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Parte I: Comprender el origen del estrés
La tensión no tiene nada que ver con algo que está en el exterior, sino con lo que sucede en tu interior. Siempre buscas una excusa externa que justifique tu tensión porque te resulta sencillamente ridículo estar tenso sin motivo alguno. Pero la tensión no está fuera, es el resultado de una forma de vida incorrecta.
Iluminar el interior
La sabiduría no es una acumulación de datos, fechas o información, sino una transformación.
Estamos viviendo fuera de nosotros mismos y nuestro interior permanece oscuro por ese motivo. Si vamos hacia dentro, si empezamos a enfocarnos hacia dentro, veremos que hay luz. Tenemos todo lo necesario para que haya luz; solo tenemos que reorganizar las cosas.
Es como si alguien hubiese desordenado nuestro cuarto, dejado todos los muebles patas arriba y la lámpara de techo en el suelo. Está todo ahí, pero está descolocado. Es difícil vivir en un lugar que está en ese estado. Tendrás que volver a colocar todo en su sitio.
Así es el ser humano: tenemos todo lo necesario, la existencia nos provee de todo. Nacemos con la capacidad de vivir nuestra vida al máximo, sin embargo, la vivimos al mínimo por el simple hecho de no organizar las cosas. Por ejemplo, nuestra atención se dirige hacia fuera, y somos capaces de ver a todo el mundo excepto a nosotros mismos, a pesar de que somos lo más importante que tenemos que ver. Está bien ver a los demás, pero antes tienes que verte a ti mismo, antes tienes que ser tú. Desde esa perspectiva aventajada, estando centrado, puedes ver a los demás desde una óptica completamente distinta.
De manera que hay que dirigir la mirada hacia dentro. Y descubrirse a uno mismo es precisamente esto: darle un giro de 180 grados a nuestra atención, a nuestra conciencia. Cada vez que enfocamos nuestra atención en algo, lo alumbramos. No estoy en contra del mundo exterior, pero antes hay que ocuparse del mundo interno, y luego vendrá el mundo externo. La persona que sabe ocuparse de su mundo interno, podrá ocuparse del mundo externo.
La sabiduría significa conocerse, y conocerse es el principio de todo conocimiento. Después tu halo de luz se expandirá y abarcará cada vez más cosas. Llegará un momento en el que tu sabiduría lo comprenderá todo, lo incluirá todo. Cuando sientas que no falta nada, que no careces de nada, habrás llegado a casa. Te sentirás relajado, tranquilo, contento, profundamente satisfecho; habrá un silencio, pero estará lleno de música.
La patología de la ambición
Todas las culturas y religiones te condicionan para que tengas un sentimiento negativo respecto a ti mismo. No aprecian ni aman a nadie por ser él o ella misma. Tienes que demostrar tu valor obteniendo medallas de oro en el campo del deporte, logrando el éxito, el dinero, el poder, el prestigio y una buena reputación. ¡Demuestra lo que eres! Intrínsecamente, no tienes valor; esto es lo que te han enseñado. Tienes que demostrar tu mérito.
Y de aquí surge un gran enfrentamiento con uno mismo, sientes profundamente que «tal y como soy no tengo mérito…, a menos que demuestre lo contrario». Hay muy poca gente que logra triunfar en este mundo tan competitivo. Con millones de personas compitiendo, ¿cuántas pueden triunfar? ¿Cuántas se convertirán en presidentes y primeros ministros? En un país con varios millones de habitantes solo uno podrá ser presidente, aunque, en el fondo, todo el mundo desearía tener ese trabajo. Habrá millones de personas que no se sientan dignas de ello. ¿Cuántas personas pueden convertirse en grandes pintores? Sin embargo, todo el mundo es creativo. ¿Cuántos pueden ser grandes poetas como Shakespeare, Milton o Shelley? En cambio, en el fuero interno de cada persona hay poesía; cada uno puede aportar un poco de poesía al mundo. Pero, si se convierte en una ambición, la ambición en sí es antipoética.
La idea del éxito te atormenta. La mayor calamidad que le haya podido ocurrir al ser humano es la idea del éxito, de tener que «triunfar». Y el éxito implica competencia, lucha, tanto si se juega limpio como si no, eso no importa. Si triunfas todo estará bien. La clave es el éxito; aunque lo hagas por las malas, cuando alcanzas el éxito todo lo que hayas hecho es admisible.
