Kitabı oku: «Historias entrelazas»
El Colegio Mexiquense, A. C.
Dr. César Camacho Quiroz
Presidente
Dr. José Antonio Álvarez Lobato
Secretario General
Dr. Raymundo César Martínez García
Coordinador de Investigación
378.169
H62928
Historias entrelazadas. El intercambio académico en el siglo xx: México, Estados Unidos y América Latina / Sebastián Rivera Mir, coordinador. — Zinacantepec, Estado de México: El Colegio Mexiquense, A.C., 2020.
235 p.: + cuadros
Incluye referencias bibliográficas al final de cada capítulo
SBN: 978-607-8509-61-4 (edición impresa)
ISBN: 978-607-8509-73-7 (edición electrónica)
1. Intercambios académicos – México – Historia – Siglo XX. 2. Intercambios académicos – Estados Unidos de Norteamérica . 3. Intercambios académicos – América Latina. 4. Relaciones internacinales y educación – Siglo XX. 5. Cooperación internacional educativa. I Rivera Mir, Sebastián, coordinador.
Edición y corrección: Cristina Baca Zapata Diseño, formación y tipografía: Fernando Cantinca Cornejo y Luis Alberto Martínez López Cuidado de la edición y diseño de portada: Luis Alberto Martínez López
Primera edición digital 2021
D. R. © El Colegio Mexiquense, A. C.
Ex hacienda Santa Cruz de los Patos s/n,
col. Cerro del Murciélago,
Zinacantepec 51350, México
MÉXICO
Página-e: www.cmq.edu.mx
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Hecho en México / Made in Mexico
SBN: 978-607-8509-61-4 (edición impresa) ISBN: 978-607-8509-73-7 (edición electrónica)
Contenido
Introducción
I. Lo transnacional y sus flujos
Los actores transnacionales en la articulación de conexiones y relaciones científicas: algunos ejemplos de la historia de la física en América Latina, siglo XX Adriana Minor García
Pensar el intercambio académico como un flujo migratorio: el caso de los estudiantes mexicanos en Estados Unidos Rachel Grace Newman
“Soy muy pobre y aquí no hay universidad”: el flujo educativo internacional entre Costa Rica y México (1934-1940) Marco Vinicio Calderón Blanco
Ir del Sur al Norte: reflexiones sobre aspectos transnacionales de la nutrición en Latinoamérica durante la primera mitad del siglo XX Joel Vargas-Domínguez
¿Técnicos o especialistas? Alfredo Carballo Quirós, la Fundación Rockefeller y la revolución verde en Costa Rica, 1949-1962 Diana Alejandra Méndez Rojas
ll. Política e intercambio
“Una bella promesa de hermandad”. Carlos Pellicer Cámara y la organización del movimiento estudiantil en Colombia, 1918-1920 David Antonio Pulido García
Aníbal Ponce en México. Estrategias de difusión de sus propuestas educativas Sebastián Rivera Mir
Paulo Freire en el Cidoc, Cuernavaca, México: dialogando para ampliar su mirada Carlos Escalante Fernández
Contribuciones a la construcción de saberes en el campo de las culturas PSI: Néstor A. Braunstein y su exilio en México (1974-1983) Malena Beatriz Alfonso
Acerca de los autores
Introducción
El presente volumen busca analizar desde distintas perspectivas historiográficas los procesos asociados a los intercambios académicos en el México del siglo xx. La práctica educativa, cultural y política, que como veremos ha sido central para la constitución de las distintas disciplinas, se ha mantenido en las penumbras de las investigaciones históricas, pese al aumento sostenido de viajes, estancias de investigación, circulación de materiales impresos, becas de movilidad, entre otras alternativas. Hoy en día, cuando los alcances de estos procesos comienzan a ser revisados tanto en México como en otros países, se vuelve necesario detenernos en las historias asociadas a los intercambios académicos para contribuir a estos debates. Ampliar nuestro conocimiento sobre estas temáticas no sólo será útil para los estudiosos de los procesos educativos, sino para quienes se encargan de definir los límites, mecanismos y procedimientos que norman estos intercambios.
