Kitabı oku: «La patria del criollo»
Thomas Gage recibiendo obsequios de los feligreses. (Fuente: Thomas Gage, The English-American: A New Survey of the West Indies, 1648. Londres: George Routledge & Sons, 1928, plate 1.)
Cuidado de la edición
Irene Piedrasana
Corrección ortotipográfica
José Luis Perdomo
Diseño de interiores y portada
Michelle Orozco
Gerencia de producción editorial
Daniel Caciá
Dirección
Irene Piedrasanta
ISBN impreso: 978-99922-1-363-6
ISBN digital: 978-99922-1-364-3
Primera edición: 2020
© 2020 Editorial Piedrasanta
5a. calle 7-55 zona 1,
Guatemala, C.A.
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Agradecimientos muy especiales a Christopher Lutz, Edeliberto Cifuentes Medina, Guisela Asensio, W. George Lovell.
El libro y el gusto de trabajarlo hubieran sido otros sin el apoyo de ustedes. IP.
la patria del criollo
Severo Martínez Peláez
Adaptada para jóvenes
Adaptación por
Irene Piedrasanta
Asesor de contenidos
Edeliberto Cifuentes Medina
Universidad de San Carlos de Guatemala
Asesores en iconografía
Chris Lutz, W. George Lovell, Guisela Asensio
Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica, CIRMA
Crédito por la traducción al español de la introducción “Severo Martínez Peláez, sobre su vida y trayectoria intelectual”: Eddy Gaytán, Chicago State University, Chicago, Il.
Créditos de ilustraciones
La editorial agradece a las siguientes instituciones y personas por su amable permiso para la reproducción de las imágenes que siguen. En especial a Lionel Toriello, expresidente de la Fundación para la Cultura y el Desarrollo, a Xelani Luz, del Proyecto Educativo Archivo Digital Etnográfico Atitlán, y a Ana Carla Ericastilla exdirectora del Archivo General de Centro América, AGCA. En relación con CIRMA la editorial declara que la presente obra no representa las opiniones de CIRMA. La responsabilidad de los contenidos y la ejecución es de la editora.
ASOCIACIÓN NUMISMÁTICA
DE GUATEMALA
Pieza macuquina de ocho reales y “cuartillo” (cuarto de real) (p.200).
CIRMA
Portada: Thomas Gage recibiendo regalos de los feligreses.
Contraportada: Paisaje de Guatemala recorrido por Pedro de Alvarado en expedición de 1523 [sic]. Mapa por Pieter van der AA, “T Landscap Guatimala Door Pedro D’Alvarado in een Land-Togy uyt Mexico Bevolkt”. Leyden, Holanda, 1706. Archivo Histórico de CIRMA.
Interiores: Thomas Gage recibiendo regalos de los feligreses (p. 3). Guatimala (p. 31); La muerte de Pedro de Alvarado (p. 42); Mapa del corregimiento del valle que es Provincia de Goathemala (p. 65); Grabado de un trapiche común (p. 73); Traje que vestían los indios y políticos (p. 86); Mozos de carga (p. 242); Carretas de café en el Puerto San José (p. 248); Retrato de grupo de hombres y mujeres indígenas portando trajes tradicionales de Tecpán Guatemala (p. 254).
FAMILIA MARTÍNEZ MAZARIEGOS
Fotografía de Severo Martínez Peláez (p. 23).
FUNDACIÓN LA RUTA MAYA,
GUATEMALA
Máscara de cerámica con rostro de felino. Registro de Bienes Culturales No. 1.2.179.44 (p. 91).
FUNDACIÓN PARA LA CULTURA
Y EL DESARROLLO
Todas las imágenes se encuentran en la Historia General de Guatemala, HGG, tomos II y III. Portada de la primera edición de las Leyes Nuevas (p.51); Diversas marcas de esclavos usadas en Guatemala (p. 53); Informe de la obligación que por todos derechos tienen los indios de alimentar a sus párrocos en el obispado de Goatemala (p. 59); Don Juan Fermín de Aycinena e Irigoyen reparte limosna a los pobres (p. 62); Planta regular de la fortaleza y castillo de Huehuetenango (Zaculeu) (p. 90); Portada del Tratado del Xiquilite y Añil de Guatemala, de José Mariano Mociño (p. 102); Tratado del Asiento de Esclavos entre los Reyes de España y Gran Bretaña, 1713 (p. 116); Oficios artesanales (p.126); Pintura conmemorativa de la Jura de la Independencia (p. 137); Carreta de dos ruedas introducida por los españoles (p. 159); Detalle de una pintura del pueblo de Santiago Atitlán (p. 180); Plaza fortificada de Tecpán Goathemala (Iximché) (p. 184);
PROYECTO EDUCATIVO ARCHIVO DIGITAL ETNOGRÁFICO ATITLÁN
Escudo de armas de Juan de Apolozt, cacique de Atitlán, Guatemala, 1543 (p. 227).
