Kitabı oku: «Vaso de barro»

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Vaso de barro

Apariencia frágil, contenido valioso

Neila D. Oliveira


Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Índice de contenido

Tapa

Prefacio

Presentación

1 - El primer campamento

2 - Noticia triste

3 - Refugio de los olmos

4 - Funeral en el campamento

5 - Consejo valioso

6 - Carta de Battle Creek

7 - Sueño arruinado

8 - El telegrama

9 - Excluidos...

10 - El día que no debía terminar

11 - El tejido rojo y otras novedades

12 - Una luz en el camino

13 - La silla vacía

14 - Una cuestión de salud

15 - El amor está en el aire

16 - Purificados por el fuego

17 - Vaso de barro

18 - Misión cumplida

Apéndice 1 - Conociendo el vaso por dentro y por fuera

Apéndice 2 - Contexto y escenario

Apéndice 3 - Libros de Elena G. de White

Álbum de fotos

Fechas importantes

Bibliografía

Vaso de barro

Apariencia frágil, contenido valioso

Neila D. Oliveira

Título del original: Vaso de Barro. Aparência Frágil. Conteúdo Valioso, Casa Publicadora Brasileira, Rodovia SP 127, Km 106, Tatuí, Brasil, 2014.

Dirección: Martha Bibiana Claverie

Traducción: Milton Bentancor

Diagramación y tapa: CPB

Ilustraciones: CPB

Libro de edición argentina

IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina

Primera edición, e - Book

MMXXI

Es propiedad. © Casa Publicadora Brasileira (2014). © Asociación Casa Editora Sudamericana (2021).

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-355-5


Oliveira Tostes, Neila D.Vaso de barro : apariencia frágil, contenido valioso / Neila D. Oliveira Tostes ; Dirigido por Martha Bibiana Claverie. – 1ª ed. - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2021.Libro digital, EPUBArchivo Digital: onlineTraducción de: Milton Bentancor.ISBN 978-987-798-355-51. Iglesia Adventista. 2. Cristianismo. I. Claverie, Martha Bibiana, dir. II. Bentancor, Milton, trad. III. Título.CDD 230

Publicado el 26 de enero de 2021 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

E-mail: ventasweb@aces.com.ar

Website: editorialaces.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

Prefacio

En 2013, los editores de la revista Time publicaron un ar­tícu­lo especial titulado “Las cien personas más influyentes que nunca existieron”. Entre los personajes ficticios incluidos, figuran nombres bien conocidos, tales como Peter Pan, Pollyanna, Indiana Jones, Súperman, Barbie y hasta Harry Potter. Muchos lectores quedaron tan envueltos con las historias originales de los personajes que, simplemente, no consiguieron detenerse antes de terminar de leerlas. Después de todo, ¿a quién no le gusta una historia interesante con un final feliz?

Vaso de barro también contiene dos protagonistas ficticios: los jóvenes amigos estadounidenses Anna Beatrice y Gary, que están buscando ansiosamente conocer más sobre una persona muy influyente, llamada Elena Gould Harmond de White; en realidad, la autora más traducida del mundo. Como no les es posible encontrarse con ella personalmente, ellos se involucran en una fascinante investigación sobre su trayectoria y sus escritos; una experiencia que cambiará su vida para siempre.

Mucho más que una simple obra de ficción, este es un libro realmente inspirador y edificante. A lo largo de sus páginas, el lector se sentirá invitado a conocer acontecimientos interesantes y descubrirá el verdadero significado de la existencia humana. Sin duda, las experiencias de Anna Beatrice y Gary serán un óptimo ejemplo para todos aquellos que desean ser una luz en este mundo y brillar para Dios por toda la eternidad.

Así, te invito a ti a que comiences el viaje a través de las páginas de este cautivante libro.

Alberto R. Timm,

Ellen G. White Estate

Presentación

Cuando tenía 17 años, comencé a trabajar en la Casa Publicadora Brasilera como auxiliar de revisión. Mi actividad comprendía la lectura comparativa de los textos. Fue así que tuve contacto, de una forma más real y concreta, con los libros de Elena de White. Puedo garantizar que lo que sentí fue amor a primera vista. Sus textos, simplemente, me conquistaron y pasaron a formar parte de mi vida.

