Kitabı oku: «Los pilares del potencial humano»
LOS PILARES DEL
POTENCIAL HUMANO
SEBASTIÁN PERALTA GALISTEO
LOS PILARES DEL
POTENCIAL HUMANO
EXLIBRIC
ANTEQUERA 2021
LOS PILARES DEL POTENCIAL HUMANO
© Sebastián Peralta Galisteo
Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric
Iª edición
© ExLibric, 2021.
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ISBN: 978-84-18730-87-0
SEBASTIÁN PERALTA GALISTEO
LOS PILARES DEL
POTENCIAL HUMANO
A mis padres.
A Rocío.
A mis amigos.
A todos los que inspirasteis esta obra.
Índice
Prólogo
CAPÍTULO 1. EL PILAR FÍSICO
LA ALIMENTACIÓN
Alimentarse
El tiempo y el cambio
Sobre el gusto
Los gustos adquiridos. Vencer el rechazo
Lo natural en los alimentos
Ninguna adicción es buena
La buena digestión
La buena cocina
La evolución en nuestra alimentación
Combinar alimentos
Dieta y salud física y mental
Microbiota y alimentación
EL ENTRENAMIENTO
La importancia de mover el cuerpo
Entrenamiento aeróbico
Entrenamiento anaeróbico
Entrenamientos de flexibilidad
LA HIGIENE
La limpieza nasal
Ayuno
Ayuno de 24 horas a base de frutas y verduras «vivas»
Ayuno de 16 horas
Ayuno de 24 horas
Ayuno prolongado (de 2 a 4 días)
La salida del ayuno
Limpieza intestinal
La buena evacuación
EL DESCANSO
Rutina del sueño
Alimentación y descanso
Posición para dormir
Relajación para descansar mejor
Antes de apagar, la copia de seguridad
CAPÍTULO 2. EL PILAR INTELECTUAL
El desarrollo del conocimiento
Hacer que el conocimiento crezca
Afinar la herramienta
El lenguaje
Abusar con el lenguaje
La responsabilidad
La libertad
En la ignorancia se vive mejor
Usted tiene el control
CAPÍTULO 3. EL PILAR EMOCIONAL
Razón y emoción. El conflicto en una decisión
La comunicación de las emociones
El amor
El amor en las relaciones
Compromiso en las relaciones
Miedo
Alegría
Tristeza y desestabilización emocional
Empoderarse
CAPÍTULO 4. EL PILAR ESPIRITUAL
La dimensión espiritual
Dios y las creencias
La fe
Desarrollo y práctica de la espiritualidad
La pérdida y el duelo
Meditación
La postura
El ejercicio
Las drogas
Drogas comunes
EPÍLOGO
Prólogo
Desde hace algunos años siempre quise escribir este libro. Siempre tuve muchas ideas al respecto. Todas ellas partían de preguntas, preguntas cuya búsqueda de respuestas me ayudaban a conocerme mejor a mí mismo. El momento ocurrió, y llegó justo después de defender mi tesis doctoral, cuando el famoso virus SARS-CoV-2 cambió el mundo. Durante unos meses se nos prohibió a los ciudadanos el libre tránsito. Solo se permitía lo imprescindible. Intenté aprovechar ese tiempo para estudiar y aprender cosas pendientes y, cómo no, empezar este libro que desde hacía tiempo rondaba ya en mi cabeza.