A nivel internacional, la historiografía, respecto a estas problemáticas, ha comenzado a crecer de manera sostenida en los últimos años, especialmente debido al auge de la historia transnacional y a los estudios poscoloniales. Este nuevo cúmulo de investigaciones ha recuperado desde análisis vinculados al género, pasando por revisiones institucionales o disciplinares, hasta un reingreso a lo político a través de los movimientos geográficos de académicos y estudiantes (Pietsch, 2013; Von Oertzen, 2012; Friedlander, 2019; Fuchs y Roldán, 2019; Krige, 2019). Aunque la mayoría de los textos continúa mencionando las carencias que se pueden observar al momento de analizar estas problemáticas y para el caso mexicano los vacíos son aún mayores (Charle, Schriewer y Wagner, 2006).
En el contexto latinoamericano, un énfasis particular que han asumido las investigaciones es la variante de la conquista disciplinar (Salvatore, 2016 y 2007). Especialmente, los trabajos realizados desde Estados Unidos han tomado el camino de analizar las relaciones de dependencia asociadas a la aparición de varias de las disciplinas científicas a lo largo del continente. La influencia y decisiones que provenían desde el norte dieron forma a instituciones, organismos y convenciones para comprender el conocimiento en los distintos países de América Latina. Sin embargo, en este libro nos alejamos un poco de estas posturas, sin dejar de tenerlas en cuenta, pero asumiendo la multiplicidad de conexiones y relaciones académicas que se desarrollaron desde México (Tenorio, 2017).1 Evidentemente, la sombra de las instituciones universitarias, la filantropía y la diplomacia estadounidense no puede ser evadida, pero es relevante recuperar tanto la creatividad de los actores locales como las relaciones que se establecieron entre los países que se han denominado como el sur global. Estos vínculos fueron relevantes para la consolidación de los espacios académicos y para dotar de densidad a las redes de intercambio. Esto tampoco significa que las relaciones sur-sur no estuvieran marcadas por desequilibrios y tensiones. Por ello, se requiere avanzar en las investigaciones que permitan no sólo sacar del olvido estos procesos, sino también analizar las sinuosidades que implicaron para los sujetos que se involucraron en los distintos intercambios.
Éste es uno de los principales puntos de observación del presente libro: las experiencias de los sujetos. La reconstrucción de las trayectorias individuales permite penetrar en los intereses, las negociaciones y los límites que enfrentaron los implicados, y al mismo tiempo arroja luces sobre las redes, los procesos colectivos y las dinámicas gubernamentales. Por ello, el lugar de partida es la idea de que el conocimiento siempre consiste en el resultado de interacciones sociales. De ese modo, reconcentrarse en lo que enfrentaron las personas de carne y hueso nos puede posibilitar la reconstrucción, desde la unidad básica de la historia, de situaciones que afectaron a todo un continente.
Los intercambios en este sentido se observan claramente como prácticas que no se caracterizaron por la reciprocidad de los elementos movilizados de un lugar a otro, más bien estuvieron basados en los desequilibrios, en las asimetrías de los sistemas educativos y en la búsqueda de objetivos que estaban más allá de los procesos pedagógicos. Por ejemplo, existió entre las autoridades la idea de que entregar becas a determinados países podía ayudar a construir una opinión pública favorable. En otro caso, enviar material bibliográfico podía generar una corriente intelectual en pro de los objetivos específicos o incluso evitar guerras o malentendidos (Wilson, 2014).2 Cada intercambio no buscó que la contraparte correspondiera de manera idéntica, por el contrario, lo que se pretendía era que la retribución obedeciera a otro tipo de variable, ya fuera política, económica o cultural.
De igual modo, lo interesante del intercambio académico es que su análisis implica la necesidad de hacer confluir distintas áreas de la disciplina historiográfica. Los acercamientos propuestos por la historia de la educación, la historia social del conocimiento, la historia de la ciencia, la historia diplomática, la historia política, entre otras, son necesarios para complejizar todo lo que giraba en torno a que un estudiante de un país viajara a otro lugar para continuar su formación o que un académico decidiera impulsar la publicación de un colega de otra latitud. De ahí que las formas de articular las diferentes perspectivas historiográficas otorgan innumerables matices a las historias (en plural) de los intercambios académicos que se desplegaron desde México durante el siglo xx.
