Kitabı oku: «ORCAS Supremacía en el mar», sayfa 4
Cuando estuve investigando en la Antártida solo pude observar ejemplares del tipo B.
Tipo C: la orca de este tipo es la más pequeña y la que vive en grupos de mayor tamaño. El parche ocular se orienta en forma oblicua y hacia adelante, en lugar de ser paralelo al eje del cuerpo.Al igual que las de tipo B tiene una gran mancha gris en el dorso y las zonas blancas poseen también un tinte amarillento. Se les ha observado alimentarse de bacalao antártico (Dissostichus mawsoni).
Tipo D: fue descrita basada en el análisis fotográfico de un varamiento masivo en 1955 en Nueva Zelanda y observaciones realizadas a partir de 2004. Es el tipo más diferente de orca en su apariencia y puede reconocerse de inmediato por su parche ocular muy pequeño y su cabeza más redondeada. Su área de distribución parece ser circumpolar sobre las aguas antárticas entre los 40° y 60° de latitud sur. Las manadas parecen ser grandes con un promedio de 17,6 miembros y un rango de 9–35 animales. Su dieta si bien se desconoce, se sospecha que se compone de pescado, ya que se han observado en las cercanías de los buques palangreros y se ha documentado la depredación sobre el bacalao austral (Dissostichus eleginoides), con buceos profundos.
Los estudios de ADN mitocondrial parecen avalar la hipótesis de que los tipos de orca descritos en la Antártida son especies diferentes que se separaron recientemente; sin embargo, los resultados aún no son concluyentes. Otros estudios de secuencias mitocondriales completas sugieren que los tipos antárticos B y C podrían reconocerse como especies diferentes, al igual que las transeúntes del Pacífico Norte.
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LA CASA AZUL
“Si quieres tener el mar, contémplalo, abre tus manos en sus aguas y todo el mar estará en ellas; porque si cierras tus manos para retenerlo, se quedarán vacías…”
(autor desconocido)
La orca es un mamífero marino cosmopolita, es decir, con amplia distribución geográfica. Vive tanto en regiones polares como en trópicos y subtrópicos, lo cual habla de su adaptación a diferentes condiciones de temperatura y salinidad; temporariamente, también soporta el agua dulce, según se estableció al registrar su ingreso individual o grupal a ríos. Generalmente prefiere aguas profundas, pero es posible verla desplazarse a pocos metros de la costa, mares interiores y estuarios. No realiza largas migraciones regulares sino movimientos locales de acuerdo a la disponibilidad de comida.
Su distribución real tardará en completarse, si se logra algún día. Por el momento, en las publicaciones sobre cetáceos los mapas de distribución de orcas suelen considerar como su área casi todos los mares del mundo. Hay pocos datos sobre su distribución en el Mar Argentino – la mera extensión de su costa, de 4.725 kilómetros, dificulta la obtención de datos—; además, sólo algunas áreas costeras están pobladas y muchas son de difícil acceso. Es necesario establecer centros de observación y estudio en distintas áreas, tanto para garantizar la autenticidad de los datos obtenidos como para ampliar la difusión y educación sobre la especie, y preparar así a los residentes que continúen los trabajos.
Los conocimientos sobre la distribución de las orcas en nuestro litoral atlántico son la suma de diferentes proyectos de investigación y el aporte de guardafaunas, aficionados a las orcas y fotógrafos naturalistas. Vanesa y Miguel Iñiguez, una pareja que estudia las orcas desde 1984, confirmaron la presencia de al menos cinco comunidades, distribuidas de la siguiente manera:
Península Antártica. Se ignora el tamaño de su población. Sufrió la explotación comercial de la flota ballenera de la ex Unión Soviética, que entre 1954 y 1980 capturó 1654 orcas.
Tierra del Fuego y el extremo más austral de Santa Cruz. Se desconoce su tamaño. Solamente existen registros de avistajes aislados y animales varados y muertos.
