Kitabı oku: «Hijas e hijos de la Rebelión. Una historia política y social del Partido Comunista de Chile en postdictadura (1990-2000)», sayfa 9

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Los candidatos y candidatas del Partido Comunista en 1992

Como el objetivo del MIDA era competir en todo el país, inscribió más de mil candidatos y candidatas a concejales, cubriendo 293 de las 335 comunas que existían en Chile. De 1050 postulantes, 813 eran militantes del PC, lo que representaba el 77,4% del total. Junto con demostrar el desequilibrio de fuerzas al interior del MIDA, la nómina de candidatos y candidatas del PC a las elecciones municipales de 1992 representaba un buen indicio del perfil del militante comunista postcrisis de 1990. Producto del alto número de nombres que requería esta elección, unido al carácter local que esta tenía, los candidatos eran militantes de base y normalmente pertenecientes a la comuna que intentaban representar.

Al revisar el listado de candidatos comunistas de 1992, resalta la diversidad de perfiles que existían al interior de la organización. Obreros, profesionales, mujeres y jóvenes, daban cuenta de que la crisis de 1990, si bien impactó con fuerza en el núcleo más ilustrado de la militancia comunista, no significó que desapareciera el carácter multifacético de esta. Respecto a las mujeres, del total de candidatos del MIDA, representaban solo el 17,8%. Esto demostraba que la lista de izquierda no escapaba del bajo promedio de participación que tenía la mujer en el quehacer político chileno. En el caso del PC, estas solían ser dirigentes poblacionales y estudiantiles. Dos casos característicos de «mujeres pobladoras comunistas» eran los de Luzmenia Toro, candidata por la comuna de Huechuraba, y el de Claudina Núñez, que corría por la comuna de Pedro Aguirre Cerda. Ambas resumían el perfil de la militante femenina de extracción popular. La primera era militante del PC desde 1964, y participó en las tomas de terrenos que dieron origen a las primeras «poblaciones» –nombre que reciben las barriadas populares en Chile– del sector norte del Gran Santiago. Como se sabe, el PC tuvo un papel protagónico en el movimiento de pobladores previo al golpe de Estado de 1973, el que se convirtió en caldo de cultivo de numerosas nuevas hornadas de militantes177. Validada como dirigente de juntas de vecinos y centros de madres, detenida en múltiples ocasiones durante el régimen militar, Toro simbolizaba la unión de la experiencia militante femenina popular previa y durante la dictadura. En el caso de Núñez, sus padres fueron fundadores de la primera y más emblemática toma de terrenos de la historia de Chile, que dio origen en 1957 a la población «La Victoria». A los 11 años ya vendía El Siglo en su territorio, ingresando a las JJ.CC. en 1965. Su trayectoria como aguerrida dirigente pública del Comando Unitario de Pobladores durante la dictadura la convirtió en una reconocida dirigente social. Toro obtuvo una alta votación en las elecciones, pero no consiguió ser electa concejal, al contrario de lo sucedido con Núñez, que sí obtuvo dicho cargo en 1992178.

El otro perfil de la militante femenina era el de la joven estudiante o pobladora perteneciente a las JJ.CC. Por ejemplo, el caso de Carmen Bascuñán Morales, candidata por Valparaíso. Militante desde 1984, fue dirigente estudiantil en la Universidad de Valparaíso y se conectó al trabajo sindical en la organización de los trabajadores temporeros de la V Región. Otro caso era el de Nadiezhda Yáñez, estudiante universitaria, pero militante de las JJ.CC. desde 1985, cuando cursaba la enseñanza media. En esa etapa, fue dirigente de la Federación de Estudiantes Secundarios (FESES), expulsada de su liceo y detenida en varias ocasiones. También las jóvenes comunistas postuladas al municipio recogían la tradición de la lucha territorial, como Claudia Troncoso. Estudiante de pedagogía en Historia y Geografía, optaba por la militancia territorial. En la comuna de La Granja fue presidenta de la Agrupación Intercomunal de La Granja-San Ramón-La Pintana, que pugnaba por la democratización de las juntas de vecinos. Además, como era característico entre la militancia comunista territorial, había participado en talleres orientados a la prevención del consumo de drogas entre jóvenes de extracción popular. Por último, en el caso de las mujeres, el PC contaba con un significativo número de profesoras, que participaban en organizaciones sociales de su gremio, o vecinales o de derechos humanos, como Holanda Vidal, candidata por Paine, Marlene Mejías, de Renca, y Etelinda Bravo, por La Florida179. En todo caso, la participación de la militancia femenina todavía era muy minoritaria en comparación a los hombres.