Después de algún tiempo, me casé y me convertì en mamá; también pasé a ejercer la función de editora asociada de libros. Un día, mientras estaba trabajando con un material, sentí la fuerte impresión de que algo debía ser hecho a fin de que los niños y los jóvenes descubrieran la riqueza y la belleza de los textos de Elena de White.

Pensé en un libro de meditaciones para jóvenes, que sirviera como introducción para la lectura de sus libros. A pesar de sentir que no era la persona más capacitada para realizar ese trabajo, Dios me ayudó y, en 2006, fue publicado El rescate: la historia de la salvación humana contada día a día. Después, siguieron tres libros para el público infantil, que cuentan la historia de una familia israelita, desde la salida de Egipto hasta la llegada a la Tierra Prometida. Estos componen la serie “Aventuras del pueblo de Israel”, y tienen como base el libro Patriarcas y profetas.

Sin embargo, al observar que mis hijos crecían y convivían con otros adolescentes, mi preocupación volvió a centrarse sobre lo que ellos pensaban en relación con la señora de White. ¿Qué sabían acerca de la vida de aquella extraordinaria mujer? Muchas veces surgían comentarios, incluso hasta entre adultos, que revelaban una impresión negativa con respecto a ella porque sus textos eran usados, meramente, para corregir o reprimir algún tipo de comportamiento. Desdichadamente, algunos fragmentos hasta eran sacados de sus contextos y transmitían ideas equivocadas.

En 2012, en un concilio de editores de la División Su­da­me­ri­ca­na, llamó mi atención la preocupación de los dirigentes con la futura generación de la iglesia, y un nuevo deseo surgió en mi corazón: escribir un libro para adolescentes, que los ayudase a tener una noción, aunque sea básica, sobre quién fue Elena de White. El objetivo es mostrar lo que ella representó, no solamente para la Iglesia Adventista del Séptimo Día, sino también para todos los cristianos sinceros que creen en el regreso de Jesús y lo aguardan ansiosamente.

Así surgió el personaje de Anna Beatrice. Como toda adolescente, ella es curiosa, inteligente, persistente y no se contenta con informaciones apenas superficiales. Ella quiere ir más allá, para aprender sobre los diversos temas. Después de asistir al funeral de la señora Elena de White, ella regresa a su casa determinada a descubrir quién fue realmente esa mujer que se había transformado en alguien tan especial para tanta gente. Con la ayuda de su amigo Gary, va a realizar un viaje en el tiempo y descubrir cosas que nunca imaginó.

Acompaña a Anna Beatrice y a Gary en esta aventura. Estoy segura de que te vas a entusiasmar y a emocionar, y vas a entender cómo Dios, todavía hoy, usa a personas comunes y las transforma en verdaderos recipientes de su amor y su gracia.

Después de la historia principal, encontrarás tres apéndices. En ellos vas a leer datos respecto de las características personales de Elena de White, y algunos acontecimientos bastante curiosos sobre su vida y su ministerio. Gracias a personas dedicadas y comprometidas con la obra adventista, tenemos muchos materiales disponibles que ayudan a componer el escenario y el contexto en el que vivió esta mensajera del Señor. Fueron esos materiales los que hicieron que este libro fuera posible.

Querido lector, con mucho placer te presento a Elena de White, un vaso de barro modelado por las manos divinas. Frágil en apariencia, pero con un contenido tan valioso que rebalsa y llega hasta nosotros.

Palabras de Elena de White a su hijo Guillermo, después de su última visión, el 3 de marzo de 1915:

No espero vivir mucho más. Mi trabajo está casi terminado. Diles a nuestros jóvenes que quiero que mis palabras los animen en la importancia de la vida que será más atractiva a las inteligencias celestiales, y que su influencia sobre otros debe ser ennoblecedora.

Capítulo 1
El primer campamento

Aquel era mi primer campamento. Me preguntaba cómo conseguían dejar todo preparado para un número tan grande de personas. Un cálculo inicial indicaba que habían sido armadas casi una centena de carpas para acomodar a las familias. Y todavía había enormes carpas para las principales reuniones y para las comidas. ¡Estaba todo perfectamente organizado!

