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El sueño de Dios

Un mensaje de la voz de Cristo a través de un coro de ángeles, en presencia del arcángel Rafael y el arcángel Gabriel

I. Preludio

¡Luz que ilumina la vida! Soy tu amado servidor, el arcángel Rafael, amigo de tu alma. Te amo con todo el amor de Dios. Tu vida es importante para mí. Eres valioso. Pienso siempre en ti. Eres mi sueño y mi alegría, porque comparto con Dios sus sueños de grandeza y plenitud para con todos sus hijos.

Sí, queridísimo hermano mío, comparto con el creador una misma voluntad: que aceptes el regalo eterno de la perfecta felicidad, para que podamos vivir por toda la eternidad en nuestra mutua compañía.

Quien ha traído a la existencia todo lo que existe, se mueve y es, tiene un sueño para toda la filiación. Este puede reemplazar al sueño del olvido por el de la realidad de la plenitud del amor. Estamos caminando hacia la realización plena de ese sueño de Dios. Mejor dicho, estamos caminando hacia la restauración del recuerdo de tu plena realización. Recuerda que eres el realizado.

En el sueño divino, el plan del creador, la filiación retorna a la unidad, desde la cual surgió, y permanece en la belleza, armonía y santidad que proceden de él.

En su sueño, la Madre de los vivientes dispone la dicha sin fin, el fin de las lágrimas y el jolgorio eterno. Su sueño es vivir con sus hijos en el reino del amor, el cual fue creado por ella a su semejanza, para que sea el gozo suyo y de sus retoños. Suyos son los sueños de unidad y de alegría verdadera, los sueños de amor eterno.

Te revelo todo esto para que no dejes de recordar que tu valía está por encima de todo concepto y palabra. La belleza, santidad y grandeza de lo que eres no se pueden describir. También se te revela, por designio de Dios, para que comiences a poner “cara a cara” a las polaridades de la mente dual de un modo particular, y las trascendamos juntos.

Tú tenías un sueño para ti, Dios tenía otro. El tuyo era el sueño de la separación, el suyo el sueño de la eterna unión con su hijo. Tu sueño fue una pesadilla, su sueño es la alegría sin fin de la verdad.

Hermano, ciertamente Dios tiene un sueño para ti. No te prives de la gracia de conocerlo en un grado cada vez mayor. En las profundidades de tu mente puedes conocer lo que el corazón de Dios trama para ti, y permanecer unido al amor, desde donde creas tu realidad en armonía con la santidad.

Quédate en silencio, no juzgues nada. Simplemente únete al amor en la quietud de tu ser y espera a que la revelación del plan de Dios te sea dada. Recuerda que Dios es infinito y, por lo tanto, conocer en un mayor grado su voluntad es algo que puedes hacer a cada instante de tu existencia, pues lo que Dios es nunca se agota. En otras palabras, siempre puedes conocer más acerca de Dios, pues nunca termina.

Recuerda que esta obra está dirigida a la sanación de la memoria, para que el recuerdo de Dios alboree en ti con toda su luminiscencia y belleza. Repetimos esto para evitar los olvidos en que muchas veces cae la mente olvidadiza.

II. Del sueño del amor, a su realidad

Para despertar plenamente del sueño del olvido, es necesario primero pasar por el conocimiento del sueño que Dios soñó para su hijo, el cual constituye aquello que lo llevó a crearte. Luego, avanzas hacia la plena realización de ese sueño en tu vida aquí, ahora y siempre. No existe separación entre lo que eres ahora y lo que siempre eres en verdad.

El sueño de Dios, su plan perfecto, tiene que abarcar tu existencia tal como es en este momento en el plano físico, y debe también poder continuar por toda la eternidad sin disrupción de ninguna especie. Si esto no fuera así, habría una brecha entre la vida del tiempo y la vida eterna. Este no es el caso, porque no existe tal cosa como el cielo allá y la tierra acá.

Hijo del amor divino, escucha lo que a continuación te digo y guárdalo en el silencio de tu corazón:

La vida de tu ser es el sueño de Dios hecho realidad.

