Kitabı oku: «La venganza del caído»

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La venganza del caído

ÁNGELES GUARDIANES I

Nathan Burkhard


Primera edición en ebook: Febrero, 2021

Título Original: La venganza del caído – Ángeles Guardianes I

© Nathan Burkhard

© Editorial Romantic Ediciones

www.romantic-ediciones.com

Diseño de portada: Olalla Pons - Oindiedesign

ISBN: 9788418616167

Prohibida la reproducción total o parcial, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, en cualquier medio o procedimiento, bajo las sanciones establecidas por las leyes.


Cruzando por un camino angosto.

Donde la oscuridad come cada atisbo de esperanza, enjaulada, oprimida por ese mal que se expande en la tierra, que desgarra sin pena.

He perdido mi alma.

Como un soldado en batalla, luchando con heridas, la espada rota y tratando de seguir.

Sin escudo, sin casco, sin nada que dar a cambio.

Sin monedas en el bolsillo.

Sin un rastro que pueda seguir.

Destrozados como pedazos de cristal fino.

¿Para qué fui enviada? Si todo a mí alrededor se derrumba al tratar de alcanzarlo, pero aún mantengo la fuerza, levanto la cabeza y trato de no derrumbarme.

Sostengo mis piernas firmes, mis manos sujetan mi espada y una voz angelical y calmada me da la vida que necesito, aunque siempre veo que no hay salida al final del camino.

“Surge o húndete”

Nathan Burkhard

Siempre pretendí tener el control de mis acciones, tener una vida y seguir con un camino como todos, ser como muchos, no entendía que seguir a los demás era convertirme en una oveja más en un rebaño de tantos.

Varado en la distancia de mundos vacíos, viendo a qué lado cruzar, sin darme cuenta que lo que había a mi alrededor era más que simples apariencias, todo era una farsa ¿Cómo dejar esa vida atrás? ¿Cómo cerrar los ojos y tratar de engañarte a ti mismo?

Fue cuando me di cuenta que todo en esta vida no nos pertenece, somos solo almas, cuerpos de carne, corazones de piedra carentes de sentido y de emociones.

Quizás desde ese momento aprendí a ver más allá de simples máscaras, ver lo profundo del ser humano, ver en qué nos convertimos con el paso de los años. Aprendí a leer los sentimientos de los demás, logrando encontrar mucho más que historias pasadas, vi presentes, futuros y como la mirada es más que una ventana.

Descubriendo secretos que pueden destruirte pero también pueden salvarte en un determinado momento, pero en mí camino al tratar de descubrir quién soy solo encontré la devastación, dos pueblos, una guerra, y desolación que va en busca de un nuevo mundo para corromper, para dañar, para desaparecer.

Me hallo sujeto a un sueño, quizás una obsesión, prisionero de esa historia, apasionado de su gloria.

Muchas de las cosas que te rodean no son lo que aparentan. Muchos secretos son ocultados de mi perspectiva, pero la verdad de mis orígenes está en juego, sujeto a un pasado doloroso escrito con sangre, leída con amor, atrapada con odio y liberada con pasión.

Es hora de descubrir la verdadera historia de tres mundos separados por la rivalidad desde la creación, divididos por sus actos, divididos por su maldad y frialdad.

Tres puertas imposibles de sellar, quedando abiertas para toda la eternidad.

En donde la luz es oscuridad, los sueños son pesadillas, la vida es solo muerte, dolor y sufrimiento que rasga el alma y tú ser por dentro.

Una batalla imposible de ganar, una etapa difícil de calmar, pero la vida debe continuar.

LA VENGANZA DEL CAÍDO

ÁNGELES GUARDIANES I:

“Jamás hay un final”

Joseph Cooper

CAPÍTULO 1

INICIO

Les contaré la historia de su vida, de sus inicios, de cómo su vida se convirtió en un laberinto sin salida, sin nada más que ella misma entre el tiempo y el destino, conspirando para que caiga al abismo que sus enemigos cavaron exclusivamente para ella.

