Kitabı oku: «La iglesia poscuarentena», sayfa 2
Entre nuestros muchos puntos a inspeccionar hay un inventario sobre las señales dentro y alrededor de los edificios de la iglesia. ¿Hay buena señalización direccional cuando se entra al estacionamiento? ¿Pueden los visitantes encontrar con facilidad la entrada principal al edificio de la iglesia? ¿Están los baños claramente señalizados? ¿Pueden los padres jóvenes ver en su primera visita a dónde llevar a sus hijos?
Con el paso del tiempo, hemos notado mentalmente y, a veces, hemos escrito sobre «señales no deseadas». Estas son las señales que les indican a los miembros e invitados (generalmente a los invitados) lo que no pueden hacer. No entre con café al santuario. No pase al servicio de adoración después de las 11:15 a. m. No merodee por el estacionamiento. No use patinetas.
Tú entiendes.
Si bien algunas de estas señales están allí por razones de seguridad y responsabilidad legal, la mayoría han sido colocadas para evitar que los extraños estropeen la propiedad de la iglesia. Las señales son una expresión externa y física de una iglesia enfocada hacia adentro. Las instalaciones de la iglesia son un refugio exclusivo para los miembros de la iglesia. No molestes al club religioso ni a ninguno de sus artefactos.
La iglesia poscuarentena tiene una nueva oportunidad porque Dios nos ha dado una manera de ver las instalaciones de nuestra iglesia desde una nueva perspectiva. Aprendimos que para tener una iglesia no es absolutamente necesario tener instalaciones de millones de dólares, pero tal vez, solo tal vez, dado que muchos de nosotros ya tenemos estas instalaciones, Dios tiene la intención de que las usemos para el bien de nuestras comunidades.
Es posible que tengamos que limpiar un poco más, y pintar las paredes con más frecuencia. No obstante, ese es un precio muy módico a pagar a fin de llegar a las personas que nos rodean con el evangelio de Jesús que salva vidas.
Abre las puertas más a menudo
Mi conversación con un pastor de Virginia fue reveladora. Antes de la pandemia, su iglesia nunca había transmitido en vivo sus servicios. Al igual que a otros líderes, la necesidad lo llevó a saltar al mundo digital.
«No podíamos reunirnos en persona, así que tuvimos que hacerlo virtualmente —me expresó—, pero nuestra iglesia no es tan grande; nunca habíamos probado Facebook Live ni nada parecido. Teníamos que aprender rápido. Al principio fue difícil, pero lo asimilamos bastante bien».
Mientras que otros pastores y líderes de iglesias estaban entusiasmados con la cantidad de visitas de Facebook que estaban recibiendo al comienzo de la cuarentena, este pastor de Virginia no se mostraba muy entusiasta. «Intuitivamente, no le di mucha importancia a la cantidad de personas que pudieron habernos observado durante tres segundos o treinta segundos. Era casi como una moda pasajera».
Sin embargo, lo que me fascinó de nuestra conversación fue su perspectiva totalmente diferente sobre el proceso de transmisión en vivo, al menos en comparación con la mayoría de sus compañeros.
«Si bien mis amigos pastores estaban entusiasmados con las visitas, me di cuenta de que algo más estaba ocurriendo —indicó—. Los miembros de mi iglesia comenzaron a informarme sobre los diferentes días u horarios en que veían los servicios, y lo mismo escuché de varias personas en la comunidad».
Por la intensidad en su rostro, pude notar que su mente estaba trabajando. «Fue una gran lección para mí —continuó con más entusiasmo aún—. Las personas “asistían” a nuestros servicios en diferentes momentos y en días diferentes. Antes de la COVID-19, estábamos pensando que tendríamos que agregar un segundo servicio de escuela dominical. Ya no. Tenemos esta instalación de buen tamaño que casi nunca se usa, excepto unos dos días a la semana. Si la gente nos está viendo digitalmente en momentos diferentes, tal vez les gustaría tener diferentes opciones en cuanto a días para asistir a un servicio presencial.
