero no puede contra él. La levanta de un brazo y empieza a llevársela.
“¡BREE! ¡NO!”, grito.
Lucho con todas mis fuerzas, pero es inútil. Me veo obligada a estar ahí parada, mientras se llevan a Bree, pateando y gritando hacia su lancha. Su barco se aleja en la corriente, hacia Manhattan. Al poco tiempo, ya van lejos.
Mientras veo a mi hermanita alejarse más y más de mí, sé que esta vez la perdí para siempre.
Grito, es un grito sobrenatural, suplicando, llorando para que regrese mi hermana conmigo.
Me despierto sudando. Me incorporo como relámpago, respirando agitadamente, mirando alrededor, tratando de averiguar lo que ocurrió.
Fue una pesadilla. Veo alrededor y Bree está acostada junto a mí; todos los demás están dormidos en la lancha. Fue un sueño. Nadie ha venido. Nadie se ha llevado a Bree.
Trato de recuperar mi respiración, mi corazón sigue palpitando fuertemente. Me incorporo y veo al horizonte y empieza a amanecer, hay una franja tenue en el horizonte. Miro hacia el muelle y veo a Ben haciendo guardia sentado. Recuerdo que Logan me despertó, recuerdo haber hecho guardia. Después desperté a Ben, le di el arma, y tomó mi lugar. Debo haberme quedado dormida después de eso.
Al mirar a Ben, me doy cuenta que se desplomó. Veo desde aquí, con la luz tenue de la aurora, que también está dormido. Se supone que debería estar haciendo guardia. Estamos indefensos.
De repente, detecto movimiento, veo sombras en la oscuridad. Parece que un grupo de personas o de criaturas, se acercan a nosotros. Me pregunto si mis ojos me están engañando.
Pero después, mi corazón empieza a palpitar con fuerza en mi pecho, y mi boca se seca, al darme cuenta de que no es un truco de la luz.
No estamos preparados. Y la gente nos va a emboscar.
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