Cuantas veces trató de encontrar una salida a esa opresión que sentía, a la carga que sus hombros llevaban, pero le fue imposible escapar de su destino, no había manera de no seguir por el camino que le fue predicho desde su nacimiento, pero tuvo la valentía de revelarse contra los designios que le fueron impuestos desde su concepción, era tan joven, tan inocente, que era simplemente absurdo que ella entregara su vida, su alma y su corazón para la salvación de nuestra propia especie, garantizando de esa manera que los ideales de nuestros propios padres siguieran en una larga cadena que jamás se rompería, pero no contaron en que ella se revelaría contra ideales ilógicos, mundos utópicos, ella solo deseaba sobrevivir, sobrevivir en un mundo lleno de corrupción, maldad, un mundo dónde la contaminación de nuestras almas nos llevaría al caos y la destrucción propia.

Un arma mortal concebida solo para traer una línea perfecta de reyes y líderes de sangre pura, ella misma es un peligro inminente, su propia mente, su cuerpo siempre pendiente de toda amenaza, la destrucción es su aliada, pero su alma la llave para la salvación de un pueblo y su corazón sería la luz que aplacaría la oscuridad el firmamento.

Si te llegas a preguntar cómo es ella, pues es tan sencilla, simple, quizás siempre está junto a ti, alguien que cruzó por tu camino entregándote algo tan valioso que tú ni cuentas te has dado de aquel bello regalo, ella es una persona con debilidades y virtudes, con rasgos perfectos e imperfectos, quien diría que debemos aprender a ser más observadores, ya que el mundo que nos rodea guarda secretos y mundos que están en constante guerra.

Es la última generación viva de ángeles guardianes, su nombre es un significado de amor, una lucha sin límites, es nueva vida, un nuevo ciclo de esperanza y fe. Si te has llegado a preguntar si habla otra lengua que no conozcamos, te equivocas, habla como todos los demás, como tú y como yo, hablan el idioma de hombre, habla el dialecto de nuestros padres, amigos, es un humano con poderes escondidos.

Prepárate para escuchar su historia, pero para ello tendrás que abrir tu mente a un nuevo mundo, ampliar tus pensamientos, soñar despierto, te contaré como es que la llegué a conocer, como es que la tuve entre mis brazos y le dejé libre en el momento justo y necesario como un ave en cautiverio esperando por la libertad ansiada.

Pero para ello te contaré el inicio de nuestra vida y cómo la guerra devastó nuestro hogar, prepárate para una nueva historia, la verdadera historia de la humanidad.

Por un momento puedes llegar a creer que es una simple historia religiosa, pues no, va más allá de doctrinas y religiones, de creencias y fe, va más allá de lo que nosotros incluso podemos entender. Nuestra historia comienza desde un gran inicio, pero jamás se vio ningún final, donde un pasado doloroso está escrito con sangre, leída con amor, atrapada con odio y liberada con pasión.

Todo comenzó desde la creación del hombre, nacido entre teorías, teorías que desde luego has escuchado, la teoría científica y religiosa, y cómo todos te has llegado a preguntar cuál es cierta, pues te respondo, ambas son ciertas, Dios nos creó, nos formó a su imagen y al crearnos hizo ciencia. Creado para la compañía y una larga cadena de hijos, el hombre se fue corrompiendo con los años, fue tentado por el poder y que su mano podía incluso ser mejor que la de Dios mismo.

Año tras año, Dios vio cómo su hijo más amado comenzó con la destrucción de su propio ser, la destrucción de su familia, de su gente, incluso la destrucción de su propio hogar, el hombre fue matando al hombre, hasta hoy puedes verlo, la creación de bombas, guerras, el hombre se ha dado la idea que puede ser como el mismo Dios tratando de crear vida pero esa vida solo es un contaminante para su propia especie, ha creado más dolor que curas para la enfermedad, ha creado más caos que paz y desde luego ha llevado a su raza al borde de la extinción.

Quizás cansado de la mano del hombre y su destrucción, aquellos hijos que dejaron de escuchar su voz, dejándolo de lado, la maldad de aquel hijo que tanto amó comenzó a esparcirse en la tierra siendo una niebla que arrasaba con toda vida, comenzando a ser invencible, invisible ante los ojos de los demás y sobre todo indestructible, la venganza comenzó a ser parte de la vida cotidiana, el motivo más fuerte para vencer, seguir y triunfar. Pecar, de pasar de ser inocente a malévolo, de cálido a frío y calculador, el destierro y su extinción sería su castigo por dudar poder, dudar de su fuerza y sobre todo dudar de su amor. La ira fue convirtiéndose en un pecado más fuerte, creándose las armas para la destrucción de cada enemigo, la destrucción de todo aquel que ponga en duda sus palabras, su fuerza y sobre todo, verte como su potencial enemigo ante el triunfo y el éxito.