El pastor comenzó a probar los jueves por la noche, y hasta ahora, está animado por la respuesta. Nuestro equipo de Church Answers le informó que aproximadamente un tercio de la fuerza laboral estadounidense trabaja los domingos, y él realmente quiere alcanzar a ese grupo en su comunidad.
Solo hizo falta una pandemia y un poco de reflexión sobre el uso de las instalaciones de su iglesia para moverlo en esa dirección.
Dos (o más) iglesias, una ubicación
Las últimas dos décadas han sido testigos del rápido crecimiento de las iglesias con varias sedes. En los primeros días de este movimiento, estas iglesias a menudo se describían a sí mismas como «una iglesia, dos ubicaciones». Este fenómeno no muestra señales de detenerse. Hubo un tiempo en que el movimiento de iglesias con varias sedes era algo únicamente de las iglesias más grandes. En la actualidad, las iglesias de todos los tamaños pueden tener más de una ubicación.
Un plantador de iglesias quien es parte de nuestra comunidad Church Answers compartió una historia sobre una reunión digital providencial con otro miembro de la comunidad. Los miembros a menudo sostienen conversaciones en nuestro foro llamado Church Answers Central.
«Estábamos comentando sobre el momento de la reapertura —comenzó a explicar—. Le expresé que nuestra situación era particularmente desafiante porque nos habíamos estado reuniendo en una escuela secundaria local, y esta se demoraría en abrir».
De alguna manera, uno de los pastores en el foro notó que el plantador de iglesias se encontraba en su misma comunidad. «Fue un momento increíble —nos comentó el joven plantador de iglesias—. Me envió un mensaje y comenzamos a comunicarnos. Eso condujo a varias llamadas telefónicas; y finalmente él nos invitó a compartir las instalaciones de su iglesia. Por ahora, nos reuniremos los domingos por la tarde, al menos hasta que podamos encontrar una mejor opción. Y en verdad no teníamos opciones hasta que nos conectamos».
La cuarentena fue un desafío. La cuarentena también fue una bendición.
Los pastores y otros líderes de iglesias comenzaron a ver sus tiempos de reunión con nuevos ojos. Del mismo modo, comenzaron a ver sus instalaciones con una nueva perspectiva. La era poscuarentena puede resultar ser un momento de experimentación e innovación extraordinarias respecto al uso de las instalaciones de la iglesia.
Al menos, esperamos que muchas iglesias sean mucho más intencionales sobre el uso de las instalaciones de su iglesia como un medio para conectarse con sus comunidades. Estamos de acuerdo en que el edificio no es la iglesia, pero este puede ser una herramienta valiosa.
Esperamos que muchas iglesias den la bienvenida a escuelas, empresas y gobiernos locales para que usen sus instalaciones. En algunas comunidades más pequeñas, las instalaciones de la iglesia pueden ser lo más parecido que esas comunidades puedan tener a un centro comunitario.
Esperamos que muchas iglesias utilicen sus instalaciones para los servicios de adoración en momentos nuevos e innovadores; que no queden atrapados en viejos paradigmas sin sentido desde una perspectiva de mayordomía.
Esperamos que diferentes iglesias se reúnan en las mismas instalaciones. Por lo general, hay mucho espacio y muchos días disponibles para otras congregaciones.
Debido a que las iglesias no pudieron reunirse durante un tiempo, ahora están aprendiendo cómo reunirse de manera diferente y mejor. Como feliz consecuencia, tanto las iglesias como sus comunidades serán más saludables y serán servidas con mayor eficiencia.
Tres ideas
1. Piensa en una forma innovadora en que tu iglesia podría usar sus instalaciones, tal vez algo que nunca se haya hecho.
2. Piensa en días y horarios alternativos en los que tu iglesia podría reunirse para los servicios de adoración. Piensa de manera creativa para alcanzar a personas que no estás alcanzando actualmente.
3. Piensa en formas en que tu iglesia podría asociarse con el gobierno local, o con las escuelas, a fin de usar sus instalaciones.
