Kitabı oku: «Jurada », sayfa 3
CAPÍTULO SEIS
Era la bienvenida más cálida y más lujosa que Caitlin hubiera podido imaginar. Su llegada había iniciado una gran celebración. Se había encontrado con todos los demás miembros de la cofradía, y vio caras que no había visto en lo que le parecía una eternidad -Barbara, Caín, y muchos otros. Todos se sentaron a almorzar un banquete enorme alrededor de una mesa en el cálido castillo de piedra, con pieles debajo de sus pies, antorchas en las paredes, la chimenea encendida y perros corriendo por todos lados. La habitación era cálida y acogedora, y Caitlin se dio cuenta de que hacía frío afuera -era finales de octubre, le habían dicho a Caitlin. 1350. Caitlin no lo podía creer. Estaban a casi 700 años del siglo 21.
Siempre había tratado de imaginar como podría ser la vida en este tiempo, en la época de los caballeros, de armaduras, castillos … pero nunca había imaginado algo así. A pesar del marcado cambio en el entorno y la ausencia de grandes pueblos o ciudades, la gente era todavía muy cálida, muy inteligente, muy humana. En muchos sentidos, no había tanta diferencia con la gente de su tiempo.
Caitlin se sintió muy a gusto en esta época y en este lugar. Había pasado horas poniéndose al día con Sam y Polly, escuchando sus historias, su versión de lo que les había pasado en Inglaterra. Se había horrorizado al enterarse de lo que había sucedido entre Sergei y Polly, y estaba orgullosa de Sam por haberla salvado.
Y durante toda la noche, no pudo dejar de notar que Sam apenas quitaba sus ojos de Polly. Como hermana mayor, sintió que había ocurrido un cambio importante en su hermano. Se veía más maduro y, por primera vez, verdadera y totalmente enamorado.
Sin embargo, Polly se veía un poco evasiva. Fue difícil para Caitlin tener una idea exacta de los sentimientos de Polly hacia Sam. Tal vez porque Polly era más reservada. O tal vez porque, esta vez, a Polly realmente le importaba. Caitlin podía sentir que, en el fondo, Sam significaba el mundo para ella y que se estaba cuidando de no revelar sus sentimientos para no estropearlo todo. Caitlin se dio cuenta de que a veces, cuando Sam miraba hacia otro lado, Polly le lanzaba una mirada furtiva. Pero, luego, rápidamente desviaba la mirada para que Sam no la atrapara mirándolo.
Sin lugar a dudas, su hermano y su mejor amiga estaban a punto de convertirse en una pareja. La idea la emocionó mucho. Y le divertía que ambos estaban negando lo que les estaba pasando, e incluso fingían lo contrario.
En la mesa también había nuevos amigos humanos, y Caitlin conoció a mucha gente a quien sentía muy cercana. Todos eran guerreros. El rey se sentó en la cabecera, rodeado de docenas de caballeros. A lo largo de la tarde, todos cantaron canciones beber, y se rieron fuertemente mientras contaban historias de batallas y de cacerías. Caitlin se dio cuenta de que estos escoceses eran cálidos, amables, hospitalarios, les gustaba beber, y eran grandes narradores. Y sin embargo, también eran muy nobles y orgullosos, y grandes guerreros.
La comida y las historias se prolongaron por horas y el almuerzo se extendió hasta entrada la tarde. Las antorchas se extinguieron y las volvieron a encender. Agregaron docenas de leños a la enorme chimenea de piedra y se reemplazaron las enormes cubas de vino. Eventualmente, todos los perros se cansaron y se durmieron sobre las alfombras. Scarlet finalmente se quedó dormida sobre el regazo de Caitlin, mientras Ruth se acurrucó junto a Scarlet. Ruth había comido gracias a Scarlet, quien la había alimentado con carne. Una docena de perros se sentaron alrededor de la mesa pidiendo las sobras, pero todos tuvieron el buen tino de mantenerse lejos de Ruth. Y Ruth tampoco parecía interesada en jugar con ellos.
Algunos de los guerreros, saciados de comida y bebida, también se quedaron dormidos en sus pieles. Caitlin se encontró a la deriva, atenta a otros tiempos y lugares, y a otros asuntos. Se preguntó cuál sería su siguiente pista; si su padre estaría en este lugar y este tiempo; donde la llevaría su próximo viaje. Sus ojos comenzaron a cerrarse, cuando de repente, oyó su nombre.
