Kitabı oku: «Un Rito De Espadas», sayfa 2

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Un soldado del Imperio bajó su hacha hacia la cabeza de Kendrick antes de que él pudiera esquivarlo, y se preparó para el golpe; pero escuchó un gran sonido metálico y vio a su amigo Atme a su lado, deteniendo el golpe con su escudo. Entonces Atme clavó su lanza corta y apuñaló al atacante en el intestino. Kendrick sabía que le debía su vida, una vez más.

Mientras otro soldado iba hacia adelante con un arco y una flecha dirigida hacia Atme, Kendrick se dirigía hacia el frente y le cortó su espada hacia arriba, lanzó el arco hacia el cielo, la flecha navegó sin rumbo sobre la cabeza de Atme. Entonces Kendrick embistió al soldado en el puente de la nariz con la empuñadura de su espada, derribándolo de su caballo, donde fue aplastado hasta morir. Ya estaban a mano.

Y la batalla siguió y siguió, cada ejército dando golpe tras golpe, los hombres cayendo en ambos lados, pero más en el lado del Imperio, ya que los hombres de Kendrick atacaban con rabia, presionando más y más hacia la ciudad. Eventualmente, su fuerza barrió con ellos como una marea. Los hombres del Imperio eran guerreros fuertes, pero eran los que se utilizaban para atacar y fueron tomados por sorpresa; pronto, fueron incapaces de organizar y retener el oleaje del ejército de Kendrick. Ellos fueron repelidos y cayeron en grandes cantidades.

Después de casi una hora de intensa lucha, las pérdidas del Imperio se convirtieron en una retirada a gran escala. Alguien de su lado hizo sonar un cuerno, y uno por uno comenzaron a darse vuelta e irse galopando, tratando de salir de la ciudad.

Con un grito aún mayor, Kendrick y sus hombres fueron tras ellos, persiguiéndolos hasta Lucia y siguiéndolos por las puertas traseras.

Quienes permanecieron en el batallón del Imperio, todavía cientos de ellos que eran fuertes, se fueron cabalgando por sus vidas en un caos organizado, corriendo hacia el horizonte. Surgió un gran grito en Lucia de los prisioneros liberados de MacGil. Los hombres de Kendrick cortaron sus cuerdas y los liberaron conforme pasaban, y los prisioneros no perdieron el tiempo corriendo a los caballos de los soldados caídos del Imperio, montándolos, quitándole las armas a los cadáveres y uniéndose a los hombres de Kendrick.

El ejército de Kendrick se incrementó a casi el doble de su tamaño y los miles de ellos persiguieron a los soldados del Imperio, cabalgando arriba y abajo de las colinas hasta alcanzarlos. O’Connor y los otros arqueros lograron derribar a algunas de ellos, cayendo los cadáveres aquí y allá.

La persecución continuó, Kendrick se preguntaba hacia dónde se dirigían, cuando él y sus hombres llegaron a una colina particularmente alta y miró hacia abajo y vio a una de las ciudades más grandes de los MacGil al este de Silesia – Vinesia – enclavada entre dos montañas, en el valle. Era una ciudad importante, mucho mayor que Lucia, con gruesos muros de piedra y puertas de hierro. Kendrick se dio cuenta de que fue en este lugar hacia donde huyeron los restos del batallón del Imperio, ya que la ciudad estaba protegida por decenas de miles de los hombres de Andrónico.

Kendrick hizo una pausa con sus hombres en la cima de la colina y asimiló la situación. Vinesia era una ciudad importante, y eran ampliamente superados en número. Sabía que sería imprudente intentarlo, que lo más seguro sería regresar a Silesia y estar agradecidos por su victoria de hoy, aquí.

Pero Kendrick no estaba de humor para las opciones seguras – y tampoco sus hombres. Querían sangre. Querían venganza. Y en un día como hoy, las probabilidades ya no importaban. Era hora de que los hombres del Imperio, supieran de qué estaban hechos los MacGil.