Soy farmacéutico, y en los comienzos modernos de mi ciencia, una de las formas de buscar un nuevo principio activo era a base de hacer barridos a cientos de sustancias; de esta manera, se tomaban muchas plantas, hongos y especies vegetales, de las cuales se extraían y analizaban cientos de sus componentes hasta que, ¡eureka!, se encontraba algo interesante, como una sustancia relajante o una molécula anestésica. La cuestión es que en la ciencia y la vida en general las circunstancias suelen ocurrir así. Las cosas no llegan casi nunca a la primera, llegan después de intentarlo y buscar muchas veces, de permanecer e insistir en el camino. Claro, las casualidades también pueden existir, pero si no hay trabajo se disipan rápidamente. Un ejemplo de ello fue Alexander Fleming, un médico muy importante en la historia de la humanidad. Este señor descubrió el primer antibiótico allá por 1928. Fleming trabajaba en su laboratorio y cierto día se fue de vacaciones, teniendo un olvido: dejó una placa de cultivo de bacterias que se contaminó. A su vuelta, lo sencillo hubiera sido desechar la placa de cultivo, pero se detuvo a observarla, descubriendo que había un hongo, el cual había impedido el crecimiento de bacterias. Su descubrimiento fue revolucionario, pero sin el conocimiento y trabajo previo la pequeña oportunidad se hubiera esfumado. En muchas ocasiones, las oportunidades o cientos de buenas cosas llegan a nosotros, pero no se las sabe entender. Como consecuencia, se desechan, se obvian o se interpretan mal. A Alexander Fleming se le volcó un hongo en una placa de bacterias y a todos seguramente algo así nos suceda en mayor o menor nivel cada día. Convertir lo que a priori es una dificultad en algo que nos sea beneficioso, ya sea en lo material, relación o como aprendizaje general, debe constituir la manera en la que se ve y se vive la vida.
Este libro recoge una organización de cientos de ideas destinadas a mejorar y sacar una mejor versión de nosotros mismos, haciéndonos más conscientes de nosotros y nuestro entorno. Por ello, también creí que podría hacer un bien a cualquier lector, y por esa razón decidí publicarlo algún tiempo después. Todas estas ideas están organizadas en cuatro grupos, los cuales denomino pilares por su función de elemento estructural de una persona y constituyente de su base. Los pilares tienen dos funciones principales: una es que nos permiten construir en torno y sobre ellos (subir plantas y hacer paredes); y la otra es que son el soporte de toda nuestra construcción cuando existen adversidades, como terremotos, vientos o tormentas. Además, los pilares desde fuera no se pueden ver. Hay que entrar dentro de la casa y fijarnos para poder encontrarlos. A primera vista están ocultos en las personas. Por estas razones lo titulé así.
A lo largo de los capítulos se exponen consejos y reflexiones, con el objetivo de llegar a constituir un punto de partida en múltiples circunstancias de la vida. En ellos quizás encuentre usted, lector, muchas cosas que ya conocía. Otras no le serán tan útiles, pero con todo mi cariño espero que encuentre también algunos puntos que le inspiren y le ayuden a prosperar y mejorar como persona de alguna manera, porque ese es el fin supremo de este libro.
Como se ha expuesto anteriormente, la estructura de un edificio se encuentra en el interior, y es que la construcción y el desarrollo personal siempre comienzan en el interior; de hecho, todo debería ocurrir en nuestro interior y luego proyectarse fuera. La vida ocurre dentro de la casa y por fuera solo tenemos la fachada. Teniendo en cuenta eso, se puede considerar que gran parte de lo que ocurre en nuestras vidas depende de nosotros, y no me refiero al mundo exterior, porque este no se puede controlar en la mayoría de los casos. Me refiero a dentro de la casa: nuestros sentimientos, emociones, conocimientos, pensamientos, etc. Llegar tan lejos como desees depende solo de ese interior, de la energía que se invierta, de cómo se construya la casa en la metáfora. El potencial nace en nuestro interior, pero ha de ser conducido a un área en concreto. Es algo parecido a lo que ocurre con una bala. Los gramos de pólvora que contiene son muy pocos, pero su detonación ocurre en un lugar muy pequeño y toda la energía se concentra en un estrecho espacio. Es tal la concentración que su explosión empuja la bala a unas velocidades de cerca de 1.000 kilómetros por hora. Sin embargo, si esos pequeños gramos fuesen depositados en una superficie plana como una mesa y fueran prendidos, la energía se desparramaría en todas direcciones, produciendo un leve chisporroteo.
Existe la posibilidad de que ese potencial energético sea focalizado gracias a nuestra conciencia. Dependiendo de esto, variará la intensidad y profundidad de tu vida en cualquier área que se elija. La energía focalizada es poder utilizando las herramientas adecuadas, y quiero considerar este libro como una herramienta de empoderamiento personal.
