Kitabı oku: «El Airecito – Сквознячок», sayfa 2
De repente Airecito se ha alegrado muchísimo al oír esas palabras de la Torre-
– ¡Un Cuento, claro, un Cuento! ¡Eres tan lista Torre, me lo has dicho justo a tiempo! – se alegró tanto nuestro Airecito que empezó a dar volteretas de felicidad. Y aquí hay que decir que a la Torre le ha entrado un ataque de estornudos a causa de ese regocijo repentino.
– ¡Achís! ¡Vaya! ¡No eres tan débil como pareces Airecito! Pero… ¡achís! ¡Tanto trabajo en la Biblioteca no te ha servido de bien!
La Torre quería seguir criticando un poco más a Airecito, pero en este momento se ha dado cuenta que han llegado a la Plaza unos obreros. Ellos se dirigían hacia ella y estaban equipados con todo lo necesario para cumplir con la orden del Gobernador y destruirla. Al verlos la Torre ha dado un aullido de horror.
– ¡Basta de quejarte! ¡Todo ira genial, ya verás! – ha dicho Airecito saltando abajo desde el parapeto donde estaba sentado.
Se ha dirigido hacia los obreros que se acercaban cada vez más y de repente se ha puesto a aullar, arremolinarse y dar saltitos alrededor de esos hombres. También gritaba fuerte a sus oídos y pegaba unos alaridos terribles:
– ¡Yo soy el espíritu rebelde de un bandido! ¡Oooh!!! ¡Yo soy un malvado sanguinario, el Fantasma de la Torre! ¿Quién se atreve a quitarme mi eterno hogar? ¿Quién es el valiente que se atreve a destruir la vieja Torre? ¡Yo, el espíritu terrible, iré a vivir a la casa de este atrevido!
Luego Airecito persiguió a uno de los obreros que se ha echado a correr y chilló sin piedad a sus oídos:
– ¡Yo soy un malvado, mi nombre es Barba Azul! Advierto a todo el que se atreva a hacerle daño a la Torre que me mudaré de esas murallas destruidas a vuestras casas. ¡Y entonces se acabarán la felicidad y la paz en vuestras familias! Solo quedarán las amargas lágrimas de vuestras mujeres y niños…
Todos los obreros se fueron aterrorizados. Airecito estaba que brincaba de la emoción y ya no era capaz de calmarse. Se armó de más valor y voló hacia la casa del Gobernador. Allí se ha colado al dormitorio y con unos gritos y ululatos en seguida ha despertado al Gobernador que ya estaba temblando de miedo.
– ¿¡Así que tú eres el Gobernador, el bobo que ha emitido un decreto más estúpido que jamás se ha visto?! ¡Tú has ordenado derrumbar a la vieja Torre, pero no sabes que ella ha servido de refugio para las almas desamparadas de muchos y muchos malvados que han vivido en esa torre en los tiempos pasados! ¡Si tú destrozas la Torre, todas esas almas nos quedaremos sin hogar y vendremos a vivir aquí, en tu dormitorio! ¡Y entonces nunca más sabrás que es la calma!
El Gobernador despertó de su tranquilo sueño debido a esos gritos y primero pensó que era una pesadilla. Pero en cuanto se ha dado cuenta que era realidad, se ha echado la manta encima, aunque ha visto enseguida que de esa manera tampoco podía esconderse de Airecito. Entonces se ha levantado de la cama de un salto y se ha dirigido corriendo a la Plaza para leer a la gente de la ciudad un decreto nuevo.
Acompañado por el son de las trompetas, El Gobernador ha proclamado:
– <<A partir de ahora proclamo a la vieja Torre de Prisión un nuevo Bien de interés cultural e histórico. ¡Desde el día de hoy se encuentra bajo la custodia y la protección de nuestra ciudad!!!>>
La gente ha escuchado este nuevo decreto del Gobernador muy sorprendida y ha empezado a comentar las cosas que habían pasado en la ciudad últimamente. Una de las vecinas le susurró al oído a otra:
– Día que pasa, nuestro Gobernador tiene un capricho nuevo. Hace poco anunció el derribo de la Torre vieja y hoy – ¡míralo! ¡Él mismo la proclama “Bien de interés histórico”! Os voy a contar que ha pasado, pero – ¡chitón! – solo entre nosotras, ¡es un gran secreto! ¡Resulta que dentro de la vieja Torre hay fantasmas! Son ellos los que la salvaron de la destrucción. Hoy por la mañana mi marido ha ido junto a otros obreros para demoler la Torre y a poco tiempo ha vuelto corriendo tan asustado que estaba con el alma en un hilo. ¡Temblando! ¡No podía decir ni una palabra, estaba enmudecido de miedo ante los espíritus de la antigua Torre a los que iban a dejar sin su hogar!
Un hombre al oírla se ha sorprendido muchísimo y le ha dicho indignado:
– ¿Pero qué cosas está diciendo Usted? ¡Debería de darle vergüenza!
