Kitabı oku: «No eres tú, soy yo…»
Índice de contenido
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
Cuatro meses después
AGRADECIMIENTOS
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».
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Título original: Ghosting: a Love Story
©2020 by Tash Skilton
First Published by Kensington Publishing Corp. Translation rights arranged by Sandra Bruna Agencia Literaria S. L.
Traducción de Xavier Beltrán Palomino
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Diseño de cubierta: Eva Olaya
Fotografía de cubierta: Shutterstock
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1.ª edición: julio 2020
Derechos exclusivos de edición en español reservados para todo el mundo:
© 2020: Ediciones Versátil S.L.
Av. Diagonal, 601 planta 8
08028 Barcelona
www.ed-versatil.com
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Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o fotocopia, sin autorización escrita del editor.
Para las cuatro hermanas (Haiden, Homa, Haleh y Hengameh)
que me proporcionaron mi historia de amor favorita.
S. T.
Para mis padres, Earl y Ros Hoover, que me enseñaron a amar los libros y hace tiempo que merecen una dedicatoria.
Nadie igualará vuestras citas a ciegas.
S. S.
«Cuando una persona te atrae, solo significa que tu subconsciente es atraído por su subconsciente. Y lo que llamamos destino solo son dos neurosis que hacen buena pareja».
Nora Ephron en Algo para recordar.
CAPÍTULO 1
De: Leanne Tsen
Para: Todos los trabajadores de Habla el Corazón
Asunto: Nuevas oficinas
Equipo:
Aunque los últimos meses hayan supuesto un auténtico reto, me gustaría felicitaros por ser tan abiertos y por haberos adaptado tan bien a nuestra nueva situación. Del mismo modo, espero que disfrutéis de la libertad y la independencia que proporciona trabajar desde casa. (En este artículo de la revista Wired se habla del futuro de las oficinas. ¡Somos unos pioneros!).
Por cierto, la persona que haya programado mi teléfono para que suene Habla el corazón cuando recibo un mensaje… La broma tiene su gracia. En la fiesta de despedida de las antiguas oficinas me pareció muy divertida. Pero es que nadie puede desactivarlo; ni siquiera los genios de la Apple Store. ¿Podrías dar la cara y venir un momento a cambiarlo, por favor? Por razones evidentes, si tengo que volver a escuchar esa canción, voy a matar a alguien sí o sí. Y nadie os va a pagar el sueldo si vuestra CEO está en la cárcel.
Saludos cordiales,
Leanne
Miles
No pasa nada. Nada de nada.
Qué más da que mi exnovia acabe de publicar una foto de su mano sin anillo sobre lo que sin ninguna duda es una barriga embarazada. Qué más da que hayamos roto hace seis semanas; y una cosa, yo no seré el mayor experto del mundo en reproducción, pero diría que esa barriga no se corresponde con un embarazo de seis semanas. Qué más da que, en un arrebato de confusión y de euforia, le haya enviado un mensaje de «¿vamos a tener un hijo?» con un emoticono de un bebé por si necesitaba una imagen que representara la palabra «hijo», y que ni siquiera me haya respondido, aunque el doble check azul me confirma que lo ha visto.
O sea, que o el bebé es mío y Jordan ha decidido que no me va a permitir formar parte de la vida del crío, o Jordan me engañó con otro antes de dejarme, de hacer añicos mi corazón y de robarme el piso.
No sé cuál de las dos opciones es peor.
De pronto suena mi portátil: un mensaje que acompaña a la imagen diminuta de una morena sonriente.
Jules478: Ey, ¿qué tal?
De puta madre. Y ahora tengo que trabajar. Ahora tengo que trabajar y hacer que la vida sentimental de los demás sea un éxito. Menuda broma del universo. Y no es solo eso, sino que ya no hay una oficina a la que ir, ni compañeros con los que charlar un poco, ni una máquina de café que me suministre toda la cafeína que necesito. Solo tengo una incomprensible cafetera idéntica a la cabina de un Boeing 747 y el rincón de un sofá que me han prestado y que me apuesto lo que quieras a que está hecho de esparto, porque mi amigo Dylan vive en un catálogo de Pottery Barn, la exclusiva tienda de muebles para el hogar. (Y tú me dirás que ocupar un sofá no te da derecho a elegirlo, y yo te diré que, en plena agonía melancólica y con los pelos siempre de punta por culpa de la electricidad estática, todo el mundo tiene derecho a criticar).