Capítulo 1. El pilar físico
En este capítulo será tratada la dimensión puramente física de nuestro cuerpo. El cuerpo es una máquina con múltiples limitaciones. Debemos ser conscientes de que nuestro ente físico es producto de una evolución a lo largo de millones de años, en los cuales se ha ido adaptando a las distintas circunstancias que le garantizaban una mayor supervivencia y mejor desempeño en sus actividades. Solo tenemos que mirar nuestras manos; se han convertido en herramientas muy precisas que nos permiten realizar tareas complejas como la destreza de empuñar un arma, escribir e incluso sostenernos. Si cerramos el puño, también son herramientas menos precisas, similares a un martillo, que pueden servir para golpear. Dentro del extenso mundo de la familia mamífera se puede apreciar como otros seres han evolucionado su cuerpo para sobrevivir mejor en otros ambientes. En el mar las ballenas no necesitan la precisión de escribir; la supervivencia reside en remar, en nadar. En este caso, el instrumento son las aletas. Pero hubo un tiempo en que tanto una mano humana como una aleta fueron una cosa indiferenciada; de hecho, en una radiografía de una aleta de ballena se pueden apreciar estructuras óseas similares a la de una mano humana. Este ejemplo puede ser encontrado en multitud de seres vivos, porque, al final, el origen fue igual: una bacteria. El tronco es común y, aunque las ramas se separen, pertenecen al mismo árbol.
De la misma manera que las ramas más altas poseen más hojas para captar más luz, nuestro cuerpo está adaptado a un uso y a un mantenimiento impermutable a lo largo de nuestra vida, que de cambiar necesitaría cientos de generaciones. El pilar físico reside en esto, en leer el manual de usuario. El cuerpo se comunica con nosotros, tiene multitud de sensores y no escucharlo o despreciarlo se convierte en un mal final tarde o temprano. El cuerpo es limitado y caduca, pues tiene fin. El cuerpo nos permite vivir y alcanzar plenitud en su funcionamiento, nos permite desarrollarnos. En este capítulo abordaremos el cuidado y la optimización del mismo desde la perspectiva de la alimentación, el descanso, el entrenamiento y la higiene.
La alimentación
Alimentarse
La alimentación consiste en un conjunto de actuaciones conscientes y voluntarias, basadas en elegir, preparar e ingerir el alimento, constituyendo algo fundamental en la supervivencia de todo ser vivo. El cuerpo es un conjunto de materia y energía, que mediante este proceso mantenemos operativo.
Al contrario de la alimentación, la nutrición es inconsciente e involuntaria y consiste en transformar los alimentos en nuevas estructuras y energía. Mediante la nutrición transformamos la sustancia que ingerimos en parte de nosotros mismos. Una correcta alimentación nos aporta energía para todos los procesos que desempeña el cuerpo, así como materias para la reparación y renovación de estructuras celulares; sin embargo, la manera en que nos alimentamos varía mucho en función de dónde vivimos, nuestra cultura, hábitos, nuestro día a día, entre otras muchas razones. En los últimos tiempos se han producido cambios muy rápidos en nuestro entorno, tan rápidos que nuestro cuerpo no ha cambiado prácticamente respecto a su ambiente anterior. En la alimentación se ha empezado a priorizar la cantidad a la calidad. Además, la industria ha influido en gran medida en el modo en que nos alimentamos, pero en este punto es muy importante considerar que no es igual un alimento que otro y que no es igual un combustible que otro. Cada sustancia que ingerimos influye de una forma diferente en nuestro cuerpo. El dicho «somos lo que comemos» tiene un gran valor, y es que los nutrientes constituyen nuestro cuerpo, que está en constante renovación; de esta manera, ciertas estructuras solo duran horas o días.
Si le pregunto qué edad tiene, me respondería rápidamente una cifra numérica haciendo referencia a su nacimiento. Pero al igual que la gran parte de sucesos de nuestro Universo, esto es relativo. Así, las células que lo for-man tienen edades diferentes unas de otras. Por ejemplo, las células del epitelio intestinal se renuevan cada 2-4 días. Los hepatocitos del hígado se renuevan cada 6 meses-1 año. Las neuronas presentan una supervivencia mucho más alta, con una renovación aproximada de 0,5 a 10 % de células al año. En promedio, el cuerpo entero se renueva aproximadamente cada 15 años. ¿Qué edad tiene pues? La renovación con los adecuados elementos estructurales es fundamental y debemos utilizar los mejores ladrillos para renovar nuestro cuerpo.