Fue entonces cuando el hombre mataba al hombre, el hermano mataba a su propio hermano, y cuando el hombre mato la esperanza de su padre. Siendo testigo de la maldad, viendo como su propio hijo comenzó su propia destrucción, la destrucción del mundo que él creo para ellos, decidió conservarlos, guardando silencio, llorando la pérdida de sus hijos, llorando por aquellos hijos a los que creó con amor, para verlos convertidos en seres oscuros llenos de malicia, fue dónde nuestro creador decidió apartarse del mundo, llenándolo de silencio.

Rendido, cansado y sobre todo decepcionado, lloró largos días y noches, hasta que de una lágrima suya fuimos creados, donde nuestros antepasados fueron los que pisaron el cielo por primera vez. Creados para cumplir una misión importante ante la vida del padre y del hijo, mostrarles de nuevo el camino hacia la salvación, devolverles la fe en sí mismos y el amor que vieron perdido con los años. Creados por una lágrima llena de pena, dolor y sobre todo con mucho amor, surgimos del polvo, agua, fuego y viento, seres con el poder de curar el alma, especímenes con el don de ver más allá de lo que los primeros hijos no pudieron.

Como poder olvidar la creación de nuestros ancestros, ya que nuestros padres jamás nos permitieron olvidar de la manera que fuimos creados, cuando el paraíso estuvo vacío, entre la combinación de su propio dolor, de una gota de su propio sufrimiento fuimos formados de tierra y roca, de agua y sal, de fuego y brasa, de viento y tempestad, cubiertos por un manto de polvo, despertaron de un sueño profundo, desnudos y cubiertos con inmensas alas, se levantaron de ese nueva tierra creada para ustedes y heredada a nosotros.

Noventa y seis seres dormidos en los pardos más verdes, cubiertos por sus inmensas alas blancas, mientras que nuevos animales acompañaban su sueño. Con un nuevo calificativo, un nombre que significaría luz, llamándoles “Inumine” aquellos nuevos seres, eran tan parecidos pero diferentes a sus primeros hijos.

Dios supo entonces que éramos la esperanza, la esperanza que ustedes necesitan, todos nuestros primeros ancestros comenzaron a levantarse y admirar ese nuevo mundo dado, mientras que la voz de nuestros creador nos dio permiso para continuar, quizás le devolvimos la fe —“Surjan hijos míos, demuéstrenme que el mundo no está infestado de maldad, demuéstrenme que aún puedo dar amor y recibirlo”

Elevando las cabezas hacia el cielo ante la poderosa voz, sonrieron y se arrodillaron ante ella, un nuevo mundo había iniciado.

Surgiendo de lo profundo de la creación, surgiendo de una lágrima y sobre todo de una bendición, dándoles el paraíso, alejado de la tierra, alejada de la raza humana, una montaña alta, donde el hombre jamás pisaría, donde su maldad jamás abarcaría. El porqué de sus nombres jamás se nos dijo, ni tampoco como fueron elegidos los patriarcas de cada clan, descubriendo con el tiempo sus poderes y su misión en la vida. Sus poderes eran combinaciones del fuego, agua, viento y tierra, cada lágrima derramada por el padre fue un don para cada hijo. Podían esconder sus alas, además de compartir sus dones con sus nuevos animales, sus protectores vivos, sus fieles amigos, animales diferentes a los comunes, con inmensas alas, poderosos y valientes como ellos.

Los Tiger Inumine, eran tigres con inmensas alas, con la oportunidad de poder convertirse en gatos comunes, sus poderes se centraban en el control del fuego, la tele trasportación, además de alimentarse de la energía y el poder de los demás, se protegían con escudos, además de poder paralizar el tiempo por lapsos cortos.

Los Crock Novo, eran los pequeños guardianes de los tesoros del reino, con la apariencia de un perro cocker spaniel, eran cazadores por naturaleza, sus poderes eran más comunes, escudos de protección.

Uno de los más temibles, eran los Seatino Novo, lobos más grandes, indomables y poderosos, podían minimizar su forma, adaptándose a tomar la forma de un lobo común, pero en su forma original, tenían una cola grande y larga, con la cual podía abrirse paso y aplastar a sus enemigos. Colmillos y garras largas las cuales podía desmembrar a sus oponentes, sus poderes se centraban en el control del agua.

