Kitabı oku: «Comunicación e industria digital»

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comunicación e industria digital


14.0 ENCUENTRO DE FELAFACS



Colección Encuentros

Comunicación e industria digital. 14.0 Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación Social

Primera edición digital, marzo 2016


©Universidad de LimaFondo EditorialAv. Manuel Olguín 125, Urb. Los Granados, Lima 33Apartado postal 852, Lima 100, PerúTeléfono: 437-6767, anexo 30131. Fax: 435-3396fondoeditorial@ulima.edu.pewww.ulima.edu.pe

Diseño, edición y carátula: Fondo Editorial de la Universidad de Lima

Versión ebook 2016

Digitalizado y distribuido por Saxo.com Peru S.A.C.


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Teléfono: 51-1-221-9998

Dirección: calle Dos de Mayo 534, Of. 304, Miraflores

Lima - Perú

Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro sin permiso expreso del Fondo Editorial.

ISBN versión electrónica: 978-9972-45-328-1

Índice

Presentación

Conferencias magistrales

Las digital humanities y cómo diseñar experiencias cognitivas en la era de la analítica cultural

Alejandro Piscitelli

La sociedad de la pantalla en la ‘era ciberista’: las industrias creativas en la agenda del desarrollo sostenible

Divina Frau-Meigs

El cuerpo viejo como una imagen con fallas: la moral de la piel lisa y la censura mediática de la vejez

Paula Sibilia

La creatividad en las políticas públicas de la Unión Europea: un laboratorio de reflexión. Enseñanzas desde el epicentro de la crisis

Enrique Bustamante

Ponencias seleccionadas

Redes sociales en la narrativa transmedia: la permeabilidad entre la realidad y las pantallas

Vicente Gosciola

Periodismo de datos en el mundo new new media

Denis Renó y Luciana Renó

Micronarrativas ciudadanas: reflexiones en torno a la comunicación de políticas públicas en escenarios de transmediación

Carolina Campalans Moncada

El guionista en su laberinto: consideraciones y prácticas narrativas en la convergencia

Giancarlo Cappello Flores

Nuevas rutas en la distribución cinematográfica

César Bárcenas Curtis

Comunicación digital interactiva en campañas electorales

Sandra América Rodríguez Peña

Cultura política democrática en Twitter. México: el movimiento #YoSoy132

César Augusto Rodríguez Cano

Cambios en el poder local: impacto de jóvenes y redes sociales en comicios municipales de Chile

Fernando Rivas Inostroza

Limitantes institucionales para la gobernanza digital

Sandro Macassi Lavander

Reconsideraciones sobre la brecha digital como categoría de desarrollo

Mónica Stillo Mello

Desafíos para la implementación de la televisión digital terrestre en Argentina

Carla Rodríguez Miranda

Inmigrantes territoriales/inmigrantes digitales: latinoamericanos en contextos diaspóricos

Jéssica Retis Rivas

Políticas públicas transnacionales: migraciones y tecnologías de información y comunicación

José Luis Benítez

Consideraciones en torno a la política oficial de inclusión digital en las comunidades indígenas del Estado de México: los matlatzincas

Jaime Enrique Cornelio Chaparro

La piel que habito: estéticas del siglo XXI

Liuba Kogan Cogan

La territorialidad como performación: límites sucios y experiencias otras en la ciudad global

Verónica Ficoseco, Melina Gaona y Andrea López

La preservación del patrimonio audiovisual en la era digital: el rol de las universidades

Julieta Keldjian Etchessarry

Prácticas de comunicación y marketing digital en las instituciones de educación superior

Rolando Rodrich Portugal

Presentación

El presente libro reúne las conferencias magistrales y las ponencias más destacadas del XIV Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación Social, organizado por la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (Felafacs) y por la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, en octubre del 2012. Este gran evento tuvo un talante celebratorio muy especial, pues coincidió con los cincuenta años de nuestra casa de estudios; con los cuarenta de su Facultad de Comunicación y con los treinta de la Felafacs. Sin duda alguna, lo más valioso de este tipo de experiencias reside en el cúmulo de afectos activados y cultivados. Por eso, el tejido y la consolidación de nuevas y fecundas relaciones humanas, la consecuente articulación de personas en redes interactivas productoras de conocimiento y de acción conjunta, será siempre la mejor recompensa.

Estamos en una época en la que la ecología mediática digital nos hechiza y nos transporta hacia un sinfín de simulacros, nos hace ubicuos, nos contacta con alguien, con algo, en tiempo real. Nos arrebata, nos atrapa, nos divierte o nos angustia, nos interesa o nos amenaza, nos acaricia o nos atormenta. En suma, nos afecta.

