Kitabı oku: «El Despertar de los Dragones », sayfa 2

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CAPÍTULO DOS

Kyra entró al tenebroso Bosque de las Espinas al oeste de la fortaleza, un bosque tan espeso que apenas se podía ver a través de este. Caminando lentamente junto a Leo, con la nieve y hielo crujiendo bajo sus pies, miró hacia arriba. Se sintió pequeñísima al ver los árboles de espinas que parecían no tener final. Eran antiguos árboles negros con ramas retorcidas que parecían espinas y gruesas hojas negras. Sintió que el lugar estaba maldito; nada bueno había salido nunca de este. Los hombres de su padre siempre regresaban heridos de las cacerías y más de una vez un troll, atravesando por Las Llamas, se había refugiado aquí utilizándolo como plataforma para atacar aldeanos.

Kyra sintió un escalofrío al entrar. Aquí estaba más oscuro, más frío, el aire era más húmedo, el olor de los árboles de espinas se sentía pesado como el de una tierra decadente, y los enormes árboles borraban lo que quedaba de la luz del día. Kyra, en guardia, se sentía furiosa hacia sus hermanos. Era peligroso aventurarse aquí sin la compañía de varios guerreros—especialmente al atardecer. Cada ruido la sobresaltaba. Se escuchó el lamento lejano de un animal y ella volteó tratando de hallarlo. Pero el bosque era denso y no pudo encontrarlo.

Sin embargo, Leo gruñó a su lado y se fue en busca de este de repente.

“¡Leo!” gritó.

Pero ya se había ido.

Suspiró molesta; siempre desobedecía cuando se encontraban un animal. Aunque ella sabía que regresaría—eventualmente.

Kyra continuó sola mientras el bosque se volvía más oscuro, luchando para seguir el rastro de sus hermanos—cuando escuchó una risa distante. Volvió toda su atención hacia ese ruido y pasó deprisa los gruesos árboles hasta que pudo divisar a sus hermanos a la distancia.

Kyra se quedó atrás, manteniendo la distancia, sin querer ser descubierta. Sabía que si Aidan la veía, se avergonzaría y le diría que se fuera. Se decidió a observar desde las sombras, sólo cuidando que no se metieran en problemas. Era mejor para Aidan que no se sintiera avergonzado, que sintiera que era un hombre.

Una rama se rompió debajo de sus pies y Kyra se agachó, temiendo que el ruido la delatara—pero sus borrachos hermanos mayores lo ignoraron, pues a casi treinta yardas de distancia y caminando deprisa, el ruido se vio apagado por sus risas. Pudo ver por el lenguaje corporal de Aidan que estaba tenso, casi a punto de echarse a llorar. Apretaba su lanza con fuerza, como tratando de probar que era un hombre, pero era obvio que la lanza era muy grande y tenía problemas para soportar su peso.

“¡Deprisa!” gritó Braxton volteándose hacia Aidan, que se quedó unos pies atrás.

“¿De qué tienes miedo?” le dijo Brandon.

“No tengo miedo—” insistió Aidan.

“¡Silencio!” dijo Brandon de repente y se detuvo mientras ponía su palma en el pecho de Aidan, por primera vez con una expresión seria. Braxton también se detuvo mostrándose tenso.

Kyra se escondió detrás de un árbol mientras observaba. Se quedaron al borde de un claro, mirando hacia enfrente como si hubieran visto algo.

Ella se acercó despacio y en alerta tratando de ver mejor, y mientras pasaba entre dos grandes árboles se detuvo, pasmada, al darse cuenta de lo que estaban viendo. Ahí, de pie en el claro, buscando bellotas, estaba un jabalí. Pero no era un jabalí ordinario; era un monstruoso Jabalí de Cuernos Negros, el más grande jabalí que ella había visto, con largos y enrollados colmillos blancos y tres largos y afilados cuernos negros, uno saliendo de su nariz y dos de su cabeza. Era una extraña criatura de casi el tamaño de un oso, famosa por su crueldad e impresionante velocidad. Era un animal muy temido, y uno con el que los cazadores no querían encontrarse.

Significaba problemas.

