Kitabı oku: «Informe de las Visitaciones Episcopal y Apostólica 1949-1953», sayfa 5
6) ¿Cuál es el centro de la comunidad? Evidentemente la MTA y el Santuario. Pero en los últimos años, ¿no se ha desplazado hacia América, dado que prácticamente todo se concentra en torno del PK? ¿No existe un gran peligro de culto personal no sano?
7) ¿Cómo desarrollan hoy las novicias la requerida vinculación profunda con el PK? Ellas no lo conocen personalmente, en absoluto.
8) ¿Cómo se generan las corrientes de vida? ¿Cómo se las encauza? Todos los hijos han de estar integrados a ellas…
9) ¿Quién es “Schoenstatt-tonto”?
10) ¿No se descuida indebidamente la proclamación de la palabra de Dios por boca del sacerdote?
11) La gran cantidad de días conmemorativos de la Familia, ¿no desplazan a un segundo plano las fiestas de la Iglesia y sus misterios?
Ya en ocasión de mi visita a Sonneck, hablé el primer día con la Hermana Superiora general, y con la Hermana Asistente general, la Hna. Virginia, sobre la estrecha vinculación al PK y la acumulación de “actos” y su múltiple simbolismo. Ambas destacaron que el PK, a través de toda su conducta, garantiza absolutamente un “traspaso”. Los actos simbólicos serían un excelente medio para revitalizar las ideas fundamentales de Schoenstatt, iluminándolas desde diferentes ángulos. Se concedió que esos símbolos son, en sí mismos, no esenciales y quizás no adecuados para algunos temperamentos, especialmente para las Hermanas mayores, por lo cual esas Hermanas no deberían ser presionadas. (En un breve momento de ausencia de la Hna. Virginia, la Hna. Anna me confesó que a ella no le importan mucho tales símbolos). Se concedió asimismo que existe un peligro en esa acumulación de actos y que ya debería pasar el tiempo de los actos. En relación con la inexorable exigencia de espíritu de Inscriptio, se señaló que no se puede desistir de ello, ya que se trata lisa y llanamente de la aspiración al grado más elevado de perfección. Se reconoció que hay que dejar seguir tranquilamente su camino a las Hermanas que procuran vivir ese espíritu sin la mediación del PK. Cuando le pedí documentación sobre “actos” del último tiempo, se me presentaron dos tomos de actos de consagración de los años 1926-1941, que evidentemente habían sido preparados para ese fin. Se añadieron algunas oraciones de consagración del último tiempo, que igualmente eran bastante correctas. Advertí enseguida que no se quería presentar los “actos” que me importaban.
El resultado de las conversaciones individuales con las Hermanas del apostolado no fue satisfactorio, salvo el caso de la Hna. Pallotta, de la cual se hablará más tarde detalladamente. Se trata de Hermanas jóvenes que dan la impresión de haber sido instruidas para responder a las preguntas. De las Hermanas del cuerpo docente de la Escuela superior, dos de ellas, las HH. Hiltrud y Claritas, hablaron con bastante sinceridad. Rechazan la acumulación de actos, pero consideran al PK como absolutamente correcto. La Hna. Claritas opina que él condesciende por pura bondad a las fantasías de las Hermanas, y no encuentra en ese contexto los límites correctos. Ella ve claramente el peligro de la masificación, dado que justamente ese tipo de Hermanas totalmente afectas al PK, ocupan los puestos de mayor influencia.
El tipo más desagradable me parece ser, junto con la muy diplomática e incluso astuta Hna. Blandina (directora de escuela y maestra de terciado), la segunda académica, la Hna. Ida. Véase la increíble carta que me escribió en el transcurso de la visitación, y que abordé detalladamente en la conferencia final (véase anexo 3). De la mayoría de las Hermanas no se podrá decir que sean conscientemente insinceras. Ciertamente parecen siempre estar instruidas de tal manera que sencillamente “repiten la lección” cuando se les plantean preguntas y hacen objeciones. Las que, a pesar de todo, han conservado un pensamiento y juicio independiente, corren peligro de ser marginadas. Recién hacia el final de visitación, una de las Hermanas docentes, la Hna. Gregoria, tomó conciencia de que no había sido sincera para conmigo. Y escribe: “El lenguaje de su conferencia introductoria fue para nosotras, las Hermanas, totalmente nuevo y distinto del lenguaje al que estábamos acostumbradas hasta ese momento. Por eso le ruego tenga la bondad de comprender y disculpar si en la audiencia di algunas respuestas que no se correspondían con mi convicción personal; pero creí que debía hacerlo así para proteger el honor de la Familia en el foro externo. Desde que estoy en la Familia (casi veinte años completos), el esfuerzo de la Familia ha estado puesto siempre en guardar la reserva de la Familia ante los demás, y dar respuestas encubiertas y generales para proteger la vida propia de las Hermanas”.