Norte de la provincia de Santa Cruz y Sur de Chubut. Su tamaño es desconocido.
Comunidad de Patagonia Norte. Es la población más conocida. Comprende el Sur de la provincia de Buenos Aires, Río Negro y el Norte de Chubut. En sus aguas se identificaron al menos veinte individuos en un territorio conocido de más de cuatrocientos mil kilómetros cuadrados.
Comunidad compartida con Uruguay y el Sur de Brasil. Se desconoce el número exacto de sus individuos. En Uruguay y Brasil suelen ser atacados con armas de fuego porque compiten con la pesca comercial, al predar sobre el palangre.
De acuerdo con guardacostas y pesqueros, podría existir una sexta comunidad: en zonas cercanas a las 180 millas de la costa argentina se han visto grupos de quince a veinte orcas con conducta similar a la de mar abierto del Pacífico Noroeste. Se desconoce qué territorio ocupan estos grupos; tampoco se sabe si suelen acercarse a la costa. Hay que considerar que tal vez las orcas de Patagonia Norte se desplacen hacia zonas distantes de la costa, como las áreas de alimentación de elefantes marinos: si bien no están capacitadas para descender a profundidades de más de seiscientos metros, como sus presas, pueden esperar pacientemente a que asciendan para respirar.
Al desconocimiento del stock de orcas en nuestras aguas se agrega un nuevo problema: el interés comercial de los oceanarios que exhiben orcas en sus espectáculos circenses. Rescatan (es un decir: no reintegran a la víctima a su medio y grupo familiar) ejemplares varados pero no los devuelven al mar sino que los trasladan a un centro de recuperación y luego los someten a un plan de entrenamiento largo y complejo, con el fin convertirlos en el show más relevante del oceanario.
De las cuatro orcas “dudosamente rescatadas” hasta el año 1992 por el oceanario de San Clemente del Tuyú, murieron tres. Primero fue Milagro, un macho rescatado el 8 de agosto de 1985: murió en febrero de1991, luego de cinco años y medio de ser exhibido en una pileta donde realizaba diferentes espectáculos. En el ínterin, el 6 de enero de 1988 se “rescató” a Belén, que en poco tiempo pasó también del Centro de Recuperación a la pileta de exhibición del oceanario. Lo más llamativo de este rescate es el testimonio del sacerdote Mamerto Menapace, del monasterio benedictino de Los Toldos, quien encontró la orca varada mientras veraneaba en San Clemente del Tuyú: “Nos acercamos y vimos a poca distancia las aletas, los lomos y a veces las cabezas de dos animales de su misma especie que iban y venían nerviosamente, lo más cerca posible de la orca encallada – escribió en su libro Una orca llamada Belén—. Era evidente que aquellos seres pertenecían a su misma manada y trataban de auxiliarla”. Dado que al menos parte del grupo de esta orca se encontraba a la vista, existía la posibilidad de reinsertarla. Un tema para reflexionar.
Belén quedo preñada de Kshamenk y su cría recién nacida muere en 1998. Belén muere el 4 de febrero del año 2000 con cuatro meses de preñez. Durante doce años realizó espectáculos para ganar su comida, tal como hacían los esclavos.
El 17 de noviembre de 1992 personal del acuario localiza al menos cinco orcas que según dicen estaban varadas y en vez de poner sus conocimientos y esfuerzos para devolverlas al mar, capturan uno de los ejemplares que muere durante el traslado. Intentan lo mismo con un segundo ejemplar que tiene una dudosa muerte en la pileta del acuario, dos días después. Por consiguiente llevan a cabo un tercer intento trasladando a un macho que desde entonces permanece cautivo. No conozco que sucedió con el resto del grupo, que supuestamente regresaron al mar. Kshamenk es en la actualidad es el único sobreviviente, pero seguramente le espera el mismo destino de sus predecesores.
