Kitabı oku: «Deportes, masculinidades y cultura de masas»

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DEPORTE, MASCULINIDADES Y CULTURA DE MASAS

Historia de las revistas deportivas chilenas, 1899-1958

Pedro Acuña Rojas


Ediciones Universidad Alberto Hurtado

Alameda 1869 - Santiago de Chile

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Los libros de Ediciones UAH poseen tres instancias de evaluación: comité científico de la colección, comité editorial multidisciplinario y sistema de referato ciego.

Este libro fue sometido a las tres instancias de evaluación.

ISBN libro impreso: 978-956-357-295-7

ISBN libro digital: 978-956-357-296-4

Coordinador colección Historia

Daniel Palma Alvarado

Dirección editorial

Alejandra Stevenson Valdés

Editora ejecutiva

Beatriz García-Huidobro

Diseño interior y portada

Francisca Toral

Imagen de portada: Aniversario Estadio Nacional año 1946, foto de Miguel Rubio Feliz, Fotografía patrimonial, Museo Histórico Nacional.

Diagramación digital: ebooks Patagonia

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Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

A mi padre, Pedro.

A mi hijo, Baltazar.

Índice

Agradecimientos

Introducción

Capítulo I Caballeros, señoritas, y científicos: ideales socioculturales y discursos atléticos en las primeras crónicas deportivas, 1899-1917

Capítulo II ¡Formemos espartanos chilenos! Auge y caída de las revistas deportivas durante el alessandrismo e ibañismo, 1923-1931

Capítulo III Gobernar es ejercitar: de la mediatización del espectáculo de masas a la estatización de las demandas deportivas, 1933-1945

Capítulo IV El deporte como asunto de Estado: columnistas, dibujantes y fotógrafos frente a la política deportiva y la cultura de masas, 1945-1958

Conclusión

Anexo

Bibliografía

Agradecimientos

Numerosas personas e instituciones contribuyeron en la publicación de este libro. En primer lugar, agradezco a Heidi Tinsman, por su constante apoyo como profesora guía durante mis estudios doctorales en el Departamento de Historia de la Universidad de California-Irvine (UC Irvine). Gracias por confiar en mi trabajo, exigirme al máximo y abrirme las puertas en la academia estadounidense. Este libro no habría sido posible sin las precisas observaciones de mis profesores Alex Borucki, Steven Topik, Vinayak Chaturvedi y Rachel O’Toole. Gracias por compartir su entusiasmo y aportar sugerencias en las diferentes etapas de mi investigación doctoral. Agradezco a la dirección del Departamento de Historia por acogerme primero como estudiante internacional y más adelante como profesor de mi propia cátedra sobre Historia del Fútbol, en la cual tuve la oportunidad de compartir algunas ideas de este libro con estudiantes de todo el mundo.

UC Irvine se convirtió en un lugar perfecto para desarrollar mi investigación y comenzar mi carrera docente junto a brillantes académicos. Agradezco profundamente al programa interdisciplinario Humanities Core, donde me desempeñé como docente durante tres años antes de retornar a Chile. Agradezco especialmente a Rodrigo Lazo, Carol Burke y Larisa Castillo por brindarme la oportunidad de aprender sobre pedagogías colectivas y metodologías de enseñanza de composición escrita. Impartir clases de historia mundial, estudios culturales y escritura académica a estudiantes de primer año fue una experiencia que atesoraré para siempre. También agradezco a Mellon Foundation por financiar mi estadía posdoctoral en Estados Unidos, la cual me permitió concluir mi investigación para este libro. Debo también reconocer el trabajo del equipo de UC Irvine Langson Library, en particular Thelma Castro y Kevin Chang, por su colaboración en la búsqueda de recursos digitalizados y préstamos interbibliotecarios.

