Kitabı oku: «Soy mujer», sayfa 2
5
A la mañana siguiente era sábado, no tenía que madrugar y me encontraba de lo más relajada en la cama; pero mi relajación terminó cuando me acordé de todo lo que había ocurrido la noche anterior. Me levanté de la cama, me miré al espejo y respiré profundamente antes de salir al salón. Era un piso pequeño, por lo que no tenía escapatoria, ni la posibilidad de acercarme al baño sin cruzarme con Lola y Paul si ya estaban despiertos, y por lo que se oía desde dentro, así era.
Salí de mi cuarto, y me los encontré desayunando entre risas en la barra de la cocina, unas tortitas que olían divinamente.
—Buenos días chicos, ya veo que os habéis levantado de lo más animados esta mañana —dije mientras me desperezaba.
—Buenos días, preciosa —en ese momento noté cómo mis mejillas se sonrojaban, pero estaba preocupada por Lola.
—¿Cómo estás? Siento mucho lo de Alex.
—No te preocupes Sam, si es capaz de engañar a dos mujeres al mismo tiempo, no merece la pena ni un segundo de conversación —me respondió muy segura.
Me sorprendió bastante la reacción de Lola, de verdad era una mujer fuerte, y sabía muy bien lo que quería y lo que no.
—Ya sabes que si necesitas hablar, estoy cuando quieras para escucharte.
—No te preocupes, Paul hace muy bien de psicólogo en estas situaciones. Hemos estado hablando un rato del tema y me ha ayudado mucho —respondió mirándole divertida.
—Me alegro de que te haya animado, gracias Paul —dije guiñándole un ojo.
Me serví un par de tortitas bañadas en sirope de arce, y la verdad es que levantaban el ánimo a cualquiera.
—Receta de mi madre, cuando quieras te la paso. Pero que sepas que no se la doy a cualquiera. —me advirtió Paul bromeando.
—Me siento afortunada.
—Bueno chicas, ha sido un verdadero placer, muchas gracias por dejarme dormir en vuestro sofá, pero tengo que irme.
—Ya, lo siento, podemos vernos más tarde —en ese momento deseé que la tierra me tragase, no podía creer lo que había dicho.
—Cuando quieras, ya sabes mi número —afirmó sonriendo.
En el momento que Paul cerró la puerta, Lola me miró entusiasmada.
—A Sam le gusta Paul, a Sam le gusta Paul… —dijo canturreando.
—Déjame tranquila Lola, solo quiero agradecerle el detalle que tuvo ayer, nada más.
¿En realidad tenía razón? No sabía muy bien si estaba empezando a sentir algo por él, quizá sí, pero seguía con una idea clara de no enamorarme al menos durante lo que duraba mi beca de un año, no ahora.
Me vestí con un top deportivo, unos shorts, me puse los cascos y salí un rato a correr. Me despejaba bastante del estrés del trabajo y me ayudaba a desconectar durante un rato, pero cuando paré en un banco para atarme la zapatilla, escuché unos gritos que provenían de detrás mío.
—¡Nena! ¿Dónde vas con tanta prisa? Ven aquí y te alegramos un poco el día —me di la vuelta inconscientemente y vi un grupo de chicos mirándome y lanzándome besos con la mano. Tenían unos veintitantos y estaban pasando el rato fumando cigarrillos y bebiendo cervezas. Decidí darles la espalda y seguir corriendo, no merecía la pena.
Volví a casa y se lo conté a Lola; no me hizo ninguna gracia el comentario que tuve que escuchar de esos idiotas, y estaba indignada por no poder hacer nada al respecto.
—No te preocupes mujer, seguramente estarían borrachos y eres lo mejor que han visto en todo el día.
—Me parece asqueroso, te lo prometo. ¿Por qué tenemos que escuchar esas groserías? ¿Alguien les ha dicho alguna vez que cierren la boca cuando nadie les ha preguntado? —dije ofendida, mientras preparaba algo de comer.
Más tarde decidí armarme de valor y mandar un mensaje a Paul para quedar con él y tomar algo.
Hola!
¿Qué tal el día?
Buenas!
Pues aquí estoy aburrido…
¿Me propones algún plan?
¿Te apetece quedar en el parque
dentro de una hora y tomamos algo?
Perfecto!
Luego nos vemos!