Si sumamos la muerte de Milagro, Belén, su cría muerta al nacer y la que estaba gestando cuando ella muere y los dos ejemplares muertos durante el intento de captura antes descripto, tenemos que el único acuario de Argentina que tiene orcas en cautiverio tiene la triste estadística de seis orcas muertas.
En Argentina, hasta el momento las únicas orcas rescatadas de un varamiento que fueron devueltas al mar, son tres ejemplares varados en Península Valdés. Tengo conocimiento que solo una hembra de orca fue regresada al mar por el acuario, me queda la duda si fue un acto compasivo o porque se trataba de un ejemplar con un tamaño poco apto para el cautiverio, enfermo o porque personal de la Prefectura Naval Argentina se encontraba en el lugar, además de testigos de un rally 4x4 de quienes tengo la filmación de las acciones.
En USA se estima que el 70 % de las ganancias económicas del Sea Word es por la presencia de orcas. Creo que no quedan dudas de las causas por las cuales las orcas “rescatadas” y llevadas al acuario nunca fueron dejadas nuevamente en libertad.
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IDENTIDADES Y PREHISTORIA
“Precisamos tener un concepto de los animales nuevo, más sabio y, quizá, también más místico…No son nuestros hermanos, ni nuestros criados; son otra raza, atrapada junto a nosotros en la red de la vida”
Henry Beston
A diferencia de la mayor parte de los delfines, las orcas tienen un cuerpo muy robusto. Los grandes machos pueden medir más de 9,5 metros y pesar más de ocho toneladas, mientras que las hembras superan los seis metros y pesan más de cinco toneladas. Los cachorros nacen con aproximadamente 1,80 a 2,50 metros de longitud y unos 180 kilos.
Las hembras alcanzan la madurez sexual a partir de los catorce años, cuando llegan a una longitud de aproximadamente 4,6 a 5,4 metros; los machos, a los quince años, cuando tienen una longitud aproximada de 5,2 a 6,2 metros, si bien alcanzarían la madurez social entre los veintiuno y veinticinco años de edad. Los ciclos reproductivos varían entre poblaciones: en el Atlántico Noreste ocurre desde fines del otoño hasta mediados del invierno; en Patagonia se observaron crías entre los meses de febrero y abril y en noviembre y diciembre.
La gestación dura entre doce y dieciséis meses. Como tiene un cachorro cada cinco a diez años, la hembra llega a cuatro o cinco pariciones a lo largo de sus veinticinco años de vida reproductiva. Parece que nace la misma cantidad de machos que de hembras; la mortalidad neonatal se ubica en un 43 por ciento.
La cría es amamantada durante un año y puede depender de la lactancia durante al menos dos años. El destete se produce cuando el cachorro mide unos 4,3 metros de longitud. Durante el amamantamiento el cachorro no chupa el pezón de la madre: la leche sale expulsada en forma de chorro a su boca. Solo debe envolver el pezón con la lengua en forma de tubo, para evitar que la leche se desperdicie en el mar.
Las hembras en libertad viven unos cincuenta años, con una longevidad máxima de ochenta; la expectativa de vida de los machos es de aproximadamente veintinueve años, con una longevidad máxima de sesenta años. En cautiverio, salvo raras excepciones, el promedio desciende a cinco o diez años.
Los machos adultos se distinguen por la aleta dorsal triangular – alta y recta, sin soporte óseo— ubicada ligeramente antes de la mitad del dorso. El animal la utiliza para su estabilidad cuando desarrolla grandes velocidades; también en su balance corporal cuando ataca. Llega a medir hasta dos metros de altura (entre el 10 y el 15 por ciento de su largo corporal) y la mitad en las hembras, que la tienen curvada hacia atrás. Los cachorros y los machos jóvenes también tienen la aleta dorsal levemente curvada hacia atrás, lo cual genera confusión para identificar el sexo. Con la edad, aumenta en tamaño absoluto y relativo: más alta que ancha en machos viejos, esta aleta crece de modo notable a partir de los diez años. En algunos ejemplares viejos la punta se enrolla; también pueden aparecer inclinaciones hacia delante o desviaciones en toda su longitud.
