Kitabı oku: «Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio», sayfa 2
Adiciones Ignacianas
En la espiritualidad ignaciana, son de gran importancia, para tener oración: preparación, concentración, ambientación-lugar, disposiciones corporales… Todos estos medios forman parte del desarrollo adecuado de dicha oración.
Es bien conocida la importancia que san Ignacio da a estos detalles, cómo los cuida y recomienda encarecidamente. Él mismo los ha recogido en el libro de los EE con el nombre de Adiciones. Entre ellas hay dos que son esenciales para llevar a buen término la oración “saber lo que quiero al ir a la oración” y preguntarme a su término “cómo me ha ido dicha oración”. Veamos algunas de ellas.
1 “Después de acostado, ya que me quiera dormir; por espacio de un avemaría, pensar a la hora que me tengo que levantar y a qué, resumiendo el ejercicio que tengo que hacer”. [73]
2 “Al despertarme, no dando lugar a unos pensamientos ni a otros, advertir luego a lo que voy a contemplar…”. [74]
3 “A un paso o dos antes del lugar donde hago la oración, me pondré en pie por espacio de un padrenuestro, alzando el entendimiento arriba, considerando cómo Dios, nuestro Señor, me mira, etc., y hacer una reverencia o humillación”. [75]
4 “Entrar en la oración, cuando de rodillas, cuando postrado en el suelo, cuando supino rostro arriba, cuando sentado, cuando de pie; tendiendo siempre a buscar lo que quiero. Advirtiendo dos cosas: la primera es que si encuentro aquello que busco en la postura que tenga no pasaré adelante; la segunda, en el punto en el cual hallare lo que quiero, ahí me quedaré sin querer pasar adelante hasta que me satisfaga”. [76]
5 “Después de acabada la oración, por espacio de un cuarto de hora, sentado o paseando, miraré cómo me ha ido la oración; si mal, miraré la causa de donde procede y corregirla; y si bien, dar gracias a Dios, nuestro Señor”. “He visto al Señor y me ha dicho esto”. Jn 20,18 [77]
Oración para antes de cada ejercicio
[46] Oración. La oración preparatoria es pedir gracia a Dios, nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente al servicio y alabanza de su divina majestad.
(Esta oración se ha de rezar a conciencia, indefectiblemente, cada vez que en adelante, se tome este libro para orar. San Ignacio lo pide encarecidamente. Para mayor ayuda copiamos la siguiente oración que reúne los elementos señalados en [46])
“Concédeme, Dios misericordioso, desear ardientemente lo que te es grato, (…) conocerlo verazmente y cumplirlo perfectamente, para gloria y alabanza de tu nombre. Ordena, Dios mío, mi existencia y concédeme saber lo que tú me pides que realice. Y dame el realizarlo como sea necesario, y sea conveniente para mi alma”.
Santo Tomás de Aquino
SEMANA I [45] 1° Ejercicio. Punto I
5° día de perseverancia.
[50] Meditación: “El pecado de los ángeles”
[48] “Aquí será pedir vergüenza y confusión de sí mismo, viendo cuántos han sido condenados por un solo pecado mortal y cuántas veces yo merecía ser condenado para siempre por tantos pecados míos”.
En el principio Dios lo creó todo, y vio Dios que todo era bueno.
Antes que al hombre, los espirituales ángeles, en el celeste cielo;
más no todos lo agradecieron: ni amor, ni obediencia, ni servicio rindieron
al verse hermosos, la divinidad quisieron.
La soberbia del grande perdón no pretende;
se llamaron demonios, y para siempre la gracia perdieron.
No he de olvidarlo:
Con frecuencia yo peco; ¡más, si fuera un pecado!, ¡son cientos que tengo!...
Los ángeles pecaron tan solo una vez, y se volvieron infierno,
¿qué es lo que yo merezco?…
A mí, Dios no ha querido llamarme demonio.
–¡Aún me llamas “mi hijito dilecto”! ¡Y me has preparado
este rato de encuentro! ¡Qué amor, Dios mío!
¡Para mí eres todo privilegio!
¡Mi corazón estalla de gratitud y amor sincero!
SEMANA I [45] 1° Ejercicio. Punto II.
6° día de perseverancia.
[51] Meditación: “El pecado de Adán y Eva”
[48] “Aquí será pedir vergüenza y confusión de sí mismo, viendo cuántos han sido condenados por un solo pecado mortal y cuántas veces yo merecía ser condenado para siempre por tantos pecados míos”.
Por tentación y soberbia, nuestros primeros padres,
olvidando los dones del jardín del Edén, al
–“Seréis como dioses”. Presto respondieron.
Nosotros, sus hijos, y toda descendencia,
hasta el final de los tiempos recibimos la herencia:
siempre acosados por muerte y guerra,
por pestes y odios; que, como aluvión entraron,
por la puerta abierta que dejó el pecado .
–¡Oh, Adán!, ¡Eva! ¿Qué nos han dejado? ¿Qué nos han perdido?
¡Por un solo pecado! Arruinaron el jardín que el Padre nos había soñado.
Cambiaron el vestido de gracias celestes que Dios les ha dado,
por las pieles de animales muertos con que se taparon.