El tiempo y el cambio
Plutarco, un escritor griego, recoge la leyenda del barco de Teseo, una paradoja sobre lo que somos. Cuenta que, después de múltiples aventuras, Teseo regresó triunfal a su ciudad, Atenas, desde Creta. Allí, en memoria de sus hazañas y aventuras vividas, su barco se sacó de las aguas y se dispuso como una especie de monumento en un sitio destacado, donde la gente pudiera verlo y contemplarlo, rememorando las hazañas del gran héroe. Con el paso de los años, el barco fue envejeciendo y estropeándose. Aun así, fue conservado durante más de 300 años, hasta tiempos de Demetrio de Falero, quien fuera primer bibliotecario de la biblioteca de Alejandría. Al ver la decadencia en la que se llegó a encontrar el barco, los atenienses tomaron la decisión de cuidarlo, de tal manera que conservase todo el esplendor que debía representar. Así que un día se decidió reemplazar los trozos de madera podrida, rota y mohosa. En otra ocasión fueron cambiadas las barandillas oxidadas. Más adelante el mástil principal y algunos de sus remos y así sucesivamente. Los años fueron pasando y al cabo de muchos el barco de Teseo fue reemplazado por otro idéntico. Los filósofos de aquel momento empezaron a cuestionarse si el barco que estaba allí seguía siendo el barco de Teseo. Las respuestas fueron múltiples y variadas, terminando en diferentes teorías sobre el mismo, entre las que destacaban que el barco ya era otro, que mientras tuviera el 50 % era el mismo, o que mientras tuviera alguna pieza original seguiría siendo el mismo barco. Esto ha constituido una paradoja durante miles de años. ¿Es el mismo barco o es otro?
En el cuerpo, como comentábamos anteriormente, ocurre algo similar. Suena irónico, pero el cuerpo en el que residimos reemplaza continuamente los átomos que lo componen. Nuestro cuerpo es el barco de Teseo en constante cambio. No fue ni será el mismo. Es interesante verlo desde esta perspectiva, y es que ahora no tenemos el mismo cuerpo con el que nacimos, y el cuerpo que tenemos ahora cambiará apreciablemente en unos años. Curiosamente, el cambio no solo es exterior, sino que también es interior. La personalidad evoluciona con el tiempo. ¿O acaso somos los mismos que hace 10 años? Hemos podido vivir en lugares diferentes, hemos podido enriquecernos o empobrecernos, hemos tenido nuevas amistades y relaciones, diferentes responsabilidades, pero sobre todo las prioridades que tenemos son diferentes. ¿O es que nos importa igual lo mismo? Se dice que un hijo cambia la vida, pero la cambia porque modifica sus prioridades, y es un ejemplo más del cambio que experimentamos.
En resumen, esta historia del barco de Teseo tiene dos reflexiones importantes: por un lado, que la vida nos erosiona como hicieron el sol, el viento, el moho y el salitre con el barco de Teseo; y a la vez, como hicieron los atenienses, la alimentación y nutrición sustituye las piezas. La gente no es consciente de esto, de que las células cambian con el tiempo, de que el cuerpo es diferente y su salud y bienestar dependen de las piezas que se colocan. Por otro lado, las personas no solo cambian físicamente. Se cambia de manera de pensar, de opinión, de forma de relacionarse, etc. No entender esto puede hacer que se nieguen los cambios que realmente ocurren. Consecuentemente, se intenta corregir o cambiar a los demás o entender por qué el que ayer te hizo bien hoy te hace mal. Si se piensa que debemos ser agradables, amables con la gente porque ellos lo sean contigo, nos equivocamos, porque no muestra el verdadero barco de Teseo. No podemos esperar que la gente sea amable o agradable cuando nosotros no lo somos. Debemos intentar mostrar siempre la persona que queremos ser, el barco esplendoroso. Todo empieza en el interior y debemos liderar el continuo cambio en nuestras vidas.