Ahora que comienzas a permitir que el recuerdo de esta verdad alboree en tu memoria, respóndeme a esta pregunta: ¿acaso menosprecias o atacas a un hermano porque te acompaña por un corto tiempo en el viaje que haces hacia ese lugar tan anhelado por tu corazón?

No es necesario atacar a la creación, nunca lo fue. Todas esas ideas absurdas que algún día se albergaron en relación con la superioridad o inferioridad de los seres, tanto físicos como espirituales, es algo que se fabricó como respuesta inevitable del estado de consciencia totalmente miedosa, o ego. Nuca fue necesario hacer eso. Eso no forma parte del sueño de Dios. Su plan no incluye el miedo, porque no incluye ninguna posibilidad de pérdida de ningún tipo.

Dios sueña con que tengas una vida serena y en paz, y con que finalmente vivas por siempre en la verdad que ya has aceptado y dice así:

Todo lo creado comparte por siempre la santidad y benevolencia de aquel que es la fuente de la vida eterna, incluyéndote a ti.

Piensa en tus hermanas y hermanos, y esto no solo incluye a los que llamas seres humanos, sino a la totalidad que existe, como aquellos que por amor han decidido viajar contigo en el fascinante viaje de la vida. Sé agradecido con ellos, que son tus compañeros.

Tú también eres compañero de ellos y has decidido venir al mundo del tiempo con el santo propósito de ayudar a otros a regresar a la casa del padre, juntos. Ellos no podrían retornar al amor sin ti por la sencilla razón de que, si no existieras, ellos tampoco existirían.

Tu hermano y cada aspecto de la creación no solo te acompañan, sino que te dan existencia. Si solo existieras tú, no podrías saber que existes, pues es en tus hermanas, hermanos y en cada situación de la vida en el tiempo, en donde te puedes (y debes) conocer a ti mismo.

Si solo existieras tú, tendrías una existencia inconsciente. Es decir, no te conocerías. Ese estado de existencia inconsciente, similar al del bebé dentro del vientre de la madre, sería la nada.

Así como el hijo sale del vientre de aquella que lo concibió, para conocer la vida y de ese modo vivirla con todo lo que ella le traerá, del mismo modo tú has salido de las entrañas de la santidad para que la vida de Dios se manifieste.

Ya hemos hablado de este asunto, en el que reconocemos la inmensa deuda de gratitud que tenemos para con los santos seres que nos acompañan en la vida. Esto incluye a las circunstancias y situaciones, además de los seres vivientes e inanimados de todo el universo. Esta deuda no es algo que debe generar un peso sobre tus hombros, o crear culpabilidad. No, pero sí que es algo que debes asumir, para poder desarrollar el menguado sentido de gratitud que muchas veces demuestras hacia la vida, tal como es.

Cada brisa de viento es un beso de tu Madre divina. Cada rayo de sol una caricia sobre tu piel. Las sombras que las montañas proyectan sobre los valles evocan al sol que se esconde tras ellas. Cada tintinar de las aguas frescas de los manantiales es música para el hijo de Dios. Cada parte de la creación es un aspecto del rostro del amor.

III. La red de la vida

El retorno al amor que Dios es comienza cuando decides deliberadamente amar con pureza a la tierra y todo lo que forma parte de ella. Esto es lo mismo que decir, cuando decides amar lo que eres y tus circunstancias. ¿Crees que los animales, las plantas o los elementos no sienten tu amor? Te equivocas. Todo lo que te rodea es susceptible a la energía divina del amor, así como también del miedo.

Te aseguro que cada acto de desamor contamina al mundo, mucho más que miles de fábricas o sistemas de producción de los que surgen elementos tóxicos. En efecto, muchos de esos sistemas son una expresión del desamor y esa es la causa por la que contaminan.

No tiene sentido dedicarse a cambiar la superficie de una situación, si es que quieres cambiar el asunto en su totalidad. Detrás de la cuestión de la intoxicación que se puede ver en el planeta tierra yace el miedo y muy detrás de él, el amor que es negado.

