Kitabı oku: «Soy la muchacha mala de la historia»
Soy la muchacha mala de la historia
Poemas de María Emilia Cornejo
Ensayo, selección y notas de Pedro Casusol
Soy la muchacha mala de la historia
Poemas de María Emilia Cornejo
Primera edición electrónica: diciembre de 2020
© del ensayo, Pedro Casusol
© de los poemas, Ana María Cornejo
© de la edición, Paracaídas Soluciones Editoriales S.A.C.
para su sello Paracaídas Editores
APV. Las Margaritas, Mz. C, Lt. 17
San Martín de Porres, Lima
editorial@paracaidas-se.com
Composición: Juan Pablo Mejía
Ilustración de portada: Sheila Alvarado
Retoque fotográfico: Nadia Cruz Porras
isbn ePub: 978-612-4405-25-9
Se prohibe la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio sin el correspondiente permiso
por escrito de la editorial.
El registro fotográfico del «cuaderno de francés» se hizo en los estudios de Fuera de Foco por Alfonso Vargas Saitua.
María Emilia en Caja de Agua, circa 1970. Foto de Alberto Rutté
1. Apuntes sobre la muchacha mala de la historia
ya nadie respeta mis decisiones;
soy la hija extravagante y loca
que hay que rescatar.
María Emilia Cornejo
Un colegio de monjas francesas, un poema circula clandestinamente entre las mesas. Está escrito a mano y no lleva firma, las chicas de secundaria lo comparten a escondidas, de ser descubiertas serían castigadas. El papel ha sido arrancado de un cuaderno y contiene versos que desafían lo establecido, dentro y fuera del colegio. Las alumnas de los Sagrados Corazones de Belén no lo saben, el poema que leen en secreto fue escrito veinte años atrás por una poeta que nunca llegó a publicar un libro en vida, pero que inauguró una nueva vertiente de la poesía escrita en el Perú. María Emilia Cornejo (1949-1972) podría ser llamada una poeta de culto. Mientras las chicas leen el poema en horas de clase, ni siquiera se preguntan quién podría haberlo escrito. De alguna manera, la autora podría ser todas1.
* * *
Uno de los más emblemáticos integrantes del movimiento Hora Zero sacó de las sombras a María Emilia Cornejo. Si bien el primer y único número de Eros apareció en agosto de 1973 con poemas de Jorge Pimentel, Enrique Verástegui y Vladimir Herrera, todos ellos poetas jóvenes y reconocidos en aquel entonces, el motivo de la publicación fue el enorme afecto que sentía su promotor, Isaac Rupay, por María Emilia Cornejo. En el sumario, una suerte de editorial en las primeras páginas de la revista, el amigo de la poeta advierte: «Su nombre quizás quede perdido para siempre en los tomos de poesía de la generación del 70». No le faltaba razón. Cuando salió la publicación, Cornejo parecía destinada al olvido. Un año antes se había quitado la vida dejando una obra en ciernes. Lo que pretendía Rupay entonces era darle visibilidad a una poeta que él consideraba pertinente, y agrega: «siempre es feliz que una muchacha se realice como poeta» y también: «[e]s una fiesta que una mujer hable como mujer» 2.
Los poemas publicados aquella vez fueron: «Como tú lo estableciste», «Soy la muchacha mala de la historia» y «Tímida y avergonzada». En sentido estricto, nadie supo de dónde salieron los poemas. Isaac Rupay falleció en 1974, un año después de haber sacado la revista, por lo que no es posible obtener un testimonio de primera mano que ayude a esclarecer la procedencia de los textos. Lo único seguro es que, desde su publicación, estos le otorgaron a María Emilia Cornejo el estatus de leyenda. Nunca una poeta peruana había escrito algo parecido. Hay que recordar que son los años setenta, época de revolución en América Latina, la poesía busca transformar la realidad, los versos son rifles Kalashnikov y en el Perú el rubro está copado exclusivamente por varones. Rupay consigna en su revista: «El escribir poesía para las mujeres parece ser definitivamente una actividad subterránea» y le atribuye a Cornejo el rol de ampliar el registro para incluir ahí el erotismo femenino: «Cuando parecía que ya habíamos encontrado al poeta que revele la esencialidad femenina, la muerte la arrancó de nuestro lado»3. La escena pedía a gritos una voz transgresora que abordara estos temas. Fue lo que ocurrió con Cornejo.