A lo largo de mi carrera, he tenido la fortuna de cruzar caminos con brillantes investigadores y periodistas mediante significativos encuentros e intercambios académicos. Agradezco a Brenda Elsey, Raanan Rein, Joshua Nadel, William Beezley, Rwany Sibaja, Carlos Aguirre, Jennifer Schaefer, Stephen Allen, Shunsuke Matsuo, Felipe Martínez, Roger Magazine, Alex Ovalle, Danilo Díaz, Camilo Vega, entre otros. También estoy agradecido con los panelistas con quienes compartí en International Society for the History of Physical Education ISHPES (Río de Janeiro, 2012), North American Society of Sport History NASSH (Glenwood Springs, Colorado, 2014) y Latin American Studies Association LASA (Virtual 2021), así como también con los comités editoriales de Journal of Latin American Studies, The International Journal of the History of Sport y Latin American Research Review por permitirme publicar porciones de mi investigación y darme la oportunidad de evaluar manuscritos de altísimo nivel.

En Chile, agradezco a la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo ANID (ex Conicyt) por financiar mis estudios en Estados Unidos gracias al programa Becas-Chile. También agradezco al personal de la Biblioteca Nacional de Chile, tanto en la sección de Prensa, Revistas y Salón de Investigadores como en el portal Memoria Chilena. Agradezco especialmente a la coordinadora de colecciones digitales, Daniela Schütte, quien facilitó las imágenes para este libro. A su vez, extiendo mis agradecimientos a Francisco Díaz y Sebastián Ríos Oto, quienes gentilmente autorizaron la utilización de imágenes protegidas bajo la Ley de Propiedad Intelectual vigente. En cuanto a la edición del libro, debo agradecer la confianza del comité científico y editorial de Ediciones Universidad Alberto Hurtado, en particular la excelente disposición y permanente apoyo de Beatriz García-Huidobro, Alejandra Stevenson, Daniel Palma y dos evaluadores anónimos que otorgaron relevantes aportes al manuscrito.

En el Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile, agradezco especialmente a María Elisa Fernández por patrocinar mi proyecto de investigación Fondecyt vigente y apoyarme en la reinserción académica en Chile; al director del Departamento, Mario Matus, por brindarme un espacio para trabajar y acceso a la Biblioteca Central de la Facultad de Filosofía y Humanidades; al comité editorial de Cuadernos de Historia, en particular Sergio Grez, Isabel Farías y dos evaluadores anónimos, por guiarme en la publicación de mi artículo: “¡Formemos espartanos chilenos! Políticas y campañas deportivas durante la dictadura de Carlos Ibáñez, 1927-1931”, el cual compone una porción del segundo capítulo de este libro. En la Escuela de Historia de la Universidad Diego Portales, a mis mentores de pregrado, Hillary Hiner y Claudio Barrientos, quienes despertaron mi inquietud intelectual por la historia de las masculinidades y me formaron para construir mi propio relato historiográfico. También agradezco a la Escuela de Historia por brindarme la oportunidad de impartir el curso “Historia del Fútbol” durante el primer semestre de 2019. Al Departamento de Historia de la Universidad Alberto Hurtado y al programa de Magíster en Historia de Chile Contemporáneo, en particular Soledad Zárate y Marcos Fernández, por la oportunidad de conducir el seminario “Aproximaciones históricas sobre educación física y deportes” durante el segundo semestre de 2019, en el cual discutí aspectos teóricos y metodológicos significativos para este libro junto a un excelente grupo de estudiantes.

No puedo dejar de agradecer a quienes han estado siempre conmigo. A mis amistades tanto en Estados Unidos como en Chile, especialmente Claudio, George, Alberto, Cristóbal, Nicolás, Felipe, Hans, Juan, Eric, Pía, Valeska, Carolina, Ernesto, Alex, Juan, Álvaro, Sebastián, Daniela, Thania, Enrique, Brian y a mis compañeros futbolistas de diversos equipos, incluyendo UCI Men’s Soccer, Mighty Mixture FC, Los Charchas Jr., Sabandijas FC, y CA Independiente. Mis agradecimientos más especiales van hacia mi familia, en especial a mi padre, Pedro, a quien este trabajo está dedicado y con quien comencé a discutir este libro por primera vez. Gracias por transmitirme el amor por el deporte y por regalarme las primeras revistas deportivas con las que aprendí a leer. Estas revistas me conectan contigo pese a que ya no estás con nosotros. A mi madre, Gloria, por su apoyo incondicional y gran capacidad narrativa. Este libro también se hizo mientras conversábamos sobre el pasado familiar. A mis hermanas, Alejandra y Paola, por ser un tremendo ejemplo de lucha por un Chile más justo y feminista; a mis sobrinos Amaya, Gaspar y Colomba, quienes me alentaron a mantenerme fuerte en la distancia y me llenan de orgullo por su inteligencia y sensibilidad.

