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CAPÍTULO TERCERO
Caitlin estaba frente al puente de cuerda que conducía a Skye, Caleb estaba a su lado, y Scarlet y Ruth esperaban detrás. Observó la cuerda gastada balancearse violentamente, podía escuchar el silbido del viento a través de las rocas mientras las olas rompían contra los acantilados cientos de metros abajo. El puente estaba mojado y se veía resbaladizo. Si se patinaban hacia afuera Scarlet y Ruth morirían instantáneamente, además Caitlin aun no había probado sus propias alas. Realmente no quería correr el riesgo de cruzar este puente pero necesitaban llegar a la isla de Skye.
Caleb la miró.
"No tenemos muchas opciones", dijo.
"Entonces no hay por qué esperar", respondió ella. “¿Llevo a Scarlet y tú tomas a Ruth?"
Caleb asintió sombríamente mientras Caitlin tomaba a Scarlet y la ponía sobre su espalda, mientras que Caleb sostenía a Ruth en sus brazos. Ruth se retorció en un primer momento, quería bajarse, pero Caleb la sostuvo firmemente, y finalmente se calmó.
No tuvieron más más remedio que ir en fila por el puente estrecho. Caitlin iba primero.
Caitlin dio su primer paso titubeante sobre el puente e, inmediatamente, sintió que los tablones mojados eran muy resbaladizos. Extendió su mano y agarró la barandilla de cuerda para mantener el equilibrio, pero el puente se balanceó y la barandilla se hizo pedazos en sus manos.
Cerró los ojos, respiró hondo, y se concentró. No podía confiar en su vista o en su equilibrio. Necesitaba recurrir a algo más profundo. Pensó de nuevo en las lecciones que la había dado Aiden y recordó sus palabras. Ya no trató de oponerse al puente: en su lugar, trató de sentirse en armonía con él.
Caitlin confió en sus instintos internos y dio varios pasos hacia adelante. Abrió lentamente los ojos y, cuando dio un paso, un tablón cayó hacia el mar. Scarlet gritó, y ella perdió el equilibrio por un momento – rápidamente dio otro paso y lo recobró. El viento mecía el puente nuevamente. Caitlin sentía como si hubiera estado allí por siempre pero, cuando miró hacia arriba, vio que sólo había avanzado unos tres metros. Instintivamente supo que nunca lo lograrían.
Se volvió y miró a Caleb. Vio la expresión en sus ojos y supo que él estaba pensando lo mismo. Más que nada quería simplemente extender sus alas y despegar, pero sintió algo en el aire y supo que Caleb tenía razón: había una especie de energía invisible en torno a esta isla, y no era posible volar sin haber sido invitados primero.
El viento movió nuevamente el puente y Caitlin estaba empezando a desesperarse. Habían llegado demasiado lejos para dar marcha atrás.
Ella tomó instantáneamente una decisión.
"A la de tres, salta, agarra tu lado de la barandilla, y déjate columpiar!" gritó a Caleb. “¡No hay de otra!"
“¿¡Y si se rompe!?" él respondió.
“¡No tenemos otra opción! ¡Si seguimos así, vamos a morir!”
Caleb no discutió.
“¡UNO!" gritó ella, tomando una respiración profunda, “¡DOS! ¡TRES!”
Ella saltó en el aire a su derecha, y vio a Caleb saltar a su izquierda. Escuchó a Scarlet gritar y gemir mientras Ruth caía por el borde. Caitlin extendió la mano y agarró con fuerza la barandilla de cuerda, rogando a Dios que resistiera. Caleb hizo lo mismo.
Unos segundos más tarde, estaban aferrados a la cuerda mientras se movían por el aire a toda velocidad, el agua salada se eleva desde las olas y se estrellaba contra ellos. Por un momento, Caitlin no supo si todavía se estaban balanceando, o estaban cayendo.
Pero después de unos segundos, sintió la tensión de la cuerda en la mano; no estaban cayendo en picada sino que se estaban columpiando hacia el acantilado. Se estaban sosteniendo.
