Kitabı oku: «3MGH Mireia desaparecida», sayfa 3
—De momento no veo nada extraño. ¿Sabemos hasta qué hora estuvieron en la piscina? —preguntó de nuevo la sargento.
—Pues varios chicos incluidos ellos tres estuvieron hasta que la piscina cerró a las siete en punto. A las ocho y cuarto aproximadamente los vieron de nuevo en el comedor para la cena. Después de la cena al parecer regresaron a las habitaciones, se cambiaron de ropa y bajaron a la fiesta en la terraza junto a la piscina, que comenzó a las 22:00. Vieron en la fiesta a los tres al menos hasta las 23:00. Algunos chicos recuerdan a Tania, Gerard y Mireia yéndose de la fiesta.
—Bien, nada que no supiéramos hasta ahora, ¿no? Esto es lo declarado por los compañeros y profesores. ¿Tenemos ya el registro de la apertura de la puerta de la habitación? El director del hotel se comprometió a entregárnoslo.
—Sí, jefa, lo tengo aquí, aún no lo he llegado a revisar del todo y tengo también un parte de incidencias con la habitación.
—¿Un parte de incidencias?
—Sí, hay una nota en la que dice que llamaron de la habitación de las chicas para que fueran a limpiar. A ver… Aquí está. Dice: «15:32 h. Se recibe en la recepción una llamada de la habitación 412 solicitando servicio de limpieza». Tenemos un parte de la camarera de guardia que dice: «Habitación 412. 15:53 h. Servicio: En la habitación se ha caído al suelo una botella de agua de litro y medio de cristal y se ha roto en varios trozos. Se retiran los cristales, se procede a la limpieza y secado del suelo. Los cristales rotos son depositados en la bolsa de la papelera de la habitación y esta a su vez es sustituida por una bolsa nueva; se repone la botella rota en el minibar» —explicó Iñaki.
—Bueno, una botella de agua rota. Supongo que las chicas la debieron coger del minibar para beber y se les caería al suelo. Vamos a repasar el registro de la puerta.
—Venga, que no se diga. 12:27 apertura con la tarjeta 1. La tarjeta 1 es la de Mireia y la 2 es la de Tania. Esto coincide con la llegada a la habitación de las chicas. 13:25 apertura de puerta desde el interior, coincide con la salida al comedor. 14:15 apertura de puerta con la tarjeta 2, la de Tania, y cuadra en tiempos con la vuelta del comedor. 14:52 apertura de puerta desde el interior. 15:28 apertura de puerta desde el interior. Abrieron dos veces la puerta desde dentro en media hora. 15:39 apertura de puerta desde el interior, esto coincide con el parte de incidencias. 15:53 apertura de puerta desde el interior, supongo que es cuando la camarera ha terminado y se va. 16:36 apertura de puerta desde el interior, imagino que es la hora que salieron para bajar a la piscina. 19:17 apertura de puerta con la tarjeta 1, más o menos lo que tardaran en llegar desde las 19:00 que cierra la piscina y se liaran con sus compañeros. 20:03 apertura de puerta desde el interior, coincide con la hora de salida a la cena. Ya sabes, horario de guiri para cenar, los españoles a las ocho ni tenemos hambre aún. 21:00 apertura de puerta con la tarjeta 1, la hora más o menos de la vuelta de la cena. 21:59 apertura de puerta desde el interior, coincide con la hora de la fiesta. 23:30 apertura de puerta con la tarjeta 2, aquí es cuando se van de la fiesta y se suben a la habitación. 02:17 apertura de puerta con la tarjeta 1. Ojo, esto no lo teníamos controlado. ¿A las 02:17 Mireia volvió a la habitación? —preguntó extrañado Iñaki a su propio comentario.
—A las 02:17 se volvió a abrir la puerta con la tarjeta de Mireia, aunque eso no quiere decir que fuese ella. ¿Qué dice el siguiente registro? —preguntó la sargento extrañada.
—02:59 apertura de puerta desde el interior. Fuese quien fuese estuvo en la habitación menos de cuarenta y cinco minutos y se fue.