Nos dejaron “gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”; hasta el corazón de Santa María fue traspasado. El plan amoroso de un Dios enamorado lo han estropeado. Sabían lo que hacían, y su libertad mal usaron; ¡Por un solo pecado! Y yo que desde acá veo asombrado, todavía no aprendo y sigo pecando, ¿qué es lo que merezco?, pues lección ya tengo… y sigo pecando. –Y Tú, Cristo mío, me sostienes, me esperas. Me llenas de ternura, me extiendes tu mano. Para conmigo, misericordia infinita. ¿Cómo he de pagarlo? Darte gracias no alcanza… ¿Cómo por tanto amor he de hacer pago?
SEMANA I [45] 1° Ejercicio. Punto III.
7° día de perseverancia.
[52] Meditación: “El pecado de un hombre”
[48] “Aquí será pedir vergüenza y confusión de sí mismo, viendo cuántos han sido condenados por un solo pecado mortal y cuántas veces yo merecía ser condenado para siempre por tantos pecados míos”.
Había un loco que catecismo sabía;
los 10 mandamientos, desde niño cumplía.
Teniendo a Dios por Padre, cierta vez prefirió,
como Adán y los ángeles, su propia voluntad a la ley de Dios.
¡Ay, desdicha la de aquel desgraciado! De espaldas a su Creador,
ignoró la voluntad divina, la propia prefirió.
Actuó según su capricho, juzgó lo suyo como mejor,
despreció al que todo lo sabe: bondad infinita, ternura de amor.
Una sola vez pecó; ignoró la voluntad divina y la propia prefirió.
¡Qué desgracia la suya! Aquella misma tarde su hilo acabó.
Tocó la campana, en el justo momento se detuvo el reloj.
Y así fue su ingreso a la eternidad sin Dios;
un solo pecado su suerte fijó.
¡Y yo estoy vivo!, ¡con tantos pecados! o ¡con poco amor!
¡Oh, Cristo! y ¡con posibilidades ciertas de salvación!
Misericordia infinita he recibido yo.
Estoy en Ejercicios, leyendo y rezando, comprendiendo el camino, escuchando tu llamado de amor. ¡Qué bueno conmigo, mi Dios! Miro esta cruz y en ella a mi Cristo; que por librarme no tuvo en cuenta su condición de Dios, y vino a este mundo a sufrir como hombre, para evitar que me pierda y por mis pecados murió. –¿Qué he hecho por ti, Cristo mío? ¿Qué hago por ti? ¿Qué he de hacer? –Que no me falte tu auxilio, estaré esperando que me digas: ¿Qué he de hacer? ¡Dímelo que yo respondo! “Como un amigo habla a otro amigo o un siervo a su Señor”; ¡Dame tu consejo y pídeme lo que quieras! Con tu gracia yo te lo doy.
SEMANA I [55] 2° Ejercicio. Punto I.
8° día de perseverancia.
[56] Meditación: “Todos los pecados de mi vida”
[55] “Será aquí pedir crecido e intenso dolor y lágrimas de mis pecados”.
Mirando tu amor en la cruz, recuerdo entristecido y avergonzado,
cada verano y cada invierno, cada otoño y primavera;
reiterados regalos de tu amor, con mis culpas empañados.
Hoy todo lo recuerdo y por cada uno vuelvo a pedir perdón.
Desde niño pequeño, mis picardías ya decían quién soy;
de joven también recuerdo, uno a uno, y aún tengo rubor;
de adulto, ya grave, y hasta el día de hoy…
La casa, la escuela, la calle y aquellos lugares donde he frecuentado;
casi ningún lugar se ha librado de mi malsana inclinación.
¡Aborrezco el pecado cuando lo pongo a la luz de tu amor!
A veces, como respuesta: tibieza,
a tu llamado amoroso: “después voy”.
Otras veces, encantado en lo bello que me has dado,
te olvidé como Dador.
Mis pensamientos dispersos en tantas bellas creaturas,
dando espalda al Creador, fuente de toda hermosura.
Encantado en cualquier cosa, es grande mi omisión.
¡Qué pena la mía, se me estruja el corazón!
Pero aún aquí me tienes; me das luz para ver y me das penas,
para pedirte perdón; te miro en la cruz y en vos confío,
como confió el buen ladrón.
SEMANA I [55] 2° Ejercicio. Punto II.
9° día de perseverancia.
[57] Meditación: “La fealdad del pecado”
[55] “Será aquí pedir crecido e intenso dolor y lágrimas de mis pecados”.
Recordé mis pecados, de tiempo en tiempo;
en su lugar y montón.
¿Con qué he de comparar sus rostros?
Siempre mirándolos desde el amor de Dios.
Fealdades que engendro, criaturas de terror.
Siete rostros, agresivos y burlones,
en mis desidias cobardes me robaron el amor.
He de ponerles nombres horribles, colores desagradables
aterrantes formas, pues rechazarlos quiero
a esos monstruos infames por los que olvidé su amor.
–¡Es que por ellos derramé tu sangre, mi Cristo!, y tu pasión.
Por ellos pendes en cruz, no dejes que vuelva a ser presa
de esas horribles criaturas, tan débil yo soy.
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