Kitabı oku: «Libérate»

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Primera edición: diciembre de 2020

LIBÉRATE

© Valeria Vegas

© de esta edición: Dos Bigotes, a.c.

Publicado por Dos Bigotes, a.c.

www.dosbigotes.es

© de las imágenes: archivo personal de Valeria Vegas, excepto las fotografías cedidas por Jaime Gorospe, Iván García, Torres Ibarzo y Mista Studio.

ISBN: 978-84-121428-8-4

eISBN: 978-84-122617-2-1

Depósito legal: M-26468-2020

Impreso por Kadmos

www.kadmos.es

Corrección: Juan Roures

Diseño y maquetación: Raúl Lázaro

www.escueladecebras.com

Todos los derechos reservados. La reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, deberá tener el permiso previo por escrito de la editorial.

Impreso en España — Printed in Spain

LA CULTURA LGTBQ QUE ABRIÓ CAMINO EN ESPAÑA

VALERIA VEGAS


A

Adela

La Agrado

Alaska

Alto Standing

Anarcoma

Angie Von Pritt

Antonio Amaya

A quién le importa

B

Barcelona de Noche

Bibiana Fernández

C

Cachorro

Calé

Cambio de sexo

Carla Antonelli

Carmen de Mairena

Carmen Xtravaganza

Carne apaleada

Centauros

Christine

Coccinelle

D

Deborah Ombres

Diabéticas Aceleradas

DiCarlo

Diferente

El diputado

Dolly Van Doll

La Duquesa Roja

E

Elianne

Eloy de la Iglesia

Emilio Laguna

La Esmeralda de Sevilla

Esperanza Roy

F

Fabio McNamara

Falete

Fama

Francis

G

Gay Club

Gay Club

Gore Gore Gays

H

Haz la loca… no la guerra

I

J

Juan Gallo, «La otra Lola»

Juanito Díaz

K

Katy Coral

L

Laberinto de pasiones

La ley del deseo

Libérate

Lola Flores

Lorena Capelli

Lucas

M

Madame Arthur

Manolita Chen

La Margot

La máscara

Massiel

Me siento extraña

Miguel de Molina

Mi querida señorita

Mi vida privada

La monja alférez

La muerte de Mikel

Mujer contra mujer

N

Nazario

El Noa-Noa

La noche es «guy»

Ñ

O

Ocaña

La Otxoa

P

Paco Clavel

Paco España

Party

Pavlovsky

Pedro Almodóvar

Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí

Pierrot

Los placeres ocultos

Ploma-2

La Prohibida

Psicosis Gonsales

Q

R

Rafael Conde «El Titi»

Rambal

Rocío Jurado

S

Samantha

Sara Montiel

Sobreviviré

Susana Estrada

T

La tercera luna

«Tira la copa»

El transexual

U

Un hombre llamado Flor de Otoño

Una pareja… distinta

V

La Veneno

Vestida de azul

Violeta la Burra

W

Walkiria Montini

X

Y

Yeda Brown

Z

No están todas las que son, pero sí son todas las que están

El libro que tienes entre tus manos es una reivindicación, quizás por vez primera de modo tan exhaustivo, de la relación de artistas, películas y canciones que abrieron camino a la cultura LGTBQ en España. Una reivindicación, en definitiva, de referentes. Porque aquí los hemos tenido; muchos y variados. No siempre eran referentes perfectos, estando lejos de las teorías de género y los argumentos actuales, pero, en pleno tardofranquismo, su posicionamiento en un país que se movía entre la ignorancia y la mala intención era más que suficiente. Esta recopilación arranca a principios de los sesenta, con el estreno de la película Diferente y la irrupción de Coccinelle en plena Gran Vía madrileña, pasa por los convulsos años setenta y llega a puntuales excepciones del inicio del siglo actual, cuando, aunque parezca mentira, todavía quedaban muchos territorios por conquistar.

