Kitabı oku: «Querido novio»

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Querido novio

Cartas, escritura y contextos culturales

es una publicación de la Universidad de Guadalajara


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Directora de la Editorial Universitaria

Sayri Karp Mitastein

Esta investigación se realizó gracias a los apoyos generosos de Conacyt y SEP-SEBIN-2003-CO-7/A-1

Primera edición electrónica, 2007

Texto

© 2007, Sarah Corona Berkin

Coordinación editorial

Jorge Orendáin Caldera

Diseño de portada e interiores

Vícthor Chávez

CORONA, Sarah

Querido novio: cartas, escritura y contextos culturales / Sarah Corona. – 1a ed. Guadalajara, Jal.: Editorial Universitaria, 2007.

(Colección Jalisco)

ISBN 978 970-27-1146-9

1. Cartas. 2. Arte epistolar. 3. Sociología.

M866-cdd21

D.R. © 2007, Universidad de Guadalajara


Editorial Universitaria

Francisco Rojas González 131

Guadalajara, Jalisco 44600

www.editorial.udg.mx

ISBN 978 970 27 1146-9

Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier sistema de recuperación de información, existente o por existir, sin el permiso previo por escrito del titular de los derechos correspondientes.

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Índice

I. La carta de amor y las escrituras amorosas

Las cartas de amor juveniles

II. La escritura y la comunicación

Escritura y poder

Escritura como tecnología

Escritura y contextos comunicativos

Escritura y política

III. Los contextos y los discursos epistolares

El contexto oral de la escritura

El contexto mediático de la escritura

El contexto tecnológico de la escritura

IV. La carta de amor y el análisis del discurso

¿Un método o varios?

V. La escritura del amor

Los márgenes: los “escribibles” desde la escritura

Márgenes epistolares

Lugar y fecha

Encabezados, exordio y despedidad

Firma, posdata e ilustraciones

Extensión

La conclusividad: los “escribibles” desde el escritor

Las figuras

VI. Erotismos y cartas de amor

Un morral lleno de penes y de vaginas o ¿qué son los exesos?

Bibliografía


I. La carta de amor y las escrituras amorosas


Ridículas parecen las cartas de amor de los grandes pensadores de la historia y de los escritores de extraordinaria prosa. Con pena se leen las misivas amorosas de políticos contemporáneos y de amigos cercanos. Llega el momento en que las propias letras provocan vergüenza.

Entonces, ¿por qué escribir un libro sobre las cartas de amor de jóvenes desconocidos, anónimos, habitantes comunes del campo y de la ciudad?

Tal vez porque los asuntos amorosos se reflexionan poco desde el campo académico, a diferencia con su constante presencia en los medios audiovisuales de comunicación, los impresos comerciales de gran difusión y las diversas manifestaciones populares.

Otra respuesta tiene que ver con la importancia del lenguaje, su forma escrita y su especificidad amorosa.

Es verdad que todos los autores de cartas de amor escriben la misma misiva “vacía”, pero también es cierto que cada enamorado expone su sentimiento único y cree en la carta de amor, por tres motivos principales: porque en ella se presenta y existe, porque escribe y busca agregar algo más al lenguaje hablado y porque crea un documento.

El enamorado, cuyo fin es dar cuenta de su existencia al otro, intenta presentarse por medio de cualquier lenguaje, pues éste no sirve sólo para comunicar, sino para ser reconocido por su amado. Es, cuando le habla, y es, cuando le escribe.

Más allá de la función fática del lenguaje, que se orienta por el mero deseo de contacto, la carta de amor se redacta como un diálogo que le da existencia al sujeto que escribe y al sujeto que recibe ese testimonio y que se encuentra presente en la misiva.

El enamorado también hace cartas de amor porque cree que en ellas puede exponer su sentir de manera más completa. Sabe que las palabras, cuando habla, son limitadas, pero cuando escribe trata de enriquecer el lenguaje para expresar ese amor que siente. Al redactar, busca las palabras precisas, las mejores metáforas, los sobrenombres íntimos, las imágenes inventadas que puedan complementar el lenguaje y potenciar su comunicación. El flechado en su misiva desea superar el desgaste del lenguaje cotidiano e intenta hallar una jerga del amor. Sin embargo, por lo general las cartas de amor de los jóvenes muestran que el lenguaje siempre ofrece las palabras para decir unas cosas y no otras, que los obliga a expresarse de una manera, y que a cada grupo social le permite escribir el amor de una forma como se lo impide hacerlo de otra.