A mis suegros y cuñado, por acogerme en Curanipe, donde terminé de escribir este libro. A mi compañera de vida, Francisca, con quien he tenido la fortuna de compartir una década de aventuras y desafíos. Gracias por leer y escuchar tanto sobre este libro y discutir cada uno de mis planteamientos. Finalmente, agradezco a mi hijo Baltazar, a quien este libro también está dedicado y quien me dio la fuerza para terminarlo mientras estaba por nacer. Gracias por escogerme como padre y recordarme cada segundo qué es lo más importante en la vida. Este libro les pertenece a ambos.

Introducción

El siglo nuestro se resolvió a desenfundar el cuerpo y redescubrirlo […]. Yo creo que esta reivindicación del cuerpo es una de las normas mejores de nuestro tiempo. De ella han venido los llamados deportes y no tengo nada que decir contra estos. Pero tras los deportes ha venido la exageración de los deportes, y contra esta sí hay mucho que decir. Es uno de los vicios, de las enormidades contra la norma de nuestro tiempo, es una de sus falsificaciones. Está bien alguna dosis de fútbol. Pero ya tanto es intolerable. Y lo mismo digo de los demás deportes físicos. La prueba está en los periódicos, que por su naturaleza misma son el lugar donde más pronto y más claramente se manifiesta lo falso de cada época […]. Son ya demasiadas las columnas y las páginas que dedican a los ejercicios corporales. Los muchachos no se ocupan con fervor más que de su cuerpo y se están volviendo estúpidos1.

En 1934, el filósofo español José Ortega y Gasset describió con desconfianza y desprecio la cobertura de los deportes en la prensa escrita. Ortega entiende el deporte como una expresión revitalizadora del cuerpo, y al mismo tiempo, como un pasatiempo que fomenta la idiotez juvenil. Notoriamente ambivalente con respecto a los deportes, Ortega valora el cultivo físico del cuerpo, pero cuestiona su desbordante presencia en los medios de comunicación. El exceso de fútbol le resulta particularmente inaguantable no solo por la exaltación de comportamientos irracionales, sino más bien por desencadenar fuerzas sociales insospechadas y promover la irrupción de una masa ignorante.

A diferencia de lo que plantea Ortega, el deporte chileno estuvo lejos de constituir una experiencia irreflexiva o aislada de las transformaciones políticas y socioculturales experimentadas durante la primera mitad del siglo XX. Una de las claves para entender la ideología de la prensa escrita, más allá de la visión pesimista de Ortega, radica en una reevaluación de la cultura de masas y particularmente del periodismo especializado en deportes. Poniendo especial atención al género revisteril, este libro reconstruye la profunda politización del deporte en los medios escritos. Aunque brindando suficiente documentación sobre la historia del deporte chileno, el estudio pertenece más a la historia de la narrativa periodística que a una historia de acontecimientos deportivos. En ese sentido, no se trata de un libro sobre fútbol, hípica o tenis, sino más bien, sobre la construcción sociocultural de aquellas prácticas, es decir, sobre el conjunto de narrativas derivadas de los textos escritos y visuales en la prensa deportiva. Como tal, el libro se inclina a leer artículos y columnas periodísticas no como relatos objetivos de “lo que sucedió”, sino más bien, como representaciones subjetivas de lo que el deporte significó para cada escritor y lector bajo condiciones específicas de producción y consumo cultural. De esta manera, el libro cuenta la historia de las historias que acumulativamente narraron el deporte desde sus años formativos hasta su transformación como espectáculo de masas.