Caitlin se preparó. La cuerda los estaba sosteniendo, era una buena señal. Pero se estaban balanceando demasiado rápidamente, directamente hacia el acantilado. Si se estrellaban, iba a ser muy doloroso.
Giró su hombro y colocó a Scarlet detrás, para que ella pudiera recibir toda la fuerza del golpe. Miró y vio a Caleb hacer lo mismo, sosteniendo a Ruth con un brazo detrás de él mientras inclinaba su hombro. Ambos se prepararon para el impacto.
Un segundo más tarde, se estrellaron contra el muro, el dolor fue tremendo. La fuerza del impacto dejó sin aliento a Caitlin quien se quedó aturdida por un momento. Pero se aferró a la cuerda, y vio que Caleb hacía lo mismo. Se quedó colgando allí, aturdida durante unos segundos, mientras verificaba que Scarlet estuviera bien, y Caleb estuviera ileso. Ambos estaban bien.
Lentamente, Caitlin se recuperó del golpe y empezó a jalar de la cuerda empujándose hacia arriba del acantilado. Levantó la vista y vio que tenía treinta yardas adelante para llegar a la cima. Entonces, cometió el error de darse vuelta y mirar hacia abajo: se trataba de una caída peligrosa y, si la cuerda cedía, caerían cientos de metros en picada sobre las afiladas rocas que estaban debajo.
Caleb siguió subiendo por su cuerda. Los dos estaban ascendiendo a una buena velocidad, aun con los acantilados cubiertos de musgo que los hacían resbalar.
De repente, Caitlin oyó un ruido horrible. Era el sonido de la cuerda rompiéndose.
Caitlin se preparó para caer en picada hacia su muerte, pero se dio cuenta que su cuerda no estaba rompiéndose. Miró por encima de su hombro y vio que era la cuerda de Caleb.
Su cuerda se se estaba quebrando.
Caitlin entró en acción. Se alejó de la roca y echó la cuerda cerca de él, y extendió su mano libre. Se las arregló para agarrar la mano de Caleb justo cuando estaba cayendo en picada. Lo tenía agarrado con la mano libre y lo mantuvo así, colgando en el aire. Luego, con un esfuerzo supremo, lo levantó varios metros hacia una grieta profunda en la pared del acantilado. Caleb, todavía con Ruth, pudo mantenerse firme en un escalón y agarrarse de una roca.
Estaba a salvo, ella pudo ver el alivio en su rostro.
Pero no había tiempo para pensar. Inmediatamente, Caitlin se dio vuelta y se apuró a subir por la cuerda. Su cuerda podía romperse también en cualquier momento, y cargaba a Scarlet en su espalda.
Finalmente, llegó a la cima. Rápidamente, ella saltó a la meseta cubierta de hierba y depositó a Scarlet sobre la tierra. Se sentía tan agradecida de estar sobre la tierra -pero no perdió el tiempo. Se dio vuelta, tomó la cuerda y la arrojó con fuerza varios metros para que colgara cerca de donde Caleb se estaba sosteniendo.
Miró hacia abajo y él la estaba esperando y, cuando la cuerda llegó hasta él, Caleb extendió su mano y la agarró mientras sostenía a Ruth con la otra mano. Se las arregló para empujarse rápidamente hacia arriba. Caitlin miró detenidamente cada paso que daba, rezando para que la cuerda no se rompiera.
Finalmente, llegaron a la cima y rodaron sobre la hierba. Se apresuraron a alejarse de la cornisa, y Scarlet y Ruth se abrazaron mientras Caitlin y Caleb hacían lo propio.
Al igual que Caleb, Caitlin se sintió completamente aliviada.
"Me salvaste la vida", él dijo. "Una vez más.”
Ella respondió con una sonrisa.
“Tú has salvado la mía muchas veces", ella le dijo. "Te debo al menos unas cuantas."
Él le devolvió la sonrisa.