Como vivíamos en Oakland, California, me puse feliz cuando escuché a mi padre decir a mi madre que nosotros tres podríamos asistir a las reuniones de campamento de verano de aquel año, pues serían en Richmond, una ciudad no muy distante de la nuestra. Me despertó mucha curiosidad saber cómo serían aquellas reuniones, y amaba todo lo que había visto y escuchado hasta aquel momento.

Uno de los días, me desperté en el horario de costumbre, cuando mi madre me llamó para que me lavara el rostro, con agua que ya estaba en un recipiente, y para que desayunara, pues dentro de una hora comenzaría la reunión de la mañana. Dormir en una carpa no era muy confortable, por eso no era difícil levantarse temprano.

Espié hacia afuera y me di cuenta de que aquel sería un nuevo día bien caluroso. Pero eso no me incomodó. Elegí un vestido beige nuevo, con detalles en muselina marrón. La trama era liviana y confortable. Mis zapatos eran marrones y combinaban con el lazo del vestido. “¡Mama realmente es una excelente costurera!”, pensé, mientras me abotonaba la parte de adelante, que terminaba en un cuello cuyo bordado era muy delicado. Había sido un regalo de mis padres por mis recién cumplidos quince años.

Era el viernes 16 de julio de 1915. Yo ni imaginaba que mi primer campamento traería sorpresas que influirían para siempre en mi vida; eso fue algo que recién entendería más tarde.

Doblé las sábanas y las coloqué, con las almohadas, arriba de un banquito desmontable. Entonces, enrollé las colchonetas y las apilé en una esquina, para que sobrara un poco más de espacio dentro de la carpa. Comí dos frutas, una rodaja de pan y yogurt.

–¡Vamos, niñas! –así era como mi padre acostumbraba llamarnos a mi madre y a mí–. Apresúrense –dijo con su voz grave–. Ustedes saben que me gusta estar bien adelante, para no perder nada de lo que el predicador dice; especialmente, cuando llega el momento de los testimonios.

Mientras salía de la carpa, hecha de tejido grueso y claro, vi a Gary en su traje gris. Él caminaba con pasos rápidos, un poco adelante de su hermano mayor. El padre y la madre, de la mano con la pequeña Victoria, intentaban acompañar a sus dos hijos. Cuando pasó cerca de mí, Gary disminuyó un poco el ritmo y me ofreció una sonrisa, que destacó sus lindos dientes. Él usaba el cabello de costado, y la impresión que yo tenía de él era que siempre estaba impecable. La camisa blanca parecía que recién hubiese sido almidonada, de tan bien planchada que estaba. Mi padre lo consideraba un buen muchacho; decía que era muy responsable y que siempre estaba interesado en las cosas de Dios. Tenía 17 años y vivía con su familia en Battle Creek.

Nuestras familias se conocían desde hacía unos ocho años. Cuando mi padre necesitó pasar un tiempo en Battle Creek para participar de unas reuniones relacionadas con su trabajo en la Asociación de California, nos hospedamos en la casa de los padres de Gary. Creo que yo tenía unos seis o siete años, y él nueve. Roger, el hermano más grande, tenía quince. Victoria era una beba recién nacida. Desde aquella época, las familias manteníamos contacto por medio de cartas. Ocasionalmente, nos encontrábamos.

–Anna Beatrice –la madre de Gary vino en mi dirección–, ¡qué elegante estás esta mañana! ¡Debo decirte que este vestido te queda muy bien! Apuesto a que fue Norma quien lo hizo...

Me sonrojé un poco frente a los elogios; y además porque miré a Gary y él todavía estaba sonriendo.

–Muchas gracias, señora MacPierson –le dije, aclarándome la garganta–. Usted tiene razón. Agradezco mucho, porque mi madre es una costurera muy buena.

–Y yo también lo agradezco –dijo mi padre, entrando en la conversación–. Norma es una esposa muy cuidadosa; y también muy económica.

El señor MacPierson estuvo de acuerdo:

–En los tiempos que estamos viviendo, esa es una cualidad esencial para una esposa.

