Kitabı oku: «Una Carga De Valor», sayfa 3

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CAPÍTULO CINCO

Gwendolyn abrió los ojos, sintiendo que el mundo se movía a su alrededor y luchó por averiguar dónde estaba. Vio, pasando junto a ella, las enormes puertas arqueadas de piedras rojas de Silesia, vio a miles de soldados del Imperio observándola, asombrados. Vio a Steffen, caminando junto a ella, y miró al cielo, rebotando hacia arriba y hacia abajo. Se dio cuenta de que la llevaban cargando. Que estaba en brazos de alguien.

Ella estiró el cuello y vio los ojos brillantes, intensos de Argon. Se dio cuenta de que estaba siendo llevada por Argon, con Steffen a su lado; los tres caminando abiertamente a través de las puertas de Silesia, pasando entre miles de soldados del Imperio, que se apartaban de ellos y se quedó allí, mirando. Estaban rodeados de un resplandor blanco y Gwendolyn podía sentirse inmersa en una especie de escudo protector en los brazos de Argon. Se dio cuenta de que estaba haciendo una especie de hechizo para mantener a raya a todos los soldados.

Gwen se sentía reconfortada, protegida, en los brazos de Argon. Le dolían todos los músculos de su cuerpo, estaba agotada, y no sabía si podía caminar si lo intentaba. Parpadeaba, al ir avanzando, y vio al mundo pasar por ella en fragmentos. Vio un pedazo de pared desmoronada; un parapeto colapsado; una vivienda quemada; una pila de escombros; los vio pasar a través del patio, llegar a las puertas más lejanas, en el borde del Cañón; los vio pasar a través de ellos, también, los soldados haciéndose a un lado.

Llegaron al borde del Cañón, la plataforma cubierta de púas de metal, y mientras Argon estaba allí parado, la plataforma bajó, llevándolos de regreso a las profundidades de la Baja Silesia.

Al entrar a la ciudad de la parte baja, Gwendolyn vio a docenas de rostros, los rostros preocupados y amables de los ciudadanos de Silesia, viéndola pasar, como si fuera un espectáculo. Todos miraban con asombro y preocupación, mientras ella seguía descendiendo hacia la plaza principal de la ciudad.

Al llegar, cientos de personas los rodearon. Ella vio caras conocidas – a Kendrick, a Srog, a Godfrey, a Brom, a Kolk, a Atme, a docenas de Los Plateados y de La Legión, que reconoció… Se reunieron a su alrededor, con la angustia en sus rostros, en el sol temprano de la mañana, mientras la niebla se arremolinaba en el Cañón y sintió una brisa fría punzándola. Cerró los ojos, tratando de que todo eso desapareciera. Se sintió como una cosa en exhibición y aplastada en las profundidades. Se sintió humillada. Y sintió que había decepcionado a todos.

Continuaron, más allá de todas las personas, a través de las callejuelas de la parte baja de la ciudad, a través de otra entrada arqueada, y finalmente al pequeño palacio de la parte baja de Silesia. Gwen entraba y salía de la conciencia, mientras entraban a un magnífico castillo rojo, subiendo un conjunto de escaleras, por un largo pasillo y hacia otra alta puerta arqueada. Finalmente, se abrió una pequeña puerta y entraron en una habitación.

La habitación tenía una luz tenue. Parecía ser un amplio dormitorio, con una cama antigua con dosel en su centro, con el fuego rugiente de una antigua chimenea de mármol, no muy lejos de allí. Varias asistentes estaban paradas en la habitación, y Gwendolyn sintió que Argon la llevaba a la cama, la colocaba suavemente sobre ella. Al hacerlo, docenas de personas se reunieron, mirándola con preocupación.

Argon se retiró, dio varios pasos hacia atrás y desapareció en medio de la multitud. Ella lo buscó, parpadeando varias veces, pero ya no lo pudo encontrar. Se había ido. Sintió la ausencia de su energía protectora, que la había estado envolviendo como un escudo. Se sentía más fría, menos protegida, sin él.

Gwen lamió sus labios agrietados y un momento después sintió que su cabeza era apuntalada por detrás, le colocaban una almohada y un jarro de agua en sus labios. Ella bebió y bebió, y se dio cuenta de cuánta sed tenía. Miró hacia arriba y vio a una mujer que reconoció.