—¿Cuál es el siguiente registro? —preguntó Antonia.
—09:15 apertura de puerta desde el exterior con tarjeta maestra código JR0103. Este es el momento en que el jefe de recepción abrió la puerta a petición de los profesores.
—En menos de cuarenta y cinco minutos alguien entró en la habitación con la tarjeta magnética de Mireia, redujo a Tania y Gerard, revolvió de arriba abajo la habitación y supongo que debió interrogar a uno o a los dos chicos. Rápido, vamos a ver esas imágenes que afortunadamente ya tenemos disponibles, a ver si ya nos sonríe un poco la suerte en este caso.
Iñaki conectó desde su portátil al servidor donde el equipo había subido las imágenes registradas en las cámaras del hotel.
—Por suerte, este hotel tiene el tema de la videovigilancia bien organizado. Las cámaras están numeradas por planta, pasillo y ubicación en el pasillo, y, con el esquema de posición y nomenclatura que nos ha dejado Dani, será fácil localizar el archivo que buscamos —explicó el agente.
—Buscamos las imágenes de la 412, al principio del pasillo derecho de la cuarta planta —comentó Antonia.
—Solo tenemos que buscar planta, pasillo, hora y minuto… Efectivamente, aquí está el vídeo que buscamos.
—Dale al play y adelanta hasta el minuto 16, un minuto antes de que se abriera la puerta —comentó Antonia.
Iñaki adelantó el vídeo hasta el minuto 16 y apenas en unos segundos consiguieron ver la primera imagen.
—Ahí está —exclamó la sargento.
—Por la fisonomía, aparentemente es un hombre, pero lleva una gorra negra que le tapa el rostro. Esperemos poder verle la cara antes de entrar en la habitación.
El sospechoso llegó hasta la puerta de la habitación 412. Tanto la sargento como el agente pudieron ver como de la parte de atrás de su pantalón sacaba un arma que por la distancia aún no podían identificar. Acercó la tarjeta magnética a la cerradura y la introdujo suavemente en el lector. A través del monitor se podía observar cómo abría suavemente la puerta con el arma en la mano y cerraba tras de sí.
—¡Mierda! No le hemos podido ver la cara —exclamó la sargento.
—Vamos a probar con la cámara del ascensor, quizá allí tengamos más suerte —comentó el agente.
Iñaki buscó el archivo de la cámara del ascensor, lo adelantó hasta el minuto 17, en el que sabían cierto que el sospechoso ya estaba en el pasillo, y empezó a reproducir hacia atrás.
—No lo entiendo, hemos retrocedido casi diez minutos y no aparece en el ascensor —comentó Iñaki.
—Quizá sabe que en el ascensor también hay cámara y, lo que es peor para él, hay espejo, con lo cual, si desde arriba la imagen no se capta bien, hubiésemos podido verle el rostro en el espejo. Debió subir por las escaleras. Busca la cámara del centro de la planta, desde ese lugar se ven las salidas de los ascensores y la escalera.
Iñaki buscó el archivo de la cámara que la sargento le había indicado y repitió la operación de ponerlo en el minuto 16 y pasarlo hacia atrás.
—Aquí tenemos las imágenes, en cualquier momento debería aparecer —comentó Iñaki.
—¡Vamos! Enséñanos esa carita —exclamó ansiosamente la sargento—. ¡Ahí aparece! Mierda, va mirando hacia el suelo, solo le vemos la puñetera gorra, que encima es toda negra, no lleva nada que nos ayude a identificarla, ni un dibujo, ni texto, ni logo de nada. Este cabrón sabe lo que se hace —comentó decepcionada Antonia.
—Seguiré buscando en las cámaras de la escalera piso por piso, en algún momento tiene que cometer un fallo y la cámara captarlo.
Iñaki pasó un vídeo tras otro todo el camino de la escalera, hasta la entrada del hotel, pero fue en vano.
—Nada, un montón de vídeos y no le hemos podido ver la cara en ningún momento, esto es desesperante —exclamó el agente.