Kyra, con los bellos de punta, deseó que Leo estuviera ahí—pero al mismo tiempo estaba agradecida de que no estuviera, pues seguramente se lanzaría contra él sin saber si ganaría la confrontación. Kyra se acercó tomando lentamente el arco de sus hombros e instintivamente doblándose para tomar una flecha. Trató de calcular qué tan lejos estaba el jabalí de los chicos y qué tan lejos estaba ella—y sabía que esto no era bueno. Había muchos árboles en el camino para conseguir un impacto directo y, con un animal de este tamaño, no había oportunidad de fallar. Dudaba que una flecha pudiera derribarlo.

Kyra notó el terror en la cara de sus hermanos, después vio a Brandon y Braxton cubriendo su temor con una cara de valentía—una que ella sintió se debía a la bebida. Ambos levantaron sus lanzas y caminaron hacia adelante. Braxton miró a Aidan petrificado y se volteó, lo tomó de sus hombros y lo hizo caminar también.

“Esta es una oportunidad para que te vuelvas hombre,” dijo Braxton. “Mata a este jabalí y cantarán canciones sobre ti por generaciones.”

“Trae su cabeza y serás famoso de por vida,” dijo Brandon.

“Tengo…miedo,” dijo Aidan.

Brandon y Braxton se rieron burlonamente.

“¿Miedo?” dijo Brandon. “¿Y qué diría nuestro padre si te escuchara decir eso?”

El jabalí, alertado, levantó su cabeza mostrando sus brillantes ojos amarillos, y los miró mientras de su rostro escapaba un gruñido con rabia. Abrió su boca mostrando sus colmillos y babeando, mientras al mismo tiempo emitía gruñidos que parecían venir desde lo más dentro de él. Kyra, incluso estando lejos, sintió un punzón de miedo—y sólo podía imaginarse el miedo que estaba sintiendo Aidan.

Kyra se precipitó tratando de seguir al viento, determinada a llegar antes de que fuera muy tarde. Cuando estaba a sólo unos pies de sus hermanos gritó:

“¡Déjenlo en paz!”

Su áspera voz cortó el silencio, y sus hermanos emitieron un chillido claramente impresionados.

“Ya se divirtieron,” añadió. “Fue suficiente.”

Mientras que Aidan se miró aliviado, Brandon y Braxton la miraron con enojo.

“¿Y tú qué sabes?” respondió Brandon. “Deja de interferir con los verdaderos hombres.”

Los gruñidos del jabalí crecieron mientras se acercaba a ellos, y Kyra, tanto temerosa como furiosa, se adelantó.

“Si son tan tontos como para enfrentar a esta bestia, entonces háganlo,” dijo ella. “Pero dejarán que Aidan se venga conmigo.”

Brandon frunció el ceño.

“Aidan estará bien aquí,” replicó Brandon. “Está a punto de aprender a pelear. ¿No es así, Aidan?”

Aidan se quedó mudo, paralizado por el miedo.

Kyra estaba a punto de dar otro paso y tomar el brazo de Aidan cuando se oyó un ajetreo en el claro. Miró al jabalí acercándose, un paso a la vez, amenazante.

“No atacará si no lo provocan,” dijo Kyra a sus hermanos. “Déjenlo ir.”

Pero sus hermanos la ignoraron, ambos volteándose y levantando sus lanzas. Caminaron hacia adelante, hacia el claro, como si quisieran probar lo valientes que eran.

“Yo apuntaré a su cabeza,” dijo Brandon.

“Y yo a su garganta,” acordó Braxton.

El jabalí gruñó más fuerte, abriendo su boca más y dejando caer su saliva mientras daba otro paso.

“¡Retrocedan!” gritó Kyra desesperada.

Pero Brandon y Braxton se acercaron más, levantaron sus lanzas y las arrojaron repentinamente.

Kyra miró en suspenso mientras las lanzas volaban en el aire, preparándose para lo peor. Para su consternación, miró como la lanza de Brandon rozó su oreja, lo suficiente para hacerlo sangrar—y provocarlo—mientras que la lanza de Braxton pasó por un lado, pasando muy lejos de la cabeza.