Un resultado importante de las conversaciones individuales del 21 de febrero fue descubrir que en el último tiempo la Hna. Virginia recogió los “cuadernos de grupo”, y que las Hermanas de cada casa fueron “instruidas” para la visitación, e inmediatamente antes de la visitación se recogieron todos las “actas”. Además, al menos en una de las casas se arrancaron varias páginas de la crónica. Se me relató que una joven Hermana fue exhortada por otra Hermana a que, en el caso de que el visitador le preguntase sobre el tema, no le expusiese el acto verdadero, sino otro que había pasado la “censura”. Además, en ese mismo primer día comprobé que las Hermanas que se entrevistaron conmigo fueron después interrogadas por otras, y que se observó con exactitud cuánto tiempo estuvo cada Hermana conmigo. Asimismo noté que todas las Hermanas que estuvieron conmigo fueron citadas por la Dirección general en Sonneck, a fin de informar, o al menos se las esperó allí. En esa tarde prohibí a las Hermanas que hablasen entre ellas sobre el contenido de las entrevistas con el visitador.
En la mañana del 22 de febrero, la Hna. Anna me pidió secretamente una breve entrevista y relató que la Hna. Virginia se hallaba muy inquieta y no había dormido. Si yo podía convocarla lo más pronto posible a una entrevista. Ella misma admitió que se habían cometido “tonterías”, y solicitó una conversación a solas. Le dije que yo quería recibir a las Hermanas de la Dirección general al final.
La que habló con mayor detalle de entre todas las Hermanas fue la Hna. Pallotta. Quiere liberarse finalmente de la carga que ha sobrellevado durante muchos años. Está convencida de la misión de Schoenstatt, pero cree que la conducta del PK para con las Hermanas no es correcta, y que especialmente después de Dachau ha adquirido formas intolerables. Habla de una “violación psicológica” de parte del PK. A diferencia de la mayoría de las Hermanas restantes, jamás se confesó con él, pero, como es costumbre, se presentó ante él en el terciado para que él le plantease preguntas. En esa ocasión le pidió su diario, que ella le dio conjuntamente con la llave, si bien titubeando. Largo tiempo después lo encontró, al limpiar su cuarto, cubierto de polvo, sobre el armario, abierto y accesible a todos. En otra oportunidad le pidió que se sentara muy junto a él, cosa que ella no hizo. Más bien se sentó frente a él. Entonces él trató de quebrar su “orgullo” ordenándole que se arrodillara, cosa que ella logró hacer, si bien con mucho esfuerzo. Luego él le tomó la mano y trató de inculcarle que él era su padre y ella su hija amada, pero no logró que ella le dijera “padre mío”, ni tampoco que ella le diera, por pedido suyo, la otra mano. En otra oportunidad le pidió, a modo de acto de humillación, que se tendiese sobre el suelo, cosa que ella hizo llorando al cabo de repetida y severa exhortación. A pesar de todo, él la elogiaba delante de las demás, confiándole puestos de responsabilidad: primero como mano derecha de Mons. Schmitz en la secretaría de pastoral de Münster; de allí repentinamente, por varios meses y sin fundamentación alguna, a pelar papas en Casa Wildburg; de allí, con una alabanza por la prueba superada en su “campo de concentración”, a directora del movimiento de Madres, donde trabaja desde entonces de manera muy independiente y se halla viajando casi continuamente. Y todo eso a pesar de ser generalmente conocido que está considerada como schoenstattiana no “ortodoxa”, porque mantiene el interés por otras cosas y siente como una gran falencia que en Schoenstatt se conozca precisamente sólo Schoenstatt y al PK. Ella personalmente no cree que la preparación espiritual que se recibe en Schoenstatt baste para una “Hermana de apostolado”. La Hna. Pallotta se pronunció tajantemente contra la acumulación de “actos”, que en gran parte son “cursi”. Cuando se viene de afuera y se ve algo así, uno se agarra la cabeza ante semejantes niñerías.