Noté que lanzó una mirada discreta a sus dos hijos. Roger estaba comprometido con una señorita que se preparaba para ser enfermera, y su fama no era de las mejores en cuanto al requisito “economía”. Yo no conocía a Mary personalmente, pero había escuchado hablar de ella, especialmente por causa de su colección de vestidos. Ella pertenecía a una familia rica de Riverside y estaba acostumbrada a llevar una vida sin muchas dificultades. Roger trabajaba con su padre, al cuidado de los negocios de la familia. Había aprendido a vivir con simplicidad y modestia, y a sus 23 años ya tenía una renta suficiente como para mantener un hogar. El casamiento sería, posiblemente, dentro de un año o un poco menos. Los padres de Roger parecían tener razón en mostrar preocupación por el futuro de su hijo.

–Escuché decir que los testimonios de hoy serán especiales –Gary se dirigió a mí–. ¿Puedo tener la honra de acompañarte?

Miré respetuosamente a mi padre, pidiendo permiso. Él asintió con la cabeza. Tomé mi sombrilla marrón, que combinaba con mis zapatos y mi vestido, y fui al lado de Gary. Los otros miembros de la familia estaban apenas algunos pasos detrás de nosotros. La pequeña Victoria reía suavemente y estaba casi saltando, de tanta alegría. Los adultos conversaban animadamente.

En poco tiempo, llegamos al local en el que se realizarían las reuniones. Conseguimos un lugar bien adelante. ¡Había mucha gente! Las conferencias eran las mejores que había escuchado. Solo lamenté no encontrar a una de las conferencistas más esperadas; una señora de edad avanzada, llamada Elena. Ella siempre había participado de estas reuniones campestres y solía ser la oradora principal. Era autora de varios libros, y le gustaba ser llamada “la mensajera del Señor”. Sentía mucha curiosidad por encontrarme con ella. Quería hacerle tantas preguntas...

–¡Qué pena que la señora Elena no puede estar presente en la reunión! –comenté a Gary–. Una vez, la escuché predicar en la iglesia a la que asisto. Aunque era muy pequeña, me acuerdo que quedé impresionada con su mirada suave y su voz firme cuando hablaba.

–Realmente es una pena... –Gary me miró–. Escuché a mi padre decir que la caída que sufrió hace algunos meses fue bastante seria. Ella estaba entrando en su cuarto de estudios el sábado 13 de febrero por la mañana, cuando tropezó y se cayó. Como la señora Elena no conseguía levantarse, fueron a buscar ayuda y se dieron cuenta que el accidente era grave. Una fractura en la cadera a los 87 años es algo muy complicado. Ya hace cinco meses que no puede caminar, y ahora pasa la mayor parte del tiempo en la cama o en una silla de ruedas.

–Tengo ganas de conversar con ella... –dije, pensativa–. Mi padre va a ir al sanatorio de Santa Helena cuando termine la reunión campestre de verano. Voy a preguntarle si me lleva; así, aprovecho para visitar a la señora Elena.

–¡Esa es una buena idea! –Gary me incentivó–. La propiedad de ella se llama Elmshaven, y queda muy cerca del sanatorio de Santa Helena, en Napa Valley. ¡Mira, mira! Van a comenzar los testimonios...

Dios desea revelar hoy, por medio de los jóvenes y los niños, las mismas poderosas verdades que reveló mediante estos hombres. Las historias de José y Daniel son una ilustración de lo que el Señor hará por los que se entregan a él y se esfuerzan de todo corazón por llevar a cabo su propósito.

Elena de White

Capítulo 2
Noticia triste

Parecía que aquel viernes, 16 de julio de 1915, sería un día común en el campamento. Tuvimos las reuniones como de costumbre, y los preparativos para el sábado comenzaron a realizarse. Era posible ver a las personas agitadas, yendo de un lado para el otro, para dejar todo listo antes de la puesta del sol.

Yo estaba con mi madre en la carpa. Le comenté mi deseo de ir a Santa Helena con mi padre, para visitar a la señora Elena.

–No veo ningún problema, querida. Si tu padre está de acuerdo... Por mí, está todo bien.

Conversamos un poco más. Entonces, percibí un movimiento extraño afuera. Algunas mujeres estaban en una ronda, y parecía que una de ellas estaba llorando. Mi padre llegó cabizbajo y, antes de que yo pudiera decir algo sobre mi idea, miró a mi madre y anunció:

–Acabamos de recibir un telegrama informando que la señora de White falleció hoy... a las 3:40 de la tarde, en su casa, en Elmshaven. La mensajera del Señor ahora está descansando...

