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Miguel Ángel Asturias en Italia
Stefano Tedeschi
Guatemala, 2021
Índice de contenidos
Portadilla
Legales
Presentación
Nota editorial
1. Asturias e Italia, Asturias en Italia: Historia de una larga pasión
1.1 Un antecedente juvenil
1.2 La vuelta a Italia
1.3 El año del Nobel
1.4 Los años 1968-1971
1.5 Breves notas sobre una desaparición anunciada
1.6 Conclusiones
2. Los textos de Miguel Ángel Asturias 2.1 Dos conferencias sobre literatura hispanoamericana
2.1.1 Originalidad y características de la novela latinoamericana
2.1.2 Paisaje y lenguaje en la narrativa latinoamericana
2.2 El discurso de Génova
2.2.1 Discurso inaugural del Congreso
2.3. El estudio sobre Velázquez
2.3.1 Velázquez más allá de la pintura
2.4 Ciudades mayas
2.4.1 Introducción al libro Ciudades mayas
2.5 Entre África y América Latina
2.5.1 Introducción al libro de Léopold Sédar Senghor, Poemi africani
2.6 Dos textos breves
2.6.1 Introducción a la edición italiana de Le lanze colorate
2.6.2 De Bruno a Campanella. Introducción al libro La rivoluzione di Fra Tommaso Campanella
3. Asturias en Italia. Bibliografía de las traducciones y de los estudios sobre su obra
4. Bibliografía
860.7281T256 Tedeschi, StefanoMiguel Ángel Asturias en Italia / Stefano Tedeschi -- Universidad Rafael Landívar, Editorial Cara Parens, 2021.XI, 231 páginasISBN de la edición física: 978-9929-54-366-9ISBN de la edición digital, PDF: 978-9929-54-367-6ISBN de la edición digital, EPUB: 978-9929-605-95-41. Asturias Rosales, Miguel Ángel - 1899-1974 - Crítica e interpretación2. Asturias Rosales, Miguel Ángel - 1899-1974 - bibliografía3. Literatos guatemaltecosi. Universidad Rafael Landívar, Cátedra Miguel Ángel Asturias, editorii. t.SCDD 22 |
MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS EN ITALIA
Stefano Tedeschi
Edición 2021
Universidad Rafael Landívar, Cátedra Miguel Ángel Asturias
Universidad Rafael Landívar, Editorial Cara Parens.
Se permite la reproducción total o parcial de esta obra, siempre que se cite la fuente.
D. R. ©
Editorial Cara Parens de la Universidad Rafael Landívar
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Revisión, edición, diseño y diagramación por la Editorial Cara Parens.
Ilustración de portada: Diego Andrés Penedo Méndez
Las opiniones expresadas y el lenguaje utilizado en los testimonios de los entrevistados(as) que aparecen en esta publicación, son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente compartidas por la Universidad Rafael Landívar.
Este libro se ha publicado dentro del Proyecto de Cooperación Interuniversitario de SEAI con la Universidad Rafael Landívar.
Miguel Ángel Asturias
© Miguel Ángel Asturias y Herederos de Miguel Ángel Asturias (2021)
Primera edición en formato digital: diciembre de 2021
Versión 1.0
Digitalización: Proyecto451
PRESENTACIÓN
La Cátedra Miguel Ángel Asturias fue creada en 2019 para rescatar, preservar y acrecentar dentro del patrimonio cultural el significado de la figura, obra y trayectoria del nobel guatemalteco, tanto en el campo literario como por su aporte a la creación de una identidad nacional en ciernes. Desde una perspectiva crítica interdisciplinar y dentro de diversas actividades, la Cátedra persigue motivar el interés por el legado del autor como parte del archivo del imaginario y la memoria guatemaltecos. Una tarea importante reside en la creación de nuevos conocimientos a través de la investigación. Así, surge esta primera publicación: Miguel Ángel Asturias en Italia, que constituye una recopilación de textos varios aparecidos en periódicos y revistas italianas durante las múltiples estancias de Asturias en la península, que datan de inicios de los sesenta a inicios de los setenta. Ese material fue localizado, seleccionado, traducido y aparece acompañado de una acuciosa introducción bibliográfica por el profesor Stefano Tedeschi, reconocido hispanoamericanista.