Cuando llegué Paul ya estaba esperándome, me acerqué a él, le di un abrazo y empezamos a caminar.
—¿Qué tal ha ido el día? ¿Has hecho algo interesante? —me preguntó curioso.
Decidí contarle lo de aquella mañana y preguntarle acerca de ese tipo de “piropos” obscenos que sinceramente a mí no me hacían ninguna gracia.
—Yo creo que esos tíos están demasiado necesitados, ven una mujer y le dicen lo primero que se les pasa por la cabeza. No estoy diciendo que tú no te merezcas un buen piropo, pero no te lo tomes tan mal, de vez en cuando te vas a encontrar alguna situación parecida.
—¿Tú sueles decir piropos a las chicas?
—Qué va, sinceramente soy demasiado tímido para ese tipo de cosas —respondió sonrojado.
—No te imaginaba tímido, en el trabajo se te ve de lo más abierto con todas las chicas —dije sin pensar.
—¿Acaso estás celosa? —me espetó.
Le respondí con una sonrisa pero sin decir nada, ¿cómo se me había ocurrido hacerle ese comentario?
Entramos en un bar y se acercó a la barra a pedir mientras yo buscaba una mesa libre. El sitio era de lo más bohemio con las paredes y el suelo de madera; las sillas y las mesas estaban desgastadas y las luces no eran demasiado intensas, un ambiente perfecto para conversar tranquilamente.
Finalmente, Paul consiguió que le sirviera una camarera sin demasiada experiencia, y le hice una señal para que viniera a la mesa. Decidió sentarse a mi lado.
—Bueno y tú que, ¿no tienes novio? —preguntó.
—Pues la verdad es que no, no tengo ningún interés en tener pareja ahora mismo —en el momento que esas palabras salieron de mi boca, vi cómo a Paul le cambiaba el gesto de repente. Quizá no le había gustado demasiado mi respuesta, quizá a mí tampoco.
—Ya, pero siento decirte que eso no lo decides tú, si te enamoras, te enamoras y punto, es algo de neurotransmisores creo. —afirmó.
—Tienes razón, pero puedes estar más o menos receptiva en cuanto a conocer gente. Si te encierras en casa seguro que no te enamoras de nadie.
—Pues yo no te veo muy encerrada en casa que digamos ¿no? —me quedé estupefacta en ese momento y no supe qué responder. Cuando Paul percibió mi cara continuó hablando—. Yo tuve una novia hace tiempo en Philadelphia, pero al venir a trabajar aquí, tuvimos que dejarlo. No creo en las relaciones a distancia, mira lo que le ha pasado a Alex con Lola.
—Perdona pero ¿has dicho Philadelphia? Yo también soy de allí— dije intentando obviar el tema.
El hecho de que Paul “tuviera” que dejarlo con su novia no me gustaba demasiado, ya que donde hubo fuego ya se sabe, y además ni siquiera terminaron mal. ¿Qué pasaría si algún día Paul volvía a casa?
6
Durante el domingo, Lola y yo decidimos hacernos una sesión de belleza en el apartamento; nos pusimos mascarillas, nos hicimos manicura y pedicura; y, por supuesto, lo que más odiaba en el mundo: la depilación.
Está claro que una mujer sin pelo es mucho más agradable, tanto por higiene como por aspecto, pero ¿no son suficientes los sacrificios que tenemos que hacer por el simple hecho de ser mujeres? Y no me refiero solamente al aspecto físico; está la “adorada” menstruación con su dolor de ovarios, de cabeza, malestar general, sin contar con que no se trata del precioso líquido azul que aparece en los anuncios; y cuando te haces mayor llega lo mejor, la menopausia y el dolor de huesos, los sofocos, etc. Vamos, que todo son ventajas a nivel biológico.
—Tranquila Sam, que ya terminamos. Dos tiras más y lista —me dijo Lola para calmarme un poco.
Yo tengo la piel demasiado fina y me duele horrores cada vez que me hago la cera, y la depilación láser me da pánico por si me aparecen quemaduras. Lola se la hizo hace un año y la verdad que está encantada, así que seguramente me anime y pruebe.
Cuando terminamos con el ritual, decidimos ir al cine a ver “Cincuenta sombras liberadas”, la tercera parte de la exitosa trilogía que yo no había visto hasta que me obligó Lola nada más empezar a vivir con ella.