Por primera vez, Brandon y Braxton se miraron asustados. Se quedaron ahí, con la boca abierta y una mirada tonta en sus rostros, con el brillo de la bebida rápidamente convirtiéndose en miedo.

El jabalí, enfurecido, bajó su cabeza y gruñó con un sonido horrible mientras se abalanzaba.

Kyra miró con horror como se lanzaba contra sus hermanos. Era lo más rápido que había visto para su tamaño, saltando en la hierba como si fuera un ciervo.

Mientras se acercaba, Brandon y Braxton corrieron por sus vidas, saltando en direcciones opuestas.

Esto dejó a Aidan sólo, petrificado, sin poder moverse por el miedo. Abrió su boca y dejó caer su lanza en el piso. Kyra sabía que no haría mucha diferencia; Aidan no habría podido defenderse aunque hubiera tratado. Ni un hombre adulto hubiera podido. Y el jabalí, casi dándose cuenta de esto, apuntó hacia Aidan y se lanzó sobre él.

Kyra, con su corazón retumbando, se lanzó hacia la acción sabiendo que sólo tendría una oportunidad. Sin pensarlo se lanzó hacia adelante esquivando los árboles, con su arco ya en las manos sabiendo que sólo podría disparar una vez y que tendría que ser un disparo perfecto. Iba a ser un disparo difícil, pues además de que el jabalí estaba moviéndose, ella estaba en estado de pánico—pero aun así tendría que ser un disparo perfecto si querían sobrevivir.

“AIDAN, ¡AGÁCHATE!” gritó.

Primero no se movió. Aidan bloqueaba el camino previniendo un disparo limpio, y mientras Kyra levantaba su arco y corría hacia adelante se dio cuenta de que si Aidan no se movía, su único disparo se perdería. Lanzándose por el bosque, con sus pies resbalándose en la nieve y tierra húmeda, por un momento sintió que todo estaba perdido.

“¡AIDAN!” gritó de nuevo, desesperada.

Por un milagro esta vez la escucho, arrojándose a la tierra en el último segundo y dejando el campo libre para el disparo de Kyra.

Mientras el jabalí se lanzaba hacia Aidan, el tiempo repentinamente se hizo lento para Kyra. Sintió como entraba en una zona extraña, cómo algo se elevaba dentro de ella que no había experimentado antes y que no pudo entender por completo. El mundo se achicó y pudo enfocar. Podía escuchar el sonido de su propio corazón latiendo, su respirar, las hojas crujiendo, un cuervo que volaba por encima. Se sintió más en sincronía con el universo de lo que nunca se había sentido, como si hubiera entrado en un reino en el que ella y el universo eran uno.

Kyra sintió en sus manos un hormigueo con una energía cálida y pulsante que no podía entender, como si algo extraño estuviera invadiendo su cuerpo. Fue como si, por un instante, se hubiera convertido en alguien mucho más grande que ella, alguien mucho más poderoso.

Kyra entró en un estado de inconsciencia, y se dejó llevar por el puro instinto y por esta nueva energía que fluía dentro de ella. Plantó sus pies en el suelo, levantó el arco, colocó una flecha y la dejó volar.

Supo en el momento en que la soltó que este era un disparo especial. No tuvo que mirar el camino de la flecha para saber que iba exactamente a donde ella quería: el ojo derecho de la bestia. Disparó con tal fuerza que penetró casi un pie antes de detenerse.

La bestia gruñó de repente mientras sus patas se desplomaban debajo de esta y cayó de cara en la nieve. Se deslizó a través de lo que quedaba del claro, retorciéndose aún con vida hasta que llegó a Aidan. Finalmente se detuvo delante de él, tan cerca que prácticamente se estaban tocando.

Se retorció en el piso y Kyra, ya con otra flecha en su arco, caminó hacia adelante, se paró al lado del jabalí y puso otra flecha directo en la cabeza. Finalmente dejó de moverse.

Kyra se quedó en el claro en silencio, su corazón latiendo, el hormigueo en las manos deteniéndose lentamente, la energía desvaneciéndose, y se preguntaba qué había pasado. ¿Realmente fue ella quien disparó?