A Illepra, la curandera real. Illepra la miró, con sus ojos color avellana, llenos de preocupación, le dio agua, pasando un paño caliente sobre su frente, quitando el cabello de su cara. Puso una mano sobre su frente y Gwen sentía una energía curativa que pasaba a través de ella. Sentía los ojos pesados, y pronto los cerró contra su voluntad.

*

Gwendolyn no sabía cuánto tiempo había pasado cuando abrió los ojos otra vez. Todavía se sentía exhausta, desorientada. En sus sueños había oído una voz, y ahora la escuchaba otra vez.

"Gwendolyn", dijo la voz. Lo oyó resonar en su mente, y se preguntó cuántas veces él había llamado su nombre.

Miró hacia arriba y reconoció a Kendrick, quien la observaba. Junto a él estaba su hermano Godfrey, junto con Srog, Brom, Kolk y varios otros. Del otro lado, estaba parado Steffen. Odiaba las expresiones en sus rostros. La veían como si fuera causa de lástima, como si hubiera regresado de entre los muertos.

"Hermana mía", dijo Kendrick, sonriendo. Podía oír la preocupación en su voz. "Dinos lo que pasó".

Gwen meneó la cabeza, demasiado cansada para recordar todo.

"Andrónico", dijo ella, con voz ronca, que parecía más como un susurro. Ella aclaró su garganta. "Intenté… rendirme… a cambio de la ciudad… Confié en él. Fue una estupidez…"

Ella meneó la cabeza una y otra vez, una lágrima rodaba por su mejilla.

"No; tú eres noble", corrigió Kendrick, estrechando su mano. "Eres la más valiente de todos nosotros".

"Hiciste lo que hubiera hecho cualquier gran líder", dijo Godfrey, avanzando.

Gwen meneó la cabeza.

"Él nos engañó…", dijo Gwendolyn. “Y me atacó. Hizo que McCloud me atacara".

Gwen no pudo evitarlo: comenzó a llorar, mientras decía esas palabras, incapaz de evitarlo. Ella sabía que un líder-no haría eso, pero no podía evitarlo.

Kendrick apretó su mano más fuerte.

"Iban a matarme…", dijo, "…pero Steffen me salvó… "

Todos los hombres vieron a Steffen con un nuevo respeto, quien estaba parado fielmente a su lado, inclinando la cabeza.

"Lo que hice fue demasiado poco y demasiado tarde", respondió humildemente. "Era un hombre solo contra muchos".

"Aun así, salvaste a nuestra hermana y por eso siempre estaremos en deuda contigo", dijo Kendrick.

Steffen meneó la cabeza.

"Tengo una deuda mucho mayor con ella", respondió él.

Gwen lloró.

"Argon nos salvó a los dos", terminó diciendo ella.

El rostro de Kendrick se volvió sombrío.

"Te vengaremos", dijo él.

"No solo me preocupo por mí misma", dijo ella. "Sino por la ciudad… por nuestro pueblo… por Silesia. Andrónico… atacará…"

Godfrey le dio palmaditas en su mano.

"No te preocupes por eso ahora", dijo, avanzando. "Descansa. Hablaremos de estas cosas. Ahora estás a salvo aquí".

Gwen sentía que los ojos se le cerraban. No sabía si estaba despierta o soñando.

"Ella necesita dormir", dijo Illepra, avanzando, protectora.

Gwendolyn débilmente oyó todo eso, mientras se sentía más y más pesada, entrando y saliendo de la conciencia. En su mente aparecían imágenes de Thor y luego, de su padre. Le estaba costando trabajo discernir entre lo que era real y lo que era un sueño, y oyó sólo fragmentos de la conversación, en su mente.

"¿Qué tan graves son las heridas?", dijo una voz, tal vez la de Kendrick.

Ella sentía que Illepra pasaba su mano sobre la frente. Y entonces, las últimas palabras que escuchó, antes de que sus ojos se cerraran, fueron las de Illepra:

"Las heridas en el cuerpo son ligeras, mi Lord. Las heridas en su espíritu, son las más profundas".