—Vamos a probar más suerte con la salida de la habitación, sabemos que es a las 02:59. A ver qué hay en esas imágenes —le indicó Antonia a Iñaki.
—Localizando vídeo… Y aquí lo tenemos. Vamos, abre la puerta y sal de la habitación.
—Ahí sale, de nuevo mirando para abajo —exclamó Antonia decepcionada.
—Voy a hacer la misma operación que antes, le seguiré todo el camino hasta que lo pierda.
Iñaki fue cambiando de un vídeo a otro siguiendo el recorrido del sospechoso hasta que salió del hotel y de muy mal humor se dirigió a la sargento:
—Lo siento, Antonia, no ha sido posible verle el rostro.
—No te preocupes, Iñaki, has hecho todo lo posible. De todas formas, hemos sacado algo en claro muy importante: salió solo, lo que confirma que no se llevó a Mireia de la habitación. En algún momento consiguió robar la tarjeta a Mireia.
—¿Buscamos entre las imágenes de la fiesta? Tenemos que localizar la última vez que se vio a Mireia en el hotel.
—A las 23:30 entraron en la habitación y no volvieron a salir, entonces, debieron entrar solo Tania y Gerard. Además es lógico, porque, si iban a practicar sexo, a no ser que se quisieran montar un trío, no pintaba nada Mireia en la habitación. Busca en las cámaras de la zona de la fiesta, a ver si los localizamos a partir de las 23:00. Pero esto va a ser buscar una aguja en un a pajar, vamos a pedir ayuda. Como dijo el teniente Torres, tenemos a nuestra disposición hasta el último guardia de tráfico de la isla.
La sargento salió hacia el despacho del teniente Torres y le expuso el problema que tenían con la cantidad de imágenes a procesar. Inmediatamente el teniente Torres ordenó a otras unidades que ayudaran a buscar al sospechoso.
Borrás e Iñaki distribuyeron una serie de archivos de vídeo para cada agente que iba a colaborar en la búsqueda. Después regresaron a la sala de operaciones y siguieron repasando el tablero de investigación. Mirándolo fijamente la sargento exclamó:
—No hemos incluido a la camarera.
Se acercó a la pizarra y con el rotulador rojo dibujó un cuadrado del tamaño de una foto, ya que no disponían de imagen de la camarera, y anotó: «CAMARERA». En un pequeño pósit añadió: «Tuvo contacto con las víctimas unas horas antes».
—¿Crees que puede tener alguna relevancia que estuviera en la habitación? —preguntó Iñaki.
—Ni más ni menos que otros, pero me gusta tenerlos a todos en el mosaico. ¿Qué dijo en su declaración?
—Comentó lo mismo que en el parte de incidencia, que le avisaron por el walkietalkie para que fuera a la habitación 412. Se dirigió hacia allí y procedió a la limpieza de los cristales de una botella rota de litro y medio. Limpió y secó la habitación, cambió la bolsa de la papelera y se llevó la que contenía los cristales rotos.
La puerta de la sala se abrió y de nuevo apareció el agente Daniel.
—Sargento, creo que hemos encontrado algo.
Antonia, Daniel e Iñaki se dirigieron al despacho de la unidad a la que pertenecía Daniel, donde les esperaban los demás agentes y el sargento de la unidad.
—¿Qué habéis encontrado?
Daniel giró la pantalla donde estaban visualizando los vídeos.
—Hemos revisado un montón de vídeos y hemos localizado un par de cosas que podrían ser importantes. Aquí, la cámara de la terraza donde se celebraba la fiesta. Fijaos en el sillón que hay justo en la salida, se puede ver al sospechoso sentado mirando hacia la zona donde todos están bailando. Bien, justo aquí pasan por delante de él los dos chicos. Él sigue mirando a la pista como si no le interesase nada más que Mireia. En otra cámara que podemos ver después coincidente en el tiempo se puede ver a Mireia bailando, pero de repente se gira hacia los otros dos, algo han dicho que le ha llamado la atención. Solo es un momento y enseguida vuelve la mirada a la pista de baile.
