Kitabı oku: «El cuerpo en la experiencia psicoanalítica»
Av. Luis Thayer Ojeda 95, of. 510, Providencia,
Santiago de Chile.
NOEMÍ LUSTGARTEN DE CANTEROS
EL CUERPO EN LA EXPERIENCIA PSICOANALÍTICA
ENTRE FREUD, LACAN Y WINNICOTT
1ª EDICIÓN, SANTIAGO: PÓLVORA ED., 2018.
1ª REIMPRESIÓN, SANTIAGO: PÓLVORA ED., 2020.
321 P.; 14 × 22CM. (COLECCIÓN JUEGOS ANALÍTICOS)
ISBN IMPRESO: 978-956-9441-21-9
ISBN DIGITAL: 978-956-9441-55-4
© 2020, Pólvora Editorial
DISEÑO EDITORIAL: CAMILA GONZÁLEZ S.
PORTADA: MACARENA CORREA
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com
A Jorge y a Carmen, con mucho amor.
Índice
AGRADECIMIENTOS
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
ANGUSTIA
LA ANGUSTIA EN FREUD, LACAN Y WINNICOTT UN INTERJUEGO ENTRE TEORÍAS
FUNCIÓN ANACLÍTICA Y DESTINOS PULSIONALES ANTE LOS DESAFÍOS DE LA CLÍNICA ACTUAL
LA ANGUSTIA EN FREUD, LACAN Y WINNICOTT. UN APORTE A LA CLÍNICA DEL DESAMPARO
APUNTES ACERCA DEL SUJETO, EL EGO Y EL SELF. PUNTUACIONES PARA PENSAR LA CLÍNICA DESDE DISTINTAS PERSPECTIVAS
EL NACIMIENTO DEL SELF EN LA CLÍNICA. TESTIMONIO DE REIK DE SU ANÁLISIS CON FREUD
EL DIAGNÓSTICO EN WINNICOTT, UN INTER-JUEGO CON LACAN: APUNTES
CUERPO
INMUNIDAD Y ALERGIA DOS VALORES DIFERENTES DE PREJUICIO
WINNICOTT Y LA CLÍNICA PSICOSOMÁTICA. LA SUSCEPTIBILIDAD NARCISISTA Y SUS VICISITUDES
ESCUCHA SENSIBLE, HOLDING Y HANDLING EN LA CLÍNICA CON PACIENTES CON AFECCIONES ALÉRGICAS
LA MODALIDAD DISCURSIVA EN LA CLÍNICA CON PACIENTES QUE PADECEN ASMA Y ALERGIAS
LA HIPERSENSIBILIDAD: UN TRASTORNO DEL SER. “EL SER FEMENINO Y EL HACER MASCULINO” EN LA CLÍNICA DEL CUERPO
CUERPOS, LÍMITES Y FRONTERAS. LA SUBJETIVIDAD HIPERSENSIBLE, ENCUENTROS CON EL PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO
¿POR QUÉ EL CUERPO HOY? EL EJERCICIO DEL PSICOANÁLISIS EN TIEMPOS DE LA BIOPOLÍTICA (DELEUZE, FOUCAULT)
QUÉ SIGNIFICA SALUD PARA WINNICOTT: MADUREZ, TRANSIGENCIA, ESPONTANEIDAD, VIVACIDAD
CUERPOS E IDENTIDADES, INTERJUEGO ENTRE CUERPOS DISCURSIVOS
TRANSFERENCIA Y TRANSICIONALIDAD EN LA CLÍNICA DEL CUERPO
“HOSPEDAR LO OTRO” WINNICOTT, EL PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO Y LA CLÍNICA ACTUAL
CÓMO CURA EL PSICOANÁLISIS
AMOR EN TRANSFERENCIA, AMOR DE TRANSFERENCIA
“EL LOCO SOY YO” COMENTARIO DE UN CASO TRATADO POR WINNICOTT. CAPITULO 5 DE “REALIDAD Y JUEGO”
LA PARADOJA WINNICOTTIANA SU VALOR EN LA CLÍNICA PSICOSOMÁTICA
TRANSICIONALIDAD. SU VALOR Y SU VIGENCIA
VIRTUALIDAD Y TRANSICIONALIDAD ACERCA DE LO INELIGIBLE Y LO SENSIBLE EN LA SUBJETIVIDAD ACTUAL
EL CRITERIO. UNA ÉTICA DEL ENCUENTRO
AMOR EN TRANSFERENCIA REVISITADO DOS HISTORIALES FREUDIANOS: DORA Y LA JOVEN HOMOSEXUAL
CUERPO, SEXUALIDAD E INTIMIDAD EN EL AMOR EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
BIBLIOGRAFÍA
AGRADECIMIENTOS
A mis padres que me mostraron en sus vidas el placer y el entusiasmo que brindan los libros, y a mi hermana con quien compartimos esa experiencia.