Las aletas pectorales – ubicadas a ambos lados del cuerpo, más cerca del hocico que de la aleta caudal— son muy largas, anchas y redondeadas. Conservan los huesos de los miembros anteriores (igual que una mano) y en los machos adultos llegan a medir hasta dos metros de longitud por 90 centímetros de ancho; las de las hembras son hasta dos veces más pequeñas.
La fibrosa aleta caudal (generalmente llamada cola) se halla en posición horizontal, carece de soporte óseo y puede superar los 2,70 metros de ancho. Junto con los fuertes músculos del pedúnculo caudal, le permite a la orca impulsarse a velocidades de más de cincuenta kilómetros por hora. Esta aleta tiene una pronunciada hendidura central en su borde exterior; en orcas maduras, los extremos se curvan hacia abajo.
Las aletas de los cetáceos no cumplen únicamente la función de desplazar, estabilizar y dirigir la natación y buceo del animal. Constituyen un importante órgano táctil durante la socialización entre individuos: en la relación madre cría, en los juegos y en las relaciones sexuales. También son útiles para la intimidación: golpean con ellas la superficie del agua o las presas, que pueden terminar a varios metros.
El contraste del color negro y blanco de su cuerpo es muy marcado, incluso en los individuos cuyas partes claras tienden en realidad a un tono amarillento. El dorso es negro uniforme, con una pigmentación grisácea a blanca ubicada detrás de la aleta dorsal que cae hacia ambos flancos del dorso del animal y termina en punta hacia delante: la montura. En animales muy pequeños esta montura está casi ausente; su forma varía entre individuos y difiere entre el lado derecho y el izquierdo.
La zona ventral es blanca, desde la garganta hasta el área genital; el color abraza en forma de onda convergente los flancos del animal y toma la forma de un tridente. La aleta caudal también es blanca en su parte ventral, con un marcado borde de color negro; las pectorales son negras en ambos lados. Encima y hacia atrás de los ojos hay más blanco: un óvalo llamado mancha post-ocular, que varía de forma y tamaño entre individuos (y, a veces, en un mismo ejemplar).
Los colores del cuerpo de un animal desempeñan un importante papel en relación a su conducta, ya se trate de una presa como de un predador. Es muy común que los animales presenten su dorso oscuro y su vientre claro para contrarrestar el efecto de las sombras, que de otra manera serían muy fuertes y lo harían destacable. Por ejemplo, cuando una orca se desplaza cerca de la superficie del mar, puede pasar desapercibida para cualquier animal que observe desde el fondo: su silueta, por efecto de su vientre blanco, se confunde con los reflejos plateados que produce la reflexión solar. Y si se desplazara por el fondo marino, desde arriba es difícil diferenciar su dorso negro de la oscura profundidad.
¿Qué pasa cuando se la observa lateralmente y casi a un mismo nivel? En mi experiencia de buceo con orcas, el contorno de sus cuerpos (a unos siete metros de distancia y unos veinte de profundidad) se distorsiona inclusive en aguas de gran visibilidad como las patagónicas: se debe al efecto óptico que producen sus manchas post-oculares, su montura y su tridente. Uno logra observar una cosa oscura, con contornos curvados, confusos reflejos y huecos. Para saber que se trata de una orca, hay que estar cerca; si el observador es una presa, la visión es demasiado riesgosa: posiblemente, la última de su vida.
La cabeza de la orca es redondeada y se diferencia de otras especies de delfines porque su maxilar superior sobresale del inferior. Tiene entre 40 a 48 dientes cónicos de 10 a 12 centímetros de alto y unos 3,5 centímetros de diámetro curvados levemente hacia dentro y hacia atrás. Al cerrar su poderosa mandíbula los dientes inferiores encajan entre los espacios que quedan entre diente y diente en un encastre perfecto facilitando la retención de la presa: si quiere escapar, sólo puede moverse hacia la garganta de la orca: una mordida fatal.