"¡A LA CARGA!", gritó Kendrick.

Surgió un grito, y miles de hombres fueron corriendo hacia adelante, dirigiéndose temerariamente hacia abajo de la colina, a la gran ciudad y hacia el gran rival, dispuestos a arriesgar sus vidas, a arriesgarlo todo por el honor y por su valor.

CAPÍTULO CUATRO

Gareth tosió y jadeó mientras tambaleaba hacia adelante por el paisaje desolado, con sus labios agrietados por la falta de agua, con sus ojos huecos con círculos oscuros debajo de ellos. Habían sido unos días angustiosos, y había esperado morir más de una vez.

Gareth había escapado por un pelo de los hombres de Andrónico en Silesia, escondido en un pasadizo secreto profundo dentro de la pared y esperando el momento oportuno. Había esperado, acurrucado como una rata en la oscuridad, esperando el momento oportuno. Sentía que había estado allí durante muchos días. Había presenciado todo, habían visto con incredulidad cómo Thor había llegado en la parte posterior de ese dragón, había matado a todos esos hombres del Imperio. En la confusión y el caos que sobrevino, Gareth había encontrado su oportunidad.

Gareth se había escabullido por la puerta trasera de Silesia mientras nadie estaba mirando y había tomado el camino hacia el sur, abriéndose paso a lo largo de la orilla del Cañón, principalmente hacia los bosques, para no ser detectado. No importaba – las calles estaban desiertas de todos modos. Todo el mundo se había ido hacia el Este, dando la gran batalla por el Anillo. Mientras marchaba, Gareth observó los cuerpos carbonizados de los hombres de Andrónico alineados en el camino, y sabía que las batallas de aquí hacia el sur, ya habían sido peleadas.

Gareth se fue todavía más al sur, su instinto lo conducía de regreso hacia la Corte del Rey – o lo que quedaba de ella. Él sabía que había sido devastada por los hombres de Andrónico, que probablemente se encontraba en ruinas, pero aun así, él quería ir allí. Quería irse lejos de Silesia e ir al único lugar donde sabía que podía estar a salvo. El lugar que todos los demás habían abandonado. El único lugar donde él, Gareth, había sido una vez el rey supremo.

Después de varios días de andar, débil y delirante por el hambre, Gareth finalmente había emergido del bosque y vio la Corte del Rey a lo lejos. Ahí estaba, con sus paredes todavía intactas, al menos parcialmente, aunque carbonizadas y desmoronándose. Por todas partes estaban los cadáveres de los hombres de Andrónico, evidenciando que Thor había estado aquí. Fuera de eso, no había nada, no quedaba nada sino el silbido del viento.

Eso le parecía bien a Gareth. Él no planeaba entrar en la ciudad, de todos modos. Había venido aquí a una pequeña estructura oculta, en las afueras de las murallas de la ciudad. Era un lugar que había frecuentado cuando era niño, una estructura circular de mármol, elevándose solamente unos metros del suelo y adornada con estatuas talladas elaboradas, sobre su techo. Siempre se había visto antigua, por lo bajo, como si hubiera surgido de la tierra. Y así era. Era la cripta de los MacGil. El lugar donde había sido enterrado su padre – y el padre de él.

La cripta era la estructura que Gareth sabía que quedaba intacta. Después de todo, ¿quién se molestaría en atacar una tumba? Era el lugar que quedaba donde sabía que nadie se molestaría en ir a buscarlo, donde podría buscar refugio. Era un lugar donde podía esconderse, donde podía estar completamente solo. Y un lugar donde podría estar con sus antepasados. Pese a todo el odio que Gareth sentía por su padre, curiosamente, se encontraba queriendo estar cerca de él en estos días.