Inmediatamente se acordó de Aidan, y mientras se apuró y lo tomó él la miró como si mirara a su madre, con sus ojos llenos de miedo pero intacto. Ella sintió un momento de alivio al darse cuenta que estaba bien.

Kyra se volteó y miró a sus dos hermanos mayores aún yaciendo en el claro, mirándola con asombro y admiración. Pero había algo más en sus miradas, algo que la molestó: sospecha. Como si ella fuera diferente a ellos. Un forastero. Era una mirada que Kyra ya había visto en unas escasas ocasiones, pero las veces suficientes como para reconocerla. Se dio vuelta y miró abajo a la enorme bestia monstruosa yaciendo en el suelo y se preguntó como ella, de apenas quince años, pudo hacerlo. Sabía que esto iba más allá de la habilidad. Se requería más que un tiro de suerte.

Siempre había habido algo sobre ella que era diferente a los demás. Se quedó allí, entumecida, queriendo moverse pero sin poder lograrlo. Ella sabía que lo que la había sacudido hoy no era la bestia, sino la forma en que la miraron sus hermanos. Y no podía dejar de preguntarse, por la millonésima vez, la pregunta a la que había temido enfrentarse toda su vida:

¿Quién era ella?

CAPÍTULO TRES

Kyra caminó detrás de sus hermanos mientras seguían su camino de vuelta a la fortaleza, viéndolos resistiendo el peso del jabalí, con Aidan a su lado y Leo en sus tobillos una vez que regresó de su propia cacería. Brandon y Braxton batallaron mientras cargaban a la bestia muerta entre los dos, atada a las dos lanzas y colocada en sus hombros. Su aspecto sombrío había cambiado drásticamente desde que habían salido del bosque hacia el cielo abierto, especialmente ahora con la fortaleza de su padre a la vista. Con cada paso, Brandon y Braxton recobraron la confianza casi hasta su usual arrogancia y al punto de la risa, admirándose a sí mismo jactándose de su presa.

“Fue mi lanza la que lo rozó,” Brandon le dijo a Braxton.

“Pero,” replicó Braxton, “fue mi lanza la que lo hizo moverse hacia la flecha de Kyra.”

Kyra escuchaba sus mentiras enrojeciendo su rostro; sus brutos hermanos ya estaban convenciéndose de su propia historia, y ahora parecía que de verdad la creían. Ella ya anticipaba su jactancia en la sala de su padre, contándoles a todos de su presa.

Era enloquecedor. Sin embargo, sentía que no debía corregirlos. Creía firmemente en la ruedas de la justicia y sabía que, eventualmente, la verdad siempre sale a la luz.

“Mienten,” dijo Aidan mientras caminaba a su lado aún aturdido por el evento. “Saben que Kyra mató al jabalí.”

Brandon miró sobre su hombro de manera arrogante, como si Aidan fuera un insecto.

“¿Y qué sabes?” preguntó a Aidan. “Estabas muy ocupado mojándote los pantalones.”

Ambos rieron, como confirmando más su historia con cada paso.

“¿Y tú no corriste asustado?” preguntó Kyra defendiendo a Aidan, sin poder soportarlo un segundo más.

Con eso, ambos se callaron. Kyra pudiera haberlos corregido, pero no necesitaba alzar la voz. Caminó felizmente sintiéndose bien consigo misma, sabiendo dentro de sí que había salvado la vida de su hermano; esa era toda la satisfacción que necesitaba.

Kyra sintió una mano pequeña en su hombro y volteó para con Aidan que la consolaba con su sonrisa, claramente agradecido de estar vivo y en una pieza. Kyra se preguntó si sus hermanos mayores también apreciaban lo que había hecho por ellos; después de todo, si no hubiera aparecido cuando lo hizo ellos también habrían muerto.