¿Llenarías de toxinas la tierra impidiendo la vida de ciertos seres que, aunque invisibles a tus ojos, están ahí, sabiendo que ellos no son otra cosa que tus hijos? ¿No se te ha dicho en esta misma obra, que la maternidad divina es algo que compartes con aquella que te dio la existencia? Eres uno con la Madre de la vida.

Eres uno con la fuente de la creación. Por lo tanto, todo lo que existe procede de ti, en unión con Dios. No puede ser de otro modo. Quizá creas que esto no es verdad, pero eso no hace que lo que creas lo sea.

Comienza a ver en cada hoja de cada árbol a un hijo, pues eso es lo que son. Haz lo mismo con el viento, las aguas, el fuego, las luciérnagas en la noche, la luna y los guepardos, ellos también son tus creaciones.

Lo que en esta oportunidad se te está recordando, es que la creación no es algo ajeno a ti, no solo en cuanto a esencia, sino también en voluntad. Dios no creó todo lo que existe sin tu amoroso consentimiento. Todo ocurre dentro de la unidad, por lo tanto, el acto creativo es siempre universal. En la mente uno que Dios es, y en la cual existes, todo ocurre al unísono y en unión.

Fuiste tú quien, con Dios, creaste todo lo creado, y también cada aspecto de la creación lo hizo. Todo fue traído a la existencia, por medio de un grito de amor que exhaló el corazón de la Madre de la vida.

Que un aspecto de la vida tenga un tipo de consciencia y otro aspecto, otro tipo, no hace que una sea más ni menos que la otra. Que la cabeza pueda pensar por medio del cerebro no significa que el corazón no sea importante e incluso esencial para sostener la vida del cuerpo en armonía. Lo mismo ocurre con el pie o la mano. Todo forma parte de una totalidad. La vida no tiene secciones desconectadas.

¿Crees que cuando le cantas una canción de amor, desde las profundidades de tu corazón amante, a una rosa, ella no recibe las vibraciones de tu expresión de caridad? Te equivocas, nada de lo que piensas o haces es neutro. Nada.

Que no puedas ver la intrincada red de infinitas interconexiones, o relaciones que sostienen en perfecta unión a toda la creación, no quiere decir que no existan. Incluso que no sepas acerca de las leyes que las gobiernan en su totalidad, tampoco quiere decir que sean algo temible.

Se te está recordando en este momento que no existe un solo átomo, o elemento de la materia física, que no esté interconectado con todos los demás. Esto no es una novedad para muchos de vosotros. Pero lo que sí es lo es que comencéis a aceptar el hecho de que detrás de toda esa red infinita de infinitas interrelaciones, en la que todo lo que existe está unido entre sí, está el amor, dándole forma y vida a cada instante de vuestra existencia en el tiempo.

La red de la vida es la expresión de la energía del amor de Dios. En efecto, podríamos decir que la creación física no es otra cosa que el cuerpo de Cristo. Es Dios conociéndose a sí mismo, por medio de la expresión en la forma. O, dicho de otro modo, es el hijo de Dios salido del vientre de la Madre. Es el amor dando a luz al amor.

4
Amor sin condiciones

Un mensaje de la voz de Cristo a través de un coro de ángeles, en presencia del arcángel Rafael y el arcángel Gabriel

I. Amor y totalidad

Si amas a algunos más que a otros, o si amas a ciertos aspectos de la creación de un modo diferente a como amas a otros, entonces no has comprendido qué es el amor.

Dios ama todas las cosas, porque todo ha surgido de él. No existe algo que no ame. Si bien se te ha enseñado que Dios no puede amar el pecado (y eso es verdad) debes comprender que ello no se debe a que no lo ame, sino al hecho de que sabe que no es real. Cristo no conoce sombra alguna de pecado. Este no conocer del Cristo de Dios es la garantía perfecta de tu retorno a la unidad.

Los que viven unidos al Cristo viviente que vive en ellos ya no ven pecados, porque saben que no existen realmente. Quizá sigan experimentando la repulsa instintiva que les produce todo lo que no está en armonía con la belleza y santidad del amor, pero eso no se debe a una falta de amor, sino al hecho de que el amor solo puede querer lo que es semejante a sí mismo. Amar es unir.