Sobre el gusto
Nuestra perspectiva se encuentra definida por nuestra experiencia vital. Esto quiere decir que todo lo que vivimos y experimentamos a lo largo de nuestra vida se marca como una huella en nosotros y define nuestras acciones en multitud de aspectos; de esta manera, el gusto o la preferencia de unos alimentos sobre otros, o la predilección de ciertos sabores, están influenciados por muchos aspectos externos a nosotros, aunque también algunos internos.
Desde la perspectiva interna, se desarrolla apetencia por cierto tipo de alimento cuando sufrimos la carencia nutricional que ese alimento cubre. Así, nuestro cuerpo evolucionó hacia apetencia de sabores salados cuando tenía déficit de electrolitos, o hacia alimentos grasos cuando tenemos alta necesidad de energía. Todas estas características son comunes a todos. Sin embargo, al tomar un punto de vista externo es donde aparecen y se construyen todas las diferencias entre individuos. La más importante reside en la conexión emocional. El primer alimento que tomamos es la leche materna, alimento que se puede situar en el matiz de predominancia del sabor dulce, debido a la presencia de lactosa (los cinco sabores básicos son dulce, agrio, amargo, salado y umami). En general, el dulce es el sabor más aceptado por todos.
En el pasado, el sabor fue fundamental para sobrevivir. El amargo nos indicaba alimentos no comestibles, así como ciertos olores. Por ejemplo, el de alimentos en mal estado, que provoca rechazo. Esto hizo que los cazadores recolectores que no consumían esos alimentos sobrevivieran.
Hoy en día, la conexión emocional con los alimentos hace que por determinadas experiencias en nuestra vida amemos u odiemos ciertos alimentos. Así, la mejor tortilla de patatas o un arroz estilo paella de nuestro hogar familiar es posiblemente el mejor del mundo para nosotros por esa gran carga emocional que se entrelaza con el sabor. De manera contraria, alimentos que nos hayan podido sentar mal o hacernos vomitar son asociados emocionalmente de forma negativa y evitamos consumirlos. Así, por ejemplo, ciertas salsas que nos hayan provocado una indigestión o el origen de alimentos como pueden ser las vísceras, las criadillas o los callos nos desagrada. Un ejemplo más de ello podría ser la repulsión al alcohol por una experiencia familiar negativa con él.
La repetición influye en gran medida en la apetencia por un alimento, y es que consolida la experiencia emocional que se tiene con él. Un claro ejemplo de ello podría ser la cerveza. La primera vez que se consume no suele ser agradable, pero el hecho de consumirla de modo repetido en un ambiente positivo nos hace que se la acabe amando. La repetición es fundamental a la hora de cambiar y crear nuestros hábitos; de este modo, si hay alimentos que no nos resultan agradables, pero que nutricionalmente nos pueden aportar muchos beneficios, repitiendo esa emoción positiva cada vez que se consuman se puede transformar nuestro gusto por dichos alimentos. También puede suceder al contrario, y es que relacionando de manera repetida el consumo de un alimento con una emoción negativa, este puede dejar de resultar agradable, siendo una estrategia para corregir malos hábitos. Por ejemplo, el consumo de cierta bollería procesada, que se puede asociar a un estado de poca salud, obesidad o malas digestiones.
La conclusión de la repetición es que se puede controlar lo que comemos. ¿Qué le aporta el tabaco a un fumador? ¿Hay que fumar para conseguir ese placer? ¿Verdad que no? Con disciplina conseguimos transformar hábitos malos en buenos y que estos nuevos nos aporten los mismos placeres que los que se abandonan.
Los gustos adquiridos. Vencer el rechazo
La zona en la que se nace y se vive influye en nuestra dieta. Los ecosistemas en los que vivimos, con su flora y fauna propias, así como el clima y las características del suelo, influyen en el tipo de alimentos que se consumen, aunque cada vez menos debido a las exportaciones e importaciones de los mismos. Nuestra dieta nace en nuestras familias, en la manera de preparar los alimentos y de combinarlos, que es un gran valor y tesoro que en estos últimos tiempos estamos dejando de lado. Comer caracoles es algo normal para un andaluz, pero ¿qué opinaría de ello un americano? Países orientales comen ciertas especies de animales exóticos o insectos. ¿Seríamos nosotros capaces desde nuestra cultura? Finalmente, en la cultura mexicana es muy apreciado el sabor picante. ¿Podría un europeo disfrutar esos hábitos de la noche a la mañana? Piénselo.