La verdad que no me hacía demasiada gracia la trama, pero tengo que reconocer que en el fondo tengo algo de romántica y me apetecía ver el final de la historia de amor de Christian Grey y Anastasia Steele.
La sala de cine estaba repleta de parejas jóvenes formadas por chicas de lo más emocionadas y chicos resignados. Era gracioso.
Cuando salimos del cine fuimos a cenar a un nuevo restaurante asiático de la zona, y nada más entrar, nos encontramos con las dos personas que menos nos esperábamos, Alex y su novia. Cuando nos vio nuestro compañero no se lo podía creer, su cara perdió todo el color y tragó saliva mientras nos acercábamos a su mesa. Lola no pudo dejarlo estar.
—¿Qué tal Alex? ¿No nos presentas? —preguntó descarada.
—Sí claro, Sarah, estas son Sam y Lola, dos compañeras de trabajo.
—Encantada Sarah, por cierto Alex, te dejaste la ropa interior en mi casa el otro día, por si quieres pasar a recogerla —en ese momento me agarró del brazo llevándome a la salida del restaurante con una amplia sonrisa en su boca.
—¿Pero qué has hecho? —le pregunté estupefacta.
—¿Qué pensabas? ¿Que me iba a quedar callada? Esa chica tiene que saber con quién mantiene una relación —acto seguido vimos cómo Sarah salía llorando despavorida del restaurante mientras Alex le seguía disculpándose.
—Esto no se va a quedar así —afirmó amenazante cuando pasó por nuestro lado.
Ya no nos apetecía demasiado cenar en aquel sitio y Lola decidió irse a pasear sola. La seguí durante un rato para que supiera que estaba a su lado, hasta que se volvió hacia mi.
—Me voy a casa, me apetece quedarme tranquila jugando a la consola, ¿te importa? —me preguntó.
—No, para nada. Hacemos lo que te apetezca.
—¿Seguro? —preguntó con picardía.
—Pues ahora ya no sé qué decirte .
—Es que me apetece que cojas esa botella de champán de la nevera y vayas a bebértela con uno que yo me sé —no me dio tiempo a responder cuando ya había cogido mi móvil y estaba llamándole para pedirle que viniera a recogerme en media hora.
Subimos al piso y en cuanto cerramos la puerta sonó el timbre. Era él. Lola abrió la nevera, me dio la botella y un beso.
—Pásalo bien, ese chico merece la pena —afirmó sonriendo.
Por una parte, me encantaba lo que había hecho, pero por otra me sentía fatal por tener que dejarla sola en casa después de lo que había pasado con Alex.
—No te preocupes por mi, necesito distraerme.
Bajé en el ascensor mirándome al espejo y pensando en si de verdad merecía la pena ese chico. No sabía qué hacer. Por un momento pensé en volver a subir a casa y dejar el plan de lado, pero por otro me apetecía verle.
Cuando me encontré con Paul apareció una sonrisa instantánea en mi rostro. Acostumbrada a verle en plan informal en la empresa, me sorprendió encontrarle con camisa, vaqueros, botas y una cazadora de cuero marrón que le sentaba estupenda.
—Buenas noches preciosa.
—Buenas noches Paul, estás muy elegante.
—Ya me explicarás qué ha pasado, ¿no te atrevías a llamarme tú? —preguntó.
—Son cosas de Lola, es genial.
—¿Dónde quieres que vayamos?
—Donde quieras, pero hoy hay que celebrar lo que tenemos pendiente —dije mostrándole la botella y asombrada de mí misma.
—Si quieres vamos a mi casa a tomar ese champán, creo que es ilegal beberlo en la calle —afirmó sonriendo
—Me parece bien, no queremos que nos detengan esta noche.
Paul vivía a unas cuantas manzanas de mi casa, en un edificio bastante alto de la zona. Cuando me abrió la puerta de su piso, pude comprobar que no era el típico piso de soltero; Paul era bastante bueno en cuanto a decoración y tenía sus cosas muy bien organizadas.
Me invitó a entrar educadamente, cogió mi chaqueta y la colgó en un perchero de la entrada. Pasó por delante de mi hacia el salón y encendió el equipo de música.
—¿Te apetece que pida la cena? —preguntó-
La verdad que con los nervios del momento no me había percatado del hambre que tenía, así que respondí asintiendo. Paul llamó a un restaurante y pidió varios platos para picar. En un rato lo traerían.