*

Cuando Gwen despertó otra vez, escuchó el crepitar del fuego. No podía saber cuánto tiempo había pasado. Parpadeó varias veces, mientras miraba alrededor de la habitación oscurecida y vio que la multitud se había dispersado. Las únicas personas que se quedaron fueron Steffen, sentado en una silla junto a su cama, Illepra, que estaba parada junto a ella, aplicando un ungüento en su muñeca, y sólo una persona más. Era un anciano amable, que la miraba con preocupación. Ella casi lo reconoció, pero fue difícil ubicarlo. Se sentía cansada, muy cansada, como si no hubiera dormido en años.

"¿Mi señora?", dijo el anciano, inclinándose. Tenía algo grande en ambas manos, y ella miró hacia abajo y se dio cuenta de que era un libro encuadernado en cuero.

"Soy Aberthol", dijo. "Su maestro. ¿Me oye?".

Gwen tragó saliva y asintió lentamente con la cabeza, abriendo un poco los ojos.

"He estado esperando horas para verla", dijo. "La vi agitada".

Gwen asintió lentamente, recordando, agradecida por su presencia.

Aberthol se inclinó y abrió su gran libro, y ella podía sentir el peso de él en su regazo. Escuchó el crujido de sus pesadas páginas, mientras él les daba vuelta.

"Es uno de los pocos libros que salvé", dijo él, "antes de que quemaran la Casa de los Eruditos. Es la cuarta historia de los MacGil. La ha leído. Adentro están escondidas las historias de conquista y triunfos y derrotas, por supuesto – sin embargo, también hay otras historias. Historias de los grandes líderes heridos. De heridas en el cuerpo y heridas del espíritu. Todo tipo de lesiones imaginables, mi señora. Y esto es lo que he venido a decirle: incluso los mejores hombres y mujeres han sufrido tratos inimaginables, lesiones y torturas. No está sola. Es un rayo en la rueda del tiempo. Hay muchos otros que han sufrido peores cosas que usted – y muchos que sobrevivieron y que llegaron a convertirse en grandes líderes.

"No se sienta avergonzada", dijo, agarrando su muñeca. "Eso es lo que quiero decirle. Nunca se avergüence. No debe haber ninguna vergüenza en usted – sólo honor y coraje por lo que ha hecho. Es la mejor gobernante que ha tenido el Anillo. Y esto no la disminuye en modo alguno.

Gwen, conmovida por sus palabras, sintió que una lágrima rodaba por su mejilla. Sus palabras eran justo lo que necesitaba escuchar, y se sintió muy agradecida por ellas. Lógicamente, sabía y entendía que él tenía razón.

Pero emocionalmente, todavía tenía problemas para sentirlo. Una parte de ella no podía evitar sentirse como si de alguna manera hubiera sido dañada para siempre. Ella sabía que no era cierto, pero eso es lo que sentía.

Aberthol sonrió, mientras sostenía un libro más pequeño.

"¿Recuerda éste?", preguntó, dando vuelta a su cubierta encuadernado en cuero rojo. "Era su favorito durante la infancia. Las leyendas de nuestros padres. Allí hay una historia en particular, que pensé en leerle, para ayudarla a pasar el tiempo".

Gwen estaba conmovida por el gesto, pero no podía aguantar más. Ella meneó la cabeza, con tristeza.

"Gracias", dijo, con su voz ronca, mientras otra lágrima rodaba por su mejilla. "Pero no puedo escucharla ahora".

En el rostro de él se reflejó la decepción, luego asintió, comprendiendo.

"En otra ocasión", dijo ella, sintiéndose abatida. "Necesito estar sola. Si no te molesta, déjame sola, por favor. Déjenme todos ustedes", dijo ella, girando y mirando a Steffen y a Illepra.

Todos ellos se levantaron e inclinaron sus cabezas, luego se volvieron y salieron apresuradamente de la habitación.

Gwen se sentía culpable, pero no podía evitarlo, quería hacerse bolita y morir. Ella escuchó cruzar sus pasos por la habitación, oyó que la puerta se cerraba detrás de ellos y levantó la vista para asegurarse de que la habitación estuviera vacía.