Entre estos destacaba un importante segmento de militantes que había comenzado a militar a fines de la década de 1960 y principios de 1970. En esa etapa, las Juventudes Comunistas pasaron de ser una organización con un radio de influencia acotado a una organización de masas. La explosión de participación popular que trajo la radicalización social y política que el país experimentó en esa época hizo crecer el número de militantes en los partidos de izquierda. La experiencia de luchas políticas y sociales de este segmento de militantes era multifacética. Por ejemplo, Ernesto Medina, candidato por Maipú, había ingresado al PC en 1969. Durante la dictadura fue dirigente poblacional de la Coordinadora Metropolitana de Pobladores y relegado a zonas extremas. En el momento de ser candidato, era secretario general de la Confederación de Deudores Habitacionales (CONFEDACH). Otro perfil característico de la «generación del setenta», era su condición de profesores, como el caso de Reginaldo Soto, candidato por la comuna de Peñalolén. Militante del PC desde 1970, recién terminó su carrera de profesor de Historia y Geografía a mediados de los ochenta, luego de ser expulsado de la universidad en 1974. Dirigente de centro de padres, clubes deportivos, educación de adultos, su trayectoria simboliza la típica inserción social del militante comunista. En una línea similar, el profesor y candidato por la comuna de El Bosque, Roberto Hernández (militante desde 1970), fue dirigente de la Asociación Gremial de Educadores de Chile (AGECH), entidad que luchó por la democratización de la organización representativa de los profesores y que fue duramente reprimida durante los años de la dictadura militar. Otros eran dirigentes obreros, como Carlos Soto González (militante desde 1972), que había sido presidente del Sindicato de Ferias Libres de la comuna de Lo Espejo y dirigente de los trabajadores de la construcción. Por una cuestión etaria, muchos integrantes de la «generación del setenta» formaron parte de los aparatos militares que el PC creó para intentar derrocar a la dictadura. Fue el caso de Juan Soto Vergara, de profesión médico y militante desde el año 1970. En su currículum como candidato a concejal por la ciudad de Viña del Mar, destacaba que había militado en el FPMR y había sido dirigente de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de Atención Primaria de la Salud180.

De esta forma, es posible afirmar que parte importante de la militancia de base del PC correspondía a la «generación del setenta», cuya primera experiencia militante quedó marcada por la épica de la Unidad Popular y que luego se forjó durante la lucha contra la dictadura. Siempre dirigentes de organizaciones sociales o comprometidos con las formas más radicales de lucha contra la dictadura, representaban unas de las caras más visibles del PC.

Otro segmento importante de la militancia era la «generación de los ochenta». Reunía a aquellos que habían ingresado al PC durante la dictadura. Por este motivo, mostraban una particular sintonía con el relato épico de la Política de Rebelión Popular y «todas las formas de lucha» contra la dictadura. Por ejemplo, Sergio Rojas Zabala (ingresó en 1981 al PC), candidato a concejal por Pedro Aguirre Cerda, fue dirigente territorial de la conocida organización «Caro-Ochagavía», fundada en 1983 y que protagonizó la lucha frontal contra la dictadura en la zona sur del Gran Santiago. Además, fue dirigente obrero e interno de la Jota, amalgamando la experiencia de dirigente social con la militancia. Pablo Becerra, también de la zona sur de Santiago, era candidato por Lo Espejo. Fue dirigente juvenil de juntas de vecinos de su sector, presidente del Centro Juvenil Amaranto en Lo Espejo y dirigente de base de la Juventud Comunista. Otros, como Cristian Gajardo, candidato por Renca, basaban su experiencia social por haber sido monitores de programas de prevención de consumo de drogas en su comuna. En el caso de Rodrigo Roco, candidato por la comuna de La Reina e integrante de la Juventud desde 1988, era el característico militante territorial vinculado a las actividades culturales. Posteriormente se convertiría en una de las principales «caras nuevas» del PC chileno, producto de su destacada labor como dirigente de los estudiantes de la Universidad de Chile. Así, también fue característica la presencia en esta generación la experiencia como dirigentes estudiantiles durante la dictadura, como el caso de Luis Salinas, candidato a concejal por La Florida. Por todo esto, la generación de los ochenta también representó un segmento muy protagónico de la militancia comunista durante la década de 1990181.