Este libro tiene lugar en la convergencia de diversos campos de investigación ya que reúne la historia del deporte con los estudios comunicacionales y los estudios culturales. Al centro de este encuentro está el importante concepto de “mediación”, la idea de que la cultura no consiste en actos y eventos puros sino en textos. Desde una óptica de historia cultural, el objetivo central del libro es demostrar que la prensa deportiva intervino activamente en el proceso histórico de constitución de lo masivo por medio de la promoción del deporte en la sociedad civil. Pese a las resistencias iniciales de las autoridades, que consideraban el deporte como un asunto de poca importancia, las revistas deportivas jugaron un importante rol mediador en la transformación del deporte como asunto de Estado y como motor de la cultura de masas. El libro concentra su análisis en las representaciones culturales y transformaciones discursivas de cada revista deportiva, especialmente aquellas que adquirieron expresiones autónomas del poder político y la cultura oficial. Además de emplearlas como fuentes documentales, sometidas a criterios de investigación histórica, las revistas se analizan como actores políticos independientes, sujetos culturales, e intelectuales colectivos2. Tal posición, hizo de las revistas una de las plataformas comunicacionales más relevantes en la discusión pública sobre políticas deportivas estatales, influyendo en la opinión de gobernantes, dirigentes, deportistas, y fundamentalmente sobre lectores y sus prácticas culturales.

Como fuentes para una historia cultural, los textos periodísticos permiten explorar acuerdos, malentendidos y desencuentros entre la cultura deportiva emergente y la cultura oficial imperante. A diferencia de los libros, la prensa escrita avanzó desde una lógica que no necesariamente era la del saber escolar o institucional, sino que desde una dinámica del entretenimiento creada por empresarios editoriales y entusiastas columnistas que establecían un dialogo con las culturas populares a las cuales también intentaban representar3. Contrariamente a las visiones liberales del siglo XIX, las campañas alfabetizadoras no robustecieron el consumo de libros, sino más bien, abastecieron de compradores al mercado de diarios y revistas4. Por otra parte, los cronistas deportivos actuaron –en lenguaje gramsciano– como “intelectuales orgánicos”, es decir, como agentes conscientes de procesos inconscientes y articuladores de una nueva hegemonía cultural5. Como plantea Ángel Rama, “la cultura letrada apareció como palanca de ascenso social, de respetabilidad pública y de incorporación a centros de poder; aunque con una relativa autonomía respecto a ellos, sostenida por la pluralidad de centros que generaba la sociedad burguesa en desarrollo”6. Pese a sus orígenes burgueses, las actividades deportivas también capturaron la imaginación de intelectuales subalternos que desafiaron y ajustaron la ideología de la prensa liberal para expresar sus propias estrategias comunicacionales. A su vez, los cronistas deportivos también difundieron versiones de nacionalismo que intensificaban divisiones de clase, estereotipos raciales y afirmaciones de género. Frente a la competencia contra periódicos y tabloides, cronistas e ilustradores elaboraron creativas narrativas en las que la identidad nacional se asociaba prototípicamente con deportistas en tanto estos últimos funcionaban como modelos de comportamiento cívico.