Gareth corrió por el campo abierto, una fría ráfaga de viento le hacía temblar mientras envolvía su manto harapiento alrededor de sus hombros. Él escuchó el chillido estridente de un pájaro de invierno y miró hacia arriba y vio a la enorme y horrible criatura negra dando vueltas en círculo sobre su cabeza, seguramente, con cada chillido, anticipaba su caída, su próxima comida. Gareth no podía culparlo. Se sentía en las últimas, y estaba seguro de que parecía ser la comida principal del ave.

Gareth finalmente llegó al edificio, agarró la enorme manija de la puerta de hierro macizo con las dos manos y tiró con todas sus fuerzas, el mundo giraba, estaba casi delirante de agotamiento. Rechinó y necesitó de toda su fuerza para abrirla.

Gareth se apresuró en la oscuridad, azotando la puerta de hierro. Resonó detrás de él.

Agarró la antorcha apagada en la pared, donde sabía que estaba montada, pulsó su pedernal y la encendió, teniendo solamente la luz suficiente para poder ver conforme bajaba las escaleras, más y más profundamente en la oscuridad. Hizo más frío y había más corrientes de aire conforme avanzaba, el viento encontraba su camino abajo, silbando a través de las pequeñas grietas. No podría evitar sentir como si sus antepasados estuvieran aullándole, reprendiéndolo.

"¡DÉJENME!", les gritó.

Su voz resonó una y otra vez por las paredes de la cripta.

"¡PRONTO TENDRÁN SU PREMIO!".

Pero el viento persistió.

Gareth, enfurecido, descendió más profundo, hasta que finalmente llegó a la gran cámara de mármol, excavada con sus techos de tres metros, donde todos sus antepasados yacían enterrados en sarcófagos de mármol. Gareth marchó solemnemente por el pasillo, sus pasos resonaban en el mármol, hacia el final, donde yacía su padre.

El viejo Gareth habría roto el sarcófago de su padre. Pero ahora, por alguna razón, estaba empezando a sentir afinidad con él. Casi no lo entendía. Tal vez era que el efecto del opio estaba desapareciendo; o quizás era porque sabía que él también estaría muerto pronto.

Gareth llegó al sarcófago y se encorvó sobre él, inclinando la cabeza hacia abajo. Se sorprendió a sí mismo cuando empezó a llorar.

"Te extraño, padre", gimió Gareth, con su voz resonando en el vacío.

Lloró y lloró, las lágrimas corrían por su cara, hasta que finalmente sus rodillas se debilitaron y se desplomó por el agotamiento en el mármol, sentándose en el suelo, apoyado sobre la tumba. El viento aullaba como si respondiera, y Gareth dejó la antorcha, que se quemaba más y más abajo hasta que una pequeña llama disminuía en la oscuridad. Gareth sabía que pronto todo sería oscuridad y que se uniría a todos aquellos que amaba más.

CAPÍTULO CINCO

Steffen recorrió sombríamente el solitario camino del bosque, yendo lentamente desde La Torre del Refugio. Le rompió el corazón dejar ahí a Gwendolyn, la mujer a la que había jurado proteger. Sin ella, no era nada. Desde que la conoció, sintió que por fin había encontrado un propósito en la vida: cuidarla, dedicar su vida a compensarla por haber permitido que él, un simple sirviente, subiera de rango; y sobre todo, por ser la primera persona en su vida que no lo detestaba ni subestimaba basado en su apariencia.

Steffen había sentido orgullo en ayudarla a llegar a la torre con seguridad. Pero dejarla allí le había hecho sentir un hueco por dentro. ¿Adónde iría ahora? ¿Qué haría?

Sin ella para protegerla, su vida se sentía una vez más sin rumbo. No podía volver a la Corte del Rey ni a Silesia: Andrónico los había derrotado a los dos, y él recordaba la destrucción que vio cuando huyeron de Silesia. Lo último que recordaba, era que todos sus habitantes eran prisioneros o esclavos. No tendría ningún caso regresar. Además, Steffen no quería cruzar el Anillo otra vez y estar lejos de Gwendolyn.