Cierro los ojos y, antes de responder, pruebo el ejercicio de respiración que, cómo no, me enseñó Jordan: inhalar durante cuatro segundos, aguantar la respiración durante siete y exhalar durante ocho.
PerseYo: Buenas. Muy bien. ¿Qué tal tú?
Está todo controlado. Soy capaz de mantener una conversación trivial como esta hasta dormido. Por algo me he pasado los últimos dos años convirtiéndome en el mejor ghostwriter[1] de Habla el Corazón. He pulido tanto mi talento que casi puedo poner el piloto automático. ¿Que no?
Jules478: Bien.
Vaya. Aunque acabo de romper la norma número uno de las citas por internet. No formular nunca una pregunta que se pueda responder con una sola palabra, como en una improvisación teatral.
Intento rectificar.
PerseYo: Por cierto, ¿has visto la programación de los conciertos de verano del estadio de Forest Hills? Este año es una pasada.
Se supone que soy… Busco su nombre entre los expedientes abiertos… Farhad. Eso es. Farhad es un gran aficionado a la música, y sé que para él esos conciertos son importantes.
Jules478: ¡Sí! Belle y Sebastian y Greta van Fleet. ¡Qué pasada!
PerseYo: Ya ves, ¿eh?
Escribo la respuesta en modo automático, y entonces paso a inspeccionar la programación para intentar adivinar qué otro de esos malditos grupos le podría gustar a Farhad. Ah, ya sé. En el cuestionario mencionó a LCD Soundsystem.
PerseYo: Me muero de ganas de ver a LCD.
Jules478: ¿Sí? También molan.
Vale, a ella no le gusta tanto ese grupo. Pero bueno, los dos pueden aportar diferentes gustos musicales a la relación. Es lo bonito del amor, ¿no? Cada cual contribuye con sus propios intereses, que después se juntan y se mezclan, y algún día aparece un pequeño embrión que ha unido genéticamente esas pasiones y las ha convertido en un ser que se puede acunar en una foto artística en blanco y negro para Instagram.
PerseYo: ¿Te gustan los niños?
Eh. ¡EH! ¿Qué coño haces, Miles? Como dice el Manual de estilo para los autónomos de Habla el Corazón en la página 22, hay ciertos temas que jamás de los jamases se mencionan en una primera conversación: política, religión, matrimonio, conocer a los padres y, por supuesto, tener hijos. De ninguna de las maneras. Y lo sé porque ese manual lo escribí yo, literalmente. Como fui el primer empleado de Leanne, tuve que describir con todo lujo de detalles de qué va mi trabajo (y la idiosincrasia de la empresa).
Hay una pausa de varios segundos antes de que el match de Farhad vuelva a escribir.
Jules478: Sí. Me gustan.
PerseYo: ¿Alguna idea de qué pinta tiene la barriga de una embarazada de seis semanas?
No sé qué está pasando. Mis dedos actúan totalmente ajenos a mi cerebro.
Jules478: Eh…
PerseYo: No es un embarazo visible, ¿no? O sea, que no se ve ningún bulto aún, ¿no?
A estas alturas, ¿qué más da todo ya? Seguro que Jules sabe más que yo, porque por lo menos ella tiene el aparato genital adecuado y porque, no sé, es probable que tenga amigas madres o algo así.
Jules478: No creo, ¿no?
PerseYo: Justo lo que pensaba.
La cuestión es que sé que el bebé no es mío. Lo he sabido desde el principio, pero mis mensajes sin respuesta y el puñetazo que sentí en el estómago al ver «leído a las 8:37» lo confirman. Jordan nunca criaría sola a un bebé, no si el padre quiere estar ahí para los dos. ¿Cuántas veces la rodeé con los brazos mientras ella me contaba los mil motivos por los que su padre era un gilipollas y cómo su ausencia había influido en su vida y en su personalidad?
Jules478: Oye…, una cosa. Me tengo que ir.
Mierda. En lugar de hacer mi trabajo y convencerla de que Farhad es perfecto para ella, y que por lo menos merece una cita en persona, me he dejado llevar por un agujero negro mental de lo más profundo.
Toca remediar la situación.
PerseYo: ¡Ja, ja! Perdona, no pretendía asustarte.