Todos se volvieron y observaron sus nuevos alrededores. La Isla de Skye. Era preciosa, impresionante, mística, desolada y dramática al mismo tiempo. La isla se ondulaba en una serie de montañas y valles y colinas y mesetas, algunas de ellas rocosas y áridas, otras estaban cubiertas de un musgo verde. Todo estaba envuelto por una neblina celestial que se abría camino en los rincones y grietas, y se iluminaba de color naranja y rojo y amarillo bajo el sol de la mañana. Esta isla parecía un lugar de ensueño. Y también parecía un lugar donde los seres humanos posiblemente nunca podrían vivir.
Mientras miraban el horizonte, de pronto, como si fuera una aparición, una docena de vampiros salieron lentamente de la niebla sobre la colina, se dirigían directamente hacia ellos. Caitlin no lo podía creer. Se preparó para la batalla, pero, mientras todos permanecían en sus posiciones, Caleb se acercó y puso una mano sobre la suya para tranquilizarla.
"No te preocupes", dijo Caleb. "Puedo sentirlo. Son amigables.”
Al acercarse, Caitlin pudo ver sus características y sintió que tenía razón. De hecho, se sorprendió de lo que vio.
Allí, de pie, frente a ella, estaban varios de sus viejos amigos.
CAPÍTULO CUATRO
Mientras el barco se mecía violentamente y era empujado hacia la costa rocosa, Sam se preparó para la batalla. Pudo sentir la aprensión de Polly mientras docenas de vampiros guerreros se apresuraban hacia ellos por los acantilados escarpados.
"¿Y ahora qué?", preguntó Polly cuando el barco estaba a unos pocos metros de la orilla.
"No tenemos de otra", respondió Sam. “Los enfrentaremos."
Dicho esto, saltó de la embarcación tomando a Polly de la mano. Los dos saltaron varios metros en el aire y aterrizaron en la orilla. Cuando el agua helada tocó sus pies descalzos, Sam sintió un escalofrío en su columna vertebral que lo despertó completamente. Se dio cuenta de que todavía vestía el equipo de batalla que había usado en Londres – pantalones negros ajustados y camiseta acolchada en los hombros y los brazos, y que Polly, también.
Pero no tenía tiempo para perder. Cuando Sam miró hacia la orilla, vio a docenas de guerreros humanos lanzarse sobre ellos. Vestidos con armaduras y cotas de malla de pies a cabeza, blandiendo espadas y llevando escudos, era la visión clásica de los caballeros de armadura brillante que Sam había visto durante su infancia en los libros ilustrados -los caballeros que una vez quiso ser. Cuando era niño, los había idolatrado. Pero ahora, siendo un vampiro, sabía que era mucho más fuerte que cualquier otro guerrero. Sabía que ellos nunca podrían igualar su fuerza o su velocidad, nunca llegarían a tener sus habilidades para el combate. Por esa razón, Sam no tenía miedo.
Pero, le preocupó Polly. Desconocía sus habilidades para el combate, y la verdad no le gustaba para nada cómo se veían las armas de estos seres humanos. Eran muy diferentes a otras espadas y escudos que había visto antes. Pudo notar, por el brillo del sol de la mañana sobre las espadas, que su punta era de plata. Estaban diseñadas para matar vampiros.
Sabía que era una amenaza real que no podían menospreciar.
Por la expresión en sus rostros, estos humanos hablaban en serio y por sus apretadas formaciones coordinadas era evidente de que estaban bien entrenados. Para los seres humanos, probablemente eran los mejores guerreros de su tiempo. También estaban muy bien organizados, y se lanzaron hacia Sam y Polly desde direcciones contrarias.
Sam no les daría la oportunidad de dar del primer golpe.
Rompiendo en una carrera de velocidad, Sam se lanzó hacia los guerreros humanos moviéndose más rápidamente que ellos.
Era claro que ellos no se lo esperaban. Pudo sentir su vacilación, no sabían cómo reaccionar.
Pero él no les dio tiempo para reaccionar. Con un salto y usando sus alas para propulsarse, voló por encima de sus cabezas hasta que libró a todo el grupo y aterrizó detrás de ellos. Se agachó y agarró una lanza de la espalda de un caballero. No bien aterrizó, la hizo girar arrojando a varios de sus caballos con un solo movimiento.