Steffen caminó sin rumbo durante horas, serpenteando por el sendero, poniendo en orden sus pensamientos, hasta que se le ocurrió un sitio a dónde ir. Siguió el camino hacia el norte, hasta una colina, al punto más alto y desde este mirador vio un pequeño pueblo situado en otra colina, a lo lejos. Se dirigió a él, y al llegar, se dio vuelta y vio una ciudad que tenía lo que necesitaba: una vista perfecta de La Torre del Refugio Si Gwendolyn intentaba dejarla, quería estar cerca para asegurarse de que estar allí para acompañarla, para protegerla. Después de todo, su lealtad era ahora para ella. No para un ejército o una ciudad, sino para ella. Ella era su nación.

Cuando Steffen llegó a la pequeña aldea, decidió quedarse allí, en ese lugar, donde siempre podía ver la Torre y vigilarla a ella. Al pasar a través de sus puertas, vio que era un pueblo pobre, indescriptible, otra pequeña aldea en los alrededores más alejados del Anillo, tan oculto en el Bosque del Sur que los hombres de Andrónico seguramente ni se habían molestado en seguir este camino.

Steffen llegó ante la mirada de asombro de docenas de aldeanos, con las caras llenas de ignorancia y falta de compasión, mirándole con las bocas abiertas y el desprecio y burla que había recibido desde que había nacido. Mientras todos escudriñaban su apariencia, podía sentir sus miradas de burla.

Steffen quería girar y huir, pero se obligó a no hacerlo. Necesitaba estar cerca de la Torre, y por el bien de Gwendolyn, soportaría cualquier cosa.

Un aldeano, un corpulento hombre cuarentón, vestido con harapos como los demás, se dio vuelta y se dirigió hacia él de manera desagradable.

"¿Qué tenemos aquí, una especie de hombre deforme?".

Los otros se rieron, girando y acercándose

Steffen mantuvo la calma, esperaba esta especie de recibimiento, que había tenido toda su vida. Se daba cuenta de que mientras más provincianas eran las personas, más alegría sentían de ridiculizarlo.

Steffen se reclinó hacia atrás, asegurándose de que su arco estuviera listo sobre su hombro, en caso de que estos aldeanos no fueran solo crueles, sino violentos. Él sabía que, si fuera necesario, podía acabar con varios de ellos en un abrir y cerrar de ojos. Pero no había venido aquí buscando violencia. Había ido a buscar refugio.

"¿Podía ser más que un fenómeno?", preguntó otro, mientras un grupo grande y creciente de aldeanos amenazantes comenzaban a rodearlo.

"Por sus marcas, yo diría que sí lo es", dijo otro. "Eso parece ser armadura de la realeza".

"Y ese arco – es de cuero fino".

"Sin mencionar las flechas. Con punta de oro, ¿verdad?".

Se quedaron parados a pocos metros de distancia, con el ceño fruncido, amenazadoramente. Le recordaban a los pendencieros que lo atormentaban cuando era niño.

"Así que, ¿quién eres, monstruo?", le preguntó uno de ellos.

Steffen respiró profundamente, decidido a mantener la calma.

"No vengo a hacer ningún daño", comenzó diciendo.

El grupo rompió a reír.

"¿Daño? ¿Tú? ¿Qué daño puedes hacernos?".

"¡No podrías dañar a nuestras gallinas!", rió otro.

Steffen enrojeció a medida que crecían las carcajadas; pero él no permitiría que lo provocaran.

"Necesito un lugar dónde alojarme y comer. Tengo manos con callos y una espalda fuerte para trabajar. Si me dan una tarea, me concentraré en hacerla. No necesito mucho. Sólo lo que cualquier hombre".