El éxito transforma la naturaleza de tus actos. El éxito convierte las malas artes en buenas. La única cuestión es: ¿cómo triunfar, cómo llegar hasta la cumbre? Y, evidentemente, habrá muy pocos que lleguen a la cumbre. Muchas personas quieren subir, pero ¿cuántas personas caben en la cumbre del Everest? Allí no hay mucho espacio, solo hay espacio para una persona. Todos los millones que lo han intentado sentirán que han fracasado, y su alma se llenará de una profunda desesperación. Empezarán a tener un sentimiento de negatividad.
Esta educación –la supuesta «educación» que habéis recibido– es un error y es enormemente perjudicial. El colegio, el instituto y la universidad te envenenan. Te hacen sufrir; aquí es donde se crean los infiernos, pero lo hacen de una forma tan bonita que no te percatas de lo que está ocurriendo. El mundo se ha convertido en un infierno por culpa de una educación equivocada. Siempre que la educación esté basada en el concepto de la ambición, en la Tierra el resultado será el infierno, y lo han conseguido.
Todo el mundo sufre y se siente inferior. Es muy curioso, porque no hay nadie que sea superior o inferior, cada individuo es único y no se puede comparar. Tú eres tú, eres simplemente tú y no puedes ser nadie más, ni es necesario. No tienes que ser famoso, ni tienes que triunfar a los ojos del mundo. Esas ideas son ridículas.
Lo único que tienes que hacer es ser creativo, cariñoso, consciente, meditativo…; si sientes que te nace escribir poesía, escribe para ti, para tu marido, para tus hijos, para tus amigos…, ¡y olvida todo el resto! Canta tu canción, y si nadie te escucha, ¡siéntate y disfrútala tú! Acércate a los árboles, ellos te aplaudirán y te lo agradecerán. O habla con las aves y el resto de los animales, porque te entenderán mucho mejor que los seres humanos a los que se les ha inculcado un siglo tras otro un concepto erróneo de la vida.
Ser una persona ambiciosa es patológico.
Te enfrentas a ti mismo porque es lo que te han enseñado a hacer. Es lo que has visto hacer a tus padres, y tú lo has heredado. Lo hacen también tus profesores y tus líderes religiosos. Lo hacen tus líderes políticos; lo hace tanta gente, que has aceptado inevitablemente el hecho de que no vales nada, no tienes un sentido ni un valor intrínsecos; tú no tienes ninguna importancia.
Todos los padres les dicen a sus hijos: «¡Demuestra que vales!». No es suficiente con existir, simplemente con ser…, hay que hacer algo.
Mi enfoque es que ser tiene un valor intrínseco. Simplemente el hecho de ser es un regalo de la existencia, no podrías pedir más. El hecho de respirar en esta bella existencia es la prueba de que la existencia te ama, te necesita; de lo contrario, no estarías aquí. ¡Estás! La existencia te ha dado vida. Debía tener una necesidad importante y tú has llenado ese vacío. Sin ti, la creación no sería lo mismo. Y cuando digo esto, no lo digo solo por ti, lo digo también por los árboles, todos los animales y los guijarros de la orilla. Si faltase una sola piedra, la orilla del mar ya no sería la misma. El universo echaría en falta incluso una flor.
Tienes que aprender que tienes valor tal como eres. No te enseño a ser egoísta, sino lo contrario. Si te sientes valioso como eres, sentirás que los demás también lo son.
Acepta a las personas como son; deja a un lado todos los «debería» y «habría que» porque son los enemigos. La gente va cargando con muchos «debería»: «¡haz esto, no hagas lo otro!». Estás cargando con una lista tan larga de cosas que deberías y no deberías hacer, que al final te impiden bailar porque la carga es demasiado pesada.
Te han impuesto muchos ideales y metas –ideales de perfección–, y siempre sientes que no estás a la altura. Son ideales imposibles de alcanzar. No podrás conseguirlo, ni te satisfarán de ningún modo. Siempre te quedarás corto.
Ser un perfeccionista es estar listo para el diván del psiquiatra; ser un perfeccionista es ser un neurótico. Y a todos nos han dicho que debemos ser perfectos.
La vida es bella con todas sus imperfecciones. Nada es perfecto. Y puedo afirmar que ni siquiera Dios es perfecto, porque, si lo fuera, habría que darle la razón a Nietzsche cuando dice que Dios ha muerto. ¡La perfección significa muerte! La perfección significa que no hay posibilidades de crecer. Significa que todo ha terminado. La imperfección significa que hay posibilidades de crecer. La imperfección significa la emoción de territorios nuevos, el éxtasis, la aventura. La imperfección quiere decir que estás vivo, que la vida continúa.