RAÚL PIEDRASANTA
Fotografías y artes finales de los siguientes dibujos de Antonio de Fuentes y Guzmán, en Recordación Florida: Armas de los indígenas (p. 36); Página de Recordación Florida (p.40); Dibujos varios de plantas y animales (p. 68); Traje que usaban los indios políticos (p. 228).
Coloración del mapa de la contraportada.
RUUD VAN AKKEREN
Indígenas trabajando para los españoles (p.52).
University of Glasgow Special
Collections
da su permiso para publicar: La guerra de Tecpanatitlan y provincias que conquistó don Pedro de Alvarado. Historia de Tlaxcala (p. 44).
W. GEORGE LOVELL
Conquistador español que podría representar al encomendero Juan de Espinar vigilando el trabajo de los indígenas que extraen plata de una mina, en las cercanías del pueblo (p. 55); Mercado de Santiago de Guatemala, alrededor de 1678 (p. 60).
Prólogo para la presente edición
El concepto “patria del criollo” se ha generalizado en la población. Lo utilizan personas de los estratos medios y populares, sin mayor escolaridad, y de una forma bastante apropiada (“no es la patria de nosotros, sino la patria ajena, la de los pocos”). Solo algunos tendrán noticia que el concepto proviene de una obra de historia que se llama igual; y muy pocos la habrán leído. Pero el concepto se comprende y se propaga. Y es que, a diferencia de otras obras históricas, conceptos de La patria del criollo rebasaron la academia, atravesaron estamentos sociales, varias generaciones y llegaron a la calle.
Pareciera que su lectura es todavía necesaria. Tal vez sea así porque mucho de la colonia persiste en nuestro presente. Como el idioma y el trazo de las ciudades y los pueblos, pero también la discriminación, las enormes desigualdades, la mentalidad del criollo, la servidumbre, la precariedad de la vida. Se trata, como escribió Severo Martínez Peláez, “de una estructura social que no ha sido revolucionada todavía, y a la que pertenecemos en muy considerable manera”.
La Historia no se nos debe presentar como una verdad acabada o indiscutible. Resulta muy interesante que los lectores comprendamos cómo fue que el historiador llegó a formular el conocimiento que está presentando; cómo construyó los conceptos y formuló hipótesis; analizó fuentes y utilizó los datos en su razonamiento. En suma, percibir cómo se trabaja la explicación histórica. Para este propósito, La patria del criollo resulta modélica, la obra es el taller cognitivo de Severo. Los análisis históricos de esta obra son complejos, interpretativos y aportan evidencias que provienen de un riguroso trabajo de investigación. Desde su publicación se le hicieron observaciones, pero la obra se sostiene y continúa siendo el referente inevitable para el estudio de la colonia.
La patria del criollo es tanto una obra histórica como literaria, su lectura despierta emociones y cautiva. Algunos de sus elementos mantienen el interés de los lectores. Entre ellos, la secuencia de intensos conflictos (sobrevivencia, racismo, violencia, explotación); las tramas que se suceden unas a otras; la perceptible e intensa involucración del autor por encontrar explicaciones más complejas y profundas; las continuas referencias entre el pasado y el presente; la interesantísima documentación que nos entrega; su emoción por lo que expone. El tema mismo de la colonia no es uno que nos deje indiferentes y Severo lo sabía (“¿Contra España hoy?”). Es una obra científica, pero su lectura hará que le encontremos sentido a la historia y que esta nos resulte fascinante, una razón más para leerla en los años de estudiante.