Pero se sorprendió al ver que no lo estaba: había una figura solitaria, parada en la puerta, erguida, con su postura perfecta, como siempre. Ella caminaba lenta y señorialmente hacia Gwen, deteniéndose a pocos metros de su cama, mirándola, inexpresiva.

Era su madre.

Gwen se sorprendió al verla allí parada, la ex reina, tan señorial y orgullosa como siempre, la miraba con una expresión más fría que nunca. No había ninguna compasión detrás de sus ojos, como había detrás de los ojos de los otros visitantes.

"¿Por qué estás aquí?", preguntó Gwen.

"He venido a verte".

"Pero yo no quiero verte", dijo Gwen. "No quiero ver a nadie".

"No me importa lo que quieras", dijo su madre, fría y segura. "Yo soy tu madre, y tengo derecho a verte cuando quiera".

Gwen sintió surgir su vieja ira hacia su madre; ella era a la última persona que quería ver en este momento. Pero conocía bien a su madre y sabía que no se iría hasta decir lo que tenía en mente.

"Entonces, habla", dijo Gwendolyn. "Habla y vete y acaba conmigo".

Su madre suspiró.

"No sabes esto", dijo su madre. "Pero cuando era joven, de tu edad, fui atacada de la misma manera que tú".

Gwen la miró, sorprendida; no tenía idea de eso.

"Tu padre lo sabía", continuó diciendo su madre. "Y no le importó. De todos modos se casó conmigo. En ese entonces, sentí que mi mundo había terminado. "Pero no fue así".

Gwen cerró los ojos, sintiendo que otra lágrima rodaba por sus mejillas, tratando de bloquear el asunto. Ella no quería escuchar la historia de su madre. Era demasiado tarde para que su madre sintiera verdadera compasión. ¿Creía que podría entrar aquí, después de tantos años de malos tratos y contarle una historia solidaria y esperar a cambio que eso reparara todo?

"¿Ya terminaste?", preguntó Gwendolyn.

Su madre dio un paso adelante. "No, no he terminado", dijo con firmeza. "Ahora eres la Reina – es hora de actuar como tal", dijo su madre, con su voz tan dura como el acero. Gwen escuchó una fuerza en ella, que nunca había oído antes. "Sientes lástima por ti misma. Pero las mujeres, todos los días, en todas partes, sufren peores destinos que tú. Lo que te ha pasado no es nada en la maquinación de la vida. ¿Entiendes? No es nada".

Su madre suspiró.

"Si quieres sobrevivir y sentirte bien en este mundo, tienes que ser fuerte. Más fuerte que los hombres. Los hombres te afectarán, de una forma o de otra. No es lo que te sucede – es cómo lo percibes. Cómo reaccionas ante eso. Eso es sobre lo que tienes control. Puedes agonizar y morir. O puedes ser fuerte. Eso es lo que diferencia a las niñas de las mujeres".

Gwen sabía que su madre estaba tratando de ayudar, pero le molestaba la falta de compasión en su enfoque. Y odiaba ser aleccionada.

"Te odio", le dijo Gwendolyn. "Siempre te he odiado".

"Lo sé", dijo su madre. "Y yo también te odio. Pero eso no significa que no podamos entendernos mutuamente. No quiero tu amor – lo que quiero es que seas fuerte. Este mundo no está gobernado por personas débiles y temerosas – está gobernado por aquellos que sacuden la cabeza ante la adversidad, como si no significara nada. Puedes colapsar y morir, si lo deseas. Hay un montón de tiempo para eso. Pero eso es aburrido. Sé fuerte y vive. Vive de verdad. Sé un ejemplo para otros. Porque un día, te lo aseguro, vas a morir de todos modos. Y mientras estés viva, más te vale vivir".

"¡Déjame en paz!". Gwendolyn gritó, incapaz de oír una palabra más.

Su madre la miraba fríamente, después, finalmente, tras un silencio interminable, se dio vuelta y salió pavoneándose de la habitación y azotó la puerta detrás de ella.

En el silencio vacío, Gwen comenzó a llorar, y lloró y lloró. Más que nunca, deseaba que todo eso desapareciera.