Relató además sobre sus reiteradas visitas a Therese Neumann, en ocasión de sus viajes a Waldsassen, donde tenía compromisos de apostolado. En cuanto la vio, Therese le pidió enseguida que conversaran privadamente, para preguntarle sobre cartas que había recibido de ex Hermanas de María. En lo esencial, la Hna. Pallotta le pudo confirmar todo. También a través del P. Naber le hizo preguntar a Theresa, en éxtasis, si ella por todo este problema debía viajar a Tréveris e informar. La respuesta habría sido: “Aún no”. Pero que más tarde Therese le habría dicho que aprovechase la próxima oportunidad para dar parte del asunto. Algo similar le habría aconsejado un jesuita a quien ella consultó sobre estas cosas, y que éste ya había escuchado de parte de otros. Le aconsejó que aprovechara la próxima oportunidad para informar a las autoridades eclesiásticas sobre el asunto. El PK debía alejarse de las Hermanas.
Una vez le habría preguntado al PK si ella podía conversar sobre sus problemas con un sacerdote de afuera. Él la habría mirado sorprendido, ciertamente no se lo prohibió, pero dejó entrever claramente que estaba muy decepcionado. Relató también lo siguiente: Habiendo regresado una vez de Münster a Schoenstatt, contó que ella había dado conferencias sobre Fátima por pedido del Obispo Galen. Su maestra de terciado le habría dicho entonces en tono de severo reproche: “Tú introduces espíritu mundano. Tenemos a Schoenstatt. No necesitamos Fátima.” Se le habría informado al PK sobre el episodio, y poco tiempo después apareció un escrito de él sobre la comparación entre Fátima y Schoenstatt. No hace mucho tiempo, en una reunión de trabajo de las Hermanas del apostolado, luego de que se hablara entusiastamente durante dos horas sólo sobre el PK, ella preguntó: “¿Vamos finalmente a abordar el asunto que nos ocupa?” Eso le fue tomado muy a mal. Se levantó la sesión. Después la Hna. Edelgart, superiora de las Hermanas del apostolado (la “pupila de los ojos” del PK), le hizo duros reproches: Que por culpa de ella habría disminuido el entusiasmo de las Hermanas por el PK. Algunas semanas más tarde, la Hna. Edelgart, en su presencia, delante de todas las Hermanas del apostolado, leyó una respuesta del PK a una carta de las Hermanas del apostolado, de la cual se desprendía que las demás Hermanas del apostolado habían transmitido hacia “allá” todo lo sucedido; lo habían hecho a sus espaldas y de manera inmediata. En esa respuesta se la habría denigrado mucho. En ella se hablaba de Hermanas a las cuales presuntamente no les interesaba una vinculación filial con él, pero que tenían una predisposición a la sensualidad y se relacionaban muy íntimamente con ciertos “señores”. En relación con todo esto, la Hna. Pallotta está convencida de que el PK no pensaba nada malo, pero que era capaz de caminar sobre las almas de sus “hijas” con zapatos de suelas de clavos. A menudo no utilizaba el confesionario para escuchar las confesiones de las Hermanas, y a modo de justificación decía que con ello aspiraba a algo superior. Al preguntarle si yo podía hacer uso de lo escuchado, en un primer momento la Hna. Pallotta no se mostró muy contenta, pero después estuvo de acuerdo, en el caso de que yo lo considerara necesario.