Esta iniciativa ha sido posible gracias a un proyecto de coedición entre la universidad italiana –a través del Departamento de Estudios Europeos, Americanos e Interculturales de la Facultad de Filosofía y Letras de la Sapienza Universitá di Roma y la Universidad Rafael Landívar. Asimismo, se contó con el valioso apoyo de la Fundación Miguel Ángel Asturias, a través de sus directivos, Miguel Asturias Amado y Sandino Asturias, y por su conducto, la Agencia Literaria Carmen Balcells.
Este libro se propone evidenciar la labor pionera que Asturias emprendió mediante una función divulgadora y valorativa de las culturas latinoamericanas –y en general, las consideradas periféricas o subalternas–, que abre otros horizontes. Tedeschi expone que el escritor guatemalteco en un principio enfrentó un contexto eurocéntrico que, salvo pocas excepciones, desconocía dichas culturas y se interesaba más por el compromiso social de los autores y sus obras, pues todavía prevalecía el realismo político en la literatura. De allí que algunos trazaron una línea de lectura rígida entre el nivel mítico y el nivel político de textos como los de Asturias. Otros, condescendientemente destacaban el supuesto registro exotista de los textos, pero todavía sin reconocerle un perfil propio. El problema residía en el desconocimiento y la incomunicación, para lo cual Asturias no solo elaboró digresiones, desde una perspectiva de interculturalidad democrática –como teorizará después Mario Roberto Morales–, sino también propuestas concretas. Como respuesta estratégica, Asturias tendió puentes mediante vasos comunicantes internos y externos, como es el caso del contacto con otras culturas marginales y/o marginadas, como las africanas.
Reconocimiento especial merecen dos generosos interlocutores, ambos prestigiosos hispanoamericanistas italianos, autores de estudios críticos de obligada referencia sobre el nobel y su obra, además fueron grandes amigos de Asturias y de Guatemala. Se trata del profesor Giuseppe Bellini y el profesor Amos Segala, este último, catedrático honorario de la Universidad Rafael Landívar. Con ellos, Asturias dio inicio al desafío de dar a conocer la cultura y la literatura hispanoamericana con actividades varias en universidades, centros de cultura, festivales, medios de comunicación, entre otros.
Italia respondió con entusiasmo al discurso y propuestas de Asturias, quien se vinculó, inclusive a nivel de amistad, con intelectuales, políticos, periodistas y artistas de gran peso en esos momentos y fue él mismo un actor en la vida cultural italiana. Y aquí reside uno de los aspectos mejor logrados por Tedeschi: articular la presencia y labor de Asturias con los diferentes contextos peninsulares: desde el incipiente movimiento del 68 que con su rebeldía oxigenaba nuevos proyectos culturales, casi hasta el inicio de los lamentables anni di piombo, cuando el terrorismo clausura la fulgurante etapa anterior. Fue un espacio idóneo, reforzado por el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura en 1967, para que Asturias dialogara con los nuevos protagonistas, los jóvenes, y su obra fuera publicada primero en Francia y luego en Italia, y, sobre todo, leída y comentada. Lamentablemente, como bien lo establece también el autor, por una parte, surgen los albores del boom latinoamericano que, de alguna manera, satisfacían el ansia de narrativas experimentales con acento latinoamericano, filtrando parcialmente la denuncia social; esto, unido a la desafortunada polémica política que Asturias sufrió con la izquierda intelectual. Por otra parte, el desorden cronológico de la publicación de sus libros para su lectura, abonó a que su obra cayera un poco en el olvido, aunque en años recientes ha habido algunas reediciones.
Afortunadamente, en Italia hubo quienes, desde la academia (además de Bellini, Segala y algunos de sus discípulos), han mantenido el interés por Asturias y continuaron estudiándolo. Entre ellos, el guatemalteco Dante Liano, con la revista Centroamericana desde la Università Cattolica del Sacro Cuore de Milán, y el caso actual de Stefano Tedeschi: ambos continúan propiciando la investigación alrededor de la figura de Asturias. Esa es también la intención de esta Cátedra, al ofrecer un libro que presenta aspectos nuevos o desconocidos de la autoría de Asturias, y que pueden incorporarse a otros estudios realizados o en curso. Esperamos que este material sea útil y motive a estudiantes, docentes e investigadores a mantener vivo el interés por Miguel Ángel Asturias y a descubrir otros relieves de su notable figura.
Lucrecia Méndez de Penedo
NOTA EDITORIAL
Este libro se compone de tres partes, independientes entre ellas. La primera es una introducción histórico-crítica sobre las relaciones que Miguel Ángel Asturias tuvo con Italia desde 1925 hasta su muerte, y sobre la relevancia de esta relación tan peculiar con un país que lo acogió en un momento muy delicado de su vida personal.