Era el rey, McCleod, dirigiéndose a ella por encima del estruendo.
"¿Y qué piensas, Caitlin?", él preguntó de nuevo.
Lentamente, todos en la mesa hicieron silencio mientras se volvían y miraban en su dirección.
Caitlin se sintió avergonzada porque no había estado escuchando la conversación. El rey la miró, como esperando una respuesta. Finalmente, ella se aclaró la garganta.
"¿Qué opinas del Santo Grial?", el rey preguntó de nuevo.
¿El Santo Grial? Caitlin se preguntó. ¿Eso era de lo que estaban hablando?
No tenía ni idea. No había estado pensando en el Santo Grial para nada, y apenas sabía lo que era. Deseaba haber estado escuchando su conversación. Trató de recordar lo que era, y volvió a pensar en los cuentos de hadas de la infancia, en los mitos y leyendas. En las historias del Rey Arturo. Excalibur. El Santo Grial …
Poco a poco, empezaba a acordarse. Si recordaba correctamente, se rumoreaba que el Santo Grial era un cáliz o copa que contenía un líquido especial … .Sí, ahora recordaba. Algunas personas decían que el Santo Grial contenía la sangre de Cristo y, que si se bebía, te volvía inmortal. Si no recordaba mal, los caballeros habían pasado cientos de años buscándolo y habían arriesgado sus vidas buscándolo en los confines de la tierra. Y nadie lo había encontrado .
"¿Crees que alguna vez lo encontrarán?" McCleod preguntó de nuevo.
Caitlin se aclaró la garganta, toda la mesa la estaba mirando esperando una respuesta.
"Um …" ella comenzó, "En realidad, no he pensado mucho en ello", respondió. "Pero si realmente existe … entonces no veo por qué no pueda encontrarlo."
Hubo un pequeño rugido de aprobación en la mesa.
"Ves," dijo McCleod a uno de sus caballeros. "Ella es optimista. Yo también creo que se va a encontrar.”
"Cuentos de viejas", dijo un caballero.
"¿Y qué vas a hacer cuando lo encuentres?", preguntó otro caballero. "Esa es la verdadera pregunta."
"¿Pues, voy a hacerme inmortal", contestó el rey, rompiendo en una carcajada.
"Para eso no es necesario el Santo Grial", dijo otro caballero. "Todo lo que necesitas es ser convertido."
De repente, un silencio tenso cayó sobre la mesa. Era evidente que este caballero había hablado demasiado y había cruzado una línea mencionando algo que era un tabú. Bajó la cabeza avergonzado reconociendo su error.
Caitlin vio cómo repentinamente McCleod oscurecía su expresión y, en ese momento, se dio cuenta de que desesperadamente quería ser convertido. Y que estaba profundamente resentido con la cofradía de Aiden por no permitírselo. Este caballero había planteado un punto delicado que ponía en tensión a las dos razas.
"¿Y cómo es?", preguntó el rey en voz alta, dirigiendo, por alguna razón, su pregunta a Caitlin. “¿La inmortalidad?"
Caitlin se preguntó por qué, de todos los vampiros en la habitación, le tuvo que preguntar a ella. ¿Cómo era? ¿Qué podía decir? Por un lado, le encantaba la inmortalidad, le encantaba vivir en todos estos tiempos y lugares, ver a su familia y amigos una y otra vez. Por otra parte, algunas partes de ella deseaba tener una vida normal, simple, que su vida tuviera un curso normal. Por encima de todo, le sorprendía lo breve que parecía la inmortalidad: por un lado, se sentía como que se vivía para siempre pero, por otro lado, parecía que nunca había suficiente tiempo.
"No se siente tan permanente como se podría imaginar."
El resto de la mesa asintió en señal de aprobación a su respuesta.
De repente, McCleod se levantó de su silla. Todos los demás se levantaron también.
Mientras este extraño intercambio daba vueltas en la cabeza de Caitliny ella se preguntaba si lo había molestado, de repente sintió la presencia del rey cerca de ella. Se dio vuelta, él estaba de pie a su lado.
“Eres muy sabia a pesar de tu edad", dijo. "Ven conmigo. Y también tus amigos. Quiero mostrarte algo. Algo que te ha estado esperando desde hace mucho tiempo".
Caitlin se sorprendió. No tenía idea de lo que podría ser.