Severo ambicionaba que el libro tuviera un público muy amplio. Sin embargo, él mismo ya había anticipado una dificultad: “…las condiciones medias de su lector me hacen temer que el mensaje no llegue, se quede perdido en mitad del camino. Si tal cosa ocurre, tendré que acercarme más, con otro libro más pequeño y más sencillo…”1. Esto precisamente fue lo que me propuse con la presente edición adaptada; adecuar su contenido para que La patria del criollo, una obra académica, llegue con facilidad a un público más amplio y diverso. Hacerla breve y legible porque leer la obra maestra de Severo requiere de conocimientos previos y competencias lectoras que no todos habrán alcanzado cuando dejan la escuela. Incluimos algunos cuadros, organizadores e ilustraciones porque aportan a la comprensión y al interés. Aunque hemos eliminado un exceso de detalles, nos aseguramos de que las grandes ideas y argumentaciones de Severo estén aquí, para que el hilo de su lectura pueda ser seguido con facilidad.
El pensamiento crítico –que resulta esencial al historiador– también nos interesa porque, de igual forma, resulta sustancial a la formación de los ciudadanos. La importancia de este pensamiento radica en que la capacidad de analizar y evaluar distintos tipos de afirmaciones nos ayuda a tomar decisiones más informadas. La ciudadanía informada y comprometida sustenta al estado de derecho y este a una patria, no la del criollo, sino la de todos, como la deseaba Severo y como nos corresponde gestarla a las presentes generaciones.
Irene Piedrasanta
Severo Martínez Peláez, sobre su vida y trayectoria intelectual
Por W. George Lovell y Christopher H. Lutz
Severo nació el 16 de febrero de 1925 en Quetzaltenango, la segunda ciudad más grande de Guatemala y un lugar que siempre ocupó un rincón especial en su corazón. Pertenecía a un mundo privilegiado y había nacido, como dijo una vez, “entre sábanas de seda”.2 Su padre, Alfredo Martínez Rodríguez, era hijo de inmigrantes españoles de Asturias, quienes llegaron a Guatemala alrededor de 1900. En Quetzaltenango, Alfredo administraba la abarrotería La Sevillana, junto con un bar y una sala de billar que quedaban al lado. La madre de Severo, Alicia Peláez Luna, tenía raíces guatemaltecas mucho más profundas. El bisabuelo de Alicia, Fermín Peláez, figuraba entre los fundadores del Banco de Occidente, institución financiera importante para el desarrollo de Guatemala, hasta que fue adquirido por el Banco Industrial en 2007. Era también partidario de Justo Rufino Barrios, cuya revolución burguesa y ascenso al poder nacional, en la década de 1870, inició una era de reforma liberal en Guatemala. Por el lado de su madre, la familia de Severo era muy acaudalada, ya que entre sus propiedades se contaba una finca de café en la bocacosta del Pacífico.
Así como muchos de los vástagos de la élite de Quetzaltenango, Severo estudió en un colegio privado alemán. Sin embargo, una tragedia destruyó el mundo privilegiado del niño cuando sólo tenía siete años: su madre se suicidó como consecuencia de un romance desdichado. Huérfanos de madre, Severo y sus tres hermanas menores fueron criados por su padre y una institutriz alemana, Lore Finke. La institutriz reconoció los dotes intelectuales de Severo y era buena con él, pero el disparo que acabó con la vida de su madre resonaría en su conciencia para siempre.