Kyra miró al jabalí rebotar con cada paso e hizo una mueca; deseaba que sus hermanos lo hubieran dejado en el claro en donde pertenecía. Era un animal maldito, de fuera de Volis, y no pertenecía ahí. Era un mal presagio, especialmente viniendo del Bosque de las Espinas y justo en la víspera de la Luna de Invierno. Recordó un viejo adagio que decía: no te regocijes después de ser salvado de la muerte. Sentía que sus hermanos estaban tentando al destino, trayendo oscuridad a sus hogares. No pudo dejar de sentir que esto anunciaba cosas malas por venir.

Pasaron una colina y mientras lo hicieron, la fortaleza se asomó frente a ellos junto con una amplia vista del paisaje. A pesar de las rachas de viento y la creciente nevada, Kyra sintió un gran alivio al estar en casa. Se miraba el humo saliendo de las chimeneas que abundaban en el pueblo y la fortaleza de su padre emitía un suave y acogedor resplandor producto de las lámparas que se preparaban para la llegada del crepúsculo. El camino se ensanchaba y mejoraba mientras se acercaban al puente, y empezaron a caminar más rápido y con tranquilidad en el último trecho. El camino estaba lleno de gente ansiosa por el festival a pesar del clima y la llegada de la noche.

Kyra no se sorprendió. El festival de la Luna de Invierno era uno de los días festivos más importantes del año, y todos estaban ocupados preparando el festín. Una gran cantidad de personas pasaban por el puente levadizo, apurados obteniendo las mercancías de los vendedores para poder unirse a la fiesta de la fortaleza; mientras que un igual número de personas se apuraban por salir de la puerta, apurados para llegar a sus hogares y celebrar con sus familias. Los bueyes jalaban los carros y cargaban mercancía en ambas direcciones, mientras los albañiles trabajaban en un nuevo muro que serviría como anillo a la fortaleza con el sonido de sus martillos constante en el aire puntuando el estruendo del ganado y los perros. Kyra se preguntó cómo es que trabajaban en este clima y cómo conseguían que no se les entumecieran las manos.

Mientras entraban en el puente uniéndose a las masas, Kyra miró hacia arriba y su estómago se apretó cuando miró, de pie junto a la puerta, a varios Hombres del Señor, soldados para el Señor Gobernador local nombrados por Pandesia y portando su distintiva armadura de cota de malla escarlata. Sintió un momento de indignación al verlos, compartiendo el mismo resentimiento que las demás personas. La presencia de los Hombres del Señor era en ocasiones opresiva—pero en la Luna de Invierno lo era aún más cuando seguramente la razón por la que estaban ahí era para demandar cualquier retribución que pudieran de la gente. En su mente, eran carroñeros, matones y carroñeros sirviendo a los despreciables aristócratas que se habían quedado en el poder desde la invasión Pandesiana.

La culpa era de la debilidad del antiguo Rey, que los había entregado a todos—pero eso ahora de poco servía. Ahora, para su desgracia, tenían que ceder ante esto hombres. Esto puso a Kyra furiosa. Esto convertía a su padre y a sus grandes guerreros—y a toda su gente—en nada más que siervos elevados; ella deseaba desesperadamente que hubiera una revolución, que pelearan por su libertad, que pelearan la guerra que el antiguo Rey no había incitado por miedo. Pero también sabía que, si se levantaban ahora, se enfrentarían a la furia del ejército Pandesiano. Tal vez hubieran podido detenerlos si nunca les hubieran dado el paso; pero ahora estaban atrincherados y las opciones eran limitadas.

Llegaron al puente mientras se unían a la multitud y, al pasar, las personas se detenían y miraban apuntando hacia el jabalí. Kyra tuvo algo de satisfacción al ver que sus hermanos sudaban bajo el peso de este, jadeando y resoplando. Mientras pasaban, las cabezas volteaban y las personas abrían paso, plebeyos y guerreros por igual impresionados por la gran bestia. También miró algunas miradas supersticiosas, personas preguntándose al igual que ella si este era un mal presagio.

Sin embargo, todos los ojos miraban a sus hermanos con orgullo.

“¡Una gran captura para el festival!” dijo un granjero guiando su buey mientras se unía en el camino a ellos.

Brandon y Braxton se engrandecieron orgullosamente.

“¡Alimentará a la mitad de la corte de su padre!” dijo un carnicero.