Finalmente, la misiva amorosa se redacta como un documento. La trascripción aleja al discurso hablado de su contexto, de los gestos y texturas que lo acompañan, del acto de la enunciación y de la presencia del interlocutor inmediato. Así, no tiene sentido escribir todo lo que se habla.

Pero la carta de amor tiene una fisonomía particular. Lo que pierde en expresión oral, lo gana en distancia y determinación. El que escribe puede ordenar sus ideas, escoger los términos más persuasivos, soltar las emociones que lo invaden y expresar compromisos con “palabras que no se lleva el viento”.

Cuando se recibe la misiva amorosa, se guarda, se relee, se medita su respuesta. Este documento es especial, pues como fetiche acompaña al amado en el bolso, bajo la almohada, entre las páginas de un libro. Además es valioso, por eso poco se confía a la oficina de correo, antes se entrega en mano o se encomienda a un cómplice mensajero, tal y como se hacía en el pasado.

Ahora bien, todo enamorado de la carta de amor sabe que la construcción reposa sobre una paradoja: es el lugar de los sentimientos únicos y de los códigos cerrados. Por eso, cuando se lee una misiva amorosa ajena, se percibe únicamente el código rígido, el discurso plano, limitado, repetitivo; cuando más, vehemente, apasionado y “ridículo”. Pero, cuando el lector es el involucrado, escucha allí mismo el alma del que ama. Los trazos, las palabras, la longitud de la carta y el papel son pistas que el enamorado, convertido en hábil hermeneuta, puede descifrar.

Con los ejemplos que se incluyen en este estudio, es difícil determinar el sentimiento amoroso de los jóvenes que escriben, simplemente es posible acceder a las palabras que piensan verosímiles para expresar el amor, para presentarse ante el otro y su imaginario de la carta de amor.

Las cartas de amor juveniles

Si se quiere pensar la escritura de las cartas de amor, es necesario contemplar dos aspectos: conocer lo “escribible” desde la tecnología del sistema de signos utilizado, desde lo que el código escrito permite y exige, así como desde las pautas culturales específicas en cada grupo social, es decir, los “escribibles” desde los sujetos escritores. Este doble abordaje tiene que ver con la comprensión de los lenguajes de la comunicación desde las “lenguas” codificadas y las distintas “hablas” de los sujetos que las ponen en acción.

Reflexionar sobre la tensión existente entre la oferta o las formas de uso que propone la escritura epistolar amorosa y las tendencias renovadoras de los distintos grupos sociales, arroja algunas preguntas: ¿qué escriben los grupos sociales que han pasado de la oralidad a los lenguajes audiovisuales de los medios masivos de comunicación, sin haber tenido una historia social de lecto-escritura? ¿Y los que se revelan directamente de las prácticas orales sin pasar por los medios masivos de comunicación? ¿Y aquellos que han tenido una capacitación temprana en la escritura, además de un amplio entrenamiento en formas audiovisuales y nuevas tecnologías de comunicación? En otras palabras, ¿cuáles son los resultados de la negociación entre la diversidad cultural de los grupos sociales y la tendencia homogeneizadora del código de la escritura?

En este libro se muestran los resultados de una investigación realizada con jóvenes pertenecientes a tres grupos sociales: indígenas sin contacto con los medios de comunicación masiva, que saben escribir en castellano y que conviven con prácticas orales de comunicación; individuos de bajos ingresos que están inmersos en los medios masivos de comunicación, que tienen poca relación y que recurren a la oralidad como su forma más común de comunicación; y los privilegiados económicamente, que tienen acceso a todos los medios masivos de comunicación, así como a las modernas tecnologías de información y a la Internet. Estos últimos utilizan la escritura como una herramienta importante de comunicación y poder.


Las cartas de amor de los grupos de jóvenes descritos presentan ciertas reglas constantes o fragmentos propios de la escritura epistolar, y otros elementos recurrentes según el grupo social.

