Kitabı oku: «La venganza del caído», sayfa 5
CAPÍTULO 8:
LOS TRES AL TRONO.
Después siglos y siglos de batallas, la lucha entre reinos persistió, al igual que sus ideas de conquista y devastación, donde nuevos enemigos habitaron el reino, para luego ser despojados de sus habilidades, ser destruidos lentamente mientras que eran despojados de sus almas y de llegar a la gracia de Dios padre.
Fue entonces, para términos de los años de 1940, en plena guerra entre los mundos, cuando el infierno trataba de conquistar las tierras de los ángeles, y los ángeles destruir desde raíz el mal, nacieron seis niños entre el cielo y el infierno, Dios les había advertido a los primeros reyes de esos nacimientos, los tres al trono para cada reino habían llegado al fin.
Conocidos como guardianes blancos, tres varones nacidos de distintas familias, tres ángeles que tomarían el poder a la mayoría de edad, Linus que siguió la generación de Uran, de sus antepasados, fue el que nació primero, tomando el trono demasiado joven ante la muerte prematura de su padre.
Dos años después de su nacimiento, nació el segundo niño del clan de agua, naciendo con la marca de los reyes, el delfín rodeado de una ráfaga de agua, fue bautizado como Firop, para luego de seis años, nació Begord, con la marca del clan de viento.
Mientras que los demonios también tuvieron triple nacimiento de distinta madre y padre, eran varones, Druagar nació tres años antes que Linus, descendiente directo de Hadeo, Triaco guardián oscuro del clan agua nació el mismo día que Linus y Alianu era el guardián oscuro del viento, era menor de todos los guardianes, naciendo dos años después de Begord.
Tras el nacimiento de cada uno, los medallones se prepararon para recibir a sus elegidos, llegando a sus manos el día en que nacieron, la barra de protección se desvanecía lentamente al disminuir el poder que concentraban cada sello, sin importar donde estaba esos niños, los medallones cruzaron mundos para llegar a sus propietarios, cruzaron todo obstáculo para llegar a aquellos que darían vida al inicio del juicio.
Sin embargo no fue el único que tuvo que pasar por una dura prueba, la caída fue dura, la sensación de ardor, de frío, hizo que su cuerpo no solo cambiara, sino que le hizo aún más débil de lo que solía ser, lo habían arrojado de su tierra, de aquella tierra que le pertenecía por derecho, le habían arrebatado lo que él consideraba suyo. Cansado por el agotador viaje, quedó en el suelo por horas, solo para despertar siendo diferente y ver que pertenecía a un mundo oscuro, un mundo al que siempre vio como un mundo destruido por un Dios que nunca supo comprender.
En medio del polvo, de las cenizas y el dolor, trató de ver a su alrededor, era un mundo extraño, pero había sido condenado sin remordimiento y miedo alguno al lanzar a uno de los suyos al infierno, tratando de levantarse sintió el dolor de su espalda, le había arrancado las alas sin compasión arrebatándole lo único que atesoraba, de pie supo que el infierno sería su nuevo hogar, su padre no había hecho intento alguno de rescatarlo, solo lo reprendió y observó cómo ese hermano suyo lo había lanzado a un lugar al que posiblemente no sobreviviría, su nombre solo traería la muerte así que opto por dejar también atrás el nombre que su padre le había dado.
Adrex, el padre de Linus, le enseñó todo lo que sus ancestros le enseñaron a él, su hermano menor Olap había muerto en batalla en día en que su segundo hijo nació, siendo un gran golpe para él. Sin que los ancestros de Uran se olvidaran de lo prometido, nombró a las generaciones de Odotnet guardianes oficiales del reino, creciendo junto a las generaciones, resguardándoles, siendo el último de la generación Miaka.
Desde el nacimiento de los Guardianes blancos, las guerras se intensificaron, las muertes superaron números, mientras que la gente del pueblo solo clamaba paz y rendición, la vida estaba siendo más difícil, los sueños estaba desmoronándose, como también la esperanza de vivir en un mundo tranquilo, que solo era una nube que se disipaba a la realidad violenta de su reino.