—¿Puedes poner ese momento otra vez? —solicitó la sargento.
—Sí, claro, aquí lo tienes —respondió Daniel.
—Pásalo de nuevo, hay algo que no consigo saber qué es. ¿Puedes pasar fotograma a fotograma el momento en que se gira hacia Tania y Gerard?
Tal como le había solicitado la sargento Borrás, Daniel fue pasando fotograma a fotograma el instante en que el sospechoso se giró hacia Tania y Gerard y acto seguido volvió a girarse hacia Mireia.
La sargento pudo ver lo que no conseguía ver a velocidad normal.
—Ahí, para, ¿veis un destello que ciega la cámara? —preguntó la sargento.
—Sí, en este fotograma la cámara se queda ciega. Veamos el motivo, moveremos fotograma a fotograma hacia atrás. Un fotograma, la cámara ya no está ciega, pero hay una luz junto a la oreja del sospechoso. Adelantamos el fotograma y la cámara se ciega, retrocedemos y volvemos a ver ese punto verde en su cara —afirmó Daniel.
—Es el láser de la fiesta —dijo la sargento Borrás.
—¿Cómo? —preguntó Iñaki.
—Sí. Retrocede fotograma a fotograma. ¿Veis? En el fotograma anterior al destello se ve un pequeño punto verde junto a la oreja de nuestro sospechoso, dos fotogramas atrás no está y un fotograma después del destello tampoco está. Es el láser de la fiesta que se ha reflejado en la oreja. Debe llevar algo metálico, porque ha rebotado la luz y ha cegado la cámara. Nuestro sospechoso lleva un pendiente. Daniel, ¿puedes poner las imágenes donde se ve a Mireia bailando? Y acelera hasta que la perdamos de vista —solicitó Antonia.
Daniel puso las imágenes donde se veía a Mireia bailando en la fiesta. Pasados alrededor de cinco minutos Mireia abandonaba la pista de baile.
—Ahí, ahí se marcha de la fiesta, no vuelve a la habitación y no sale por el hall del hotel. Se va por la puerta que da a la playa, se marcha del hotel. Vale, sincroniza la hora exacta en que Mireia se va con la cámara por la que seguíamos al sospechoso —indicó la sargento.
—¡En pantalla! —comentó Daniel—. Mirad al muy cabrón, justo cuando Mireia se va hacia la salida de la playa él se levanta, se dirige hacia la pista de baile y la cruza. Aquí ya le perdemos, pero nos queda la cámara de la salida del hotel. Voy a poner los dos vídeos en paralelo y sincronizados desde que Mireia sale por la puerta de la playa.
Tal como había dicho el agente Daniel, puso las dos imágenes en paralelo en la pantalla. En una de ellas se podía ver a Mireia alejándose del hotel caminando sobre la arena de la playa mientras en la otra se podía observar al sospecho cruzando la pista de baile y posteriormente dirigirse él también a la salida de la playa.
—Lo que imaginaba, el muy cabrón sale detrás de ella. Aquí ya por la falta de luz no la vemos, pero a él aún sí se le ve siguiendo sus pasos. Iñaki, pide al hotel de al lado la grabación de este momento de la cámara de su terraza, a ver si hay suerte y capta parte de la playa y podemos seguir el camino de Mireia —comentó la sargento Borrás.
—Antonia, mi equipo ha localizado una foto en las redes sociales de Mireia y Tania vestidas para la fiesta a unos minutos de bajar a la terraza —comentó el sargento Jiménez, jefe de la sección a la que pertenecía Daniel.
—Muchas gracias, Toni, tu equipo ha sido de gran ayuda. Por favor, Iñaki, asegúrate de que se distribuya la foto ahora mismo por todos los canales. Como dijo el teniente Torres, hasta el último guardia de tráfico debe tener esta foto. Chicos, muchas gracias a todos, ha sido un magnífico trabajo.
La sargento Borrás e Iñaki volvieron a su despacho.
—Tenemos que poner todo esto en orden, Iñaki, pero antes deberíamos merendar algo, ¿no crees?