McCleod se volvió y se pavoneó por el pasillo, mientras Caitlin y Caleb, así como Sam y Polly, se levantaron y lo siguieron. Se miraron el uno al otro con asombro.
Cruzaron el amplio piso de piedra siguiendo al rey a través de la enorme sala y por una puerta lateral, mientras los caballeros alrededor de la mesa se sentaron y reanudaron su comida.
McCleod caminó en silencio, pavoneándose por un estrecho pasillo iluminado por antorchas mientras Caitlin, Caleb, Sam y Polly lo seguían. Los antiguos pasillos de piedra daban vueltas y giraban, y los condujeron a una escalera.
McCleod tomó una antorcha de la pared y los guió por una escalera hacia la total oscuridad. Mientras caminaban, Caitlin empezó a preguntarse a dónde los estaba conduciendo. ¿Qué quería mostrarles? ¿Una antigua arma de algún tipo?
Finalmente, llegaron a un nivel subterráneo bien iluminado por antorchas, y Caitlin se sorprendió ante lo que vio. El techo abovedado bajo brillaba enchapado en oro. Caitlin vio imágenes ilustradas de Cristo, los Caballeros, escenas de la Biblia, mezclados con diversos signos y símbolos extraños. El piso era de una piedra antigua y se veía muy gastado, Caitlin no pudo evitar sentir que había entrado a la cámara del tesoro secreto.
El corazón de Caitlin empezó a latir más rápidamente al sentir que algo importante se avecinaba. Se apresuró para alcanzar al Rey.
“Ha sido la bóveda del tesoro del clan McCleod durante mil años. Aquí tenemos nuestro tesoro más sagrado, armas y posesiones. Pero hay una posesión que es más valiosa y más sagrada que todas las demás.”
Se detuvo y se volvió hacia ella.
"Es un tesoro que hemos estado guardando para ti."
Se dio vuelta y, cuando tomó una antorcha de una pared lateral, de repente, en la pared se abrió una puerta oculta en la piedra. Caitlin estaba asombrada: no se había imaginado de que algo así estuviera allí.
McCleod se volvió y los condujo por otro pasillo que daba vueltas y vueltas. Finalmente, llegaron a una pequeña sala. Ante ellos, había un trono sobre el que había un único objeto: un pequeño cofre enjoyado. La luz de la antorcha parpadeó sobre el cofre iluminándolo, con cautela McCleod se agachó y lo tomó.
Lentamente, levantó la tapa. Caitlin no lo podía creer.
Allí, en el interior del cofre, había una pieza de pergamino antiguo, desteñido, de color antiguo, arrugado y partido a la mitad. Estaba cubierto con una antigua escritura a mano, era una escritura delicada, en un idioma que Caitlin no reconoció. A lo largo de sus bordes había letras multicolores, dibujos y símbolos y, en su centro, había un dibujo semi-circular. Pero, dado que estaba partido a la mitad, Caitlin no podía entender qué era.
“Es para ti", él dijo, con cautela levantándolo y dándoselo.
Caitlin sostuvo el pedazo de pergamino roto, que se arrugaba en sus manos, y lo alzó a la luz de las antorchas. Era una página rasgada, tal vez de un libro. Con toda su delicada simbología, parecía una obra de arte en sí mismo.
"Es la página que falta del Libro Sagrado", explicó McCleod. "Cuando encuentres el libro, la página estará completa. Y cuando lo esté, encontrarás la reliquia que todos estamos buscando.”
Se volvió y la miró.
"El Santo Grial."
CAPÍTULO SIETE
Caitlin se sentó en su enorme recámara en el Castillo de Dunvegan frente a un escritorio, mirando por la ventana el cielo del atardecer. Examinó la página rasgada que McCleod le había dado, levantándola contra la luz. Lentamente, pasó los dedos sobre las letras latinas en relieve. Se veían y se sentían antiguas. Toda la página estaba muy bella e intrincadamente diseñada, y ella se maravilló de los colores intrincados en los bordes del papel. En aquel entonces, se dio cuenta, se hacían libros que eran obras de arte en sí mismas.
Caleb yacía sobre su cama, mientras Scarlet y Ruth estaban tendidas sobre una pila de pieles frente a la chimenea en el lado opuesto de la habitación. Esta habitación era tan grande que, incluso con todos ellos allí, Caitlin podía sentirse sola con sus pensamientos. En la habitación contigua, sabía, estaban Sam y Polly. Había sido un largo día y una larga fiesta con la cofradía de Aiden y los hombres del rey, y todos estaban preparándose para pasar la noche.