Me estoy estrujando el cerebro para dar con una excusa que justifique mis preguntas sobre embarazos.
PerseYo: Es que estoy escribiendo una canción. Investigando un poco.
Si hay canciones sobre curvas femeninas, también las puede haber sobre vientres femeninos, digo yo.
Jules478: Ah… ¿Eres músico?
PerseYo: Aficionado.
Echo otro vistazo al cuestionario de Farhad.
PerseYo: Trabajo en el mundo de las finanzas.
Bien, bien. He soltado sutilmente lo del trabajo estable. A lo mejor he vuelto a generarle interés y todo.
Jules478: ¿En qué clase de grupo tocas?
Echo un nuevo vistazo al cuestionario. Ah, mierda.
PerseYo: En un cuarteto de cuerda.
Le sigue otra pausa larga.
Jules478: Ya veo… Oye, lo siento, pero se me acaba la pausa para comer y me tengo que ir, de verdad.
Son las 8:52 de la mañana.
Jules478: ¿Hablamos luego?
Pero se desconecta antes de que le pueda responder.
¿Quieres que te sea sincero?
Seguro que les he hecho un favor a Farhad y a ella.
Al fin y al cabo, el amor no existe. No hay que ponerse en plan balada heavy metal, pero el amor es una ilusión. No es más que una cortina de humo que oculta el futuro desamor. ¿Por qué nos hacemos esto? ¿Por qué? O bien te deja a ti o bien la dejas tú, o (en el mejor de los casos) vivís felices y coméis perdices hasta que uno de los dos se muere y el otro se queda completamente destrozado, convertido en una sombra de su antiguo yo.
¿Por qué cojones los perseguimos?
Recibo un mensaje de Leanne.
Leanne T: Miles, quiero que te reúnas conmigo en mi despacho.
Me cago en todo lo cagable.
Miles I: En veinte minutos estoy ahí. ¿Va bien?
Leanne T: Sí.
Y entonces, es que no puedo evitarlo…
Miles I: Oye, Leanne. Una preguntita. ¿Tú sabes qué pinta tiene una barriga de embarazada de seis semanas?
***
El despacho de Leanne se encuentra en un edificio que claramente fue un almacén hasta hace tres minutos, cuando a algún magnate del sector inmobiliario se le ocurrió crear unos 450 despachos del tamaño de un armario y cobrarle a la gente un alquiler desorbitado por el privilegio de trabajar justo al lado de la Decimosegunda Avenida, a por lo menos quince minutos del metro, al que siempre tienes que llegar andando con el viento en contra.
Espero a que me abra la puerta y cojo uno de los ascensores de carga hasta la novena planta, y entonces llego frente al armario de Leanne.
Hace tan solo dos semanas, la sede de Habla el Corazón se ubicaba en unas oficinas modestas pero espaciosas del barrio de Meatpacking District. Unos enormes ventanales de cristal daban a las calles adoquinadas, desde los que podíamos ver caminar a mujeres con muchas ganas de gastar dinero, gafas de sol de marca y zapatos Jimmy Choo que se mezclaban con resacosas discoadictas con gafas de sol de marca y unos Jimmy Choo aún más altos. Me gustaba mirar a la calle y pensar que era muy probable que una de esas resacosas fuera clienta nuestra, que volvía de una cita triunfal que había terminado a las siete de la mañana, y se apresuraba a regresar a casa para cambiarse y llegar presentable al trabajo, pero incapaz de esconder la sonrisa que solo puede provocar una cita interesante con un desconocido. No caminaba avergonzada, sino orgullosa. ¿Quién no se sentiría orgulloso y eufórico tras una noche de pasión y conexión personal? Y quizá yo habría tenido algo que ver. Pensarlo me hacía sentir orgulloso y eufórico a mí también.
Ahora ya no.
Ahora sé que es probable que una noche interesante termine desembocando en un camino de agonía: ya sea por los mensajes de texto sin respuesta, por las discusiones sobre los padres controladores de tu pareja o porque hay que decidir quién se queda con las plantas cuando se termina la relación. No llevo la vida de mis clientes más que hacia la ruina y la perdición.
¿Que qué tal el despacho? Bueno, démosle las gracias a otra de las ideas brillantes y catastróficas de Clifford, el exmarido de Leanne.