CAPÍTULO SEIS

Kendrick estaba parado en el amplio rellano en el borde del Cañón, viendo a la bruma. Mientras miraba, su corazón se estaba rompiendo por dentro. Le hacía sentir destrozado ver a su hermana como estaba, y se sentía culpable, como si él mismo hubiera sido la víctima. Podía ver en los rostros de todos los silesios que consideraban a Gwen más que una gobernante – todos ellos la consideraban como familia. También estaban desanimados. Era como si Andrónico les hubiera hecho daño a todos.

Kendrick sentía como si él fuera el culpable. Él debería haber sabido que su hermana menor haría algo así, sabiendo lo valiente, lo orgullosa que era. Él debió haber anticipado que trataría de entregarse a sí misma, antes de que cualquiera de ellos hubiera tenido la oportunidad de detenerla, y debería haber encontrado una manera de impedírselo. Él conocía su naturaleza, sabía lo confiada que era, conocía su buen corazón – y también, como un guerrero, sabía, mejor que ella, la brutalidad de algunos dirigentes. Él era mayor y más sabio que ella, y sintió que la había defraudado.

Kendrick también se sentía culpable porque todo, esta grave situación, era demasiado para estar en la cabeza de una sola persona, de una gobernante recién coronada, una chica de 16 años de edad. Ella no debió haber soportado la peor parte sola. Una decisión tan pesada habría sido difícil para su propia mente – incluso para su padre. Gwendolyn hizo lo mejor que pudo hacer en las circunstancias, y tal vez lo hizo mejor que cualquiera de ellos hubiera hecho. Kendrick no habría sabido cómo tratar con Andrónico. Ninguno de ellos habría sabido.

Kendrick pensó en Andrónico, y su rostro enrojeció de ira. Él era un líder sin moral, sin principios, sin humanidad. Estaba claro para Kendrick que si todos ellos se rendían ahora, tendrían la misma suerte: Andrónico mataría o haría esclavos a todos y cada uno de ellos.

Algo había cambiado en el aire. Kendrick podía verlo a los ojos de todos los hombres, y él mismo lo sentía. Los silesios ya no estaban decididos a sobrevivir, a defenderse solamente. Ahora querían venganza.

"¡SILESIOS!", rugió una voz.

La multitud se calmó y miró hacia arriba. En la ciudad superior, en el borde del Cañón, mirando hacia abajo, estaba parado Andrónico, rodeado de sus secuaces.

"¡Les doy una opción!", gritó. "¡Entréguenme a Gwendolyn y los dejaré vivir! Si no, va a llover fuego sobre ustedes, a partir de la puesta del sol, un fuego tan intenso que ninguno de ustedes vivirá".

Se detuvo, sonriente.

"Es una oferta muy generosa. No lo piensen mucho".

Con eso, Andrónico se dio vuelta y se marchó furioso.

Los silesios, poco a poco se volvieron y se miraron unos a otros.

Srog dio un paso adelante.

"¡Compañeros silesios!", dijo Srog, a una enorme y creciente multitud de guerreros, más serios de lo que Kendrick había visto en él. "Andrónico ha atacado a nuestra muy apreciada y mejor gobernante. La hija de nuestro amado rey MacGil y una gran reina, por su propio derecho. Él ha atacado a todos y cada uno de nosotros. Ha tratado de poner una mancha en nuestro honor – ¡pero él sólo se ha manchado a sí mismo!".

"¡SÍ!", gritó la multitud, los hombres agitándose, cada uno sujetando las empuñaduras de sus espadas, con fuego en sus ojos.

"Kendrick", dijo Srog, volviéndose hacia él. "¿Qué propones?".

Kendrick lentamente miró a los ojos de todos los hombres delante de ellos.

"¡ATAQUEMOS!". Kendrick gritó, con fuego en sus venas.

La multitud gritó en aprobación, una multitud cada vez más y más grande, con valentía en sus ojos. Todas y cada una de estas personas, se dio cuenta él, estaban dispuestos a luchar hasta la muerte.

"¡MORIREMOS COMO HOMBRES Y NO COMO PERROS!", gritó Kendrick, otra vez.

¡SÍ!", gritaba la multitud.