SEGUNDO DESAFÍO
APROVECHA TU OPORTUNIDAD PARA ALCANZAR EL MUNDO DIGITAL

La pandemia de la COVID-19 es un hito histórico por numerosas razones. El mismo hecho de que un virus mortal se apoderara del mundo entero es una evidencia contundente. Desde la llamada «gripe española», ocurrida en 1918, el planeta no había vuelto a experimentar una epidemia tan generalizada.
Todos conocemos algunas de las principales consecuencias de la COVID-19. Millones de personas se infectaron y cientos de miles murieron. Fue una prueba rigurosa para la economía mundial. En las comunidades locales de Estados Unidos, un gran número de corporaciones se vieron bastante perjudicadas; algunas cerraron por completo. Tardaremos años en comprender del todo el golpe emocional y sicológico que ha sufrido una enorme parte de la humanidad.
Sin embargo, también sabemos que muchos individuos y organizaciones aprovecharon las oportunidades y se beneficiaron de la pandemia. Por ejemplo, algunas grandes empresas de tecnología aumentaron de forma considerable su capital durante el azote de la enfermedad, pues diversas líneas de sus negocios tuvieron un desempeño adecuado; utilizaron dinero en efectivo para volver a comprar sus propias acciones y adquirir empresas más pequeñas que, en muchos casos, necesitaban una rápida inyección de liquidez para sobrevivir.1
Es demasiado pronto para evaluar a profundidad el impacto, tanto positivo como negativo, de la pandemia en las iglesias; pero observé con asombro cómo muchos líderes se adaptaron bastante bien a la cuarentena. El ajuste más visible fue la transmisión de los servicios vía internet.
No creo que hayamos comprendido aún lo importante que fue esta decisión para la gran mayoría de los líderes y miembros de las iglesias. Habíamos visto cómo, por años, congregaciones más grandes transmitían sus servicios por esta vía. No obstante, tomando como base los resultados de nuestras encuestas iniciales, calculamos que más de 100 000 iglesias cuya visibilidad en internet no iba más allá de algún que otro sitio web, comenzaron a transmitir sus servicios durante la pandemia. Constatamos también que más de 250 000 congregaciones nunca habían tenido una presencia digital de ningún tipo antes de la cuarentena. Nuestras cifras son aproximaciones generales; sin embargo, resultan sumamente asombrosas.
En la medida en que internet se convirtió cada vez más en un canal para la transmisión del evangelio, de las enseñanzas bíblicas y del ministerio a lo largo de Norteamérica, congregaciones de todos los tamaños descubrieron un nuevo campo misionero en el mundo digital. Cada semana, oímos a pastores y a otros líderes de iglesias testificar sobre personas que se convierten en seguidores de Cristo, matrimonios o relaciones que se restauran, y gente que se comunican con una iglesia por primera vez, todo gracias a contactos iniciales hechos en el ámbito digital.
¿Han surgido retos? Claro que sí. Sin embargo, considero que se están presentando algunas oportunidades increíbles. Una y otra vez, las congregaciones están demostrando su resiliencia y su determinación de observar cómo Dios obrará para Su propósito universal a través de esta asoladora enfermedad.
Al comenzar la era poscuarentena, las iglesias no se quedaron encasilladas y se adentraron en nuevos territorios. Escuchamos a los líderes hacer la pregunta correcta: ¿cómo avanzar con más eficacia en este terreno desconocido? Podían ver que el mundo digital era un campo de misión en potencia, pero la mayoría aceptaba no saber a ciencia cierta la forma de alcanzar y ministrar a la gente en este nuevo contexto. Tenían interrogantes sobre cómo valerse de estas tecnologías desconocidas, pero iban más lejos: ¿cuál es la mejor estrategia para desarrollarse en todos los frentes? Esta nueva era quizás incluirá una mezcla y un equilibrio entre el ministerio digital y el ministerio presencial.
¿De qué manera ha cambiado el ministerio digital en la era poscuarentena?
Sin dudas, algunas congregaciones se replanteaban su presencia digital mucho antes de la pandemia y su consiguiente cuarentena. Ya existían diferencias claramente definidas entre estas iglesias de avanzada y otras más conservadoras. La mayoría de las congregaciones todavía apreciaban el mundo digital, cuanto más, como una herramienta o una extensión de los ministerios «normales» de la iglesia. Sin embargo, para aquellas de avanzada, el mundo digital ya constituía un campo misionero, un área que el ministerio de la iglesia local aún no había explotado.