Un reino extenso, con estatuas de cada rey al trono, mientras que cada guardián que murió junto a aquellos reyes también tenían su tributo, Linus paseaba por aquellos caminos mientras que la sombra de aquellos grandes líderes lo escoltaban hasta el palacio que habían construido con el tiempo, quizás en ese momento su visión cambio, muchos le atribuyeron a Linus un parecido con el primer patriarca angelical, era tan parecido a Uran, que muchos decían que era la reencarnación de su antepasado, con cabellos rubios, ojos pardos, un cuerpo atlético resultado de tantos años de entrenamiento, aunque su padre le negaba participar en las guerras, a ello, Linus no se perdonó jamás el no poder sostener la mano de su padre al morirá la edad de 25 años su familia había sido destruida por la ambición de dos pueblos que deseaban a toda costa el poder y el cayó en aquella maraña también, cometiendo el terrible error de tomar justicia por su propia mano.
Los padres de aquellos dos herederos murieron por la misma mano y al mismo tiempo, obligado a hacerse cargo del trono demasiado joven, como también tomar a Miaka como su protector y guardián, ambos comenzaron a hacer de ese nuevo reino en ruinas por las guerras un lugar mejor.
Cuentan que en la última semana de invierno, los dos reyes faltantes, tocaron a la puerta de Linus, pero no aclamando el trono, sino justicia y paz, puesto que las guerras y las invasiones a su hogar les habían arrebatado a sus padres, cómo olvidar que en esa semana de invierno, observó por la ventana la espesa nieve que cubría su reino, sintiendo la nostalgia de la pérdida de su padre, quedó dormido en su cómoda otomana, Miaka estaba recostado en la alfombra, siendo calentado por el fuego de la chimenea, entonces sintió el ruido insistente de la puerta, poniéndose de pie, caminó hasta su amigo, despertándole —¡Linus! Linus debes despertar, alguien llama a la puerta.
—Calma Miaka, debe ser el viento —se movió acomodándose, pero su amigo insistió.
—Vamos flojo ¡Levántate! —Miaka movió la otomana haciéndole caer, obligándole a tomar su espada y bajar las escaleras del palacio.
—¿Quién toca la puerta a estas horas? —se preparaban para atacar, Miaka contenía en su boca un esfera de fuego listo para atacar, Linus con su poder de telequinesis abrió la puerta. Pero antes de poder dañar a alguien, observaron bien, deteniéndose a tiempo se dieron cuenta de que aquellos golpeteos insistentes provenían de dos jóvenes, encapuchados y mojados por la tormenta y tiritando de frío por el mal clima de ese invierno.
—Mi señor, debemos hablar con usted —replicó uno de ellos mientras sujetaba de la mano al otro muchacho de 14 años aproximadamente.
—¿Que desean? —Miaka preguntó molesto.
—Queremos hablar sobre la marca —subieron sus mangas, mostrando el tatuaje de los reyes, aquel símbolo que marcaba la diferencia entre aldeanos y reyes. Linus al ver la marca en sus muñecas, soltó la espada que cayendo al suelo el sonido del titanio quedo acentuado en el silencio del palacio, ya que la llegada de los dos sucesores que Dios predijo tiempo atrás, conllevaba a que la breve época de paz terminaría dando inicio a una de las mayores guerras que arrasaría con todo a su paso, incluso con la vida de la tierra, iniciando el juicio final.
Miaka observó el rostro de Linus, no sabía que decirle, estaba confundido, aun no sabía mucho sobre el reino, pero las únicas palabras que pudo articular fueron duras de decir —Sus padres ¿Viven? —pero la negativa de ambos fue dolorosa, habían perdido a sus padres en la última invasión de los demonios.
Linus caminó hacia ambos muchachos, invitándoles a pasar, sosteniendo sus hombros, dándoles la fuerza que necesitarían, desde ese día el reino de los cielos se dividió en tres, tres legítimos patriarcas y herederos del trono, tres Guardianes Blancos que traerían junto a su reinado la paz que su pueblo tanto anhelo.
Año tras año, iban creciendo, enseñando a su pueblo nuevas costumbres, por otro lado, los jefes del infierno fueron llevados al poder para calmar las disputas entre ellos mismos, para ellos no fue fácil compartir el trono, Druagar con 26 años, no podía permitir que los intrusos que una vez un Dios predijo le quitaran lo que más amaba, no quería que nadie ingresara al reino que una vez su padre construyó con años de sacrificios hasta que su prematura muerte a manos de Uran desató la guerra y el exterminio de su raza.