A los colegas chilenos: Lic. Rodrigo Rojas Jerez, y el Lic. Gonzalo Lopez Musa por el reconocimiento a mis escritos y el apoyo que me brindaron para que se plasmaran en la publicación de este libro.
A mis colegas y amigos, a mis colaboradoras, que me acompañaron y estimularon a poder concretarlo.
A la Dra. Raquel Zak de Goldstein, que después de años de mi formación psicoanalítica, me acerco con una lectura inteligente y sutil a la obra de Winnicott y promovió el comienzo de los Encuentros Latinoamericanos sobre el pensamiento de D. Winnicott.
A la Dra. Marilu Pelento, referente en la obra de este autor, por su profundidad y sensibilidad en su transmisión.
A la Lic. Clara (Jaia) Rubin, amiga del alma, fundadora de la Escuela Martín Buber con quien trabajamos desde los comienzos en pensar la escuela con los aportes de la educación y el psicoanálisis. Extiendo este agradecimiento a todo el equipo del Buber.
A mis alumnos, y en especial a mis pacientes con quienes emprendemos la aventura del trabajo analítico. Con cada uno de ellos renuevo la experiencia y la posibilidad de hacer y pensar la cura analítica.
PRÓLOGO
Prologar nunca es un acto ingenuo, ni menos lo es ser parte de la edición de un libro como el de Noemí. El presente texto es de esos que me hubiese gustado leer durante mis estudios como psicólogo, en mi formación como psicoanalista. En este libro Noemí plasma generosamente su experiencia, la evolución de su pensamiento y, sobre todo, su pasión por la clínica. Entrega herramientas al lector que son fundamentales para el ejercicio clínico, y para la libertad propia de un analista en su consulta.
Libertad, palabra de grueso calibre, añorada por todos y por la cual las luchas en nuestras civilizaciones se han volcado como centro. No dejo de recordar a Lévinas, cuando en “Ética e Infinito” (1982) señala con la humildad de un pie de página “La libertad consiste en saber que la libertad está en peligro”, pero ¿cuáles son estos peligros? En el ejercicio del psicoanálisis nos encontramos cotidianamente con dichos peligros, en el propio sufrimiento de nuestros pacientes, como Noemí muestra con delicadeza, pero no con menos fuerza, y que en sus viñetas clínicas describe como “los padecimientos traumáticos desubjetivantes”, peligros y padecimientos que secuestran la singularidad de los sujetos y ponen en riesgo la existencia misma. Este es el tono del texto que nos trae Noemí, el territorio de la extrema vulnerabilidad de la condición humana, de los decursos de la angustia y del cuerpo cuando los existentes se encuentran amenazados por lo que Winnicott llamó “aniquilamiento” o “quiebre de la continuidad de la existencia”. El borramiento de los sujetos, el anonimato que borra las singularidades que es, finalmente, la neutralización de lo humano en los individuos.
Libertad, que no sólo se encuentra en riesgo desde lo que observamos en el sufrimiento de nuestros pacientes, sino también desde lo que observamos desde el lado del analista en la intimidad de nuestra consulta. Ejercicio, que en el ejercernos como sujetos analizando, entra en conflicto con los múltiples representantes y representaciones del “establishment” (Bion) en la intimidad de las consultas. Protocolos que nacen desde las identificaciones con las instituciones, con distintas teorías psicoanalíticas, y las más diversas formas de la “socialización” (Winnicott) en su eterno flujo de negociación de los narcisismos del “oro puro”. Sabemos del oro puro en su resguardo en las bóvedas de plomo y acero que lo ponen a salvo lejos de todo contacto con la vida.