—¿Me enseñas tu piso? —le pregunté para romper el hielo.
—Por supuesto, no es demasiado grande, pero tiene su encanto.
Paul me enseñó el piso describiéndome cada una de las estancias, como si fuera un agente inmobiliario y yo una posible compradora, pero toda esa verborrea se evaporó de golpe cuando llegamos a su dormitorio.
7
Se hizo un silencio sepulcral de lo más incómodo, y durante ese instante pude fijarme en su espacio personal, donde había una cama con apariencia confortable de matrimonio, que cubría la típica funda nórdica colorida de cuadros de Ikea. Además descubrí que las paredes estaban recubiertas de fotografías que rodeaban un mapamundi, por lo que supuse que le gustaba viajar a todas partes del planeta.
No había ni ropa tirada por el suelo, ni aspecto de suciedad por ningún rincón; estaba claro que era un chico ordenado y responsable.
—Me gustas, Sam —así se rompió ese silencio que duró un segundo, pero que dio la sensación de haber durado mucho más.
—¿Cómo?
—Eso, que me gustas desde el primer día que llegaste tambaleándote a la empresa sobre tus tacones. Me pareciste muy interesante y ahora creo que estoy empezando a sentir algo más fuerte por ti.
—Lo siento Paul, ya sabes que ahora mismo no...
—Lo sé, lo sé. No lo repitas más veces por favor, Sam, pero creo que si no estuvieras sintiendo algo parecido no habrías venido hoy hasta aquí.
—Que haya venido hoy no quiere decir que quiera acostarme contigo Paul, estás muy equivocado.
Me di la vuelta, cogí mi cazadora del perchero y me fui bastante mosqueada por la conversación. Notaba que la cabeza me daba vueltas y se me hizo un nudo en el estómago que no me dejaba respirar, pero al cerrar la puerta detrás de mí, al instante noté una sensación de arrepentimiento que me ardía por dentro.
Al día siguiente llegué a la puerta de la empresa pensando en hablar con Paul, porque creía que ninguno de los dos habíamos estado demasiado acertados la noche anterior, y también para disculparme por haberle dejado colgado con la cena.
Cuando entré al edificio noté cómo la gran mayoría de la gente clavaba sus ojos en mi. ¿Tan cabreado estaba como para ponerme a parir con toda la plantilla? No me lo podía creer, así que corrí a buscarle a su puesto.
De camino me encontré con Jack, que me dio la enhorabuena efusivamente.
—Buenos días Sam, tengo grandes noticias. Tu diseño será el que decore el logotipo de la marca en el día internacional de la mujer —me felicitó con un apretón de manos— ya se lo he comentado a Alex y al resto del equipo ayer, pero a ti te lo quería decir en persona.
—Muchas gracias Jack de verdad, no te imaginas la ilusión que me hace.
En el momento que me despedí de Jack noté que varias personas susurraban a mi alrededor, y no sé por qué, pero me daba la sensación de que estaban hablando de mí.
No le di demasiada importancia a lo ocurrido y fui a buscar a Paul a su mesa, pero no estaba. Me quedé esperando un rato y cuando llegó no me dejó siquiera articular palabra.
—Ven conmigo —me ordenó cogiéndome del brazo y llevándome al rincón de la máquina de café— tengo que contarte algo que no va a gustarte nada.
—¿Qué pasa Paul? Yo quería hablar contigo por lo de ayer…
—Eso no importa, tienes que saber que Alex está difundiendo por todas partes rumores bastante desagradables sobre ti.
—¿Qué dices? ¿Qué tipo de rumores?
—Por el momento, solo me he enterado de que ha estado difundiendo que has conseguido que tu diseño sea el elegido ya sabes… Haciéndole algún que otro favor a Jack
—No me lo puedo creer, ¿cómo ha sido capaz de hacerme eso?
—No lo sé, supongo que le ha herido demasiado el orgullo que le haya ganado una mujer.
No quise contarle nada de lo que ocurrió el día anterior con Alex y su novia en el restaurante, y lo que nos dijo más tarde, así que simplemente asentí.
Fui a buscar rápidamente a Lola para contarle lo que estaba pasando, y cuando se enteró se puso hecha una furia.