Triaco con 23 años y el pequeño Alianu con 10 años, tomaron el mando, tratando de concluir las rebeliones internas, pero todo era imposible de controlar con reyes tan jóvenes en el trono.
Cada gobernante fue evolucionando como jefes de estado, haciéndose hombres ante las leyes y listos para tomar el mando y regir sus reinos, decidieron entonces hacer una tregua, Guardianes Oscuros y Blancos estaban cansados de las grandes guerras, de la sangre que brotaba de sus muros y la gran línea de estatuas en honor a sus reyes caídos, ya que había pasado casi diez años desde la última batalla y no deseaban derramar más sangre inocente. Tomando la iniciativa, mandaron mensajeros a dar la tregua, los demonios de la misma manera enviaron a sus mensajeros, reuniéndose en la puerta de ambos reinos, el lugar donde los poderes eran anulados, el puente de Denba, aquel camino extenso entre ambos mundos, camino que fue descubierto por Uran.
Ambos reinos decididos a terminar con las batallas y la sangre, se reunieron una mañana de otoño, era mediodía, la niebla ocultaba la visión de sus botas, el camino fue agotador, pero a caballo fue fácil de cruzar.
Cubiertos con sus capas, frente a frente, el silencio por un momento se volvió incomodo, pero Linus levantó la mano y se deshizo de su capucha, mostrando su rostro y su conformidad ante una tregua, bajando del caballo, de pie ante los tres oscuros espero de igual manera que ellos dieran paso a una tregua.
Triaco siguió sus pasos y bajó del caballo, se acercó a Linus y extendió su mano, ambos guardianes estrecharon sus manos en un fuerte apretón, por primera vez en siglos dos rivales lograban dar una señal de conformidad y paz —Bienvenidos —espetó Linus.
—Gracias por invitarnos —respondió Triaco.
—¿Qué nos ha motivado a pelear por siglos? —preguntó a los presentes.
—Nacimos en guerra, moriremos en guerra —espetó Alianu, que para ser joven sus ideales de guerra le atribuían a ser el más déspota y sádico en batalla.
—Terminemos con esta guerra impuesta, evitemos que nuestro pueblo siga pereciendo —expresó Linus.
—Una tregua sería lo más sensato, ya que —llamó con su dedo índice a un único soldado que los había acompañado esa noche —¡Siurt! —un joven de cabellos rubios, piel blanca y una característica que no pasó desapercibida en los guardianes blancos fue un ojo color negro y otro azul —Mi joven soldado es hijo de Aert un ángel de descendencia agua, mientras que su padre fue un soldado demoniaco de fuego, sus poderes son asombrosos, ya que controla a ambos clanes —explicó Druagar —He aquí soldados que podrán ganar nuestras batallas sin problema, podrán tomar sus tronos en un chasquido, pero…
De la nada, Alianu bajó de su caballo y sin remordimiento alguno apuñaló al joven soldado por la espalda, arrancándole la vida y arrancando su corazón sin remordimiento alguno en su mirada —Allí está su tregua —dijo —Garantizamos que sus tronos jamás serán tocados.
Linus por un momento se quedó en silencio ante la muerte de ese joven soldado, pero les dio la razón, aquella raza solo sería una amenaza ante su trono, ante la paz que perduraba y un peligro ante el ritual que con años cada descendiente cumplía al depositar su poder en el sello de Triessag antes de ir a batalla, ya que si morían en el campo solo garantizaban que el enemigo tuviera una llave para desatar la destrucción.
—Cómo mi hermano dice, evitemos que nuestro pueblo siga muriendo, pero también evitemos que nuestros tronos se vean amenazados por esa raza, una nueva raza llamada Axiul`s, sus poderes son más que los nuestros, su habilidad y destreza inigualable, unamos fuerzas pero para destruir al verdadero enemigo —aseguró el joven rey demoniaco de fuego.
—Si evitamos que más gente cruce nuestros límites, dejarían de dar vida a esa nueva raza que nos amenaza, esa raza superior a nosotros, daríamos fin a esa especie que quizás nos traiga problemas, como lo hicieron una vez nuestros antepasados —exclamó Druagar.