Los caballos relinchaban y pateaban, afectando al resto del grupo y provocando el caos.
Aún así, estos caballeros estaban bien entrenados y no se dejaron amilanar. Otros caballeros humanos se habrían dispersado inmediatamente, pero éstos, para sorpresa de Sam, se dieron la vuelta y volvieron a agruparse formando una sola línea de carga.
Sam se sorprendió y se preguntó dónde estaba exactamente. ¿Había aterrizado en un reino con una especie de elite guerrera?
Sam no tenía tiempo para averiguarlo. Y no quería matar a estos seres humanos. Una parte de él sentía que ellos no querían matarlos, y solo querían confrontarlos y, tal vez, capturarlos. O, probablemente, ponerlos a prueba. Después de todo, habían arribado a su territorio: intuía que querían saber que se traían entre manos.
Al menos, había logrado desviar su atención de Polly. Solo se lanzaban hacia él.
Sam hizo la lanza hacia atrás y la apuntó directamente al escudo de su líder – quería aturdirlo pero no matarlo- y se la arrojó.
Fue un golpe certero. Sacó el escudo limpiamente de su mano y lo derribó de su caballo. El caballero aterrizó sobre el piso con un fuerte ruido metálico.
Sam saltó y sacó la espada y el escudo de las manos del caballero. Justo a tiempo, porque varios golpes cayeron sobre él. Sam los bloqueó a todos y arrancó una maza de las manos de un caballero. Cogió el eje de madera, lo hizo hacia atrás, y giró la bola mortal de metal mientras la cadena describía un amplio arco. Se escuchó el sonido del metal en todas direcciones mientras Sam quitaba las espadas de las manos de una docena de guerreros. La continuó balanceando golpeando varios de sus escudos y derribando a más guerreros.
Pero, de nuevo, Sam se sorprendió. Cualquier otro guerrero humano habría huido en caos; pero no estos hombres. Los que habían sido arrojados de sus caballos, aun aturdidos, se reagruparon, tomaron sus armas de la arena, y se formaron en torno a Sam, rodeándolo. Esta vez, se mantuvieron a una mayor distancia de él, la suficiente para que Sam no pudiera golpearlos con la maza.
Y aun más preocupante, de repente todos, desde todas las direcciones, extrajeron ballestas de sus espaldas y le apuntaron. Sam notó que estaban cargadas con flechas de punta de plata. Estaban construidas para matar. Tal vez había sido demasiado indulgentes con ellos.
Ellos no dispararon, pero seguían apuntándole. Sam se dio cuenta de que estaba en un aprieto. No podía creerlo. Cualquier movimiento precipitado podría ser su último.
"Suelten sus arcos," se escuchó una voz acerada fría.
Los humanos volvieron lentamente sus cabezas y Sam volvió la suya también.
No podía creerlo. Allí, de pie, en el perímetro exterior del círculo estaba Polly. Sostenía a uno de los soldados en un abrazo mortal, tenía el antebrazo envuelto alrededor de su garganta y sostenía una pequeña daga de plata en su garganta. El soldado se quedó allí, congelado, incapaz de zafarse del agarre de Polly; con los ojos desorbitados por el miedo, tenía la mirada de un hombre a punto de morir.
"Si no lo hacen," Polly continuó, "este hombre va a morir.”
A Sam le sorprendió el tono de su voz. Nunca había visto a Polly como un guerrero, nunca la había visto tan fría y firme. Era como si estuviera en presencia de una persona totalmente nueva y estaba muy impresionado.
Al parecer, los seres humanos también lo estaban. Lentamente, de mala gana, uno por uno, dejaron caer sus ballestas en la arena.
“Bájense de los caballos", Polly les ordenó.
Poco a poco, cada uno obedeció y desmontó. Docenas de guerreros humanos estaban a merced de Polly quien sostenía al hombre como rehén.
"Entonces. La chica salva al chico, ¿verdad?” de repente se escuchó una voz altisonante y alegre. Le siguió una carcajada profunda y todas las cabezas se volvieron.