Caitlin no podía dejar de pensar en la página rasgada, la pista, a donde podría llevarla, y si encontraría la cuarta llave. ¿Su padre estará allí esta vez? ¿Él la estaría esperando, muy cerca? El corazón le latía muy rápidamente al pensar en él. ¿Significaba que finalmente encontraría el escudo? ¿Que todo esto habría terminado? ¿Y qué iba a hacer entonces? ¿A dónde iría?
Eran demasiadas preguntas para que las pudiera pensar todas al mismo tiempo. Sentía que tenía que concentrarse en la pista frente a ella, y dar un paso a la vez. Pensó en lo que le había dicho McCleod sobre el Santo Grial. Que él y sus hombres habían dedicado sus vidas buscándolo. Esa leyenda decía que una mujer llegaría y los conduciría hasta él. McCleod creía que ella, Caitlin, era esa mujer. Razón por la cual le había dado su pista tan preciada, la antigua hoja de papel.
Pero Caitlin no estaba tan segura. ¿Era el grial sólo un mito? ¿O era real? Y ¿cómo se conectaba con su búsqueda?
Caitlin no sabía a dónde podría conducir todo esto pero, al reflexionar, se dio cuenta de que, una vez más, había encontrado por fin un lugar, en este castillo, con estas personas, donde experimentaba una sensación de paz y comodidad. Se sentía como en casa en Skye, en este castillo, con este rey, con sus caballeros, y por supuesto, de vuelta con la cofradía de Aiden. Estaba encantada de estar con Caleb, Scarlet, Sam y Polly. Sentía que todo en el mundo de nuevo estaba bien. Hacía frío y viento pero, con el fuego en su chimenea, se sentía acogedor allí adentro, y realmente no quería aventurarse por ahí afuera buscando más pistas. Quería quedarse allí. Podía verse a sí misma construyendo una casa en Skye con Caleb, y Scarlet, y Ruth.
Si la presionaban para que siguiera adelante con su misión, ¿cómo afectaría eso su relación con Caleb? ¿O pondría en peligro a Scarlet o Ruth? Parecía que cada vez que estaba más cerca de encontrar otra llave, empezaban a suceder cosas malas.
Lentamente, Caitlin dejó la frágil pieza de papel y se quedó mirando su diario que estaba sin abrir sobre el escritorio. Ahora se veía desgastado; ancho por el uso, parecía una reliquia en sí mismo. Lo tomó y lentamente pasó las páginas hasta que estuvo a punto de llegar al final. Con un sobresalto, se dio cuenta de que no le quedaban muchas páginas en blanco. No lo podía creer. La primera vez que había comenzó este diario, le había parecido como si fuera a durar para siempre.
Levantó la pluma, la mojó en la tinta, y empezó a garabatear.
No puedo creer estar casi al final de este diario. Leo algunas de mis entradas anteriores, como la de la ciudad de Nueva York, y siento como si hubiera ocurrido hace muchas vidas. Pero también siento como si todo hubiera ocurrido ayer.
Pienso en todo lo que he pasado, y ni siquiera sé por dónde empezar. Han pasado demasiadas cosas para contarlo todo. Así que sólo escribiré las cosas más importantes.
Caleb está vivo. Sobrevivió a su enfermedad. Ya estoy de vuelta con él ahora. Y vamos a casarnos. Nada podría hacerme más feliz.
Scarlet, la niña de ocho años de edad más bella del mundo, está con nosotros. Ella es nuestra hija. Sobrevivió a su enfermedad también, y estoy muy contenta.
Por no hablar de Ruth que se ha hecho más grande y más fuerte que Rose y es el animal más leal y protector que jamás he visto. Ella es una parte muy importante de nuestra familia, como lo son Scarlet y Caleb.
Y estoy encantada de haberme reunido con Sam y Polly. Finalmente, siento que toda mi familia está junta otra vez, bajo un mismo techo.
Estoy nerviosa de nuestra boda. Caleb y yo no hemos tenido la oportunidad de hablar de ello, pero creo que será pronto. Cuando era más joven, siempre traté de imaginar el día de mi boda. Pero nunca imaginé algo remotamente parecido a lo que va a ser. ¿Una boda de vampiros? ¿Cómo será?