Tan poderosa dentadura le permite una dieta variada, que incluye tanto una gaviota como una gran ballena azul: ochenta y cuatro especies documentadas (treinta y cuatro de peces, veintidós especies de cetáceos, catorce de pinnípedos, diez de aves, dos de cefalópodos, una de reptiles y una de mustélidos) componen la alimentación de las orcas, pero sin dudas es más amplia. Sin embargo, no se trata de un animal que come todo lo que encuentra a su paso: según estableció E. Mitchell, su alimentación diaria estimada es de un 4 por ciento de su peso corporal. Una orca de tres mil kilos debería ingerir 120 kilos en un día y no parece difícil que semejante individuo pueda cazar tres salmones de cuarenta kilos.
La fama de insaciables que tienen las orcas proviene en parte de una mala comprensión de los estudios del naturalista danés Daniel F. Eschricht, quien en 1866 encontró en el estómago de una hembra de 7,5 metros de longitud restos aún indigestos de trece marsopas y catorce focas. El equívoco consistió en creer que la orca tenía en su estomago los veintisiete animales enteros, cuando en realidad contenía restos ingeridos a lo largo de un período desconocido.
Según pude registrar, en nuestras aguas se alimentan de numerosas especies: lobos marinos de un pelo (Otaria flavescens), lobos marinos de dos pelos (Arctocephalus australis), elefantes marinos (Mirounga leonina), delfín oscuro (Lagenorhynchus obscurus), ballena franca (Eubalaena australis), pingüinos de Magallanes (Spheniscus magellanicus), macá grande (Podiceps major), petrel gigante (Macronectes giganteus), cormoranes (Phalacrocórax sp), pato vapor (Tachyeres leucocephalus), tiburones (desconozco la especie, ya que sólo observé restos en sus bocas), salmón de mar (Pseudopercis semisfasciata), entre otras.
Los ojos de la orca – medianos y cubiertos con una sustancia gelatinosa que los protege del agua salada— tienen movimientos coordinados con visión lateral de 125 grados. El oído es el sentido más desarrollado, igual que en el resto de los cetáceos. Sólo las crías poseen bulbos olfativos; en el odontoceto adulto, los reemplazan los quimiorreceptores que se ubican en la base de la lengua y le permiten detectar cambios químicos en el agua. Esa información le facilita la detección de presas, el contacto con el grupo (a través de los desechos fisiológicos), la ubicación de hembras en celo y la determinación de preferencias en su alimentación.
Entre muchas adaptaciones a la vida acuática, los cetáceos redujeron su anatomía externa para evitar la fricción con el agua. Por ejemplo, el pene del macho se esconde en el abdomen, en forma de S, con su punta dentro de la cobertura prepucial, y sólo es visible cuando está erecto; también las glándulas mamarias de las hembras están ocultas y se revelan únicamente cuando están amamantando.
Es difícil distinguir a simple vista el sexo de una cría o un ejemplar juvenil de orca: en esas edades, la forma de la aleta dorsal es igual en ambos sexos. La identificación sería más fácil si se pudiera observar la zona central del vientre, donde se ubican los surcos genitales: en las hembras se observa un largo surco longitudinal (el ano está junto a los genitales), flanqueado por un surco más pequeño a ambos lados (que esconden las glándulas mamarias); los machos presentan claramente dos surcos consecutivos (el ano está separado de los genitales).