La Hna. Beatrix, la artista, que había solicitado espontáneamente hablar conmigo, me informó muy tranquila y sencillamente sobre todas sus vivencias, las que hasta ahora no ha relatado a nadie. Partiendo de una carta dirigida al PK en ocasión de varios actos (esta carta y la respuesta del PK se halla en las actas), relató que en los primeros años no había logrado establecer una relación con el P profunda, afectiva, signada por la confianza, ya que ella por naturaleza es una persona austera. Él le decía siempre: “Su afectividad tiene una falla. Hay que hacer algo; de lo contrario quedará como una persona interiormente desdichada, pobre y estéril”. Entonces tomó su mano y la sostuvo largamente en la suya, sin decir nada; luego ambas manos. En otra oportunidad tuvo que tenderse sobre el piso. Al cabo de largo rato la invitó a incorporarse, tomó su mano y dijo: “Así pues yo soy su querido padre y usted es mi querida hija”. Ella tuvo que decirle: “Mi querido padre”; a lo cual él respondió: “Mi querida hija”. Una vez, luego de sostener largo tiempo su mano, le dijo: “¿No siente cómo ahora mi vida fluye hacia la suya? Usted no da ninguna señal de ello”. En otra oportunidad le regaló un rosario diciéndole: “Bueno, éste es mi rosario. Se lo regalo”. Ella estuvo cuatro años bajo su influencia. Pero luego todo se derrumbó. Entre otras cosas, notó que también otra Hermana tenía su rosario, mientras que ella había pensado ser depositaria de su especial favor. Retomando la temática de esa conversación, me comunicó por carta otras razones de ese derrumbe (la carta se halla en las Actas).
La Hna. Beatrix está convencida de que el PK hace todo eso sin pensar nada innoble, que reúne en su persona una desbordante bondad y a la vez una total inaccesibilidad y terrible severidad, y que además posee una buena dosis de magnetismo, del cual hace uso muy raras veces, al menos conscientemente.
Se refirió a los muchos actos de una manera muy amarga y crítica, tachándolos de niñerías, acciones delirantes, fantasías. Similarmente a como lo hiciera la Hna. Pallotta, relató sobre los diferentes “actos del corazón”, especialmente sobre uno en el cual cada Hermana debía echar un pequeño corazón de cera en un cuenco donde había un corazón de cera mayor. Luego todos debían fundirse encendiendo un quemador eléctrico sobre el cual descansaba el cuenco. De ese modo se simbolizaba la fusión de los corazones de las hijas con el corazón de su padre (PK). Se llevó a cabo el ofrecimiento de los pequeños corazones pero no la fusión (al menos no públicamente), porque esa vez habían surgido dudas en las filas de las Hermanas. Pero antes se había reflexionado durante horas sobre cómo hacer para que la fusión se realizara efectivamente.
Al igual que la Hna. Pallotta, también la Hna. Beatrix informó sobre un cuadro pintado últimamente por una Hermana que se halla en América, en el que se representa a la Sma. Trinidad. En ella, el rostro de Dios Padre tiene los rasgos del PK. Y eso con el expreso permiso del PK. Lo cual se correspondería con una frase favorita del PK : “Quisiera ser el buen Dios para usted” (Nota: Luego de la visitación, el PK me escribió pronto, desde ultramar, consignando que el cuadro había sido pintado por una miembro de la Liga, sin que él tuviera nada que ver con el asunto). La Hna. Beatrix, que da una impresión tranquila y objetiva, me permitió con gusto que yo haga uso de lo que ella había relatado. Puso a mi disposición una copia de la carta al PK mencionada más arriba y la respuesta correspondiente (véase Actas).
Frente a esto resulta interesante el juicio que el PK formula en una carta a la Hna. Anna con fecha 8.2.49, y que él mismo me transmitiera el 5.3.49: “Por lo demás, permítame solicitarle prestar particular atención a Beatrix. Se encuentra en vías de caer en anomalías. Tiene por naturaleza una predisposición muy enfermiza, y actualmente se sumerge en un estado de negación de todo lo humano, dando así pie a los peores temores en un tiempo previsible.” Sobre la Hna. Pallotta el PK me escribió el 7.3.49 lo siguiente: “A ello se agrega que en un caso dudo de la autenticidad y honestidad de esa rudimentaria interpretación. Más bien cuento con un fuerte espíritu de intriga, dado que se trata de una Hermana que tuvo que ser reprendida por mí a causa de una relación inmoral con una persona del mismo sexo, y corre continuo riesgo de ser depuesta de su cargo. La Hna. Annette conoce bien ese caso (tengo entendido que es el único en la Familia).”