No podía creer aquellas palabras cuando las escuché. La señora Elena estaba muerta... ¡Era demasiado tarde! Nunca más tendría la chance de encontrarme con ella y conversar personalmente. Mis ojos se llenaron de lágrimas.

Mi madre preguntó más detalles a mi padre.

–Todavía no tenemos muchas informaciones –dijo–. Pero supe que falleció de forma tranquila, como un niño que se adormece para descansar, sin dolor ni sufrimiento. Algunos días antes, ella ya no parecía consciente de lo que sucedía a su alrededor, pues no se comunicaba más y aparentemente tampoco escuchaba nada.

–No tengo dudas de que ella fue un vaso elegido por Dios –dijo mi madre con solemnidad.

“¿Vaso?”, pensé. “¿Por qué mi mama está comparando la vida de la señora Elena con un vaso?” Bueno, yo no lo sabía en aquel momento, pero esa era una pregunta para la que tendría una respuesta en breve.

El resto de aquel día en el campamento fue muy diferente de los anteriores. Por otro lado, había mucho movimiento. Mi padre se ausentó para una reunión con los organizadores del congreso campestre.

Mientras fui a buscar agua para que mi madre terminara las tareas del viernes, encontré a Gary en el camino.

–¿Te enteraste del fallecimiento de la señora Elena? –pregunté, con la voz triste.

El azul de los ojos de Gary parecía más intenso en aquel atardecer. Él movió la cabeza afirmativamente.

–Sí, me enteré –Gary tomó gentilmente el balde de mis manos y comenzó a acompañarme hasta el lugar en el que era distribuida el agua–. Como falleció hoy, escuché decir que el funeral en Elmshaven será recién el domingo.

–Mi padre está reunido con los organizadores –le dije con la cabeza baja–. Creo que va a conseguir más informaciones respecto de los procedimientos para el funeral.

–Todos están muy tristes por la noticia... –comentó Gary–. Desde muy pequeño escucho la historia sobre la señora Elena y su esposo, el pastor Jaime. Dios los usó poderosamente para establecer la obra de las publicaciones, fundar los colegios que existen hasta hoy y organizar la iglesia para que cumpla el papel para el cual Dios la creó.

Gary comenzó a hablar con entusiasmo sobre algunos viajes en tren, en carroza y en trineo, que el matrimonio había realizado a lo largo del tiempo. Soportaron el frío intenso en algunas situaciones, pasaron por campos poco habitados y estuvieron en peligros, en otras. Pero siempre contaron con la protección de Dios.

Quedé impresionada con todo lo que Gary conocía acerca de la señora Elena y su esposo. Gary era apenas dos años mayor que yo, pero sabía muchas cosas. Por el hecho de que su familia vivía en Battle Creek, tenía más acceso a las noticias relacionadas con la vida de la señora Elena. Pasé a mirar a Gary con admiración y descubrí, en aquel atardecer, que teníamos algo en común: el interés y el gusto por las increíbles historias sobre el inicio de la iglesia; especialmente las que concernían a hombres y a mujeres que dedicaron sus vidas al servicio de Dios.

Llenamos el balde, y Gary se ofreció para llevarlo hasta nuestra carpa. Le agradecí, pues ahora estaba pesado.

Llegamos a tiempo para escuchar que mi padre estaba contando a mi madre una novedad que nos trajo un poco de alegría. Los oficiales de la Asociación de la Unión del Pacífico y de la Asociación de California habían solicitado que también fuese realizada una ceremonia en Richmond, en el campamento, al día siguiente del funeral de la señora Elena en Elmshaven.

No creí lo que estaba escuchando. Yo, Anna Beatrice, tendría la oportunidad de presenciar la ceremonia de despedida de Elena de White. Mi padre no entendió nada cuando me aproxi­mé a él y le di un beso en la mejilla; solamente Gary comprendió mi actitud. Mi padre miró a mi madre, y apenas se sonrió. Se trataba de algo triste, era verdad, pero me puse feliz con el regalo que Dios me estaba dando. Aquella ceremonia cambiaría para siempre mi vida.

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