Espero que él todavía me ame tanto como yo lo amo. Tengo la sensación de que sí. Me pregunto si él también está nervioso por la boda.
Miro mi anillo, el anillo que me dio, tan hermoso, cubierto de todas estas joyas brillantes. Todo esto no se siente real. Para nada. Pero, al mismo tiempo, siento que he estado conectado con él desde siempre.
Quiero encontrar a mi papá. De verdad. Pero no quiero buscar más, y no quiero que las cosas cambien. Nada de eso. Quiero estar con Caleb. Y quiero que tengamos nuestra boda. ¿Es malo que ponga nuestra boda en primer lugar?
Caitlin cerró su diario y bajó la pluma. Aún perdida en otro mundo, parpadeó y miró alrededor de la habitación. Se preguntó cuánto tiempo había pasado desdeque se había puesto a reflexionar; miró por la ventana y vio que ya era de noche y, cuando miró hacia la habitación, vio que Scarlet y Ruth todavía estaban profundamente dormidas. En el otro lado de la sala, bajo la luz de las antorchas, Caleb parecía dormir también.
Caitlin también se sintió somnolienta. Sentía que necesitaba dormir para despejar su cabeza, para tener un poco de aire. Se levantó de la mesa en silencio y cruzó la habitación para deslizarse afuera. Agarró un chal de piel y se lo envolvió alrededor de los hombros. Sin embargo, justo cuando llegó a la puerta, oyó a alguien aclararse la garganta.
Vio a Caleb mirarla con un ojo abierto, le estaba haciendo señas.
Ella se dio vuelta y se acercó a él, y mientras Caleb palmeaba la cama, ella se sentó a su lado.
Él sonrió mientras abría lentamente los ojos. Como siempre, a ella le impactó su belleza. Sus rasgos faciales eran tan perfectos, tan limpios y suaves: la línea de su mandíbula y sus pómulos prominentes, sus labios llenos y suaves, su nariz angular perfecta. Él parpadeó con sus largas pestañas, luego, lentamente se acercó y pasó una mano por el pelo de Caitlin.
"Casi no hemos tenido la oportunidad de hablar", dijo.
"Lo sé", ella le devolvió la sonrisa.
"Quiero que sepas lo mucho que te amo", dijo.
Caitlin sonrió. “Yo también te amo."
"Y no puedo esperar a estar casada contigo", ella añadió, sonriendo.
Él se sentó y le dio un beso, y se besaron durante mucho tiempo bajo la luz de las antorchas.
Caitlin sentía su corazón contento. Eso era exactamente lo que había estado esperando escuchar. Era extraño cómo él siempre podía leer sus pensamientos.
"Ahora que estamos aquí, quiero casarme contigo. Antes de continuar nuestra búsqueda. Aquí. En este lugar.” Él la examinó. “¿Qué te parece?"
Ella le devolvió la mirada, con el corazón acelerado por sus emociones encontradas. También, era exactamente lo que quería. Pero también tenía miedo. No estaba segura de cómo responder.
Finalmente, ella se puso de pie.
"¿A dónde vas?", él le preguntó.
"Volveré pronto", dijo. "Sólo necesito despejar mi cabeza."
Ella lo besó una última vez, luego se volvió y salió de la habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de ella. Sabía que si se quedaba, terminaría en sus brazos, en la cama. Y primero, realmente necesitaba poner sus pensamientos en orden. No es que tuviera alguna duda sobre él. O acerca de su matrimonio. O acerca de su boda. Pero todavía se sentía en conflicto, dividida, sobre si en cambio tenía que estar por ahí, cumpliendo su misión. ¿Era egoísta de su parte poner la boda en primer lugar?
Mientras Caitlin caminaba por el vacío pasillo de piedra y sus pasos resonaban, vio una escalera que subía y por la que se filtraba la luz natural. Era el techo del castillo. Era el lugar donde podría tener la privacidad y el aire fresco que necesitaba.
Caitlin se apresuró a subir las escaleras hacia el aire crepuscular. Allí, hacía más frío de lo que había imaginado,;el viento de octubre soplaba fuertemente. Envolvió con fuerza las pieles sobre sus hombros, y se sintió mejor.