La iglesia poscuarentena captará mucho mejor la perspectiva de estas congregaciones innovadoras. Durante la cuarentena, no solo descubrieron formas de mantener sus ministerios ya existentes, sino que, además encontraron nuevos horizontes y coyunturas favorables.
Ya en el mundo prepandémico, las iglesias estaban avanzando de forma gradual hacia el uso de herramientas digitales. Aquellas con presencia en línea por lo común tenían un sitio web para ofrecer datos relacionados con la congregación: horarios de los servicios, lugares, perfiles del personal, una declaración de fe y otros aspectos. Algunas usaban las redes sociales para comunicarse con los miembros e incluso con la comunidad. Ya fuera por Facebook, Instagram, Twitter u otra plataforma, un número pequeño, aunque significativo de iglesias las usaron para comunicarse de manera regular. Otras llegaron a emplearlas como un elemento clave en sus estrategias de alcance.
Una cantidad reducida pero creciente de iglesias se mostraban activas en el mundo digital a través de estrategias específicas de correo electrónico y mensajes de texto. Su alcance digital era a la vez estratégico y bien enfocado.
Mi intención con este breve resumen del ministerio digital antes de la pandemia es recordar que esto no es algo exclusivo de la iglesia poscuarentena. Las mismas herramientas digitales que se empleaban antes se siguen usando hoy, pero con más vigor y entusiasmo.
Lo que ha cambiado entre los líderes y miembros de iglesias es la perspectiva del mundo digital. Ahora, muchos más están adoptando la actitud de aquellos pioneros atrevidos de las redes, es decir, que el universo digital primeramente es un campo misionero y luego, una herramienta. Mientras avanzamos hacia la era de la iglesia poscuarentena, el desafío es cómo llegar mejor a las personas, y servirlas en el campo misionero digital.
Eso provoca diversas interrogantes. Si vemos los tiempos que corren como una oportunidad para conquistar un nuevo campo misionero, ¿qué significa esto para las prácticas de la iglesia? ¿Cómo cambiamos nuestro pensamiento y nuestras respuestas? Cuando hagamos los ajustes necesarios para seguir adelante en esta otra era, ¿cómo reaccionarán los miembros de iglesias?
¿Cuáles son las primeras lecciones que hemos aprendido en este mundo poscuarentena?
La verdad es que no tenemos toda la información que quisiéramos, pero aun así debemos comenzar el proceso. En la medida que avanzamos en este capítulo, espero que podamos entender la iglesia poscuarentena en su infancia.
Hoy las oportunidades son demasiado importantes como para ignorarlas.
Un plan para comenzar a extenderse en el mundo digital
Durante los primeros días de la cuarentena, con frecuencia los líderes de iglesias estaban preocupados y confundidos. ¿Qué haremos si no podemos reunirnos presencialmente? ¿Cómo aseguramos las finanzas? ¿De qué forma ministramos a aquellos que no podemos ver físicamente? ¿Cómo mantenemos nuestros grupos pequeños?
El período inicial de preguntas interminables dio paso al entusiasmo cuando los líderes y miembros de iglesias descubrieron las posibilidades del mundo digital. Bueno, me explico, ya lo conocían (en diversos grados), pero ahora lo veían desde otro ángulo.
Sin embargo, el desafío inmediato ante esta nueva perspectiva del mundo digital como un campo de misión es que los misioneros por lo común tienen un plan antes de aventurarse en un territorio extraño. Para la mayoría de los líderes de las iglesias, los efectos de la pandemia eran imprevistos y repentinos; no estaban preparados, y con frecuencia no sabían exactamente cómo dar el próximo paso. En pocas palabras: carecían de estrategias para esta parada imprevista. Así que la ola inicial de interrogantes y desconcierto, seguida de entusiasmo, pronto condujo a más preguntas y confusión.