Libertad que va de la mano con la posibilidad de jugar, en el estricto rigor winnicottiano, es decir, la libertad del juego e inter-juego entre teorías que nos trae Noemí en su libro. La experiencia como la base de la subjetividad nos lleva a espacios propios como los que están descritos con estricta rigurosidad y, al mismo tiempo, con la naturalidad de una analista con larga experiencia clínica. Así, en manos de la autora, las teorías abandonan sus fronteras estrictas para entrar en un diálogo profundo y respetuoso, que nos recuerda claramente la concepción de un espacio potencial. Si bien Winnicott plantea claramente dicho espacio potencial como el espacio de la clínica y de la teoría psicoanalítica, no es tan fácil encontrar un texto que despliegue dicho “quehacer creativo”. Es así como comienza con claridad y sutileza a describir sus propios aportes a nuestra clínica.
En este libro se nos muestra un psicoanálisis clínico, pensado, reposado por la experiencia, en diálogo vivo con el oro puro, arrancándolo de las bóvedas de los protocolos. Un psicoanálisis para la clínica y desde la clínica, donde la metapsicología apoya y permite la libertad del ejercicio; una reflexión teórica que permite nutrir la práctica, y que encuentra sentido en ella.
La autora desde este vértice “juega” con los conceptos, y como desde Winnicott todo juego implica creatividad y la generación de sentido, Noemí nos introduce a sus aportes en la comprensión de la angustia, del cuerpo y de la transferencia. Juego y comprensión que se traduce en sus aportes técnicos. Pero aquí la palabra técnica está nada más lejos del protocolo y se hace expresión y carne de sujeto. Técnica que es expresión viva del sujeto, tal como Nancy desde la filosofía la re-sitúa. Este libro retorna en dignidad a la técnica como expresión creativa, que a su vez se basa con rigurosidad en la tradición, en el mismo decir de Winnicott.
Así a medida que avanzamos en sus páginas nos encontraremos con conceptos clínicos de una profundidad mayor, como son la “escucha sensible” del analista de lo vivido que no ha sido registrado por el analizando. ¡Sí! Escucha de lo que no tiene escucha, no por su carácter de reprimido, sino de aquello que se encuentra fuera del registro simbólico, y que sólo queda arrojado al registro de lo corporal, como palimpsesto de diversos registros que se acumulan en tropel. Tanto naturaleza y función del análisis como del analista demandan presencia y cuerpo, que al modo de una caja de resonancia, hace eco del sufrimiento y la extrema vulnerabilidad humana. Resonancia que implica el saber del analista de aquella vulnerabilidad, saber que es experiencia de lo vivido desde el lado del clínico.
Se hacen tinta en estas páginas concepciones de la transferencia por parte del analista, en el sentido preciso del acto analítico (primero de Lacan, y luego traído por Ogden a la escuela intersubjetiva), es decir, acto que instala la diferencia en la transferencia del analizando. Sí, una diferencia que siempre va a involucrar la novedad, la transferencia ya no como mera repetición compulsiva, sino como oportunidad de novedad. El analista, en palabras de Noemí, se entrega al manejo de la transferencia desde un saber sensible de la vulnerabilidad, a partir del cual la angustia desde el lado del analista sindica la implicación que sería señal del alojamiento de lo traumático en la transferencia.
Hospedar en la transferencia, como recurso técnico, se constituye a partir de la ética del analista, lugar privilegiado para el encuentro en la transferencia. En este territorio del analizando de un “más allá de lo simbólico”, de un “más allá de la neurosis”, de un más allá de las proyecciones del analizando sobre el analista, emerge la posibilidad del sostén y del handling. Pero este alojar en la transferencia es un hospedar del ser en lo simbólico aportado por el propio analista, el aporte de una morada mediada por lo simbólico.
El texto, en este alojar en la transferencia, va desplegando un particular interés por la clínica del psique-soma, así describe los fenómenos de la hipersensibilidad, en la que se incluyen la transferencia hipersensible tanto como la susceptibilidad narcisística. Leemos no sólo el aporte teórico-clínico de la autora, sino también una serie de viñetas de la clínica de las alergias. Donde la labor del analista se hace acto, que hace la diferencia en la transferencia, diferencia que es posibilidad de apertura a una morada del sujeto y su singularidad. El análisis y el analista en su acto se hacen handling-paterno. Novedoso concepto que nos trae Noemí y que describe el lugar del padre en nuestra clínica.
Para terminar, no puedo dejar de citar: “Creo fundamental la flexibilidad del analista, de su encuadre, de su escucha, como primer modo de respuesta a la necesidad de ser visto y tratado acorde a su singularidad, a su vulnerabilidad. Permitir estas experiencias en transferencia hacen diferencia con lo traumático naturalizado”. Nunca será ingenuo ser parte de un libro como este, no puede serlo si tiene en el centro de su desarrollo lo traumático, y que tiene como concepción alojar dicho trauma en la transferencia y en la sesión analítica.