Ese mismo año, 1973, el reconocido crítico Alberto Escobar incluyó dos de estos poemas en su Antología de la Poesía Peruana, que reunía en una edición popular lo mejor del siglo xx. Lo asombroso es que Cornejo «estaba destinada al olvido», como afirmaba Rupay, pero su incorporación en la antología de Escobar le otorgaba, casi de manera automática, un lugar en el Panteón de la Literatura Peruana.
A lo largo de muchos años, los únicos poemas conocidos de la autora fueron aquellos aparecidos en Eros; «Soy la muchacha mala de la historia», poema que puede leerse como una declaración de principios, fue replicado en diversas revistas y se convirtió en el referente de la poesía escrita por mujeres en el Perú; a partir de la década de 1980 aparecieron voces deudoras de los poemas de Cornejo, lo que coincidió con la incorporación del feminismo en la vida pública y en el quehacer cotidiano en el Perú. Pero no fue sino hasta 1989 que apareció el hasta ahora único volumen de poemas de Cornejo, En la mitad del camino recorrido.
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María Emilia Cornejo nació el 15 agosto de 1949 con Ana María, su hermana gemela, y vivió la mayor parte de su vida en la cuadra quince de la avenida Bolívar en Pueblo Libre. Estudió en el colegio Santa María, ubicado en Magdalena del Mar, y desde joven se relacionó con un grupo alrededor de la parroquia San Juan Apóstol. Siempre involucrada en labor social comunitaria, su familia recuerda haberla llevado en auto hasta la quinta etapa de Collique, en Comas, donde dictaba clases de literatura en un colegio que ayudó a construir con sus manos4. Fue en dicho ambiente de compromiso y fe que conoció a su novio, Oswaldo Márquez, apodado Coco.
Hacia 1968 María Emilia ingresó a estudiar en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos ubicada en el Cercado de Lima, aunque sus padres hubieran preferido que ingresara a la Universidad Católica, al ser la primera una universidad pública donde llegaban estudiantes de todas partes del Perú, y la segunda una universidad privada a donde asistían estudiantes con cierta capacidad económica. En retrospectiva, esta elección sería decisiva. San Marcos era en ese tiempo la universidad de los poetas.
Coco y María Emilia se casaron jóvenes —frisaban los veinte años— en una ceremonia llevada a cabo en la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, junto al Convento San Pedro en el Centro de Lima. Luego se mudaron a Caja de Agua, zona por urbanizar en San Juan de Lurigancho, que por entonces se perfilaba como uno de los distritos con mayor población de Lima, siendo en su mayoría migrantes con escasos recursos que llegaban con palos y esteras, decididos a encontrar un lugar donde vivir. María Emilia y Coco se mudaron a la casa de jirón Trujillo que alquilaba un amigo, Alberto Rutté. Antes de instalarse, la remodelaron para tener dos dormitorios y acondicionaron todo para llevar una vida cómoda, sin mayores pretensiones. Coco había abandonado su carrera en la Universidad Nacional de Ingeniería, pero María Emilia seguía estudiando e intercalaba sus clases en San Marcos con un trabajo en el Centro de Estudios y Publicaciones. Para entonces ya habían conocido la Teología de la Liberación. Susana Villarán y su esposo Manuel Piqueras también habían llegado a vivir a Caja de Agua, junto a la pequeña hija de ambos, Soledad, y alquilaban un segundo piso a solo unas cuadras de los recién casados. Un poco más allá vivían Denis Sulmont y Rulfien Haack. Estas familias formaban una suerte de comunidad que había llegado a Caja de Agua para vivir con una ideología social.
Alrededor de 1970 María Emilia Cornejo es descrita como una chica seria, de rostro sereno, voz modulada, manos cuidadas, personalidad intensa. Esther Castañeda la retrata de la siguiente manera: «no era emblemática, ni su piel estaba cubierta por un halo sobrenatural, no era buena ni mala, sino una muchacha como todas las del 70»5. Rosa Carbonel dice que era «distante, de vestido amplio y zapatos bajos», a lo que podríamos añadir: «regular estatura, lentes redondos», según el testimonio de Esther Castañeda, quien también agrega: «sus intervenciones eran directas y claras; buscando poner énfasis en lo social desarrollaba ideas con tanta energía que a veces llegaba a intimidar»6.