De la nada, apareció un guerrero humano envuelto en pieles, con una corona, montaba un caballo y estaba flanqueado por una docena de soldados. Por su apariencia, era evidente de que era su rey. Tenía pelo desordenado de color naranja, una gruesa barba del mismo color y ojos verdes brillantes y traviesos. Se echó hacia atrás y se rió de buena gana, mientras observaba la escena frente a él.
"Impresionante", continuó, al parecer divertido por todo el asunto. "Muy impresionante, verdaderamente."
Desmontó, e inmediatamente todos sus hombres se hicieron a un lado mientras él entraba al círculo. Sam se sintió enrojecer, al darse cuenta de que al rey le debió parecer que él no podía combatir y que no habría sabido defenderse, si no hubiera sido por Polly. Lo cual era, al menos en parte, cierto. Pero no estaba demasiado molesto porque estaba muy agradecido con ella por haberlo salvado.
Y se sintió aun más avergonzado cuando el rey no le hizo caso y caminó hacia Polly.
"Puedes soltarlo", le dijo el Rey, sin dejar de sonreír.
"¿Por qué debería hacerlo?", preguntó ella, mirando al rey y a Sam, todavía cautelosa.
"Porque no íbamos a hacerles daño. No era más que una prueba. Para saber si eran dignos de estar en Skye. Después de todo,” se rió", ¡ustedes llegaron a nuestras costas!"
El Rey rompió en carcajadas otra vez, y varios de sus hombres dieron un paso adelante y le entregaron dos largas espadas enjoyadas que brillaban con la luz de la mañana; estaban cubiertas con rubíes y zafiros y esmeraldas. Sam se sorprendió: eran las espadas más hermosas que jamas había visto.
"Han pasado nuestra prueba," el Rey anunció. "Y esto es para ustedes. Es un regalo.”
Sam se acercó a Polly mientras ella lentamente soltaba a su rehén. Cada uno tomó una espada y los dos examinaron la empuñadura con joyas incrustadas. A Sam le maravilló su artesanía.
“Para dos guerreros muy dignos", dijo. "Nos sentimos honrados de darles la bienvenida."
Se dio vuelta y comenzó a caminar, era claro que Sam y Polly debían seguirlo. Mientras caminaba, él tronó:
"Bienvenidos a nuestra isla de Skye."
CAPÍTULO CINCO
Seguidos por Scarlet y Ruth, y flanqueados por Taylor, Tyler y varios otros miembros de la cofradía de Aiden, Caitlin y Caleb caminaron a paso vivo a través de la isla de Skye. Caitlin estaba encantado de verlos. Tras las dificultades iniciales para llegar a este lugar y a esta época, por fin tenía una sensación de paz y tranquilidad; sabía que estaban en el lugar correcto. Taylor y Tyler, y toda la gente de Aiden, también se habían emocionado de verlos. Era tan extraño encontrarlos en un tiempo y lugar tan diferentes, en este clima frío, en esta isla cruda y estéril en medio de la nada. Caitlin se dio cuenta de que si bien podían cambiar los tiempos y lugares, la gente no lo hacía.
Taylor y Tyler los llevaron en un recorrido a paso ligero por la isla, y llevaban horas caminando. Inmediatamente, Caitlin les había preguntado si tenían alguna noticia de Sam o Polly; se sintió abatida cuando le dijeron que no. Desesperadamente, esperaba que también hubieran regresado en el tiempo.
Mientras caminaban, Taylor los puso al corriente de los rituales de su cofradía, sus hábitos, los nuevos métodos de entrenamiento, y todo lo que Caitlin podría querer saber. Ella se dio cuenta de que Skye era impresionante, uno de los lugares más hermosos en los que jamás había estado. Se veía antiguo, primordial, con piedras elevándose en el paisaje, colinas cubiertas de musgo, lagos de montaña que reflejaban el sol de la mañana, y una hermosa niebla que parecía colgar sobre todo.
"La niebla nunca nos abandona," dijo Tyler, sonriendo mientras leía la mente de Caitlin.