La vida es eterna, por eso digo que es eternamente imperfecta. La imperfección no tiene nada de malo. Acepta tu imperfección y desaparecerá la negatividad hacia ti mismo. Acepta tu estado presente y no lo compares con un futuro perfecto, un ideal futuro. ¡No pienses en términos de lo que deberías ser! Ese es el origen de todas las patologías; deja de hacerlo. Eres lo que eres hoy, y es posible que mañana seas distinto. Pero no podrás predecirlo hoy y tampoco tienes ninguna necesidad de planearlo.
Vive este día con toda su belleza, su alegría, su dolor, su angustia, su éxtasis. Vívelo con totalidad, con su oscuridad y su luz. Vive el odio y vive el amor. Vive la rabia y vive la compasión. Vive lo que haya en este momento.
Mi enfoque no es el de la perfección, sino el de la totalidad. Vive el momento que se presenta ahora mismo, y el siguiente surgirá a partir de este momento. Si has vivido el presente con totalidad, el próximo momento tendrá un grado mayor de totalidad, un cima más elevada de totalidad, porque ¿de dónde surge el momento siguiente? Solo surge de este momento. Olvídate del futuro, el presente es suficiente.
Jesús dice: «No pienses en el mañana, ¡mira los lirios del campo! Observa su belleza. Ni Salomón en todo su fasto iba vestido como uno de ellos». ¿Cuál es el secreto de los hermosos lirios? Es muy sencillo: no piensan en el mañana, no piensan en el futuro. El mañana no existe. Es suficiente con el día de hoy, es suficiente con este momento. Vive así, y entonces desaparecerá tu negatividad hacia ti mismo.
Recuerda que si te sientes negativo respecto a ti, sentirás lo mismo de los demás. Es una consecuencia inevitable. Esto tiene que estar muy claro. Una persona negativa consigo misma no puede ser positiva con los demás, porque encontrará en los demás los mismos fallos que encuentra dentro de sí, de hecho los magnificará. Y se vengará. Tus padres te han inculcado esa negatividad y tú te vengarás en tus hijos; harás que ellos sean todavía más negativos.
De ese modo, la negatividad va aumentando con cada generación. Las generaciones son cada vez más patológicas.
El hecho de que hoy en día la gente sufra tanto psicológicamente no tiene que ver con las personas en sí, sino que demuestra que el pasado ha sido un error. Es una acumulación del pasado. A menos que renunciemos a este pasado patológico y empecemos de nuevo, viviendo en el presente, sin ideas de perfección, ni ideales, ni reglas sobre lo que se debe o no se debe hacer, sin mandamientos, la humanidad estará condenada.
Todo el mundo siente la negatividad. Unos lo reconocen y otros no. Y cuando sientes negatividad hacia ti mismo, sientes que todo lo demás es negativo. Tu actitud se vuelve negativa, es una actitud de «no». Si llevas a una persona negativa a un rosal, en vez de mirar las rosas, porque no puede, contará las espinas. Es incapaz de ver la belleza. Ignora la flor y se fija en las espinas.
Si sientes negatividad, toda tu vida se convierte en una noche oscura. Ya no hay amaneceres y mañanas. El sol siempre se pone, pero nunca amanece. Tus noches oscuras ni siquiera tienen estrellas. ¿Cómo puedes hablar de estrellas si ni siquiera tienes una vela?
Una persona negativa vive en la oscuridad, vive una especie de muerte. Muere lentamente. Para ella la vida consiste en eso. Se envenena de diferentes formas, es autodestructiva. Naturalmente, destruye también a todo el que entra en contacto con ella. Una madre negativa destruye a su hijo. Un marido negativo destruye a su mujer; una mujer negativa destruye a su marido. Unos padres negativos destruyen a sus hijos; un profesor negativo destruye a sus alumnos.
Necesitamos una nueva humanidad que esté a favor de la vida, que ame la vida, que ame el amor, que ame la existencia tal como es, que no exija la perfección para amarla, que la celebre con todas sus limitaciones. Y te asombrarás, cuando ames tu vida, todas las puertas empezarán a abrirse. Cuando ames, todos los misterios se revelarán, todos los secretos se desvelarán. Si amas tu cuerpo, antes o después descubrirás del alma que reside dentro de él. Si amas los árboles, las montañas y los ríos, antes o después podrás ver las manos invisibles de Dios en todas las cosas. Podrás ver su sello en cada hoja. Para poder verlo necesitas tener ojos, y es algo que solo pueden apreciar los ojos positivos; los ojos negativos no ven nada.