Desde temprana edad, gracias a su institutriz y al colegio, Severo aprendió alemán y cultivó un gran amor por la cultura alemana, el cual duró toda su vida. Adquirió conocimientos sobre diversos temas de religión —aprendió de memoria misas en latín y podía recitar pasajes enteros de la Santa Biblia— y también de filosofía. Veneraba, sobre todo, las enseñanzas de Friedrich Nietzsche. En su adolescencia, Severo disfrutaba de viajes escolares al campo, los cuales hicieron nacer en él una pasión por los pueblos indígenas y sus paisajes rurales. Viajaba con su padre para visitar la finca de café de la familia. Allí veía a muchos indígenas entregados al duro trabajo. Anteriormente, ya había visto cuadrillas de ellos, atados en grupos en las calles de Quetzaltenango, antes de ser llevados en camiones a la costa, como parte del trabajo forzado.3 Se sentía muy ofendido cuando escuchaba a sus familiares y a otros finqueros hablar en términos peyorativos “sobre la clase social que los sostenía”.4 Severo incluso pudo haber estado expuesto a la ideología y la propaganda nazis, ya que en el colegio alemán, al que asistía en Quetzaltenango, había una rama de la “Hitler Jugend”.5
Mientras se cernía la guerra en Europa, en Guatemala se tomaron medidas para cerrar el colegio al que asistía Severo y despojar a los inmigrantes alemanes de sus propiedades. Severo fue inscrito en un instituto público, el Instituto Nacional de Varones de Occidente, al que nunca se acostumbró y en donde nunca se sintió feliz. En 1940, la familia se trasladó a la ciudad de Guatemala, donde su padre administraría otra abarrotería, La Marina, situada cerca del mercado central en la zona 1. Conflictos de adolescente con su padre lo obligaron a abandonar la escuela secundaria e irse de su casa. Se alojó en una casa de pensionistas y encontró trabajo en una tienda de departamentos. Su jefe, Efraín Recinos Arriaza, fue una influencia estabilizadora y positiva. Severo leía profusamente; aprendió a jugar ajedrez y tomaba clases en el conservatorio nacional, donde estudió piano y teoría de la música. Se convirtió en un flautista consumado y daba conciertos como parte de una orquesta de cámara. Severo admiraba a muchos grandes compositores, pero especialmente adoraba la música de Johannes Brahms, cuyo retrato llegó a adornar el estudio de Severo, en la casa de la familia Martínez, en décadas posteriores.6
Sus 19 años fueron una época de grandes emociones y tumulto político. Primero vino la caída de Jorge Ubico, quien fue derrocado el 20 de octubre de 1944, seguida poco después por la fundación de la Facultad de Humanidades de la USAC, donde Severo se inscribió como estudiante de filosofía. Sin embargo, como no tenía diploma de escuela secundaria, Severo sólo podía asistir como oyente. Esta falta de acreditación lo persiguió primero en la USAC, cuando decidió enfocarse en el estudio de la historia y, años después, cuando vivió exiliado en la ciudad de México donde, una vez más, asistió como oyente a algunas clases en la UNAM, ya que no se le permitió inscribirse para obtener un título.
Con la Revolución de Octubre, Guatemala entró en un período de agitación. La fundación de una Facultad de Humanidades en la USAC, como Severo también descubriría en México, hizo posible que algunos profesores con simpatías republicanas españolas, quienes habían huido del régimen de Francisco Franco, llegaran a ocupar puestos en la enseñanza. A mediados de la década de 1940, Guatemala no tenía ni un solo historiador profesional con título de licenciado, mucho menos con un doctorado en historia.7 En la USAC, Severo no sólo se entregó a sus estudios, sino también a la política universitaria. Fue elegido representante estudiantil de la junta directiva de su facultad en 1952, y presidente de la Asociación de Estudiantes de Humanidades dos años más tarde, lo cual demuestra sus cualidades de liderazgo.
Su talento como orador quedó manifiesto en marzo de 1954, cuando Severo pronunció un discurso conmovedor en apoyo del ministro de Relaciones Exteriores de Arbenz, Guillermo Toriello, quien había salido del país para asistir a una conferencia de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Caracas. Allí, los Estados Unidos hicieron todo lo que estaba en su poder para desacreditar al gobierno y manipular a las naciones latinoamericanas, a fin de que se pusieran en contra de Guatemala. Las palabras de Severo, difundidas en la radio nacional, lo colocaron en la arena pública, ante los ojos de todos. Tres meses más tarde, mientras los Estados Unidos preparaban el golpe de estado contra Arbenz, Severo fue llamado para movilizar a los ciudadanos a fin de que se opusieran a la invasión. Esta vez sus palabras no fueron radiadas sólo una vez, sino cada media hora durante dos días. Si la radiodifusión de marzo de 1954 captó la atención del pueblo, la radiodifusión de junio de ese mismo año convirtió a Severo en un hombre marcado. No tuvo otra alternativa sino huir de Guatemala y buscar asilo político en México.8