—Esa nueva especie nos traerá muchos problemas, debemos evitar que se reproduzcan, los Axiul’s son la nueva especie, controlan las fuerzas más oscuras y las fuerzas de luz, son invencibles —recalcó Triaco —Como especies parecidas, evitemos una nueva guerra, el pacto será no cruzar ninguna frontera, así podremos vivir en paz, evitar que esa nueva especie tome el control de nuestro reino y trate de derrocarnos. Aseguremos la prevalencia de nuestras generaciones, como también su lugar en lo alto de sus reinos.
—¡Hermanos! Unamos nuestros soldados y resguardemos cada reino, evitando que más ángeles y demonios escapen a la tierra. Matar a toda aquella criatura que no sea ángel o demonio, esas dos especies son las únicas que existieron todo este tiempo —exclamó Linus preocupado —Son las dos especies que rigieron desde la creación de nuestro mundo.
—¡Aceptamos! —dijeron los seis al unísono, girando sobre sus talones, montando sus caballos y regresando a casa. Había quedado muy claro que las fronteras no debían cruzarse, así evitarían guerras, evitarían que más gente muriera y sobre todo evitar que una nueva especie reine en su hogar.
Los guardias resguardaban las puertas, evitando que crucen los portales para los otros mundos, incluyendo la tierra y así por más de diez años, la tranquilidad en el reino fue vista con buenos ojos, las guerras habían cesado, pero la sangre seguía siendo derramada en sus tierras.
Como habían prometido, buscaron en el reino a todo aquel ser que no fuera considerado ángel o demonio, matando a esa nueva especie que ponía en riesgo sus tronos y su fuerza, mataron a cuanto Axiul`s encontraban, no les importó que fuesen niños, ancianos, mujeres o recién nacidos, las manos de Linus quedaron manchadas por sangre inocente.
Los guardianes de ambos reinos, trataron de detener esa nueva raza, matando a todos aquellos que rompan las leyes de juntar sangres de distintas especies, viéndolos como amenazas, como una amenaza para la paz y tranquilidad de su reino y tratar de poner en riesgo la tregua que hicieron con sus hermanos Oscuros.
Miaka fue testigo de toda la crueldad de Linus y sus hermanos, matando a los hijos inocentes, frutos de ese amor prohibido, utilizando la daga de Bendora, la única arma que era capaz de destruirlos y arrancar sus almas de la tierra convirtiéndoles en polvo. Miaka no estaba de acuerdo con ese plan maquiavélico, no estuvo de acuerdo con la nueva faceta de su protegido y amigo, siendo testigo de las tardes de primavera convertidas en tardes negras, de amaneceres con manos manchadas de sangre inocente. Estaba convirtiéndose en el tirano que una vez fueron sus antepasados, matando a su propia gente, a sus propios hermanos y sobre todo a aquellos niños que no tenían la culpa de los errores de sus padres.
Pensó que su matrimonio con Triored cambiaría su perspectiva, pero fue peor, buscaba y trataba de dar fin a esa raza, mientras que aseguraba el puesto de su heredero en lo alto de del reino.
Triored era mucho menor que Linus, ella era muy hermosa, con la piel cremosa, los ojos azules como los ríos de su pueblo, los cabellos largos y rizados, del color del sol, dorados en el día, castaños en la noche. Su joven esposa estuvo sumida en el miedo y el asco al ver a ese Rey déspota y cruel, verlo regresar con las manos manchadas de sangre solo le obligaban a apartarse de él y deseaba con todas sus fuerzas no concebir al heredero que Linus tanto deseaba.
CAPÍTULO 9:
DESCUBRIMIENTO DE LA CUARTA PROFECÍA
Firop y su esposa Riatua había logrado traer al mundo a un nuevo sucesor, Ïlarian era el hijo perfecto, el heredero perfecto, pero lo que más la desconcertó a la joven Triored fue que Firop no hiciera nada para proteger a su segundo hijo, había impuesto que su primogénito fuese el heredero a su trono y poder, quizás por el miedo que aplacaba su corazón cometió el sacrilegio de abrir el cofre que era resguardado en lo más alto del palacio.
Sin poder conciliar el sueño, tras los sueños crueles de acunar a un niño entre sus brazos para que luego este le sea arrancado sin piedad, Triored se sentía cada vez más frustrada consigo misma.