En la segunda parte, se proponen ocho textos que Asturias publicó en Italia entre 1964 y 1972: cuatro de ellos se publicaron en italiano y nunca han sido traducidos antes al castellano; tres se utilizaron para ediciones españolas que salieron a la luz después de sus primeras versiones (para esta edición, se verificaron las traducciones españolas, no siempre exactas) y uno (el discurso del Congreso de Génova) se publicó directamente en español, pero no se ha reproducido nunca en otras ediciones. En todos estos textos, se han mantenido las normas gráficas y ortográficas de los originales, incluso para las notas (presentes solo en la introducción a los poemas de Sénghor). Se han añadido las indicaciones bibliográficas a los primeros dos textos traducidos, considerando el número y la relevancia de las citas utilizadas por Asturias.
La tercera parte es un ensayo bibliográfico donde se recogen todos los textos de Miguel Ángel Asturias, los estudios sobre su obra y las reseñas periodísticas publicados en Italia hasta hoy.
1. ASTURIAS E ITALIA, ASTURIAS EN ITALIA: HISTORIA DE UNA LARGA PASIÓN
La relación de Miguel Ángel Asturias con Italia y con la cultura italiana constituyó una pieza importante de su mosaico biográfico: Italia fue quizás el país europeo al que volvía con más placer, aparte de Francia, que fue de hecho su segunda patria. Se tradujeron al italiano casi todas sus obras y en los años sesenta las universidades italianas lo acogieron con enorme interés: a partir de este momento, el autor estableció relaciones de afecto con profesores e intelectuales que muy pronto se volvieron amigos entrañables. Entre ellos, hay que recordar obligadamente a Giuseppe Bellini –su mayor intérprete italiano–, quien ha recordado las etapas italianas de Asturias en una serie de artículos que constituyen un punto de referencia para estas páginas introductorias. Se trata de textos en los cuales se mezclan recuerdos personales con apreciaciones literarias y culturales, y que permiten reconstruir los recorridos del nobel guatemalteco en la península, entre 1963 y 1974. Además de estas aportaciones fundamentales, para recomponer un cuadro que se ha revelado más complejo de lo que se podía pensar, consulté reseñas, artículos de prensa, cartas, testimonios, contribuciones académicas que confirman el relevante papel que Italia y la cultura italiana jugaron en la última década de la vida del escritor.
Los textos que se presentan en traducción española en este volumen fueron escritos justamente en este marco temporal. En su conjunto representan un testimonio valioso no solo de estas relaciones culturales, sino de su empeño constante para dar a conocer literaturas y culturas recién estrenadas en Italia, en un periodo crucial que se sitúa justamente entre una época de desconocimiento casi total y la enorme difusión que no tardó en ser denominada un “boom”.
1.1 Un antecedente juvenil
La relación personal de Asturias con Italia no empieza sin embargo en los sesenta: había tenido un antecedente –de gran interés– que se puede investigar acudiendo a los artículos publicados en el volumen París 1924-1933. Periodismo y creación literaria (1) (1988). La gran mayoría de los textos recogidos en el libro nacen y giran alrededor de París, que fue el punto de vista privilegiado del joven guatemalteco hacia lo que está ocurriendo en Europa. En el maremágnum de las correspondencias enviadas a varios periódicos de Guatemala y de otros países americanos, hay un grupo de ellas que se publican en El Imparcial, entre el 27 de junio y el 8 de agosto de 1925, como testimonio de la participación de Asturias en el Tercer Congreso Internacional de la Asociación de la Prensa Latina, organización fundada en 1923 para la difusión del “pan-latinismo” en Europa y en América (2).
El viaje, el primero de Asturias a Italia, del que queda una constancia escrita, se desarrolló alrededor de las fechas del Congreso (14-16 de mayo), a través de una serie de iniciativas culturales y turísticas que los organizadores italianos habían previsto para los congresistas extranjeros. El viaje en sí y estas actividades le permitieron visitar Turín, Génova, Florencia, Pisa, Venecia, Roma, Nápoles y Pompeya, Milán y los Lagos del Norte de Italia.