Con ayuda de herramientas etnográficas se busca determinar lo que estos individuos valoran, dicen y hacen respecto a la escritura. Además, el análisis del discurso de los textos escritos por los jóvenes permite conocer los códigos que definen la escritura epistolar y la codificación propia de cada grupo social. Existen tres factores fundamentales en las distintas ejecuciones de la escritura epistolar: el factor tecnológico en interrelación con la oralidad, la audiovisualidad y la Internet; el factor escolar y el acceso a la letra impresa; y la valoración de esta forma comunicativa.

En las cartas de amor, que parecieran intercambios puramente subjetivos, hay una doble codificación: la que implica el género epistolar y la que se construye por grupo social. Las cartas seleccionadas por su especificidad amorosa no contienen un propósito informativo o referencial, como le llama Jakobson al mensaje que tiende a la univocidad. Más allá de lo que “dicen” los jóvenes en la puesta en acción de las reglas genéricas, se asoman a algunas particularidades culturales que determinan la práctica de la escritura y el sentimiento amoroso.

Lo “escribible”, desde las reglas de la escritura, posibilita el acceso al conocimiento de las “instrucciones de uso” que tienen los jóvenes autores de misivas amorosas y las apropiaciones que de ellas hacen por grupo social. También al observar la codificación amorosa desde la escritura particular de cada grupo. Se obtienen pistas para comprender el “habla amorosa” o lo “escribible” propio a los tres universos de jóvenes.

El trabajo etnográfico en los diversos contextos sociales facilitó el conocimiento del entorno comunicativo de los jóvenes y sus referentes culturales de la escritura y el amor. La aproximación discursiva deja examinar en las cartas como eslabones del fluir comunicativo las huellas del contexto, sus referencias, sus saberes y sus sentires.

Las misivas como enunciados acercan a la presencia del destinador y del destinatario, es decir, el “yo” que escribe frente al “tú” que recibe y cómo se construyen ambos en esa relación: un yo amoroso y un tú amado. De esta manera se puede partir de los sujetos que se comunican y de sus discursos cotidianos en el cruce con los discursos institucionales.

La propuesta metodológica del presente estudio nada tiene que ver con descubrir ideologías implícitas o rastrear grados de desarrollo cultural relacionados con la escritura. Ambas iniciativas son restringidas, pues parten de una dirección que apunta al texto aislado de su contexto, a la pasividad del sujeto discursivo y a la escritura como parámetro cultural. Al abordar el discurso y su complicidad en la construcción de subjetividades, se pretende responder a las siguientes preguntas: ¿cómo se escribe el amor en los diferentes conjuntos de cartas? ¿Qué miran, dónde se detienen, qué subrayan, qué omiten los jóvenes en las misivas? ¿Cómo se construyen como seres deseantes y deseables los tres grupos de escritores?

La pasión, referente para el amor en Occidente, es la desmesura, la pérdida de la razón, el sufrimiento total. Sin embargo, los jóvenes de esta investigación parecen habitar el amor de formas distintas. Los huicholes expresan serenidad y cordura. Su apego pausado, con menos incertidumbre, de proyecto a largo plazo, parece estar asentado en un lugar y fecha estables, un entorno reglamentado y un futuro continuo y predecible.

Los muchachos semiurbanos expresan el amor de forma más cercana a la música comercial y los estereotipos televisivos. El afecto es reclamo, desdicha, sufrimiento, un estire y afloje sentimental. Con poco hábito de lectura y escritura, estos jóvenes acompañan sus mensajes con expresiones gráficas, en las que los corazones bañados de sangre, con las iniciales de los enamorados entremezclados, lo dicen todo. También para este grupo el amor es declaración, búsqueda y espera.

Los asiduos a la Internet se suelen expresar en forma desmesurada, histérica, superlativa. La experiencia resulta altamente individual, a pesar de que la fuente de inspiración es el ser amado, pues el joven sólo disfruta de su amor.

¿Amor sereno, amor mediático, amor a sí mismo? ¿Tres tendencias expresivas, tres necesidades sociales? La compacta comunidad huichola, sus tradiciones y controles sociales deciden las formas de hacer pareja. La inclusión, la participación familiar, la formalización pronta de la pareja, garantizan la continuidad de la agrupación.