Antes de la pandemia, la mayoría de los líderes de iglesias no se preocupaban por alcanzar a la gente en el ámbito digital; centraban su interés en el contacto de persona a persona. Es que, después de todo, ese era el campo misionero que siempre habían conocido, y en el que habían estado toda la vida; y para el que habían sido capacitados.
Sin embargo, ahora todo era diferente. ¡Era algo distinto por completo!
Entonces cuando pensaron con más seriedad en cómo lanzarse a la conquista del mundo digital, las restricciones disminuyeron en sus comunidades y tuvieron que enfocarse en planificar su reentrada en el mundo presencial. La mayoría estaban del todo inmersos en la preparación material y logística para volver a abrir los templos, considerar las advertencias y cumplir con las medidas de seguridad.
En cambio, muchos de estos líderes y miembros de iglesias no habían olvidado su anhelo de llegar a las personas mediante la tecnología; habían visto las oportunidades durante la pandemia, y ahora querían que su iglesia poscuarentena diera algunos pasos atrevidos. El deseo de entrar en este nuevo campo misionero se intensificó.
Quizás tú eres uno de ellos y te preguntas: ¿bueno, y ahora qué? Aunque una vez más reconocemos que se trata del comienzo de la era poscuarentena, y aunque somos cautelosos a la hora de hacer declaraciones categóricas, podemos ver algunos planes promisorios que recién empiezan a desarrollarse.
En muchos de ellos la premisa es que las iglesias deben tratar con tres grupos: el digital neto, el digital en transición y el mixto.
El primero representa una presencia solo digital, que podría incluir a las personas que no pueden asistir a las reuniones presencialmente. Podrían ser desde ancianos recluidos en sus hogares hasta miembros de las fuerzas armadas posicionados en el extranjero.
El grupo digital neto también incluye a quienes no se arriesgan a entrar en las instalaciones físicas de una iglesia debido a la COVID-19, y a otros que no están dispuestos o preparados para asistir a un servicio. No son antiglesia del todo, pero tampoco están dispuestos a reunirse con la comunidad presencial. Algunos quizás hagan esa transición en el futuro; otros, nunca. ¿Cómo la iglesia alcanzará y ministrará a estos individuos?
El segundo grupo lo constituyen aquellos en transición digital. En su mayor parte se conectan con la iglesia mediante la tecnología; rara vez asisten en persona a una reunión; pero hay algunas señales de que quizás pueden llegar a hacerlo. Es posible que se hayan unido a un grupo pequeño por video y hayan empezado a conocer a los demás. Tal vez llenaron una tarjeta de conexión digital durante un servicio vía internet. Una estrategia para llegar a ellos puede incluir formas específicas de animarlos a asistir en persona a un servicio.
El tercer grupo son los ciudadanos mixtos. Están conectados a tu congregación tanto digital como presencialmente. Es importante recordar esta distinción. Ya resulta bastante raro encontrar a alguien que no tenga conexiones digitales, aunque sin dudas prefiera las reuniones presenciales. La mayoría de los norteamericanos posee algún nivel de presencia digital. Hasta mi suegra de 84 años publicó hace poco en Facebook; por cierto, ¡me encanta lo que puso!
Así que, las tácticas futuras de las iglesias deben contemplar los tres grupos. Entonces, ¿por dónde empezamos?
Aprendamos de la oración de la iglesia primitiva
Es curioso, pero la experiencia de la iglesia primitiva en Jerusalén nos instruye para nuestras incursiones en el mundo digital de hoy. Sí, los medios de comunicación eran diferentes, pero no la necesidad de fe.
Poco antes de que Jesús ascendiera al cielo, les dijo a Sus seguidores: «Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes. Y serán mis testigos, y le hablarán a la gente acerca de mí en todas partes: en Jerusalén, por toda Judea, en Samaria y hasta los lugares más lejanos de la tierra».2
Eso fue todo; ni más órdenes, ni planes estratégicos, ni más aclaraciones.
Entonces, ¿qué hicieron cuando no sabían qué hacer? ¡Oraron! La Biblia enseña que las oraciones de la iglesia primitiva eran poderosas porque el sentir de las personas era unánime: «Todos se reunían y estaban constantemente unidos en oración...».3
Ignoraban cuál sería el próximo paso, pero sí sabían que necesitaban orar.