Como dice Taylor Swift en una de sus canciones, hace muchos errores había una vez una pareja de dos idiotas, Leanne y Clifford, que creían que tenían una relación que iba a durar para siempre. Así que no solo intercambiaron votos, compraron un piso (nada menos que una multipropiedad, una pesadilla más) y adoptaron a un gato: decidieron dar un nuevo y estúpido paso y se convirtieron en copropietarios de una empresa.
Pues sí, Habla el Corazón empezó con los dos, aunque la idea original fue de Leanne, la escritora embelesada por el amor. Había sido testigo de cómo sus amigas solteras sufrían la tortura de las citas por internet, de construirse el perfil perfecto y decir lo más adecuado en correos electrónicos y en mensajes de texto. Y un día se dio cuenta: si se dedicaba a redactar el contenido adecuado, podría ayudar a sus amigas a darle forma a lo que ellas querían transmitir.
De ahí fue creciendo la idea de crear una agencia de ghostwriters que ayudaran a la gente a llegar hasta la mismísima puerta del verdadero amor.
—No somos escritores, somos cupidos —decía Clifford.
Esa era la tarea de Clifford: ocuparse del marketing y de las operaciones comerciales.
Es decir, que fue idea de Clifford llamar a la empresa Habla el Corazón (seguro que fue la última vez que Leanne y él estuvieron de acuerdo en algo). Y, a continuación, lo lógico habría sido hacerse con los derechos para utilizar la canción de Roxette en los anuncios.
En teoría no era mal plan, para nada. Pero resultó que Roxette y los compositores no querían que se los relacionara con una rara y desconocida agencia de citas online con ghostwriters, y a cambio exigieron una cifra desorbitada para ceder los derechos.
Una persona normal habría intentado negociar o se habría dado cuenta de que no merecía la pena gastar tantísimo dinero en una canción.
Pero es que Clifford no es normal.
Aceptó los términos del trato sin pensar y sin consultárselo ni a Leanne, ni a sus abogados ni a nadie.
Tras el divorcio, Leanne se quedó con el negocio, pero también con las consecuencias de las pésimas decisiones empresariales de Clifford.
En fin, disfrutad del placer de que se os pegue Habla el corazón al oír o ver alguno de nuestros anuncios en radio o televisión. Mientras tanto, los otros tres trabajadores a jornada completa y yo disfrutaremos del placer de no poder currar ya en una oficina.
Y la pobre Leanne, nuestra CEO, está desterrada en un armario polvoriento y sin ventanas en el que a duras penas caben su escritorio y dos sillas, y mucho menos las obras de arte eclécticas y las esculturas chulísimas que decoraban los rincones de su antiguo despacho.
Sin embargo, a pesar del entorno, se la ve tan impecable como siempre. Leanne es de origen chino, con una cabellera lacia, larga y negra, la pose de una primera bailarina y un fondo de armario que consiste casi en su totalidad en prendas tan estructuradas que, al verlas, te entran ganas de buscar los planos en las etiquetas. Aunque Leanne sabe llevarlas, estoy convencido de que cualquier otra mujer parecería ir disfrazada del Empire State Building.
—¿Te importaría explicarme lo que ha pasado hoy, Miles? —me pregunta con voz grave y tranquila, la clase de voz que sabes que tiene el potencial de soltar un tsunami de insultos demoledores si hace falta.
—¿A qué te refieres? —Carraspeo.
—Empecemos por el hecho de que no sabías que nuestro cliente toca en un cuarteto de cuerda. Y sigamos con el desastre de las preguntas sobre embarazadas.
—¿Cómo te has enterado de todo eso? —pregunto tímidamente.
—Miles, después del fiasco con los últimos tres clientes, te dije que iniciaría sesión en tu ordenador para ver tus chats. Y esta mañana has aceptado mi petición de acceso remoto.
—Ah, sí —digo. Mierda. Pues sí, la había aceptado. Y hoy tenía toda la intención del mundo de estar a la altura, pero eso fue antes de que Jordan anunciara al mundo (ah, y también a mí) que está embarazada.
—Mira. —Leanne suspira—. Sé que estás pasando por un mal momento. —No he entrado en detalles con ella, solo le he dicho que Jordan y yo hemos roto. Y que me he marchado de nuestro piso para vivir en el salón de Dylan. Y que Charles, el novio de Dylan, está cabreado y me deja notas con muy mala leche para recordarme la pésima influencia que tengo en sus vidas. Y que me hizo devolver a la tienda el papel higiénico de una sola capa que compré para darle las gracias por dejarme vivir en su piso porque, según me aseguró, ningún culo se merece la humillación de que lo limpien con papel de una sola capa, ni siquiera el mío.