Generalmente, es la época de la Transición la que marca el punto de inflexión en lo referente a la cultura LGTBQ, con la visibilidad de multitud de vedetes y transformistas que lucharon por que su talento prevaleciese por encima del morbo del espectador. Violeta, Pavlovsky, Paco y otros tantos llevaban años sobre las tablas, a veces con pésimas condiciones, cuando este país estuvo preparado para aplaudirlos. También Dolly, Christine, Angie, Yeda y Elianne demostraron su valía sobre el escenario, imponiéndose a todo aquel que cuestionase su identidad. Aunque Madrid y Barcelona constituían la punta de lanza en lo que a espectáculos se refiere, también en las provincias, con más mérito si cabe, se alzaban con humor y maquillaje artistas como La Esmeralda de Sevilla, La Margot, La Otxoa o DiCarlo. Y me resulta imposible obviar a todas aquellas personas olvidadas porque su trayectoria artística no prosperara a causa de su prematuro fallecimiento. Sus muertes no deberían caer en vano, de ahí que tengan su espacio en este libro Francis, Lorena y Rambal. Los casos insólitos de Samantha, Katy, Manolita o Walkiria, curtidas en el cabaret pero ignoradas durante años, aparecen aquí por un empeño personal.

El cine siempre ha jugado un papel fundamental en la cultura de cualquier país, pero en el nuestro todavía más, si tenemos en cuenta cómo se las debía ingeniar para burlar la censura o, aun sometiéndose a esta, conseguir contar historias prohibidas. Ahí quedan Mi querida señorita o Una pareja… distinta, dirigidas respectivamente por Jaime de Armiñán y José María Forqué, que lograron incluso despertar la empatía del público. Bien es cierto que con la llegada de la democracia no siempre prevaleció la calidad, y algunas de esas deshonrosas excepciones también andan por aquí, debido, ante todo, a su contribución a la visibilidad. Las mujeres salían peor paradas, tanto en el lesbianismo como en la transexualidad, quizá al estar dirigidas por hombres que explotaban el sensacionalismo de argumentos oportunistas. Positivamente quedan para la posteridad algunas de las películas dirigidas por Eloy de la Iglesia, Pedro Almodóvar, Vicente Aranda, Pedro Olea y Javier Aguirre, que aportaron realismo y sensibilidad a un país que empezaba a resurgir.

Numerosas canciones han servido como reafirmación; muchas de ellas, entonadas a pleno pulmón; algunas, olvidadas con el paso de los años, y unas pocas, erigidas en himnos por aclamación popular. Porque los himnos los hace la gente cuando sus letras despiertan verdad. Libérate, A quién le importa y Mujer contra mujer siguen conmoviendo a quienes, más de tres décadas después, todavía se identifican con ellas. Mi vida privada y Sobreviviré son sendas declaraciones de intenciones y funcionan por igual a pesar de los años que las separan. También el concepto de diva LGTBQ tiene cabida en estas páginas, porque, como sucede con los himnos, es el público quien las eleva a su pedestal, esa es su iconografía. Eso sí, la presencia de cada una de ellas está justificada mediante declaraciones, canciones y méritos varios, más allá de haber sido carne de imitación en el arte del transformismo. Alaska, Massiel y Esperanza Roy se desmarcan con un mayor conocimiento de causa, junto a Sara, Lola y Rocío, que, aun siendo en ocasiones políticamente incorrectas, tienen a su favor sus buenas intenciones.

Conforme avanzan las décadas, disminuyen los ejemplos aquí citados, que no los casos de valentía y talento, porque no es comparable el año 2001 con lo que sucedía en 1976. Aun así, he considerado oportuno hacer un hueco a una película como Cachorro, teniendo en cuenta que mostró el nunca antes retratado mundo bear con una perspectiva rompedora, así como a la irrupción en nuestro imaginario de Deborah Ombres, la primera travesti para toda una generación que ejercía de presentadora, y el cantante Falete, que rompió con los géneros establecidos cuando este país todavía no era tan moderno como se consideraba.

Hay ausencias que están más que justificadas. Empezando porque este no es un libro de outing, donde un actor o una cantante tengan que ocupar un lugar por el simple hecho de su orientación sexual sin haberse manifestado abiertamente al respecto, siendo esto igual de respetable pero poco representativo en cuestiones de liberación. Así se entiende la presencia de artistas como Antonio Amaya y «El Titi», quienes, a diferencia de sus amigos y compañeros Pedrito Rico y Tomás de Antequera, se posicionaron dentro y fuera del escenario, dispuestos a marcar un punto y aparte, siguiendo los pasos de Miguel de Molina. En cuanto a los showmans y los transformistas, son aquellos que lograron desmarcarse, llamando la atención de los medios de comunicación, los que han dejado testimonio de la época, no por ello siendo menos importantes todos los que no alcanzaron trascendencia mediática. Por otro lado, el punto de partida de este libro es el espectáculo, visto como un reducto de libertad en el que, siempre con talento, se pueden abarcar muchas cuestiones. De ahí que se queden fuera los escritores Federico García Lorca, Terenci Moix y Eduardo Mendicutti, siempre posicionados en su obra y su persona. Respecto a los transformistas de principios del siglo pasado, entre los que destacan Derkas, Luisito Carbonell, Mirko y Edmond de Bries, lamentablemente no hay entrevistas a nuestro alcance ni forma de plasmar sus palabras. Puesto que la poca información que existe sobre ellos ya ha sido recopilada en otras obras, han sido omitidos en esta, pero no quiero dejar de mencionar lo transgresores que fueron, considerando que la Ley de Vagos y Maleantes se instauró durante la Segunda República.