Desde aquel día la vida en la ciudad ha cambiado por completo. Empezaron a llegar hasta aquí muchos forasteros que deseaban ver la maravillosa Torre. Multitudes de curiosos la visitaban ansiosos de ver y escuchar a los fantasmas misteriosos de la Torre ya que se creía que predecían el futuro.
Un día, Lectórius y su nieta Adela hablaban de lo que ocurría en la ciudad mientras esperaban a Airecito. La chica dijo:
– ¡Que rápido han volado los rumores sobre los fantasmas de la Torre que se han enfrentado a los obreros para defenderla de la demolición!
– ¡Si, en un momento! – ha suspirado el bibliotecario Lectórius y ha añadido – ¡Y qué feliz estaba la propia Torre! Ella ha ofrecido a Airecito que venga a vivir bajo su techo para agradecerle esa salvación milagrosa. Bueno, también le pidió que de vez en cuando diera algún que otro grito terrible de fantasma para que nadie deseara derrumbarla nunca más.
Adela recordó cómo había empezado todo:
– ¡Si, y nuestro Airecito se aplica tanto! A pesar de que últimamente se ve obligado a dar clamores terroríficos imitando a fantasmas cada vez más frecuente porque montones de turistas de todos los rincones del mundo llegan para ver la misteriosa Torre y entrar en sus oscuras mazmorras. A los visitantes les horroriza y les maravilla a la vez cuando las antiguas y pesadas puertas se abren y se cierran por sí mismas chirriando fuerte y las rejas de las ventanas retumban al verlos aparecer.
Una chica ha entrado en la biblioteca y ha interrumpido esa conversación. Ella entró, y a la vez que pedía un nuevo libro se ha unido a esa charla sin darse cuenta de que el bibliotecario y su nieta la miraban con algo de ironía:
– ¡Buenos días! Oh, al entrar he oído que estáis hablando sobre las cosas que pasan en la ciudad. Dice la gente que se oyen unas voces misteriosas de los espíritus en diferentes rincones de la Torre. Algunas de esas voces predicen el futuro. Por ejemplo, prometen el casamiento feliz a las jóvenes muchachitas, éxito y riqueza a los que lo necesitan, salud y una vida larga a los ancianos. Otras voces se dedican a contar la historia de la Torre y de la ciudad como unos verdaderos guías.
– ¡Ah, gracias! – ha dicho la chica aceptando el libro que le ha traído Lectórius y luego se ha despedido:
– ¡Voy a leerlo en casa! ¡Dicen que son unos cuentos maravillosos! ¡Hasta luego!
Después de que la visitante se haya ido, Lectórius ha dicho:
– No ha pasado ni un mes desde que la Torre tiene esa fama de Curandera y Profetisa. En la entrada está ahora un barrilito con el letrero que pone “Donaciones para restaurar nuestro monumento histórico” y se llena ese barrilito muy rápido. La Torre está orgullosa porque el Gobernador prefiere sus murallas a otros edificios de la ciudad y la visita cada día igual que antes.
Adelina asintió y dijo a su abuelo:
– A mí me parece que la Torre empieza a olvidar la salvación tan maravillosa que ha tenido. Esa fama inesperada le tapa los ojos y le hace olvidar cuánto le debe agradecer a Airecito su ayuda. Ya antes ellos también discutían sobre la soberbia y la arrogancia excesivas de la Torre, de las que siempre se reía Airecito. Pero en el fondo de su alma vacía ahora la Torre se alegra mucho de ser necesaria a alguien… Sin embargo, el respeto que ella tanto echaba de menos le hizo perder la cabeza, nuestra Torre se imagina ahora la mano derecha del Gobernador y se cree “uno de los personajes más importantes y destacados de la ciudad que encima por su bondad le ha dado amparo a Airecito”.
Se echaron a reír juntos y en ese momento oyeron como se cerraba la ventanilla – era Airecito que ha vuelto a la biblioteca para ayudar a sus amigos. Los tres trabajaron juntos toda la noche restaurando páginas vetustas de los libros antiguos. Mientras trabajaban seguían conversando. Lectórius ha dicho:
– Estamos haciendo algo muy importante, regalando una vida nueva a esos libros antiguos, porque a todos le encantan los cuentos alegres con un final feliz donde el Mal siempre esta vencido por el Bien. Los padres los cuentan con gusto a sus niños y así esos cuentos viven entre nosotros mucho, mucho tiempo más.
El bibliotecario decía eso y Airecito al escucharlo consentía:
– ¡Así es! A nadie le gusta contar a sus nietos para que duerman un cuento triste y por eso los cuentos aburridos caen en el olvido. Y olvidados por nosotros, desaparecen para siempre. Pues para que eso no pase, los tres trabajamos mucho hasta muy tarde. Y por muy cansaditos que estemos, nos da mucha alegría hacer este trabajo.