Los Onux Olox, halcones de pico blanco con tornos negros, su plumaje era común, pero poseía un arma mortífera, debajo de las plumas principales, ocultaba cuchillas metálicas, que les permitía girar como un torbellino y degollar a su enemigo. Además de su grito ensordecedor, pero si el ángel que estaba bajo su protección moría, su vida se iría con él.

Los Animal Parenty, su forma era la de un oso o una pantera, sus poderes eran el control del fuego, agua, viento y tierra, tenían el don de transformarse en un ángel por lapsos cortos de tiempo con la misión de ser el mensajero del reino.

Los Daiknez L’innocent, tigres sin alas, no podían convertirse en animales pequeños, más bien ellos tenían púas de roca metálica desde su nariz hasta su cola, donde se dividían en varias ramificaciones, pudiendo ocultarlas para no lastimar a sus protegidos.

Sus padres jamás nombraron al cuarto clan, relatando partes de una historia, llegando a la conclusión, que sus padres ocultaban mucho más, nombraron a Sanel el patriarca del reino, el único Inumine que unió su vida a dos corazones, el único que dio su vida por la salvación de su pueblo y de su padre, Dios.

Supieron que la maldad de sus primeros hermanos se propagaba como una niebla difícil de detener, así que juntos crearon murallas para que el mal no los contaminara y no se propagara por sus tierras, temían que la destrucción los alcanzaran y que dieran fin a sus nuevas vidas, crearon un templo para su creador dándole gracias por ser parte de un nuevo mundo, crearon normas e iniciaron una vida maravillosa.

La palabra odio y rencor no existía, la envidia no prevalecía en sus corazones y la maldad no contaminaba sus almas, piedra por piedra construyeron un hogar, una sociedad, un mundo en lo alto de la llamada tierra, tierra que estaba prohibida para ellos, hermano que estaba prohibido conocer ante la infección que propagaba.

Sus mujeres se cubrían con vestidos blancos y sandalias a juego, sus peinados eran desde trenzas a moños, cabellos sueltos largos o cortos. Los hombres del reino, utilizaban camisas sueltas, pantalones negros con botas blancas.

Al tener cada uno un hogar, además de un templo a dónde acudir por ayuda, día tras día iban conociéndose, creciendo, viviendo y amando cada parte de su hogar, formando una familia, eligiendo una compañera para poder traer a la vida a más descendientes. Al cabo de cinco meses, las obras de construcción estuvieron terminadas, un templo para poder hablar con su padre, mientras que hogares modestos le rodeaban, protegiéndolo con grandes murallas y rejas, ventanales grandes, puertas inmensas, jardines extensos con todo tipo de rarezas; rosas, claveles, lilas; pastizales, para todo animal que deseara descansar, lagunas con patos, peces, aves tejiendo sus nidos. La bandera del reino era blanca con un sol en el centro y una luna a su lado, además de varias estrellas que iluminaban cada paso, al igual que sus habitantes, ninguno tenía marcas, eran perfectos, bondadosos, ellos no tenían diferencias, vivían unidos, vivían en una comunidad donde no existía el odio y la maldad.

Los meses comenzaron a pasar, Dios estaba orgulloso de aquellos hijos que habían comenzado a amar lo que él les había brindado, mientras que en la tierra, las grandes guerras, hambrunas, peleas, matanzas, seguían día a día, el hombre dejó de escuchar, de amar y sobre todo dejó de lado a su propio padre.

CAPÍTULO 2:

SUCESORES.

Un nuevo mundo regido por mandamientos que aseguraban la prevalencia de su raza, de sus generaciones futuras, hasta que el destino jugó un importante rol en la vida de Sanel, el joven patriarca del reino. Sosteniéndose de la balaustrada del balcón de su hogar, admiró a su pueblo, rodeado de murallas tan altas que no permitían el paso a la maldad de sus antiguos hermanos, hogares simples y él siendo el guardián del templo que habían creado para su Dios, siendo la voz de sus hermanos, aquellos sus hermanos que habían logrado procrear, mientras que él no había podido traer a la vida a ese ser que sería su sucesor. Dejando que la brisa elevara sus cabellos castaños, volvió el rostro y sus ojos avellanas se fijaron en su esposa que descansaba en la comodidad de su lecho, Deania le había entregado su vida y su futuro, robándole el corazón, sus bellos ojos verdes, su piel canela había logrado impregnarse en lo más profundo de su piel. Apretando con fuerza los puños, clavó sus uñas en la piel, cerró los ojos y por primera vez en años deseó no regir ese reino, deseo no ser el patriarca de aquel pueblo que absorbía su vida, ya que día a día lograba ver la frustración de su esposa, el brillo que poco a poco se iba perdiendo en su mirada jade, dos años sin que su vientre lograra dar el fruto deseado, dos años intentando traer a un sucesor.