A través de casi un centenar de entradas, Libérate pretende ser un homenaje a esa cultura que hizo que este país se tornara en color tras largos años viviendo en blanco y negro. Un homenaje repleto de fechas, títulos, espectáculos, cabarets y otros muchos datos que solo han podido ser obtenidos a través de una exhaustiva labor de hemeroteca. Algunas de las personas aquí destacadas fallecieron recientemente; tal es el caso de Violeta la Burra, Juan Gallo y Carmen de Mairena, cuyas trayectorias apenas fueron recogidas con esmero por sus obituarios y semblanzas, debido a que la información que pulula por internet suele ser escasa y repetitiva. Quizás este libro sirva para dejar constancia en adelante de todo ello y se haga así justicia a todas esas carreras labradas a golpe de escenario. Porque la historia de nuestra cultura LGTBQ todavía se está escribiendo, y hay que empezar por ordenar lo que ya ocurrió, de manera precisa y fehaciente, otorgando a todos los referentes el lugar que merecen. Tener constancia de nuestro pasado nos permitirá asentar los cimientos de nuestro futuro. Libérate.

Valeria Vegas, octubre de 2020

Adela

Película estrenada en 1987 y dirigida por Carlos Balagué. Tiene el mérito de ser la primera película española protagonizada por una actriz trans. Hoy en día, que tanto se cuestiona a la industria por el hecho de que sean siempre intérpretes cisgénero los que encarnan la transexualidad en pantalla, se pasa irónicamente por alto este filme. Lo que ocurre siempre en España: se olvida pronto y se reconoce menos. Yani Forner fue la elegida, saliendo bien parada en su cometido; eso sí, tuvo que ser doblada, en parte porque se rodó sin sonido directo. El actor Fernando Guillén fue el otro protagonista y, además de dotar de veteranía al largometraje, le aportó un tirón más comercial.

El argumento gira en torno a un policía llamado Andrés que, tras llevar veinte años en el cuerpo, consigue ascender a comisario jefe. Su ascenso viene acompañado de multitud de frustraciones, entre ellas, la tristeza de haber perdido a dos de sus compañeros —fallecidos en misiones—, una rutina estresante y el hastío de la convivencia con una esposa a la que ya no ama. Su vacía existencia se revitaliza cuando llega a comisaría Adela, una mujer transexual detenida en ese instante y conocedora de los bajos fondos de la ciudad de Barcelona. Surge en él una inevitable pasión, por lo que comienza a seguir los pasos de Adela hasta provocar un encuentro. Convertidos en amantes, ambos urdirán un plan a espaldas de la policía para sacar beneficio a un alijo de droga. La vida de Andrés no volverá a ser la misma.

El 14 de julio de 1986, el diario La Vanguardia se hacía eco del rodaje y titulaba: «Fernando Guillén es un policía enamorado de un transexual en una película de Carlos Balagué». Dejando a un lado el incorrecto uso del determinante masculino, cabe destacar la declaración del célebre actor en torno a la relación que emprende su personaje: «Es la historia de un amor atípico, pero creo que estas cosas pueden ocurrir. Para mi personaje, un perdedor, casi un marginado, un transexual no es una especie de demonio. Se trata de la historia de una destrucción, una historia dura en la que se reflejan los aspectos más sórdidos de la labor policial». Hay que matizar que la Jefatura Superior de la Policía no quiso colaborar en la producción y se negó a facilitar el vestuario y los automóviles solicitados por los productores.