Mientras Caitlin caminaba lentamente por la muralla, miró hacia el campo iluminado con la poca luz que quedaba. Era de una belleza impresionante. Por un lado, el castillo se erigía junto a un vasto lago cubierto por la niebla. Por otro lado, había una gran extensión de árboles y colinas y valles. Este lugar era mágico.
Caitlin se acercó al borde de la muralla, observando el paisaje -cuando, de repente, sintió otra presencia. No sabía cómo podía ser posible, ya que no había nadie en todo el techo. Poco a poco se dio vuelta, ignorando qué podía esperar.
No podía creer lo que vio.
Allí, de pie, en el otro extremo de la azotea, había una figura solitaria que, de espaldas a ella, miraba el lago. Un estremecimiento eléctrico recorrió su cuerpo. No necesitaba ver sus largas túnicas, su largo cabello plateado, o el bastón junto a él para saber quién era.
Aiden.
¿Podría ser él? , se preguntó. ¿O era sólo una ilusión en el ocaso?
Cruzó el techo, caminó lentamente hacia él, y se detuvo a unos metros de distancia. Estaba muy quieto, el viento soplaba su pelo, y no se daba vuelta. Por un momento, ella se preguntó si era real. Luego, escuchó su voz.
"Has llegado lejos," él le dijo, aun dándole su espalda.
Poco a poco, él se volvió y la miró. Incluso en la penumbra, sus ojos eran de un azul brillante y parecían mirar a través de ella. Como de costumbre, su rostro era inexpresivo. Intenso.
Caitlin estaba encantada de verlo allí. Había tantas preguntas que se estaba muriendo por preguntarle y, como de costumbre, parecía aparecer justo en el momento en que ella necesitaba más orientación.
"No sabía si te volvería a ver," dijo ella.
"Tú siempre podrás verme", él respondió. "A veces en persona, y a veces de otra manera", respondió crípticamente.
Un silencio se suspendió entre ellos, mientras ella trataba de ordenar sus pensamientos.
"Sólo queda una llave," le dijo. "¿Eso significa que voy a ver pronto a mi padre?"
Él la examinó, luego, lentamente, miró hacia otro lado.
Finalmente, le dijo: "Eso depende de tus acciones, ¿no es así?"
Su hábito de responder a una pregunta con otra pregunta siempre la sacaba de quicio. Tenía que intentarlo de nuevo.
"La nueva pista," dijo ella. "La página. La página arrancada. No sé a dónde conduce. No sé qué buscar. O dónde.”
Aiden miró hacia el horizonte.
"A veces las pistas te buscan a ti", respondió. “Ahora lo sabes. A veces hay que esperar que las cosas se te revelen.”
Caitlin pensó en lo que él estaba diciendo. ¿Le estaba sugiriendo que no debía hacer nada?
"Entonces … ¿no hay nada que yo pueda hacer?", le preguntó.
"Es mucho lo que puedes hacer", respondió Aiden.
Él se volvió y la miró de frente y, poco a poco, por primera vez en todo el tiempo que Caitlin podía recordar, rompió en una sonrisa. “Tienes que planear una boda."
Caitlin le devolvió la sonrisa.
“Quería hacerlo. Pero tenía miedo de que fuera algo frívolo", dijo. “Creía que debo esperar. Que en primer lugar debería buscar la llave”
Aiden sacudió lentamente la cabeza.
"Una boda vampiro no es algo frívolo. Se trata de un acontecimiento sagrado. Es la unión de dos almas de vampiros. Trae más poder a cada uno de ustedes, y a toda nuestra cofradía. Y sólo profundizará tu crecimiento, tus habilidades. Estoy orgulloso de ti. Has crecido mucho. Pero para evolucionar al siguiente nivel, necesitas hacer esto. Cada unión trae su propio poder. Tanto para la pareja como para el individuo.”
Caitlin se sintió aliviada, entusiasmada, pero también nerviosa.
"Pero yo no sé cómo planear este tipo de boda. Ni siquiera sabría cómo planificar una boda humana.”
Aiden sonrió. "Tienes muchos amigos que te ayudarán. Y yo voy a presidir la ceremonia.” Él sonrió. "Después de todo, soy un sacerdote."
Caitlin sonrió, le gustaba la idea.
"Entonces, ¿qué hago ahora?", preguntó Caitlin, nerviosa y entusiasmada, sin saber por dónde empezar.
Él sonrió.
“Ve con Caleb. Y dile que sí. Deja que el amor se ocupe del resto.”
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