Caitlin se sonrojó, avergonzada como siempre, por la facilidad con que los demás podían leer sus pensamientos.
"De hecho, de ahí viene su nombre: Skye significa 'la isla en la niebla'", dijo Taylor. "Le da un telón de fondo bastante dramático a todo, ¿no te parece?"
Caitlin asintió mientras contemplaba el paisaje.
"Y es útil cuando peleamos contra nuestros enemigos," Tyler intervino. "Sin embargo, nadie se atreve ni siquiera a acercarse a nuestras costas."
“No los culpo", dijo Caleb. “No es una entrada para nada acogedora."
Taylor y Tyler sonrieron.
"Sólo los dignos pueden acercarse. Esa es nuestra prueba. Han pasado años desde la última vez que alguien trató de visitarnos -y después de muchos años pasaron esa prueba y llegaron con vida a nuestras costas.”
"Sólo los dignos pueden sobrevivir y entrenar aquí", dijo Taylor. "Sin embargo, el entrenamiento es el mejor del mundo."
"Skye es un lugar que no perdona", añadió Tyler, "un lugar de extremos. La cofradía de Aiden está muy unida aquí, como nunca antes. Casi nunca nos vamos. Entrenamos juntos casi todo el día, y en el más extremo de los ambientes -en el frío, la niebla, la lluvia, los acantilados, en las montañas, en los lagos congelados, en las costas rocosas, a veces incluso en el mar. Hay pocos métodos de entrenamiento que no hemos probado. Y somos más aguerridos que nunca.”
"Y no entrenamos solos", añadió Tyler. “Los guerreros humanos viven aquí también, dirigidos por su Rey, McCleod. Tienen un castillo y su propia legión de guerreros, y todos vivimos y entrenamos juntos. Es algo fuera de lo común, los vampiros y los humanos entrenando juntos. Pero aquí estamos muy cerca. Todos somos guerreros, y todos respetamos el código del guerrero.”
"Aunque, por supuesto," dijo Tyler, "no podemos aparearnos. A muchos de ellos les gustaría tener nuestras habilidades de vampiro, pero Aiden tiene reglas estrictas que prohíben convertir a los seres humanos. Los humanos se han resignado al hecho de que nunca van a ser como nosotros. Vivimos y entrenamos juntos en armonía. Perfeccionamos sus habilidades más allá de lo que cualquier humano podría soñar. Y nos ofrecen refugio y protección. Tienen un arsenal de armas con punta de plata y, si alguna cofradía rival nos ataca, ellos están listos para defendernos.”
“¿Un castillo?" Scarlet preguntó de repente. “¿Un auténtico castillo?"
Taylor miró hacia abajo, y sonrió divertida. Se acercó y tomó la mano de Scarlet mientras caminaba.
"Sí, cariño. Te estamos llevando allí ahora mismo. De hecho,” dijo mientras doblaba en una una colina y señalaba, "está justo allí.”
Todos se detuvieron y a Caitlin le sorprendió la vista. Ante ellos, se extendían colinas, montañas, lagos y, a lo lejos, a la orilla de un gran lago, encaramado en su propio pequeño acantilado, había un antiguo castillo.
“El Castillo de Dunvegan," Taylor anunció. “El hogar de los reyes de Escocia durante siglos."
"WOW!" gritó Scarlet. "Mami, ¡vamos a vivir en un castillo!"
Caitlin no pudo evitar sonreír al igual que los demás, el entusiasmo de Scarlet era contagioso.
“¿¡Puede venir Ruth, también!?" preguntó Scarlet. Caitlin miró a Taylor, quien asintió con la cabeza. "Por supuesto que puede, cariño.”
Scarlet gritó de alegría abrazando a Ruth, y el grupo se apresuró a bajar la pendiente hacia el castillo lejano.
Mientras Caitlin observaba el castillo, percibió que sus paredes podrían ocultar secretos profundos, secretos que podrían ayudarla a encontrar a su padre. Una vez más, sintió que estaba en el lugar correcto.
"¿Está Aiden aquí?" Caitlin le preguntó a Tyler.