Para Sanel, era una tortura ver a su esposa entre la tristeza y el llanto cada vez que recordaba que sus herederos jamás fueron concebidos, sintiéndose seca y marchita por dentro, sin poder conciliar el sueño, el joven patriarca volvió al interior de su habitación, tomó su capa y salió de allí mezclado entre el polvo de la oscuridad, la incomodad y la abrumadora noche. Con pasos sigilosos, siguió su camino hacia el otro lado de su hogar, visitar el templo sería la mejor opción, pero algo en su interior le pedía dar la vuelta y regresar con su esposa, pero no hizo caso a ese presentimiento que atenazaba sus entrañas, por un momento el camino le pareció demasiado largo, lo atribuyo a su miedo, al miedo de enfrentar a su padre y decirle, reclamarle porque había sido injusto con él, requería mucho valor y agallas, pero su padre sería el único que le brindaría el consuelo que necesitaba en esos momentos, tres años intentando traer a su mundo un nuevo heredero, pero solo consiguió aumentar la pena y la frustración de su adorada esposa.

Levantó la mirada, observando el templo, aquella monumental casa que le daba vida a la voz del padre, aquel templo sencillo que le daba la sensación de confort y compañía, tragó saliva acercándose a las rejas blancas. Su nerviosismo era extremo y muy notable, sus dientes castañeaban pero no por el frío de la noche, todo era nuevo para él, abriendo la puerta blanca, vaciló por un momento en dar el primer paso al inmenso templo, dándose cuenta que esas rejas tan blancas y sencillas le esperaban abiertas, rejas que habían deteniendo a los hombres que deseaban la exterminación de su raza y con la idea de derrocar a Dios de su trono.

Admirando la belleza de aquel santuario, pastos recién cortados, las flores recién saliendo de sus capullos, los árboles con los frutos ya maduros, las aves durmiendo en su nido, mientras que algunos animales dormían en el calor de los arbustos, soltó un suspiro lleno de frustración, era momento de saber la cruda verdad.

Subió los grandes escalones, deteniéndose un minuto a reconsiderar las cosas, volvió la cabeza para ver el camino que lo había traído hasta allí, pero la noche no le permitió ver la salida, no le permitió huir de aquella misión que tenía.

Adentrándose a la gran mansión, se adentró a las profundidades de esos cimientos que él mismo había construido, no dio ni dos pasos cuando la inmensa puerta se cerró tras él obligándole a dar un respingo ante la intensidad del golpe, tragando el duro nudo que se había formado en su garganta siguió su camino mientras que las antorchas de las paredes comenzaron encenderse solas mostrándole el camino que debía seguir, siguió por los largos pasillos hasta que el gran marco que daba a una habitación con techo ovalado tan alto que era imposible alcanzarlo con las manos, con la respiración entrecortada, Sanel tuvo la ganas irrefrenables de girar sobre sus talones y salir de allí, pero pensó en su esposa y su futuro, pensando que quizás sus fines eran egoístas por tratar de conseguir algo que no podía obtener, quizás un poco iluso por pretender que su padre se lo concedería, pero faltándole el respeto por dudar de su poder y compasión, recriminándose mentalmente por dudar de su creador.

Sin darse cuenta de una espesa neblina que cubrió sus pies, siguió su camino rumbo al altar, donde una mesa de piedra granito descansaba cubierta con una seda blanca, ocultando algo debajo. Sucumbiendo ante el miedo, sus poderes perdieron el control, haciendo que sus ojos se tornaran como esferas de luz rojas, encendiendo las llamas con mayor potencia a su alrededor, cerrando los ojos con fuerza, trató de mantener el control de sus acciones, apaciguando con un gemido el control de su fuerza, el fuego de su interior deseaba propagarse y extenderse.

Al tranquilizar su agitado corazón, observó a su alrededor, notando la mesa y los objetos que la ocupaban, se acercó, levantó la mano y tomó la seda entre sus dedos, pero la voz de Dios lo detuvo.