Steffen quería perderse haciendo el trabajo servil, como había hecho todos esos años en el sótano, sirviendo al rey MacGil. Eso le haría olvidarse de las preocupaciones. Podría realizar trabajos forzados y vivir una vida de anonimato, como se había preparado a hacer antes de que hubiera conocido a Gwendolyn.

"¿Te consideras un hombre?", dijo uno de ellos, riendo.

"Tal vez podemos encontrar un trabajo para él", dijo otro.

Steffen le miró con esperanza.

"Es decir, ¡luchando contra nuestros perros o gallinas!".

Todos se rieron.

"¡Yo pagaría una gran cantidad para ver eso!".

"Hay una guerra allá afuera, en caso de que no lo hayan notado", les dijo Steffen fríamente. "Estoy seguro de que incluso en una aldea provincial y rudimentaria como ésta, pueden necesitar ayuda para mantener las provisiones".

Los aldeanos se miraron unos a otros, desconcertados.

"Por supuesto que sabemos lo de la guerra", dijo uno, "pero nuestra aldea es demasiado pequeña. Los ejércitos no se molestarán en venir aquí".

"No me gusta tu forma de hablar", dijo otro. "Todo sofisticado, Parece que fuiste a la escuela. ¿Crees que eres mejor que nosotros?".

"Yo no soy mejor que nadie", dijo Steffen.

"Eso es obvio", rió otro.

"¡Basta de bromas!", gritó uno de los aldeanos en un tono serio.

Dio un paso adelante y empujó a los demás a un lado con su mano fuerte. Él era mayor que los demás y parecía ser un hombre serio. La multitud se calmó ante su presencia.

"Si es cierto lo que dices", dijo el hombre con su tono de voz grave, áspera, "necesito un par de manos extra en mi molino. La paga es un saco de granos al día y una jarra de agua. Dormirás en el granero, con el resto de los chicos del pueblo. Si estás de acuerdo, te aceptaré".

Steffen asintió con la cabeza, satisfecho al ver por fin a un hombre serio.

"No pido nada más", dijo.

"Sígueme", dijo el hombre, abriéndose paso entre la multitud.

Steffen lo siguió y fue llevado a un enorme molino harinero, de madera, alrededor del cual había adolescentes y hombres. Cada uno de ellos sudando y cubiertos de tierra, estaban parados en las pistas fangosas y empujaban una enorme rueda de madera, cada uno agarrando un rayo de la rueda y caminando hacia adelante con él. Steffen se quedó allí parado, analizando el trabajo y se dio cuenta de que sería un trabajo agotador. Con eso bastaría.

Steffen se dio vuelta para decirle al hombre que lo aceptaría, pero ya se había ido, suponiendo que lo tomaría. Los aldeanos, con unas cuantas burlas finales, volvieron a sus asuntos mientras Steffen miró hacia adelante, a la rueda, a la nueva vida que le esperaba.

Por un momento había sido débil, se había permitido soñar. Se había imaginado una vida de castillos y realeza y rango. Se había visto a sí mismo siendo una persona importante, el ayudante de la reina. Él debió haber sabido que no debía tener pensamientos tan altos. Él, por supuesto, no había nacido para eso. Nunca lo había sido. Lo que le había ocurrido, conocer a Gwendolyn, había sido una casualidad. Ahora, su vida podría estar relegada a esto. Pero, al menos, era una vida que conocía. Una vida que entendía. Una vida de privaciones. Y sin Gwendolyn en ella, esta vida estaría bien para él.

CAPÍTULO SEIS

Thor instó a Mycoples para que volara más rápidamente, mientras pasaban a través de las nubes, acercándose más a La Torre del Refugio. Thor sentía con cada gramo de su ser, que Gwen estaba en peligro. Sintió la vibración corriendo a través de sus dedos, a lo largo de todo su cuerpo, haciéndole saber, advirtiéndole. Ve más rápido, le susurró.

Más rápido.

"¡Más rápido!". Thor instó a Mycoples.