RODRIGO ROJAS JEREZ, SANTIAGO, 20 DE SEPTIEMBRE DE 2018.
INTRODUCCIÓN
Esta publicación es un testimonio de mi trabajo como analista, tomándolo como un exponente, entre otros, del Psicoanálisis con sus determinaciones regionales y epocales. Me sitúo en el contexto del psicoanálisis argentino, considerando sus desarrollos, cambios y permanencias a lo largo del tiempo. Los pioneros, aquellos que trajeron el psicoanálisis a la Argentina, en su mayoría emigrados provenientes de Europa frente a los estragos de la Segunda Guerra Mundial, o de los avatares de la España Franquista —muchos de los cuales contribuyeron a mi encuentro con el psicoanálisis y a los inicios de mi formación— desplegaron una fuerte producción ligada a la temática del cuerpo. Entre ellos podemos mencionar a Ángel Garma, Arnaldo Rascosky, Fidias Cesio, Luis Chiozza, David Liberman, José Bleger, Enrique Pichón Riviere, Mimi Langer y muchos otros, quienes dieron al psicoanálisis una fuerte impronta ligada al cuerpo, a partir de su interés por los trastornos psicosomáticos. A ellos mi agradecimiento por abrirme las puertas de la aventura psicoanalítica.
Es interesante ver cuáles han sido los interrogantes en las diferentes décadas o momentos de este movimiento psicoanalítico, cómo han ido cambiando, y cómo estos cambios no son ajenos a los paradigmas vigentes en la sociedad y a los factores histórico-epoca-les. Estos cambios sin duda, también afectaron mi modo de ejercer y de pensar el psicoanálisis.
Expongo aquí una selección de mis trabajos a lo largo del tiempo. He escrito gran parte de ellos motivada por la interrogación en torno a la temática de la identidad, entendiéndola en el sentido del cómo se llega a ser uno, diferente, es decir, cómo se llega a una diferenciación estructurante. La temática de la discriminación-in-discriminación, abordada por J. Bleger1 entre otros autores dentro del psicoanálisis y más allá de sus fronteras. El tema de la diferencia, del diferente, de la diferenciación, de la exclusión, del prejuicio.
Muestro a lo largo de este texto cómo estas temáticas fueron abordadas fundamentalmente desde Freud, Lacan y en particular, desde las resonancias de la obra de Winnicott. Destaco el eco de estas resonancias en relación a la riqueza de matices en el abordaje clínico, que creo se pueden extraer de su perspectiva, y también de su valor en relación a los modos de abordaje de la subjetividad contemporánea y sus manifestaciones.
Tomo en varios artículos la potencialidad de la idea de paradoja, trasfondo de su aporte el “espacio transicional”, el jugar. Creo que abren una perspectiva que permite atemperar los efectos extremos y negativos a los que arribaron la lógica identitaria y la hegemonía del logos, que, como sostienen varios pensadores contemporáneos, han afectado al mundo occidental de múltiples maneras. Aportaré desde mi experiencia como psicoanalista la potencialidad de la paradoja, sus efectos y aportes en la clínica del cuerpo.
A lo largo del libro insiste la interrogación acerca de cómo afinar sutilmente el ejercicio del psicoanálisis hoy, considerando el mundo contemporáneo y sus efectos en los pacientes que nos consultan, y en nosotros mismos. Para ello, propongo una perspectiva que encuentro en Winnicott, que se sustrae del dilema identitario entre lo nuevo y la ortodoxia en psicoanálisis.
Los textos se alinean con aquellos autores que destacan el análisis como experiencia analítica, y como tal, como oportunidad de hacer diferencia en la repetición. Esta idea desborda la dimensión transferencial como la que sólo permite la producción de un saber inconsciente reprimido.
Creo que lo interesante es poder pensar el trabajo analítico con aquellos pacientes que padecen, pero que en principio “no quieren saber”. ¿Qué podemos seguir aprendiendo frente a esta realidad? ¿Cómo podemos transformarla en estímulo para enriquecer nuestras prácticas? Estas preguntas nos ayudan a trascender las posiciones antagónicas que no dan lugar a lo que interesa: respuestas creativas en nuestras prácticas clínicas y un pensar creativo que sólo surge al poder ser interpelado frente a todo aquello que afecta lo instituido en nuestro modo de trabajar, de pensar y de ser.