Una vez que decides retornar a la unidad con el Cristo que eres, solo vives unido a lo que es santo, bello y perfecto. Pero también reconoces que existen diferentes estados de consciencia y que, entre esos diferentes estados, se encuentra el estado de amnesia del ser. En ese estado, el cual también has compartido con tus hermanos y hermanas una vez, pueden imaginarse muchas cosas, incluso algunas que no tienen sentido. Sin embargo, nada de eso lo usas como excusa para no extender amor.

Ya has aprendido, por la revelación, que nada puede limitar al amor. También conoces quien es el amor que se extiende a través de ti, por sí mismo. Has aprendido lo suficiente como para hacerte a un lado y ubicar el lugar que te corresponde como canal de Dios.

Ahora sabes lo que significa perdonar, porque reconoces que el perdón consiste simplemente en dejar pasar todo lo que no es verdad. Así es como, a todo lo que procede del estado de amnesia (sea en ti o en tus hermanas y hermanos) lo dejas venir y también irse, como si fuera hojarasca que el viento trae y se lleva.

Aceptas lo que es, tal como es. Aceptas que lo temporal es temporal y, por ende, nace en el tiempo y en el tiempo muere. Aceptas esa realidad sin juzgarla, sin enojarte por ello, sin atacar a quienes temporalmente te acompañan en el viaje de la vida del tiempo, camino a la casa de la verdad. No te aferras a nada. No buscas dominar ni poseer, que es lo que significa aferrarse. Comienzas entonces a vivir sin miedo, sin miedo a las pérdidas, que es la base de todo miedo. Solo vives en el amor.

II. Amor y mente condicional

No se puede reconocer al amor si uno sigue creando pensamientos condicionales. La vida concebida desde un estado lineal de “si esto, entonces aquello” es una vida limitada. Por lo tanto, no tiene nada que ver con la vida de Dios.

Ya hemos dicho que el amor no solo no tiene límites, sino que es uno contigo. Eso quiere decir que, de un modo u otro, debes ser ilimitado. No existe ninguna razón para que seas un ser condicional. No existen límites para lo que eres. Esto es eternamente verdad.

Se te ha dicho, innumerables veces, que no eres un ser limitado e insignificante y aquí se te está recordando nuevamente. Eso no tiene ningún sentido para ti, ni creará ningún cambio duradero en tu vida, si no aceptas vivamente que lo único que eres es amor.

No eres un ser humano, ni un tal o cual personaje, ni un padre que lleva a sus hijos al colegio, ni un médico o monje. Eres amor y nada más que amor. Eres amor.

Desde la realidad del amor que eres, haces lo que quieras hacer, sin dejar nunca de ser amor. Una vez que aceptas esto, entonces pasas a ser el amor expresándose como un ser humano, o como un médico que por amor sana. Pasas a ser también el amor manifestándose como un padre que ama a sus hijos, y por amor los lleva a la escuela en las mañanas, o no. El amor puede ser todas esas cosas y mucho más.

El amor puede adoptar todas las formas que el mundo de las formas tenga. Puede hacerse sol, lluvia, viento, canción. ¿No es esto lo mismo que decir: ama y haz lo que quieras?

Solo el amor es ilimitado. Solo el amor que Dios es, es incondicional. Esta es la razón por la que una y otra vez se te invita a recordar quién eres en verdad. No puedes acceder y permanecer en la consciencia de la unidad y, por ende, de tu eterna incondicionalidad, si crees ser otra cosa que no sea amor.

Es más, no puedes permanecer en la consciencia de Cristo, si no aceptas incondicionalmente el hecho de que todo lo que te rodea es amor expresándose. Tus hermanas y hermanos son amor. Las criaturas de la tierra son amor. La luna y un copo de nieve, con toda su belleza, también son amor. Todo lo que es real es amor. Nada irreal existe verdaderamente.

Vivir como el amor que eres es vivir en la sensatez de la verdad. Vivir de otra manera, es hacerlo fuera del significado de la verdad y, por ende, es esclavitud, no en la verdad, sino en tu percepción. Hacemos esta aclaración para que recuerdes que creer en lo que no es verdad no hace que lo que creas lo sea. Esta afirmación es la base de tu sanación de la amnesia en la que has estado sumergido.