—En serio, nunca conseguiré entender que los mallorquines digáis merendar a las diez y media de la mañana.
—Hostia, Iñaki, es que tú eres vasco, joder, y los de la península no sabéis lo que es merendar por la mañana un buen panecillo con aceite, tomate y un poco de jamón serrano. Eso es lo mejor que hay, y no tanto café, te lo digo yo.
—¿Tú dices que paremos a merendar? ¿En serio vas a hacer una minipausa para merendar con todo lo que tenemos por poner en orden? Antonia, ¿estás bien?
—Sí, estoy bien. Vamos contra reloj, tenemos toda la presión de los jefes encima y la prensa, pero, ¿sabes?, me lo estoy tomando como algo personal y necesito una pausa. Salgamos a merendar algo y en quince minutos estamos aquí de nuevo.
Ambos salieron del cuartel a comer algo. En apenas un cuarto de hora ya volvían a entrar en su despacho y la sargento se dirigió de nuevo al tablero de investigación. Sacó su cuaderno y empezó a revisar sus apuntes con las anotaciones que había realizado en la pizarra blanca.
Mientras Antonia se encontraba sumida en sus pensamientos, Iñaki seguía revisando la documentación que tenía sobre su mesa. De nuevo se abrió la puerta del despacho y otra vez apareció el teniente Torres.
—Antonia, Iñaki, acompañadme al despacho del grupo 3, creo que han encontrado algo que tiene que ver con vuestro caso.
Los tres entraron en el despacho del grupo 3 donde les esperaba el sargento Segura y su equipo.
—Sargento Segura, informe a la sargento Borrás de lo que su equipo ha encontrado.
—Estamos investigando un caso de apuñalamiento con una botella rota en Punta Ballena sucedido hace dos noches, aproximadamente a la hora en que se supone que desapareció la chica que buscáis. Mirad la pantalla, aquí tenemos la grabación de una cámara de seguridad del local. Vemos el momento en que se produce una pelea entre unos hooligans británicos que acabará en el apuñalamiento, pero esto no es lo relevante para vuestro caso. Si he avisado al teniente es porque hace un rato recibimos la foto que habéis pasado como alerta y viendo una y otra vez las imágenes que tenemos de la reyerta creemos que aparece la joven que estáis buscando.
—¿En serio? ¿Podemos ver esas imágenes? —preguntó Antonia.
—Por supuesto. Mira, retrocedemos unos minutos antes de la reyerta. Ahí en ese lado de la pantalla, aunque está de espaldas, lleva la misma ropa que en la foto que habéis pasado. Podemos verla morreándose y magreándose con dos hooligans. Hemos buscado una cámara con otro ángulo y la vemos de nuevo con los británicos, aquí en este punto. Aunque en esta cámara no se ve cómo comienza la pelea, los dos hooligans que están con la chica se meten en la pelea, ya sabemos que a un hooligan le gusta más una pelea que una mujer. La chica se queda ahí viendo la pelea. Fijaos bien que le cuesta aguantarse de pie, lleva una cogorza de no te menees. Ahora es cuando viene lo que más nos ha llamado la atención. Vemos a la chica ahí intentando mantenerse en pie, en ese momento llega un hombre con gorra negra, la agarra fuertemente del brazo y le dice algo a la chica.
—Ese es el tipo del hotel —exclamó la sargento Borrás.
—Yo juraría que sí, lleva la misma gorra y tiene la misma complexión —afirmó Iñaki.
El sargento Segura continuó con su explicación de las imágenes.
—Ahora veremos a la chica soltar su brazo. Quiere huir, pero no puede correr hacia la derecha por la cantidad de gente que hay. No puede ir hacia el frente porque está la pelea. Como está en la bocacalle, solo le queda la opción de girarse y correr hacia atrás, y eso es lo que hace. Lo malo es que esa calle termina, es muy corta. Enseguida hay una zona de pinos y tierra antes de llegar a la arena de la playa, con lo cual le va a ser difícil correr con los tacones. Ahí la vemos salir corriendo, y nuestro sospechoso va tras ella y se nos va de la imagen. Hemos buscado entre las cámaras de los demás locales, pero ninguna enfoca hacia esa calle, así que aquí perdemos el rastro. Según el reloj de la cámara, son las 00:45 ya del lunes.