El lector se encontrará inicialmente con un capítulo dedicado a “La Angustia”, donde se desarrolla el tema del desamparo traumático con los aportes y matices que le brindan los interjuegos Freud-Lacan-Winnicott, atendiendo a un interés ligado al abordaje clínico. Continúa el capítulo titulado “Cuerpo”, en el que se va desplegando el tema del cuerpo en la clínica, los fenómenos psicosomáticos, la escisión mente-psique-soma (Winnicott) y, en especial, el tema de la alergia como “exemplum” (Agamben), ejemplo paradigmático en el advenimiento de un cuerpo propio. Este tema se reitera y se recrea en varios de los capítulos, adquiriendo matices y nuevas dimensiones con cada nuevo cruce discursivo, con cada perspectiva.
Luego, en el capítulo “La transferencia y la transicionalidad en la clínica del cuerpo” se abordan cuestiones más allá de la psicosomática, incluyendo la particular implicancia del analista, otro efecto de la perspectiva de Winnicott. El tema del cuerpo también lleva a pensar en un cuerpo viviente y en un ejercicio vivo del psicoanálisis. Creo que esta dimensión merece hoy ser destacada, en tiempos donde el hacer vivir fruto de los grandes avances científicos y tecnológicos, merece ser acompañada del “sentirse vivo” del que habla Winnicott, en referencia a esa experiencia de ilusión estructurante de la subjetividad. Finalmente, en el último capítulo, “La transicionalidad, su valor y su vigencia”, se abordan la transicionalidad y las realidades virtuales, y se asoman algunas reflexiones en torno al tema del amor y del amor en transferencia revisitado.
Propongo en el texto relecturas de historiales freudianos; testimonios de análisis (Reik en su análisis con Freud, y Margaret Little y su análisis con Winnicott), algunas viñetas de la obra de Winnicott y la relectura del caso Frida analizado por Margaret Little. El interés de estas relecturas consiste fundamentalmente en ver a través de estos ejemplos paradigmáticos, cómo y desde qué perspectiva se puede generar algo nuevo en el encuentro entre paciente y analista en transferencia, que a su vez da lugar a la producción de nuevos conceptos que enriquecen el saber del psicoanálisis.
1 En su texto “Simbiosis y ambigüedad. Estudio psicoanalítico” (1978) Buenos aires, Editorial Paidós.
ANGUSTIA
Hoy nos encontramos con un incremento de la así llamada clínica del desamparo, debido a los nuevos desafíos surgidos a raíz de los cambios en el entorno social, que implican cambios discursivos que inciden, sin duda, en la subjetividad contemporánea en la que estamos inmersos pacientes y analistas.
En la época victoriana la idea de sexualidad normal merecía ser interrogada, permitiendo la creación del psicoanálisis y su idea de inconsciente y sexualidad humana. Esta interrogación sigue vigente, reabriéndose frente a los cambios socioculturales en relación a las nuevas sexualidades. En la actualidad surgen también nuevos interrogantes que giran —quizás, a partir de la Shoa como punto de inflexión— a bordear el horror, el pánico, el desamparo, la desensibilización, la desubjetivación. Algo que nos sucede que, al decir de Winnicott, puede llevarnos a sentir que “la vida no valga la pena de ser vivida”, con un incremento de la angustia, el pánico y el sentimiento de futilidad.
Esta situación nos convoca como psicoanalistas a intentar rescatar aquel potencial que, desde nuestra disciplina, se pueda enlazar con otras corrientes del pensamiento contemporáneo, contribuyendo al acompañamiento de estos cambios en la subjetividad actual. Es en este marco, que he retomado el tema de la angustia en un interjuego Freud-Lacan-Winnicott, como perspectiva para pensar tanto la clínica actual como el desamparo sociocultural.
LA ANGUSTIA EN FREUD, LACAN Y WINNICOTT UN INTERJUEGO ENTRE TEORÍAS
Intento en este capítulo reconsiderar el tema de la angustia y transmitir el efecto que en mi quehacer psicoanalítico produjo la multivocidad de “miradas” en torno a este tema. Hay también una segunda intención que trasciende el contenido temático, y que tiene que ver con la pregunta acerca de la posibilidad de intercambio fructífero y de la utilización de diferentes teorías o esquemas referenciales en psicoanálisis2. Una posibilidad para que este intercambio pueda realizarse se logra al recortar un tema común, en este caso la angustia, que, aunque con diferentes conceptualizaciones, es abordado por cada teoría desde el peculiar punto de vista de cada autor y su propia extracción científica cultural e histórica.