Vivir —decía Ortega y Gasset— es hallarse cada cual a sí mismo en un ámbito de asuntos que le afectan. La vida se encuentra a sí misma a la vez que descubre el mundo. Vivir es ocuparse con lo otro que uno mismo es. Mundo, sensu stricto, es lo que nos afecta.

Pues bien, todo ese mundo que emerge y se actualiza merced al uso de las tecnologías de la información y la comunicación resulta hoy más próximo que nuestra propia ciudad, más próximo que el cielo sobre la tierra, más próximo que el paso del día a la noche, más próximo que la tradición y costumbres que heredamos, al menos los que no somos nativos digitales, quienes, ante toda esa vertiginosa agitación y proliferación de estímulos, hemos llegado a sentir cierta pérdida de arraigo. Pero lo que desde un punto de vista parece pérdida, desde otro se configura como gananciosa mutación, tremenda y fascinante: las tecnologías cambian y nos cambian. Nos ensimisman y nos alteran. Como extensiones de nuestros cuerpos, los medios se remedian para devenir interfaces, prótesis cada vez más ajustadas a nuestros sentidos. Potencian así lo sensorial, lo sensitivo, lo sensible, lo imaginable, lo inteligible. Podemos decir que el hombre de hoy ya cuenta con antenas intangibles que funcionan sin tregua, en el acto, recibiendo y emitiendo señales, haciendo del orbe una aldea compacta, como presagiara McLuhan.

Esa relación fundamentalmente técnica con el mundo como totalidad, comienza en el siglo XVII en Europa, pero hoy, a nivel global, aparece como una revolución radical de nuestro modo de ser, de comprender, de comunicar. Es difícil prever las transformaciones que se avecinan. Lo seguro es que el desarrollo de las plataformas digitales, sobre todo nanotecnológicas, se efectuará con mayor velocidad y no podrá ser detenido. Estamos cada vez más estrechamente cercados por un complejo campo de energías, de fuerzas cuyos flujos interactivos condicionan intensa y extensamente el ambiente imaginario y el clima comunicacional de nuestro tiempo. Ese tenso y denso ecosistema cuya líquida aceleración ha dejado atrás e incluido al de los medios de masas anónimas y desconectadas, transita así hacia colectividades conectadas que conforman redes sociales de diverso jaez. Los poderes que en todas partes y a todas horas nos retan, acosan, arrastran y dispersan bajo algún dispositivo de mediación o remediación, hace rato han desbordado nuestra voluntad y capacidad de decisión, sumiéndonos en una envolvente tecnocultura o tecnoesfera cuyo comercio de mensajes nos convierte en prosumidores. Reina la compulsión de hacer de todo noticia, de dar y de recibir información hasta del más mínimo detalle cotidiano, de comentar sin cesar sobre cualquier situación. Los nativos digitales, en especial, en su sobredosis de información, desinhiben con naturalidad su intimidad y debilitan así su necesidad de privacidad; no se imaginan otro modo de profundizar una relación si no es a través de las redes sociales, viven literalmente ‘enredados’, lo que obligaría a re-significar esa palabra. En fin, conectan en simultáneo con varias personas en función de diferentes temas u ocupaciones, protagonizan la metamorfosis de la industria del entretenimiento al extremo de unir inextricablemente los juegos y espectáculos con las tareas laborales o escolares.

«Encontrarse», según Ortega, es la primera categoría de nuestra vida. Este libro no es otra cosa que el testimonio de un encuentro que invitó a la comunidad académica latinoamericana a reconocerse en un «nosotros», a reflexionar, a meditar sobre algo muy próximo: el devenir de la industria digital, sus tendencias, escenarios y oportunidades; pero también sus amenazas, fortalezas y debilidades.

Las perspectivas tecnológicas para la educación superior contemplan, desde el año 2012, horizontes de implantación de un conjunto de cambios en los criterios y procedimientos de la enseñanza, el aprendizaje y la investigación; los cuales perfilan, a su vez, un conjunto de tendencias y desafíos.1