Efectivamente, ya durante la visitación y sin que yo hubiera hablado con ella sobre la Hna. Pallotta, la Hna. Annette Nailis (maestra de novicias) me escribió lo siguiente: “… Su Excelencia dejó entrever que se le habría relatado también cosas negativas sobre la relación de las Hermanas con el Padre. Desde entonces pienso sobre el tema, y curiosamente me viene a la mente, una y otra vez, una de nuestras Hermanas del apostolado, que seguramente se entrevistó con Su Excelencia, como también todo ese grupo. Sobre esa Hermana sé algo muy agravante que, además de una joven Hermana que me informó de ello en el noviciado, sólo conoce el Padre. Sé también que el Padre amonestó seriamente y reprendió severamente a esa Hermana. ¿No sería posible que esa Hermana no sólo esté avergonzada sino que también, quizás inconscientemente, arrastre consigo un rechazo hacia el Padre, y por eso podría hablar negativamente sobre él, especialmente sobre su relación con nosotras, las Hermanas?... Si Su Excelencia considera bueno o necesario que yo exponga el caso con mayor detalle, estoy dispuesta a ello.”
Las formadoras (vale decir, ambas maestras de novicias, las HH. Annette y Mirjam, y la maestra de terciado, la Hna. Bonifatia, a quienes recibí el 22.2 por la tarde, y ambas Hermanas consejeras, las HH. Toni Maria (superiora de las Hermanas de la Adoración) y la Hna. Rosa (superiora de la Casa del Terciado), a quienes recibí el 23.2. por la mañana, admitieron abiertamente que en los “actos” habían sucedido ciertas extralimitaciones y exageraciones. Se tenía la impresión de que desde arriba se había dado una “consigna” al respecto. La mayoría de ellas abordó también, con buena disposición, mis otras objeciones, pero consideraron infundados mis temores. No permitieron que recayera ninguna duda sobre el PK. Con excepción de la Hna. Bonifatia, que daba una impresión algo insegura, todas me parecieron absolutamente convencidas de la corrección de sus métodos. Las tres formadoras (de la cuarta, la Hna. Blandina, se habló ya más arriba en relación con las Hermanas docentes), me dieron la impresión de ser mujeres muy cultas y maduras, si bien se podía observar que ellas, por así decirlo, ya no piensan más sus propios pensamientos, sino sólo los pensamientos del PK. Así pues se podía escuchar, en respuesta a dudas que se formulaban, cosas más o menos como la siguiente: “A esto el Padre respondería que…”
En la tarde del 23.2 hablé con la Hna. Asistenta general, la Hna. Virginia, y con la Superiora general, la Hna. Anna. A la Hna. Virginia, quien es probablemente, de entre todas las Hermanas, la que más lejos va en cuanto a la absoluta vinculación al PK, y es también, en gran parte, responsable de las extralimitaciones y exageraciones del último tiempo, le preocupaba sobre todo restablecer mi confianza. Ella no habría recogido los cuadernos de grupo, ni habría revisado y en parte modificado las diversas actas, ni habría dado instrucciones sobre el 20 de enero en las diversas casas con el fin de engañarme, sino para quedar bien delante del visitador y del PK. Ella sería una persona ordenada. Se habría conducido como antaño, cuando era docente y se anunciaba una inspección. Admitió haber obrado equivocadamente. Pero no habría ocurrido para ocultar nada. Presentó las actas en su versión original y en su versión corregida.
La Hna. Anna habló muy francamente, pero solicitó enfáticamente que el PK no se enterase en absoluto de sus declaraciones. Los métodos del PK serían únicos y no imitables. Fuera de él nadie debería atreverse a hacer esas cosas. Exigiría a todo el hombre para Dios, y como camino hacia ello, la estrecha vinculación con él (al PK). Ella habría sufrido terriblemente por esa situación, precisamente en su condición de Superiora general. Una vez habría hablado con disgusto delante de las Hermanas sobre ese eterno “padrerío” y habría sido reprendida severamente por el PK. Sería terriblemente duro soportar que toda Hermana pueda escribirle al PK sobre todos los temas. Habría que lograr poner de alguna manera límites en ese sentido. Además sería mejor que el PK se dedicara totalmente a la dirección del Movimiento y entregase la dirección de las Hermanas de María a un Director general, tal como los demás institutos tienen su propio director. Pero, como se puede entender, ella, en su condición de Superiora general, no se atrevería a sugerírselo. Sus derechos de Madre no valdrían mucho. Además expresó con gran preocupación su temor de que el PK, desde su regreso de Dachau, condesciende demasiado a los actos filiales de las Hermanas, fomentando así exageraciones y extralimitaciones. A ella no le agrada ese estilo porque es una mujer muy sobria. Pero en lo que concierne a la inviolabilidad, el PK es una persona absolutamente intacta. Lo mismo acentuaron también las HH. Virginia y Toni Maria, con las cuales hablé igualmente sobre las declaraciones agravantes, y para mí tan inquietantes, de las HH. Pallotta y Beatrix (naturalmente sin mencionar sus nombres). Todas expresaron unánimemente que hay que tomar esas declaraciones con grandísima cautela. Que primero habría que escuchar al PK. La Hna. Anna me advirtió espontáneamente sobre la Hna. Pallotta. Ella tendría una predisposición perversa.