Aquí debemos detenernos en las particularidades que entrega este país para el análisis de esta problemática. Su posición de cercanía con el vecino del norte le permitió jugar un papel clave en las relaciones entre América Latina y los programas educativos generados en Estados Unidos que buscaban impactar en el sur del continente. Esta función como primer punto de contacto implicó fortalecer en ambas direcciones las propuestas que emanaron desde sus instituciones y sus gobiernos. Por esta razón, México adquirió centralidad en lo relativo a las dinámicas del panamericanismo o posteriormente del interamericanismo (en el sentido de la cooperación con las políticas estadounidenses). Instituciones como la Fundación Rockefeller y organismos como el Instituto Panamericano de Historia y Geografía, entre otros, aprovecharon la situación para desarrollar sus proyectos desde la capital del país, y éste fue capaz de redireccionar estos esfuerzos en su beneficio (Pita, 2014).
Esta situación se complementó con otra condición que representó México desde la segunda década del siglo xx. Si las políticas panamericanistas atraían a algunos intelectuales y académicos, los lineamientos trazados desde el nacionalismo revolucionario calaron profundamente en otros sectores universitarios. Las iniciativas asociadas a la Revolución mexicana, desde sus artistas plásticos hasta su involucramiento con los sectores campesinos, pasando por sus discursos indigenistas o por la educación socialista, significó que numerosos investigadores volvieran la mirada sobre lo que sucedía en el México profundo (Kiddle, 2016). Esto atrajo a innumerables viajeros, generó curiosidad entre los académicos, fortaleció el mundo editorial, convirtió a sus instituciones en contrapartes idealizadas de cualquier proyecto de intercambio e incluso permitió durante algún tiempo que las autoridades mexicanas fueran consideradas principales impulsores de la cultura latinoamericana.
Bajo estas dos condiciones, México se transformó en uno de los nodos principales de las redes de intercambio académico, por lo que su análisis entrega luces tanto de los procesos desarrollados dentro de sus fronteras como aquellos que se dieron mucho más allá de estos límites. De hecho, la misma noción de frontera se debe reconceptualizar para comprender los alcances, problemas y logros que representaron los intercambios académicos. Las demarcaciones nacionales a veces no son suficientes para encuadrar estos procesos, mientras que en otras ocasiones las representaciones simbólicas fronterizas son precisamente el centro de la explicación de determinadas problemáticas. De ese modo, reevaluar las formas en que actuaron las fronteras, tanto reales como imaginarias, en los procesos sociales detrás de cada intercambio ha sido uno de los principales desafíos enfrentados a lo largo de las siguientes páginas.
La reconceptualización de los procesos asociados a los intercambios académicos ha conducido también a la necesidad de revisar los propios métodos y nociones que tradicionalmente se han vinculado a estas prácticas. De hecho, la idea misma de pensar los intercambios como prácticas sociales, culturales y políticas comprende la obligación de reflexionar sobre las implicaciones de esta particular perspectiva. Dejar de considerar estos procesos como simples elementos accesorios en la construcción del conocimiento nos debiera empujar a cuestionar aquellas miradas que han pensado la historia de las ideas como el resultado de la creatividad personal o el descubrimiento fortuito del científico en su laboratorio. Las estrategias que permitieron su producción, pero también su socialización y circulación requieren de la atención de los investigadores. Complejizar nuestra mirada sobre las prácticas asociadas a la generación de conocimiento puede ayudarnos también a valorar y desplegar de mejor forma las potencialidades envueltas en nuestras instituciones y academias.
En términos generales, el presente volumen ha sido dividido en dos partes con la finalidad de organizar los debates y diálogos. La primera sección reúne textos con mayores matices sobre la discusión en torno a “Lo transnacional y sus flujos”. Si hay un concepto relevante para comprender las actuales exploraciones de los intercambios académicos es justo la idea de lo transnacional, entendido no como un escenario, sino como un actor integral de los procesos históricos.