Bueno, vale, a lo mejor sí que le he contado bastantes cosas a Leanne. El problema es que, durante los dieciocho meses que estuvimos juntos, terminé quedando solo con los amigos de Jordan, y ahora estoy atrapado, intentando formar una suerte de círculo social.
—Vamos a ver —dice Leanne—. No me puedo permitir estos fallos, Miles. No me los puedo permitir, en plan literal. Está claro que tenemos muchos problemas. —Mueve ligeramente los brazos para señalar el lamentable espectáculo de la pintura que se descascarilla y los muebles de oficina de formica que conforman su entorno—. Y perder a cuatro clientes en un solo mes… Es que es inaceptable.
Asiento con la cabeza y de repente me doy cuenta de que es muy posible que me despida (es más que probable). Parezco el episodio piloto de una serie sobre un hombre cuya vida se va al traste y entonces decide dar un giro de ciento ochenta grados y hacerse ganadero en el pueblecito extravagante en el que vive su abuela. Aunque todos mis abuelos están muertos y, en el mundo real, perder un trabajo no conduce a una epifanía tronchante pero conmovedora sobre el supuesto sentido de la vida. Que de repente tengas que añadir LinkedIn a tu ritual diario de redes sociales hace que te sientas como una mierda.
Leanne debe de haber visto el pánico reflejado en mi cara, porque intenta suavizar el terremoto.
—No es ningún secreto que siempre has sido mi mejor empleado, Miles. Se te daba genial. Nadie ha logrado tantos éxitos como tú. ¿A cuántas bodas te han invitado? ¿A tres?
—A cuatro —balbuceo. Siempre en calidad de viejo amigo del novio, porque está claro que ninguno de ellos se atrevería a contarle a su futura esposa que su relación se basa en (seamos sinceros) una especie de mentira.
—Es increíble —añade Leanne con amabilidad, antes de que su voz recupere el tono firme y justo que la convirtió en una directora creativa y brillante cuando trabajaba en una agencia de publicidad, y cuando yo curraba de redactor para ella—. Pero no puedo confiar en tu pasado, tengo que confiar en tu presente. Tengo que saber que cuento con alguien que va a escuchar los deseos y necesidades de nuestros clientes y que hará lo imposible por unirlos con su pareja perfecta.
—Claro —transijo, y me ahorro decirle que lo que ella necesita es alguien que de verdad crea que existen las parejas perfectas. En cierta ocasión, ese fui yo. Pero ya no.
—Te voy a contar lo que vamos a hacer —dice, y espero que saque del escritorio un sobre con el finiquito (si tengo suerte) y me lo dé. Pero lo que coge es su iPad—. Tienes otra oportunidad para hacerlo bien. Un nuevo cliente que necesita que reaparezca el viejo Miles y que le ofrezca una auténtica experiencia de Habla el Corazón.™ —Obviamente, no pronuncia el símbolo de marca comercial, pero casi lo oigo en su voz. Otra de las estupendas y caras ideas de Clifford—. Por tanto, decídete por uno. Hay tres entre los que escoger.
Cojo la tableta a regañadientes y ojeo los expedientes con el formato típico de nuestros clientes. Una foto sonriente y las respuestas al cuestionario inicial. Uno que desea con todas sus fuerzas casarse en menos de dos años. Otro que es nuevo en la ciudad y quiere conocer a alguien con quien experimentar «las maravillas gastronómicas de Nueva York». (Las palabras son suyas, no mías. Y es evidente que vamos a tener que hacer algo con su forma de hablar si al final lo elijo a él).
Y luego está Jude Campbell. En el perfil de Jude no hay nada demasiado especial. Es lo bastante guapo. Sus respuestas son lo bastante normales. O quizá debería decir que en el perfil de Jude «casi» no hay nada demasiado especial.
Por lo visto, se mudó a Nueva York hace un par de años: es escocés. Es decir, que tiene acento escocés. Y si me voy a jugar la carrera para encontrarle el amor a un tío…
Me quedo con el del acento escocés.
[1]. El ghostwriter o escritor fantasma es quien escribe los libros que firma otra persona, normalmente famosa. (N. del T.)