Otro grupo de la militancia estaba representado por la vieja guardia comunista, que había ingresado al PC antes de la década de 1960. Era el caso Mireya Baltra y José Oyarce, ex ministros de Salvador Allende, candidatos por las comunas de La Florida y San Miguel, respectivamente. Ambos tenían vasta experiencia como dirigentes sindicales en la Central Única de Trabajadores (CUT), previo al golpe de Estado. En el caso de Luis Ramos (militante desde 1952), candidato por Lo Espejo, fue brutalmente torturado durante la dictadura y estuvo varios años detenido en diversos recintos. Similar situación vivió Enrique Molina (ingresó en 1941 al PC), emblemático militante de la población «La Legua» y candidato por la comuna de San Joaquín. En el caso de las mujeres, fueron baluarte en la organización y el activismo en las agrupaciones de derechos humanos, como el caso de Rebeca Díaz, candidata por Viña del Mar. Su hijo, militante de la Juventud, fue asesinado durante la dictadura182. Representaban a la generación de militantes autodidactas, que condujeron al PC al triunfo de Allende en 1970. Además, vivieron la experiencia de la prisión, el exilio y el asesinato de sus compañeros. Generación diezmada, era la que representaba el acervo histórico de la organización.

En este perfil de los militantes comunistas destaca la ausencia de intelectuales y personalidades provenientes del mundo artístico y cultural. El PC, a pesar de ser un partido de marcada orientación obrerista, especialmente a partir de la década de 1960, contó con presencia en el mundo universitario y de la creación artística. Sin embargo, uno de los efectos concretos de la crisis de 1990, fue un notorio descenso de su presencia en ese sector. En este sentido, una de las principales falencias de la dirección encabezada por Volodia Teitelboim fue su incapacidad de evitar la fuga de artistas e intelectuales. Él mismo un destacado escritor que años más tarde recibiría el Premio Nacional de Literatura, sus argumentaciones a favor de una «renovación revolucionaria» del PC no tuvieron acogida en un amplio espectro de militantes. El hecho de que la organización perdiera peso en esta área significó hipotecar parte importante de su prestigio. Si los comunistas se habían ganado un espacio en la realidad política y social chilena, era, en parte, por el aporte de algunos de sus más destacados militantes al quehacer cultural del país. Así, la ausencia relativa del PC en este campo coadyuvó a la construcción de la imagen de un partido en decadencia y próximo a la extinción. También contribuyó a la visión que enfatizaba la supuesta ortodoxia del PC y que este había perdido la sensibilidad y características de antaño. Con todo, para la organización, esto no implicó abandonar la preocupación por llegar a ese mundo. En los años siguientes, el PC retomaría parte de su protagonismo en el ámbito artístico. Nunca logró recuperar el enorme capital cultural que representaban algunos de sus ex militantes, pero no dejó de vincularse con el mundo intelectual y de las artes.

En resumen, todos los candidatos y candidatos comunistas para las elecciones de 1992 habían experimentado en carne propia la militancia durante la dictadura. Por ser el único tipo de militancia que conocían o porque habían adherido a ella, se habían curtido al calor de la línea del PC bajo la dictadura. Por ello, se consideraban «hijas e hijos de la Rebelión», es decir, tributarios de las enseñanzas y prácticas políticas de la lucha clandestina y armada contra la dictadura, que había pasado a constituir una piedra angular del orgullo partidario.

Las elecciones municipales de 1992 y la precandidatura presidencial del PC

Como decíamos, la dirección del PC definió que la elección municipal era una batalla política crucial para el futuro de la colectividad. Los comunistas, junto a sus aliados del MIDA, quisieron transmitir varios mensajes a la ciudadanía. En primer lugar, acentuando sus críticas al gobierno, que este había abandonado el impulso democratizador y asegurado el continuismo del modelo heredado por la dictadura183. En este caso, la idea era lograr apoyo de la ciudadanía que se sentía de izquierda, que había votado por Aylwin, pero decepcionado por el camino elegido por su gobierno.