Las descripciones de las ciudades y de los lugares producen una serie de bocetos destinados a transmitir las impresiones causadas en el viajero: remarcan la belleza y la importancia de los sitios. Vale la pena citar aquí algunas líneas dedicadas a Génova y a Venecia, dos ciudades que se volverán muy significativas para el autor en los años sesenta:
Génova. Una mano empuñada. Casas en todos los dedos. Casas blancas, amarillas, azules y rojas. En frente al Mediterráneo, maestro en cuyas barbas espumosas se bañaban los pies de los navegantes intrépidos en otra hora de otro siglo. Viejo maestro, tus aguas son de un azul tan amoroso que no quisiera dejar de verte nunca. Tu brisa perfuma de duda, de temor de infortunio –aroma que empuja a lo desconocido– dos trapitos blancos que en los aleros de las casas se cae el sol. Yo sé tu leyenda, vieja ciudad abuela y la he de contar cuando sea viejo. Tus callejuelas, donde apenas cabe un carrito tirado por un niño triste, separan tus muros como las tablitas de las castañuelas. Tus piedras gastadas, tus hornacinas, tus fortalezas fijan en el confín de la memoria sus líneas duras. (3)
Venecia es una ciudad ahogada en una lágrima del mar. Yo quisiera ser más joven para calificarla con adjetivos románticos. Venecia tiembla todo el tiempo en el agua. Yo quisiera ser menos viajero para quedarme en ella y pintarla en estampitas de botica insignificantes, de esas estampitas que adornan y entusiasman los ojos de las gentes sencillas. En el chaleco cuadriculado del plano de Venecia el Gran Canal es una leopoldina antigua. Yo quisiera ser no sé qué en esta ciudad que todos los días se baña, mañana y tarde, esperando al prometido que, como en alguna otra leyenda célebre no llegará jamás. Las imágenes de las ventanas se hunden en el agua de los canales para coger estrellas. Los puentes simulan guitarras hundidas hasta la mitad en el agua. Por la boca de las guitarras pasa el viento cantando: ¡canción con latidos de corazón! (4)
Estas notas de viaje se presentan en efecto como rápidos flashes, cargados de imágenes, que construyen un paisaje verbal fascinante y superan una mera visión turística, como había prometido el mismo Asturias en el primer artículo: «Visité los más célebres lugares de la ciudad. Pero esto me lo callo, pues no quiero que me tomen por un guía de turistas burgueses o un repetidor de los libros que ordenan a los yanquis y a los ingleses sus viajes por Italia» (5).
Esta diferencia se irá marcando a lo largo del viaje, como se puede apreciar a partir de las notas tomadas después de la visita a las catacumbas romanas, un lugar en aquel entonces bastante alejado del itinerario turístico más habitual. Asturias describe la dificultad de alcanzar el sitio, pero también la enorme impresión que le causó, según la cual establece una sorprendente relación que va más allá de la distancia temporal:
Dejo la ciudad por la Vía Apia. Voy triste con la cabeza baja y los hombros cansados. Sepulcros, monumentos y cipreses silentes. Cae el sol. Aparto hasta el cementerio de San Calixto en un coche de mala muerte. Roma es eterna cuando se va en carruaje. A medida que se acerca el vehículo yo voy sintiendo más y más angustia. Se creyera que voy a ver un ajusticiado. Me introduzco por una puertecita. Largo campo verde. Tumbas. Aquí una casucha. Aquí unos monjes. Aquí una cruz. El viento vesperal sacude las corolas, hojas de una mata de claveles. Jamás creí que en este lugar iba a encontrarme tan impresionado. Un temblor de cuerpo. Un deseo de llorar. Fui descendiendo a las catacumbas en compañía de un monje silencioso. Un piso y otro piso. En el fondo la oscuridad era completa. Mis temores se deshicieron como nubes de invierno pasajeras. Sin saber por qué, me creí entre los míos. Aquellas cuevas tienen los cordones umbilicales de todas las rebeldías. En sus humedades de sótano, en sus fosas de cárcel, se alojaron los primeros rebeldes, los santos rebeldes. Los que ya saben de convencionalismos y claudicaciones deben venir aquí. Aquí están bien los que se han levantado contra las tiranías sociales, morales y políticas. Ni el frío ni la sombra amedrentan, cuando ellos son el refugio de los que sustentan una nueva doctrina. […] La impresión mística que me produjeron las catacumbas no es para contar. No sabría traducir lo que realmente sentí. El esfuerzo socialista del cristianismo de las primeras edades alimentó en aquellos años las más bellas esperanzas. Al par que experimentaba los más duros desalientos. (6)
Uno de los momentos estelares del Congreso fue sin duda el encuentro con Benito Mussolini, cuidadosamente preparado por los organizadores durante la visita a Roma. Los periodistas extranjeros invitados al Congreso se hallan frente a un hombre político que había llegado al poder de forma totalmente imprevista, apenas dos años y medio antes: para gran parte del público europeo y mundial, su figura representaba todavía un enigma, a pesar del rostro autoritario ya manifestado, por ejemplo, con el asesinato del diputado opositor, Giacomo Matteotti, en enero de 1924.