Sobre la misma cuestión escuché esa tarde a la Hna. Agnes. También ella destacó que los “métodos de confesionario” del PK son en sí mismos inobjetables. Ella no sabría nada de presiones, ni jamás habría encontrado nada [objetable] en esas cosas. Este claro testimonio aventó mis últimas dudas sobre la persona del PK, y ciertamente porque la Hna. Agnes es, de entre todas las Hermanas, la que más ha conservado una mirada lúcida sobre la realidad, y con su total sinceridad contribuyó fundamentalmente a que yo pudiera tomar conocimiento de la “clausura espiritual”. Si se agrega que también la Hna. Beatrix acentuó expresamente que ella rechaza esos métodos no por razones de pureza sino de dignidad de la mujer, y que incluso la Hna. Pallotta está convencida de que el PK no piensa en nada malo al hacer esas cosas, entonces no queda nada que sea directamente agravante. De todas maneras tales métodos son muy audaces y sin duda no pueden generalizarse.
El 25.2 recibí a las superioras de las dos comunidades más grandes, la de la Casa de Ejercicios y la de la Casa Wildburg, a la Hermana de María más anciana, la Hna. Magdalena, a la Hna. Uta, la escritora de “La fuente de Schoenstatt”, a la Hna. Gottliebe, enfermera, y a la Hna. Ancilla, Hermana de la Adoración. El resultado más notable de estas conversaciones es el siguiente: La Hna. Borromäa, superiora de la Casa de Ejercicios, hubo de admitir que la recolección de los cuadernos de grupo fue hecha también por la inminencia de la visitación, así como también la modificación de la crónica de la Casa de Ejercicios. Con la Hna. Magdalena hablé sobre la carta objetiva que ella me había enviado y que yo cité varias veces en la conferencia final. En dicha carta ella trató sobre todo el problema de la confesión, la apertura para con la Iglesia oficial y la cuestión del mandato vitalicio del Director general de las Hermanas de María. La carta se halla en las actas.
Además de con las Hermanas mencionadas, hablé con los PP. Fischer, Kastner y Menningen sobre los problemas relacionados con la Familia de las Hermanas.
Por encargo del PK, el P. Fischer, que estuvo cuatro años con el PK en Dachau, predica desde el año pasado ejercicios espirituales a las Hermanas. Fuera de él, hasta ahora sólo el PK ha predicado esas tandas de ejercicios. En la época de la persecución, las Hermanas quedaron libradas a sí mismas y entonces la Hna. Anna dio “cursos de formación”. El P. Fischer adhiere incondicionalmente al PK y en los ejercicios espirituales no osaría enseñar nada que no dijese o escribiese expresamente el PK. Objetivo de ese “monopolio” que muchas Hermanas sienten como muy duro, es mantener la homogeneidad de la formación religioso–ascética; ésta es, según el PK, indispensable para superar la tormenta que se cierne. Preguntado sobre el problema del “acompañamiento espiritual”, el P. Fischer respondió: Al PK no le gusta el acompañamiento espiritual individual, particularmente no en el caso de mujeres. Debería bastar el ideario transmitido mediante una formación de ocho años, hecha con consecuencia (desde el comienzo del noviciado hasta el final del segundo terciado son ocho años), la pastoral ordinaria y la confesión cada dos semanas. El P. Fischer tiene la impresión de que las Hermanas pueden desahogarse libremente en la confesión. Pero en realidad las Hermanas se sienten fuertemente inhibidas en este sentido y padecen mucho por ello. ¿Se les rinde cuentas de conciencia a las superioras? El P. Fischer respondió negativamente. Más bien se les inculca a las superioras que no tienen derecho de plantearles a las Hermanas preguntas de ese género. Tampoco el PK desea que se le escriba a él personalmente muchas y largas cartas sobre asuntos del alma.