Yani Forner se encontraba trabajando en el cabaret Barcelona de Noche cuando Carlos Balagué la descubrió. Nacida en Málaga en 1960, comenzó a trabajar en distintas salas de fiestas en Málaga, Madrid y la Ciudad Condal, donde residió la mayor parte de su vida. Antes de protagonizar Adela, había participado en breves secuencias de La tercera luna (1984) y La rubia del bar (1986), esta última dirigida por Ventura Pons. Continuó desarrollando su carrera como vedete, sin más incursiones en el cine, hasta que falleció en 1993, con tan solo 32 años, a causa del sida.

Pese a estar ejecutado con dignidad, el personaje de Adela resulta sensual e incluso perverso pero nunca emotivo. Su constante vinculación con los bajos fondos no tendría por qué ser impedimento para mostrar sus temores o ensoñaciones y ahondar en la relación con su familia, sus compañeras de trabajo o sus ambiciones. Aun así, no se puede quitar mérito a la apuesta actoral de Balagué, así como al hecho de que la protagonista absoluta del cartel sea Forner. Conviene apuntar también la aparición del cómico transformista Pierrot en una secuencia en la que recrea su labor de maestro de ceremonias del Barcelona de Noche.

Como suele suceder con este tipo de películas, Adela no obtuvo gran reconocimiento, pese a críticas como la que publicó el periódico La Vanguardia el 12 de abril de 1987, dos días después de su estreno:

El talón de Aquiles del relato, sin embargo, reside en la omisión por parte del director —también guionista— de adentrarse en las zonas oscuras de su héroe, en las raíces de su «amour fou» por ese travesti fatal, que hemos de dar por simplemente supuesto cuando es, ni más ni menos, el mismísimo revés de la trama: si Adela fuese realmente una mujer, no puede decirse que esta película variaría en lo más mínimo. […] Con toda su modestia, hay en Adela mucho más cine del que suelen ofrecer muchas otras producciones nacionales de mayor pretensión y presupuesto: una virtud tradicional, por lo demás, en el thriller barcelonés del que esta película proporciona una aportación estimable.

La película fue distribuida en vídeo bajo el título de Corrupción policial, con un cartel distinto y sin referencia alguna al personaje de Adela, esperando así captar a todos aquellos espectadores que la habían rechazado en la pantalla grande.

La Agrado

«Me llaman La Agrado porque toda mi vida solo he pretendido hacerle la vida agradable a los demás». Así comienza el potente monólogo de uno de los personajes más queridos y reivindicados en la filmografía de Pedro Almodóvar. El director escribió el papel de una carismática prostituta transexual de gran corazón que cautivó al público y enseguida fue encumbrada como icono LGTBQ. Antonia San Juan fue la actriz que encarnó sublimemente a tan singular heroína callejera, en un papel que se disputaron muchas intérpretes.

He aquí su ya legendario monólogo, que resulta toda una oda a la autenticidad aunque la artificialidad esté de por medio:

¡Miren qué cuerpo! Todo hecho a medida. Rasgado de ojos, ochenta mil. Nariz, doscientas. Tiradas a la basura porque un año después me la pusieron así de otro palizón. Ya sé que me da mucha personalidad, pero si llego a saberlo no me la toco. Continúo. Tetas, dos, porque no soy ningún monstruo. Setenta cada una, pero estas las tengo ya superamortizás. Silicona en labio, frente, pómulo, cadera y culo. El litro cuesta unas cien mil, así que echar las cuentas porque yo ya la he perdío. Limadura de mandíbula, setenta y cinco mil; depilación definitiva al láser, porque la mujer también viene del mono, bueno, tanto o más que el hombre. Sesenta mil por sesión, depende de lo barbúa que una sea, lo normal es de dos a cuatro sesiones, pero si eres folclórica necesitas más, claro. Bueno, lo que les estaba diciendo, que cuesta mucho ser auténtica, señora. Y en estas cosas no hay que ser rácana, porque una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma.

En alguna ocasión, Almodóvar comentó que tan cómica secuencia está basada en una situación real que vivió la actriz argentina Lola Membrives y que, desde que supo la existencia de aquella historia, estaba deseando plasmarla en el cine. Así lo explicó el cineasta: «El sistema eléctrico del teatro donde actuaba falló a la hora de la función. Membrives, que no se arredraba ante nada, decidió ser ella misma la que, desde el escenario y alumbrándose con una vela encendida, diera la noticia al público. “Ya que están aquí, les pediría que se quedaran y prometo entretenerles contándoles la historia de mi vida”, dijo. Aquella tarde, doña Lola hizo la función de su vida».

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