Podemos decir que la preocupación social y la poesía amorosa tuvieron puntos de encuentro en María Emilia Cornejo. Como señala Esther Castañeda, las dos únicas veces que autorizó la publicación de sus poemas mostró textos con inquietudes sociales. La primera fue en un recital en el marco de los Viernes Literarios de San Marcos, el 2 de octubre de 1970, cuando se presentó para leer su poesía en público. Lo hizo como María Márquez, que vendría a ser su nombre de casada, y de aquella vez quedó como registro la plaqueta Colección Gesta N.° 2, donde figuran dos poemas de corte social: «Soy/ Micaela Catari» y «Mi pueblo no es», además de otros dos de corte amoroso.
El primero tiene como objeto la ficcionalización del yo poético a partir de dos personajes históricos que se levantaron contra el orden establecido: Micaela Bastidas y Bartolina Sisa, esposa de Túpac Katari. Según el análisis de Paolo de Lima, María Emilia crea en su poema una nueva identidad simbólica: Micaela Catari, «la revolucionaria (mujer e indígena) que se casa con el proyecto de liberar a su pueblo»7. El segundo podría ser el poema más conocido en la corta vida de la poeta, ya que fue musicalizado y se hizo popular entre sus compañeros de clase:
mi pueblo no es
un mapa de veinticuatro colores
quiero decir
una selva verde
una costa blanca
una sierra acre
Puede parecer una contradicción, ya que el amor es visto como una pérdida de tiempo en épocas revolucionarias, pero en la personalidad de María Emilia Cornejo habitaba también una muchacha en extremo sensible. Los siguientes poemas aparecidos en la plaqueta Colección Gesta N.° 2 podrían ser considerados de ese estilo: «Eres como un árbol» y «Abro/ puerta tras puerta», donde se aborda la idealización del ser amado, tendencia que también estará presente en la mayoría de poemas que conforman el volumen de En la mitad del camino recorrido.
Desde sus inicios, María Emilia Cornejo trabajó la temática amorosa. Esta vertiente la siguió desarrollando en los dos años que acudió de manera intermitente al Taller de Poesía de San Marcos. En julio de 1969, dedica «A Coco» un poema inédito hasta hoy:
quiero ser
la persona
tu mujer
que te espere,
te acompañe,
te reciba,
te salude,
te despida;
quiero ser
la persona
tu mujer8.
Se trata de una voz poética que anhela la entrega total, que asume plena el rol de esposa o compañera. Podemos inferir que el matrimonio era un aspecto importante en la agenda de la autora. En la poesía de Cornejo, amor y revolución no son excluyentes, sino todo lo contrario. A lo largo de su vida, seguirá explorando estas inquietudes, ligadas al amor y al deseo. Recordemos que son los años en que contrae matrimonio con Coco Márquez.
Si bien María Emilia Cornejo se hizo conocida por estar asociada a lo erótico, la mayor parte de su producción tiene como base la imposibilidad de concretar el amor, ya sea por ataduras sociales o por sentimiento de culpa. «Soy la muchacha mala de la historia», en todo caso, aparece como una suerte de quiebre total de los registros poéticos explorados por la autora, una suerte de canto de cisne que anticipó su muerte en setiembre de 1972.
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Susana Villarán afirma que su relación con María Emilia Cornejo fue corta, pero intensa9. Amigas con intereses afines, nacieron el mismo año con un día de diferencia. Ambas se mudaron a Caja de Agua para conocer la realidad nacional. Tanto Susana como María Emilia se habían casado y querían construir una vida diferente, alejada de las convenciones que el estrato social del que eran parte exigía. Los vecinos de Caja de Agua se referían a ellos como los «Unecos», porque pertenecían a la Unión Nacional de Estudiantes Católicos. Emilio Horna, quien fue vecino y amigo, reconoce que los «Unecos» nunca se entrometieron en las decisiones de Caja de Agua, ni se atribuyeron el papel de líderes ni de teóricos, ni llegaron a predicar o a armar cuadros políticos. Por el contrario, «fueron entrando de a poquitos, digamos, en la vida familiar. [...] Era la vida familiar y punto. Me parece que eso era lo que ellos querían»10.