Hablé con los PP. Kastner y Menningen sobre la designación de un Director general para las Hermanas de María. El P. Kastner se opone porque, mientras viva el PK, las diferencias inevitables entre la Familia de las Hermanas y el Director general pondrían en peligro la cohesión de la Familia. El P. Menningen se declaró radicalmente en contra, porque debería haber un instituto que se desarrolle plenamente en estrecha vinculación con el PK, a fin de ser modelo para todos los demás institutos. Ese pleno desarrollo orgánico sólo sería posible si el PK tuviese personalmente en manos la dirección de la Familia de las Hermanas.
Fundamenté mi propuesta alegando que la estrecha y exclusiva vinculación al PK ha redundado en una exagerada reserva, que durante la visitación se puso de manifiesto, entre otras cosas, en que fueron necesarios los más grandes esfuerzos y las más fuertes conmociones para motivar a las Hermanas a una plena sinceridad. El P. Menningen señaló que ese “parto difícil” se debía en gran medida a que, en mi conferencia introductoria, yo habría puesto la autoridad eclesiástica muy fuertemente en el primer plano, lo cual probablemente habría generado una cierta inhibición entre las Hermanas, acostumbradas a obedecer por generosidad, y que el anuncio de una “visitación canónica” habría llegado de manera completamente inesperada y muy repentina. En las conversaciones preliminares se habría contado con una inspección de forma menos rigurosa; y él estaría convencido de que con una cuota significativamente menor de agitación se habría alcanzado lo mismo. ¡Pero en este punto el P. Menningen se equivoca! Otras razones para la designación de un Director general serían: La absoluta e ilimitada autoridad que ejerce el PK genera, como lo dice la experiencia, falta de independencia en el pensamiento y la voluntad; vale decir, el peligro del hombre masificado, si bien en un plano superior. Se juzga así y no de otra manera, porque el PK así lo quiere, así lo desea y así le gusta verlo (su mínimo deseo es severísima orden). Agréguese que toda Hermana puede escribirle al PK en cualquier momento. No hay nada que objetar contra ello. Pero dado que seguramente no todas las Hermanas son personas tan maduras como para que todo lo que le escriban al PK sea irrefutable, existe el peligro de que sus declaraciones sobre otras acarreen, en ciertos casos, grandes sufrimientos a éstas, en la medida en que el PK, considerando las grandes distancias físicas y los cientos de Hermanas, depende de tales informes para poder tener, de alguna manera, los hilos en sus manos.
Concluyendo ya este capítulo, quiero señalar que luego de la finalización de la visitación, numerosas Hermanas agradecieron en forma oral y escrita por lo dicho en la segunda parte de la conferencia conclusiva (véase anexo 3). Se sienten liberadas y aliviadas por mis declaraciones sobre la práctica de la confesión, el acompañamiento espiritual, los actos del padre, el espíritu de obediencia, etc. Algunas acentuaron que muchas otras Hermanas piensan exactamente así.
IV
Resumen de los conocimientos adquiridos en la visitación
Se admitió expresamente una disciplina de arcano. Existe en todo el Movimiento entre las diferentes agrupaciones; en las agrupaciones, por ejemplo, en la Familia de las Hermanas; y también entre las provincias, las comunidades de casa, grupos, cursos, etc. Sólo una persona sabe y debe saber todo, y esa persona es “el Padre”, quien, de ese modo, tiene todos los hilos en sus manos, está en directo contacto con todos, todos están en contacto directo con él, ante él cada individuo, hombre o mujer, se siente obligado a una apertura completa.
Además la disciplina de arcano se extiende hacia el exterior. Se le reconoce a la Iglesia, al menos teóricamente, el derecho de tomar conocimiento de todo. Pero el transcurso de la visitación mostró cuán difícil es en la práctica esa toma de conocimiento. Ciertamente el P. Menningen opinó que la meta propuesta habría podido alcanzarse mucho más fácilmente si se la hubiera perseguido por vía de un examen y estudio menos oficial y severo en lugar de una “visitación canónica” conforme a las reglas. Él piensa que, a la luz de las conversaciones preliminares conmigo, no se habría creído que se planease una “visitación canónica”. De ahí que el inesperado anuncio de una tal visitación y mi exigencia de apertura incondicional como condición necesaria para el éxito de ella, generase una inhibición en las Hermanas que ellas tuvieron que vencer.
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