"Eso es lo que nos hemos estado preguntando desde hace un tiempo," contestó Tyler. "No lo he visto en semanas. A veces desaparece por un tiempo. Ya sabes cómo es.”
Caitlin lo sabía, por supuesto. Recordó todas las épocas, todos los lugares en los que ella había estado con ellos. Desesperadamente, necesitaba hablar con él ahora, para saber por qué habían aterrizado allí, para averiguar si Sam y Polly estaban bien, y para saber más acerca de la llave final -y, sobre todo, si su padre estaba allí. Tenía muchas preguntas candentes que se estaba muriendo por preguntarle. Como, ¿qué había sucedido en Londres antes de que todos regresaran en el tiempo? ¿Kyle había logrado sobrevivir?
Mientras se acercaban al castillo, Caitlin admiró su arquitectura -se elevaba a cincuenta metros de altura y se extendía por muchos niveles en forma rectangular, tenía varias torres cuadradas y parapetos. Se erguía con valentía y orgullo en la cima de un acantilado con vistas al gran lago y el cielo abierto y, a diferencia de otros castillos, era amplio y estaba bien iluminado con docenas de ventanas. Su entrada era impresionante, con una amplia calzada de piedra que conducía a una puerta frontal y a una imponente puerta arqueada. No era un lugar al que se podía acercar con facilidad y, cuando Caitlin miró hacia arriba, vio en todas las torres guardias humanos que los observaban como si fueran halcones.
Cuando se acercaron a la entrada, repentinamente se escucharon trompetas, seguidos por el estruendo de los cascos de los caballos.
Caitlin se volvió. Galopando sobre el horizonte, corriendo directamente hacia ellos, había docenas de guerreros humanos vestidos con armaduras. Al frente de ellos había un hombre imponente vestido con pieles, con una gran barba naranja, flanqueado por sus asistentes, tenía el porte de un rey. Tenía rasgos faciales suaves y parecía ser el tipo que sonreía con facilidad. Lo seguía un gran séquito de guerreros, y Caitlin se habría preocupado si Taylor y Tyler no hubieran estado tan relajados. Claramente, eran amigos.
Cuando los soldados se detuvieron frente a ellos y se separaron, Caitlin se detuvo en seco, sorprendida.
Allí, en el centro del grupo que desmontaba, había dos de las personas que más quería en el mundo. No lo podía creer. Parpadeó varias veces. Eran realmente ellos.
De pie frente a ella, sonriendo, estaban Sam y Polly.
*
Ante los dos grandes grupos de guerreros, Caitlin y Sam se acercaron y se reunieron en un enorme abrazo. Caitlin se sintió tan aliviada de estar abrazando a su hermano y ver y sentir que estaba vivo, y comprobar que realmente estaba allí. Luego, abrazó a Polly, mientras Caleb se acercaba y también le daba un abrazo a Sam y a Polly.
“¡Polly!" Scarlet gritó mientras corría hacia ella con Ruth ladrando a su lado. Polly se arrodilló y le dio un gran abrazo, levantándola en los brazos.
“¡Creí que nunca te volvería a ver!", dijo Scarlet.
Polly sonrió. “¡No vas a poder deshacerte de mí tan fácilmente!"
Ruth ladró y Polly se arrodilló y la abrazó, mientras que Sam abrazaba a Scarlet.
Caitlin sintió la calidez de tener a su familia y seres queridos con ella. Recordó los días en Londres cuando todos habían estado enfermos y moribundos, cuando no podía imaginar que una escena feliz pudiera ser posible. Se sentía muy agradecida de que todo se había resuelto y le maravilló pensar en todas las vidas que ya había vivido. Estaba muy agradecida por la inmortalidad. No podía imaginar cómo podría haber hecho tanto con una sola vida.
"¿Qué pasó con ustedes?" Caitlin le preguntó a Sam. "La última vez que te vi, me prometiste que no dejarías a Caleb y Scarlet. Y cuando volví, te habías ido.”
Caitlin estaba todavía molesta por su traición.