Firop ya tenía entre sus manos a un niño, a ese hermoso niño que ya cumplió un dos y era tan vivaracho, tan inteligente para su edad, siempre al verlo las lágrimas le amenazaban con aflorar y por primera vez en mucho tiempo deseó no haberse casado con el primogénito y heredero y que quizás su hermano menor hubiese sido una mejor opción, pero Linus no le dio a escoger, Triored cerró los ojos y trató de no recordar cómo es que fue nombrada la prometida del rey.
No era una mujer vengativa y mucho menos rencorosa, era conocida por su gran corazón, pero no soportaba ver al hijo de Riatua, sintiendo envidia por esos momentos, no aguantaba ver aquellas manitas acariciar los cabellos de su madre y como olvidar aquellos penetrantes ojos azules, la belleza de tan pequeño niño le causaba insomnio, un desvelo infernal, despertándola cada noche por el recuerdo, obligándola a levantarse y deambular por los pasillos del reino.
Esa noche, bajó las gradas de sus aposentos, caminando hasta la parte trasera del palacio, observó por el gran ventanal la lluvia intensa, así como la oscuridad, pero una ranura de luz llamó su atención en el templo que Sanel y sus primeros hermanos construyeron para Dios.
Abrió la puerta con cuidado, cubriéndose con sus manos del frío, cruzando el jardín a grandes zancadas, con el corazón martilleando en su pecho, levantó la mano para poder abrir la puerta, pero lo único que consiguió fue que esta se abriera sin que ella la tocara, entró a la sala, sintiendo que una neblina cálida cubrió sus pies, además del crujido de la puerta que al cerrarse sola la hizo respingar del susto. Entonces vio la mesa cubierta de una seda blanca, se acercó con cuidado, viendo desaparecer ante sus ojos el campo de fuerza que lo cubría, tomando entre sus manos el cofre, lo vio abrirse sólo para mostrarle el contenido, cuatro papiros enrollados con lazos y anillos sellándoles.
Entonces vio el listón rojo, deslizando sus dedos sobre el sello, sintiendo la fuerza que emanaba, sin querer lo abrió con cuidado, leyendo las inscripciones antiguas, encontrando una noticia devastadora.
Los salvadores del destino, traerán consigo la señal del amor.
Los salvadores son Ángeles de Paz, Guardianes Blancos, son en realidad.
Una niña llena de cálida expresión.
Pertenece al fuego, es de la casa del Gran Uran, un símbolo de paz.
Expresión del mundo, luz del Día separa la noche de todos los Días.
Su color será el rojo, su sello el Lobo en todo su esplendor y ardiente corazón.
Su nombre verdadero Alox. Hija de Linus y Triored. Linaje directo del grandioso Uran.
Sacrificara su poder para escuchar la voz del todo poderoso, don que perdimos por las batallas y el mal.
Separados por la muerte, aislados con dolor.
Crecerán separados, con una familia de humanos.
Que les dará lo necesario como cariño y comprensión, son fieles al destino que los encadena y oprime con temor.
Acompañados de un fiel amigo, el protector vivo, guardián del linaje, ese será su destino.
Un tigre, un salvador, es mitad animal, mitad ángel guardián.
Miaka para ella será un padre más, se asegurara que resguardar la prevalencia de la sangre real.
Alas blancas, corazón de hierro.
La debilidad y temor es el amor verdadero.
Serán como mortales, vivirán como tal, serán humanos con la diferencia de que tendrán poderes para proteger al bien del mal.
Sin preocupación y fascinación traer a la vida un mundo de sueño y libertad para amar
Los medallones de gran poder darán inmortalidad y acceso a la puerta de Dios como única opción, control sobre el mundo y toda la creación.
El peligro es extremo, regresaran a su reino y verán el pasado, presente y futuro, verán nacer la vida de un nuevo imperio unido.
Darán vida al nuevo linaje real ese es su destino.
Cubriendo su boca con el puño, amortiguó un grito ahogado, sus ojos no resistieron más las lágrimas, dejándolas caer por su rostro, se dio con la sorpresa de que todo lo que vio pasar frente a sus ojos era cierto, incluyendo las murmuraciones, todo era real, era y estaba escrito en esos pedazos de papel antiguo, al descubrir ese gran secreto, guardó el papiro cerrando la caja, el poder de protección cubrió de nuevo los cofres.