Considero que esto permite descubrir que en cierto sentido se está hablando de lo mismo y a la vez de algo diferente. Experiencia que pone de manifiesto la riqueza de matices que puede aportar cada perspectiva. Lo último no implica reducir los diferentes desarrollos y teorías sólo a la diversidad de matices respectos de los mismos temas, sino que simplemente intenta subrayar este aspecto como una interesante vía de intercambio. Winnicott nos habla de la paradoja en que el objeto es “hallado y creado” a la vez. Siguiendo esta idea podríamos decir que los temas son hallados y creados a la vez por cada autor.
Freud, vienés, creador del psicoanálisis a fines del siglo XIX comienzos del XX, nos trae el concepto de trauma, lo que excede la capacidad del aparato psíquico para ser ligado, y la angustia como señal para evitar el trauma. Lacan, francés, con formación psiquiátrica, filosófica, influido por el estructuralismo y la lingüística, nos introduce en su concepción de lo Real, el objeto “a” y su manifestación, la angustia. Winnicott, inglés, pediatra y músico nos habla de las fallas en el sostenimiento del infans y de la emergencia de las angustias inconcebibles ante esas fallas. También, del objeto transicional, que vela la ausencia por donde puede emerger la angustia. Estas referencias en algunos puntos desarrollados por Freud, Lacan y Winnicott pretender ser un mínimo ejemplo de la posibilidad de enriquecimiento.
¿No podemos acaso sostener la paradoja de que hablan de algo semejante y a la vez de algo diferente, creado por cada uno de ellos desde su condición contextual? Y acaso podemos pensar el trauma de la misma manera antes y después de leer estos aportes. Y a la inversa, cada uno de ellos antes y después de conocer los otros es el mismo.
En las páginas siguientes intentaré desarrollar esta idea.
La angustia en Freud
El tema de la angustia en Freud aparece desde los comienzos (1894) vinculada a la idea de incapacidad psíquica para tramitar montantes de excitación, de un psiquismo que se encuentra sin recursos frente a algo que lo sobrepasa. En 1905 afirma que “la angustia neurótica nace de la libido, es un producto de la trasmudación de ésta y mantiene con ésta la relación del vinagre con el vino” (p. 75). En 1916 introduce el tema angustia real, angustia neurótica y con él la angustia como reacción a un peligro, real y exterior en el primer caso, desconocido e interno en el segundo. Desde esta óptica la represión es “la huida del yo frente a la libido sentida como peligrosa y la fobia una atrincheramiento contra el peligro externo que subroga la libido temida” (p. 373). A partir de la angustia real desarrolla la idea de “apronte angustiado”, antecesor al concepto de angustia señal.
En 1920 leemos “El terror parece tener un sentido particular, a saber, poner de resalto el efecto de un peligro que no es recibido con apronte angustiado. Así podría decirse que el hombre se protege del horror mediante la angustia” (p. 360). Un eslabón importante en su pensamiento lo constituye el empezar a considerar la angustia como afecto (1900-1916).
Recordemos que para Freud “el estado afectivo tendría la misma construcción de un ataque histérico y sería como éste la decantación de una reminiscencia. Por lo tanto, el ataque histérico es comparable a un afecto individual neoformado, y el afecto normal a la expresión de una histeria general que se ha hecho hereditaria” (1917, p. 360). ¿A qué reminiscencia nos remite la angustia? Al acto de nacimiento: “Decíamos que es el acto de nacimiento en el que se produce ese agrupamiento de sensaciones displacientes, mociones de descarga y sensaciones corporales que se ha convertido en el modelo para los afectos de un peligro mortal, y desde entonces es repetido por nosotros como estado de angustia” (1916-17, p. 361).