Elevando la vista al inmenso y alto techo notó un conjunto de nubes que se arremolinaron, un viento cálido le advirtió de su presencia —Sanel, te visto entrar al templo —su voz resonó con fuerza, como un rayo partiendo la tierra, como el viento elevando y acariciando la piel.

Sanel por un momento no deseó seguir viendo los rayos y luces que rodeaban las nubes, no deseaba seguir con aquella idea tonta, pero era demasiado tarde —¡Padre! —dudó, pero ante su vacilación, se arrodilló ante la presencia, agachando la cabeza.

—¡Hijo mío! Levántate y dime ¿Qué te trae a mi templo a esta hora?

Levantando la mirada, observando la fuente de poder del padre, levantándose con miedo, se frotó la mandíbula como un súbito gesto de cansancio —¡Padre! —suspiró con el más grande dolor de su corazón —He venido por algo tan importante para mí, pero mi miedo, las dudas tratan de invadirme —su cubrió los ojos, frustrado —No puedo —sollozó, sus hombros cayeron en cansancio —Deania, ella no puede concebir —cayó rendido al suelo.

—¿Esa es tu pregunta?

—¡No! Tengo tantas, tengo muchas, pero solo una importa —confirmó con amargura, una amargura que se notaba en el inescrutable color de su mirada —¿Tendré aquel primogénito que tanto soñé? —sus lágrimas cayeron ante sus manos.

Sanel, acaso no te demuestro mi amor cada día, cada noche.

—Pero padre —replicó.

—No, no dudes de mi amor, jamás lo hagas, sabes bien que tus hermanos, los mortales también sufrieron ese mal, dudaron de mí, dudaron de sí mismos, no caigas en ese juego, no permitas que la oscuridad entre a este pueblo limpio —espetó el padre.

—Lo sé, sé que he dudado de ti, pero qué más puedo yo hacer cuando mi esposa no puede dar vida al hijo que tanto desea.

—¿El que desea ella o el que tú anhelas tanto? —aquella interrogante impuesta por su padre le dejó resignación.

—Creo que es verdad, siempre dices la verdad, ese hijo solo es un capricho mío, algo que deseo en la vida más que nada, Deania solo sigue mis sueños y no los propios.

—Pero aun así, tendrás tu herencia —ante aquellas palabras, Sanel levantó la vista, sin comprender como es que una herencia sería dejada sin que tuviera frutos —Ve hacia la mesa de granito, en ella se oculta tu legado hijo mío, en ella encontraras las respuestas que necesitas, pero no hoy —hizo una pausa significativa, mientras que Sanel se retorcía las manos sobre su regazo por el nerviosismo de la noche —Tendrás hijos, tus hijos tendrán hijos y sus hijos también tendrán hijos, tu sangre se esparcirá por tu pueblo, una larga cadena de primogénitos varones asegurar tu legado y el mío, pero para ello, todos deben pagar un precio ante los deseos ocultos del corazón.

—¿A qué te refieres con ello padre? —confundido, dio unos pasos hacia adelante —¡Padre! Sabes bien que Deania no puede tener hijos, una herencia no podrá ser repartida sin hijos.

—Esta noche ve con Bera, ella aguarda en su lecho, procrearas con ella, te dará al heredero que tanto anhelas, tu generación resguardara los tesoros de este hogar, de este templo y sabrá bien atesorar los secretos de la vida.

—¿Estás sugiriendo que Bera engendre a mi hijo? —se dio vuelta, tapando sus oídos, cerrando sus ojos, tratando de no imaginar cómo era posible que la mujer que amaba no podía darle el hijo que anhelaba, como un niño pequeño haciendo un berrinche se negó a escuchar la verdad.

—Sí, te doy mi permiso y bendición, podrás aceptar o rechazar lo que hoy te propuse. Pero te digo, tú eres el hijo al que dejaré mucho más que sabiduría. Te dejaré mi legado, deberás elegir bien quien será el sucesor de mi reino, con el tiempo te diré que es lo que tienes que hacer, pero desde hoy ve pensando —las nubes desaparecieron y la niebla retrocedió, sintiéndose que esa fuerza poderosa había desaparecido.