El segundo mensaje que intentó desarrollar el PC, era que la batalla contra la dictadura, centrada en la recuperación y profundización de la democracia, era una tarea todavía vigente. Por eso sus candidatos, como vimos, eran en su mayoría dirigentes sociales de base, que intentaban vincular sus campañas a problemáticas locales. Los objetivos primordiales de los candidatos del MIDA eran reactivar la movilización y reconstruir tejido social184. Además, el PC entendía que era necesario obtener un significativo porcentaje de votos para que, a pesar de carecer de presencia en el parlamento, fuera considerado un actor político relevante en el país. Haciendo un análisis más realista que el de 1989, como ya decíamos, la meta era rondar el 5% de la votación.

El tercer mensaje que el PC buscó transmitir, era que existía un proyecto alternativo proveniente de una izquierda anticapitalista. Por ello, el diseño de la campaña recalcó dos cuestiones: el énfasis en los jóvenes y la identidad de izquierda. Respecto a lo primero, se utilizó la canción del salsero panameño Rubén Blades llamada «Muévete», que le dio el nombre a la campaña. Así, se conjugaba la apelación juvenil –la salsa estaba en una etapa de gran popularidad dentro de ese segmento etario– con el llamado a la movilización. La campaña sería en terreno, a la antigua, pero sin recursos provenientes del partido185.

De esta manera, la recepción positiva de estos tres mensajes permitiría posicionar la alternativa presidencial del sector, con vistas a las elecciones de 1993. Por este motivo, de los resultados de las municipales de junio de 1992 dependían aspectos de mediano y largo alcance de la línea política comunista. El primero, referido al posicionamiento que tendría el candidato presidencial del MIDA, en el sentido de si sería más o menos influyente políticamente hablando. En el caso del segundo aspecto, sería la demostración del mentís o no respecto a la defunción del Partido Comunista como actor relevante en la política chilena.

Conocidos los resultados, el claro triunfador fue el oficialismo, que logró retener el respaldo del electorado, pues el 53% de apoyo ratificó su mayoría absoluta. La derecha, por su parte, evitaba la debacle con un 29% de los sufragios. Una sorpresa la brindó el partido «Unión de Centro Centro» (UCC), creado por el caudillo populista de derecha Francisco Javier Errázuriz. A la sazón, era una de las personas más acaudaladas de Chile, basado en la propiedad de una conocida cadena de supermercados. En 1989 había sido candidato presidencial, logrando un significativo 15% de apoyo popular. Su posición crítica a la derecha y al oficialismo logró traspasarla en parte a su partido satélite. Con esta votación, la UCC se convertía en un actor a considerar en la parlamentaria del siguiente año. Por su parte, el MIDA logró un sorprendente 6,7%, muy superior a los porcentajes que los analistas y las encuestas le pronosticaban186.

Con todo, los resultados electorales no alteraron los equilibrios más gruesos del sistema político, confirmando que la primera opción para reemplazar a Patricio Aylwin al frente del país estaba en manos del candidato que levantara el oficialismo. En particular, el 29% obtenido por la Democracia Cristiana –por lejos el partido más votado de Chile– permitía especular que un hombre de sus filas sería el nuevo presidente del país. Como suele ocurrir con los resultados electorales, todos los sectores se declararon satisfechos. En el oficialismo, el bloque PS-PPD ratificó la precandidatura presidencial de Ricardo Lagos Escobar, aunque claramente quedaba en posición desmejorada frente a la DC. Esta, por su parte, presidida por Eduardo Frei Ruiz-Tagle, analizaba la situación desde la cómoda posición de ser el mayor partido de Chile. Por último, la derecha sentía que con un tercio de la votación, podían avanzar a ser alternativa de poder, aunque apenas disimulaba sus rencillas internas.

De todas maneras, uno de los aspectos novedosos y más comentados de la elección, fue la votación del MIDA. Aunque el 6,7%, analizado fuera de contexto no constituye una votación especialmente alta, en esa coyuntura histórica, plagada de magros pronósticos para las ideas de izquierda y de debacle de la idea comunista, podía considerarse significativo. Los comunistas y el MIDA no vacilaron en calificar sus resultados como una «victoria irrefutable». Según la declaración del MIDA, se modificaba el cuadro político, porque emergían, según ellos, como alternativa de izquierda a la Concertación187. Medios ligados al oficialismo, aunque lejos del exitismo de los comunistas, reconocían la sorpresa ante el resultado del MIDA188.