Acéptate o te convertirás en un hipócrita. ¿Qué es un hipócrita? Es alguien que dice una cosa, cree en algo, aunque hace lo contrario. No te reprimas nada, no hay nada que sea negativo en ti. La existencia es absolutamente positiva. Expresa tu interioridad más recóndita. Canta tu canción sin preocuparte. No esperes que nadie aplauda, no es necesario. La recompensa simplemente debería ser cantar.
Si de verdad quieres vivir, en tu corazón deberá haber un profundo sí. Solo el sí te permite vivir. Te nutre, te da espacio para moverte. Obsérvalo, basta con repetir la palabra sí para que algo en tu interior se empiece a abrir. Si dices no, se encoge. Si dices no, y lo repites, te estarás matando. Di sí y sentirás la abundancia. Di sí y estarás listo para amar, para vivir, para ser.
Para mí todos los seres son espléndidos, únicos. Yo no comparo; no me gusta comparar porque las comparaciones son desagradables y violentas. No diré que eres superior ni inferior a nadie, solo eres tú mismo, y el mundo te necesita así. Eres incomparable, como el resto del mundo.
Parte II: La conexión cuerpo-mente
¿Por qué todo el mundo parece estar tan agotado? Porque todos están luchando. La religión te enseña a luchar, lo único que te enseñan está basado en el conflicto, porque el ego solo surge por medio de la pelea. Cuando te relajas, el ego desaparece. Relajarse significa no tener ego. Si vas a favor de la corriente, no crearás un ego. El ego no es un fenómeno natural; para crearlo y mantenerlo se necesita mucha energía. Tener un ego es un fenómeno costoso. Inviertes en ello toda tu vida.
La conciencia y la relajación: las dos caras de la moneda
¿Por qué estás en tensión? Lo que te provoca tensión es tu identificación con todo tipo de pensamientos y temores: la muerte, la bancarrota, la devaluación del dinero…, todo esto constituye tu tensión y afecta a tu cuerpo. Tu cuerpo también se tensa, porque el cuerpo y la mente no son entidades separadas. El cuerpo-mente es un organismo único y cuando la mente está en tensión, el cuerpo se tensa.
Tomar conciencia y relajarte son las dos caras de la misma moneda. No se pueden separar. Si empiezas a tomar conciencia, notarás que te relajas; eso te apartará de la mente y de identificarte con ella. Naturalmente, el cuerpo empieza a relajarse. Ya no estás apegado, las tensiones no pueden existir bajo la luz de la conciencia.
También puedes empezar por el otro extremo. Relajándote…, dejando que desaparezca toda la tensión.., y cuando estés relajado, notarás cómo surge en ti una conciencia. Pero es más fácil empezar por tomar conciencia; empezar por relajarse es más difícil, porque el esfuerzo de relajarse crea cierta tensión.
En Estados Unidos hay un libro titulado Debes relajarte. ¿Cómo puedes relajarte por obligación? Eso te pondrá en tensión, la palabra en sí provoca tensión. La obligación es como un mandamiento de Dios. Es probable que el autor de ese libro desconozca por completo la relajación y todas sus complejidades.
De modo que, en Oriente, nunca hemos empezado a meditar con la relajación, sino con la conciencia. Y después la relajación ocurre espontáneamente; no hay que hacer nada. Si tuvieras que hacer algo, habría cierta tensión. Debe llegar espontáneamente, solo así será una verdadera relajación. Y ocurre naturalmente.
Si quieres, puedes empezar por relajarte, pero sin la idea de «obligación». Empezar por relajarse es difícil, pero puedes intentarlo si quieres. Se me ocurre una forma de empezar. He trabajado con muchos occidentales y me he dado cuenta de el hecho de que no son como los orientales, no conocen la corriente de conciencia oriental; proceden de una tradición diferente que nunca ha oído hablar de la conciencia.
Para los occidentales he creado meditaciones como la Meditación Dinámica. Cuando dirigía retiros para los meditadores, solía usar una meditación del gibberish o la Meditación Kundalini. Si quieres empezar por relajarte, primero deberás usar estas técnicas. Te ayudarán a liberarte de las tensiones de la mente y el cuerpo, y luego te resultará más sencillo relajarte. No tienes noción de todas las cosas que estás reprimiéndote y que son la causa de tu tensión.
En los retiros de la montaña, he permitido que se haga la meditación del gibberish. En la ciudad no se podría porque los vecinos se volverían locos y llamarían a la policía diciendo: «¡Están amargándonos la vida!». Pero no se dan cuenta de que, si participaran desde sus casas, ¡se liberarían de la locura en la que viven! No son conscientes de su locura.