"¡LUCHAREMOS POR GWENDOLYN! ¡POR TODAS NUESTRAS MADRES Y HERMANAS Y ESPOSAS!".

"¡SÍ!".

"¡POR GWENDOLYN!", gritó Kendrick.

"¡POR GWENDOLYN!", gritó la multitud.

La multitud rugía en éxtasis, aumentando cada vez más con cada momento que pasaba.

Con un grito final, siguieron a Kendrick y a Srog que iban al mando hacia el estrecho rellano, más y más arriba, hacia la parte alta de Silesia. Había llegado el momento de mostrar a Andrónico de qué estaban hechos Los Plateados.

CAPÍTULO SIETE

Thor estaba parado con Reece, O'Connor, Elden, Conven, Indra y Krohn en la desembocadura del río, todos ellas mirando hacia abajo, al cadáver de Conval. El ambiente en el aire era sombrío. Thor, también lo sentía, el peso de ello en su pecho, tirando de él hacia abajo, mientras miraba a su hermano de la Legión. Conval. Muerto. No parecía posible. Eran seis los que iban en este viaje, hasta donde Thor podía recordar. Nunca había imaginado que terminarían siendo cinco. Le hizo sentir su mortalidad.

Thor pensó en todas las veces que Conval había estado allí para él, recordaba cómo siempre había estado allí, en cada paso de su viaje, desde el primer día en que Thor se había unido a la Legión. Era como un hermano para él. Conval siempre había defendido a Thor, siempre había tenido un buen consejo para él; a diferencia de algunos de los otros, él había aceptado a Thor como amigo desde el principio. Verlo allí muerto – y sobre todo como resultado de los errores de Thor – hizo que Thor sintiera náuseas. Si él nunca hubiera confiado en esos tres hermanos, tal vez Conval estaría vivo ahora.

Thor no podría pensar en Conval sin Conven, dos gemelos idénticos, inseparables, siempre completándose mutuamente los pensamientos. No se imaginaba el dolor que estaba sintiendo Conven. Conven parecía como si ya no estuviera en sus cabales; el feliz y despreocupado Conven, que había conocido una vez, parecía haberse ido de un solo golpe.

Todos estaban parados en el borde del campo de batalla donde había ocurrido, los cadáveres de los soldados del Imperio estaban amontonados alrededor de ellos. Estaban allí parados, arraigados, mirando a Conval, ninguno de ellos dispuesto a seguir adelante, hasta darle un entierro apropiado. Habían encontrado algunas pieles en algunos de los oficiales del Imperio, les habían desnudado y habían envuelto el cadáver de Conval con ellas. Le habían colocado en un pequeño bote, el que habían utilizado para llegar aquí, y su cadáver estaba allí, largo, tieso, mirando al cielo. El entierro de un guerrero. Conval ya se veía congelado, su cuerpo rígido y amoratado, como si nunca hubiese vivido.

Thor no sabía cuánto tiempo habían estado parados allí, cada uno de ellos perdido en sus propias penas, ninguno quería ver que se fuera su cuerpo. Indra puso su mano encima de la cabeza de Conval en pequeños círculos, cantando algo en un idioma que no entendía Thor, con los ojos cerrados. Él se daba cuenta de lo mucho que a ella le importaba él, mientras llevaba a cabo el funeral solemne, y Thor sintió paz con el sonido. Ninguno de los muchachos sabía qué decir, y todos estaban allí sombríamente, silenciosos, dejando a Indra el servicio.

Finalmente, Indra terminó y dio un paso atrás. Conven dio un paso adelantó, las lágrimas corrían por sus mejillas y se arrodilló al lado de su hermano. Él extendió la mano y la puso en la de él, inclinando la cabeza.

Conven extendió la mano y dio un empujón a la embarcación. Se balanceaba hacia las aguas del río, y luego, como si entendieran las mareas, la corriente de repente creció, alejando el barco, lenta y suavemente. Se alejó más y más del grupo; Krohn lloriqueando mientras se iba. De la nada, surgió una niebla, y consumió el barco. Desapareció.

Thor sentía como si también su cuerpo hubiera sido absorbido en el mundo terrenal.