Si lo que crees no tiene efectos reales sobre la verdad, entonces no debieras preocuparte tanto por lo que crees que fue tu vida o la que será. Más bien, esta afirmación de liberación debiera llevarte serenamente a la paz interior al descubrir, por medio de ella, que no has afectado en nada a la creación que has creado en unión con la Madre de la vida.

Nada que sea verdad puede ser atacado, ni siquiera cambiado. La verdad es eternamente verdad, no cambia, no puede ser obliterada. Nada que no sea semejante a sí misma puede siquiera acercarse a ella, porque nada que no sea verdad puede ser real, y la verdad es la única realidad.

III. Verdad y unidad

La verdad solo se une al amor y este a ella. Esto se debe a que el amor es su fundamento, siendo una unidad. Ninguno ha sido creado antes que el otro. No existe un lugar donde uno exista y el otro no. Tampoco existe un lugar donde uno termine y comience el otro. El amor y la verdad son el continuo de la realidad divina.

Lo que es eterno no tiene ni un principio ni un final. Esto es lo que hace que en Dios no pueda existir condición alguna. El amor es incondicional. De esto se desprende fácilmente, el porqué de la necesidad de soltar la costumbre de pensar de modo condicional. Si amas a algunos en razón de alguna condición de ellos, estate por seguro de que no estás amando en absoluto. El amor no hace acepción de persona, ni de condición, simplemente no sabe nada de límites.

¿Puedes comenzar a entender por qué se te pide que reflexiones, o mejor dicho observes, cuán poco amor se les da a veces a aquellos seres que, a pesar de tener una forma diferente a la tuya, son tan santos como tú, tus hermanas y hermanos? ¿Crees que las flores no van al cielo? Te equivocas.

Todo retorna al amor, desde donde surge. Nada se pierde en la creación. No existen las pérdidas. No hay un solo hijo de Dios que no retorne al amor que le dio su existencia. Del amor vienen y al amor volverán.

Créeme cuando te digo que, si caminas en la presencia del amor, ni siquiera las serpientes te morderían. Ninguna cosa que sea ponzoñosa hincaría sus dientes sobre ti.

A medida que vas recorriendo el camino de la vida en el tiempo, como el Cristo viviente que vive en ti, tu cuerpo compacto va siendo dejado a un lado. El ser sutil que eres, el cual se encuentra velado para muchos, e incluso a veces para ti, comienza a dar un paso hacia adelante y ya no eres aquel que fuiste.

Ahora te pido de todo corazón que aceptes que tienes el poder de hacer milagros y de traer el cielo a la tierra. Ese poder procede de Cristo y dado que él es la identidad creada por Dios, la cual compartes en verdad con todo lo creado, entonces no existe razón alguna para creer que algo que es propio de la capacidad crística, no sea tuya también.

Nada de lo que es de Dios puede ser ajeno a ti, pues ya no vives tú, sino que es él quien vive en ti. Sabes que la oración es el vehículo de los milagros, y has visto ya los que por tu intermedio se han realizado. Sabes que puedes obrar milagros. Esta es otra de las capacidades de la que debes hacerte cargo.

Recuerda cuando hablamos de tomar la cruz y seguirme, y de la explicación que te fue dada por medio de la cual se te invita no a sufrir, sino a hacerte cargo del ser divino que eres en verdad. Toma consciencia del poder de obrar milagros que vive en ti. No puedes decir que vives en la verdad sino aceptas el poder de Cristo en ti, un poder sin condiciones.

Quizá te preguntes por qué hablamos del poder de hacer milagros, el cual reside en ti como unidad que eres con Cristo, cuando estamos hablando del amor incondicional, y por sobre todo de amar todas las cosas en Dios, incluyendo a todos los seres de la tierra. La respuesta a esto es que se te pide que obres el milagro de la unión de lo divino y lo humano en la realidad presente en la que vives. Jesús demostró que su poder procedía de una fuente que no era del mundo, sino del Dios todopoderoso. Ya no necesitas hacer eso, pero sí necesitas servir a la humanidad, llevando el amor de Dios al mundo.

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