Sanel no podía articular palabra alguna, tendría que elegir entre el cariño de su esposa, romperle el corazón, o hacer realidad su sueño, pero no tenía muchas opciones si deseaba que su reino prevaleciera y su raza continuara bajo las estrictas normas que habían creado, solo que elegir entre su propio deseo y la felicidad de su esposa lo hizo sentir miserable. Sin una respuesta clara a sus dudas, se levantó, giró sobre sus talones y abandonó el templo con la misma angustia y el corazón roto.

¿Cómo tomar la decisión correcta? ¿Cómo tener entre sus brazos al hijo deseado sin lastimar a su esposa? Pensó en el dolor que le causaría, la mujer que había acariciado su rostro por la noche, la mujer que le lleno de besos cada día, el hijo que soñó jamás llegaría, aquel hijo con los ojos de su esposa, con el cabello negro, aquella ilusión se había esfumado. ¿Acaso pretendía que él indagara por su cuenta? ¿Pretendía su padre mostrarle un mundo de dolor y pena?

Sin más que hacer, regresó a su hogar, caminando por los pasillos que lo llevarían a lado de su esposa, no supo cómo es que había llegado tan rápido a su habitación, pero lograba admirar a Deania aun descansando, su respiración lenta y pausada y esos bellos ojos cerrados mostrando cuan largas eran sus pestañas, dio unos cuantos pasos para sentarse al pie de esa cama, con los codos en las rodillas, y su cabeza colgando entre sus manos, supo que no tendría el corazón para lastimar a su esposa de esa manera, concebir un hijo con Bera era traicionar y lastimar a Deania, era sumirla en lo profundo de su tristeza y odio, odio que seguro le tendría a ese hijo que ella no pudo concebir.

Deania había escuchado a su esposo salir de sus aposentos, se había levantado y lo había visto por el balcón salir de la casa e ir a pasos lentos al templo, admirando la majestuosidad de la voz de Dios, logró ver desde su punto como las nubes en un conjunto de rayos, luces y niebla se formaban en lo alto del templo, entendió entonces que su esposo estaba desesperado y que ella necesitaba entender que la decisión que Dios tomase para ellos era la correcta, al sentir su peso en la cama, se levantó con cuidado y gateando sobre las sábanas, abrazó a su esposo desde atrás, dándole leves caricias que sabía que lo reconfortarían.

Sanel al sentirle cerca, su espalda se tensó, con la boca apretada y el corazón martilleándole, tomó las manos de su esposa apretándolas contra sí —¿Cómo le diría la verdad? —de rodillas a sus espaldas, abrazándole, no tenía las fuerzas para decirle, no podía, jamás podría —Cariño —escuchó el susurró delicioso de su voz, aquel calificativo afectuoso que siempre amo de ella, la manera en como lo pronunciaba, en como sus labios soltaban aquella palabra. Sintiendo la cabeza de su amada sobre su hombro, hundiéndose aún más en su miseria —¿Qué es lo que te pasa esta noche? Te noto ausente de amor —besó su mejilla con delicadeza.

—¡Querida! —dudó por unos momentos, era un hecho que ella sabría después, pero como decírselo de la mejor manera —¿Me amaras bajo todo y sobre todo?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —sintió la leve sonrisa de sus labios carmesí —Eres mi esposo, eres la mitad de mi alma y de mi cuerpo, ¿Cómo no amarte? Dime Sanel.

—No tengo corazón al decirte esto pero debo hacerlo —bajó la mirada, levantándose, separándose de las caricias y el calor del cuerpo de su mujer, debía darle el rostro y no ocultarse bajo las sombras y la penumbra de ese anochecer, pero era demasiado cobarde para enfrentar la realidad, necesitaría de una fuerza hercúlea para poder enfrentarse a ella.

Deania sintió la frialdad de sus palabras, con un brillo de lágrimas en los ojos, apartó la vista, sintiendo la amarga punzada de dolor en la boca del estómago, pero fue fuerte, irguiéndose de la cama, pisó el suelo y se acercó a él, pero Sanel solo la detuvo, negando con la cabeza que se aproximara. Sus piernas flaquearon, obligada a sentarse al pie de la cama, ya que no deseaba caer y desmayar por el dolor de su rechazo, mirándolo con asombro, nerviosismo y obligándose a sí misma a no llorar y demostrar dolor, aun así, extendió sus manos, mostrándole que sus brazos serían seguros, mostrándole a su esposo que ella era fuerte y no frágil como pensó al principio.

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441 s. 2 illüstrasyon
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9788418616167
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Serideki Birinci kitap "Ángeles Guardianes"
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