“¿Cómo lo hicieron?” preguntó un guarnicionero.

Los hermanos intercambiaron miradas, y Brandon finalmente le sonrió al hombre.

“Con un buen disparo y falta de miedo,” respondió audazmente.

“Si no te aventuras en el bosque,” añadió Braxton, “no sabrás lo que puedes encontrar.”

Algunos hombres vitorearon y palmearon sus espaldas. Kyra, a pesar de todo, detuvo su lengua. No necesitaba la aprobación de estas personas; sabía lo que había hecho.

“¡Ellos no mataron al jabalí!” gritó Aidan con indignación.

“Tú te callas,” dijo Brandon a media voz. “Algo más sobre eso y les diré que mojaste tus pantalones cuando nos atacó.”

“¡Pero no lo hice!” protestó Aidan.

“¿Y te van a creer?” añadió Braxton.

Brandon y Braxton rieron, y Aidan miró a Kyra como si quisiera saber qué hacer.

Ella dijo que no con su cabeza.

“No te preocupes,” dijo ella. “La verdad siempre prevalece.”

Las masas crecieron mientras cruzaban el puente, y pronto ya estaban hombro con hombro mientras pasaban sobre la fosa. Kyra podía sentir la excitación en el aire mientras caía el crepúsculo, mientras se encendían las antorchas en el puente y la nieve arreciaba. Volteó hacia arriba como siempre y se apuró a observar la gran puerta arqueada de piedra de la fortaleza protegida por una docena de los hombres de su padre. En la cima estaban los picos de una reja de hierro ya elevada, con sus filosas puntas y gruesas barras lo suficientemente fuertes para repeler a cualquier enemigo y listas para cerrarse con el mero sonido de un cuerno. La puerta se elevaba treinta pies de altura, y en su parte superior había una amplia plataforma que se extendía por toda la fortaleza y anchas almenas de piedra tripuladas con miradores manteniendo siempre un ojo vigilante. Volis era una gran fortaleza, lo que le daba a Kyra un gran orgullo. Pero lo que le daba más orgullo eran los hombres que ahí residían, los hombres de su padre, muchos de los mejores guerreros de Escalon que se reagrupaban lentamente en Volis después de ser dispersados desde la rendición del Rey, atraídos como un imán hacia su padre. Ella más de una vez había instado a su padre para que se declarara el nuevo Rey, al igual que el resto de su gente—pero él se limitaba a sacudir su cabeza y decir que eso no era para él.

Al acercarse a la puerta, una docena de los hombres de su padre salieron cabalgando y las masas les abrieron camino mientras se dirigían al campo de entrenamiento, un amplio terraplén circular en los campos fuera de la fortaleza rodado por una baja pared de piedra. Kyra se volteó y los miró con un corazón palpitante. El campo de entrenamiento era su lugar favorito. Ella solía ir y observarlos entrenar por horas, estudiando cada movimiento que hacían, la manera en que cabalgaban, la forma en que sostenían sus espadas, arrojaban lanzas, giraban las mazas de cadena. Estos hombres salían a entrenar a pesar de la caída de la noche y la nieve, incluso al inicio de una festividad, porque querían entrenar para ser mejores, porque preferían estar en el campo de batalla que en un festín—igual que ella. Ella sentía que ellos eran su verdadera familia.

Otro grupo de los hombres de su padre salió a pie, y mientras Kyra se acercaba a la puerta con sus hermanos, ellos abrieron camino junto con las masas permitiendo que Brandon y Braxton pasaran con el jabalí. Silbaban en admiración y los grandes hombres musculosos se acercaron, casi un pie más altos que sus hermanos que no eran bajos, la mayoría portando grisáceas barbas, todos entre los treinta y cuarenta con muchas batallas encima y quienes había servido al antiguo Rey sufriendo la indignación de su rendimiento. Hombres que nunca se hubieran rendido. Eran hombres que lo habían visto todo y muy pocas cosas los impresionaban—y el jabalí fue algo que llamó su atención.

“¿Lo mataron ustedes solos?” le preguntó uno a Brandon, acercándose y examinándolo.