Lentamente, los chicos se miraron unos a otros, y vieron más allá del campo de batalla y a las tierras lejanas detrás de él. Detrás de ellos estaba el submundo del cual vinieron; a un lado estaba una vasta planicie de pasto; y al otro lado había un terreno baldío, un desierto endurecido. Estaban en una encrucijada.

Thor se dirigió a Indra.

"¿Para llegar a Neversink debemos cruzar ese desierto?", preguntó Thor.

Ella asintió.

"¿No hay otra manera?", preguntó él.

Ella meneó la cabeza.

"Hay otras maneras, pero menos directas. Perderían semanas. Si esperan vencer a los ladrones, es la única manera".

Los demás lo miraron largo y tendido, los soles quemando, formando ondas.

"Parece despiadado", dijo Reece, yendo al lado de Thor.

"No conozco a nadie que lo haya cruzado y siga vivo", dijo Indra. "Es enorme, lleno de criaturas hostiles".

"No tenemos suficientes provisiones", dijo O'Connor. "No lo lograríamos".

"Pero es el camino hacia la Espada", dijo Thor.

"Asumiendo que la Espada todavía exista", dijo Elden.

"Si los ladrones han llegado a Neversink", dijo Indra, "entonces su preciosa Espada está perdida para siempre. Arriesgarían su vida por un sueño. Lo mejor que pueden hacer ahora es regresar al Anillo".

"Nosotros no volveremos", dijo Thor, decidido.

"Sobre todo ahora", agregó Conven, avanzando hacia adelante, con sus ojos encendidos de ardor y dolor.

"Encontraremos esa Espada o moriremos en el intento", dijo Reece.

Indra meneó la cabeza y suspiró.

"No esperaba otra respuesta de ustedes, muchachos", dijo ella. "Insensatos hasta el final".

*

Thor caminaba junto a los demás a través del desierto, entrecerrando los ojos hacia el fuerte sol, jadeando por el calor implacable. Pensó que estaría encantado de librarse del inframundo, de su melancolía siempre presente, de ser incapaz de ver los soles. Pero se había ido de un extremo al otro. Aquí, en este desierto, no había nada más que sol: sol amarillo y cielo amarillo, brillando sobre él y ningún lugar a dónde ir. Le dolía la cabeza, y se sentía mareado. Estaba arrastrando los pies y sentía como si hubiera estado caminando una vida; al voltear, vio que los otros estaban igual.

Ellos habían estado caminando medio día, y no sabía cómo podrían continuar con esto. Miró a Indra, sosteniendo su capucha sobre la cabeza y se preguntó si ella había tenido razón. Tal vez habían sido temerarios al intentar esto. Pero él había prometido encontrar la Espada – y ¿qué otra opción tenían?

Al avanzar, sus pies agitaban nubes de polvo, arremolinándose en todas partes, haciendo aún más difícil respirar. En el horizonte no había nada más que lodo secado al sol, todo era plano hasta donde alcanzaba la vista. No había el menor atisbo de estructura o camino o montaña – ni nada. Nada sino el desierto. Thor sentía como si hubieran llegado hasta el final del mundo.

Al avanzar, Thor se consoló con una cosa: por lo menos ahora, por primera vez, sabía a dónde iban. Ya no estaba a merced de escuchar a esos tres hermanos y su estúpido mapa; ahora escuchaban a Indra y él confiaba más en ella, de lo que alguna vez había confiado en ellos. Se sentía seguro de que iban en la dirección correcta – pero no estaba seguro de que sobrevivirían al viaje.

Thor comenzó a oír un ruido silbante sutil, y cuando miró hacia abajo, vio que la arena alrededor de él giraba en círculos. Los demás también lo vieron, y Thor se sintió confundido mientras la arena se reunía lentamente, los círculos eran más intensos en sus pies, luego se levantaban hasta el cielo. Pronto surgió una nube de polvo, levantándose del suelo del desierto, subiendo más y más alto.

Thor sintió que todo su cuerpo se secaba de repente. Sentía como si cada gota de agua fuera jalada de su cuerpo, y él ansiaba tener agua; nunca había tenido tanta sed en su vida.

Extendió la mano con miedo, buscando a tientas su bota de agua y la levantó y la dirigió hacia su boca. Pero al hacerlo, el agua se dio vuelta y se fue hacia arriba, hacia el cielo, nunca llegó a sus labios.