Mycoples rugió suavemente, agitando sus grandes alas con más fuerza. Thor no había ni siquiera necesitado pronunciar las palabras – Mycoples entendía todo, antes de que siquiera lo dijera, pero de todos modos las pronunció. Hicieron que se sintiera mejor. Se sentía indefenso. Presintió que algo andaba muy mal con Gwen, y que cada segundo era importante.

Finalmente pasaron por una zona de nubes y al hacerlo, Thor se llenó de alivio y la vio aparecer, a lo lejos: La Torre del Refugio. Era una pieza antigua y misteriosa de arquitectura, una torre perfectamente redonda, delgada, elevándose hacia el cielo, llegando casi tan alto como las nubes. Construida con una antigua y brillante piedra negra, Thor pudo sentir el poder saliendo de ella desde aquí.

Mientras se acercaban, de pronto vio algo arriba, en la cima de la torre. Era una persona. Ella estaba parada en la cornisa, con las palmas de las manos a sus costados. Sus ojos estaban cerrados, y ella estaba meciéndose en el viento.

Thor supo de inmediato quién era.

Gwendolyn.

Su corazón se aceleró cuando la vio allí parada. Él sabía lo que ella estaba pensando. Y sabía el motivo. Ella creía que él había renunciado a ella, y que no podía evitar sentir que era su culpa.

"¡MÁS RÁPIDO!", gritó Thor.

Mycoples batía sus alas con más fuerza, y volaban tan rápido que dejaba a Thor sin aliento.

A medida que se acercaban, Thor vio a Gwen dar un paso atrás, lejos de la cornisa, hacia la seguridad de la azotea, y su corazón se llenó de alivio. Sin siquiera verlo, por iniciativa propia, ella había cambiado de opinión y decidió no saltar.

Mycoples rugió y Gwen miró hacia arriba y vio a Thor por primera vez. Se encontraron las miradas, incluso desde esa gran distancia, y él vio el asombro en el rostro de ella.

Mycoples aterrizó en el techo y en el momento que lo hizo, Thor saltó, apenas esperando a que aterrizara y corrió hacia Gwendolyn.

Gwen se volvió y lo miró con los ojos abiertos de par en par, sorprendida. Parecía como si ella estuviera mirando un fantasma.

Thor corrió hacia ella, con su corazón acelerado, lleno de entusiasmo y extendió sus brazos. Se abrazaron fuertemente mientras Thor la levantaba y la apretaba. Él la hizo girar una y otra vez.

Thor escuchó el llanto de ella en su oído, sintió sus lágrimas calientes cayendo en su cuello, y apenas podía creer que estaba realmente aquí, abrazándola, en vivo. Esto era real. Éste era el sueño que había visto en su mente, día tras día, noche tras noche, cuando había estado en lo más profundo del Imperio, cuando había estado seguro de que nunca volvería, de que nunca volvería a poner su mirada en Gwendolyn otra vez. Y aquí estaba ahora, sosteniéndola en sus brazos.

Habiendo estado alejado de ella durante tanto tiempo, todo lo que tenía que ver con ella, parecía nuevo. Se sentía perfecto. Y juró que nunca volvería a subestimar el tiempo que estuviera con ella.

"Gwendolyn", le susurró al oído.

"Thorgrin", susurró ella.

Se abrazaron durante mucho tiempo, y después, lentamente se separaron y se besaron. Fue un beso apasionado, y ninguno de los dos se separó.

"Estás vivo", dijo ella. "Estás aquí. No puedo creer que estés aquí".

Mycoples resopló y Gwendolyn miró sobre el hombro de Thor, mientras Mycoples batía sus alas una vez. La cara de Gwen se sonrojó de miedo.

"No tengas miedo", dijo Thor. "Su nombre es Mycoples. Ella es mi amiga. Y también será tu amiga. Déjame enseñarte".

Thor tomó la mano de Gwen y la llevó lentamente hacia el parapeto. Podía sentir el miedo de Gwen cuando se acercaron. Él entendía. Después de todo, era un dragón real, vivo, y era lo más cerca que Gwen había estado de uno de ellos en su vida.

Mycoples miró a Gwen con sus ojos enormes, de color rojo brillante, resoplando suavemente, agitando sus alas y arqueando el cuello. Thor sintió algo parecido a los celos. Y tal vez, curiosidad.

"Mycoples, te presento a Gwendolyn".

Mycoples giró su cabeza, con orgullo.

De repente giró hacia atrás y al hacerlo, miró directamente a los ojos de Gwendolyn, como si viera a través de ella. Se inclinó tan cerca que su cara casi tocaba a Gwendolyn.

Gwen jadeó sorprendida y asombrada – y tal vez con miedo. Acercó su mano temblorosa y la colocó suavemente sobre la nariz larga de Mycoples, tocando sus escamas púrpura.

Después de varios segundos de tensión, Mycoples finalmente bajó su nariz y la frotó contra el estómago de Gwen en señal de afecto. Mycoples seguía frotando la nariz contra el estómago de Gwen, como si estuviera concentrada en ello, y Thor no podía entender por qué.

Luego, igual de rápido, Mycoples alejó su cabeza y miró hacia el horizonte.

"Es hermosa", susurró Gwen.

Ella se volvió y miró a Thor.

"Perdí la esperanza de que regresarías", dijo. "No pensé que lo harías".

"Ni yo", dijo Thor. "Pensar en ti es lo que me ha sostenido. Me dio una razón para sobrevivir. Para regresar".

Se abrazaron otra vez, sujetándose mutuamente con fuerza, mientras la brisa los acariciaba, y después, finalmente, se apartaron uno del otro.

Gwendolyn miró hacia abajo y notó la Espada del Destino en la cadera de Thor y sus ojos se abrieron de par en par. Ella suspiró.

"Trajiste la Espada", dijo. Lo miró con incredulidad. " eres el que iba a blandirla".

Thor asintió con la cabeza.

"¿Pero cómo…?", comenzó a decir ella y después calló. Evidentemente, estaba abrumada.

"No sé", dijo Thor. "Simplemente pude hacerlo".

Los ojos de ella se abrieron con esperanza, al darse cuenta de otra cosa.

"Entonces el Escudo está activado otra vez", dijo ella esperanzada.

Thor asintió solemnemente.

"Andrónico está atrapado", dijo él. "Ya hemos liberado la Corte del Rey y Silesia".

La cara de Gwendolyn se sintió aliviada y contenta.

"Fuiste tú", dijo ella, al darse cuenta. "Liberaste nuestras ciudades".

Thor se encogió de hombros, con modestia.

"Fue Mycoples, más que nada. Y la Espada. Yo simplemente seguí adelante".

Gwen sonrió.

"¿Y nuestro pueblo? ¿Están a salvo? ¿Sobrevivió alguien?".

Thor asintió con la cabeza.

"En su mayoría están vivitos y coleando".

Ella sonrió, lucía más joven otra vez.

"Kendrick te espera en Silesia", dijo Thor, "también Godfrey, Reece, Srog y muchos más. Todos están vivos y bien y la ciudad es libre".

Gwendolyn se abalanzó y abrazó a Thor, sosteniéndolo firmemente. Podía sentir un alivio corriendo por su cuerpo.

"Pensé que todo estaba destruido", dijo ella, llorando suavemente, "perdido para siempre".

Thor meneó la cabeza.

"El Anillo ha sobrevivido", dijo. "Andrónico está huyendo. Volveremos, y nos desharemos de él para siempre. Y después reconstruiremos todo”.

Gwendolyn de repente le dio la espalda a él y miró hacia otro lado, hacia el cielo, enjugando una lágrima. Ella envolvió firmemente su manto sobre sus hombros, y su cara se llenó de temor.

"No sé si puedo volver", dijo, vacilante. "Me pasó algo. Mientras estabas fuera".

Thor se dio vuelta y la enfrentó, sosteniendo sus hombros.

"Sé lo que te pasó", dijo. "Tu madre me lo dijo. No hay nada de qué avergonzarse", dijo.

Gwendolyn lo miró, con los ojos llenos de sorpresa y asombro.

"¿Lo sabes?", preguntó asombrada.

Thor asintió con la cabeza.

"No significa nada", dijo. "Te amo tanto como siempre. Aún más. Nuestro amor – eso es lo importante. Eso es lo que es irrompible. Te vengaré. Yo mismo mataré a Andrónico. Y nuestro amor nunca morirá".

Gwen se abalanzó y abrazó a Thor con firmeza, sus lágrimas corriendo por el cuello. Él notó cuán aliviada se sentía ella.

"Te amo", le dijo Gwen en su oreja.

"Yo también te amo", respondió él.

Mientras Thor estaba parado allí, abrazándola, su corazón se aceleró con inquietud. Él quería ahora, en este momento, más que nunca, hacerle la pregunta. Pedirle matrimonio. Pero sintió que no podía hacerlo hasta contarle primero su secreto, hasta que le dijera quién era su padre.

La idea lo llenó de vergüenza y humillación. Aquí estaba él, habiendo prometido matar al hombre que ambos odiaban tanto. Y con sus siguientes palabras, ¿cómo podría anunciarle que Andrónico era su padre?

Thor estaba seguro de que si lo hacía, Gwendolyn lo odiaría por siempre. Y él no podría arriesgarse a perderla. No después de todo lo que pasó. La amaba demasiado.

Así que entonces, con sus manos temblorosas, Thor metió la mano en su camisa y sacó el collar, el que encontró entre los tesoros del dragón, con una cuerda de oro y un corazón de oro brillante, repletos de diamantes y rubíes. Lo sostuvo cerca de la luz, y Gwen jadeó al verlo.

Thor apareció detrás de ella y lo abrochó alrededor de su cuello.

"Es una pequeña muestra de mi amor y afecto", dijo.

Colgaba hermosamente en su cuello, el oro brillaba en la luz, reflejando todo.

El anillo le quemaba en su bolsillo, y Thor prometió dárselo cuando fuera el momento adecuado. Cuando pudiera reunir el valor para decirle la verdad. Pero ahora no era el momento, por mucho que él deseara que pudiera serlo.

"Así que como ves, puedes volver", dijo Thor, acariciando su mejilla con el dorso de su mano. "Debes volver. Tu pueblo te necesita. Ellos necesitan a una gobernante. El Anillo, sin un líder, no es nada. Te quieren para que los guíes. Andrónico aún habita en la mitad del Anillo. Nuestras ciudades todavía necesitan ser reconstruidas".

La miró a los ojos y pudo ver lo que pensaba.

"Di que sí", le instó Thor. "Regresa conmigo. Esta torre no es lugar para que una mujer joven viva el resto de sus días. El Anillo te necesita. Yo te necesito".

Thor tendió una mano y esperó.

Gwendolyn miró hacia abajo, vacilante.

Finalmente, ella extendió la mano y la colocó en la de él. Sus ojos se volvieron más y más brillantes, rebosantes de amor y calor. Él pudo ver cómo volvía lentamente a ser la antigua Gwendolyn que había conocido una vez, llena de vida, amor y alegría. Era como si fuera una flor, siendo restaurada ante sus ojos.

"Sí", dijo ella suavemente, sonriendo.

Se abrazaron y él la sujetó con firmeza y juró nunca dejarla ir otra vez.

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Yaş sınırı:
16+
Litres'teki yayın tarihi:
09 eylül 2019
Hacim:
273 s. 6 illüstrasyon
ISBN:
9781632912107
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