—En el momento que ella consigue zafarse y golpearlo parece que levanta un poco la cabeza. ¿Podemos volver a ver ese momento? Quiero ver si conseguimos distinguir algo —comentó la sargento Borrás.
El sargento Segura retrocedió la grabación hasta el punto que la sargento había solicitado.
—Aquí, justo ahora, avanzamos lentamente y vemos que en el movimiento el sospechoso levantará por un momento la cabeza dejando ver su rostro, ponemos en pausa et voilà —comentó Daniel
—Cojonudo, te vamos a pasar por el reconocimiento facial a ver quién demonios eres tú.
—No será necesario, ya sabemos quién es. Es un viejo conocido del grupo 5. El cabo Juan Salvá nos pondrá al corriente —comentó el sargento Segura.
El cabo Salvá sacó una fotografía de una de sus carpetas, la mostró a todos los que estaban en ese momento en el despacho del grupo 3 y comenzó a informarles.
—Francisco Escobar, alias el Indio, natural del sur de Colombia, un sicario a sueldo que no trabaja para nadie fijo, sino que ofrece sus servicios al mejor postor.
—¿El Indio? —preguntó la sargento Borrás.
—Le llaman el Indio porque es un cuarterón, su abuelo materno era un nativo del sur de Colombia. De hecho, durante los primeros años vivió en una aldea de una zona muy cercana al comienzo de la selva del Amazonas.
—¿Has dicho la selva del Amazonas?
—Sí, su aldea, el nombre lo debo tener en algún sitio, está prácticamente al borde de la selva —respondió el cabo Salvá.
—Nuestras víctimas han sido narcotizadas, por decirlo de alguna forma, con una toxina mezcla de savias de plantas del Amazonas. Una era…, espera, que aquí lo tengo anotado…, Strychnos, así se llama la planta. Del resto no tenemos ni idea. ¿Podría el Indio haber adquirido conocimientos sobre plantas selváticas de su abuelo? —continuaba preguntando Antonia al cabo.
—Si tiene conocimientos o no lo desconozco, pero sí que cualquier nativo de la selva sabe cómo crear venenos o narcóticos con la mezcla de savias de las plantas salvajes. De hecho, en algún caso en el que el Indio ha sido sospechoso las autopsias daban como resultado muerte natural por infarto sin que se encontrara ninguna sustancia que hubiese podido producirla.
La sargento Borrás afirmó con la cabeza mirando a Iñaki y volvió a consultar al cabo Salvá.
—Veamos de nuevo esa foto de archivo. Iñaki, mira, lleva una especie de aro ancho en mitad de la oreja. Eso reforzaría aún más que es el mismo tipo que estuvo en el hotel, ese aro metálico debió ser en el que se reflejó el láser de la fiesta que cegó la cámara.
—Creo que ya podemos estar cien por cien seguros de que es el mismo tipo que estaba en la fiesta —respondió Iñaki.
—Vamos a inspeccionar la zona donde se pierde la imagen de la cámara, a ver qué podemos encontrar. Muchas gracias a todos. Por favor, sargento, agradezca de mi parte a sus equipos.
Fue entonces cuando el teniente Torres intervino de nuevo.
—Yo también quiero dar las gracias a todos, ya sabéis la importancia del caso. Sargento Segura, debido a la gravedad de la situación, voy a poner al cabo Salvá a las órdenes de la sargento Borrás y permanecerá en su equipo hasta que todo quede resuelto.
—Totalmente de acuerdo, teniente. Cabo, póngase a las órdenes de la sargento Borrás y aplique todo su conocimiento para resolver este caso —respondió el sargento Segura.
—No esperemos más. Iñaki y yo vamos a Punta Ballena. Juan, tú quédate y sigue indagando.
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