A partir del estudio de las zoofobias, Freud introduce el tema de la angustia de castración como peligro que, si bien dependía de la libido, remitía a una amenaza vivida como externa. En 1920 establece la diferencia entre susto, miedo y angustia. La angustia es expectación ante el peligro y preparación ante el mismo, aunque éste sea desconocido. El susto invade bruscamente, acentúa el factor sorpresa, de ahí que la angustia no puede generar una neurosis traumática. Leemos “el apronte angustiado con su sobreinvestidura de los sistemas recipientes, constituye la última trinchera de la protección antiestímulo” (Freud, 1920, p. 31). Este tema de la angustia como última línea de defensa será retomado por Lacan al referirse a la angustia como presentificación de algo de lo “real”. En la misma época afirma que entre las formas de lo angustioso existe un grupo en el cual se puede reconocer que lo angustioso es algo reprimido que retorna, algo que se tornó extraño mediante el proceso de la represión; sería lo ominoso, algo que debiendo quedar oculto se ha manifestado. Esta idea, creo, debe haber inspirado a Lacan para pensar el tema de lo real y la idea del fantasma poniendo un velo a lo real.
Llegamos a 1926, en este año se consolidan tres aspectos claves de la angustia: 1) la idea del yo como sede de la angustia; 2) la angustia como afecto; 3) la angustia de castración como causa de la represión. “La angustia de la zoofobia es la angustia de castración inmutada, vale decir una angustia realista frente a un peligro considerado real. Aquí la angustia crea la represión y no, como yo opinaba antes, la represión a la angustia” (Freud, 1926, p. 104).
En relación a la angustia de muerte, Freud sostiene que en el inconsciente no hay concepto de anulación de la vida, por lo que la angustia de muerte es análoga a la angustia de castración. Es así cómo comienza a desarrollar el concepto de trauma como el núcleo de la situación de peligro: “Este núcleo es la situación de insatisfacción en que las magnitudes de estímulo alcanzan un nivel displacentero sin que las domine por empleo psíquico y descarga... análogo a la situación de nacimiento” (1926, p. 130). Una vez que definió este núcleo reconsidera a la angustia ante la pérdida de objeto y la angustia de castración como determinadas por el peligro del trauma3.
Vemos en el texto de Freud cómo varían las condiciones de angustia acorde a las condiciones del peligro en función de los progresos del desarrollo: “El peligro del desvalimiento psíquico se adecua al período de inmadurez del yo, así como el peligro a la pérdida de objeto a la falta de autonomía de los primeros años, el peligro de castración a la fase fálica y la angustia frente al superyó, al período de latencia” (1926, p. 134). Freud aclara las razones del viraje en su teoría de la angustia:
La diferencia está en que yo antes creía que la angustia se generaba de manera automática en todos los casos mediante un proceso económico, mientras que la concepción de la angustia que ahora sustento, como una señal deliberada del yo hecha con el propósito de influir sobre la instancia placer-displacer, nos dispensa de esta compulsión económica. (1926, p. 132)
Considera que habría dos modalidades para el origen de la angustia en la vida posterior, una involuntaria, una automática, económicamente justificada en cada caso, cuando se habría producido una situación de peligro análoga al nacimiento; la otra generada por el yo, cuando una situación así amenazaba solamente, y a fin de movilizar su evitación. En este segundo caso, el yo se sometía a la angustia como si fuera una vacuna, a fin de sustraerse, mediante un estallido morigerado de la enfermedad, de un ataque no morigerado.
Otro aspecto a tener en cuenta es la reconsideración de la condición de peligro en la mujer, ligada a la pérdida de amor (Freud, 1926). Además, establece tres relaciones entre condición de angustia y tipo de neurosis: pérdida de amor en la histeria, amenaza de castración en la fobia y angustia frente al superyó en la neurosis obsesiva. Y así, vuelve a reformular su pregunta clave: ¿cuál es el núcleo de la situación de peligro? Y su respuesta es:”
La apreciación de nuestras fuerzas en comparación con su magnitud, la admisión de nuestro desvalimiento frente a él, desvalimiento material en caso de peligro realista y psíquico en el del peligro pulsional […] Llamemos traumática a una situación de desvalimiento vivenciada; tenemos buenas razones para diferenciar situación traumática de situación de peligro. (p. 155).
La angustia es entonces (la angustia señal) por una parte, expectativa del trauma y por la otra, una repetición amenguada de él. Es de acuerdo con el desarrollo de la serie angustia-peligro-desvali-miento en el trauma, que podemos resumir la situación de peligro es la situación de desvalimiento discernida recordada y esperada, “La angustia es la reacción originaria frente al desvalimiento en el trauma, que más tarde es reproducida como señal de socorro en la situación de peligro” (Freud, 1925, p. 156). En 1932, Freud agrega: