Kitabı oku: «Una ciudad para el fin del mundo»
Una ciudad para el fin del mundo
se terminó de editar en octubre de 2021, en las oficinas de la Editorial Universidad de Guadalajara, José Bonifacio Andrada 2679, Col. Lomas de Guevara, 44657, Zapopan, Jalisco
Índice
Presentación
Tirios y troyanos
Una ciudad para el fin del mundo
Un cuento como una grieta
Marginal
Presentación
La aparente paradoja de que, en un museo de historia natural, hayamos creado un premio de literatura con el nombre de José Emilio Pacheco se desvanece cuando explicamos que el museo lo hemos diseñado siguiendo las ideas de Jorge Wagensberg de que los humanos generamos tres tipos de conocimientos: el científico, el artístico y el revelado o espiritual. Por lo cual, para la comprensión de nuestra realidad, tan importante es la matemática y la química, como lo son la poesía y la música, así como lo son también las cosmovisiones de diversas culturas. En este contexto, elegimos su gran poema “Alta traición” como ejemplo de una ética en construcción por la naturaleza, por la ciudad y por las personas. Sus versos evocan el espíritu de nuestro nuevo espacio en construcción, el Museo de Ciencias Ambientales, cuya misión es “comprender la ciudad e inspirar la conservación de la naturaleza que la sustenta.” El museo aspira a innovar en la creación de un porvenir que permita albergar lo vivo; para no excluirnos de nuestro propio futuro. Para la edición 2021 de este Premio de Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco, es necesario recordar algunas cosas y actualizar sobre lo ocurrido.
Hace unos 25 años la poeta estadounidense Mary Mercier, del Nelson Institute de la Universidad de Wisconsin-Madison, me orientó hacia la revista Orion sobre arte y literatura de la naturaleza. Los poemas y ensayos premiados con el John Hays Award me encantaron y sentí que debíamos tener un premio similar en el idioma español. Letras que nos ayudaran a combatir el “desorden del déficit de naturaleza.” Lo busqué, pero no lo encontré. Casi una década después, en el 2003, le consulté al escritor peruano José Miguel Oviedo, a quien mi esposa Marichuy le servía como anfitriona en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, si él veía mérito alguno en que iniciáramos un premio de literatura en español sobre la naturaleza en el contexto de los procesos de degradación ambiental planetaria. No solo le entusiasmó la idea, sino que me hizo una sugerencia: —“Si fuera por trayectoria, uno de los primeros ganadores creo que debe ser José Emilio Pacheco.” Propuse la instalación de dicho premio al comité académico de la FIL, del cual yo formaba parte en aquel entonces, pero la sugerencia no prosperó. (Aunque me satisfizo que de esa propuesta naciera en 2005 el Premio Nacional de Periodismo Ambiental de la Universidad de Guadalajara, mismo que desgraciadamente se descontinuó, pero que hoy, creo, es más necesario que nunca.) Después de arrastrar la idea por más de dos décadas, en 2011, con el apoyo de Juan Nepote, redactamos la primera propuesta para crear el premio, mismo que llamamos “Letras de la Naturaleza.”
Finalmente, con el apoyo de Raúl Padilla y Marisol Schulz, pudimos iniciar el premio en el marco del proyecto del nuevo Museo de Ciencias Ambientales. José Emilio lamentablemente falleció en 2014 y tuvimos la idea que el premio llevara su nombre para que cada año se honrara la memoria del gran poeta mexicano. Se lo propusimos a Cristina Pacheco, quien no solo abrazó la idea, sino que con gentileza y compromiso nos ayudó a establecer un comité de honor multidisciplinario constituido por Coral Bracho, Mónica Lavín, José Sarukhán, Fernando González Gortazar e Ignacio Solares. Acorde a la misión del museo en ciernes, el comité de honor decidió bautizarlo con el nombre “Premio de Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco.” Se lanzó en el 2015 y en su discurso de presentación Raúl Padilla manifestó: —“Este premio fomenta la creación de un nuevo espacio de encuentro entre la literatura, la naturaleza y la ciencia. El premio incentivará el uso de la literatura para apreciar estéticamente y emocionalmente la naturaleza, explorar el conocimiento científico y la dependencia urbana de los paisajes y procesos naturales.” El primer fallo del jurado se emitió en el género poesía en el 2016 y cada año se alternan entre poesía y cuento el género literario de la convocatoria. Desde entonces hemos sido afortunados en contar en los jurados anteriores con poetas de la talla de Coral Bracho, Silvia Eugenia Castillero, Hernán Bravo Varela, Tedi López Mills, José María Espinaza, Elisa Díaz Castelo y Pura López Colomé. También en contar en los jurados del género cuento con escritores de primer nivel, como Ana García Bergua, Mónica Lavín, Eduardo Antonio Parra, Beatriz Espejo, Vicente Quirarte y Alberto Chimal.1
A pesar de su juventud, el premio se ha consolidado en el mundo hispanoparlante. Durante sus seis años de existencia, el premio ha recibido un total de 735 obras, de las cuales el 69% han sido de poesía y el 31% de cuento. Los autores provinieron de 195 ciudades de 21 países ubicados en América Latina (13), Europa (4), El Caribe (2), América del Norte angloparlante (1) y Medio Oriente (1). México es el país con mayor número de escritores participantes que sometieron sus trabajos desde 130 ciudades de todas las 32 entidades federativas. Le siguen EEUU, España, Argentina y Colombia, de donde provinieron 80 obras concursantes. Excluyendo el primer año, cuyas reglas de participación fueron diferentes, el premio ha crecido constantemente cada año. En el género cuento creció de 41 obras el primer año a 101 obras en el 2021. El género poesía creció de 123 participantes el primer año a 133 el último año. En promedio han concursado 128 obras por año en poesía, mientras que para el género cuento han concursado 75 obras por año. Del total de obras recibidas, el 35% de los poemarios y el 33% de los libros de cuento fueron escritos por mujeres.
La presidenta del primer jurado, Coral Bracho, generó una hipótesis para explicar la buena recepción del premio —“… pasé más tiempo del esperado evaluando los poemarios porque, si bien para algunos ya había determinado que no alcanzaban el nivel literario requerido, los continuaba leyendo por sus textos fascinantes. Siento que la temática de este premio ha abierto un incipiente nicho literario.” Contribuye a su posicionamiento internacional el que ofrezca una de las mayores bolsas del mundo (10 mil dólares) de un premio especializado en literatura sobre naturaleza/ciencia en español. Esto es comparable con las mayores bolsas literarias en el mundo sobre estos temas en inglés como el E.O. Wilson Literary Science Writing Award del Pen Club y el recién creado Nan Shepherd Prize.
El premio ha tenido seis ganadores en sus cinco ediciones anteriores (el primer año el jurado seleccionó dos ganadores ex aequo): 2016- Jorge Gutiérrez Reyna (El otro nombre de los árboles) y León Plascencia Ñol (Paisajes sin habitaciones blancas); 2017- Brenda Becette (La parte profunda); 2018- Santiago Acosta (El próximo desierto); 2019- Claudia Cabrera Espinoza (Posibilidad de los mundos) y en 2020- Marco Antonio Murillo (Tal vez el crecimiento de un jardín sea la única forma en que los muertos pueden hablarnos). De estos, cuatro han sido hombres y dos mujeres, de nacionalidades argentina, venezolana y mexicana. Cuatro de los seis ganadores tenían 35 o menos años de edad al ganar. En sus poemas y sus cuentos los autores establecieron una ficción, que, al igual que Julio Verne, se adelantaron a la realidad, pero mostrándonos un futuro distópico que en los últimos años se ha convertido en realidad.
Santiago Acosta nos dijo —“Muchos aseguran que no hay nada que temer, que los acontecimientos han sido exagerados por los noticieros y la ansiedad general” (p. 15); “El periodo de alerta, que comenzó siendo de solo un par de semanas, ya se había extendido por más de seis meses.” (p. 18); “Se necesitaban 100 terabytes de RAM para simular todos los posibles desenlaces de la crisis.” (p. 19); “El toque de queda establecido tras los últimos disturbios ha convertido la zona en un pueblo fantasma…” (p. 40). León Plascencia Ñol nos compartió - “Nunca me interesó escribir sobre la patria, … Es algo difuso, inerte. Prefiero el vuelo de los cormoranes o la imagen de un neblí sangrante, pero lo impide el grupo de militares en la carretera.” (p. 66). Brenda Becette escribió —“El fin … era… la creación de un superhombre… tanto resistente a la decadencia física como a la duda cartesiana… [que] debería ser inmune a la toxicidad de un planeta exprimido… sería el triunfo del cuerpo y del alma, por encima de la intelectualidad nociva que había sumido al mundo en la anarquía. Se habían tolerado demasiadas opiniones y demasiado diversas… (pp. 19-20). Marco Antonio Murillo nos dijo —“Avanza rápido como los arenales. Reubica el río y su puente. Cambia de dirección la estampida del viento y en cada ciudad habla de cómo este canto muere en la boca de los niños. Erosiona la tierra que calzas y pide prestado al atardecer sus guantes sepia hasta que vuelva la noche.” (p. 42). Jorge Gutiérrez Reyna nos describió —“…una lengua que hace poco/ sonaba como el agua/ y que ahora sólo sirve/ para nombrar la peste:/ Cocolitzin, cocolitzin, / … No hay remedio, su cuerpo de indio/ irá a sumarse a los miles/ de cuerpos de indios amontonados/ en el patio del hospital…” (p. 16); “En cambio, les puedo asegurar/ que seguirá temblando/ y habrá que acostumbrarse/ a convivir con los temblores …” (p. 36). Y Claudia Cabrera Espinosa vaticinaba —“Me escribieron del trabajo. Hoy cada quien se queda en casa. No se puede entrar a la oficina. —A mí también me mandaron un correo. Home office.” (p. 34); “Un cuarto de jamón, un kilo de jitomates, una cebolla, cinco pechugas de pollo, un kilo de pasta… ¿Qué? No, no es compra de pánico… Ok. Que no se pueden pedir tantas cosas.” (p. 37). Y todo esto nos lo dijeron antes de que iniciara la pandemia.
En esta búsqueda de autores que nos ayuden a comprender desde la poesía y la prosa nuestra realidad socio-ecológica y en el marco de la celebración del sexto aniversario del premio, es para mí una alegría que el ganador del certamen fuera el libro Una ciudad para el fin del mundo, de Oswaldo Hernández Trujillo. El jurado compuesto por Cecilia Eudave, Antonio Ortuño y Bernardo Esquinca acordó por unanimidad otorgarle el premio entre 101 concursantes “por la calidad narrativa de su prosa, que resulta en un volumen bien conjuntado y que hace una reflexión contemporánea y muy pertinente sobre la ciudad y el papel de la naturaleza en ella. Se destaca asimismo la singularidad de su visión en la que el entorno natural acompaña las acciones y las emociones de los personajes.” Por sexta ocasión les deseo a las lectoras y lectores un maravilloso viaje inmersos en los cuentos de Oswaldo.
Eduardo Santana Castellón
Director General del Museo de Ciencias Ambientales en el Centro Cultural Universitario, Universidad de Guadalajara, Zapopan, Jalisco, México
1 Es imprescindible reconocer, además de las personas anteriormente mencionadas, a aquellas que han apoyado al éxito de los concursos: en el Museo de Ciencias Ambientales, Gabriela Vaca Medina, Juan Nepote y Citlalli Sandoval; en la FIL, Tania Guerrero Villanueva, Mariela Mena, Erika Fierro y Mariño González Mariscal; y en la Editorial Universidad de Guadalajara, Sayri Karp Mitastein y Jorge Orendáin Caldera, así como los diseñadores Paola Vázquez Murillo, Maritzel Alejandra Aguayo y María del Carmen Vázquez Murillo. En especial, reconocemos los aportes de Nepote, Mariño y Jorge Alberto Pérez en el proceso de selección de las obras.
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