Las cartas de amor de los mestizos permiten mirar la puesta en acción de nuestra cultura: en las misivas del grupo de altos ingresos se observa el individualismo y la desterritorialización, mientras que en el grupo semiurbano de bajos ingresos se nota la pérdida de un lenguaje popular propio a favor del mediático.

Ahora bien, es necesario añadir que el dicho popular “sobre amores no hay reglas” es aplicable aquí, y afortunadamente la criptografía propia de cada pareja guarda secretos que sólo los enamorados pueden descifrar.

Por otro lado, el análisis de las cartas ilustra sobre las características de la escritura y cómo se vinculan con la vida cotidiana. También muestra que no es un proceso de reproducción íntegra de las reglas de la lengua escrita sino una recomposición de diferentes aspectos determinados por las necesidades comunicativas de cada grupo social.

Prevalecen en los textos las huellas del contexto mediático, del escrito y de la oralidad. En las misivas huicholas hay un conocimiento riguroso de las reglas del código epistolar. Además se presentan características de la oralidad: la participación del espíritu comunitario que determina las formas de relación amorosa, el uso de las fórmulas rítmicas y la contextualización.

Las cartas de los jóvenes semiurbanos delatan que están apartados de la expresión escrita. La pobre ortografía, la reducida cantidad de palabras promedio por texto y el desconocimiento de los márgenes del género hacen pensar que la alfabetización en este grupo ha sido formal, pero poco interiorizada como forma de comunicación propia. Si bien estos jóvenes están inmersos en un contexto escrito: señalizaciones, espectaculares, volantes, etiquetas de productos envasados, transporte público, oficios escolares, libros de texto, propaganda política, etcétera, no son usuarios de la escritura como forma legítima de comunicación con el otro. Las huellas de la oralidad en sus escritos se aprecian en el uso fonético del lenguaje, ya que la ortografía, la puntuación y la correcta separación de las palabras son omitidas, y sobre todo se encuentran rastros de las formas audiovisuales de comunicación: brevedad de los mensajes, temas y formas melodramáticos, uso de imágenes decorativas y expresiones a manera de eslóganes publicitarios.

Las misivas de la Internet muestran una relación entre el dominio de la escritura y una forma tecnológica que facilita la conversación. Se conocen los márgenes de la carta y las reglas gramaticales del castellano escrito, así como se experimenta con abreviaciones, onomatopeyas y signos de puntuación que parecen devolver a la escritura el ritmo y gestualidad de la oralidad.

Los tres grupos de jóvenes asisten a la escuela secundaria y sus programas académicos formales son similares, pero los huicholes y sus maestros no hablan castellano como lengua materna, y el acceso a la cultura escrita es mínimo en la sierra donde habitan. Sin embargo, este grupo no es el más lejano al dominio de la escritura. Por eso la escuela y el acceso al material escrito tienen un lugar importante en la enseñanza del descifrado y la alfabetización formal, aunque no son determinantes en la diseminación de la escritura y su distribución equitativa.

Finalmente, la valoración social que se hace de la letra escrita en cada grupo tiene un papel fundamental en sus prácticas. El reconocimiento y peso que le dan los huicholes a la escritura define la extensión y el cuidado de sus cartas. La certeza que tienen estos jóvenes del poder de la escritura marca el compromiso que allí expresan.

El mundo sumamente audiovisual con el que conviven los jóvenes semiurbanos parece mantenerlos lejos de la escritura. La música y la televisión comerciales invaden su mundo y dejan poco espacio a una expresión propia. Como Jesús Martín Barbero señaló hace tiempo, la cultura popular de estos grupos migró a lo masivo y sus formas de hablar han sido secuestradas por la radio y la televisión, dejando vacía su comunicación escrita.

Los usuarios de la Internet reflejan un dominio de la lengua escrita y de la tecnología de este medio. Para estos jóvenes la escritura es una práctica cotidiana con la cual se preparan también para entrar en el mundo de los que escriben.

Las cartas reflejan también el erotismo propio de cada grupo social. Las miradas amorosas delatan formas de disciplinar los cuerpos y controlar los excesos de acuerdo con las necesidades de cada grupo.

A medida que se profundice en el conocimiento detallado de los usos sociales de la escritura, su valoración y las condiciones de acceso a la cultura escrita, entonces se tendrá más claridad acerca de los mecanismos sociales de su distribución y de cómo incidir en ellos.



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