Así, las aplicaciones móviles, la computación en nube, el contenido abierto, los entornos colaborativos, son fenómenos cuyo horizonte de implantación bordea el año, o quizá menos. Por lo demás, las tabletas, el aprendizaje basado en juegos, los entornos personales de aprendizaje y la geolocalización, ofrecen un horizonte de implantación con un rango de dos a tres años. Por último, las analíticas de aprendizaje, las aplicaciones semánticas, los cursos masivos abiertos en línea y la realidad aumentada, ostentan un rango de entre cuatro y cinco años para ser implantados. Asimismo, prospec-tivamente, aparecen diez tendencias, a saber: (i) la pretensión de poder trabajar, aprender y estudiar cuando se quiera y desde donde se quiera; (ii) la multitud de recursos y relaciones disponibles en Internet obliga a los educadores a revisar su papel en los procesos de creación de sentido, asesoramiento y acreditación; (iii) los cambios en la enseñanza inducen a la mayoría de las universidades a situar la capacitación de los docentes como un elemento estratégico; (iv) el empoderamiento social y ciudadano de los jóvenes propiciado por las tecnologías extiende su lógica al ámbito educativo; (v) una cultura formativa-educativa se expande en base al uso de tecnologías y coloca la centralidad del aprendizaje en el estudiante; (vi) los administradores tienen la voluntad de considerar nuevos métodos para combinar la formación presencial y la asistida por las tecnologías; (vii) las tecnologías están, cada vez más, basadas en la nube, las nociones de soporte de TIC están descentralizadas; (viii) se incrementa el deseo de los estudiantes de usar su propia tecnología para el aprendizaje; (ix) la creciente disponibilidad de ancho de banda está cambiando radicalmente los comportamientos de los usuarios en la enseñanza, el aprendizaje y la investigación; (x) el aula volteada (o flipped classroom), el nuevo paradigma de la pedagogía moderna, está tomando cada vez más auge tanto en la educación secundaria como en la superior.

De aquí se desprenden los retos principales que, en materia de tecnología digital, enfrentan las universidades: (i) transformar las estructuras institucionales atendiendo a modelos de la sociedad del conocimiento; (ii) incorporar de manera eficiente y eficaz las tecnologías para la docencia y la investigación; (iii) promover el desarrollo de competencias digitales para el desarrollo de la disciplina y de la profesión; (iv) flexibilizar el acceso y planificar experiencias de aprendizaje abiertas; (v) ofrecer tecnologías e implementar prácticas acordes con una formación personalizada y personalizable; (vi) identificar mecanismos que estimulen y promuevan la innovación docente apoyada en las TIC; (vii) realizar investigación en red sobre educación superior; (viii) centrar la evaluación de la innovación educativa en una cultura que añada tecnología a los modelos educativos; (ix) implementar mecanismos de apoyo a la actualización de conocimientos y competencias del mundo digital; (x) garantizar la competitividad y sustentabilidad de la institución educativa.

Empero, más allá de lo que esos horizontes de implantación, esas tendencias y esos retos puedan suponer o implicar, lo verdaderamente inquietante no es que el mundo de la comunicación y, en particular, el de la educación superior, se tecnifique por completo. Mucho más inquietante es que el ser humano no esté preparado para esa transformación universal; que la tecnología —como temía Einstein— sobrepase nuestra humanidad; que aún no logremos enfrentar meditativamente lo que mediáticamente se cierne en esta época. Y me refiero a la agonía de la ética solo en dos aspectos: primero, el de la comunicación directa, el de la conversación cara a cara tan interrumpida, tan fragmentada, pero tan esencial. Y segundo, el de la apuesta por utopías tan valiosas como las expresadas en las consignas de la Carta de la Tierra.

Heidegger distinguía dos tipos de pensar, cada uno de los cuales es, a su vez y a su manera, necesario y justificado: la reflexión meditativa y el pensar calculador. Aquella, emblema de la razón cordial que cuida y preserva; este, emblema de la razón instrumental que domina y transforma.

El pensar meditativo es aquel que va en pos del sentido que impera en todo cuanto es. El pensar calculador, mientras tanto, planifica, investiga, organiza una empresa, programa un software o construye un hardware. Es un pensar que considera siempre circunstancias dadas, que apunta a unas finalidades determinadas, que cuenta de antemano con ciertos resultados y que, aun cuando pueda no operar con números, calcula probabilidades continuamente nuevas, abre perspectivas cada vez más ricas y más económicas, pero no se detiene nunca ni hace un alto para meditar. Cuando, con Heidegger, asumimos la tensión contemporánea entre esas dos modalidades del pensamiento paramos mientes en que el hombre de hoy huye ante el pensar. Queda claro que no nos referimos aquí al pensar calculador sino a la reflexión meditativa. Resulta que esta última anda por las nubes, no es útil para acometer asuntos corrientes, no aporta beneficios de orden práctico, exige un esfuerzo sostenido, un largo entrenamiento y delicados cuidados. Pero, cual campesino, debe saber esperar a que brote la semilla y llegue a madurar.

Pues bien, cada uno de nosotros puede, a su modo y dentro de sus límites, seguir los caminos de la reflexión, pues somos seres pensantes, ‘meditantes’, críticos. Esa reflexión no tiene por qué ser necesariamente sofisticada, es suficiente que nos demoremos junto a lo más próximo, que meditemos acerca de lo que nos concierne a cada uno de nosotros aquí y ahora; aquí, en este rincón del planeta; ahora, en el momento presente del acontecer mundial, en el que —legítimamente— todos creen que pueden ser comunicadores y en el que, por lo tanto, hay que repensar seriamente el valor agregado de educar para hacer comunicación.