El recién descubierto campo misionero digital nos fascina con sus posibilidades tecnológicas, sin dudas; pero debemos evitar que ahogue nuestro compromiso con la oración y la búsqueda de la guía de Dios. Es inútil que tratemos de alcanzar y ministrar a la comunidad en línea sin la oración como primer paso. Es intentar cumplir la encomienda divina sin la ayuda del Señor.
Aunque no te ofrecemos metodologías específicas para que dirijas a tu iglesia en oración, sí te sugerimos tener en cuenta los tres grupos esenciales que pretendemos alcanzar en la era poscuarentena: el digital neto, el digital en transición y el mixto.
¿Cómo vas a orar por cada uno de ellos? ¿Qué herramientas les brindarás a los grupos principalmente digitales para que compartan los motivos de oración con ustedes? ¿Cómo lograrás la participación de los ciudadanos mixtos en la oración por otros grupos? ¿Cómo mantendrán los líderes y miembros de tu iglesia un ministerio de oración activo en la etapa poscuarentena?
Corren tiempos sensacionales, pero si se nos ocurre avanzar sin orar, la oportunidad pasará rápidamente de ser algo empoderado por Dios a centrarse en el hombre. Y eso, sin dudas, es un fracaso seguro.
La Iglesia simple digital
En el libro Iglesia simple, Eric Geiger y yo destacamos las iglesias efectivas que habían desarrollado un proceso nítido de discipulado. Uno de los pasos clave para tales congregaciones era centrarse en hacer bien algunas cosas y eliminar todo lo demás, si era posible.
A medida que buscamos en oración formas para que nuestras iglesias se conviertan en una fuerza misionera más potente en el mundo digital, debemos tener cuidado de no caer en la trampa de la sobreactividad eclesiástica. Dios ha preparado de manera única a cada una de nuestras congregaciones para avanzar en la era poscuarentena; pero no podemos hacerlo todo.
Lo enfatizo con más fuerza: ¡no podemos intentar hacerlo todo!
Sentiremos la tentación de aprovechar los últimos avances tecnológicos para nuestros servicios vía internet. La creatividad se desborda. Oirán hablar de iglesias que están probando nuevas funciones y experimentando grandes resultados. Bueno, aunque deberíamos estar abiertos a ideas y aplicaciones novedosas, no podemos implementarlas todas. De hecho, si nos excedemos y saltamos hacia diversas áreas a la vez, nuestra efectividad será pobre en la mayoría de ellas.
Las iglesias poscuarentena estarán presentes en múltiples redes sociales. Ya hay muchos que nos enseñan tácticas más efectivas en Facebook; otros argumentan que debemos ser estratégicos en Twitter para difundir información concisa sobre nuestras congregaciones. Y los hay que abogan por la necesidad de un canal activo en YouTube para las congregaciones. Hace poco escuché a un grupo expresarles a las iglesias que iban a perder relevancia si no usaban, con habilidad, Instagram, Pinterest, LinkedIn, o el último grito en línea.
También vi un tutorial para iglesias en el mundo digital: presentaba más de cuarenta canales de redes sociales. ¡Quedé exhausto con solo leer el resumen!
Me encanta el entusiasmo de las iglesias para intentar descubrir cómo ser más certeras en el campo misionero digital. No obstante, los mismos escollos que necesitaban sortear en la etapa precuarentena siguen ahí, aunque quizás con otra apariencia. ¡Cuidado! Los medios pueden convertirse en el fin; la hiperactividad puede remplazar la efectividad; la ocupación incesante, eclipsar los logros.
Mi equipo y yo trabajamos con miles de iglesias. El mensaje es consistente: mantengan la intención original del esfuerzo, no sea que se extravíen en el laberinto de programas, ministerios y actividades. Su tarea es cumplir con la Gran Comisión y el Gran Mandamiento. El propósito no es llenar un espacio en un calendario.