La segunda parte del libro se detiene con mayor énfasis —y reitero, sin olvidar lo anterior— en las dinámicas asociadas a la relación entre el intercambio y las condiciones políticas en las que las distintas academias estuvieron inmersas. Esto también involucra una serie de reconceptualizaciones de los vínculos que han tenido en la historia latinoamericana las condiciones políticas represivas y dictatoriales con los intercambios académicos obligados. Las políticas de exclusión por parte de regímenes antidemocráticos que expulsaron de sus países a académicos y estudiantes, lamentablemente, no fueron una excepción a lo largo del siglo xx. Al contrario, esto más bien aparece como parte estructural de los sistemas políticos, por lo que la dinámica exilio/intercambio debe ser comprendida como una característica más que los sujetos implicados aprovecharon para avanzar en sus propuestas intelectuales.
En el primer capítulo, “Los actores transnacionales en la articulación de conexiones y relaciones científicas: algunos ejemplos de la historia de la física en América Latina, siglo xx”, Adriana Minor García reflexiona acerca de las experiencias de los físicos Manuel Sandoval Vallarta, Gleb Wataghin y Guido Beck. A través de estos destacados integrantes del mundo científico, el texto busca redimensionar la comprensión del actor histórico transnacional, en especial respecto a la movilización del conocimiento. La tensión entre las trayectorias individuales —que los llevaban por distintos países— y su inserción en espacios colectivos permite a Minor analizar con detenimiento las estrategias utilizadas por los sujetos para desarrollar sus propios proyectos. ¿Cómo esto fue parte de la construcción global de la ciencia? Éste es el principal eje de análisis del escrito.
De igual modo, en el segundo capítulo, “Pensar el intercambio académico como un flujo migratorio: el caso de los estudiantes mexicanos en Estados Unidos”, Rachel Grace Newman se concentra en la tensión entre las agencias individuales y su correlato o inserción en espacios colectivos. Ambos textos coinciden en la necesidad de incorporar la movilidad de estudiantes y académicos en el marco de flujos migratorios más amplios. Aunque en los siguientes capítulos esto se presenta de manera implícita, Newman enfatiza la necesidad de retomar las preguntas que realizan los estudios sobre la migración para comprender la historia social y cultural de aquellos sujetos implicados en los intercambios. Sin duda, estos cruces disciplinares permiten complejizar nuestras explicaciones sobre los prejuicios, las representaciones, las trayectorias de todos los actores de estos procesos, incluidos desde becarios y autoridades, hasta investigadores que se han enfocado en ellos.
De este modo, los flujos educativos internacionales son el resultado de los intereses de los sujetos y de las condiciones e institucionalización que los países emisor y receptor ofrecen. La carencia de universidad, como recuerda Marco Vinicio Calderón Blanco en el tercer capítulo, “‘Soy muy pobre y aquí no hay universidad’: el flujo educativo internacional entre Costa Rica y México (1934-1940)”, pudo ser un aliciente importante para que los estudiantes salieran de su país natal. Sin embargo, se requería también de otros dos factores (el interés de los sujetos y la oferta del país receptor) para que el proceso cristalizara de manera exitosa. De ese modo, las vidas de los implicados se entrecruzaron en su peregrinatio academica, con las dinámicas particulares de los estados en proceso de modernización. Esta variable es relevante para comprender el carácter específico con el cual se valoró social y políticamente la realización de distintos intercambios académicos. La experiencia de los estudiantes centroamericanos becados en México les permitió vislumbrar no sólo las condiciones de su nuevo país, sino volver la mirada sobre las limitaciones y posibilidades de sus lugares de origen.