Leonardo Boff advierte que educar no es llenar una vasija vacía sino encender una luz. En otras palabras, nos dice que educar es enseñar a pensar y no solo enseñar a tener conocimientos (agregaría: aprender a tenerlos y sostenerlos). El caso es que los verdaderos conocimientos nacen del hábito de pensar con profundidad. Hoy en día estamos hiperinformados; a partir de esa información, podemos conocer poco o mucho; pero lo que sí es cierto es que solemos pensar poco en lo que conocemos. Aprender a pensar es decisivo para situarnos autónomamente en el interior de la sociedad del conocimiento y de la información. Para respirar libertad. En caso contrario, seremos simplemente sus lacayos, condenados a repetir modelos, fórmulas y eslóganes que se superan rápidamente. Para pensar de verdad y para actuar pronta y eficazmente, necesitamos ser críticos, creativos y cuidadosos.

Hay que saber situar las cosas en su contexto, darse cuenta de que los conocimientos muchas veces encubren y justifican intereses. La buena crítica es siempre autocrítica, perfecciona la correspondencia con los cambios reales, da razón de nuestras finalidades, nos ubica, nos sitúa. Nos enseña a tomar distancia, a desenredarnos de vez en cuando para ‘reenredarnos’ mejor.

Hay que saber dar alas a la imaginación, soñar con lo no ensayado sin dejar de poner cable a tierra, inventar y reinventar incesantemente nuevas maneras de expresarnos, identificar potencialidades de la realidad, proponer innovaciones y alternativas consistentes y coherentes.

Hay que saber ser cuidadosos o cuidadores. Atender siempre a los valores que están en juego, priorizar, poner por encima el bien común, no perder de vista el impacto que nuestras ideas y acciones pueden causar en los demás.

Al respecto, vale evocar un relato aleccionador: un antropólogo propuso un juego a los niños de una tribu africana. Puso una canasta de frutas cerca de un árbol y le dijo a los niños que aquel que llegara primero ganaría todas las frutas. Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos, después se sentaron juntos a disfrutar del premio. Cuando él les preguntó por qué habían corrido así, si uno solo podía ganar todas las frutas, le respondieron: «Ubuntu, ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz si los demás están tristes?». Ubuntu en la cultura xhosa significa «Yo soy porque nosotros somos».

La finalidad, el sentido de algo, solo nace donde hay unión y conciencia común. En el fondo, conciencia y finalidad son lo mismo. La conciencia viene de un horizonte de retenciones, de memorias compartidas y apunta siempre hacia otro horizonte de proyecciones, de esperas más o menos tensas, pero siempre compartidas.

La unidad y la continuidad de la vida consisten en la emergencia sin fin de esos momentos de «ahora viviente». El pasado no está muerto y el futuro es nonacido; se retiene el pasado y se proyecta el futuro en el momento mismo del presente viviente; sobrevivimos, pues, en esa brecha entre lo que ya no es y lo que aún no es. Esa es la paradoja de la existencia humana: el hombre es el ser que aún no es. Siempre cabe preguntar si hemos cumplido los objetivos que tuvimos al encontrarnos. Seguramente muchos objetivos se han logrado y ya son realidades, lo cual nos regocija, pero también es verdad que la mayoría de los objetivos, si somos realmente exigentes, son aún metas por cumplir, son posibilidades, y eso nos pre-ocupa.

Mediante la educación, con ayuda de una tecnología digital cada vez más ubicua, estamos llamados a incrementar el número de personas críticas, creativas, cuidadoras, esto es, de ciudadanos plenos para una sociedad mundial que no deja de transformarse.

En los textos aquí recopilados podremos encontrar el tempo lento de la reflexión meditativa pero también el tempo rápido del pensar que calcula y se compromete e involucra con la acción convocando el emprendimiento creador, las estrategias creativas, la empresa comunicativa eficaz, las nuevas poéticas y estéticas.

Cabe expresar un especial reconocimiento a los miembros de nuestra comisión académica, los profesores Javier Protzel, Julio César Mateus, Ana María Cano, Giancarlo Carbone de Mora, Teresa Quiroz y Fabián Vallas, quienes leyeron las ponencias enviadas al Encuentro y las organizaron en 47 mesas. Basados en ese admirable esfuerzo, los editores de este libro hemos podido tener una referencia muy representativa para seleccionar las ponencias aquí presentadas, junto con las conferencias magistrales que abren el volumen.

Este libro no es solo una posible expresión de la profunda huella digital grabada en nuestras inteligencias y en nuestros corazones a raíz de esa grata experiencia de encuentro, reconocimiento y comunicación vivida en nuestra universidad en octubre del 2012. Es, también, a su modo, un símbolo de las tareas pendientes que nos interpelan como comunidad académica latinoamericana.

Óscar Quezada Macchiavello Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima

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468 s. 15 illüstrasyon
ISBN:
9789972453281
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