Ya se observa una constante hiperactividad digital en las iglesias poscuarentena. El FOMO (por sus siglas en inglés, fear of missing out [el temor a perderse algo]), está afectando a muchos líderes. Es verdad que tu iglesia debe ser una fuerza misionera en el mundo digital; pero no puede hacerlo todo. Es imposible que esté en todas y cada una de las redes sociales. No puede seguirles el paso a todas las innovaciones para trasmitir sus servicios en línea. No necesita ser omnipresente en lo digital.
Mejor busca las áreas en el mundo digital donde tu iglesia puede hacer unas pocas cosas, pero que las haga bien, y concéntrate en ellas. Ignora el barullo y el ajetreo digitales. Evalúa con frecuencia y rigor la efectividad de tu iglesia. Haz los cambios pertinentes cuando sea necesario.
No obstante, hagas lo que hagas, en el mundo digital jamás confundas la hiperactividad con la efectividad. ¡Con frecuencia funciona al revés!
El mundo de amplio espectro
El mundo poscuarentena sin duda incluirá las iglesias que se mueven hacia los extremos del espectro presencial y digital. Algunas congregaciones se enamorarán tanto del campo misionero en línea que se olvidarán de la importancia vital de las reuniones presenciales. Quizás pierdan el enfoque de proveer magníficas predicaciones y tiempos de adoración para los feligreses. Es posible que se desvíen de las formas saludables en las que muchos grupos presenciales pueden florecer.
En el lado opuesto, algunas congregaciones asumirán que la iglesia poscuarentena será igual a la iglesia precuarentena. Su enfoque es «volver a la normalidad». Estos son los líderes y miembros de iglesias que, durante el pico de la pandemia, estaban desesperados porque las personas volvieran a lo tradicional y rutinario, y reanudaban programas, actividades y métodos antiguos.
El mayor problema con el enfoque de «volver a la normalidad» es que el mundo ha cambiado muchísimo. Una cosa es el mundo precuarentena y otra diferente el poscuarentena. Las iglesias no pueden ministrar con eficacia usando métodos para un mundo ya inexistente.
Otra equivocación sería asumir que entrar al mundo digital no es más que otra actividad. Varias de nuestras iglesias descubrieron acertadamente que dicho espacio es ahora parte de nuestro campo misionero. Oportunidades nuevas y apasionantes se abrieron ante sus ojos. No obstante, mientras avanzamos en la etapa poscuarentena, nuestro pensamiento en cuanto a la comunidad y el campo misionero debe ser amplio, nunca estrecho. No existirá una estrategia única para todos; esta será distinta según la iglesia. Por supuesto que el común denominador de la mayoría de las iglesias continuará siendo el servicio presencial. Sin embargo, los tipos y la frecuencia de los servicios vía internet variarán de una congregación a otra.
El acercamiento a los grupos también se diversificará. Algunas iglesias tuvieron éxito con los grupos digitales durante la cuarentena y mantendrán algún perfil de este tipo en el futuro. Otras usarán la transmisión digital solo para grupos a corto plazo, y favorecerán los encuentros presenciales para los grupos permanentes.
Sin dudas, surgirán innovaciones en la forma en que las iglesias llegan a las personas y las ministran en el mundo digital, especialmente con los individuos que no están conectados a una reunión presencial. Las condiciones y estrategias fluyen por ahora, y es probable que así continúe durante los próximos años.
Lo más importante como principio subyacente es nuestro compromiso de obedecer la Gran Comisión. Sabemos que el mundo es tanto digital como físico; así que nuestras iglesias deben responder a ambos. Y aunque las formas en que lleguemos a estos dos campos misioneros variarán, es imperativo que hagamos algo; y que lo hagamos bien. ¡No hay tiempo que perder!
«La cosecha es grande, pero los obreros son pocos. Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos».4
Tres ideas
1. Piensa en cómo tu comunidad cambió a partir de la pandemia y en las implicaciones para llevar a cabo el ministerio durante esta nueva era.
2. Considera cuáles redes sociales podrían ser más efectivas para tu iglesia ahora.
3. Piensa en cómo tu iglesia podría conectarse mejor con una persona no cristiana que solo mantiene una conexión digital con la iglesia.
Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.