Estudiar las narraciones periodísticas del pasado deportivo es una forma de comprender la articulación de lo nacional, definido por Homi Bhabha, “como una continua narrativa de progreso, el narcisismo de la autogeneración”7. Bhabha alude a la gran cantidad de relatos nacionales como sistema de significación cultural, aunque sin pensar necesariamente en el deporte como uno de los textos que más contribuyen a la configuración de ficciones colectivas y fundacionales. Junto al relato de lo nacional, el libro ahonda en la construcción cultural de lo masculino, o más bien, de las masculinidades, tanto como categoría de análisis a partir de lo que los hombres piensan de sí mismos, como también sus múltiples definiciones de virilidad. A su vez, el libro busca identificar continuidades y divergencias históricas en la configuración de ideales masculinos expresados a través del deporte, sin descuidar, por cierto, la construcción paralela de feminidad en las páginas deportivas, ya que la masculinidad es relacional, por lo que requiere de la feminidad para autodefinirse en tanto implica un proceso de diferenciación8. El deporte parece ser un espacio propicio para explorar las distintas formas en que los hombres interpretaron su experiencia corpórea, no como imperativo biológico sino que como parte del paisaje social, concebido a partir de una serie de imaginarios masculinos diseñados para encajar con las demandas de la modernidad9. El libro plantea que las revistas deportivas contribuyeron en la difusión de dichos imaginarios masculinos, especialmente aquellos imbuidos de discursos médico-higiénicos provenientes de la ciencia en boga, así como también valóricos, estructurados a partir de cualidades sociales como la disciplina, autocontrol y productividad del país. La proyección de un tipo de “masculinidad hegemónica”, concepto acuñado por Raewyn Connell (antes Robert Connell) y que alude al conjunto de prácticas culturales que justifican la posición dominante de los hombres en la sociedad, sintetiza el modo en que las revistas deportivas intentaron educar a la ciudadanía proyectando ideales de hombría basados en la promoción del “patriotismo saludable”, el matrimonio y la paternidad como bases de la nación chilena. Una vez que la cultura de masas se transformó en materia de Estado, los gobiernos impulsaron políticas deportivas basadas en arquetipos de masculinidad asociados a la familia nuclear patriarcal, donde constantemente se reafirmaba al varón/padre como autoridad. El fomento de este tipo de familia fue una respuesta a la necesidad de integrar la creciente población ociosa, vistos por las autoridades como una masa peligrosa y susceptible a enfermedades sanitarias y la delincuencia10. Si bien las revistas deportivas sirvieron como plataforma narrativa para representar masculinidades hegemónicas, también funcionaron como escenarios a través del cual la dominación masculina no solamente fue impuesta o reafirmada, sino que también contestada y reformulada11.

El texto periodístico también es una fuente útil al momento de analizar el concepto de “raza”, el cual no debe entenderse como una categoría física o natural, sino más bien, como una construcción histórica ligada a narrativas nacionalistas12. Como correctamente sugiere Bernardo Subercaseaux, el inicio del deporte chileno estuvo entrelazado a lo que se denominó “raza chilena” a principios del siglo XX, planteando que la supuesta base étnica de la nación que se intentó defender por parte de algunos intelectuales nacionalistas fue precisamente una invención discursiva que carecía de fundamento objetivo13. Si bien “la defensa de la raza” se constituyó como discurso hegemónico para referirse a la necesidad de proteger a las clases trabajadoras, los cronistas deportivos no crearon taxonomías raciales rígidas basadas en supuestos rasgos físicos de chilenidad, sino más bien, como argumenta Karin Rosemblatt, el discurso oficial generalmente equiparó el concepto de “raza” al de “patria” y “pueblo”, retratando a Chile como un país de mestizos racialmente homogéneos14. Esta formulación racial del periodismo deportivo borró diferencias étnicas existentes dentro del país e inspiró críticas, estereotipos y caricaturas hacia deportistas extranjeros. Este libro sostiene que, como discurso predominante de las revistas deportivas chilenas, la “defensa de la raza” elevó las demandas del deporte a las esferas más altas del Estado al mismo tiempo que vinculó el deporte nacional con discursos patrióticos, eugenésicos y educativos. Sin embargo, a partir de 1945, los cronistas gradualmente transitaron hacia un discurso temeroso sobre la masificación del deporte, particularmente el fútbol, expresando desconfianza hacia aquellos sectores previamente excluidos de las políticas deportivas del Estado y demostrando ansiedad respecto a la movilización de masas, vista como perjudicial a la estabilidad democrática del país.