—¿Pero qué se ha creído ese imbécil? Encima de engañar a su novia, ahora intenta hacernos la vida imposible, yo alucino.
Decidí ir a hablar con Jack acerca del tema, antes de que se enterara por otras fuentes, para pedirle que hiciera algo al respecto; no podía trabajar a gusto con ese ambiente. Más tarde ya me ocuparía de decirle cuatro cosas a Alex.
Jack estaba sentado en su mesa hablando por teléfono cuando llegué a su despacho, y me hizo un gesto con la mano para que pasase y me sentara.
—Al director de marketing le ha entusiasmado tu idea, y piensa que a los consumidores les encantará—dijo sonriendo— por cierto, quiero que sepas que tengo ojos y oídos por todo el edificio, y no tienes que preocuparte por nada; ya me he encargado del tema.
Me quedé estupefacta sin saber qué responder, ¿iban a despedir a Alex? No quería imaginarme cuáles serían las consecuencias del lío que había formado, pero la verdad es que Jack me había quitado un enorme peso de encima.
Asentí sonriendo y él prosiguió.
—No es la primera vez que me encuentro con algún rumor de este tipo en el trabajo, algunas personas son capaces de hacer cualquier cosa por trepar sin importarles las consecuencias de sus actos. Tú tranquila, tienes mucho futuro aquí.
—Muchas gracias Jack, me alegro de que pienses eso.
Cuando salí del despacho tenía la sensación de pesar unos cuantos kilos menos, y decidí acercarme a la barandilla de cristal que daba a la planta baja para respirar profundamente.
—¡Es ella! ¡Ella es la buscona que se acuesta con su jefe para conseguir proyectos!
De repente mi boca se abrió y mis ojos no podían creer lo que estaban viendo, era Alex señalándome con el dedo y gritando cosas horribles sobre mi, mientras Paul le acompañaba a la puerta de salida a empujones.
Fui corriendo hacia las escaleras para bajar y evitar que por defenderme, Paul pusiera en riesgo su empleo; pero mientras llegaba a la puerta vi a Lola corriendo hacia Alex y sin miramientos le asestó un puñetazo en toda la nariz por la que empezó a sangrar bastante.
—Tenía muchas ganas de hacerlo desde hace días —dijo ella muy enfadada— a mi amiga no se le hacen estas cosas.
8
Lola se agarró la mano con fuerza, por lo que pude suponer que ese puñetazo le había causado alguna lesión en los nudillos. Mientras Paul, que seguía riéndose por la situación, se acercó a nosotras.
—Vamos chicas, os acerco al hospital para que le vean esa mano a Lola, no tiene buena pinta.
Me volví para avisar a Jack de lo sucedido, y le vi apoyado en la barandilla. Asintió con una sonrisa para que me fuera con mi amiga; la verdad que había tenido mucha suerte con mi jefe.
Paul nos llevó en su coche a las urgencias del hospital, y cuando llegamos nos atendieron rápidamente debido al mal aspecto de la mano de Lola. Mientras le atendían, Paul y yo nos quedamos sentados en la sala de espera.
—Muchas gracias por todo Paul, te has portado fenomenal.
—No hay de qué —respondió pensativo.
—Lo siento por lo que pasó ayer, supongo que no sabía cómo enfrentarme a la situación y no tuve demasiado tacto contigo
—No, la verdad que no demasiado, pero yo tampoco fui muy delicado que digamos.
En ese momento Lola salió de la consulta y se la llevaron a la sala de curas, el médico nos dijo que le iban a inmovilizar la mano y debería reposar durante unos días.
Paul y yo nos miramos y los dos soltamos una pequeña carcajada que obviamente al médico le sorprendió bastante.
—¿Me acompañas fuera mientras curan a Lola? —me propuso Paul.
—Sí, claro —nunca me había gustado demasiado el olor a hospital, y me apetecía respirar un poco de aire fresco.
Paul sacó dos refrescos de la máquina expendedora que había a la salida y me ofreció uno.
—Parece que tu amiga tiene un buen gancho —comentó divertido.
—La verdad es que no conocía esa faceta suya. Sabía que era una mujer fuerte, pero no hasta esos extremos.
—No me gustaría hacerle enfadar nunca.
—¿Sabes qué ha pasado con Alex?
—Le han despedido.
—Me lo podía imaginar, pero Jack no ha querido decirme nada concreto esta mañana.