"¿Qué está pasando?" Thor gritó a Indra, jadeando.

Ella miraba al cielo con temor, retirando su capucha.

"¡Es una lluvia inversa!", gritó.

"¿Qué es eso?" Elden gritó, jadeando mientras agarraba su garganta.

"¡Llueve hacia arriba!", gritó ella. "¡Toda la humedad está siendo absorbida hacia el cielo!".

Thor observaba cómo el resto de su agua se disparaba hacia arriba de la bota, y entonces vio cómo la bota crujía y se secaba, cayendo al suelo como papa seca.

Thor cayó de rodillas, agarrando su garganta, apenas podía respirar. Alrededor de él, los otros hicieron lo mismo.

"¡Agua!". Elden suplicó, junto a él.

Hubo un gran estruendo, como el sonido de mil truenos y Thor miró hacia arriba para ver cómo el cielo se oscurecía. Una sola nube de tormenta apareció, corriendo hacia ellos, a una velocidad increíble.

"¡AL SUELO!", gritó Indra. "¡El cielo se está invirtiendo!".

Ella apenas hubo terminado de hablar cuando el cielo se abrió y una pared de agua chorreó hacia abajo, derribando a Thor y a los demás con la fuerza de un maremoto.

Thor se fue rodando una y otra vez en la onda de agua, dando tumbos no supo cuánto tiempo. Finalmente, apareció en el suelo del desierto, la ola rodando delante de ellos. Esto fue seguido por las hojas de la lluvia, y Thor echó la cabeza hacia atrás y bebió y bebió, igual que los demás, hasta que finalmente se sintieron hidratados otra vez.

Poco a poco, cada uno de ellos se puso de pie, jadeando, pareciendo vencidos. Se miraron unos a otros. Habían sobrevivido. Cuando su asombro y miedo desapareció, lentamente estallaron en risas.

"¡Estamos vivos!", gritó O'Connor.

"¿Eso es lo peor que nos puede pasar en este desierto?", preguntó Reece, feliz de estar vivo.

Indra meneó la cabeza, sombríamente.

"Celebras prematuramente", dijo ella, pareciendo muy preocupada. "Después de las lluvias, los animales del desierto salen a beber".

Surgió un ruido espantoso, y Thor miró hacia abajo y vio con horror cómo un ejército de pequeñas criaturas salía de la arena y se apresuraba a ir hacia ellos. Thor comprobó sobre su hombro y vio el lago de agua que las lluvias habían dejado, y se dio cuenta de que estaban en el camino de las criaturas sedientas.

Docenas de criaturas que Thor jamás había visto antes, corrieron hacia ellos. Eran animales enormes, de color amarillo, parecidos a un búfalo, pero el doble de tamaño, con cuatro brazos y cuatro cuernos, corriendo sobre dos patas hacia ellos. Caminaban de forma divertida, de vez en cuando se abalanzaban en cuatro patas, y después saltaban otra vez. Rugían mientras iban hacia ellos; sus vibraciones hacían temblar el suelo.

Thor sacó su espada, como hicieron los demás, dispuestos a defenderse. Cuando el primer animal se acercó, Thor rodó a un lado, quitándose del camino, sin golpearlo, con la esperanza de que sólo pasara corriendo delante de ellos y fuera a buscar el agua.

La criatura bajó su cabeza para sacar a Thor, y falló cuando Thor rodó. Para temor de Thor, no estaba contento – dio la vuelta en círculo, y con rabia, fue directo hacia Thor. Parecía que lo quería muerto, más que querer el agua.

Al volver al ataque, bajando sus cuernos, Thor saltó alto en el aire y giró su espada, cortando uno de sus cuernos conforme corría. El animal chilló, saltando sobre dos patas, y dio la vuelta, cortando a Thor y tirándolo al suelo.

La criatura levantó sus patas e intentó patear a Thor, pero Thor rodó fuera del camino, mientras sus pies dejaban una gran huella en la arena y agitó una nube de polvo. La criatura levantó sus patas de nuevo, y esta vez Thor levantó su espada y la hundió en el pecho de la criatura.

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