En agosto de 1971, Susana y María Emilia celebraron juntas su cumpleaños número veintidós y cocinaron arroz Congri, receta cubana a base de arroz y frijol negro. En aquella época, Susana estaba embarazada de su segundo hijo, Emmanuel. No lo sabían, pero sería el último cumpleaños que pasarían juntas. Meses más tarde, celebraron el bautizo de Emmanuel con María Emilia y Coco de padrinos. María Emilia lo organizó todo: escribió un texto y adornó la casa con capillos. Pocas semanas más tarde, Manuel Piqueras viajó a Chile, seguido por Susana y los niños, para vivir la experiencia de la Unidad Popular de Salvador Allende.
Amigos y familiares coinciden en que María Emilia pasó por un cuadro de depresión hacia 1972, a lo que debe haberse sumado la soledad tras la partida de Susana Villarán y de Alberto Rutté, quien también dejó Caja de Agua para mudarse a Chimbote. Es la época en que su relación con Coco pasa por una crisis. Ana María Cornejo, su hermana gemela, recuerda un día en que María Emilia regresó a la casa de Pueblo Libre para pedir que le habilitaran el cuarto de servicio. Se había separado y quería mudarse, pero al mismo tiempo quería mantener su independencia.
—No seas conchuda —fue la respuesta de Ana María—. Si tú eres independiente, ven con tu brocha, tu pintura y tú arréglalo11.
Fue una discusión larga. Las hermanas hicieron descargo de sus asuntos pendientes. Envidias y reproches salieron a flote. María Emilia le confesó que estaba viendo a una sicóloga, que tenía que tomar pastillas: una en la noche para dormir y otra en la mañana, porque si no se quedaba muy sonsa por la pastilla anterior. Hablaron de los problemas con Coco, de los amantes que había tenido María Emilia. Fue recién en ese momento que Ana María entendió lo deprimida que estaba su hermana. Por eso insistió a sus padres en que no podían permitir que se mude al cuarto de servicio. No podían dejarla sola.
Pero María Emilia nunca dejaría Caja de Agua. Emilio Horna la recuerda en su casa de jirón Trujillo, las noches en que pasaba a tomar ron y a conversar con su amiga de los problemas que nunca faltaban. Emilio le hablaba de la relación con su esposa, de lo difícil que era tener hijos, y juntos ahogaban sus penas en ron. Ahora Emilio recuerda que su vecina nunca entraba en detalles sobre sus problemas personales.
Cierta noche, él pasó por su casa y la encontró descompuesta.
—Qué pasa, gorda —le preguntó Emilio.
—Hay cosas que suceden... Estoy jodida, pero, bueno, tengo que salir de esto.
Tomaron unos vasos de ron. Emilio tenía que irse temprano a trabajar, así que a eso de las once se despidió y la dejó sola en la casa de jirón Trujillo. Todo parece indicar que esa noche ella siguió tomando. Al día siguiente, cuando Emilio regresó, le avisaron que María Emilia se había suicidado12.
* * *
La segunda vez que leyó sus poemas ante una audiencia fue dos años más tarde, en el Taller de Poesía de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de San Marcos, curso electivo que era dictado por Marco Martos e Hildebrando Pérez, poetas de la generación del 60. De aquella lectura solo quedan tres hojas impresas a mimeógrafo, sin fecha, donde figuran cuatro poemas de María Emilia Cornejo, tres de los cuales serían publicados años más tarde en el libro. Nuevamente, su nombre se esconde, esta vez bajo sus iniciales: M. C. Además de «Todas las cosas tuyas», «Mis huesos» y «La casa», poemas que serían publicados en el volumen póstumo, encontramos uno dedicado a José Carlos Mariátegui:
sé josé carlos
que por la herida
de tu costado izquierdo
sangraba un pueblo
Esther Castañeda, quien estuvo presente en el recital, recuerda su sorpresa ante los poemas de la compañera: derribaban barreras que hasta entonces la separaban del resto del grupo13. María Emilia solía vestir un poncho que cubría todo su cuerpo, pero aquella vez mostró ante sus compañeros un mundo personal lleno de matices e ilusiones. Los poemas daban cuenta de una «sublevación vital y artística»14, pero el dedicado a José Carlos Mariátegui revelaba, además, «un malestar hacia su tiempo»15.