Masas, medios y deporte

El papel de los medios de comunicación en la configuración histórica de la cultura de masas es un debate inacabado. Los medios evocan un amplio grupo de instituciones sociales y productos culturales como los periódicos, revistas, radio, televisión, e Internet. Estos soportes técnicos de información y entretenimiento frecuentemente caen en la etiqueta de comunicación de masas. El término “masa”, en particular, resulta confuso ya que frecuentemente concita tres imágenes negativas: en primer lugar, entendida como una vasta audiencia que comprende millones de individuos homologados entre sí. Sin embargo, la característica más destacada de la cultura de masas, como sugiere John Thompson, “no viene dada por el número de individuos que reciben los productos sino más bien por el hecho de que los productos estén disponibles a una pluralidad de destinatarios”15. En segundo lugar, el término “masa” puede resultar difuso al presentar un grupo amorfo de sujetos pasivos y aletargados frente a productos culturales. Esta noción describe de manera imprecisa la interacción entre quienes elaboran mensajes mediáticos y quienes los reciben ya que omite cualquier tipo de capacidad crítica entre los actores del proceso comunicativo. En tercer lugar, la distinción entre “cultura popular” y “cultura masiva” puede resultar falaz ya que encasilla la primera como un conjunto de tradiciones locales producidas por sectores plebeyos en contraposición a la cultura oficial de la clase dominante, asignando a la segunda una connotación comercial que se ocupa de purificar los contenidos transgresores de la cultura popular para obtener ganancias económicas en mercados internacionales. Aquella concepción clasista de lo popular asume un carácter somnífero e inevitablemente mercantil de lo masivo, silenciando la posibilidad democratizadora de públicos heterogéneos y pensantes. Ni la cultura popular es patrimonio exclusivo de los sectores populares (clases medias pueden fomentar tradiciones como el folclore o costumbres culinarias) ni la cultura de masas constituye una conspiración capitalista para adormecer a la sociedad (la música hip-hop y deportes masivos como el fútbol pueden ser reinventados por las audiencias e incluso despertar desobediencia contra la autoridad).

Mientras algunos intelectuales leen el surgimiento de la cultura de masas como un signo de decadencia humana propio de la modernidad, otros ven allí una señal de democratización. El semiólogo italiano Umberto Eco advierte esta división en su libro Apocalípticos e integrados de 1964, caracterizando la postura apocalíptica como una corriente intelectual que enfatiza la manipulación del público; mientras que los integrados como aquellos que hacen una interpretación complaciente de las audiencias16. Equilibrando ambas posturas, este libro sigue la línea de Jesús Martín-Barbero, quien entiende la cultura de masas como “el modo como las clases populares viven las condiciones de existencia, tanto en lo que ellas tienen de opresión como en lo que las nuevas relaciones contienen de demanda y aspiraciones de democratización social”17. No obstante, es posible identificar múltiples corrientes intelectuales para conceptualizar el surgimiento y naturaleza de las masas, especialmente a partir de su relación con el deporte y los medios de comunicación: el pesimismo anti-masas; la psicología de las masas; la metafísica de las masas; el optimismo de la sociedad de masas; la teoría crítica marxista; y las diversas vertientes del estructuralismo y posestructuralismo.

El pesimismo anti-masas fue una reacción de la filosofía europea que comenzó a gestarse a partir de 1830 frente al temor burgués hacia las turbas obreras y campesinas. Los efectos de la vida industrializada y el nuevo tejido social construido por el capitalismo parecían desbordar los pilares ideológicos de la Ilustración (racionalidad, progreso, democracia) frente al creciente igualitarismo social. El historiador francés y precursor del liberalismo político, Alexis de Tocqueville, proyecta la imagen de masas como una tiranía de las mayorías compuesta por sujetos ignorantes capaces de sacrificar la libertad en aras de la igualdad social18. La ingobernabilidad de las masas también es un tema recurrente en la obra del sociólogo inglés Herbert Spencer, quien señala que la masa está constituida por un grupo de adultos desadaptados que deben someterse a un estricto sistema educativo. La gimnasia, a su juicio, resulta un mal necesario ya que, pese a ser una actividad monótona, depende de reglas establecidas, fomenta la obediencia y el espíritu competitivo entre los niños antes de que enfrenten las dificultades de la exigente vida moderna19. Aunque escéptico sobre los efectos de la educación en las masas, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche considera que la razón por la cual los individuos se agrupan en masas es debido a la pereza. En su visión, el éxito de la prensa radica en la flojera ya que los individuos prefieren asumir la opinión grupal antes que articular cualquier pensamiento propio20.