Sam y Polly miraron hacia abajo avergonzados.
"Lo siento mucho", dijo Sam. "Fue mi culpa. Secuestraron a Polly y fui a recatarla.”
"No, es mi culpa", dijo Polly. "Sergei había dicho que había una cura para Caleb y Scarlet y que lo acompañara para buscarla. Fui muy estúpida -le creí. Creí que iba a salvarlos. Pero rompí mi promesa. ¿Vas a perdonarme? "
"¿Y a mí?" preguntó Sam.
Caitlin miró sus rostros y vio que lo decían con total sinceridad. Una parte de ella aún estaba molesta porque habían roto su promesa y habían dejado a Scarlet y Caleb expuestos a los ataques. Pero, otra parte de ella, la parte que estaba cambiando, le decía que debía perdonarlos y olvidarse del asunto.
Ella respiró hondo y se concentró para soltar su pensamiento. Exhaló y asintió con la cabeza.
"Sí, los perdono", dijo.
Ambos sonrieron.
“Tú podrás perdonarlos," el rey McCleod dijo de pronto, desmontando y caminando hacia ellos, “¡pero yo no voy a perdonarlos por avergonzar a mis hombres de esa manera!", dijo, dejando escapar una carcajada. "Especialmente a Polly. Los dos avergonzaron a mis mejores guerreros. Claramente, tenemos mucho que aprender de ustedes así como hemos aprendido de los demás. Los vampiros contra los humanos. Nunca es justo ", dijo, sacudiendo la cabeza con otra carcajada.
McCleod dio un paso adelante y se acercó a Caitlin y Caleb. De inmediato, a Caitlin le cayó muy bien. Él se apresuró a sonreír, tenía una risa profunda y reconfortante, y parecía que todos estaban a gusto a su alrededor.
"Bienvenidos a nuestra isla", dijo tomando la mano de Caitlin y besándola con una reverencia. Luego, se acercó y estrechó calurosamente la mano de Caleb entre las suyas. "La Isla de Skye. No hay un lugar igual en el mundo. El hogar Desesperado de los mejores guerreros. Este castillo ha estado en mi familia por cientos de años. Se quedarán con nosotros. Aiden se va a emocionar. Así como mis hombres. ¡Oficialmente les doy la bienvenida!", dijo con voz de mando, y todos sus hombres vitorearon.
Caitlin se sintió abrumada por su hospitalidad. No sabía qué decir.
"Es un gran gusto", ella dijo.
"Y le damos gracias por su bondad," dijo Caleb.
"¿Eres un rey?" Scarlet dio un paso adelante y le preguntó. "¿Hay una princesa real aquí?"
El rey miró hacia abajo y se puso a reír a carcajadas, eran más fuertes y más profundas que antes. "Bueno, ahora, yo soy el rey, sí de verdad, pero me temo que no hay una princesa aquí. Sólo estamos nosotros, puros hombres. ¡Pero quizás tú puedas corregir eso, mi belleza!", dijo con una risa y dio dos pasos hacia delante, levantó a Scarlet y la hizo girar. “¿Y cómo te llamas?"
Scarlet se sonrojó, de repente se vio tímida.
"Scarlet", dijo ella, mirando hacia abajo. "Y esa es Ruth," dijo mientras la señalaba.
Ruth ladró como toda respuesta, y McCleod la bajó con una sonrisa y acarició la piel de Ruth.
"Estoy seguro de que todos ustedes tienen mucho hambre", dijo. “¡Vamos al castillo!", gritó. “¡Es hora de celebrar!"
Todos sus hombres gritaron, se dieron vuelta como un grupo, y se dirigieron a la entrada del castillo. Las filas de guardias se cuadraron.
Sam pasó un brazo alrededor del hombro de Caitlin, y Caleb alrededor del hombro de Polly mientras todos caminaban hacia la entrada del castillo. Caitlin sabía que no debía pero, a pesar de sí misma, tuvo la esperanza de que, una vez más, había encontrado un hogar permanente, un lugar en el mundo donde todos ellos podrían, por fin, vivir en paz para siempre.