Poco sabemos con certeza acerca del origen de los cetáceos. Todavía se lo investiga y nuevos descubrimientos aportan fundamentos o dudas que cambian las teorías. Se estima que se originaron en el período Paleoceno, unos 63 millones de años atrás. Sin embargo las evidencias más antiguas los ubican hace 54 millones de años: Maureen A. O’Leary y Mark D. Uhen ubican entonces a un mamífero terrestre, con pezuñas y parecido a un perro, que por causas desconocidas comenzó a alimentarse con peces. Este inicio probable para la evolución de los cetáceos los considera parientes de los actuales ungulados artiodáctilos: ovejas, vacas y otros mamíferos con pezuñas.
Tuvieron que pasar dieciocho millones de años para que ballenas barbadas y dentadas habitaran los mares, en la época Oligocena. Y aún hubo que esperar otros veinticuatro millones de años (tiempo impensable para nosotros pero corto para los valores evolutivos para que aparecieran los delfines verdaderos, a cuya familia pertenecen las orcas.
Al cruzar la línea costera e invadir el territorio ecológico del mar, debieron sustituir su pelaje ancestral por una gruesa capa de grasa gelatinosa, que los protegería de las bajas temperaturas y reduciría la resistencia al agua que produce el pelo. Así adquirió un cuerpo hidrodinámico con una piel lisa cubierta por un flujo laminar (pequeñas gotas de lípidos) que facilita el desplazamiento. Durante su estado fetal los cetáceos poseen pelo; una vez nacidos, sólo mantienen mínimos vestigios de pelo en algunas partes del cuerpo. Sus extremidades posteriores se fueron perdiendo mientras se desarrollaba una poderosa cola horizontal y las extremidades anteriores se modificaban (aunque sin perder su estructura ósea) en aletas nadadoras; únicamente en su estado fetal los cetáceos mantienen cuatro patas, la pelvis y una cola. Por último, la mayoría de las especies desarrolló una aleta dorsal como ayuda para la estabilidad y navegación.
El oído de los cetáceos también debió adaptarse a la vida bajo el agua. El Pakicetus inachus, hasta el momento el más primitivo antecesor de este orden, vivió hace 54 millones de años en las costas de lo que es hoy Pakistán y se presume que podría haber llevado una vida anfibia: tenía una ampolla timpánica probablemente adecuada para la audición subacuática; sin embargo, un estudio que Zhexi Luo realizó en 1998 muestra que esa estructura no podía recibir sonidos subacuáticos, sino solo aéreos. También se discute si la ecolocalización (función auditiva que permite evitar obstáculos y capturar presas) es otra adaptación exclusiva de los odontoceti o si también los mysticeti cuentan con esa capacidad.
Los cetáceos con dientes son más diversos que los mysticeti: en los cráneos fósiles, los dientes son lisos o serrados, robustos o pequeños, e inclusive inexistentes. Los delfines con dientes similares a los de tiburón (escualodóntidos), que vivieron entre quince y 35 millones de años atrás, tenían características de los actuales odontoceti: por ejemplo, los espiráculos, orificios respiratorios retraídos hacia la región posterior del cráneo. Sus dientes triangulares afilados, con bordes serrados y superficie arrugada, indicarían un tipo de vida de carnívoro activo; es decir, costumbres de alimentación parecidas a las de la orca. Estos delfines desaparecieron hace unos diez millones de años.
Del Plioceno de Italia se descubrieron dientes que habrían pertenecido a orcas o a especies muy emparentadas. Entre los hallazgos se destaca gran parte del esqueleto post-craneal de Orcinus citoniensis (Capellini, 1983), de menor tamaño que el de Orcinus orca (un largo de cuatro metros) y dos hileras dobles de catorce dientes proporcionalmente menores que los de la actual especie.
En el Museo Paleontológico Egidio Feruglio de la ciudad de Trelew, Chubut, se expone el cráneo de un Prosqualodon australis, cetáceo del Mioceno de Patagonia cuya antigüedad se estima en unos veintitrés millones de años y sus hábitos alimenticios se suponen parecidos a los de las actuales orcas.
(Agradezco la revisión de este capítulo al Dr. Mario A. Cozzuol)
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