La multitud se agrandó y Brandon y Braxton finalmente se detuvieron tomando la admiración y elogio de estos grandes hombres, tratando de no mostrar su agitada respiración.

“¡Lo hicimos!” Braxton dijo orgullosamente.

“De Cuerno Negro,” exclamó otro guerrero acercándose tocando la espalda del animal. “No había visto uno desde que era niño. Una vez ayudé a matar uno, pero estaba con un grupo de hombres, y dos de ellos perdieron dedos.”

“Pues, no perdimos nada,” Braxton dijo con valentía. “Sólo una punta de lanza.”

Kyra se enrojeció mientras los hombres reían claramente admirando la presa, mientras que otro guerrero, el líder, Anvin, se acercó y examino la presa detalladamente. Los hombres le abrieron camino mostrándole una gran cantidad de respeto.

El comandante de su padre, Anvin, era el hombre favorito de Kyra que sólo respondía a su padre y guiaba a estos grandes guerreros. Anvin había sido como un segundo padre para ella, y lo había conocido tanto como podía recordar. Ella sabía que él la apreciaba mucho y se preocupaba por ella; pero más importante, él siempre tenía tiempo para ella, mostrándole las técnicas de entrenamiento y armas cuando otros no lo hacían. Hasta la había dejado entrenar con los hombres en más de una ocasión, y había disfrutado cada una. Era el más fuerte de todos, pero también el de corazón más amable para los que apreciaba. Pero a los que no, Kyra sentía lástima por ellos.

Anvin tenía poca tolerancia para las mentiras; era el tipo de hombre que siempre tenía que conseguir la verdad absoluta de todo, sin importar lo que fuera. Tenía un ojo meticuloso, y mientras se acercaba a examinar al jabalí, Kyra lo miró observar las dos heridas de flecha. Tenía un ojo para los detalles, y si alguien se iba a dar cuenta de la verdad, sería él.

Anvin examinó las dos heridas, notando las dos puntas de flecha todavía dentro con los fragmentos de madera en donde sus hermanos habían roto sus flechas. Las había roto muy cerca de la punta para que nadie notara lo que lo había matado. Pero Anvin no era nadie.

Kyra miró a Anvin estudiar las heridas, sus ojos entrecerrándose, y sabía que había conseguido la verdad en un instante. Se agachó quitándose un guante y saco la punta de flecha del ojo. La levantó aún con sangre y se volteó hacia sus hermanos con una mirada escéptica.

“Conque una punta de lanza, ¿verdad?” les preguntó.

Un silencio tenso cayó sobre el grupo mientras Brandon y Braxton se miraban nerviosos por primera vez. Se movían en su lugar.

Anvin miró a Kyra.

“¿O una punta de flecha?” añadió, y Kyra pudo ver como todo se acomodaba en su cabeza dándose cuenta de lo que había pasado.

Anvin caminó hacia Kyra, sacó una flecha de su carcaj y la acercó a la punta de flecha. Todos pudieron ver que eran iguales. Le dio a Kyra una mirada llena de orgullo, y Kyra sintió todos los ojos volteándose hacia ella.

“Tu disparo, ¿no es cierto?” le preguntó. Fue más una afirmación que una pregunta.

Ella asintió con la cabeza.

“Lo fue,” respondió agradecida por el reconocimiento de Anvin y sintiéndose vindicada.

“Y el disparo lo derribó,” concluyó él. Fue una observación, no una pregunta, con una voz definitiva mientras estudiaba al jabalí.

“No veo otras heridas más que esta dos,” añadió pasando su mano sobre este y deteniéndose en la oreja. La examinó y entonces miró a Brandon y Braxton con desdén. “A menos que llamen herida a este rasguño de lanza.”

Levantó la oreja del jabalí y Brandon y Braxton se enrojecieron mientras el grupo de guerreros reía.