En San Marcos, María Emilia Cornejo desarrolla la poesía por la que hoy es recordada. En 1981, en el segundo número de la revista literaria Raíces Eddicas, Nérida Adrianzén realiza un rescate literario al publicar cinco poemas que, según se consigna, habrían sido presentados en el Taller de Poesía de Martos y Pérez. Los poemas, que después pasaron a formar parte del cuerpo de En la mitad del camino recorrido, son: «Entro lentamente en tus venas», «Vienes a mí/ oh! viejo ulema», «Terriblemente tuya», «Hoy/ quiero ser la persona» y «Mis huesos», que también fue incluido en la hoja impresa a mimeógrafo repartida durante el recital.
Dicha revista recupera, además, una ficha que habría llenado en su ingreso al Taller, donde declara, «la mayor parte de mi poesía está condicionada por la injusticia social» y «[e]l quehacer poético debe incluirlo todo»16.
El deterioro sicológico de María Emilia no fue ajeno a sus compañeros de clases. Esther Castañeda, en el testimonio publicado en la revista Páginas, recuerda un incidente ocurrido alrededor de 1972, cuando encuentra a María Emilia caminando por el primer piso de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de San Marcos:
...de pronto ella se vuelve y dice que se siente mal; solo atiné a tomarla del brazo y llevarla a una de las aulas para que descanse; estando allí se sentó en una de las carpetas, echó el cuerpo hacia atrás y cerró los ojos. Mientras esperaba de pie, la sensación de salón vacío parecía cortar la respiración, y repasé amigos y lugares a los cuales acudir. Pero felizmente María Emilia dijo que no me preocupara, que ya se le estaba pasando el dolor; luego empezó algo que no terminó de decir. Me senté a su lado, acepté su hermetismo y la acompañé no sé por cuánto tiempo. Ahora, recuerdo sus grandes ojos, apacibles como alfombras exóticas en un rostro limpio, y el pelo recogido hacia atrás. A los pocos días —de aquel encuentro— supe que ya no vendría más a clases, que había tomado una sobredosis de tranquilizantes, que la encontraron aún con vida en su casa en Caja de Agua, que trataron también de hablarle pero ella se mantuvo en silencio17.
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A María Emilia Cornejo la relacionan, no sin razón, a los poetas del movimiento Hora Zero. Desde su fundación en 1970, con la publicación del manifiesto «Palabras Urgentes», Hora Zero se convirtió en el catalizador de la poesía joven en el Perú, con gran repercusión mediática y filiales a lo largo y ancho del territorio nacional. Uno de sus integrantes era Isaac Rupay, cuya familia tenía uno de los quioscos de la avenida La Colmena, frente al Parque Universitario, circuito de ventas de periódicos que resultó determinante para la difusión de las revistas y los libros del movimiento.
Rupay sufría una condición cardiaca que causó su muerte en 1974, teniendo solo veinticuatro años. Antes de su fallecimiento, fue director de los dos primeros números de la revista La tortuga ecuestre y del único número de Eros. Hacia 1973, formaba parte de la disidencia estructuralista de Hora Zero primera etapa y Eros —aparecida dos meses después de la tercera y última edición de la revista del movimiento—, habría sido efímero portavoz de esta facción18. Charo Arroyo recuerda que Rupay llevó a María Emilia Cornejo a su oficina en el edificio Betyia de jirón Azángaro19 adonde solían llegar los poetas que merodeaban por el centro de Lima. Jorge Pimentel y Enrique Verástegui ubican a María Emilia en la casa de jirón Huancavelica, que en ese tiempo era el centro de operaciones de Hora Zero20. Es la época del primer congreso del movimiento, junio de 1972, que reúne a poetas de todo el Perú en Lima.
María Emilia forma parte de ese grupo que a inicios de la década de 1970 frecuenta el chifa-bar Wony, el bar Palermo, el café Versalles, donde todos se reúnen a beber y a hablar de poesía. Charo Arroyo confirma que María Emilia ya se había separado de su esposo y que frecuentaba a Enrique Verástegui, quien había llegado de Cañete para estudiar Economía en la Universidad San Marcos. Cornejo y Verástegui se habrían conocido en la casa de jirón Huancavelica, donde el jovencísimo autor de En los extramuros del mundo tenía una habitación.
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