Para la mayoría de los pensadores liberales del siglo XIX, las masas tienden a confundirse con muchedumbres exaltadas y violencia colectiva de la plebe, cuya presencia en la vida pública amenazaba el orden burgués. Atento a las contradicciones del capitalismo industrial y al surgimiento del proletariado, el teórico alemán Karl Marx constituye una excepción ya que cuestiona dichas nociones liberales, advirtiendo que una de las condiciones necesarias para sublevarse contra las clases dominantes radica en la insoportable alienación de las masas desposeídas en un mundo de cultura y riquezas21. Marx entiende alienación como una separación mental entre la clase asalariada y los bienes producidos de su propio trabajo, los cuales no le pertenecen. En el caso de la prensa, por ejemplo, un tipógrafo no es el dueño de la imprenta ni de la revista producida en el taller donde trabaja, sino que recibe un salario en compensación por su labor. De este modo, la clase revolucionaria aparece no solo por el hecho de contraponerse a otra clase, sino que como representante de toda esa masa privada de las mercancías que fabrica. Asignando un lugar preponderante a la lucha de clases en la historia, Marx también cuestiona la prensa burguesa por tildar a la masa social, como “vil muchedumbre estúpida”. Advirtiendo el potencial revolucionario de las masas al momento de constituir su consciencia de clase, Marx sostiene que “es la burguesía la que tiene que temer la estupidez de las masas mientras siguen siendo conservadoras y su consciencia en cuanto se hacen revolucionarias”22.

La experiencia insurreccional de la Comuna de París en 1871 provocó un primer intento “científico” de los intelectuales burgueses por comprender la psicología de las masas realizado por el médico francés Gustave Le Bon, quien argumenta que las masas son un fenómeno psicológico por el cual los individuos están dotados de un “alma colectiva” (o “alma de la raza”, en algunas traducciones), de carácter impulsivo e irracional que les hace comportarse de manera completamente distinta a como lo harían aisladamente. Según Le Bon, al formar un grupo uniforme desaparecen las virtudes personales hundiendo lo heterogéneo en lo homogéneo23. El sociólogo italiano Scipio Sighele desarrolla planteamientos similares al analizar huelgas y disturbios obreros. Su planteamiento contradice a Marx al atribuir una supuesta capacidad hipnótica de la prensa para avivar la vorágine del populacho contra la autoridad24.

El debate sobre la psicología de masas se enriqueció gracias al neurólogo austriaco Sigmund Freud, quien propone que el surgimiento de las masas se explica mejor desde el inconsciente de los individuos. Freud argumenta que cada ser humano forma parte de muchas masas al tener distintas construcciones del yo25. Así, el juego constituye un ejemplo de aquellas construcciones al propiciar experiencias de frustración y goce, indispensables para el hombre civilizado, que, si se reprimen, estallan de manera desastrosa. El deporte, desde esta perspectiva, cumpliría una función social positiva, de contención emocional de las masas. Como discípulo de Freud, el psiquiatra marxista austriaco Wilhelm Reich alude al inconsciente psíquico de las masas en su controversial libro La psicología de masas del fascismo, en el cual explica el ascenso nazi no desde el carisma de Hitler ni las maniobras capitalistas de la burguesía, sino que a partir del estricto modelo familiar alemán. Para Reich habría sido la represión de los instintos sexuales infantiles más profundos lo que generó individuos frustrados dispuestos a compensar su frustración obedeciendo un movimiento autoritario de masas26.

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9789563572964
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