Salió corriendo de lugar, entre sollozos y las manos temblorosas, como era posible que su hija sea la clave para la destrucción de los enemigos y la nueva raza que llegaría al mundo.
Subió a sus aposentos, cerró la puerta tras sí, recargándose en ella trató de recuperar el control de sus piernas temblorosas, pero no logró tranquilizar su agitado corazón.
—Veo que has descubierto la verdad.
Triored dio un respingo ante la voz de su esposo —¡Linus! ¿Qué haces aquí? —le vio sentado al borde la cama, con los codos sobre las rodillas y sus hombros hundidos.
—Acaso está prohibido que un esposo visite el lecho de su esposa.
—En este caso sí, ya que nunca lo visitas —ocultó el temblor de sus manos detrás de su espalda.
—Veo que tu curiosidad te ha llevado lejos querida Triored —se levantó de la cama y quiso dar un paso hacia su esposa.
—No te me acerques, me das asco —trató de alejarse de su marido, pero solo logró enfurecerlo.
—No Triored, me amas y puedo comprobarlo por el brillo de tus ojos —sonrió con sorna ante el sonrojo de su esposa.
Parpadeó resulta a ahuyentar sus lágrimas —Vete de aquí, no quiero verte. Como compartir mi vida con un asesino, que no tiene remordimiento alguno al matar a tantos inocentes.
Linus se acercó a ella a grandes zancadas sosteniéndola de los brazos, evitando que huyera de él —Mis antepasados hicieron lo mismo ¿Qué ha cambiado?
—Tú lo has hecho, solo te casaste conmigo por esa profecía. Por eso tú obligaste a tu hermano —no logró completar la frase ya que Linus la interrumpió abruptamente.
—¡Calla! Sabes bien que no podemos hablar de él, no cuando su nombre ha sido borrado de todo registro en nuestro mundo.
—Gracias a ti —negó con la cabeza, no deseaba permanecer ni un segundo más atada a ser sin remordimiento —No quiero tener hijos, no sabiendo lo que le sucederá.
—Pero los tendremos.
—No si puedo impedir que el curso de la cuarta profecía. Tendremos una hija, será nuestra salvación, pero la perderemos, me obligaras a perderla, deberá dar su poder a cambio, su vida y su esencia, mientras que Ïlarian como único varón ocupará el trono.
—Sabes que es un sacrilegio que paga con sangre. Romper el sello de una profecía se paga con sangre.
—Pues mátame de una vez, despójame de mis alas y lánzame a los infiernos.
—Sabes que nunca podría hacerte daño.
—¡Pero lo harás! ¿Nuestra hija morirá? ¿¡Morirá!? —gritó sujetando con fuerza de las prendas de su esposo.
—Lo siento, es nuestro destino —extendió su brazo y cerró delicadamente los ojos de su esposa susurrándole al oído —Lo que estos ojos tan hermosos han visto, no podrás decirlo ni esparcir por el mundo, pero déjale una señal de vida a nuestra pequeña Alox, la cadena de primogénitos será rota y con ello el destino de nuestra hija será el sufrimiento, la extinción de nuestra raza se acerca.
—Solo te pido que le lleves a un lugar seguro cuando todo esto termine —respondió, pero al escuchar las palabras de Linus, se le ocurrió una gran idea, guardaría silencio después de lo que leyó, pero le daría a su hija las pistas necesarias para poder seguir con vida.
Cuando amaneció, mandó a elaborar una bola de nieve y cristal, con la estructura de un palacio blanco con bordes de oro, una imagen viva de su reino, pero en cada torre un compartimento secreto y con una inscripción que le daría esperanza y como también una idea de lo que ella resguardaría “Serás grande, tú ataras a la maldad y desataras la verdad, eres un corazón valiente, eres poderosa con una gran mente, no te dejes vencer por los que te lastiman, cuando estés triste mira este reino y liberaras mi alma que te seguirá por siempre – Con amor mamá”
Con una tristeza muy profunda, dudas que se acumularon en su corazón, sentía que una espada cortaba su corazón en pedazos, susurrándose cada mañana —Tendré que aceptar mi destino, pero veré crecer a mi hija a través de esta esfera o mejor no tener ese hijo que morirá por muchos —levantando esa esfera, por días y horas, hasta que un desmayo, confirmó su temor más grande.