Asturias dedica a este encuentro una entera correspondencia, publicada el 1 de agosto de 1925. Al inicio, el joven periodista comparte las preguntas que circulaban en la Europa de aquellos años:
¿Qué impresión me hizo Mussolini?... Yo mismo no sé cuándo me pregunto, sintiéndome contradictorio, trasladándome alrededor de esta figura central de la política europea de un punto a otro, los más opuestos y lejanos, de la admiración al desprecio. ¿Se trata de un reformador? … ¿Se trata de un reaccionario?... ¿Es simplemente un audaz?... ¿Es un criminal con suerte? No sé, la verdad no sé lo que es. (7)
La impresión visiva resulta –pocas líneas más abajo– ya diferente:
Mussolini da la impresión de un hombre cansado, agobiado, de un hombre sentenciado a muerte. Pálido, con transparencia de cadáver, sobre los huesos se estira la piel presionando las venas que se llenan y se vacían sucesivamente. La mandíbula más fuerte que un yunque. Cuando le hablan inclina la cabeza para ver de abajo a arriba, y para hablar ve como si le estuviesen poniendo los pies al que le escucha. Figura recortada, fría, repulsiva. No ríe, hace un gesto de risa cinematográfico. […] El Duce cambia de postura, mueve los ojos como delante de una maquina fotográfica. Está enfermo, se lo lleva el mismo mal que consumió a Napoleón. Yo creo que el Duce ha buscado su enfermedad y quiere pedir permiso para ir a morirse a Santa Elena. (8)
Cuando Mussolini expresa su opinión sobre los posibles intercambios de estudiantes universitarios entre los países “latinos”, el juicio de Asturias se vuelve tajante:
Hablando de la necesidad del intercambio universitario de estudiantes y profesores entre las universidades latinas, Mussolini dijo, sin pensar, creo yo, que «estaba bien, solo que había que volver al estilo de universidad antiguo, para cosechar mejores frutos». Grave afirmación, por no decir ridícula. Las universidades de corte antiguo son anacrónicas en nuestro tiempo, y no significan nada efectivo en la preparación que actualmente requieren los hombres, ya que, actualmente, la ciencia se ha independizado de la teología y al razonamiento encerrado en premisas ha sustituido el razonamiento libre, creador y fecundo, la investigación directa, sin dogmas ni «domines». (9)
Saliendo de la reunión, Asturias parece haber resuelto sus dudas iniciales acerca del dictador italiano, con una conclusión que, escrita en 1925, resulta extraordinariamente –y trágicamente– precursora:
Al salir, mi primera impresión la dije a los compañeros. Mussolini es un artista de cine. Sus gestos, sus movimientos, todo parece estudiado de antemano, delante de un espejo y con ayuda de otros versados cómicos de cine. No descuida el menor detalle. Al final de la entrevista hubo un momento en que creí encontrarme delante de un actor, pálido por la exigencia de la escena, angustiado, febril, sin más recuerdo de su energía que sus ojos afilados en punta, como dos flechas de obsidiana. Cuando Mussolini marchó sobre Roma, con la voz de Nerón debió haber dicho, para ser sincero: –¡Qué artista pierde el cine!... (10)
La última correspondencia (8 de agosto) resume el viaje y el alcance del Congreso, y revela la peculiar involucración de Asturias en el pan-latinismo de esos años, analizada en detalle por Marc Cheymol:
Florencia nos dejó el recuerdo de los camaradas italianos; periodistas y literatos con quienes convivimos y con quienes nos entendíamos en una lengua nueva, mitad español, mitad francés y algunas palabras de italiano. Doy paso a todos los momentos de camaradería, porque en ellos aprendimos a no olvidar que en Italia estamos en casa, que se nos siente como propios y se nos considera como ciudadanos de una sola raza. […] ¿Y qué trajiste de Italia? – El ansia de volver. (11)