—Creo que la decisión es irrevocable, supongo que por el momento volverá a Nueva York.
Me quedé pensativa mientras le daba un trago a mi refresco, no sabía cómo Alex podía haber llegado a ese punto, sabiendo que podía peligrar su futuro en la empresa. Decidí cambiar de conversación.
—¿Todavía tenemos esa botella de champán? —Paul no se esperaba mi pregunta.
—Pues…sí, la metí en la nevera cuando te fuiste.
—Me alegro.
—¿Ah sí? Yo me alegro de que te alegres. Cuando quieras ya sabes dónde está.
—Lo tendré en cuenta —Afirmé sonriendo.
Al fin Lola salió de urgencias con la mano escayolada casi hasta el codo. Nos dijo que tenía un par de huesos fisurados pero que no era nada grave.
Paul nos acercó a casa y ya era tarde, así que le propuse cenar con nosotras.
—Me encantaría —dijo sin pensárselo dos veces.
Cuando subimos, ayudé a Lola a cambiarse de ropa y ponerse cómoda, mientras Paul echaba un vistazo dentro de los armarios para preparar algo rápido.
—Chicos lo siento, pero los calmantes me están haciendo efecto. Creo que me voy directa a la cama —dijo Lola.
—Vale, no te preocupes. Si necesitas algo estamos a tu entera disposición —le respondí mientras cerraba la puerta de su dormitorio
—¿Qué le apetece degustar esta noche a la señorita? —me preguntó Paul.
—Podemos preparar unos sándwiches, si le parece bien al caballero —continué su broma
—Una gran elección.
Paul y yo pusimos algo de música bajita para no molestar a Lola, aunque seguramente estaría dormida profundamente por los medicamentos, y comenzamos a preparar unos sándwiches vegetales con patatas fritas. Con los dos allí dentro la cocina se hacía cada vez más pequeña.
—Pensaba que ibas a ser tú el que pegara a Alex esta mañana.
—¿Yo? Pero qué te has creído, ¿que voy pegando a la gente así como así? En realidad nunca he pegado a nadie, aunque Alex se lo merecía.
—La verdad es que sí, me preocupaba que pudieses meterte en problemas.
—Así que estabas preocupada por mi —dijo con tono descarado mientras se acercaba peligrosamente a mi espalda.
—Pues sí, que no quiera acostarme contigo no quiere decir que no me preocupes —solté una carcajada para quitarle hierro al comentario.
—Ah, está bien saberlo —Respondió algo tenso alejándose despacio.
Cenamos mientras veíamos un programa absurdo en el que varias mujeres se disputaban a un solo hombre, mientras él tenía citas con todas, y conseguía que el ambiente entre ellas se caldeara al máximo. No soportaba ese tipo de formatos, pero por los datos de audiencia parecía que vendían.
—No me creo que esas chicas soporten que se rían de ellas de esa manera —afirmé indignada.
—Yo creo que interpretan un papel, cuando te gusta una persona de verdad no creo que aguantes que esté besando a otras. Si yo fuera él y tú estuvieras entre ellas, lo tendría muy claro —me espetó.
—No creo que nunca llegara a presentarme a ese tipo de programas ni muerta, denigran demasiado a las mujeres —dije obviando el comentario descarado de Paul.
—No sabes interpretar un buen piropo ¿lo sabías?
—¿Te apetece una copa de vino? —le pregunté como si no hubiese escuchado su pregunta.
—Claro —respondió.
Tras unas cuantas copas durante las que fui capeando como pude los cumplidos de Paul, al final me rendí.
—Bueno, ¿entonces cuándo quieres venir a celebrar lo que tenemos pendiente? —preguntó Paul descarado
—Cuando me vuelvas a invitar.
—¿El viernes te parece buen día? —preguntó ilusionado.
—Me parece estupendo.
El resto de la semana me centré en mi trabajo evitando pensar demasiado en lo que iba a hacer cuando tuviera esa cita con Paul. Los rumores durante aquellos días se centraban en Alex y su nariz rota, y todo el mundo me preguntó por Lola, que obviamente se quedó en casa unos días para descansar esa mano.
Por fin llegó el viernes y, cinco minutos antes de salir, yo estaba concentrada en la pantalla de mi ordenador cuando me taparon los ojos desde atrás.
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