De este modo, distintos sectores reconocieron que habían errado el pronóstico sobre la muerte política de los comunistas y sus aliados y que, a lo menos, deberían ser tomados en cuenta a la hora de los análisis políticos. En el marco de una elección presidencial y parlamentaria, el margen de casi 7% que representaba el MIDA era una cifra que debía ser considerada. En ese sentido, los comunistas podían dar por cumplida ampliamente su meta para estas elecciones: se había producido su resurrección como fuerza política. Y el exitismo del PC se fundaba en la lógica de que si había logrado estos resultados en un contexto tan adverso (política, ideológica y financieramente), en la medida que estos se superaran, el porcentaje de apoyo electoral podría incrementarse189.

Dos fueron las primeras secuelas políticas luego de las elecciones de junio. Primero, el PC, tal como lo había anunciado, proclamó como su precandidata presidencial a Gladys Marín. En segundo lugar, la colectividad comunista volvió a ser considerada como un posible aliado por parte de un sector de la Concertación. Paradojalmente, estos aspectos, que podrían haber sido esfuerzos paralelos para buscar incidir en el escenario político, se produjeron a contrapelo. En efecto, la candidatura de Marín significó acentuar la estrategia de diferenciación del PC y el MIDA respecto a la Concertación. El resultado de las elecciones de junio, como decíamos, fueron interpretados como que esta estrategia había sido exitosa. Por tal motivo, cuando el Partido Socialista propuso hacer un pacto parlamentario instrumental con el PC (y también la UCC), para construir una lista parlamentaria única para las elecciones de 1993, los comunistas no fueron muy receptivos. Por el contrario, acentuaron sus críticas al conglomerado de gobierno y sus partidos. Aunque la oposición del gobierno a este posible acuerdo torpedeó cualquier factibilidad de que este se concretase, fue llamativo que el PC tampoco se hubiera entusiasmado con la propuesta. Predominó entre los comunistas la convicción de que el camino propio, sin abjurar de sus convicciones, era el correcto para desmontar la institucionalidad de la dictadura. El riesgo de desperfilar al MIDA como alternativa de izquierda ante la Concertación, fue lo que terminó por inclinar la decisión de los comunistas190.

De esta forma, el PC se puso a contrapelo del resto de los integrantes del sistema de partidos, quienes buscaban moverse hacia el centro. Era lo que hacía el oficialismo concertacionista (desligarse de la versión radicalizada de la izquierda); también lo que hacía la UCC (de hecho, su propio nombre reflejaba la popularidad que en esa época tenía ser «de centro»). Y en la derecha, al menos Renovación Nacional, encabezada por su presidente Andrés Allamand, intentaba renovar a la derecha, distanciándose de una parte de la herencia de la dictadura de Pinochet. Por el contrario, Gladys Marín no titubeaba en apelar a los rasgos identitarios más sentidos por la militancia para criticar a la Concertación, posicionar al PC como alternativa en el «nuevo cuadro político» y así, supuestamente, horadar las bases izquierdistas del oficialismo. En efecto, para la ya proclamada precandidata presidencial comunista, la Concertación estaba «legitimando nuevamente el fascismo» en Chile, por lo cual lo que quedaba era «cuestionar fuertemente el sistema, el gobierno y al parlamento… Por eso debemos pasar a una etapa superior, distinta, en nuestra actitud de oposición democrática de izquierda… hacer de la oposición algo de verdad, en los hechos y en las calles, a perder el temor… Esta nueva etapa, en condiciones diferentes, porque no es ayer, implica que tenemos que volver, en un nueva etapa, a la Rebelión Popular (aplausos)… [eso] significa usar todas las formas de masas, política, de lucha en la calle…»191.

En base a esta estrategia, el MIDA desarrolló un proceso de selección de su candidato presidencial. Como era de esperar, en la consulta popular organizada por el conglomerado de izquierda, triunfó con holgura Gladys Marín. Sin embargo, los comunistas estimaron que no eran los tiempos para una candidatura presidencial propia. En pos de la unidad del MIDA, declinaron la candidatura presidencial para apoyar al sacerdote Eugenio Pizarro. Este encabezaría la alternativa presidencial del MIDA en 1993.

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