Durante la meditación del gibberish, todo el mundo puede decir lo que le venga a la mente. Es muy divertido escuchar lo que dicen –yo era el único testigo–, todo es irrelevante y absurdo. Puedes hacer lo que quieras, con la única condición de que no puedes tocar a nadie. La gente hace todo tipo de cosas…, uno hace el pino, otro se quita la ropa y corre desnudo… ¡en el transcurso de una hora!
Había uno que solía sentarse delante de mí todos los días –debía ser un bróker o algo parecido–, y al empezar la meditación, estaba sonriente pensando en lo que iba a hacer. Luego se ponía a hablar por teléfono: «Diga, diga…». Y me miraba de reojo. Yo evitaba su mirada para no interferir en su meditación. Estaba vendiendo y comprando acciones, y se pasaba toda la hora hablando por teléfono.
Todo el mundo hace cosas extrañas que han estado reprimiendo. Al terminar la meditación hay diez minutos de relajación, y durante esos diez minutos la gente se tumba sin haberlo decidido conscientemente, por puro agotamiento. Se han liberado de todo lo innecesario, y al sentirse más limpios, se pueden relajar. Miles de personas tumbadas…, pero no dirías que llegaban a mil.
La gente solía venir a decirme: «Alarga los diez minutos, jamás había experimentado tanta relajación, tanta felicidad. No me imaginaba que llegaría a entender lo que significa la conciencia, pero la he sentido».
Si quieres empezar por relajarte, antes tendrás que experimentar un método de catarsis. La Meditación Dinámica, la Kundalini, o el gibberish.
Seguramente no conocerás el origen del término gibberish; procede del nombre de un místico sufí, Jabbar. Era la única meditación que practicaba. Siempre que llegaba alguien, decía: «Siéntate y empieza». Y todos sabían a qué se refería. No hablaba, nunca daba discursos; solo enseñaba a la gente a practicar el gibberish.
De vez en cuando, por ejemplo, hacía una demostración. Y durante media hora decía cosas en un lenguaje incomprensible; decía todo lo que se le ocurría. Esa era toda su doctrina y si alguien lo había entendido, simplemente le decía: «Siéntate y empieza».
Jabbar ayudó a mucha gente a encontrar el silencio. ¿Cuánto tiempo se puede estar hablando? Llega un punto en el que la mente se queda vacía. Poco a poco, surge una nada…, y de esa nada sale la llama de la conciencia. Siempre está presente detrás de tu galimatías. Tienes que expresarlo porque es tu veneno.
Y lo mismo ocurre con tu cuerpo. Tu cuerpo tiene tensiones. Empieza a hacer los movimientos que te pida el cuerpo. No trates de intervenir. Si quiere bailar, trotar, correr, o quiere dar vueltas por el suelo, no lo hagas tú, deja que el cuerpo lo haga. Dile: «Eres libres, haz lo que quieras». Y te sorprenderás. «¡Madre mía! Mi cuerpo quería hacer todas esas cosas y yo se lo estaba impidiendo, por eso había tanta tensión».
De manera que hay dos tipos de tensión, la del cuerpo y la de la mente. Antes de empezar a relajarte tienes que liberarlas, y eso te conducirá a la conciencia.
Pero es mucho más fácil empezar por la conciencia, y especialmente para quienes son capaces de entender el proceso de la conciencia, que es muy sencillo. En tu vida cotidiana usas la conciencia con las cosas –los coches, el tráfico–, ¡eres capaz de sobrevivir incluso en medio del tráfico! Es una locura. Usas la conciencia sin ser consciente de que lo haces, pero solo con las cosas externas. Esta conciencia es la misma que hay que usar para el tráfico interno. Cuando cierras los ojos, hay tráfico de pensamientos, emociones, sueños, fantasías; todas esas cosas empiezan a desfilar.
Haz en tu mundo interior exactamente lo mismo que haces en el exterior y te convertirás en un testigo. La alegría de ser un testigo es tan grande, tan sobrenatural, que cuando la conozcas solo querrás adentrarte en ella cada vez más. Tratarás de hacerlo siempre que tengas un momento.
No se trata de estar sentado en una postura, de ir a un templo, una iglesia o una sinagoga. Puedes cerrar los ojos cuando no tengas nada que hacer en el autobús o en el tren. No se cansarán los ojos de mirar hacia fuera, y tendrás tiempo de observarte. De estos momentos puedes extraer las experiencias más maravillosas.
Y gradualmente, a medida que aumente tu conciencia, tu forma de ser cambiará. El mayor salto cuántico que existe es ir de la inconsciencia a la conciencia.
Simplemente tienes que aprender a ser consciente en cualquier situación. Aprovecha todas las situaciones para desarrollar la conciencia.
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