Esta doble perspectiva coincide con la propuesta que Joel Vargas-Domínguez realiza en su trabajo, “Ir del Sur al Norte: reflexiones sobre aspectos transnacionales de la nutrición en Latinoamérica durante la primera mitad del siglo xx”. En él, desde la historia de la ciencia, se enfatiza el despliegue de las relaciones sur-sur y su importancia en la constitución de algunas disciplinas en América Latina, así como el surgimiento de instituciones específicas. La reconceptualización de las fronteras nacionales en términos historiográficos también exige la revisión de las historias de bronce nacionalistas que se han construido en torno a determinadas disciplinas. En este entramado analítico, la figura de José Quintín Olascoaga, considerado el padre de la nutrición moderna en México, aparece no como el héroe, sino como un sujeto implicado en una red de actores, propuestas y tensiones que es capaz de plantearse una estrategia para llevar a cabo sus objetivos. La representación de la construcción del conocimiento nos aterriza en las condiciones concretas en que la nutrición surgió en el país.
Para concluir la primera sección, Diana Alejandra Méndez Rojas evoca el ineludible peso que tuvieron las políticas estadounidenses en la constitución de las disciplinas científicas en Latinoamérica. En “¿Técnicos o especialistas? Alfredo Carballo Quirós, la Fundación Rockefeller y la revolución verde en Costa Rica, 1949-1962”, la autora retoma la importancia de la filantropía de Estados Unidos en este aspecto. Sin embargo, esto no significa que la dirección del proceso fue sólo de arriba hacia abajo. El caso de Carballo Quirós da cuenta de la capacidad de negociación y de la creatividad que los actores debieron desplegar para aprovechar las becas y otros apoyos manteniendo su autonomía. Lo interesante, como muestra Méndez Rojas, es que estas movilidades ayudaron a establecer un lenguaje común que permitió avanzar en la creación de mecanismos para la cooperación internacional.
La segunda parte de este volumen comienza, precisamente, con un capítulo relacionado con la construcción de esos lenguajes comunes. Sin embargo, a diferencia de las directrices emanadas desde la filantropía estadounidense, el texto de David Antonio Pulido García, “‘Una bella promesa de hermandad’. Carlos Pellicer Cámara y la organización del movimiento estudiantil en Colombia, 1918-1920”, nos muestra aquellos procesos vinculados al antiimperialismo latinoamericano que enarboló el gobierno posrevolucionario de Venustiano Carranza. La relación entre el intercambio académico y la diplomacia mexicana se conjugaron en la experiencia del entonces estudiante de preparatoria Carlos Pellicer. A su juicio, uno de los indicadores del nivel de desarrollo democrático de un país era su apertura hacia el intercambio estudiantil, algo en que coincidían sus contrapartes colombianas, incluyendo al también novel Germán Arciniegas. Sus actividades no distinguieron el aula de clases, la tarima en algún anfiteatro, el periódico o la plaza pública; las continuidades entre lo político y lo educativo marcaron sus prácticas cotidianas.
Situación similar enfrentó el argentino Aníbal Ponce en el México cardenista. En el escrito presentado por Sebastián Rivera Mir, “Aníbal Ponce en México. Estrategias de difusión de sus propuestas educativas”, se analiza el impacto que tuvo el emigrado una vez que arribó al país. Su relación inmediata con el mundo académico transformó al destacado intelectual en una de las figuras del boyante escenario cultural mexicano. Sus libros se convirtieron en best seller, sus conferencias repletaron teatros, sus cursos ayudaron a difundir en profundidad sus propuestas. Todo ello fue parte de una estrategia de inserción seguida por Ponce, la cual da cuenta de cómo los intelectuales emigrados fueron capaces de reconvertir sus persecuciones políticas en experiencias útiles en términos académicos. Los vínculos construidos permitieron elaborar diálogos latinoamericanos y a la vez reproducir propuestas exitosas en otros lugares del continente.
Carlos Escalante Fernández, en “Paulo Freire en el Cidoc, Cuernavaca, México: dialogando para ampliar su mirada”, abordada temáticas parecidas. El nomadismo académico de Freire le permitió enfrentar discusiones importantes para el ámbito educativo, incluso sin estar presente físicamente o sólo por breves estancias. Mediante debates y diálogos con académicos de distintas partes del mundo, sus ideas y libros se convirtieron en referentes a nivel continental y mundial. El intenso intercambio académico que se desarrolló a partir del Centro Intercultural de Documentación (Cidoc) nos muestra que las instituciones interesadas en este tipo de iniciativas no fueron solamente gubernamentales ni universitarias, sino un amplio espectro de organismos. Lo relevante es que este caso nos recuerda, como enfatiza Escalante, que los diálogos no necesariamente se vertebraron sobre puntos de acuerdo. Las disensiones y polémicas del ámbito académico, en lugar de frenar estos procesos, fueron un aliciente para continuar profundizando estos intercambios.