Superar ciertas ideas respecto a los alimentos, para ir incorporando buenos alimentos a la dieta y persistir en su consumo, acabará haciendo que cuanto más se consuman, más se disfrutarán y menor rechazo nos producirán.
Lo natural en los alimentos
«Natural» en un alimento hace referencia a su origen. «Natural» significa que procede directamente de animales o plantas. En los últimos tiempos el uso de este atributo en un alimento se ha relacionado con la calidad del mismo o de sus propiedades saludables, no siendo siempre así. En el opuesto del término «natural» encontramos el de «elaborado» o «procesado», que no es más que el producto natural, al que se le ha aplicado un proceso. Así, por ejemplo, una miel con nueces es un alimento procesado, que se obtiene del mezclado de dos naturales, obteniendo uno nutricionalmente más rico. Es importante que estos conceptos queden claros, porque ni todo lo natural es bueno ni todo lo procesado malo.
A lo largo de miles de años de evolución nuestro cuerpo se adaptó a obtener los nutrientes que necesitaba a través de los alimentos que se le suministraban. Recordemos que somos una especie recolectora y cazadora, en ese orden. La mayoría de los alimentos que se aportaban al organismo se encontraban en su forma natural, tales como frutas, verduras e incluso algunos alimentos de origen animal. También en esos momentos los alimentos se procesaban, pero su procesamiento se realizaba de unas formas muy ligeras, tales como el mezclado, el ahumado o el asado. Así nutrientes como el calcio, el potasio, los azúcares o las vitaminas, entre otros, eran captados de la dieta en estas formas. Con ellas evolucionó nuestra especie y constituyen el mejor modo para el aporte equilibrado de nutrientes. Esta es la razón por la que muchas vitaminas y minerales son mal captados en el cuerpo en forma de suplementos, a diferencia de cantidades similares del nutriente en su forma de alimentos naturales como frutas y verduras. Además, muchas sustancias como el hierro se absorben mejor cuando las acompañan vitaminas como el ácido ascórbico (vitamina C) en el medio, y esto no es más que el cuerpo está adaptado a capturar hierro de este modo. Igual ocurre con el calcio y la vitamina D. Los alimentos naturales suelen asociar esos componentes.
Pero tal y como se trataba al principio, el procesamiento en ocasiones es necesario en algunos alimentos y por ello no siempre debe tener una connotación negativa. Así, al asar la carne la proteína se asimila en mayor cantidad. El descubrimiento del fuego, entre otras muchas más causas, fue fundamental para el desarrollo del cerebro que tenemos hoy, pues nos permitió captar mayor cantidad de proteínas de origen animal. También ocurre que alimentos como la patata, debido a su cantidad de almidón, pueden ser indigestos; o la berenjena, por un alcaloide llamado solanina, que puede llegar a tener ciertos niveles de toxicidad, hace necesario que haya que procesar esos alimentos.
Ninguna adicción es buena
Ser adicto a algo significa depender en mayor o menor medida de algo. Estudios científicos demuestran que la adicción afecta a vías y a procesos relacionados con el placer, las emociones, el deseo e incluso la cognición. Ciertamente, en el cerebro existen vías de recompensa naturales, pero cuando son excesivamente estimuladas de forma externa pueden alterar nuestra naturaleza. Todo esto acaba revocando algo fundamental: nuestra libertad. Las adicciones son un tipo de esclavitud moderna. Un ser humano puede someterse gracias a su adicción, y vemos que en los casos extremos un ser humano es capaz de hacer cualquier cosa por satisfacer su adicción. A largo plazo, aunque la mayoría de nosotros cultivemos pequeñas adicciones, lo mejor es desvincularse de todas ellas, pues lo que más control y satisfacción nos va a dar a lo largo del tiempo es ser dueños de nuestra libertad y poder elegir. ¿Cómo se puede detectar si tenemos alguna adicción? El método es sencillo: basta con preguntarse si hay alguna cosa que necesitemos realizar o hacer a lo largo de un corto periodo de tiempo. Las adicciones pueden ser de un nivel elevado, como las drogas; o muy pequeñas y frecuentes, como un café o un chocolate. Ciertamente, algunas de ellas son ínfimas, como estas últimas, pero disciplinándolas se puede desarrollar el autocontrol personal. Puedo seguir comiéndolas, pero no es necesario todos los días; de hecho, un parón le hará apreciarlo y valorarlo mejor.