En la UNAM, varios profesores eminentes, entre ellos Wenceslao Roces (ardiente republicano y filósofo español, quien tradujo al español Das Kapital de Karl Marx) siguieron cultivando las ideas progresistas a las que Severo estuvo expuesto en la USAC. Otros profesores con quienes Severo estudió en la UNAM incluían a Edmundo O’Gorman, Leopoldo Zea, Ernesto de la Torre Villar y Francisco de la Maza.9 Fue durante estos años que pasó en la UNAM cuando Severo concibió La patria del criollo, habiendo plantado la semilla su lectura de la obra de José Carlos Mariátegui Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, publicada por primera vez en 1928.10 La obra de Mariátegui tuvo un impacto profundo en Severo, quien rindió homenaje al escritor peruano al subtitular La patria del criollo “ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca”, invocando el modelo marxista de su mentor.11
En la ciudad de México, Severo se ganaba la vida haciendo investigación histórica para la Unión Tipográfica Editorial Hispanoamericana.12 Este trabajo complementaba sus estudios y alimentaba su propia necesidad de escribir.13 Al regresar a Guatemala, después de tres años en el exilio, Severo se mudó a un apartamento con su hermana, Alicia, y encontró trabajo dando clases en algunos colegios de secundaria privados de la capital. Uno de ellos fue La Preparatoria.14
Con otra de sus hermanas, Consuelo, abrió y trabajó en la Librería El Tecolote. El Tecolote era una librería popular y estaba situada sólo a media cuadra de la Facultad de Humanidades de la USAC. Reanudó sus estudios en la USAC, dejando saber que trabajaba en una obra basada en la Recordación Florida, crónica del siglo XVII escrita por Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán. Severo veía la obra como una tesis que le permitiría graduarse de la USAC. Le leía extractos de la misma a Luis Luján Muñoz, compañero estudiante que vivía en la misma cuadra que Severo, en la zona 1 de la capital.15 Los viernes por la noche, Severo viajaba a Quetzaltenango donde, los sábados por la mañana, daba clases a estudiantes de la extensión de la USAC. No recibía ningún salario. El sábado por la noche estaba de regreso en la capital para cortejar a Beatriz Mazariegos. Cuando la pareja se casó en 1960, apenas contaba con un salario de su primer contrato formal con la USAC, suplementado con el dinero que ganaba dando clases de secundaria y en la Librería El Tecolote.
Severo tenía una vida muy ocupada, pero sacaba tiempo para dedicarse a la política. Se afilió al Partido Guatemalteco de los Trabajadores (PGT), el partido comunista oficial de Guatemala, en 1958 o 1959. Para 1960, ya había completado unos borradores de los dos primeros capítulos de La patria del criollo. “En la tarde hacía historia en el archivo, en la mañana la enseñaba en los colegios, y en la noche trataba de cambiarla, a través de su actividad en el Partido”, recuerda José Asturias Rudeke, otro de sus antiguos estudiantes.16 El trabajo que Severo hacía para el PGT se centraba en el comité de educación. No obstante, no era activista de sillón, ya que además de producir grandes cantidades de panfletos, pintaba eslóganes en los muros de la ciudad. Valiéndose de lo que entonces era una innovación, pintaban los eslóganes con pintura en aerosol, lo cual reducía el tiempo que llevaba expresar sus mensajes, minimizando así el riesgo de ser sorprendidos, y muy probablemente asesinados, por las fuerzas de seguridad. Servía asimismo en un comité que otorgaba becas a estudiantes para estudiar en los países socialistas de la Europa del este.
Mientras transcurría la década de 1960, los regímenes militares de Guatemala, apoyados por los Estados Unidos, reaccionaban cada vez con mayor ferocidad a la insurgencia guerrillera, iniciada por soldados disidentes que antes habían servido en las filas del gobierno. El activismo de Severo se hizo cada vez más peligroso, en gran medida por su reputación en la USAC, que entonces era un semillero de fervor revolucionario. Cuando la USAC se convirtió en el blanco de la represión gubernamental, muchos de los estudiantes y colegas de Severo fueron asesinados o los hicieron “desaparecer”.17 Retrospectivamente, es difícil imaginar cómo Severo logró vivir y trabajar bajo tal nubarrón, pero lo hizo. Además de impartir clases en el aula, Severo se sentía obligado a llevar a sus estudiantes al campo, donde leía en voz alta textos históricos para comunicarles el drama de la conquista española. Asturias Rudeke recuerda una cátedra memorable que se impartió en las ruinas de Iximché, donde Severo representó escenas de los Anales de los cakchiqueles y de otros testimonios de primera mano.18 Pudo, incluso, diseñar y dirigir la construcción de una casa para su familia, no lejos de la universidad, en la colonia El Carmen. La casa, completada en 1967, incluía un estudio con vistas de los volcanes en la distancia, panorama que Severo, como muchos guatemaltecos, encontraba inspirador. Allí pudo dar los últimos toques a La patria del criollo, después de un período de investigación en el Archivo General de Indias (AGI), en Sevilla.