Otro de los famosos guerreros de su padre se acercó, Vidar, amigo cercano de Anvin, un hombre bajo y delgado en sus treintas con rostro demacrado y una cicatriz en la nariz. Con su pequeña complexión no parecía ser mucho, pero Kyra lo sabía bien: Vidar era tan fuerte como la roca, famoso por su combate cuerpo a cuerpo. Era uno de los hombres más duros que Kyra había conocido, famoso por derribar a dos hombres el doble de su tamaño. Muchos hombres, debido a su pequeño tamaño, habían cometido el error de provocarlo—sólo para aprender una dura lección. Él también había tomado la tutela de Kyra, siempre protegiéndola.

“Parece que erraron,” concluyó Vidar, “y la chica los salvó. ¿Quién les enseñó a ustedes dos a disparar?”

Brandon y Braxton se miraban más nerviosos claramente atrapados y ninguno dijo nada.

“Es algo muy grave el mentir sobre una presa,” dijo Anvin volteándose hacia sus hermanos. “Hablen ahora. Su padre querría que dijeran la verdad.”

Brandon y Braxton se quedaron inmóviles claramente incómodos, mirándose uno a otro como debatiendo qué decir. Por primera vez desde que podía recordar, Kyra los miró sin palabras.

Justo cuando estaban a punto de abrir la boca, una voz ajena pasó entre la multitud.

“No importa quién lo mató,” dijo la voz. “Ahora es nuestro.”

Kyra volteó junto con los otros sobresaltada por la extraña voz—y su estómago se revolvió en cuanto vio a un grupo de los Hombres del Señor, reconocidos por su armadura escarlata, acercándose entre la multitud mientras los aldeanos se apartaban. Se acercaron al jabalí observándolo con codicia, y Kyra miró que querían esta presa como trofeo—no porque la necesitaran, sino para humillar a su gente, para quitarles este punto de orgullo. A su lado, Leo gruñó, y ella le puso una mano en el cuello calmándolo y deteniéndolo.

“En el nombre de nuestro Señor Gobernador,” dijo el Hombre del Señor, un soldado corpulento con una frente baja, las cejas gruesas, una gran barriga, y una cara amontonada en la estupidez, “reclamamos este jabalí. Él les agradece de antemano su regalo en este festival.”

Les hizo un gesto a sus hombres y estos se acercaron como si fueran a tomarlo.

Mientras lo hacían, Anvin se acercó repentinamente con Vidar a su lado y les impidió el paso.

Un gran silencio cayó sobre la multitud—nunca nadie se había enfrentado a los Hombres del Señor; era una regla no escrita. Nadie quería provocar la furia de Pandesia.

“Hasta donde yo sé, nadie te ha ofrecido un regalo,” dijo con una voz de acero, “o a tu Señor Gobernador.”

La multitud creció con cientos de aldeanos acercándose a ver el tenso momento, sintiendo que venía un enfrentamiento. Al mismo tiempo, otros se alejaron creando espacio alrededor de los dos hombres mientras la tensión en el aire se volvía más intensa.

Kyra sentía latir su corazón. De manera inconsciente apretó más su arco sabiendo que esto estaba creciendo. A pesar de lo mucho que deseaba pelear y conseguir libertad, también sabía que su gente no se podía permitir provocar la furia del Señor Gobernador; incluso si por un milagro los derrotaban, el Imperio Pandesiano estaba detrás de ellos. Podían llamar a divisiones de hombres tan vastas como el mar.

Pero, al mismo tiempo, Kyra estaba orgullosa de Anvin por enfrentarlos. Finalmente alguien lo había hecho.

El soldado frunció el ceño mientras examinaba a Anvin.

“¿Te atreves a desafiar a tu Señor Gobernador?” preguntó.

Anvin no se movió.

“Ese jabalí es nuestro, nadie te lo está dando,” dijo Anvin.

Era suyo,” lo corrigió el soldado, “y ahora nos pertenece.” Volteó hacia sus hombres. “Tomen el jabalí,” les ordenó.

Los Hombres del Señor se acercaron, y mientras lo hacían, una docena de los hombres de su padre se acercaron, apoyando a Anvin y Vidar y obstruyendo el camino de los Hombres del Señor con sus armas en mano.

Yaş sınırı:
16+
Litres'teki yayın tarihi:
09 eylül 2019
Hacim:
272 s. 5 illüstrasyon
ISBN:
9781632912824
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