La buena digestión
El metabolismo de los alimentos consume energía. Cuanto más tiempo se emplee en esta o más difícil sea, nos sentiremos más cansados y perezosos en el proceso, sensaciones que no se corresponden con una buena digestión. Y es que a pesar de que se piense que la energía se encuentra en un estómago lleno, es más bien todo lo contrario; de hecho, el cerebro y el cuerpo funcionan mejor con el estómago vacío (que no hambriento). La energía en nuestro cuerpo se encuentra dentro de las células, en concreto dentro de unos orgánulos llamados mitocondrias, que producen una molécula denominada adenosina trifosfato (ATP). La energía es aportada cuando dicha molécula se desfosforila, es decir, pierde un fósforo (P), convirtiéndose en adenosina difosfato (ADP). Desde que ingerimos la comida hasta que llega a transformarse en este tipo de energía pueden pasar horas. Como se ha dicho, la digestión consume energía, y lo ideal es que se produzca de una manera eficiente. ¿Qué ocurre cuando dejamos un alimento fresco a la intemperie? Que este se empieza a pudrir. Nuestro organismo se encuentra a una temperatura alrededor de los 36 grados centígrados. Si la comida pasa demasiado tiempo dentro de nosotros en un proceso digestivo muy largo, se pudrirá e incluso fermentará antes de ser metabolizada por completo, formando ciertos tóxicos que no son beneficiosos. Para evitar esto, la digestión y metabolización han de ser eficientes. Lógicamente, cada individuo tendrá unas condiciones nutricionales que dependerán de la edad, estado físico, actividad física e incluso del clima en el que se encuentre. Como se explicó anteriormente, llevamos consumiendo alimentos en una determinada forma durante miles de años, al igual que los hemos consumido por su estacionalidad. Nuestro cuerpo está adaptado y optimizado para esas condiciones. Algunas indicaciones de la buena digestión son:
•Consumo de alimentos naturales en su forma original, tales como frutas, muchas verduras, nueces y similares.
•Comer con moderación. Ningún exceso es bueno, incluso más vale pecar de comer poco. Basta con comer hasta sentirse un 75 % lleno. La gula en la alimentación siempre es castigada. Además, a un mayor peso y tamaño, nuestro corazón se ve obligado a bombear más sangre y con más fuerza. Es sabido que la presión arterial se ve incrementada proporcionalmente al índice de masa corporal (IMC). Con el sobrepeso nuestras articulaciones sufren mucho más y con la edad se deterioran, a la vez que perdemos elasticidad. Muchos de los problemas de salud de nuestra sociedad están asociados directamente al exceso de peso. Se habla de que la salud es el mayor bien que se tiene, y con una buena alimentación se puede cultivar.
•La digestión empieza en la boca. Hay que masticar muy bien los alimentos. Esto se asocia con el punto anterior, y es que se puede controlar mejor la sensación de saciedad y el control. Masticar, además, es disfrutar comiendo y sintiendo cada bocado. El alimento ha de masticarse al menos 30 veces antes de deglutirlo, y es que en la saliva existen enzimas que comienzan la digestión. Esto es fundamental sobre todo en los hidratos de carbono. Si tomamos un trozo de pan y empezamos a masticarlo hasta formar una papilla, notaremos que su sabor cambia hasta una tonalidad dulce, que es debida a la digestión de almidón y su transformación en azúcares más simples. Mahatma Gandhi decía: «Bebe tu comida y mastica tus bebidas», lo que se puede aplicar a ingiere tus alimentos sólidos cuando sean líquidos y toma los líquidos como si fueran sólidos.
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