Una beca de dos años financiada por la USAC, lejos del tormento que se vivía en Guatemala, fue valiosísima de muchas maneras para Severo. Es incontestable que le proporcionó a él y a su familia —Severo ahora era padre de dos niñas pequeñas— un período de tranquilidad para la investigación y la escritura. Pero su estancia en Sevilla también lo apartó de la línea de fuego. “Alrededor de 1967, Martínez salió inesperadamente del país a España, aparentemente por amenazas recibidas por su actividad y militancia en el Partido Guatemalteco del Trabajo”,19 afirma Jorge Luján Muñoz.
La temporada que Severo pasó en Sevilla también lo ayudó a superar lo que Asturias Rudeke llama un “bloqueo intelectual”, relacionado con partes de su manuscrito que trataban de los indígenas, el mestizaje y el ascenso de los sectores de la clase media. Asturias Rudeke señala que, después de que Severo regresó a Guatemala en 1969, terminó de escribir La patria del criollo en un tiempo muy corto.20 Luján Muñoz tiene una perspectiva diferente. Afirma que los resultados de la investigación de Severo en el AGI fueron incorporados al libro ya terminado, “en lo posible”, pero que el manuscrito empezó a imprimirse “alrededor de 1968”.21 Teniendo en cuenta la extensión del proyecto, le habría llevado un tiempo considerable al editor componer el manuscrito, lo cual habría dado a Severo una oportunidad para elaborar e incluir adiciones de último minuto, especialmente en las notas y materiales de referencia, con base en lo que había descubierto en Sevilla. En cualquier caso, La patria del criollo, ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca salió de la imprenta de la USAC el 31 de agosto de 1970, después de unos quince años de creación.
En 1971 y en un período caracterizado por exilios, Severo Martínez Peláez recibe el premio “Quetzal de Oro”, otorgado por la Asociación de Periodistas de Guatemala, APG, por su obra La patria del criollo. (Cortesía de la familia Martínez Mazariegos).
Poco después, Severo se enfrentó a otra situación de vida o muerte, cuando las fuerzas guerrilleras, inspiradas en parte por sus escritos y conferencias, chocaron con una serie de regímenes militares brutales. Por su propia seguridad, y la de su familia, nuevamente se refugió en México.
Sin embargo, en esta ocasión, al llegar como catedrático y respetado académico, Severo encontró un refugio en Puebla, donde la Benemérita Universidad Autónoma le abrió las puertas a él y a sus opiniones políticas. Lejos de las amenazas de violencia y asesinato, pudo emprender nuevos proyectos con entusiasmo y tranquilidad. Aunque un ambiente positivo prevaleció y aportó beneficios, fue en Puebla donde la familia y los amigos de Severo, muchos años más tarde, se dieron cuenta de que padecía de cierta forma de demencia, la cual resultó ser la enfermedad de Alzheimer. Severo regresó simbólicamente a Guatemala en 1992 para recibir un doctorado honorario de su amada USAC, y nuevamente en 1993 para recibir la Orden de Quetzaltenango, homenaje de la ciudad donde había nacido. Cuando se apagó el resplandor de estas ceremonias, el exilio lo llamó una vez más. Severo vivió sus últimos años en Puebla, donde falleció el 14 de febrero de 1998.
Obras citadas
Asturias Rudeke, José Enrique. 2000. Historia de un historiador. En Peláez Almengor 2000, 31-59.
Castellanos Cambranes, Julio. 2000. Severo Martínez Peláez: Un historiador marxista guatemalteco relieve de un maestro artesano de la historia. En Peláez Almengor 2000, 61-88.
Cifuentes Medina, Edeliberto. 2000. José Severo Martínez Peláez: Una vida hecha obra de arte. En Peláez Almengor 2000, 89-132.
Figueroa Ibarra, Carlos. 2000. Severo Martínez Peláez, el político y el científico. En Peláez Almengor 2000, 133-166.