En el último capítulo, “Contribuciones a la construcción de saberes en el campo de las culturas psi: Néstor A. Braunstein y su exilio en México (1974-1983)”, Malena Beatriz Alfonso analiza los alcances de la presencia de los exiliados argentinos en disciplinas como la psicología o el psicoanálisis. A su juicio, la historia de este campo no puede entenderse sin analizar los exilios, algo que podríamos extrapolar —en atención a los últimos capítulos de este volumen— a la mayoría de los ámbitos educativos de América Latina. Hasta qué punto estos intercambios apuntaron a construir una identidad particular, o al menos a evidenciar similitudes y diferencias entre las distintas comunidades nacionales, es algo que atraviesa este último apartado. Y de igual modo, es una de las preguntas presentes, más o menos explícitas, a lo largo de cada una de las exploraciones aquí integradas.
Finalmente, este libro es el resultado de los intercambios y diálogos entre los distintos autores, provenientes de diferentes espacios académicos, países y adscripciones disciplinares. El proceso de elaboración de este acercamiento colectivo tuvo un punto culminante en el Coloquio Internacional Trazando las fronteras del conocimiento. Historias del intercambio académico en México, Latinoamérica y Estados Unidos en el siglo xx, realizado en El Colegio Mexiquense, A. C., en octubre de 2018. Esto no es casualidad. El objeto mismo de investigación requiere de una exploración enfrentada de manera grupal y que incorporé entre sus prácticas lo transnacional. Como el lector podrá ver, la lista de archivos consultados se extiende a numerosos países y repositorios, pero más importante aún son las perspectivas analíticas asumidas que permitieron construir distintos asedios a las temáticas abordadas. A modo de caleidoscopio, esperamos que la lectura del libro permita comenzar a reconstruir el panorama que se presentó cada vez que un estudiante o un académico decidió abandonar su zona de confort y atreverse a entablar diálogos transnacionales. Por nuestra parte, este libro constituye uno de nuestros primeros desafíos en ese sentido.
Sebastián Rivera Mir
Zinacantepec, diciembre de 2019
Fuentes consultadas
Bibliografía
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Friedlander, Judith (2019), A light in dark times. The new school for social research and its university in exile, Nueva York, Columbia University Press.
Fuchs, Eckhardt y Eugenia Roldán Vera (eds.) (2019), The transnational in the history of education. Concepts and perspectives, Suiza, Palgrave Macmillan.
Kiddle, Amelia (2016), Mexican relations with Latin America during the Cárdenas era, Albuquerque, University of New Mexico Press.
Krige, John (ed.) (2019), How knowledge moves: writing the transnational history of science and technology, Chicago y Londres, The University of Chicago Press.
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Pita, Alexandra (2014), Educar para la paz: México y la cooperación intelectual internacional, 1922-1948, México, Secretaría de Relaciones Exteriores-Universidad de Colima.
Salvatore, Ricardo D. (2007), Los lugares del saber: contextos locales y redes transnacionales en la formación del conocimiento moderno, Buenos Aires, Beatriz Viterbo Editora.
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Tenorio Trillo, Mauricio (2017), Hablo de la ciudad: los principios del siglo xx desde la ciudad de México, México, Fondo de Cultura Económica.
Von Oertzen, Christine (2012), Science, gender and internationalism. Women’s Academic Networks, 1917-1955, Nueva York, Palgrave Macmillan.
Wilson, Iain (2014), International Education Programs and Political Influence. Manufacturing Sympathy? , Nueva York, Palgrave Macmillan.
Notas
1 Véanse en especial los capítulos dedicados a la ciencia.
2 Estas ideas aún forman parte de mecanismos como las becas Erasmus.