Mariátegui, José Carlos. [1928] 1996. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Empresa Editora Amauta.
Martínez Peláez, Severo. 1998. La patria del criollo, ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca. México: Fondo de Cultura Económica.
Luján, Muñoz. 2002. La primera generación de historiadores graduados en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala, 1945-1958. Revista Universidad del Valle de Guatemala 12: 29-38.
Peláez Almengor, Oscar Guillermo, editor. 2000. La patria del criollo: tres décadas después. Guatemala: Editorial Universidad de San Carlos de Guatemala.En este libro se ensaya hacer Historia de Guatemala bajo principios metodológicos que se aplican por primera vez al estudio de nuestro desarrollo. Conviene por eso indicar los propósitos del trabajo y avisar al lector sobre dos o tres puntos importantes.
Prólogo
La finalidad de este ensayo no es rendir informe de ciertos hechos averiguados y debidamente comprobados. El libro aporta ciertamente algo a la labor acumulativa de datos históricos, pero su verdadero cometido es más ambicioso: intenta dar un paso en la labor interpretativa de nuestro pasado, y aunque limita sus indagaciones al campo de la vida colonial —como lo anuncia el subtítulo— la tarea implica riesgos y una gran responsabilidad intelectual.
Se entiende aquí por interpretación histórica no aquel fantasear que a título de “historia filosófica” nos habla del “espíritu” de una época, de su “perfil cultural”, de la “vocación histórica de sus hombres” y otras quimeras parecidas. Tampoco se toma el compromiso de interpretar como un subterfugio para rehuir la investigación de lo concreto y tejer ingeniosas conjeturas disfrazadas de “ciencias sociales”. La Historia interpretativa, realizada bajo las normas que aquí se adoptan, no da por hecha y sabida la síntesis del período estudiado —porque entre nosotros no existen todavía esas condensaciones de conocimiento histórico— sino que la realiza como su labor fundamental, y es en la manera de sintetizar donde se encuentra el carácter interpretativo que a esta investigación se le atribuye. Alcanza ese rango la labor histórica cuando busca y consigue señalar los grandes hechos determinantes del proceso social; no los hechos más ruidosos —no las “efemérides"— sino aquellos que, operando en la base de la estructura de la sociedad, determinaron sus características más importantes y le imprimieron ciertas tendencias a su desarrollo. Así, ensayar la interpretación del proceso colonial guatemalteco —propósito de este libro— es investigar los fenómenos básicos de nuestra sociedad en aquel período y demostrar cómo ellos condicionaron sus modalidades más notorias. Es, en dos palabras, explicar la vida colonial haciendo referencia a sus fundamentos.
En algunas de sus secciones el trabajo no llega a formular tesis, sino solamente hipótesis que podrían confirmarse sobre una información más amplia después de recabarla —pues se trata, en esos casos y en muchos otros de este libro, de temas históricos guatemaltecos totalmente inexplorados hasta hoy—. Considerando el valor tentativo de esos trozos ha querido el autor llamar ensayo al conjunto, sin ocultársele, empero, la posibilidad de haber encontrado y estar proponiendo, en otras secciones, claves de interpretación plenamente válidas y quizá definitivas.
Hay en Guatemala muchas personas aplicadas a la historia, en plan profesional y también como aficionados, que desearán aportar valiosa crítica, de detalles y de fondo, cuando este primer esfuerzo de interpretación global de la colonia se les ofrezca como incitante y como punto de partida. Al autor le agradaría suscitar esa crítica, no sólo porque es necesaria para el afinamiento de la interpretación misma, sino porque significaría una cierta activación del pensamiento histórico, tan abandonado entre nosotros por venerar la noticia muerta
* * *
Un estudio que pretende ir a las bases de la sociedad colonial tiene que referirse constantemente al trabajo de indios y de los ladinos menesterosos, a las diversas formas en que fueron explotados, a las pugnas que por ese motivo se daban entre los grupos dominados y los dominantes, y aun entre estos últimos disputándose el dominio de aquéllos. Por esa razón, términos como explotación y clases sociales —y los vastos conceptos económicos y sociológicos que en ellos van expresados— están presentes en todo el ensayo. Como son términos que el uso corriente ha llenado de connotaciones vagas, conviene precisar qué significado tienen en el libro.